LA SEGURIDAD HEMISFERICA FRENTE A LOS NUEVOS DESAFIOS ¿Hay una cuestión hemisférica de Seguridad? GrupoNuevaRoma [email protected] / (011)4382-7850 Universidad Católica de Salta subsede Buenos Aires 1 UCS Buenos Aires LA SEGURIDAD HEMISFERICA FRENTE A LOS NUEVOS DESAFIOS ¿Hay una cuestión hemisférica de Seguridad? ponencia a ser presentada en el VI Encuentro Nacional de Estudios Estratégicos por los integrantes del GRUPONUEVAROMA Carolina Barrio Jose Maria Loriente Aznar Maria Belén Villalba Natalia Cecilia Heredia Geraldine Mumenthaler Alumnos de IVto. Año Licenciatura en Relaciones Internacionales Universidad Católica de Salta Subsede Buenos Aires 2 INDICE Introducción, 4 La Diferencia de Percepciones, por María Belén Villalba, 6 La Urgencia de los asuntos Internos, por Carolina Barrio, 8 Políticas Exteriores Incoherentes, por Geraldine Mumenthaler, 10 “Las amenazas las inventan los Estados Unidos”, por Natalia Cecilia Heredia, 11 América para los Americanos, por José María Loriente Aznar, 14 Conclusión: “El espectro de la Seguridad Común”, por José María Loriente Aznar, 16 3 INTRODUCCION Después de una década de Unipolarismo que no definía demasiado bien los esquemas de poder a seguir en el Orden Mundial, un Sistema Internacional agotado por las tensiones comunes de la Guerra Fría volvía a familiarizarse con las invasiones, los pertrechos de combate, los portaaviones y las bajas. El 11 de septiembre de 2001 el fundamentalismo Islámico pretendía-y lo logró-abrir una nueva página en la historia. Junto con las Twin Towers, también se derrumbaron, en el mismo episodio, las esperanzas de un grupo de Neowilsonianos1 que clamaban, desde el principio de los ’90, por una era donde el Libre Mercado y la Democracia florecieran entre todos los Estados, de una manera natural y sin oposición. La globalización supuso-erroneamente-el fin de la Guerra como forma de relación entre las unidades políticas. Desde Medio Oriente nos tocó la espada de un enemigo que ya conocíamos, pero que ignorábamos y despreciábamos, por no considerarlo un rival digno. Para los Estados-Nación que presenciaron la lucha entre los Estados Unidos y la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, cualquier enfrentamiento en la arena internacional debiera presuponer al menos la figura moderna del Poder estatal, y no-como ocurrió en efecto-que quienes vulneraran a los Estados fueran minúsculas células imposibles de exterminar, Hidras cuyas cabezas se multiplicaban al cortar las existentes, individuos que con sólo un explosivo y su propia humanidad podían ocasionar desastres allí donde atacaran. En este contexto nos centramos en nuestro primer objeto de análisis, que remite a los nuevos desafíos de la seguridad internacional. El Terrorismo Internacional se ha manifestado en sucesivos y sistemáticos golpes desde que, el 9/11, sorprendiera al mundo con un atentado de proporciones cinematográficas a los Estados Unidos. Como era de suponer-en primer lugar, para el terrorismo-la Administración Bush respondió al ataque con firmeza y determinación, centrando sus esfuerzos en la aniquilación de objetivos que, aunque no demasiado claros, fundamentaron una acción bélica sin proporciones y que excluía a la oposición representada por algunas de las grandes potencias actuales2. La breve campaña en Afganistán y la preparación de la Invasión a Irak suministraron los datos suficientes como para que cada Estado del Sistema Internacional pudiera decidir que partido tomar-solo o en conjunto-en esta pugna de un contrincante contra no se sabe cuántos porque, aunque la figura emblemática del terrorismo fue ubicada geográficamente en Afganistán e Irak, la verdadera amenaza tomaba cuerpo en todos los Estados del Mundo y sus miembros eran muchos mas que los Talibanes o los partidarios de Saddam Hussein. El Continente Americano (y aquí entramos en el subtema que hemos decidido analizar) se vio, con la campaña antiterrorista norteamericana, ante la necesidad de desplegar su Plan de Seguridad Hemisférico para, en primer lugar protegerse, y en segundo combatir a la amenaza terrorista. Claro está, este dilema suponía la existencia de un Plan de seguridad hemisférico. Y este es el punto álgido de la cuestión. A lo largo de este trabajo nos proponemos demostrar mediante una serie de variables que no parecen haber sido tomadas en cuenta, que el continente Americano no posee una política de Seguridad Común entre sus Estados conformantes. 1 Término que de acuerdo con la significación que le hemos dado, alude a un Pacifismo ingenuo que pierde de vista el Interés Nacional de cada Estado del Sistema Internacional por considerarlo poco relevante, y sólo reacciona, de manera impotente, cuando los acontecimientos se han salido de su cauce. 