nulidad procesal

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República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrada Ponente
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
Bogotá, D.C., ocho (8) de agosto de dos mil trece (2013).
(Aprobado y discutido en Sala de 25 de junio de 2013)
Ref.: Exp. Nº 11001-31-03-033-2004-00255-01
Decide la Corte el recurso de casación interpuesto
por la parte demandante frente a la sentencia proferida el
27 de abril de 2012 por la Sala Civil del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Bogotá, D.C., dentro del proceso
ordinario promovido por Pedro Vicente Porras Caro contra
Andrea Gil de Porras y Personas Indeterminadas.
I.- EL LITIGIO
1.- El actor pretende “se declare que (…) ha mantenido la
posesión con ánimo de señor y dueño y de manera real, material y
tranquila que lo dejó su hermano y cuñada, desde el mes de enero
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del año 1968, y por ello ha adquirido por la vía de prescripción
ordinaria de dominio el bien inmueble junto con las mejoras y
construcciones en él existentes”, ubicado en la carrera 38 N°
74 A-45, antes, carrera 38 N° 75-45 y 75-47 de esta
ciudad e identificado con la matrícula inmobiliaria N° 50C1445091 (fls. 40-41).
2.- La causa petendi admite el siguiente compendio:
El demandante es poseedor material del mencionado
predio, con ánimo de señor y dueño, desde la época antes
referida, es decir, hace más de 36 años, “que lo dejó su
hermano y cuñada”, en forma pública, tranquila, pacífica y
sin
clandestinidad
alguna,
al
cual
le
ha
efectuado
reparaciones locativas necesarias, mejoras, entre ellas
todo el tercer piso, habiéndole instalado tanto el servicio
de energía por intermedio de su cónyuge Ana Inés Florián
de Porras, como el de acueducto, mediante solicitudes de
29 de marzo y 16 de junio de 1990, respectivamente.
3.-
Notificada
la
convocada,
se
opuso
a
la
prosperidad de lo pedido, aceptó parcialmente algunos
hechos, fundamentalmente en lo atinente a que el bien
raíz es de su propiedad y que al mismo se le realizaron
“mejoras”, aunque afirma que algunas fueron sufragadas
por ella; negó otros supuestos y planteó las defensas que
denominó
“incumplimiento
de
los
requisitos
legalmente
establecidos para adquirir un bien inmueble por prescripción
adquisitiva de dominio”, fundada en que el actor solo es un
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tenedor parcial del inmueble y que “tampoco se cumplen los
demás presupuestos para (…) acceder a las pretensiones (…)”.
4.- El Juzgado Diecinueve Civil del Circuito de
Descongestión de esta ciudad finiquitó la causa mediante
providencia denegatoria de las pretensiones, al encontrar
configurada la excepción de mérito formulada y no
haberse demostrado el ejercicio de la posesión, por parte
del promotor del juicio.
La precitada determinación fue apelada y surtido el
procedimiento de rigor, el superior la confirmó.
II.- FUNDAMENTOS DEL FALLO IMPUGNADO
1.- El Tribunal, después de resumir tanto el trámite
del litigio, como la decisión del a quo y circunscribir el
objeto de su análisis a establecer si el demandante había
acreditado
la
“posesión”
esgrimida,
señaló
las
bases
teóricas de ésta y su prueba como presupuestos de la
prescripción adquisitiva.
En
esa
dirección,
empezó
por
diferenciar
la
usucapión ordinaria de la extraordinaria; luego, con apoyo
en los cánones legales correspondientes se refirió a los
conceptos de propietario, poseedor y tenedor, aludiendo
al animus y al corpus por ser factores constitutivos de la
“posesión” que se deben acreditar.
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Al respecto, apuntó que el “animus”, componente
subjetivo, alude “a la intención firme de ser dueño, el querer ser
dueño”, el que “como elemento interno se detecta a través del
corpus”,
factor este objetivo que se expresa en “la
realización de actos materiales sobre los bienes o bien del cual
pretende ser dueño”, agregando que de ordinario, ambos se
manifiestan unidos, mediante la apariencia exterior y que
“el contacto físico se traduce en un comportamiento consciente
frente a la cosa, cuya apreciación con arreglo a los estándares
sociales decidirá si hay o no posesión…”, por lo que se requiere
la conjugación de ambos elementos durante el tiempo
requerido por la ley.
En lo relativo a la demostración de los “actos físicos”
configurativos de “posesión”, anotó que “si bien existe libertad
probatoria, lo cierto es que el instrumento más idóneo para
hacerlos conocidos del juzgador resulta ser el observador de los
mismos, quien los describirá y permitirá
a aquel convencimiento,
atendidas las circunstancias, sobre su existencia o no. Desde luego
que tal descripción puede hacerse al juez directamente por el
testigo -art. 213, 298 C.P.C.- o constar en documento con valor
testimonial,
comprendiendo
este
aquel
que
contiene
hechos
relativos a terceros percibidos por el autor del escrito –art. 277.2
C.P .C.-, los que deben ser apreciados conforme con la sana crítica
y en conjunto con los demás medios probatorios existentes en el
proceso”.
Citó doctrina según la cual la posesión inmobiliaria se
prueba con hechos positivos realizados sobre el bien, sin
consentimiento
de
nadie,
refiriendo
entre
otros,
la
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construcción de edificios, corte de maderas, plantaciones,
cerramiento, etc.
Indicó así mismo que los medios de convicción no
demostraban los actos posesorios realizados, ni la calidad
invocada por el accionante, menos desde 1968, dado que
los testigos no refieren circunstancias suficientes que
permitan inferirlo, pues “a lo sumo informan sobre el hecho de
habitarlo, la realización de reparaciones como el arreglo del portón
o la pavimentación del patio sin ubicar la época de ejecución, o la
pintada cada año y medio”, y el hecho de que en principio se
hubiera consentido el ingreso del reclamante, tampoco
reflejaba “inequívocamente la intención de comportarse como
dueño, ni el desconocimiento irrefragable de la condición de
propietario
de
quien
lo
autorizó”;
adicionalmente, omitió
probar la interversión del título, es decir, la mutación de
la tenencia que le confirieron su hermano y cuñada.
Anota que cotejados los testimonios de Miguel y
Ancizar López, Sergio Pinzón y Juan Pablo Porras Florian,
con el de Ciro Porras, esposo de la demandada y
consanguíneo del actor, quien corrobora la manifestación
que éste efectuó en su demanda respecto de que
inicialmente le fue entregado el bien en préstamo
temporal, aunado a la coherencia de lo expresado en la
Fiscalía, torna creíble el último, pues en cuanto a
aquellos, algunos son de oídas y ninguno es preciso, ni
expone a cabalidad las razones por las que el accionante
es considerado dueño.
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Agrega que los documentos aportados tampoco
demuestran el ejercicio de la posesión del actor por el
término normativamente previsto, pues los comprobantes
de instalación de servicios públicos, a más de que fueron
solicitados por “Ana Inés Porras y Ana I Florian de Porras quienes
se presentaron como propietarias, actuar indicativo de ambigüedad
en la posesión”, a la fecha de presentación de la demanda
tenían 14 años de haberse gestionado, habida cuenta que
esto acaeció en 1990.
Expuso igualmente que los demás recibos de pago,
para el momento de incoarse la acción, no superaban los
17 años y, los formularios de impuesto predial, solo
daban cuenta que los correspondientes a los años 1998 a
2001 se pagaron en 2002.
De lo anterior concluyó que el actor no había
acreditado “su calidad de poseedor del inmueble objeto de este
proceso por el lapso legal”, sin que ella pudiera deducirse del
no actuar del dueño, puesto que si bien esa omisión
posibilita la adquisición del derecho a prescribir, debe
acreditarse ante el funcionario judicial la realización de
actos materiales sobre la cosa ajena con la intención de
ser propietario (fls. 88 a 100 C. 4).
III. - DEMANDA DE CASACIÓN
El accionante propuso tres embates frente al fallo del
Tribunal; los dos iniciales con fundamento en la causal
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primera de casación, por violación indirecta de la ley
sustancial y el último en la 5ª, al estructurarse nulidad,
los cuales se resolverán iniciando por este que denuncia
un vicio de procedimiento, para culminar con los restantes
que
se
despacharán
conjuntamente
dada
su
complementación y conexidad.
CARGO TERCERO
1.- Con soporte en el numeral 5º del artículo 368 del
Código Procesal Civil, el recurrente extraordinario acusa la
sentencia del Tribunal de haber incurrido en el 6° motivo
de invalidación previsto en el precepto 140 ibídem, que se
presenta “cuando se omiten los términos u oportunidades para
pedir o practicar pruebas”.
2.- En procura de acreditar el ataque, el impugnante
expone que en el escrito introductorio se requirió recibir
testimonio a Miguel Antonio López Ramírez, Antonio
Enciso López y Sergio Pinzón Álvarez, José H. Bayona y
Alfonso Maldonado, pero el a quo, fundado en el inciso 2°
del canon 218 del C. de P.C. los limitó a los tres primeros,
dejando en suspenso los restantes, que finalmente no
decretó, ni practicó, razón por la cual estima que le
fueron cercenados “los términos u oportunidades para pedir o
practicar pruebas” y de contera, su derecho fundamental al
debido proceso.
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Con base en lo anterior solicita que se case el fallo
de segundo grado, se anule la actuación desde la emisión
de aquel y se ordene renovarla “con el decreto y práctica de
las memoradas pruebas”.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1.-
El legislador instituyó la causal
quinta de
casación para aquellos eventos en los cuales, en el
proceso dentro del que se profirió el fallo opugnado se ha
incurrido en alguno de los motivos de anulación previstos
en el artículo 140 del Código de Procedimiento Civil, a
condición de que no se hubieren saneado.
