Speech Martin Schulz_ES_final

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Señor Presidente:
Señoras senadoras y señores senadores:
Señoras diputadas y señores diputados:
Señoras y Señores:
Es un gran honor para mí intervenir hoy ante el Senado
de la República.
El Senado mexicano encarna tradición y modernidad:
una institución con cerca de doscientos años de historia
ubicada en uno de los edificios más nuevos de la Ciudad
de México, en el animado Paseo de la Reforma. El
Senado es también, por lo tanto, un símbolo de México:
un país que mira al futuro y es consciente de su
orgullosa historia.
Señoras y Señores:
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Su país se enfrenta a grandes retos. Las noticias que
nos han llegado de México durante los últimos años son
preocupantes. Pero, a pesar de las amenazas a la
seguridad pública y de las grandes desigualdades
sociales del país, México tiene buenos motivos para
mirar al futuro con confianza y optimismo. A pesar de los
efectos negativos de la crisis económica internacional,
México experimentó un auge económico importante y
rápido. Las tasas de crecimiento económico de México
son un sueño para algunos Estados europeos. La revista
«The Economist» parte incluso de la base de que, para
dos mil veinte (2020), México será una de las diez
economías más potentes del mundo.
Señoras y Señores:
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México está también a la altura de su creciente
importancia
económica,
al
haber
asumido
responsabilidades políticas internacionales, como se
comprobó, por ejemplo, en dos mil diez (2010), en
Cancún, en la Conferencia Mundial de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático y, en dos mil doce
(2012), con la eficiente Presidencia mexicana del G
veinte (G20). México sabe desempeñar un constructivo
papel de intermediario entre los Estados industrializados
y los países en desarrollo.
Permítanme señalar que esto es algo que también se
podría
esperar de otros países cuya relevancia
económica en el mundo ha crecido de manera
igualmente importante durante los últimos años.
Como Presidente del Parlamento Europeo lucho por que
en los procesos multilaterales de toma de decisiones se
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incluya a los parlamentos. Así, por ejemplo, mis colegas
y yo abogamos firmemente en el Parlamento Europeo
por que se refuerce la dimensión parlamentaria del G
veinte (G20). A este respecto, deseo expresar mi
agradecimiento a este Senado y a su Presidente por la
invitación a asistir a la cuarta Reunión de Presidentes de
Parlamentos del G veinte (G20) que se celebrará aquí,
en el Senado mexicano, en abril de dos mil trece (2013)
y en el cual el Parlamento Europeo estará representado
al más alto nivel.
Señoras y Señores:
Les felicito expresamente por el «Pacto por México», la
importante e impresionante agenda de reformas que ha
aprobado esta Cámara. Visto desde fuera, puedo
asegurarles que el consenso entre los grandes partidos
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políticos es una señal importante. Crea esperanza y
optimismo
para
el
futuro.
Sigan
trabajando
conjuntamente para llevar el Pacto a la práctica.
Señoras y Señores:
En mis distintos viajes a América Latina me ha fascinado
en particular la energía y el dinamismo que emana de
esta maravillosa región.
Basta con ir una vez al Zócalo, una de las plazas más
importantes de la civilización humana, para percibir la
vibrante atmósfera que irradia este lugar.
Aquí, las personas tienen la envidiable cualidad de no
deprimirse.
A
pesar
de
las
a
veces
difíciles
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circunstancias de la vida y de los inmensos retos
humanos, mantienen siempre un cierto optimismo.
Teniendo en cuenta los retos a los que nos enfrentamos
los europeos, desearía a veces contar con algo de estas
cualidades en Europa.
Señoras y Señores:
Hace diez años, países de América Latina afrontaban la
quiebra. Las reformas económicas neoliberales y los
programas de austeridad de los años ochenta y noventa
produjeron el colapso de sus economías y sistemas
financieros. El desempleo subió repentinamente, el
abismo entre pobres y ricos, que la política neoliberal
había agravado en los años anteriores, aumentó aun
más.
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Quien actualmente, justo una década después, viaje por
los países entonces sumidos en la crisis, percibirá poco
de aquel desplome. Esos países experimentan desde
2004 un enorme auge económico que ha aportado un
nuevo bienestar a amplias capas de la población y que
contribuye a reducir la pobreza de forma significativa.
Naturalmente, las crisis económicas y financieras que
sufrió América Latina a comienzos del milenio son, en
muchos aspectos, muy diferentes de la situación en que
se encuentran hoy algunos Estados miembros de la
Unión Europea. No obstante, podemos beneficiarnos de
la experiencia de nuestros socios, que, con razón, se
sienten orgullosos de haber superado la crisis gracias a
su propio esfuerzo.
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Señoras y señores:
En la cumbre de la economía mundial de Davos tuve la
oportunidad, hace dos semanas escasas, de hablar con
destacados responsables internacionales. Muchos miran
hacia Europa con preocupación. Y estoy convencido de
que, también aquí, muchos se preguntan qué está
pasando al otro lado del Atlántico.
En mi opinión, la Unión Europea y su modelo de
democracia transnacional se enfrentan a dos desafíos:
Vivimos actualmente una crisis económica de unas
dimensiones que no habíamos visto desde los años
treinta. Más de veintiséis millones de personas en
Europa están desempleadas!