2 Francia, Alemania y China son las más representativas a efectos de ilustrar este punto. 4 Quienes vivimos en la Argentina y recordamos los hechos de nuestra historia reciente podremos tener una clara noción de esta afirmación, pero para cualquier habitante del resto de las Américas, la duda puede surgir al recordar la existencia del TIAR3 y otros tratados regionales que deberían haber proporcionado un Plan del tipo que aquí postulamos que no existe. Dichos tratados han demostrado ya su ineficacia en el pasado. Frente a la posibilidad de examinar entonces, la inexistencia de una política de seguridad común, hemos de subrayar cinco aspectos principales por los cuales se desarrolla este fenómeno de la política hemisférica, cada uno de los cuales no ocupa una posición predominante frente a los cuatro restantes, sino que presenta el mismo grado de relevancia en función de la ausencia de una política común: Diferentes percepciones en los países americanos respecto de la relevancia de una política de seguridad común y de las diferentes amenazas que lleven a adoptar la misma; la seguridad y las políticas comunes de seguridad son vistas en Latinoamérica como funcionales a los intereses globales y hemisféricos de los Estados Unidos; la política exterior de los países latinoamericanos es, en general, discontinua entre una administración gubernamental y otra, lo que imposibilita una política de seguridad común; es funcional a los intereses norteamericanos la ausencia de una política de seguridad común en las Américas, ya que de esta manera son sus propias percepciones de la seguridad las que se imponen al resto del continente. Los países latinoamericanos no pueden formular políticas de seguridad porque las mismas requieren planificación a largo plazo, mientras que sus agendas gubernamentales están saturadas de problemas de urgente resolución, en particular deuda externa y extrema pobreza. Así pues, con estas variables como eje de nuestro análisis, nos resta iluminar, in extenso, los motivos de nuestra hipótesis, que tiene como objetivo definir un estado de cosas que ayude-a modo de diagnóstico-a conocer cómo se encuentra el continente americano en materia de seguridad en relación al resto del Sistema Internacional, y de allí, perfilar las políticas que en tal materia se habrán de definir. GRUPONUEVAROMA 3 Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Fue invocado por la República Argentina con Motivo de la Invasión a las Islas Falkland en 1982 y, aunque Argentina no fue asistida por ser el estado “agresor”, demostró la divergencia de políticas exteriores en materia de Seguridad entre, particularmente, la Argentina y los Estados Unidos, dado que éste último país asistió diplomática y materialmente, al Reino Unido de Gran Bretaña. 5 LA DIFERENCIA DE PERCEPCIONES Habiendo diferentes percepciones respecto de las cuestiones de seguridad entre los países del continente americano, las mismas reciben tratamientos muy diferentes. En un continente dividido entre un Norte Hegemónico y Alineado y un Centro-Sur con divergencias locales y visiones particulares, como por ejemplo aquellas que apuestan a la seguridad en el sentido desmilitarizado del término, la creación de políticas comunes en la materia ha sido imposible. La idea de que los sucesos del 9/11 han otorgado un nuevo vigor a las preocupaciones sobre seguridad en el mundo no puede ser negada. Tampoco puede desconsiderarse la activa reformulación del listado de amenazas y de las medidas necesarias para la prevención de las mismas, cuestiones que han sido objeto de debate tanto en el ámbito interestatal como supra y transnacional. Sin embargo, en lo concerniente a política hemisférica puede encontrarse una relativa carencia de sentido común respecto de las cuestiones de seguridad, que impide aunar esfuerzos para enfrentar las amenazas actuales. Dentro de las causas que actúan como basamento para lo antedicho figura la existencia de una diferenciación de percepción entre los países americanos en lo referido a seguridad.4 Entre los puntos que actúan como asiento para esta diferenciación cabe destacar las distintas realidades de los países del continente. Al desarrollo y la modernización de los países del NorteEstados Unidos y Canadá-se contrapone el subdesarrollo y los problemas relacionados a la condición periférica de los países del Centro y Sur. Esto vuelve inevitable el surgimiento de variadas formas de entender la realidad y las cuestiones de urgencia para cada país. Se verá entonces que a la par del grupo de los beneficiados por la expansión del capitalismo y la llegada de la globalización, aparecen los perdedores y los insatisfechos del proceso. Los países latinoamericanos, pasados los momentos ilusorios, se sienten en su mayoría parte de este grupo. Nacen alertas para la seguridad hemisférica que son producto de un desarrollo tanto desequilibrado como incontrolado. 