En relación con el citado vicio de invalidación, esto
es, el contemplado en el numeral 6° de la norma antes
referida, la Sala en sentencia de 6 de junio de 2006, exp.
1998-17323-01 recordó que “[s]u consagración como tal
deviene de la lesión que infiere al principio de contradicción, pues
sin tales oportunidades la parte afectada no cuenta con las etapas
propicias para ejercer en debida forma la defensa de sus derechos.
Para que la omisión del término de pruebas engendre nulidad, ha
dicho la Corte, ´debe implicar un evidente cercenamiento del
derecho esencial que asiste a las partes para pedir pruebas y para
que le sean decretadas y practicadas, con notorio desconocimiento
del derecho de defensa´ (G.J. CLXV pág. 70). Lo que se fulmina,
dijo la Corte en otra ocasión, ´con nulidad es el estado de
indefensión que produce la imposibilidad de pedir o practicar las
pruebas con que la parte pretende acreditar los hechos de la
demanda,
o
los
hechos
que
estructuran
las
defensas
del
demandado. Pero si la irregularidad se refiere a que el juez se
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abstuvo de ordenar la práctica de algunas pruebas, entonces el
vicio no ataca en forma directa el derecho general y abstracto de la
parte a pedir y practicar pruebas, sino que lo hace en forma
indirecta, atacando en primer lugar la concreción de ese derecho
respecto
de
pruebas
determinadas
desconocimiento del derecho a pedir
(...)
En
tanto
que
el
y practicar pruebas genera
nulidad, el marginamiento de algunas de ellas de la relación que
hace el juez en el auto que las decreta, genera una irregularidad de
menor entidad, cuyo remedio se encuentra en los recursos que
consagra la ley en favor de la parte agraviada (artículos 348 y 351
numeral 3 del C.P.C.). (Sentencia de casación de 31 de mayo de
1996)´".
“(…)´la nulidad procesal que se deriva de haberse omitido los
términos u oportunidades para pedir o practicar pruebas, sólo tiene
cabida en los casos de haberse cercenado los estadios procesales
legalmente
previstos
para
tales
efectos,
pero
nunca
para
controvertir las razones que en un momento dado fueron aducidas
por el sentenciador al resolver sobre la práctica de las pruebas
solicitadas, decretándolas o negándolas (...), como tampoco para
reclamar contra lo que pudo rodear la materialización o no de un
medio, porque el control de esos tópicos la ley lo reserva a los
recursos o procedimientos ordinarios que sean procedentes en cada
caso específico (sent. de 21 de septiembre de 2004, exp. 3030)’”.
Así mismo, en fallo de 11 de diciembre de 2012, exp.
2007-00046-01 reiteró que "si las partes no sólo han gozado
de la facultad que tienen de pedir pruebas, sino que han hecho uso
de esa potestad y, además, dentro del término concedido para tal
efecto, se ha realizado la práctica de las pedidas, aunque no
completamente, no puede ser causa de nulidad el hecho de que uno
de los medios de convicción, cuya práctica aplazó el juez, no se
haya practicado. No es la nulidad el remedio legal idóneo para
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corregir tal situación; la parte interesada debió haber reclamado, en
su oportunidad, para que el juez decidiera”, agregando que el
apoyo de tal postura se encontraba “en el principio de
eventualidad o preclusión, desarrollo del cual es el principio de la
convalidación
o saneamiento, que gobierna, junto a otros –
recíprocamente
complementarios-
el
instituto
de
la
nulidad
procesal, principios aún hoy previstos en el Estatuto Procesal Civil,
como el de especificidad o taxatividad de las causales que las
generan; aquellos de los cuales se desprenden la legitimación o
interés para proponerlas y la oportunidad para hacerlo; el de
trascendencia; el de protección; y el ya mencionado de la
convalidación o saneamiento, que apunta a que el motivo de
nulidad se entiende que desaparece por la conducta pasiva de la
parte afectada, porque, en efecto, ‘se puede sentar como regla
general la de que está legitimado para alegar una nulidad procesal
quien a causa del vicio haya sufrido lesión o menoscabo de sus
derechos.
Con todo carecen de legitimación: 'a) Quienes hayan
dado lugar al hecho que la origina; b) Quienes tuvieron oportunidad
de proponerla como excepción previa; c) la nulidad por indebida
representación o emplazamiento en forma legal, solo puede
alegarla la persona afectada; d) las nulidades a que se refieren los
numerales 5, 6, 7, 8 y 9 del artículo del artículo 152 del Código de
Procedimiento Civil -actualmente artículo 140 ibídem-, no pueden
invocarlas quienes hayan actuado en el proceso sin alegarlas...'"
(G. J. CLXXX, página 193)”.
2.-
En el presente asunto, se esgrime la incursión
en el aludido vicio procesal, porque a pesar de que el
accionante,
en
su
libelo
introductor
solicitó
cinco
testimonios, el juzgador de primer grado, los limitó a tres,
dejando de decretar y realizar los demás.
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3.- El embate propuesto no ha de prosperar porque
de acuerdo con lo transcrito, la circunstancia de no
practicarse una prueba que fue pedida por alguna de las
partes, carece de entidad suficiente para estructurar la
nulidad invocada, si se tiene en cuenta que la situación
prevista por el referido canon como causal invalidante de
la actuación, es la de que se haya pretermitido, omitido o
ignorado en su integridad la oportunidad procesal con la
que aquellas cuentan para solicitar medios de persuasión
y para que se practiquen los decretados.
En el caso sub lite, nada de lo acabado de exponer
sucedió, puesto que esa posibilidad fue concedida por el
sentenciador y aprovechada por los intervinientes, dentro
de ellos, el demandante y, si bien es verdad que en el
escrito propulsor del juicio requirió las cinco declaraciones
referidas en el cargo, decretándose mediante auto de 19
de febrero de 20101, “el testimonio de Sergio Pinzón Álvarez,
Miguel Antonio López Ramírez y Antonio Enciso López”, con la
manifestación de que “[p]or ahora este despacho judicial limita
los testimonios a éstos, de conformidad con el inciso 2° del artículo
219 del C.P.C.”, también lo es que el accionante mostró su
conformidad
con
tal
determinación,
dado
que
la
impugnación formulada al respecto, estuvo dirigida a que
dicho proveído se adicionara en el sentido de ordenarse el
interrogatorio de parte de la convocada y la declaración
de Ciro Erasmo Porras Caro, cónyuge de aquella. Allí
mismo señaló “[q]ue de acuerdo a su decreto de pruebas lo
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fl. 238 c.1.
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limita a 3 (sic) (…) solicito se cite el esposo de la demandada (…)
para que ratifique su testimonio ante la Fiscalía 72 (…) y los otros
pueden ser los decretados ya Sergio Pinzón Alvarez, Antonio Enciso
López”, pedimento que fue acogido por auto del siguiente
6 de mayo (fls. 243 a 250).
4.- En tales condiciones, si la mencionada limitación
testimonial expuesta por el juzgador de instancia, no fue
cuestionada
oportunamente
por
el
actor,
pudiendo
hacerlo, inclusive con los argumentos ahora esgrimidos en
el recurso extraordinario, la invalidación planteada en el
cargo que se estudia, se torna inadmisible.
De
otra
demandante
parte,
solicitó
cabe
en
anotar
segunda
que
si
bien
el
instancia
que
se
“decretar[a] inspección judicial al inmueble o complementación del
dictamen del perito”
y se recaudara el “testimonio del señor
José H. Bayona”, el Tribunal, mediante proveído de 18 de
enero de 2012 le denegó tales probanzas, aquellas por
improcedentes en razón de que ya se habían practicado
ante el juez de primer grado sin que él hubiera pedido
complementación y, en cuanto a la atestación, porque no
controvirtió en su momento la decisión del a quo de no
decretarla.
Así las cosas, como además el censor guardó silencio
frente
a
la
última
determinación
mencionada,
esa
inactividad y conformidad descarta la pretermisión de
”términos
u
oportunidades
para
pedir
o
practicar
pruebas”
enarbolada y de contera, desvirtúa la nulidad planteada,
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aunque de todas formas, si se admitiera la estructuración
del
vicio,
igualmente
se
tendría
que
aceptar
su
convalidación o saneamiento, como secuela del abandono,
omisión
y
silencio
del
actor
respecto
de
las
correspondientes providencias judiciales.
De lo anterior deviene la improsperidad de la
acusación planteada.
CARGO PRIMERO
1.- Amparado en la causal primera del artículo 368
del Código de Procedimiento Civil, el casacionista acusa la
sentencia del Tribunal de violar indirectamente “por falta de
aplicación” los preceptos 764, 770, 771, 772, 773, 774,
775, 2512, 2518, 2522, 2527, 2531 y 2532 del C.C., 13,
46, 51, 58 y 60 de la Carta Política y 762 de la citada
codificación sustantiva, por “aplicación indebida”, como
consecuencia de los errores de hecho manifiestos y
trascendentes en que incurrió en la apreciación de las
pruebas.
2.-
Los
argumentos
expuestos
por
la
parte
recurrente en procura de acreditar dicho desacierto,
pueden compendiarse de la siguiente manera:
a.- Comienza señalando que acepta el planteamiento
del ad quem relativo a que en este asunto no se configura
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la “prescripción adquisitiva ordinaria” y la interpretación
efectuada para inferir que la alegada fue la extraordinaria.
b.-
A
continuación
hace
referencia
a
las
consideraciones del sentenciador atinentes a que el
accionante no acreditó los actos posesorios por el tiempo
legalmente
señalando
previsto,
que
el
ni
la
Tribunal
interversión
apreció
del
título,
erradamente
los
elementos de juicio demostrativos de tales aspectos,
fundamentalmente que desde 1968 ostenta el bien con
“intención de señor y dueño”.
