Relato Infiernillo 2

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Hace un tiempo que mi amigo Sergio me invitó a integrarme al grupo de
Canotaje Travesía del club ACAL. Con él ya compartimos las aventuras de los ríos y
montes desde 1995, ya que tenemos un grupo que por lo menos una vez al año y durante
una semana nos tiramos no solo en canoas sino que en cosas raras que flotan a recorrer
cursos de agua de este país. Grupo de diferencia etárea (desde 6 a más de 70 años), de
niños, niñas y mayores (en este caso solo masculinos) que nos integramos en la aventura
de agua y monte.
Es así que en noviembre del año pasado nos sumamos a lo propuesto por ACAL,
y con tres canoas recorrimos (¿caminamos? debido a la poca agua) el río San José
(desde Paso del Rey a Monte Río). Posteriormente en abril de este año, remamos el
arroyo Aigüá (desde Paso del Avestruz a Avería), lo que ya fue relatado.
La propuesta ahora era distinta; nada de embarcaciones, solo un buen calzado y
a caminar en las sierras. Como muchos de los lectores, he tenido la oportunidad de
realizar alguna caminata por el día a lugares conocidos como los pozos Azules, subir al
Pan de Azucar. También otras no tan comunes, como estar algunos días y noches
recorriendo la sierra de las Ánimas con la mochila y carga en la espalda. En este caso se
trataba de la ida a la sierra del Infiernillo, a un campo privado y de acceso solo por
autorización que el amigo Celiar de Tacuarembó había conseguido.
Como dato de ubicación: Estancia de Gastón Mailhos, según figura en el mapa
del Geográfico Militar, Bañado de Rocha (J-11).
También la organización fue distinta, si bien no se cargaban las embarcaciones,
el acceso al campo probablemente no fuera apto para un ómnibus (lo que después
comprobamos) por lo que se tendría que usar los vehículos propios. Así es que en las
reuniones previas de los martes en el ACAL y gracias a la buena organización de Aqua,
Leo y Primo, se distribuyeron las carpas a llevar, los elementos comunes (parrilla,
botiquín, etc) y los vehículos.
Los que pusieron los vehículos todo terreno fueron: Leo (Peugeot Partner),
Victor (Ford Fiesta), Sergio (VW Polo), Rafael (Corsa Wagon), Ismael (Toyota), Pablo
(Hiunday H 100) y en Tacuarembó se sumó Sofía (Lada).
Participantes: Gerardo Ruske (Aqua), Daniel Brea (Primo), Leonardo Malnati
(Leo), Jose Barreiro, Laura Barú, Ismael Filippini, Clara Barbeito, Pablo Caffarena,
Francisco Eduardo Pucci, Victor Duarte, Daniel Introini, Hugo Duran, Rafael Leon
Barreto, Gustavo Bernardi, Sergio Carballo, Ignacio Ubilla, Rúben Furtado, Fátima
Duarte, Gustavo Balmelli (guía alternativo), Sofía Simeto, Ignacio Andreata (Nacho),
Celiar (nuestro guía perdido), Darío Fros (guía profesional) y Serrana.
La partida fue el sábado de madrugada aproximadamente a las 2:30. El viernes
previo fue de un clima muy agradable durante el día y los pronósticos nos auguraban un
fin de semana con clima soleado y con poca nubosidad. Distinto fue lo que se vivió en
las horas previas a la partida: una densa neblina que por momentos se transformaba en
llovizna que nos molestaba en el momento de cargar los vehículos además de
humedecernos la ropa que llevábamos en ese instante no tan apta para ese clima. De la
misma manera la ruta hacia Tacuarembó se realizó con cuidado extremo ya sea por la
superficie mojada y resbaladiza del pavimento, así como por la poca visibilidad. Por
supuesto además de la humedad el frío siempre estuvo presente, así que conductor y
acompañante (encargado del mate) tuvieron que soportar bien atentos el viaje, que de
todas maneras se hace con otras ganas cuando se sabe que el destino es la aventura.
Luego de una parada en Durazno en una estación en la ruta (agua para el mate,
algunas provisiones menores, etc) la siguiente parada sería la ciudad de Tacuarembó.