5 No se mencionan ya los problemas de antaño que involucraban a estos países, como por ejemplo la defensa de la soberanía y el territorio nacional frente a las políticas de los países vecinos, por lo cual las amenazas tradicionales se han visto reducidas ampliamente. Si bien la posibilidad de guerras interestatales es entonces baja y casi nula, existen en la actualidad riesgos no tradicionales derivados del proceso de globalización que afectan de distinto modo a los países del continente. Al volverse porosas las fronteras estatales con el fin de facilitar el tránsito de bienes, capital y trabajo, también se ha facilitado la dispersión de amenazas. Los nuevos temas que ocupan las agendas de seguridad de los países van desde el crimen organizado a los peligros ambientales, la pobreza, la expansión de enfermedades infecto-contagiosas, las políticas migratorias, el crecimiento demográfico y la creciente desocupación y subocupación.6 Estas cuestiones afectan de distinta manera a los estados y a sus poblaciones, y generan en las sociedades civiles reclamos para la búsqueda de soluciones que a veces son estimadas como cuestiones de urgencia frente a las preocupaciones derivadas del sistema internacional, como por ejemplo las amenazas externas. En segundo lugar, otra razón que hace a esta distinción de percepción y sentido reside en una característica sistémica. La diferencia de capacidades hace que los estados tengan una posición determinada en el sistema internacional. La forma de estar inserto en la política mundial y el posicionamiento en el sistema es otra de las cuestiones que ejercen influencia en la forma de entender los problemas de seguridad y la búsqueda de solución para los mismos. De este modo, a 4 Las demás causas son tratadas por los distintos miembros del grupo en las otras secciones del trabajo. Véase Manuel Castells, “La Crisis de la Sociedad de la Red Global: 2001 y después”. Anuario Internacional CIDOB 2001 (edición 2002) 5 6 Véase Jessica T. Mathews. “Cambio de Poder”. Foreign Affairs en español, Vol. 2, Nro. 3, otoño-invierno 2002. 6 la hora de formular sus políticas exteriores, los países latinoamericanos oscilan entre la idea de que la seguridad hemisférica es asunto de todos y aquella que se apoya en la concepción de que las cuestiones de seguridad son de incumbencia del líder continental, por lo cual delegan responsabilidades en cuanto a este tema en la potencia principal. Asimismo, también vacilan entre la convergencia e identificación hacia los intereses del líder y la divergencia y el consecuente alejamiento de las políticas del mismo. En este último contexto la formulación de políticas de seguridad conjuntas traería aparejada la idea de que se está cediendo soberanía, por lo cual significaría cierta reticencia hacia la alineación. De esta forma, las distintas percepciones sobre los peligros eminentes y la cautela de los gobiernos para tratar temas que se consideran menos importantes que otros y que involucrarían la inversión de grandes recursos, afectan los intentos e elaborar políticas comunes en el campo de seguridad. No se quiere establecer con esto que no existe deseo de combatir ciertos flagelos, como por ejemplo el terrorismo internacional y el crimen organizado, pues en los discursos presidenciales y en los encuentros internacionales la intención es notoria. Sin embargo, lo que se intenta expresar es que estas preocupaciones se diluyen en la medida en que se intentan llevar a la práctica posibles soluciones quedando así en el mero plano declarativo. 7 LA URGENCIA DE LOS ASUNTOS INTERNOS Una de las causas subyacentes de porque no existe actualmente una política de seguridad común entre los países americanos, recae sobre el hecho de que los estados latinoamericanos específicamente, focalizan su atención en problemas de política domestica. Esto provoca que los países no se concentren o no se preocupen por cuestiones de seguridad hemisférica o que de alguna manera carezcan de la capacidad para crear políticas de seguridad. La atención de la mayoría de los líderes latinoamericanos se centra sobre todo en lograr la estabilidad económica, ya que los mismos se encuentran inmersos en una situación económica difícil. Esta situación se refleja en los altos índices de inflación, el déficit fiscal, las monedas sobrevaluadas, las inadecuadas inversiones internas, etc. Debido a su gran preocupación por estos problemas, estos países buscan mejorar las actividades económicas a través de los sistemas de integración regional, como lo son el Grupo Andino, el Mercosur, el Mercado Común Centroamericano. Con lo cual siguen centrando