En cuanto a “la interversión del título de tenedor a la de
poseedor y la fecha en que ella ocurrió”, indica
que se
demuestra con la propia declaración de la convocada
Andrea Gil de Porras rendida ante la Fiscalía Seccional 72
de la Unidad de Delitos contra el Orden Económico y
Social, trasladada como prueba a este juicio, en donde
expuso
que
“…como
PEDRO
VICENTE
estaba
mal
económicamente, mi esposo me dijo vamos a dejarle … una alcoba
a PEDRO VICENTE y le contesté que si señor’, que ‘Hace bastante
que eso sucedió. Unos 25 años aproximadamente’, que ‘Les
dejamos a ambos la habitación donde convivieron, pero al poco
tiempo le pedí a él la casa porque necesitaba mi casa… Pero nunca
me la ha entregado”.
Estima que la anterior manifestación es indicativa de
que hubo rebeldía, lo que sin “asomo de duda constituye ‘la
mutación de la calidad en que le fue dejado…el bien’, permitiendo
así ‘la consolidación…de la interversión del título (…)’”, y que al
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no haber ponderado dicha prueba, el yerro del Tribunal es
evidente, pues eso lo condujo a predicar que no la había
demostrado y a desconocerle al actor su calidad de
poseedor.
Así
mismo
sostiene
que
los
actos
posesorios
ejercidos por el accionante se hallan acreditados con la
“confesión ficta” establecida en el artículo 210 del C. de
P.C., generada por la incomparecencia de la convocada a
rendir interrogatorio de parte, la cual no fue tenida en
cuenta por el ad quem y cuyos efectos consisten en dar
por ciertos los hechos de la demanda, en la que se afirma
que aquel, desde enero de 1968, hace más de 36 años,
ha mantenido la “posesión” del inmueble deprecado en el
libelo genitor con ánimo de señor y dueño de manera
real, material, tranquila y sin clandestinidad alguna, le ha
efectuado reparaciones locativas necesarias, describiendo
los varios pedidos de materiales a diversos proveedores,
la instalación de los servicios de energía y acueducto, y
que es el único poseedor conocido del mismo. En respaldo
del valor que debe otorgarse a dicho medio persuasivo,
cita una decisión de esta Sala, y agrega que dejar sin el
efecto adverso legalmente consagrado a la inasistencia de
la parte convocada al interrogatorio, equivaldría a premiar
su contumacia.
Cuestiona la valoración que el Tribunal hizo de las
manifestaciones de Ciro Erasmo Porras Caro, esposo de la
convocada y hermano del actor, argumentando que él
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jamás sostuvo haberle entregado el bien raíz a su
consanguíneo en préstamo temporal, como se consignó
en el fallo, pues lo referido en la Fiscalía fue que el actor
le “pidió el favor de que lo dejara vivir ahí mientras le entregaban a
él una casa nueva que supuestamente se la iban a entregar en muy
poco tiempo”; y en este proceso civil anotó que por ser el
mismo, un “hermano inseparable” suyo, en alguna ocasión le
cedió una habitación de una casalote para que viviera él
con su familia, precisando que lo hizo “en calidad de
dormitorio porque él estaba en una situación muy precaria, no me
acuerdo el año en que le cedí la habitación”.
Señala que como el aludido deponente, al responder
la pregunta de cuándo había sido la última vez que llevó
gente al inmueble disputado dijo que su “mente le falla
totalmente”,
no era admisible otorgarle la credibilidad
dispensada por el ad quem, como tampoco privilegiar su
versión y desatender las restantes, demostrativas de la
posesión del accionante.
Adicionalmente expone que con tal testimonio se
acredita el cercenamiento y alteración de la demanda,
puesto que aquel no ratificó nada de lo consignado en
ésta respecto de que la entrega del bien había sido en
“préstamo temporal” como lo sostiene el sentenciador, pues
lo allí solicitado fue declarar que “Pedro Vicente Porras Caro
ha mantenido la posesión con ánimo de señor y dueño, de manera
real, material y tranquila que lo dejó su hermano y cuñada”, por lo
que esa interpretación equivocada del libelo le impidió al
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ad quem ver el fondo de las otras pruebas, como la
misma
declaración
que
la
convocada
y
su
esposo
rindieron ante el ente investigador, en donde aquella
manifestó no saber porqué no volvió a pagar impuestos y
éste confirma no haberlo hecho desde cuando entregaron
el bien raíz y tampoco indicó los actos de propietario que
ha realizado, pues de manera intemporal dijo que allí
tenía repuestos y llantas, no obstante carecer de llaves.
Expone el recurrente que el Tribunal también alteró
el contenido del testimonio vertido por Miguel Antonio
López Ramírez, dado que lo aseverado por éste alude a
que conoció al actor desde 1966 como dueño del fundo
objeto de este proceso, quien “fungía como propietario, puesto
que él siempre decía mi casa aunque era un casalote”, dando
cuenta de que le ha realizado mejoras, pues le ayudó en
la pavimentación del patio y lo acompañó a comprar los
materiales
que
él
pago,
no siendo
verdad que
el
declarante haya dicho que no sabe de servicios, como lo
plantea el Tribunal, pues lo que aquel expresó fue que no
tenía conocimiento a nombre de qué persona estaban
registrados, ni quien los paga.
Igualmente acusa al ad quem de haber cambiado el
contenido de la atestación rendida por Antonio Ancizar
López Gallego, de 65 años de edad, pues él no manifestó
que “no conoce si el bien es del [actor], ni si paga arriendo,…no
está al tanto de nada de eso”, como lo afirma el sentenciador,
sino que al preguntársele si “sabe en virtud de qué negocio o
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acto jurídico Pedro Vicente entró en posesión del inmueble objeto
de este proceso”, replicó: “no se si es de él, no se si paga
arriendo, no se nada de eso”.
Transcribe el censor apartes de lo que el citado
deponente adujo, como que conoce al demandante desde
hace unos 35 o 37 años; que “por ahí para el 76 o 77 más o
menos” lo vio por primera vez en el inmueble objeto de
este proceso, predio al que “le hizo una puerta en lámina muy
bonita y el patio lo organizó”, cree que la casa tiene unas 4
piezas, la ha mejorado, aunque no sabe de dónde sacó la
plata para ello, señalando que “lo ha hecho porque él ha
querido”, que el accionante ha vivido ahí y no conoce a
Andrea Gil de Porras.
Así mismo le enrostra al Tribunal haber cercenado la
declaración de Sergio Pinzón Álvarez, de 66 años y amigo
del actor, pues no tuvo en cuenta el grueso de ella, en la
que refirió que su padre compró un casa-lote en la carrera
39 con calle 75 donde funcionaba un campo de tejo, y
que como en el año 69 llegó Pedro Porras, un hermano y
unos sobrinos, se hicieron amigos y como el actor “tenía
una casalote en la carrera 39 con calle 75”, y aquel un cilindro,
éste le pidió que se lo prestara e igualmente lo invitó a
que le ayudara a arreglar el piso, lo que así se hizo
aplanándolo y regando recebo. Que tal deponente precisa
que era una “casa lote” con una ramada a media caña, dos
piezas y los portones, uno de ellos en madera y que Pedro
“[l]e comentaba que era la casa de él pero de casa no tenía nada
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porque era una casa lote que él tenía (…) cuando estuvimos allá
arreglando el piso me comentó (…) que eso no tenía agua ni tenía
luz que si yo le prestaba plata para pagar… o comprar los
servicios…toda la vida lo he conocido ahí y no solamente yo sino los
vecinos, yo no he conocido ningún otra persona viviendo ahí o que
haya sido dueño”.
Sostiene que el Tribunal no apreció que en dicha
atestación se determinaron las mejoras puestas por el
actor sobre el predio y la época desde la cual tuvo
conocimiento de que él era el dueño del mismo.
Finalmente
testimonio
de
censura
Juan
que
Pablo
se
haya
Porras
mutilado
Florián,
hijo
el
del
demandante, quien dijo que su padre ha sido el único
propietario de la heredad objeto de este proceso, la ha
optimizado con varias reformas, como la instalación de los
servicios
públicos,
cancelación
de
los
impuestos,
pavimentación del patio, realización de arreglos locativos
a los cuartos y al baño, cambio del portón, arreglo de la
fachada y pintura cada año y medio, agregando que no
conoce a otro “dueño” distinto de su progenitor, aunque al
preguntársele si sabía en virtud de qué negocio éste había
entrado en posesión del bien, contestó “no tengo idea qué
negocio realizó”, pero que desde su nacimiento ha vivido en
el predio que tiene su papá desde hace más de 48 o 50
años, sin precisarlo, porque solo tiene 36.
El impugnante señala que con esta y las demás
pruebas, unas ignoradas y otras cercenadas por el
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Tribunal, se demuestra la interversión del título, la
posesión del actor, por lo menos durante 30 años antes
de presentarse la demanda y que el mismo se ha
mostrado como dueño del inmueble, ante propios y
extraños, con lo que acredita el cumplimiento de los
requisitos para obtenerlo por prescripción adquisitiva
extraordinaria de dominio.
Igualmente reitera su critica al sentenciador por no
haberle reconocido efectos a la confesión ficta ya aludida,
ni crédito a lo observado por el a quo en la inspección
judicial en la que evidenció las mejoras efectuadas e
identificó a la persona que ostentaba la “posesión” del
predio, omitiendo también, armonizar lo expuesto por los
deponentes respecto de la instalación de los servicios
públicos y la realización de mejoras en el bien, elementos
de juicio que “’reflejan inequívocamente’, en forma nítida,
incontestable e incontrovertible, que el actor no solo tuvo ‘la
intención de comportarse como dueño’, sino que efectivamente se
comportó como [tal], y que desconoció, por ende, de manera
‘irrefragable...la condición de propietario de quien lo autorizó’”.
Agrega que adicionalmente de que la propietaria no
es conocida con derecho alguno sobre ese predio, la ley
solo exige que se pruebe el animus y el corpus, lo que
aquí se cumplió, sin que se requiera que un testificante
sepa la forma como el actor llegó a poseer la cosa.