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Hace algunos días estuve en España: ¡allí, el cincuenta y
cinco por ciento de los jóvenes carece de empleo! En
una conversación con jóvenes me hicieron la siguiente
pregunta: Ustedes salvan a los bancos con el dinero de
los contribuyentes, pero ¿qué hacen ustedes realmente
por nosotros?
Gertrude Stein, la gran intelectual de París de los años
veinte, dijo de los jóvenes que habían sobrevivido a la
Primera Guerra Mundial eran la generación perdida («a
lost generation»). En Europa corremos actualmente el
riesgo de perder también toda una generación.
Ayer, por cierto, tuve la oportunidad de hablar con
estudiantes de la UNAM. También aquí están muy
comprometidos los jóvenes y quieren hacer oír su voz y
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una mayor representación de sus intereses. Tenemos la
responsabilidad de ocuparnos en mayor medida de las
inquietudes y preocupaciones de nuestra generación de
jóvenes.
El segundo gran desafío, ante el que no solo nos
encontramos los europeos, tiene que ver con nuestro
modelo
democrático.
Ante
la
crisis
financiera
internacional, vemos actualmente cómo, bajo la presión
de los mercados, en todo el mundo las decisiones
tendrían que tomarse con rapidez y, si es posible, sin
participación parlamentaria.
Pero lo correcto es lo contrario: la democracia y el
parlamentarismo requieren tiempo. Y si no nos tomamos
ese tiempo tendremos una democracia sometida a las
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leyes del mercado, y no un mercado conforme a la
democracia.
Señoras y señores:
La Unión Europea ha superado muchos reveses y crisis
en sus sesenta años de historia, y también en la
actualidad volvemos a dar muestras de nuestra enorme
capacidad de gestión de crisis. Estoy convencido de que
saldremos reforzados de la crisis.
Señoras y señores:
Los vínculos entre la Unión Europea y México son hoy
más fuertes que nunca. México es un socio privilegiado
de la Unión Europea. El único país de América Latina
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que mantiene con la Unión Europea tanto un acuerdo de
asociación como una asociación estratégica.
Con la creación de la asociación estratégica en dos mil
nueve (2009) logramos un hito. Esta asociación fue, por
parte de la Unión Europea, una clara expresión de
reconocimiento de la importancia política y económica de
México.
No obstante, aún queda en nuestra asociación potencial
por explotar. Por eso propongo que nos marquemos
como objetivo la actualización del Acuerdo Global de mil
novecientos noventa y siete (1997). Estoy convencido de
que la profundización de nuestras relaciones económicas
y comerciales contribuirá a impulsar el desarrollo
económico,
a
luchar
contra
la
pobreza
y
las
desigualdades sociales y a promover la protección del
medio ambiente.
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Además de los contactos mantenidos entre el Gobierno
de México y la Comisión Europea respecto de una
posible actualización del Acuerdo, el Congreso mexicano
y el Parlamento Europeo también deberían debatir cómo
podemos seguir impulsando nuestras relaciones.
Señoras y señores:
Permítanme dar las gracias a los senadores y diputados
mexicanos que a lo largo de los últimos casi ocho 1años
se han reunido regularmente con sus colegas del
Parlamento Europeo y han trabajado con ellos en la
Comisión Parlamentaria Mixta. Todos han contribuido de
forma decisiva a la profundización de las relaciones
entre México y la Unión Europea. Pueden sentirse
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orgullosos de ello. La Comisión Parlamentaria Mixta
(CPM) es el motor que impulsa el fortalecimiento de
nuestras relaciones.
Permítanme felicitar también a los miembros mexicanos
de la Comisión Parlamentaria Mixta, elegidos en el
Congreso el 1 de julio de dos mil doce (2012). Mis
colegas del Parlamento Europeo esperan con interés la
cooperación futura.
Señoras y señores:
Permítanme transmitir en este punto la solidaridad del
Parlamento Europeo al pueblo mexicano en su lucha
contra el tráfico de drogas y la delincuencia organizada, y
1
(primera reunión septiembre 2005)
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expresar nuestras condolencias y nuestro apoyo a los
numerosos familiares y amigos de las víctimas.
La lucha del pueblo mexicano contra la delincuencia
organizada ha de ser también la nuestra. Los europeos
no podemos eludir nuestra responsabilidad. Ambas
partes deben asumir la suya, tanto las sociedades en las
que se consume la droga como los países en los que se
produce o los países de tránsito.
Señoras y señores:
Al hablar en Europa de la asociación transatlántica, nos
referimos con mucha frecuencia a las relaciones
exclusivas entre los Estados Unidos de América y
Europa. En mi opinión, se trata de un gran error. Las
relaciones transatlánticas no se limitan exclusivamente a
las relaciones con los Estados Unidos de América.
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También incluyen las relaciones con América Latina y
especialmente México.
Con ninguna otra región del mundo compartimos en tan
gran medida la historia, la cultura, los valores y la visión
de cómo debe ser una sociedad. Ambas regiones están
comprometidas con el multilateralismo: en las Naciones
Unidas, en la Organización Mundial del Comercio
(OMC), en el G veinte (G20) y en otras instituciones
multilaterales. Somos socios naturales para hacer frente
a los retos del siglo veintiuno (XXI).
Como una vez afirmó el gran Carlos Fuentes, al que
tanto extrañamos ahora: «Tenemos un pasado que
debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos
desear».
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Muchas gracias.
Viva México!
Viva Europa!
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