su atención mas que nada en los temas económicos por sobre todos los demás. El denominador común entre la mayoría de los países latinoamericanos es la preocupación por sus grandes deudas externas y las cargas y compromisos que estas representan. Es por ello que estos países no están en condiciones de crear políticas de seguridad a lago plazo, debido a sus obligaciones económicas. Tampoco pueden ponerse a la par del Hegemón Regional a la hora de elaborar una política de seguridad hemisférica. Por otro lado se deben tener en cuenta los problemas sociales dentro de las fronteras de cada país, conmoción interna que deriva a su vez de la problemática económica que se vive en la mayoría de los países latinoamericanos. Los problemas sociales se traducen en un alto índice de desempleo, altos niveles de pobreza e indigencia, alto nivel de corrupción y perdida de credibilidad en las administraciones locales, incremento de la delincuencia y del crimen organizado, entre otras formas. Con respecto a esto, Lawrence E. Harrison en su libro “El Sueño Panamericano”, citando a Carlos Escudé señala: “el enfoque adecuado de la política exterior de un país de la periferia tendría que ser el bienestar de los ciudadanos, punto que lamentablemente ha sido descuidado por casi todos los hacedores de las políticas exteriores de América Latina hasta hace pocos años. Una política exterior centrada en el bienestar de los ciudadanos habría permitido que los países de América Latina tuvieran una mejor relación con los Estados Unidos, y probablemente habría estimulado una mayor apertura de las políticas económicas y, de manera inevitable, de las instituciones democráticas”7. 7 Lawrence E. Harrison “El Sueño Panamericano”, Buenos Aires, editorial Ariel, 1997, p. 113 8 Debido a lo citado anteriormente los estados latinoamericanos centran sus preocupaciones en lograr prosperidad y pleno empleo a la hora de diseñar sus políticas exteriores, con lo cual privilegian esto a la par, o muchas veces por sobre, las cuestiones militares y diplomáticas. Otra de las causas que desvía la atención de los países latinoamericanos y la aparta de la elaboración de una política de seguridad hemisférica, es la preocupación de las tensiones derivadas de los conflictos fronterizos entre ellos. Cabe destacar que este tema ha disminuido durante la década del noventa y se está volviendo cada vez más retórico. Por ultimo, es menester mencionar que dado que el sector militar ha perdido su relevancia en la mayoría de los gobiernos democráticos, se ha visto reducida también su influencia a la hora de subrayar las posibles cuestiones de seguridad nacional, y los presupuestos de las fuerzas armadas han sufrido notables recortes, cuando no se han cerrado unidades militares enteras. Esto da como resultado que las fuerzas armadas de la mayor parte de los países de la región carezcan de capacidad militar como para sostener operaciones ofensivas que crucen las fronteras nacionales. Por todas las razones antes esbozadas, considero que la política de seguridad hemisférica es y seguirá siendo decisión exclusiva del Hegemón Regional, el cual cuenta con el poder y los medios necesarios para elaborar dicha tarea. Frente a las presiones globales, políticas, económicas y militares, es Estados Unidos el encargado de manejar las mismas y de utilizar el peso del bloque regional como un todo. 9 POLITICAS EXTERIORES INCOHERENTES Al hablar de seguridad hemisférica en los países americanos no deberíamos perder de vista que la pertenencia a un continente no provee ni asegura una homogeneidad que permita que cada administración gubernamental del mismo vea como primordiales las mismas necesidades. En las últimas dos décadas las relaciones internacionales se han visto dominadas por una situación en la que en forma paulatina se da el fin de un orden basado en la soberanía estatal y la no-injerencia en asuntos internos, junto con la imposición de tres ideas hegemónicas en el escenario mundial: paz como objetivo político de máxima, democracia como sistema privilegiado de gobierno y mercados abiertos como principio económico.8 Fragmentados en lo interior por diversas causas de índole socio-económica y globalizados hacia afuera en razón de la globalización, los países buscan un equilibrio que en Latinoamérica aparece como precario y que no termina de equilibrar su libertad con su autonomía y que si se quiebra puede poner en jaque su soberanía o subordinarla a una compleja trama de instituciones políticas y económicas. El aislamiento no parece posible en este marco pero la integración se dificulta aún más dada la heterogeneidad de las realidades de los países americanos9. América debe iniciar un debate y revisar las instituciones que han gobernado el hemisferio