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Por último, sostiene que de no haber incurrido en los
notorios dislates el juzgador de segundo grado habría
tenido que acceder a los pedimentos del accionante y
como no procedió de esa manera, se debe casar la
sentencia impugnada, dictarse la de reemplazo revocando
la del a quo y conceder las pretensiones.
CARGO SEGUNDO
1.- Amparado en la causal primera del artículo 368
del Código de Procedimiento Civil, el demandante acusa el
fallo del ad quem de violar indirectamente, “por falta de
aplicación”, los artículos 764, 770, 771, 772, 773, 774,
775, 2512, 2518, 2522, 2527, 2531 y 2532 del Código
Civil, 13, 46, 51, 58 y 60 de la Carta Política y 305 de la
aludida codificación procesal, por “falta de aplicación”, y 762
del C.C., por “aplicación indebida”, como consecuencia de los
errores de hecho manifiestos y trascendentes en los que
tal juzgador incurrió en la apreciación de las pruebas.
2.-
En
dirección
a
demostrar
la
censura,
el
recurrente expone los argumentos que seguidamente se
compendian:
Le endilga al Tribunal haber incurrido en desacierto
al dar por sentado que lo entregado por la opositora al
actor
fue
la
totalidad
del
inmueble
pretendido
en
usucapión, pues de las pruebas incorporadas al plenario,
dentro de ellas, las atestaciones de aquella y su cónyuge
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Ciro Erasmo Porras Caro, se establece que tan solo fue
una habitación, por lo que en esas condiciones, el ad
quem debió revocar la decición de primer grado y
conceder la aspiración prescriptiva del actor, deduciendo
la aludida porción del bien, de acuerdo con el principio de
congruencia previsto en el artículo 306, inciso 3° del
Código de Procedimiento Civil, según el cual, “si lo pedido
por el demandante excede de lo probado, se le reconocerá
solamente lo último”.
Le atribuye al ad quem la incursión en yerro fáctico
al estimar que el accionante no acreditó el ejercicio de
actos posesorios por el tiempo legalmente previsto,
equivocación originada en la omisión de valorar algunos
medios de persuasión, lo mismo que por la alteración y
cercenamiento del contenido objetivo de otros.
Tendiente a su demostración, recalca lo plasmado en
el primer reproche, en cuanto a que el sentenciador no le
dedujo efectos a la confesión ficta por la incomparecencia
de la accionada a rendir interrogatorio de parte, y destaca
las manifestaciones de los deponentes de las cuales
extrae la acreditación de los “actos posesorios materiales”
ejecutados por el demandante por lo menos durante 30
años, haciendo notar que le ha realizado reparaciones al
predio y lo pinta cada año y medio, circunstancias
ratificadas por los documentos de compra de materiales,
instalación de servicios públicos y pago de impuestos.
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Finaliza indicando que de no incurrir en los notorios
dislates, la Corporación habría concluido que “apenas fue
una habitación la entregada por la opositora al actor y no el
inmueble pretendido en usucapión; que por lo anterior (…) [éste]
no se hallaba necesariamente obligado a probar la interversión del
título, pues el Tribunal estaba precisado a concederle la pretensión
demandada, con deducción de la porción objeto de aquella entrega;
y que durante cuando menos 30 años antes de la fecha en que se
presentó la demanda de este proceso (…) el actor mostró y tuvo la
convicción de señor y dueño del inmueble (…) a usucapir”.
En consecuencia solicita casar la sentencia atacada,
dictar la de reemplazo que revoque la de primera
instancia y se concedan los pedimentos del actor.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1.-
Los fundamentos torales del fallo del Tribunal,
en lo que respecta a las pretensiones incoadas en el
libelo, se reducen a dos, a cuyo examen se limitará la
actuación de la Corte.
El
primero,
estriba
en
que
los
elementos
de
persuasión incorporados al expediente no demuestran los
actos posesorios realizados, ni la calidad invocada por el
demandante durante el tiempo legalmente previsto para
adquirir la propiedad de las cosas por prescripción
adquisitiva de dominio, y el segundo, que tampoco
acreditó la interversión del título, es decir, la mutación de
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la tenencia que le confirieron su hermano y cuñada,
propietaria del inmueble y esposa de aquel.
2.- Frente a las cardinales conclusiones precedentes,
el recurrente Pedro Vicente Porras Caro sostiene que sí
demostró su condición de poseedor, por lo menos durante
30 años antes de presentarse la demanda, como se
desprende de la confesión ficta de la convocada, de lo
declarado, tanto por ella y su esposo en la Fiscalía, como
por Miguel Antonio López Ramírez, Antonio Ancízar López
Gallego, Sergio Pinzón Álvarez y Juan Pablo Porras Florián
en este proceso, quienes dieron cuenta de los actos
materiales de posesión realizados por aquel, lo mismo
que la calidad de señor y dueño del fundo.
Que igualmente quedó demostrada la interversión
del título, puesto que la convocada dijo en la Fiscalía que
al poco tiempo de haberle entregado “una habitación” al
accionante para que viviera con su familia, en razón de la
precaria condición económica en que se hallaba, le solicitó
la casa, sin que se la haya devuelto, aunque igualmente
señala el censor que con excepción de la aludida
habitación, el actor no tenía obligación de acreditar la
mutación en cuanto al resto del predio, respecto del que
debió concedérsele sus pretensiones, nada de lo cual
acaeció porque el Tribunal omitió valorar unas pruebas,
cercenó y alteró el contenido de otras, como lo describe
en los dos primeros cargos propuestos, a cuyo compendio
se remite la Corte por economía procesal.
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3.- En el presente asunto, el actor Pedro Vicente
Porras Caro pretende que “se declare que (…) ha mantenido la
posesión con ánimo de señor y dueño y de manera real, material y
tranquila que lo dejó su hermano y cuñada, desde el mes de enero
del año 1968, y por ello ha adquirido por la vía de prescripción
ordinaria de dominio el bien inmueble [ya referido] junto con las
mejoras y construcciones en él existentes”, y a ese examen se
aplicará la Sala.
4.- De conformidad con el artículo 2518 del Código
Civil, a través de la “prescripción adquisitiva”, llamada
también "usucapión", puede ganarse el dominio de los
bienes corporales, muebles o inmuebles, así como los
demás derechos reales, si las cosas sobre las cuales
recaen los mismos, han sido detentadas en la forma y por
el tiempo que el legislador ha previsto.
La prescripción de la especie antes señalada, que fue
la que hizo valer el pretenso usucapiente, tiene como
fundamento esencial la tenencia del bien con ánimo de
señor y dueño, sin que sea necesario respaldarse en
“título” alguno, circunstancia esta en la que se presume la
buena fe del “poseedor”. Por ello, a éste le resulta
suficiente comprobar que lo ha poseído de manera
pública,
pacífica
e
ininterrumpida,
por
el
tiempo
legalmente exigido, el que si bien actualmente es de diez
años, según lo previsto en el canon 1º de la ley 791 de
2002, como el actor no eligió tal normatividad, ni la
misma le resultaba aplicable para el momento de formular
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la demanda, el plazo a contabilizar corresponde al
indicado
en
la
legislación
anterior,
por
lo
que
en
consecuencia, debe probar que la ha ejercitado durante
veinte anualidades continuas.
El artículo 762 del Código Civil ha definido la
posesión como “…la tenencia de una cosa determinada con
ánimo de señor o dueño…”, es decir que para su existencia se
requiere del animus y del corpus, esto es, del elemento
interno, psicológico o intención del dominus, que por
escapar a la percepción directa de los sentidos es preciso
presumir a partir de la comprobación plena e inequívoca
de
los
actos
materiales
y
externos
ejecutados
continuamente y por todo el lapso que dure aquélla.
Así entonces, los citados elementos, por constituir
manifestación visible del señorío, llevan a inferir la
intención o voluntad de hacerse dueño, mientras no
aparezcan
otras
circunstancias
que
demuestren
lo
contrario y por tanto, el prescribiente debe acreditarlos
plenamente para que esa posesión como presupuesto de
la acción, le permitan al juzgador declarar en su favor, la
pertenencia deprecada.
Por
otra
parte,
tanto
las
leyes,
como
la
jurisprudencia y la doctrina, en forma unánime han
reiterado que en relación con los bienes, las personas
pueden
encontrarse
situaciones,
cada
en
una
una
con
de
las
diferentes
siguientes
tres
consecuencias
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jurídicas y distintas prerrogativas para su titular: a) Como
mero tenedor, caso en el cual, simplemente detenta
materialmente el bien, frente al que reconoce dominio
ajeno (art. 775 Código Civil); b) como poseedor, cuando,
además de ostentar “materialmente la cosa”, tiene el ánimo
de señor y dueño y quien, de conformidad con el precepto
762 ibídem, es reputado como tal mientras otro no
justifique serlo; c) como propietario, si efectivamente es
titular de un derecho real sobre ella, con exclusión de
todas las demás personas, condición que lo autoriza para
usar, gozar y disfrutar de la misma, conforme a la ley y
función social que a este derecho corresponde (art. 669
C.C.).
De lo expresado anteriormente se establece que el
elemento que particularmente distingue la “tenencia” de la
“posesión”, es el animus, dado que en aquella no se
detenta el objeto con ese espíritu y se “reconoce dominio
ajeno”, mientras que en la segunda, según lo expuesto, se
requiere de los dos presupuestos, es decir, tanto de la
aprehensión física del bien, como de la voluntad de
ostentarlo como verdadero dueño.