Arribamos pasadas las 7:00 hs donde se reaprovisionó de combustible a los autos, ya
que se nos dijo y con razón que “la tirada hasta el Infiernillo es larga”. Parada también
obligada ya que se nos unía “el guía” Celiar con su perrita Loba además de Gustavo
Balmelli, Sofía y Nacho con locomoción propia (Lada). Cuando se nos unen los
“tacuaremboenses” en la segunda rotanda sobre la ruta 5, se improvisa un desayuno con
mate y otras bebidas, y los bizcochos adquiridos en esa ciudad bautizados como los
“masudos” (en honor a su tamaño) por uno de los caminantes.
Volvemos a la ruta 5 rumbo a Rivera hasta el camino a Paso del Cerro, Cañas y
Estación Laureles que se toma a mano izquierda a unos 17 Kms al Norte de
Tacuarembó. Al principio es similar a un camino rural pasando por puentes ya
señalizados como en mal estado; camino bordeado por campos forestados
principalmente de pinos, donde ya la topografía comienza ha ser ondulada.
Lamentablemente seguía la niebla aunque con menos intensidad lo que nos permitía
visualizar unos 500 mts y en algunos lugares menos. Llegamos a la primera bifurcación
y doblamos a la izquierda. Ya el camino se hace más complicado, se pasa por un caserío
(¿¿Cañas??Paso del Medio) y de a poco los puentes se transforman en construcciones de
madera o simplemente dejan de existir para pasar directamente por la zanja. Ya el
camino se va transformando en dos huellas hasta arribar a la primer tranquera que
encontramos donde había dos paisanos a quienes preguntamos como llegar al punto
deseado. El usado y abusado auto de Sergio (tantos transportes recargado y
generalmente con trailler) nos da un problemita con el ventilador por lo que nos
retrasamos un poco del grupo, pero conseguimos un valioso “handy” (trasmisorreceptor) ya que cerrábamos la caravana. Nuevamente en el camino, vemos que se hace
más dificultoso, con obstáculos realmente interesantes lo que convierte este trayecto en
una travesía vehicular, y que por sí sola daría lugar para otro relato, por lo que no voy a
ahondar más en este tema. Finalmente por el handy nos enteramos de la llegada al lugar;
fuimos los últimos en arribar a una planicie realmente hermosa, con poca vegetación o
rala por lo que el viento se hacía sentir pero ya no tan frío, o bien por la hora (alrededor
de las 11:00 del sábado) o bien por la emoción del arribo.
Ya preparados para el recorrido, nos enteramos que no era el lugar a que íbamos
(Gruta de Los Cuervos) pero a pesar de no tener una gran visibilidad, se podía apreciar
un hermoso paisaje de cerros y valles que sumado a la falta de sol por las nubes, nos
brindaba un espectacular matiz de verdes de la abundante flora nativa. Quisiera acá
aclarar, que en la web encontré cerca de Tacuarembó un lugar al que llaman Gruta de
los Cuervos y Valle de los Helechos, con descripciones algo ambiguas en cuanto a su
ubicación pero me parece que se trata de un lugar diferente a este de la sierra del
Infiernillo.
Para la partida realizamos un apronte de las micro mochilas, donde se pone agua
para hidratarse, alguna otra bebida a gusto del usuario, comida para el primer almuerzo,
alguna fruta y algún artículo extra (cámara, filmadora, etc) y a caminar. El primer
trayecto fue por sobre la cima de la sierra, donde se apreciaban pequeñas quebradas y
murallones de piedra, plantas interesantes como cardos y otras, además de las conocidas
chircas y las diferentes clases de árboles de nuestro monte nativo. Realmente la vista es
hermosa lo que llevaba a diferentes paradas de los integrantes del grupo ya sea para
tomar imágenes o simplemente para apreciar el paisaje, lo que provocaba en un grupo
de 30 personas la dispersión de sus integrantes y la locura de los guías y organizadores.
A medida que pasábamos de cerro la altura disminuía levemente y nos preparábamos
para bajar al valle. En una elevación con matorrales altos, el grupo se dividió en dos:
los que continuaron para buscar una bajada y los que propusimos un lugar cercano a un
alambrado, que nos parecía adecuado para ir al valle.
Cerca de este alambre encontramos un sendero que entraba al monte el cual
recorrimos con las dificultades propias de esta aventura: vegetación y troncos a sortear,
bajadas empinadas y mucho monte alrededor.