desde el ultimo medio siglo sin perder de vista que en ella conviven todas las asimetrías: heteróclita geografía y población, dos potencias que conviven con países de desigual nivel de desarrollo, toda suerte de asimetrías en las capacidades militares que derivan entre otras causas de la desigualdad económica, y dónde coexisten tantos intereses como países y tampoco es probable establecer de manera unívoca cuál es el enemigo a vencer. A esta realidad ineludible se asocia el hecho de que en Latinoamérica existe una tendencia marcada a discontinuar el rumbo de la política exterior, en cada cambio de administración gubernamental se produce un quiebre que no permite la prosecución de las líneas que regían hasta entonces, lo que afecta la posibilidad de pensar en una continuidad en el desarrollo de esa política y su fortalecimiento. Asimismo, hay una causal que aparece dominando el escenario latinoamericano: la crisis económica estructural, los cambios de rumbo o de jefes de estado a causa de la misma, en países que enfrentan periódicamente serios riesgos de entrar en Default, que tienen porcentajes altísimos (como en nuestro caso) de población por debajo de la línea de pobreza, y se ven compelidos a diario a solucionar la urgencia, de manera que lo urgente no permite abocarse a lo importante. Entre estas fluctuaciones, en donde integrarse al concierto de las naciones desarrolladas a veces resulta una quimera inalcanzable, pero a la vez se ha padecido el flagelo del terrorismo, se debaten países como la Argentina, cuya administración no logra evaluar lo mediato porque la inmediatez de la crisis sofoca cualquier posibilidad de continuidad de su política de seguridad exterior y de su inclusión en una política hemisférica. 8 Mandelbaum, Michel, The ideas that Conquered the world : Peace, Democracy and Free Markets in the Twenty First Century, Publics Affairs, 2002. 9 Eastman , Jorge, Asesor del Secretario General de la OEA, en Asuntos de Seguridad Hemisférica, terrorismo y Drogas. 10 “LAS AMENAZAS LAS INVENTAN LOS ESTADOS UNIDOS” Desde tiempos remotos la cuestión de seguridad hemisférica fue tema de debate en América Latina. Sin importar la época en estudio, en la región siempre existió un país más poderoso que los demás, que disputaba el predominio hemisférico con otro que intentaba desafiar ese status. Sin lugar a dudas, nos estamos refiriendo a Estados Unidos en cuanto poseedor de la capacidad necesaria para imponer las reglas de juego en la región, y durante el inicio del siglo XX a Argentina disputando esa hegemonía hemisférica10. A su vez. Brasil, era reconocido por éste último como el “elegido” por la potencia del Norte para equilibrar el balance de poder regional11. Debido a estos roces, fue muy difícil, entrado el siglo XX, poder aunar esfuerzos para llevar a cabo políticas comunes en materia de seguridad Hemisférica. A modo de ejemplo, la Doctrina Monroe suscitó desconfianza, recelos, sospechas y generalmente se la percibió como una definición unilateral imperialista; a su vez la neutralidad argentina mantenida durante las dos guerras mundiales, a pesar de las presiones norteamericanas para romper relaciones con el Eje, son claros ejemplos de la intención Argentina por mantener, dentro de lo posible, una política exterior independiente de los Estados Unidos. Terminada la Guerra Fría, el sistema Bipolar que la caracterizó se transformó en uno Unipolar 12, donde Estados Unidos no sólo continúo ejerciendo influencia en los asuntos de América Latina, sino que consolidó su influencia en el mundo entero. La Globalización, fenómeno dominante en este siglo, también conocida como americanización, generó recelos en todas aquellas sociedades que se encontraban menos beneficiadas por la misma. En América latina, frente a los reclamos de estas sociedades, la teoría de la Dependencia otorgó una respuesta. En la misma quedaba bien en claro que el subdesarrollo del Tercer Mundo, era consecuencia de un sistema económico mundial en el cual los países avanzados del centro hegemónico explotan a los subdesarrollados de la periferia13. Según Lawrence Harrison: 10 Ver Lanús, Juan Archibaldo: “Aquel Apogeo: Política Internacional Argentina (1910-1939)”, Emecé, Buenos Aires, 2001. 11 Estados Unidos proporcionó una enorme ayuda al país sudamericano. En 1940, el gobierno brasileño recibía el primer préstamo para la construcción de la planta siderúrgica de Volta Redonda. A esto siguieron nuevos préstamos, transferencia de tecnología y la asignación de la primera prioridad en 1941 al proyecto del acero brasileño. Dos años más tarde, el proyecto de Volta Redonda recibía igual prioridad que las nuevas plantas siderúrgicas en Estados Unidos. Asimismo, en 1942 el gobierno norteamericano colocó a Brasil en la misma categoría que Gran Bretaña respecto del petróleo, cubriendo todos los requerimientos de las fuerzas armadas brasileñas luego de entrar Brasil en la guerra. Stanley E. Hilton, “Brazilian Diplomacy and the Washington-Rio de Janeiro ‘Axis’ during the World War II Era”, Hispanic American Historical Review, Vol. 59, Nº 2, 1979, pp. 201-202. 