LA SUPUESTA PAIDOFILIA DE LEWIS CARROLL. O COMO LA AFICIÓN PERVERSA HACIA UNAS POCAS (¿107?) NIÑAS GENERA DELEITE Y DERROCHE DE IMAGINACIÓN EN OTROS MILLONES DE INFANTES Andrea Marquez Lopez Mato 2005 No publicado La obra de Carroll ha trascendido todos los límites literarios posibles. Es adorada por críticos y lectores de todas las edades y todas las culturas. Ha sido traducida a todos los idiomas imaginables. Se la considera llena de inestimable vigencia y sentido del humor. Alicia en el país de las maravillas,135 años después de ser publicada continua teniendo una trascendencia cultural y social inagotable Su autor, Charles Lutwig de Dodgson, nació en Cheshire, en enero de 1832, hijo de un modesto pero ilustrado clérigo rural anglicano, que concibió 11 hijos, la mayoría mujeres. Hasta los once años fue educado por sus padres sin salir de casa y luego se le permitió cursar estudios primarios en la escuela con experiencias y recuerdos muy negativos de la convivencia con otros chicos (el mismo diría de esta época: «no puedo decir que recuerde con el más leve placer mi vida en una Escuela Pública ni que haya motivo alguno en el mundo que me indujese a volver a vivir aquellos años»). Inició estudios universitarios en la Facultad cristiana, en donde fue nombrado bibliotecario. Casual o causalmente el decano era el Sr Liddell, padre de su famosa musa inspiradora, Alicia Recién en 1856 al ser nombrado profesor de matemáticas, adopta el seudónimo literario “Lewis Carroll”, decidido a ser artista. Esta oscilación entre la ciencia y el arte generó una simpática anécdota. La reina Victoria, fascinada con sus libros infantiles, le pidió a Carroll que le enviase su última obra. Grande fue la decepción de la reina al recibir un libro de trigonometría. Por este tiempo adquiere su primera máquina fotográfica y conoce a la niña de cuatro años Alicia Liddell . Cinco años después es ordenado diácono pero se abstendrá de recibir su ordenación superior de ministerio eclesiástico, debido a su tartamudez (que dificultaba la predicación) y su «mundana» afición al teatro y actividades similares. El 4 de julio de 1862 fue el día "D", el día clave de su vida, ya que durante un paseo en barco improvisó el cuento "Alicia" para las hermanas Liddel. Dos años después lo escribió y le regaló a Alicia la primera versión manuscrita, con dibujos propios, titulándolo Alices Adventures Under Ground (Aventuras subterráneas de Alicia). Los padres de Alicia desconfiaron de la tierna dedicación del reverendo a sus hijas y rompen relaciones con él . Salió por un tiempo prolongado de viaje por Europa y Rusia. En 1872 publicó la continuación de novela infantil. A través del espejo y lo que Alicia encontró allí Parecía que había dejado de lado su afecto y su afición por las niñas hasta que doce años después conocío a Gertrude Chattaway, otra de sus niñas- amigas predilectas y «musa» de La caza de Snark. Adquirió también celebridad como fotógrafo aficionado. Casi todos sus retratos fueron de niñas que posaron para él con diversos disfraces y en ocasiones también desnudas. En 1880, tras el consejo de sus hermanos, abandonó definitivamente la fotografía, al mismo tiempo que renunció a su puesto de profesor de Matemáticas después de veinticinco años de ejercerlo(¿había sido advertido de su situación de perversión y paidofilia y había decidido tomar cartas en el asunto para evitar tentaciones?) Pero su cautela duró poco. Siete años después, al mismo tiempo que dio permiso para una adaptación de Alicia en el teatro con el título Alice in Wonderland (Alicia en el País de las maravillas), comenzó a enseñar lógica en un colegio femenino de Oxford donde conoce a Isa Bowman, otra de sus niñas-amigas favoritas y “musa” de Silvia y Bruno. Tan grande es la fascinación que ella ejerció en el maduro reverendo que la elige para representar el papel de Alicia en la obra. Carroll, amante amado de tantos niños y niñas, les escribió también miles de cartas, deliciosos ejercicios de fantasía adornados en muchos casos con pequeños bocetos. Éstos fueron recopilados por Cohen y Green, y publicados en 1979 con el título de Cartas de Lewis Carroll. Llenan dos volúmenes. En 1891 tuvo un último encuentro con la ahora señora Alicia Hargreaves, nacida Liddle, a la que no había visto hacía veinte años. Alicia niña maravillosa, ahora mujer casada como muestra que los "abusos" de la cual fue objeto no la marcaron para su vida afectiva y sexual (aunque nunca lo sabremos con certeza) En sus últimos años de vida decidió abandonar también la literatura y dedicarse solo a la predicación religiosa, superando su tartamudez. Pero...