Luego de 30 minutos de bajada nos encontramos ante un claro, con piso
inclinado y con gran claridad aunque el sol se escondía tras la neblina y atendiendo que
estábamos cerca a la 1:00 de la tarde era el sitio ideal para el almuerzo. Nos instalamos
y aparecieron todo tipo de comidas tal cual un picnic: sándwiches, milanesas al pan,
todo tipo de tortas y tartas (pascualina, fiambre, etc) y los infaltables huevos duros, por
supuesto todo declarado como casero y realizado por la propia mano de quien lo servía.
En fin un excelente momento para compartir las provisiones, de camaradería y por
supuesto para descansar un poco atendiendo a la ayuda natural de la inclinación del
terreno; tal es así que dio lugar para una reparadora siestita en posición tipo “reposera”.
A las 14:00 retomamos la caminata entrando nuevamente en el monte y algunos
minutos más tarde llegamos al valle. Aunque estaba nuboso la vista era hermosa, en este
caso rodeados por cerros y pequeñas elevaciones de piedra de algunos metros de alto
que fueron aprovechadas para treparlas.
Mi amigo Sergio que estaba con el otro grupo relata así su experiencia:
Salimos en un grupo exploratorio Pablo, Clara y yo siguiendo a Aqua que
llevaba GPS. Bajamos hacia un arrollo y tratamos de volver trepando por un sendero.
- ¿Estás seguro que por acá se vuelve? Pregunta Pablo.
- Me parece Pablo que necesitas un curso de orientación, contesta Aqua.
Como el líder y quien llevaba el GPS era Aqua, nos callamos y seguimos sus
instrucciones. En el camino veo un cerro que aumenta mis sospechas de que vamos en
rumbo equivocado y pregunto:
- ¿No es éste el cerro chato que pasamos hace un rato?
- No, éste es otro cerro, es que acá todos los cerros se parecen, contesta Aqua.
- ¿Por qué no mirás el GPS a ver si vamos bien?
- Es que así no tiene gracia, hay que aprender a orientarse con la naturaleza, me
contesta.
Continuamos el camino hasta que nos volvemos a encontrar con el arroyo, y todo lo que
habíamos pasado antes. En ese momento Aqua se digna a mirar el GPS y dice.
- Paaa, ¡¡hicimos un recorrido en redondo!!
Lo que motivó las risas y burlas de quienes lo seguíamos como líder.
Con la última tecnología en comunicación (a los gritos) hicimos contacto con el
grupo de Sergio, Pablo, Clara y Aqua para coordinar las actividades. Así es que
continuamos recorriendo el valle, enfocándonos hacia un cerro donde el monte no se
apreciaba tan denso y la vegetación no se veía tan tupida, a fin de realizar la subida. En
la ladera de este cerro, se encuentra un lindo monte, con árboles de porte alto y unos
hermosos naranjales que fueron aprovechados por algunos para degustar sus ricas
frutas; luego un claro y finalmente todo el rigor de la cuesta. Empinada lo suficiente
como para subirla en zigzag, con vegetación no muy alta que servía de agarre, no de
gran dificultad pero si exigiendo un buen esfuerzo físico. Al final de la subida, salimos
casi en el sitio exacto donde estaban los autos.
Los datos de GPS de esta caminata fueron:
1ra caminata 305 m de altura
Bojamos a 176 m
Total 129 m Distancia 6,76 Km
Al fin de esta etapa nos esperaba Celiar con una noticia: Durante nuestra
caminata había aprovechado para hacer la suya y encontró esta vez sí la ansiada Gruta
de los Cuervos. Una vez que llegamos todos partimos rápidamente en los autos hacia el
lugar.
Llegamos a un lugar realmente hermoso, recomendable para todo aquel que le
guste esta actividad. Un quebrada entre dos cerros no tan distantes, con paredones de
piedra de más de 10 mts y un monte en lo bajo que protege el cauce de una cañada casi
seca en esta época. Unos metros más adelante un manantial saliente del cerro, que
termina en una gran caída (de por lo menos 30 metros) en cascada con paredones
verticales de una altura importante; hacia el otro lado y pasando un alambrado, se puede
apreciar todo el cañón y su terminación en un valle donde se pierde la visual. En fin, por
todos lados la vista es hermosa y hay una variedad de miradores naturales que permitió
sin problemas disfrutar la visual aún para nuestro grupo tan numeroso. Rápidamente se
desdió armar ahí el campamento; un gran árbol a orilla del monte y marcando el fin de
la cúspide del cerro, fue el lugar elegido para colocar el fogón. Se venía la tardecita y
fundamental era el trabajo de equipo: Unos a armar las carpas compartidas, otros a
buscar leña, otros con el fuego, se coloca un toldo, etc todo para que en 20 minutos se
arme el campamento.