12 Ver Mastanduno, Michael: “Preserving the Unipolar Moment: realist theories and US grand strategy after the cold war”, en International security, Spring 1997, vol.21, Nº4. 13 Ver Cardoso, Fernando Enrique y Faletto, Enzo: “Dependencia y Desarrollo en América Latina”, Siglo XXI Editores, ciudad de México, 1971. 11 “...Esta teoría, y las estáticas políticas económicas nacionalistas que de ella derivaban, prevalecieron en América Latina y el Tercer Mundo (...) y por sobre todo les proporcionaba a los políticos e intelectuales latinoamericanos un chivo expiatorio externo ideal para los problemas de la región”14. De esta manera, se fue gestando en el pensamiento colectivo de los pueblos latinoamericanos la idea de desconfianza hacia todo tipo de política (ya sea de orden doméstico o internacional) que tenga sus orígenes en el Hegemón; las perciben como elementos útiles para el desarrollo de la hegemonía en la región, como un intento más de anexión. Otra razón por la cual hasta el momento los países latinoamericanos no han podido llegar a mancomunar esfuerzos en pos de un sistema de seguridad hemisférica es por que ellos consideran que: “...Históricamente Washington ve a sus vecinos del sur como un todo homogéneo, como una masa de naciones indistinguibles que presentan más riesgos y complicaciones que oportunidades, carecen de importancia estratégica y sólo entran en el radar de quienes toman las decisiones cuando sus problemas encajan, bien o mal, en la agenda mundial de Washington...”15 Por tal motivo cuando se sientan a negociar América latina y Norteamérica la incongruencia de agendas les imposibilita arribar a buen puerto. Washington arma su agenda a partir de los temas formulados como prioridades para si, y no en función de las preocupaciones e intereses de los propios latinoamericanos. Hay que tener en cuenta que Latinoamérica es un caso típico en el cual al momento de iniciar negociaciones con Estados Unidos los temas de alta política suelen mezclarse con los de baja 16; volviendo al poder fungible. Esto quedó demostrado cuando Washington decidió comenzar las actividades militares en Medio Oriente, y buscó apoyo en el continente. Los países de Centroamérica y el Caribe apoyaron expresamente a Estados Unidos, México y los países sudamericanos, excepto Colombia, quien recibe de Estados Unidos anualmente 500 millones de dólares en materia de asistencia, no endosaron la postura norteamericana, o directamente manifestaron un claro rechazo a la misma. Hay que recalcar que la actual administración 14 Harrison, Lawrence: “El Sueño Panamericano”, Ariel, Buenos Aires, 1999, Pág. 105. 15 Sotero, Paulo:”los think tanks y su visión Washingtoniana del mundo”, Foreign Affairs En Español, Otoño-Invierno 2002. 12 norteamericana prevé un sistema “de premios y castigos” para aquellos que hayan prestado mayor o menor acompañamiento en la cuestión de Irak. Por tal motivo, los países latinoamericanos deben tener en cuenta al momento de elaborar sus políticas exteriores, la influencia de los Estados Unidos, derivada de su condición de hegemón. 16 Por ejemplo, La ley de preferencias Comerciales, aprobada en los 80 y que periódicamente es renovada por el Congreso, se halla vinculada a la lucha contra el narcotráfico en la región andina. 13 AMERICA PARA LOS AMERICANOS El Mundo sin la Unión Soviética es distinto, muy distinto. Esta afirmación tal vez carezca de una originalidad extrema, pero no deja de ser importante subrayar que la caída de esta superpotencia en 1991 se convirtió en el suceso más relevante de la política internacional desde que un victorioso Estados Unidos sepultaba a Japón en Hiroshima y Nakasaki. Cuando en 1989 se unificaron las dos Alemanias, la caída de la cortina de Hierro supuso la necesidad de un vuelco de 180 grados en la política exterior norteamericana. Ahora, el antiguo enemigo de los estadounidenses tendría que ser socorrido dos años después, cuando una fragmentada Rusia clamaba por ayuda económica a su antiguo rival en la pugna Bipolar17. Ahora, los recursos asignados a tantas intervenciones en Latinoamérica, a apoyar tantos programas armamentistas en América Central y América del Sur, ya estaban siendo despilfarrados. Luego de que la Doctrina de Seguridad Nacional apoyara políticamente y financiara las dictaduras en Latinoamérica, y de que finalmente el “entrismo”18 de la izquierda hubiera sido ya neutralizado, la