A pesar de la diferencia existente entre “tenencia” y
“posesión”, y la clara disposición del artículo 777 del C.C.,
según el cual “el simple lapso del tiempo no muda la mera
tenencia en posesión”, puede ocurrir que el tenedor cambie
su
designio,
transmutando
dicha
calidad
en
la
de
poseedor, mediante la interversión del título, caso en el
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cual, se ubica en la posibilidad jurídica de adquirir la cosa
por el modo de la prescripción. Si ello ocurre, esa
mutación debe manifestarse de manera pública, con
verdaderos
actos
posesorios
a
nombre
propio,
con
absoluto rechazo del titular y acreditarse plenamente por
quien se dice “poseedor”, tanto el momento en que operó
esa
transformación,
como
los
actos
categóricos
e
inequívocos que contradigan el derecho del propietario,
puesto que para efectos de la prescripción adquisitiva de
dominio, no puede computarse el tiempo en que se
detentó el objeto a título precario, dado que éste nunca
conduce a la usucapión; sólo a partir de la posesión puede
llegarse a ella, por supuesto, si durante el periodo
establecido en la ley se reúnen los dos componentes a
que se ha hecho referencia.
Acerca de los citados aspectos, en sentencia del 13
de abril de 2009, exp. 2003-00200-01 se rememoró:
“(…), esta Corporación en sentencia de 15 de septiembre de
1983 dijo: ‘Y así como según el artículo 777 del Código Civil, el
simple lapso de tiempo no muda la mera tenencia en posesión,
quien ha reconocido dominio ajeno no puede frente al titular del
señorío, trocarse en poseedor, sino desde cuando de manera
pública, abierta, franca, le niegue el derecho que antes le reconocía
y simultáneamente ejecute actos posesorios a nombre propio, con
absoluto rechazo de aquél. Los actos clandestinos no pueden tener
eficacia para una interversión del título del mero tenedor. Con
razón el artículo 2531 del Código Civil exige, a quien alegue la
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prescripción
extraordinaria,
la
prueba
de
haber
poseído
sin
clandestinidad’.
“(…) En pronunciamiento posterior sostuvo así mismo la
Corte: ‘La interversión del título de tenedor en poseedor, bien
puede originarse en un título o acto proveniente de un tercero o del
propio contendor, o también, del frontal desconocimiento del
derecho del dueño, mediante la realización de actos de explotación
que ciertamente sean indicativos de tener la cosa para sí, o sea, sin
reconocer
dominio
desconocimiento
ajeno.
ejecutados
En
por
esta
el
hipótesis,
original
los
tenedor
actos
de
que
ha
transformado su título precario en poseedor, han de ser, como lo
tiene sentado la doctrina, que contradigan, de manera abierta,
franca e inequívoca, el derecho de dominio que sobre la cosa tenga
o pueda tener el contendiente opositor, máxime que no se puede
subestimar, que de conformidad con los artículos 777 y 780 del
Código Civil, la existencia inicial de un título de mera tenencia
considera que el tenedor ha seguido detentando la cosa en la
misma forma precaria con que se inició en ella’. (Sentencia de
Casación de 18 de abril de 1989, reiterada en la de 24 de junio de
2005, exp. 0927)”.
De conformidad con lo anterior, cuando para obtener
la declaratoria judicial de pertenencia, se invoca la
prescripción extraordinaria adquisitiva de dominio, que
fue la que en este caso el Tribunal interpretó como
pedida, sin que ese entendimiento haya merecido reparo,
el demandante debe acreditar, además de que la solicitud
recae sobre un bien que no está excluido de ser ganado
por ese modo de usucapir, que igualmente ha detentado
la posesión pública, pacífica e ininterrumpida por el
tiempo previsto por la ley; empero, si originalmente se
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Sala de Casación Civil
arrogó la cosa como mero tenedor, debe aportar la
prueba fehaciente de la interversión de ese título, esto es,
la
existencia
de
hechos
que
la
demuestren
inequívocamente, incluyendo el momento a partir del cual
se rebeló contra el titular y empezó a ejecutar actos de
señor y dueño desconociendo el dominio de aquel, para
contabilizar a partir de dicha fecha el tiempo exigido de
“posesión autónoma y continua” del prescribiente.
5.- A continuación se registran los elementos de
persuasión con trascendencia para la decisión que se está
adoptando.
a.- En la demanda introductoria del proceso el
accionante expresó fundar sus pretensiones en que “ha
mantenido la posesión con ánimo de señor y dueño y de manera
real, material y tranquila que lo dejó su hermano y cuñada (…)”,
del bien raíz ubicado en la carrera 38 N° 74 A-45, antes,
carrera 38 N° 75-45 y 75-47 de esta ciudad (fls. 40 a 46
c.1).
b.- En la réplica, la accionada niega el ejercicio de la
posesión de aquel, afirmando que “a éste se le permitió
habitar tan solo un cuarto de la casa de habitación objeto de la litis,
con sus hijos y esposa, debido a su precaria condición económica”,
agregando que ella “en forma directa como a través de su
esposo Ciro Porras quien a su vez es hermano del demandante,
siempre ha ejercido los actos propios de dominio, por ejemplo, al
almacenar en el inmueble repuestos de maquinaria pesada, e
incluso permitir a los trabajadores a su servicio, pernoctar en dicho
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inmueble con el fin de velar por la seguridad de los mencionados
repuestos” por lo que el actor “jamás tuvo el inmueble como
poseedor, ni siquiera del cuarto que habitaba, toda vez que la
figura jurídica que se presentó en este caso fue simplemente la de
un comodato o préstamo de uso, del cuarto que habitaba, lo cual
únicamente le permitió detentar de alguna manera, la mera
tenencia parcial, del inmueble objeto de litis, pero nunca su
posesión”.
c.- Facturas de materiales cuyas fechas oscilan entre
febrero de 1987 y marzo de 1993.
d.-
Formularios
de
impuesto
predial
unificado
correspondientes a los años 1998 a 2003, en los que
consta que las tres primeras anualidades se pagaron en
diciembre de 2002, las dos siguientes en abril de 2003 y
la última en mayo del período últimamente citado (fls. 30
a 35).
e.- Copia de la petición de “suministro de energía” con
“fecha de presentación 29 Mar 1990”, en donde figura como
interesada Ana Inés Porras, quien igualmente se registra
en la casilla de “nombre del propietario” y dirección del
inmueble Carrera 38 No. 75-45 (fl. 36).
f.- “Copia” al carbón de la “solicitud de instalación” de
acueducto y alcantarillado calendada el “VI-16/90”, para la
aludida dirección, en donde se consignó como “nombre del
propietario Ana I. Florian de Porras” (fl. 38).
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g.- Testimonios de Miguel Antonio López Ramírez,
Antonio Ancizar López Gallego, Sergio Pinzón Álvarez,
Juan Pablo Porras y Ciro Erasmo Porras.
h.- Inspección judicial y dictamen pericial en los que
en forma idéntica se describió el inmueble, con sus
dependencias (fls. 317 a 324).
6.- Si la demostración del error de hecho en la
valoración probatoria requiere, entre otros elementos,
que la conclusión censurada sea abiertamente contraria al
contenido objetivo de la prueba, significa entonces que su
configuración ha de ser manifiesta, esto es, que para
establecerlo no resulte necesario acudir a elaboradas
razones o a sutiles disquisiciones, porque de ser así el
yerro no salta de bulto a la vista, ni emerge de su sola
enunciación y, de contera, carecería del carácter de
evidente exigido para estructurarlo.
Dada
la
particular
naturaleza
del
recurso
de
casación, y concretamente que este no encarna una
tercera instancia que le permita al recurrente asentar
desinhibidamente su parecer en torno a las pruebas
recaudadas, es esencial, para efectos de su prosperidad,
que se configure el factor de la contraevidencia del juicio
del sentenciador y, por ende, que el censor deba orientar
su labor impugnativa a mostrar los palmarios desaciertos
en la apreciación de los medios de convicción, precisando
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los que fueron objeto de la equivocación y cómo los
afectó.
7.- Las precedentes reflexiones permiten señalar que
la inferencia probatoria combatida, según la cual el actor
no demostró los actos posesorios desplegados por él
sobre el predio cuya usucapión pretende y por el lapso
legalmente previsto, no pugna de manera ostensible con
el contenido objetivo de los elementos de persuasión
recaudados, pues el ejercicio que condujo al ad quem a
señalar que analizados todos ellos “uno a uno y en conjunto”
le permitía tal inferencia, corresponde a un razonamiento
admisible de lo que los mismos reflejan.
Por ello, no se advierte contraevidente o absurda la
deducción
según
circunstancias
la
cual,
suficientes
los
que
testigos
no
evidencien
refieren
“los
actos
posesorios realizados desde 1968” por parte del actor, bajo el
argumento de que algunos le atribuyen la condición de
propietario por el mismo decir de éste, y los documentos
allegados, como facturas de compra de materiales y pago
de impuestos, datan de menos de 20 años.
Véase que Miguel Antonio López Ramírez2 afirma
conocer al demandante desde 1966, puesto que era
vecino de su casa, que “de este momento en que lo conocí le
conocí como propietario del inmueble que aún vive” quien “fungía
como propietario, puesto que él siempre decía mi casa aunque era
2
(fls. 274 a 276 c.1).
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un casa lote”,
aseveraciones éstas que habilitaban la
aludida interpretación del ad quem y aunque el citado
deponente señala al promotor del juicio como la persona
que arregló el portón y cree que hizo una o dos
habitaciones, al igual que pavimentó el patio, trabajo en
el que le ayudó “dándo[s]e cuenta que el corrió con todos los
gastos (…), puesto que a mí mismo me tocó acompañarlo cuando
se compraron los materiales y los pago”, lo cierto es que como
lo sostuvo el sentenciador, ni ese, ni los restantes
declarantes “ubica[n] la época de ejecución” de tales obras;
sin embargo, las facturas que se quieren hacer valer
como demostrativas de la adquisición de materiales,
igualmente soportan la consideración del juzgador, en
cuanto a que para cuando se presentó la demanda (mayo
de 2004) “datan de no más de 17 años”, pues como arriba
quedó consignado, las fechas de su expedición oscilan
entre febrero de 1987 y marzo de 1993, y ello aunado a
la manifestación del testigo referente a que no sabe a
nombre de qué persona están registrados los servicios
públicos, ni quien los paga, descarta el yerro protuberante
derivado de la aludida deducción judicial.
