a tal respecto, la pintoresca ... cuando el activo duradero de ... ha sido total o parcialmente ...

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Año: 15, Octubre 1973 No. 303
DEPRECIACION Y
REVERSION
Tomado de Orientación Económica, Editorial del 35.
Aunque la deprecación se calcula usualmente por medio de una
fórmula aparentemente exacta cualquier contador sabe que las
estimaciones son muy burdas, están sujetas a errores grandes e
impredecibles e implican supuestos u correcciones arbitras»
SAMUELSON, Economics.
El hecho de que la gente tenga ideas
confusas o desatinadas sobre los átomos o
las galaxias o sobre los principios de las
matemáticas o de la filosofía, es algo que no
tiene mayores repercusiones inmediatas en
la vida de los pueblos. Muestra a lo sumo,
que son todavía pocos los que tienen acceso
al mundo riguroso del saber. Mas, cuando
esas confusiones y desatinos se refieren a los
procesos económicos, y son además
difundidos por quienes ocupan posiciones
influyentes en la vida colectiva, el hecho
constituye una seria amenaza para la
estabilidad y el progreso de la comunidad. Y
esa amenaza cobra proporciones alarmantes
si, como ocurre no pocas veces, se pretende
que desvirtuar esos desatinos es incurrir en
un acto de entreguismo a los intereses de la
oligarquía o del capitalismo internacional
Esa situación se produce, por ejemplo,
cuando se pretende usar el concepto de
depreciación para justificar la reversión o
traspaso de bienes de empresas o
particulares al patrimonio estatal. Se expone,
a tal respecto, la pintoresca teoría de que,
cuando el activo duradero de una empresa
ha sido total o parcialmente depreciado en
sus libros, la totalidad o, en su caso, la parte
depreciada del activo puede revertir o
traspasarse gratuitamente al Estado sin que
se incurra en confiscación.
EL CONCEPTO DE DEPRECIACION
La depreciación es el costo en que se incurre
por el uso de bienes duraderos, esto es, de
bienes que no se consumen en un solo año o
período productivo, sino que prestan
servicio durante una serie más o menos larga
de períodos. Es lo que ocurre, por ejemplo,
con las máquinas, construcciones, o plantas
industriales. Así como el valor de las
materias primas o los combustibles
consumidos en un período se recupera
íntegramente en el valor del producto
correspondiente, el valor de una máquina se
recupera sólo parcialmente en el valor del
producto de cada período y sólo se recupera
totalmente en el conjunto sucesivo de
períodos que integran su vida útil. Esa parte
del valor de la máquina o activo duradero
que se recupera en cada año o período es
justamente la cuota anual o periódica de
depreciación.
Ahora bien, el valor real de las cuotas de
depreciación, cuya suma total coincide con
el valor total del activo, depende de la vida
efectiva del activo respectivo y sólo se
conoce cabalmente cuando el transcurso del
tiempo le ha hecho perder todo valor, esto
es, cuando ha cesado de existir como tal
bien. Así por ejemplo, si un automóvil
cuesta 10 mil pesos O. A. y dura 10 años, el
valor anual de la depreciación ascenderá en
el supuesto de que se aplique el método
simple de línea recta a mil pesos C. A., pero,
si dura 20 años, será solamente de
quinientos pesos C. A. Hacemos deliberada
abstracción del caso en que el activo usado
tenga un valor de reventa final, así como de
muchos otros aspectos del problema, que
complicarían
innecesariamente
la
exposición, sin alterar en nada su sustancia.
EL CALCULO DE LA DEPRECIACION
El propietario de un automóvil, de una
refrigeradora o de un tocadiscos no calcula
de ordinario anticipadamente el valor anual
de su depreciación, sino que se limitará a
reflexionar, el día en que se hagan
inservibles, que esos objetos le han salido
más o menos baratos o costosos en razón de
su duración efectiva, esto es, en razón del
costo de su depreciación. Por el contrario,
una empresa tiene la ineludible obligación
de hacer un cálculo anticipado de las cuotas
anuales de depreciación de sus activos
duraderos ya que ello le ha de servir, por una
parte, para determinar la cuantía anual de
sus beneficios y, por otra parte, para pagar el
impuesto sobre la renta correspondiente a
esos beneficios. Ahora bien, ese cálculo es
una simple conjetura, que se aproxima y
debe aproximarse a la realidad, pero que en
un mundo donde el futuro es incierto, no
coincide nunca exactamente con ella. Por
esa razón se admiten muchos y diversos
métodos de depreciación, que atienden tanto
a la vida útil previsible, como a la forma de
calcular las cuotas respectivas.