relación de concordia entre los Estados unidos y los países del centro y sur de América se volvió, con mucho, un “lujo innecesario”. Con la administración Reagan, mas preocupada por intervenir en Latinoamérica que por preservar la “política del buen vecino”, comenzó un período que culminó con la caída de la Unión Soviética, donde estados Unidos privilegió sus relaciones con Asia y Europa, y no dio gran importancia a los países del sur del Continente. Una vez que la amenaza del comunismo fue erradicada, aquellos Ejércitos Nacionales otrora apoyados materialmente y entrenados por militares norteamericanos, fueron vistos como posibles amenazas para Washington, que dispuso todos los medios posibles para que América latina fuese desarmada nuevamente. En el caso particular de Argentina, el animus belligerandi se extendió hasta las antípodas, en primer lugar con la invasión de las Islas Falkland en 1982, y posteriormente con el desarrollo, por parte de la Fuerza Aérea Argentina, de un misil balístico capaz de transportar una cabeza de guerra desde el continente hasta las Islas Falkland19, conocido por el nombre de su proyecto: Cóndor y Cóndor II. Nuestro país ya tenía el antecedente de un intento de Guerra con Chile, y ahora la política regional sólo precisaba de un elemento para provocar la reacción de Washington: la disuasión nuclear. Pese a haber firmado en 1967 el Tratado de Tlatelolco que prohibía expresamente las armas nucleares en Latinoamérica y el Caribe, la Argentina no lo ratificó sino hasta 1994, en pleno 17 “Un Nuevo Orden Mundial”, José María Loriente Aznar, Universidad Católica de salta, subsede Buenos Aires, 2001. “Entrismo” es el nombre con el que fue conocida la metodología de los partidos revolucionarios de izquierda para “contaminar” los organismos de gobierno antirrevolucionarios y las dictaduras militares durante las décadas del ’60 y ’70. Literalmente se introducían cuadros entrenados políticamente (a veces también con instrucción militar) en los partidos políticos convencionales y las fuerzas armadas, y se les daba ayuda financiera para que se desempeñaran normalmente en sus funciones, a cambio de que otorguen información clasificada y delaten operaciones antirrevolucionarias a los partidos de izquierda. 18 La denominación de “Falkland” a las Islas que los argentinos conocemos como “Malvinas”parte de que se prioriza el nombre impuesto por la Nación que ejerce, de hecho, su soberanía sobre las mismas. Queda dejada de lado así cualquier expresión de deseos que no encuentre asidero en la realidad de la Política Internacional. 19 14 gobierno democrático, momento hasta el cual las dictaduras militares que precedieron a la Administración de Raúl Alfonsín (1983-1989) se empeñaron una y otra vez en desarrollar programas nucleares que permitieran obtener ojivas propias20. Esta posición de la República Argentina, fue modelo en Latinoamérica, donde sin llegar a la invasión territorial, muchos gobiernos intentaron adquirir mas material bélico o preservar el que ya poseían. Para Washington, la experiencia adquirida en la guerra del Golfo (1991) significó la inmediata necesidad de desarmar a los antiguos aliados latinoamericanos, que al igual que Saddam Hussein, podrían volverse en contra de los intereses norteamericanos. Hoy, con las tropas norteamericanas interviniendo en Irak, Afganistán y Corea del Sur 21, preservar el frente interno para los Estados Unidos es fundamental. La adopción de una política de seguridad común en América puede mas provocar problemas que resolver las intrincadas cuestiones de la agenda global de Washington. La natural reticencia de América Latina a participar en las estrategias de seguridad norteamericanas es funcional a los intereses de los Estados unidos, que se benefician con la apatía espontánea de las administraciones del continente a colaborar en temas como la lucha contra el terrorismo y el envío de tropas para participar en las intervenciones del país del norte. Sumado a esto, no se tiene información fehaciente de que algún país latinoamericano aloje células terroristas que puedan conspirar contra los intereses norteamericanos22, ni existen ya en el continente programas nucleares. Por tanto, el desarrollo de importantes políticas de seguridad en el hemisferio no es para nada atractivo a los intereses de los Estados Unidos, y la actual administración hace un profundo hincapié en ello, revalorizando la importancia de que los países latinoamericanos honren los compromisos contraídos en sus abultadas deudas externas, y por otro lado amplíen su predisposición hacia el Libre Comercio. El envío de un pequeño contingente de soldados a Irak o Afganistán, o el apoyo con material militar son los únicos requerimientos que eventualmente Washington