Tampoco se revela absurdo e irrazonable el juicio
valorativo que llevó al Tribunal a concluir la falta de
demostración de los actos posesorios sobre el bien raíz, al
decir que los testigos, “a lo sumo informan sobre el hecho de
habitarlo, la realización de reparaciones como el arreglo del portón
o la pavimentación del patio sin ubicar la época de ejecución, o la
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pintada cada año”, porque esa ilación también cabe, como
se desprende de lo plasmado por tales deponentes.
En efecto, Antonio Ancizar López Gallego3 refirió que
conoce al accionante hace unos 35 – 37 años “porque yo
tenía una empresita de rellena ahí en mi casa, que queda, calle 73
No. 37-32 (…) y porque ha ido (…) a comprarme rellena, yo sé que
él vivía con la familia y con los hijos y con la mujer (…) no distingo
a la Señora ni a los hijos nunca me he tratado (…) lo he conocido
toda la vida ahí en el barrio los treinta y pico de años que lo
conozco”, y al interrogante de si sabía en virtud de que
negoció o acto jurídico entró el actor en posesión del
inmueble contesto: “yo lo conozco a él hace 35 o 37 años, no sé
si es de él, no sé si paga arriendo, no sé nada de eso”, agregando
que “el señor le hizo una puerta en lámina muy bonita y el patio lo
organizó creo que unas cuatro piezas tiene ahí en la casa que yo
haya visto le cuadró la puerta (…) y le pavimento el patio (…) ha
pintado las piecitas (…)”; a la pregunta de si esas mejoras las
plantó por su propia cuenta y riesgo o si alguien lo
autorizó, respondió: “no señor yo sé que le hizo mejoras al
inmueble ahí no se de dónde saco la plata si alguien se la dio, no sé
si alguien le daría plata no se si fue que le ayudaron, no supe de
nadie que le diera orden para arreglar, el lo ha hecho porque él ha
querido. No se si ha arrendado o no, sé que él ha vivido ahí”.
Por su parte, Sergio Pinzón Álvarez4 sostuvo que
como su padre tenía un campo de tejo en la Carrera 39
con calle 75, el accionante iba a jugar allá, “eso fue en el
69”, añadiendo que se hicieron amigos y un día lo invitó a
3
4
(fls. 277 a 279 c.1).
(fls. 300 a 303 c.1).
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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la casa, le pidió el favor de que le prestara un cilindro que
“tenía para arreglar las canchas y que él tenía una casalote en la
carrera 39 con calle 75 (…) me invitó a que fuera a ayudarle para
que le arreglara el recebo porque eso está cubierto había un
invierno en esa época allí estuvimos regando ese recebo aplanando
el piso porque esa era una casalote y en la actualidad todavía la es,
ahí tenía una ramada con dos piezas (…) y los portones (…) y el
pues me comentaba que era la casa de él pero de casa no tenía
nada porque era una casalote (…) me comentó alguna vez que eso
no tenía agua ni tenía luz que si yo le prestaba plata para pagar los
servicios o comprar los servicios (…) no se más pues la amistad de
nosotros siguió pero yo ya iba muy pocas veces a donde él vivía o
donde él vive porque toda la vida lo he conocido ahí y no solamente
yo sino los vecinos, yo no he conocido ninguna otra persona
viviendo ahí o que haya sido dueño de eso, no he conocido a
nadie”. Al preguntársele “con qué personas el señor Pedro
Vicente Porras tomó posesión del inmueble objeto de este proceso.
“contesto: doctor él vivía ahí con la esposa (…) y cuando eso tenía
tres hijos estaban pequeños, no recuerdo los nombres de ellos”.
Así mismo, frente al interrogante de si el actor le había
comentado en virtud de qué negocio o acto jurídico entró
en posesión del bien, respondió: “él comentaba siempre que
era la casa de él, pero no sé nada de cómo la obtuvo, nunca me
dijo a quien se la compró ni yo le pregunté (…) cuando conocí eso
tenía dos piezas ya estaban ahí (…) tenían teja o tienen teja de
eternit por encima (…) es más hasta donde yo se la única pared
propia que tiene esa casalote es donde está recibiendo la teja
contra el lote del vecino de resto no tiene paredes propias ese
casalote (…) tiene unas cuatro piezas el baño y la cocina (…)
ahorita en el momento no se quien vive, lo único que he visto es a
la señora y a él (…)”. Al preguntársele quien paga los
impuestos y servicios públicos dijo: “hasta donde yo se Pedro
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Porras solicitó los servicios públicos (…) el es el único que ha vivido
ahí creo que él es el que paga los servicios, yo se que Pedro paga el
impuesto predial de ese inmueble lo se porque nosotros duramos
más o menos unos 15 años con el campo de tejo y comentábamos
cuando teníamos que pagar los servicios” y al cuestionamiento
de cómo era el portón contestó: “allá había un portón grande
de madera ahorita en la actualidad hay un portón de lámina de
metal (…)”.
Juan Pablo Porras Florian, hijo del demandante,
sostiene que desde que tiene uso de razón conoce que el
demandante “ha sido el único dueño del inmueble (…) ha
realizado
las
mejoras
le
ha
colocado
los
servicios
públicos
necesarios y no conozco otro dueño (…)”. Al interrogante de si
sabe en virtud de qué negocio o acto jurídico aquel entró
en posesión del bien, respondió: “como lo dije anteriormente,
no tengo idea de eso o sea no tengo idea qué negocio realizó mi
padre porque igualmente desde que nací viví allá (…) el inmueble lo
tiene mi papá hace más de 48 o 50 años no se yo tengo 36 años se
que es el único dueño y poseedor del inmueble (sic)”, y en cuanto
a la solución de las cargas fiscales indicó que “Pedro Vicente
Porras Caro es el que ha cancelado esto tengo entendido, si ha (sic)
visto los recibos aunque no ando pendiente de los pagos he visto,
también ha pagado los servicios públicos he inclusive le he
colaborado con algunos (…)” (fls. 283 a 285 c.1).
Finalmente, Ciro Erasmo Porras Caro, hermano del
accionante y cónyuge de la convocada en este proceso, a
folios 348 a 351 c.1. expuso que en alguna ocasión y en
razón de la precaria situación en que se hallaba el citado
consanguíneo suyo, de consuno con su esposa,
la
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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demandada, a quien le dijo que le dieran “la oportunidad a
Pedro de que viva ahí unos días mientras le entregan una casa que
dice se la van a entregar, eso es, temporalmente”, le cedió una
habitación
del
predio
en
cuestión,
en
calidad
de
dormitorio, para que viviera con su familia, sin que
hubieran suscrito ninguna clase de contrato, por tratarse
de un hermano que quiere y por tratarse de “un préstamo
temporal”, agregando que en alguna ocasión le dijo que “si
le daba permiso de hacer unas obras que quería que era ponerle
llave y yo no sé qué cosa, es decir, era todo temporal, le ha
arreglado la puerta, que sepa yo, eso, lo conozco sencillamente
porque se ve a la luz del día lo que tiene nuevo o pintado”.
Así mismo sostiene que no inició ninguna acción en
contra de aquel, porque “[e]n mi condición de hermano yo no
podía ir a sacarlo a la calle ya que él me fingía estar en muy mala
situación (…)” que también le dijo “que cuando lograra recibir la
casa, él podía pagar algún arriendo, alguna cosa para que lo dejara
estar otros días ahí”, e igualmente que el mismo lo ha
buscado
en
varias
ocasiones
para
“proponer[l]e
que
posiblemente arreglemos este impase” indicándole que “cuando
vendiera la finca que el tiene un contrato para venderla que todos
los herederos que mi difunta madre nos dejó, apenas saliera de ese
título me lo cedía o arreglábamos en alguna forma. En varias
ocasiones me hizo ese ofrecimiento, no recuerdo en qué época
fue”.
8.- De lo anterior se infiere que la conclusión del
Tribunal, respecto de que las pruebas evaluadas en
conjunto
no
evidencian
los
actos
posesorios
del
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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accionante por el tiempo legalmente establecido, ni la
interversión del título, no refleja el yerro protuberante
que por cercenamiento o tergiversación a él se le endilga,
pues el hecho de que los testigos afirmen conocer al
demandante desde hace más de 30 años, que le ha hecho
algunos arreglos al bien, tales como pintarlo, pavimentar
el patio y arreglar el portón, no permite tener como
inconcebibles los argumentos del juzgador atinentes a que
ninguno ubica la época de ejecución de dichas obras que
permitan deducir los requisitos echados de menos por
éste, puesto que en realidad no lo refieren. Tampoco es
contraevidente, la inferencia judicial, según la cual,
aquellos son imprecisos, “a lo sumo informan sobre el hecho de
habitarlo” y “son de oídas”, dado que del texto de sus
declaraciones,
también
podría
interpretarse
de
esa
manera, por ejemplo, cuando Miguel Antonio López
refiere que el actor “fungía como propietario, puesto que él
siempre decía mi casa”, o la alusión de Sergio Pinzón en
cuanto a que “el comentaba siempre que era la casa de él, pero
no sé nada de cómo la obtuvo (…) él vivía ahí con la esposa (…),
“en el momento no se quien vive, lo único que he visto es a la
señora y a él” (…) él es el único que ha vivido ahí”, lo mismo que
la respuesta de Antonio Ancizar López quien respecto del
acto jurídico que llevó al demandante a tomar posesión
del inmueble dijo: “no sé si es de él, no se si paga arriendo, no
se nada de eso”, con el agregado de que “No se si ha
arrendado o no, sé que él ha vivido ahí”.