¡oh casualidad!, se especializa en lecciones de catecismo a congregaciones infantiles. Parece que su admiración y amor por los niños continuaba guiando sus pasos. En 1898 muere en Guilford Charles Lutwidge, o Lewis Carroll; el hombre mezcla de Dios-Diablo que no pudo vencer su perversa fascinación por fotografiar y jugar con niñas pre-púberes desnudas, aunque se sostenga que nunca incentivó relaciones carnales con ellas. Sin embargo, hoy este "entretenimiento" del representante de la iglesia encuadraría dentro de la ley penal en la figura punible de "abuso deshonesto". Basta con que recordemos un sonado caso periodístico parecido que dividió la opinión de nuestro país hace unos años. Cabe una última reflexión: ¿son estos niños felices? Retomemos el tema de si la afinidad del reverendo Dogson por los niños es o no patológica.(Note el lector que la palabra paidófilo ha perdido cualquier connotación positiva: el "amor" a los niños que designa "paidofilia" es visto desde hace un par de décadas como "abuso de niños"). Tuvo docenas de amigas infantiles a quienes trataba de igual a igual y frente a las que siempre se presentó como Lewis Carroll (ocultando su verdadero nombre y, obviamente, su cargo eclesiástico). Con ellas revivía el perdido mundo de juegos infantiles, pero tan pronto como llegaban a la pubertad dejaban de interesarle como amigas y como musas. Sus Diarios registran con meticulosidad los detalles de estas relaciones. Las invitaba a tomar el té y, más tarde, venía la invitación de subir a las habitaciones superiores donde las fotografiaba. Acerca de esto escribió un amigo suyo: " Las niñas de Oxford eran fotografiadas con el vestido preferido del artista -"nada"-, tendidas sobre un cobertor o sobre un sofá (...) El gusto de Carroll por los disfraces no dejó de aumentar. Disfrazó a sus pequeñas amigas de niñas romanas o griegas, las vistió con chales hindúes, con vestidos folklóricos daneses, las transformó en chinas, las vistió con los ropajes de los mares del Sur, con ropa de playa (la gradación resulta inevitable, en efecto) y, en ciertas ocasiones, las desvistió un poco más, hasta que ya no quedó ningún disfraz". Entre sus cartas se encuentran evidencias de la preocupación que provocó en su familia, tan dogmáticamente cristiana y puritana, esta afición artística. En el año 1863 registró un total de 107 nombres de niñas fotografiadas, catalogadas por el nombre de pila y la fecha de nacimiento, algunas de ellas sans habillement, como eufemísticamente las describía Carroll. Creo que el verdadero legado de Lewis Carroll es el viraje que le impuso a la literatura infantil, que perduraría para siempre. En una época de implacable didacticismo de los libros infantiles, Alicia fue el primer personaje que entrevió la hipocresía y la presuntuosidad didáctica del mundo de los adultos. El atractivo de estos relatos para los adultos reside en la ingeniosa mezcla de fantasía y realidad, suave sátira, absurdidad y lógica. Los nombres y las expresiones de los personajes ya son clásicos dentro del bagaje cultural de todas las generaciones. Las interpretaciones literarias, filosóficas, psicológicas y hasta culinarias de los personajes atiborran páginas de libros o navegan con distintos rumbos y reflexiones por la red. Más allá de las distintas patologías bajo la cual encuadrarlo, podemos admitir, junto con G. Deleuze (La lógica del sentido), que los autores, si son grandes, son más un médico que un enfermo. En este sentido, los artistas son geniales cuando son diagnosticadores, sintomatólogos, no de su propio caso sino clínicos de la civilización. Tal sería, entonces, el caso de nuestro amigable aunque peligroso Lewis. Transcribiré a continuación la carta que Carroll le envió a Alicia (¡a los 53 años de edad!), para solicitarle los manuscritos de su libro. Notara Usted que la misma habla por sí sola. Mi querida Sra. Hargreaves Me temo que esta carta se le antojará algo así como una voz salida de la tumba, después de tantos años de silencio. Pero a pesar de esos años yo no aprecio ninguna diferencia en la claridad de «mi» memoria de los días en que nos comunicábamos. Ahora sé por experiencia cuán frágil es la memoria de un hombre de edad en lo que se refiere a nuevos acontecimientos y amistades (por ejemplo, apenas si han transcurrido unas semanas desde que conocí a unos amigos, entre ellos una lindísima pequeñita de unos doce años con la que paseé, y ¡ahora no puedo recordar ninguno de sus nombres!), pero mi imagen mental de la que durante tantos años fue mi niña-amiga ideal es tan vívida como siempre. Montones de niñas-amigas he tenido desde entonces, pero han sido cosa bien diferente. Mas si me he puesto a escribir esta carta no es para contarle todo «eso». Lo que yo deseo preguntarle es: ¿tendría algún inconveniente en que se publicase en facsímil el manuscrito original del libro de Aventuras de Alicia (que supongo que todavía posee)? La idea se me ocurrió precisamente el otro día. Si, después de considerarlo, llega usted a la conclusión de que preferiría que así no fuese, el asunto se da por terminado. Si, por el contrario, su respuesta es favorable, le quedaría muy agradecido si me lo enviase (por correo certificado sería, supongo, lo más seguro) para que yo pueda considerar las posibilidades. Hace veinte años que no lo he visto y no estoy nada seguro de que las ilustraciones no resulten tan calamitosamente malas que sería absurdo reproducirlas. No cabe duda de que, al publicarlo, se me podría acusar de grosero egoísmo. Pero eso no me preocupa lo más mínimo, porque me consta que no es ese el motivo que me anima a hacerle esta petición; lo único que pienso es que, teniendo en cuenta la extraordinaria popularidad obtenida por ambos libros (hemos vendido más de 120.000 ejemplares de los dos), debe haber muchas personas a quienes gustaría ver la forma original. Siempre su amigo. C. L. Dodgson Y acá transcribo, por imperdibles, algunas escenas de Alicia interpretadas magistralmente por Ramon Buckey en un libro publicado por Ediciones Amaya en 1984 (las ilustraciones son las originales de John Tenniel para la obra original de Carroll) Los que corren y los que “pasan” Igualmente significativa es la escena en la que Alicia inopinadamente «crece» dentro de la Casa del Conejo. ¡Qué angustia y qué asfixia siente la pobre niña condenada a vivir entre las estrechas paredes del mundo de los mayores! ¡Y qué alegría, qué liberación, cuando consigue volver tamaño de niña y sale corriendo de la casa hacia el campo abierto! En el campo se encuentra a otro adulto que representa la antítesis del Conejo Blanco. Si el Conejo tenía siempre prisa, la Oruga se pasa la vida sentada en un hongo gigante fumando su misteriosa pipa. Es ocioso discutir si la Oruga representa o no al fumador de opio, droga frecuente (e incluso tolerada) en la sociedad victoriana inglesa. Representa en cualquier caso, al adulto que «pasa» del mundanal ruido y piensa que ya no queda nada por hacer. La "curiosidad" de Alicia, tan alejada de las prisas del Conejo como del ocio de la Oruga, la mantiene eternamente ocupada... ¡y eternamente desocupada a la vez! Como en una baraja Tampoco es casual que el Rey y la Reina de Corazones sean sólo naipes. Los naipes tienen un valor convencional, el valor que nosotros, los jugadores, queremos darles. En el mundo de los adultos, tal como descubre Alicia, todos o casi todos los valores son convencionales. Como en un juego de cartas, a unos les toca ser rey, a otros sota, a los más, soldado raso. Su valor depende exclusivamente de unas reglas de juego que son de por sí convencionales. Todo el mundo de los adultos está regido por unas normas que, tal como descubre Alicia, no tienen sentido alguno. La vida es un juego tan absurdo y arbitrario como el partido de «croquet» que organiza la Reina en sus propios jardines. Una definición de Inglaterra He dejado para el final el episodio más célebre de Alicia: la merienda del Sombrerero y la Liebre. «El tiempo le dice el Sombrerero a Alicia- se ha detenido para siempre en las seis... Aquí estamos siempre en la hora del té.» ¿Se ha intentado alguna vez una definición tan brillante de lo que es Inglaterra? De todas las convenciones sociales británicas ¿no es la del té la más absurda y a la vez la más radicalmente inglesa? Su obra se convierte en una despiadada crítica a la sociedad británica, en la que Dogson vivía cómodamente y defendía desde su otra condición de predicador. El ritual del té es la culminación del absurdo inglés, la verificación, por parte de Alicia, de que se encuentra en un mundo de locos Ya se lo había advertido el Gato de Cheshire: «Por ahí le había dicho a la niña- vive un Sombrerero, y en esa otra dirección, una Liebre Marcera. "Da igual que los visites. Los dos están igual de locos." . Alicia posando para Lewis, con mirada y gesto no demasiado ingenuo o inocente Alicia, recreada por Disney. Dulce, sorprendida y extremadamente aniñada.