Si se fija, con criterio prudente y
conservador, una cuota de depreciación más
alta que la real, la empresa registrará
menores beneficios de los que efectivamente
obtiene, pero se resarcirá en el futuro con el
beneficio que deriva del valor que conserve
el activo después de canceladas todas las
cuotas. Si se fija, por el contrario, una cuota
inferior a la real, registrará beneficios
superiores a los realmente obtenidos, pero
ello será compensado, en sentido inverso,
con la pérdida que ha de experimentar el día
que el bien se haga inservible aparezca
todavía contabilizado con un cierto valor.
Las empresas seriamente organizadas
tienden, con un plausible criterio de
prudencia, a fijar más bien en más que en
menos las cuotas respectivas, tanto con el
propósito de no inflar artificialmente los
beneficios y arriesgar así su salud financiera,
como con la finalidad de prever la pérdida
de valor del activo por efecto del progreso
tecnológico, que es lo que propiamente se
suele denominar obsolescencia.
CONJETURA Y REALIDAD
Los defensores de la pintoresca teoría que
más arriba se menciona identifican y
confunden la conjetura con la realidad. Al
confundir así molinos con gigantes,
destrozan la lógica articulación de los
hechos.
En efecto, deciden que el valor estimado o
conjetura de la depreciación coincide con la
depreciación
real.
Concluyen,
en
consecuencia, que si el activo se ha
depreciado totalmente en los libros de la
empresa, ese activo tiene, por efecto mágico
de esa conjetura, valor cero, por mucho que
en la realidad pueda todavía tener un valor
sustancial. Guiados así por el ardor de quien
confunde los molinos con los gigantes,
proclaman que ese bien revierte al dominio
público o al dominio del Estado o de alguna
entelequia superior, sin que con ello se prive
de nada a la empresa, ya que, por obra y
gracia de su desvarío, ese activo tiene un
valor cero y es evidente que perder cero es
lo mismo que no perder nada.
El absurdo de esa teoría se pone mejor de
relieve si consideramos el caso contrario,
esto es, el de una depreciación calculada a
un nivel demasiado bajo, en virtud de la
cual, al extinguirse la vida útil del activo,
éste conservase todavía un valor sustancial
en los libros de la empresa. Aplicando esa
misma tesis, habría que concluir que la
empresa tendría el derecho a reclamar de
alguien sea el Estado o alguna entelequia
superior el valor de que ha sido privada. Si
nos apoderamos del valor del activo, cuando
se registra como cero, a pesar de ser
sustancial, debiéramos reintegrarlo cuando
se registra como sustancial, a pesar de ser
cero.
Si llevamos la teoría a sus últimas
consecuencias lógicas, todo propietario de
un bien duradero un automóvil, un reloj o un
simple par de zapatos, cuya duración fuera
superior a la que pueda considerarse su vida
útil probable, podría o debería ser privado de
esos bienes, que para él valdrían cero, al
terminar ese plazo. A la inversa, el
propietario debería recibir el valor que
teóricamente debieran conservar esos
bienes, si su duración ha sido inferior al
plazo conjeturado. Se crearía así el más
estrambótico mecanismo de distribución de
la riqueza, con la peculiaridad de que
sancionaría a los hombres y empresas
eficientes y cuidadosos que eligen mejor y
hacen durar más los bienes, en beneficio de
los ineficientes y descuidados que los
convierten rápidamente en desechos
inservibles.
DEPRECIACION Y AMORTIZACION
Una de las confusiones que contribuyen a
explicar
ese
extraño
mundo
de
equivocaciones es la que se suele hacer entre
la depreciación de un activo real, a la cual
puede llamarse y se llama algunas veces
también amortización; y la amortización
propiamente dicha, referida a obligaciones o
a activos monetarios o que tienen un va
monetario fijo. Es indudable, en tal sentido,
que si se amortiza una deuda de cien mil
pesos C. A. mediante pagos anuales de diez
mil pesos C. A. hagamos abstracción de la
cuestión de los intereses al final de los diez
años el monto de la deuda es auténticamente
cero, pero ello sucede porque en este caso,
en virtud de la naturaleza monetaria de la
obligación, el monto real coincide
necesariamente con su monto anticipado.