ha realizado a los líderes latinoamericanos, mas como parte de una acción destinada a legitimar internacionalmente lo que comenzó como un juego unilateral que por la necesidad en sí de que esos contingentes sean empleados en operaciones militares. En un mundo donde los jugadores mas destacados son expertos en materia de seguridad, Washington prefiere que Latinoamérica se mantenga a un lado, ya que cualquier acción o declaración respecto de las cuestiones de seguridad hemisférica-ya ni que decir, global-sería una “intromisión” en los asuntos que le competen a la Casa Blanca. Los Estados Unidos han tenido el poder militar y económico (aún pese a la ausencia del apoyo político Internacional) para invadir dos países soberanos y ocuparlos militarmente. Frente a esa realidad, no es de extrañarse que Washington se crea en capacidad de controlar los asuntos “domésticos” que acontecen en América Latina en materia de seguridad. “Realismo Periférico. Fundamentos para la nueva política exterior Argentina”, Carlos Escudé, Ed. Planeta, Buenos Aires, 1992. 20 21 No se alude aquí a una intervención al estilo de la que se ha desplegado en Irak, sino a la presencia de un gran número de soldados norteamericanos como acción preventiva contra una posible escalada Nuclear por parte del régimen comunista de Corea del Norte. 22 En el caso de Colombia, se podría realizar un examen mucho mas exhaustivo, aunque se tiene la certeza de que el terrorismo Colombiano que afecta a los Estados Unidos proviene del Narcotráfico y la guerrilla y no del fundamentalismo Islámico 15 CONCLUSION: EL ESPECTRO DE LA SEGURIDAD COMUN Aunque la historia de Latinoamérica no carece de ejemplos donde países-que siempre fueron periféricos en tanto su posición frente a los intereses de las grandes potencias a nivel global-se sacudieran en una serie de estertores poco relevantes en el escenario internacional, pretendiendo dar muestra de capacidades militares inexistentes o perpetuar jerarcas y dictadores, un examen no tan profundo de la historia del continente revela que el bajo nivel de desarrollo y organización interna de los Estados Latinoamericanos hizo imposible el establecimiento de una política común en materia de seguridad, en el pasado23 y en la actualidad. Volviendo a nuestras variables de análisis, hemos notado que los factores de subdesarrollo doméstico, la ausencia de políticas exteriores de Estado y el enorme peso de las Deudas externas latinoamericanas han devenido en una parálisis operativa respecto a las cuestiones de seguridad hemisférica. Tampoco nos son ajenos-y si lo fueran la realidad se encargaría de recordárnoslos-los intereses de los Estados Unidos para con las políticas de seguridad en el continente. Una América Latina con Fuerzas Armadas bien pertrechadas y con capacidad operativa no encajaría en los intereses de la Casa Blanca, y poco habría que esperar para que, con un poco de coherencia (que actualmente no existe)algunos países latinoamericanos recurrieran a la disuasión militar contra las “policies” norteamericanas en caso de contar con Fuerzas Armadas poderosas y Ojivas nucleares. Para Washington, América latina hace las veces de un niño a quien no se le pueden dar armas para que juegue, porque bien podría disparar en primer lugar contra quien se las dio. Los Estados Unidos han elegido ser los custodios de América-sin pensar de manera idealista, por el bien de sus propios intereses-y es muy poco lo que Latinoamérica puede hacer al respecto, sin descuidar como contrapartida sus gravísimos problemas domésticos. No obstante estas conclusiones, cabe preguntarse frente a nuestra afirmación de que no existe una política de seguridad común entre los países de América si tal política es necesaria. Tal como nos hemos propuesto, hemos definido y fundamentado sobre la base de la realidad de la política internacional, un estado de cosas. Ahora bien, nuestro diagnóstico no persigue otro objetivo que ser tomado como punto de partida para determinar la necesidad de una eventual operación, esperando que la analogía en términos quirúrgicos sea válida para expresar nuestras intenciones. Nuestra próximo análisis se centrará en si es necesaria la existencia de una política de seguridad común entre los países de América, ya que hemos concluido en que tal política no existe. El debate queda abierto. GRUPONUEVAROMA 23 Se podría arribar a otras conclusiones examinando la Protohistoria Latinoamericana, cuando al sacudirse del yugo español las colonias de América pudieron haberse constituído en entes soberanos mayores a la multitud de Repúblicas actualmente existentes. Tales conjeturas son estériles en el caso que examinamos, ya que examinamos la realidad tal cual se nos ha presentado y no como pudiera haber sido. 16