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Sala de Casación Civil
Si
adicionalmente
se
tiene
en
cuenta
que
la
deducción del ad quem respecto de que los documentos
aportados tampoco acreditan los actos posesorios por el
lapso
que
la
ley
tiene
previsto,
puesto
que
los
relacionados con la instalación de los servicios públicos no
fueron realizados por el demandante “actuar indicativo de
ambigüedad en la posesión” y se diligenciaron 14 años antes
de la presentación del escrito introductorio, en tanto que
los “recibos”, datan de no más de 17 y el impuesto predial
de 1998 a 2001, se pagó en 2002, se muestra coincidente
con lo registrado en los literales c) a f) del punto 5° de las
presentes consideraciones, ello desvirtúa el error fáctico
enrostrado
al
Tribunal,
con
las
características
de
protuberante, notorio o de bulto.
Es más, la inspección judicial y el dictamen pericial
insertos a la actuación, tampoco reflejan el conjunto de
elementos exigibles para usucapir, pues dichos medios
persuasivos, fuera de describir el inmueble, ninguna
referencia hacen a los “actos posesorios” desplegados por el
demandante, a la antigüedad de los mismos, ni siquiera la
clase de mejoras por él realizadas y la época de su
ejecución.
En efecto, tales medios de convicción, refieren de
manera idéntica que el predio cuenta con un portón de
dos puertas, igual cantidad de contadores empotrados en
la pared, 4 habitaciones, una de ellas utilizada como
bodega
con
materiales
y
herramientas
varias,
otra
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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“destinada a la habitación en donde vive el demandante (…) con la
sra. Inés Florian (…), la tercera (…) es utilizada como bodega de
muebles en madera (…), sigue una cocina en baldosa con mesón en
granito pulido (…) el baño y lavadero en granito con baldosa, sigue
un cuarto de habitación y (…) un área destinada a guardar objetos
varios”5, nada más, ni siquiera aluden a la existencia de
varios
pisos,
menos
de
un
tercero,
que
según
el
demandante, fue construido en su integridad por él, como
lo afirma en el hecho 3° del libelo incoatorio6, aspecto que
tampoco refirieron los testigos.
9.- Respecto de la queja según la cual se privilegió el
testimonio del cónyuge de la demandante y hermano del
actor y no los de los restantes deponentes, cabe decir que
en este campo el juzgador goza de discreta autonomía en
la valoración probatoria para tomar la decisión que
corresponda,
impugnador
por
lo
que
necesariamente
entonces,
debe
la
estar
tarea
orientada
del
a
demostrar que el error atribuido a aquél es notorio y
trascendente, esto es, de tal magnitud que al primer
golpe de vista sobresalga la contraevidencia inserta en la
sentencia combatida con la realidad que fluya del proceso
y que por tanto la providencia recurrida no puede
pervivir, de donde entonces, ésta solo podrá abatirse
“cuando el sentenciador se estrelló violentamente contra la lógica o
el buen sentido común, evento en el cual no es nada razonable ni
conveniente persistir tozudamente en el mantenimiento de la
decisión so pretexto de aquella autonomía” (…) (sentencia de 24
de noviembre de 2009, exp. 2003-00500-01).
5
6
fls. 317 a 324 c.1
fl. 42 c.1
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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Sala de Casación Civil
Es más, según lo expuesto en el citado fallo “en
presencia de varios testimonios contradictorios o divergentes que
permitan
conclusiones
opuestas
o
disímiles
corresponde
al
juzgador, dentro de su restringida libertad y soberanía probatoria y
en ejercicio de las facultades propias de la sana crítica establecer su
mayor o menor credibilidad (…) (CCIV, pág. 20 y CCXLIX, pág.
1360)”. (Cas. Civ. de 27 de octubre de 2000; exp. 5395)”.
10.- En cuanto al ataque consistente en que el
sentenciador
de
segundo
grado
omitió
hacer
pronunciamiento respecto de la confesión ficta que debió
deducirse de la incomparecencia de la demandada a
rendir interrogatorio de parte, si bien es verdad que tal
falencia se presentó, ella se muestra intrascendente, dado
que a la misma conclusión del Tribunal se llegaría, en
virtud de que no es el único elemento de juicio a valorar,
pues aquel fundó su decisión en otras probanzas que
analizadas en conjunto y de acuerdo con las reglas de la
sana crítica, posibilitaban sus conclusiones relativas a que
los testigos no refieren circunstancias suficientes que
permitan inferir los actos posesorios desplegados por el
accionante durante el lapso legalmente previsto, ni la
interversión del título. De todas formas, como lo ha
señalado la Sala, “la mera circunstancia de que en un fallo no se
cite determinada prueba o parte del contenido de la misma no
implica error manifiesto de hecho, a menos que de haber apreciado
tal medio la conclusión del pronunciamiento hubiera tenido que ser
evidentemente distinta de la adoptada por el sentenciador” (…)
(sentencia de 24 de noviembre de 2009, exp. 200300500-01.
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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En relación con el citado medio de prueba, la Sala en
fallo de 14 de noviembre de 2008, exp. 1999-00403-01,
precisó:
“(…) Tratándose de la confesión judicial provocada, tanto
dentro de un proceso como cuando se pide como prueba anticipada,
la no comparecencia del litigante legalmente convocado a absolver
el interrogatorio, o su renuencia a contestarlo, o sus respuestas
evasivas, traen como consecuencia, según lo prescribe el artículo
210 del ordenamiento procesal, que se presumirán ciertos los
hechos susceptibles de prueba de confesión sobre los cuales versen
las preguntas asertivas admisibles contenidas en el interrogatorio.
‘La misma presunción se deducirá, respecto de los hechos de la
demanda y de las excepciones de mérito, o de sus contestaciones,
cuando no habiendo interrogatorio escrito el citado no comparezca’.
La confesión ficta o presunta que en esas circunstancias se
produce, presupone la actitud renuente de la parte contra quien se
pide la prueba, que hace suponer la certidumbre de los hechos
sobre los cuales versa el interrogatorio, o de los afirmados por su
contradictor en los escritos aludidos en el mentado precepto; de
suerte que ella equivale a que el litigante contumaz o rebelde
admite la veracidad de los mismos, siempre y cuando sean de
aquellos que pueden ser acreditados por conducto de ese medio de
persuasión.
“(…)
“Por tanto, en las hipótesis en que se produce la ficta
confessio
‘acorde con el artículo 210 del C. de P. Civil, no es la
confesión en sí lo que se supone, sino la veracidad de los hechos
sobre los que ésta recae. Visto desde otro ángulo, el proceder del
litigante remiso no da lugar a que se presuma que éste manifestó
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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Sala de Casación Civil
que eran ciertos los hechos sobre los que debió haber declarado; lo
que la ley presume, reunidas las demás exigencias del caso, claro
está, es ni más, ni menos, que son ciertos los hechos susceptibles
de prueba de confesión’
(sentencia de 19 de diciembre de 2005,
exp. No.1996 5497 01).
“(…)
En todo caso, dicho elemento de persuasión tendrá el mismo
poder de convicción que el de una confesión real y verdadera, en
cuanto no exista en el plenario prueba eficaz que la destruya,
aserto que no sólo encuentra respaldo en el citado artículo 176,
sino, también, en el artículo 201 de la misma codificación, según el
cual ‘toda confesión admite prueba en contrario’.
“(…) Tampoco llama a dudas, en línea de principio, que la
confesión ficta está sujeta a las exigencias del artículo 195 Ibídem,
concretamente, a las concernientes con su validez, y, desde luego,
a los requisitos generales establecidos por el ordenamiento procesal
para la producción regular de cualquier medio probatorio, amén que
es indispensable que de la no concurrencia del citado a la audiencia,
de su actitud renuente o evasiva frente al interrogatorio, según sea
el caso, quede atestación escrita en el acta de la audiencia. Y por
mandato del artículo 22 de la Ley 794 de 2003, modificatorio del
artículo 210 del C. de P. Civil, en ella se harán constar, igualmente,
los hechos susceptibles de confesión (…)”.
En el caso sub examine, no se dejó constancia “en el
acta cuáles son los hechos susceptibles de confesión contenidos (…)
en la demanda (…) que se presumen ciertos”, como lo requiere
el tercer inciso del precepto 210 del citado Estatuto
Procesal Civil, pues allí solo se registró la asistencia del
apoderado de la parte actora, la incomparecencia de la
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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República de Colombia
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Sala de Casación Civil
demandada
y
la
inexistencia
de
sobre
cerrado
de
preguntas (fl. 272 c.1). Además se observa que en la causa
petendi no se manifiesta cuándo se intervirtió el título de
tenedor
del
inmueble
reclamado,
simplemente
el
demandante refiere que allí “lo dejó su hermano y cuñada”,
aspecto que no otorga certeza acerca de la “interversión del
título”,
de donde se infiere la inexistencia del yerro
enrostrado al Tribunal en lo atinente a ese aspecto.
11.-
Ahora
bien,
como
según
el
impugnante
extraordinario la “rebeldía” que el accionante le mostró a la
convocada referente a la devolución del predio quedó
establecida con lo manifestado por ésta en la Fiscalía,
puesto que allí admitió que al poco tiempo de haberle
dejado la habitación le solicitó la casa y no se la quiso
entregar, debe señalarse que de lo expresado por aquella
en dicha pieza procesal no se evidencia la conclusión del
casacionista y tampoco puede valorarse, en razón de que
no satisface los requisitos de aducción.