Se llega también por ese camino a confundir
el rendimiento y amortización de una suma
monetaria con el rendimiento y depreciación
del activo real a cuya adquisición se destina
esa suma. Es evidente que si la suma se ha
recibido en préstamo y se cancela en varias
anualidades sucesivas, mediante el pago de
esas anualidades y de los intereses
correspondientes,
queda
totalmente
amortizado el préstamo y su valor reducido
a cero. Si esa suma es propiedad del
inversionista, puede igualmente considerarse
que con la recuperación de las partidas
expresadas ha sido amortizado el costo
monetario de la inversión. Mas ello no
significa en absoluto que también se haya
amortizado, depreciado o reducido a cero el
valor del activo real o que sus rendimientos
ulteriores se conviertan en algo así como un
obsequio
de
la
divinidad.
El
desenvolvimiento económico normal de los
pueblos se basa justamente en el hecho
contrario. Toda adquisición individual de
bienes duraderos automóviles, mobiliario
doméstico o vestuario se efectúa, en efecto,
porque la satisfacción o rendimiento real que
producen esos bienes en el curso de su vida
útil es mayor que el costo de los fondos
monetarios destinados a su adquisición. En
el conjunto general de la economía, el
continuo desarrollo de las inversiones y del
proceso productivo consiste esencialmente
en la incesante realización de operaciones
similares, en las cuales la productividad o
rendimiento real de los activos reales es
superior al costo de los recursos monetarios
invertidos en ellos. Es más, el logro mayor o
menor de esos resultados refleja la eficiencia
de las empresas y su contribución al
progreso económico y tecnológico y al
óptimo aprovechamiento de los recursos de
la comunidad.
Aquellos que sostienen o propagan errores
iguales o parecidos a los expuestos juegan,
como el aprendiz del brujo, con ideas e
instrumentos que no entienden. Creen así
regir o adueñarse de los destinos del mundo.
No piensan que, como el aprendiz del brujo,
pueden desbaratar las bases del propio
mundo que los sustenta. No perciben sobre
todo, que son los hombres con ideas claras,
con capacidad de organización y con
voluntad de trabajo, y no los brujos o
aprendices de brujo, los que forjan la
prosperidad, la grandeza y la independencia
de los pueblos.
SOCIEDAD DE CONSUMO Y
SOCIEDAD DE PODER
Las dos únicas alternativas abiertas a las
sociedades humanas para organizar la
economía y los recursos productivos son las
de hacerlo en función de los requerimientos
individuales de los hombres que integran la
comunidad o en función de los propósitos de
la minoría que detenta el poder colectivo. Lo
primero la sociedad de consumo es lo que
ocurre, con más o menos limitaciones, en los
países del mundo occidental donde los
recursos son dirigidos por la demanda que
ejercen en el mercado los consumidores. Lo
segundo la sociedad de poder es lo que
sucede, también en mayor o menor grado, en
los países del llamado mundo socialista,
donde la oligarquía dirigente del partido
único maneja los recursos productivos y
dispone de la vida, de la libertad y del modo
de pensar de los miembros de la comunidad.
El sistema occidental, no sólo asegura una
inigualable
eficiencia
del
proceso
productivo,
sino
que
estimula
la
espontaneidad y energía creadoras del
individuo y encauza el trabajo de todos y
cada uno de los hombres hacia los productos
que reclaman los mismos hombres que
suministran ese esfuerzo. El sistema
colectivista, por el contrario, no sólo es
fuente de ineficiencia y despilfarro de
recursos, sino que dirige el trabajo de todos
y cada uno de los hombres hacia los
productos que interesan a la oligarquía
dominante. Y entre esos productos ocupa un
lugar sobresaliente el aparato policial y
propagandístico destinado a sojuzgar la
conducta y a doblegar el pensamiento de los
súbditos del nuevo Leviathan. El sistema del
mercado y de la sociedad de consumo no es
ciertamente capaz de generar por sí solo las
más altas creaciones culturales. Mas sí es un
sustituto el único sustituto posible de un
sistema basado en las privaciones, la
reglamentación y la inquisición ideológica y
policial, esto es, en la más despiadada y
brutal de las alienaciones.
(ORIENTACIÓN ECONOMICA,
Editorial del No. XXIX).
El Centro de Estudios Económico-Sociales,
CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad
privada, cultural y académica , cuyos fines
son sin afan de lucro, apoliticos y no
religiosos. Con sus publicaciones contribuye
al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la
filosofia de la libertad.
Apto. Postal 652, Guatemala, Guatemala
correo electrónico: [email protected]
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