Véase, en cuanto a lo
primero, que después de
relatar las razones, fundamentalmente de solidaridad que
la
llevaron,
junto
con
su
cónyuge
a
permitirle
al
accionante y a su esposa vivir en una habitación del
aludido bien raíz hace “unos 25 años aproximadamente”, lo
que la convocada manifestó fue: “Les dejamos a ambos la
habitación donde convivieron pero al poco tiempo le pedí a él la
casa porque necesitaba mi casa, mis niños enfermos, uno enfermo.
Pero
nunca
me
la
ha
entregado”.
Como
las
referidas
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
45
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
expresiones
permiten
interpretar
que
a
pesar
del
requerimiento para que el demandante le reintegrara la
heredad a su dueña, aquel aún no “la ha entregado”, sigue
sin evidenciarse el presupuesto de la “interversión del título”
echado de menos por el Tribunal.
Adicionalmente, como antes se mencionó, las copias
del trámite penal que se hicieron llegar a la actuación
civil7, carecen de los requisitos previstos en los cánones
115 y 185 del C. de P.C., dado que no existe orden
judicial de expedición, como tampoco constancia de su
autenticidad, ni la firma del secretario, requisitos que
también la jurisprudencia exige, razón por la cual aquellas
no pueden tenerse con valor probatorio.
En efecto, en el oficio remisorio (fl. 271 c.1), el
“asistente judicial IV” de la Fiscalía se limitó a decir: “anexo a
la
presente
los
documentos
solicitados:
(…)
Fotocopias
de
declaración de Andrea Gil de Porras (…), de Ciro Erasmo Porras
Caro (…) [y] resolución de preclusión de fecha 10 de noviembre de
2009 (…) Total trece (13) folios”.
Respecto de los aludidos requisitos, la Corte ha sido
enfática en señalar que “La fuerza probativa de las copias
documentales trasladadas de procesos judiciales, en particular de
los penales, exige la orden del funcionario competente para
compulsarlas
y
autenticarlas
(artículos
115
y
185,
Código
Procedimiento Civil; 23 Ley 600 de 2000), en cuyo defecto, carecen
7
fls. 258 a 270 c.1.
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de valor probatorio (cas.civ. sentencia de 19 de mayo de 2011,
Exp. 05001-3103-010-2006-00273-01).
“En situación similar dijo la Sala que ‘las referidas copias de la
actuación penal fueron remitidas por las oficinas judiciales donde
reposaban los respectivos expedientes sin el cumplimiento de las
formalidades
establecidas
en
el
precepto
antes
citado
para
reputarse auténticas, esto es, haber sido ordenada su expedición
por el funcionario cognoscente del asunto y, en acatamiento de ello,
el secretario autorizarlas con su firma, actos que no aparecen
surtidos’ (…).
Así mismo, esta Corporación, con relación a la
autenticación de las copias de las actuaciones surtidas en un
trámite judicial precisó, en el fallo emitido el 22 de abril de 2002
(exp.6636), que de acuerdo con lo dispuesto en el precitado
artículo 254, ‘se trata, entonces, de un acto mixto o, si se quiere,
de naturaleza compleja, habida cuenta que la autenticación de la
copia de un documento que obre en un expediente judicial, reclama
la
participación
del
juez,
en
orden
a
posibilitar
-mediante
providencia previa- que la copia sea expedida con tal carácter, así
como del secretario del respectivo juzgado’, quien cumple la función
de ‘extender la diligencia de autenticación directamente o utilizando
un sello’, precisando ‘que el contenido del documento corresponde
exactamente al que tuvo a la vista’, según lo establece el artículo
35 del Decreto 2348 de 1983, tras lo cual procederá a suscribirla
con firma autógrafa, que es en lo que consiste la autorización
propiamente dicha’; añadió, seguidamente, que ‘establecidas, pues,
las condiciones bajo las cuales debe producirse este tipo de prueba,
para que ella tenga mérito probatorio, se requiere que exista
constancia de que los dos actos se verificaron, esto es, tanto el
relativo a la orden del juez como el concerniente a la autorización
del secretario, dada la estrecha y acerada vinculación que existe
entre uno y otro (…)’” (cas.civ. sentencia de 4 de agosto de 2010,
Exp. 68755 3103 002 1998 00198 01).
R.M.D.R. Exp. 11001-31-03-033-2004-00255-01
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“Las
copias
de
documentos
ostentan
idéntico
mérito
probatorio al de éstos, en las hipótesis del artículo 254 del Código
de Procedimiento Civil, o sea, cuando son autorizadas por notario,
director de oficina administrativa o de policía, o secretario de oficina
judicial, previa orden del juez, donde se encuentre el original o una
copia autenticada, sean autenticadas por notario, previo cotejo con
el original o la copia autenticada que se le presente o, compulsadas
del original o de copia autenticada en el curso de inspección
judicial, salvo que la ley disponga otra cosa, y en cuanto a las
compulsadas de otros procesos judiciales, es menester la orden del
juez al secretario para autenticarlas (cas.civ. sentencias de 10 de
abril de 2011, exp. 54001-3103-004-2004-00206-01 y 4 de
noviembre de 2009, exp. 2001 00127 01)” (fallo de 3 de
noviembre de 2011, exp. 2000-00001-01).
12.- Dentro de este contexto, es evidente que así
pudiera extraerse por medio de agudas elucubraciones
una
conclusión
distinta
de
la
que
exteriorizó
el
sentenciador, las argumentaciones probatorias expuestas
por éste, no resultan inverosímiles, absurdas, ni pugnan
con la razón, ya que evaluadas las pruebas en conjunto,
permiten
la
interpretación
y
conclusión
judicial
cuestionada en cuanto a que el demandante no acreditó
los “actos posesorios” ejercidos durante los veinte años que
la ley exige, como tampoco la interversión del título.
Aquellas motivaciones impiden así mismo, acoger el
segundo cargo en el que se le atribuye yerro fáctico al
sentenciador, al dar por sentado que lo entregado al
demandante por la opositora fue la totalidad del inmueble
pretendido en usucapión, cuando solo fue una habitación,
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y que según el censor, el Tribunal debió acceder a las
pretensiones respecto del resto del bien, con exclusión de
aquella, en acatamiento del artículo 306 del C.de P. C.,
según el cual “si lo pedido por el demandante excede de lo
probado, se le reconocerá solamente lo último”, puesto que la
falta de acreditación de los actos posesorios por el periodo
legal, impide declarar la prescripción, así se admitiera la
tesis del casacionista atinente a que respecto del predio
de mayor extensión no requería demostrar la “interversión
del título”.
13.- En conclusión, ha quedado establecido que el ad
quem no incurrió en el error protuberante y trascendente
denunciado, puesto que su consideración relativa a que el
accionante no demostró los “actos posesorios” respecto del
bien cuya usucapión pretende por el lapso legalmente
exigido, ni la “interversión del título”, no contraviene la
lógica, la razón o el sentido común, ni se enfrenta al
contenido objetivo del conjunto de medios de persuasión
incorporados a la actuación, y si bien la hermenéutica
presentada por el censor respecto de los mismos puede
ser admisible, al no ser la única, debe privilegiarse la del
sentenciador, al hallarse amparada de la presunción de
legalidad y acierto.
Sobre el particular, la Sala ha señalado: “En efecto,
‘partiendo de la base de que la discreta autonomía de los
juzgadores de instancia en la apreciación de las pruebas conduce a
que los fallos lleguen a la Corte amparados en la presunción de
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acierto, es preciso subrayar que los errores de hecho que se les
endilga deben ser ostensibles o protuberantes para que puedan
justificar la infirmación del fallo, justificación que por lo tanto no se
da sino en tanto quede acreditado que la estimación probatoria
propuesta por el recurrente es la única posible frente a la realidad
procesal, tornando por lo tanto en contraevidente la formulada por
el juez; por el contrario, no producirá tal resultado la decisión del
sentenciador que no se aparta de las alternativas de razonable
apreciación que ofrezca la prueba o que no se impone frente a ésta
como afirmación ilógica y arbitraria, es decir, cuando sólo se
presente apenas como una posibilidad de que se haya equivocado.
Se infiere de lo anterior, entonces, que cualquier ensayo crítico
sobre el ámbito probatorio que pueda hacer más o menos factible
un nuevo análisis de los medios demostrativos apoyados en
razonamientos lógicos, no tiene virtualidad suficiente para aniquilar
una sentencia si no va acompañado de la evidencia de equivocación
por parte del sentenciador, error que, según lo precisa el artículo
368 del Código de Procedimiento Civil, debe aparecer de manifiesto
en los autos lo que equivale a exigir que sea palmario; ‘... si el
yerro no es de esta naturaleza, prima facie, si para advertirlo se
requiere de previos y más o menos esforzados razonamientos, o si
se manifiesta apenas como una posibilidad y no como una certeza,
entonces, aunque se demuestre el yerro, ese suceder no tendrá
incidencia en el recurso extraordinario...’ (…)” (Sentencia de 17
de mayo de 2011, exp. 2005-00345).
14.- Lo así analizado conlleva a la improsperidad de
la censura, la imposición de costas a su proponente,
según lo previsto en el inciso final del artículo 375 del
Código de Procedimiento Civil, y el señalamiento de
agencias en derecho como lo dispone el precepto 392
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República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
ibídem, para lo cual se tendrá en cuenta que la opositora
no replicó la presente impugnación extraordinaria.
V.- DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Civil
de la Corte Suprema de Justicia, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE
Primero: No casar la sentencia proferida el 27 de
abril de 2012 por la Sala Civil del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá, D.C., dentro del proceso
ordinario promovido por Pedro Vicente Porras Caro contra
Andrea Gil de Porras y Personas Indeterminadas.
Segundo: Condenar en costas al recurrente en
casación e incluir en la correspondiente liquidación que
efectuará la secretaría, la suma de tres millones de pesos
($3.000.000), por concepto de agencias en derecho.
Tercero: Devolver la actuación al Tribunal de origen.
Notifíquese
MARGARITA CABELLO BLANCO
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Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ
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