Después a preparar la cena: 22 colitas de cuadril rellenas, chorizo de
Tacuarembó, papas al plomo además de ensalada y salsas; comida para esa noche y
picar al mediodía del domingo. Primo y Celiar con maestría rellenaron la carne, Leo,
Aqua, Sergio y otros arrimaban brasas, algunos servían líquidos espirituosos, otros
comentaban la jornada, en fin la típica rueda de monte alrededor del fogón. Sobra decir
lo exquisito que estaba la comida; algunos siguieron la sobre mesa y muchos a
descansar del viaje y la jornada, además el domingo prometía ser intenso.
La noche fue fría pero no tan helada como estábamos esperando, el amanecer del
domingo nos muestra un día similar a los anteriores: una bruma y niebla intensa que por
momentos se transforma en llovizna. Se nos une al grupo como guía Darío y Serrana; el
objetivo era bajar a la gruta, recorrer la cañada y volver a trepar. Desayuno variado sin
que falte el mate matinal y a las 9:00 se fija la partida.
Salimos rumbo al manantial que forma la cascada y bordeando la gruta nos
internamos en el monte para realizar la bajada. Se hacía sin dificultad ya que salvo
algún pequeño trayecto no era tan inclinada; pasado un tiempo llegamos a una cañada
afluente del Tres Cruces que corría entre piedras y grandes rocas formando también
pequeños lagunones. Continuando llegamos al cauce de la cañada principal que se
encontraba prácticamente seco y comenzamos a recorrerlo. El monte era hermoso con
variedad de especies, veíamos palmas, formación de ejemplares muy jóvenes de ombú,
y valles de helechos; por el cauce se apreciaban troncos y ramas grandes mostrando que
esta cañada puede tener bastante corriente de agua que producía ese arrastre. El micro
clima nos obligó a muchos a sacarnos algo de abrigo en parte debido a una temperatura
mayor, como a la humedad. Pasado un tiempo arribamos a la caída de la cascada bajo
los murallones de piedra, por supuesto lugar donde se realizaron varias fotos del grupo.
Algunos aprovecharon para mojarse parcialmente, otros totalmente y otros a descansar y
admirar la belleza del lugar. Transcurrido el tiempo de regocijo queda la última etapa de
la mañana: La Subida. Esta sí que es una trepada y bien inclinada, imposible hacerla sin
el uso constante de las manos y permanentemente corrigiendo rumbos; tal es así que se
van tendiendo cuerdas para ayuda de los que iban detrás.
Salimos en el lugar exacto del fogón del campamento y se registraron estos datos
de GPS:
2da caminata 290 metros altura
Bajamos a 235 m
Total 55m
Distancia 3,23 Km
Enseguida nos preparamos para el almuerzo. El cielo se había despejado un poco
(aún sin sol) y facilitó la desarmada del campamento. Pasado el mediodía, se cargan los
autos a fin de salir al último destino: La cañada del Humaitá.
Subidos a los vehículos vemos la aparición y con fuerza del sol, así que
recorremos el camino con luminosidad y teniendo otra visual de la sierra y cerros.
Llegamos a una portera donde se dejan los autos y otra vez a caminar por este
cerro, con ligeras pendientes, algo de matorrales y piedras flojas; a lo lejos se ven valles
y cierras y transcurrido unos 30 minutos paramos para organizar. Según los entendidos
nos llevaría algunas horas llegar a la cascada por lo que era difícil realizarlo para todo el
grupo. Así fue que cuatro del grupo decidimos bajar el cerro para ver hasta donde
podíamos avanzar; en la primer parte había matorrales de diferentes alturas, luego algo
de monte y finalmente llegamos al valle; acá nos dividimos a fin de reconocer el
terreno, en mi caso buscaba dentro del monte cursos de agua para ver si encontraba la
ansiada cascada. Transcurrido un rato largo de exploración, escucho los gritos de los
otros compañeros, me aproximo y veo que el guía Darío y su señora también habían
venido, pero lo más importante es haber encontrado el objetivo:
Un cauce en piedras planas, de unos 3 o 4 mts de ancho que baja en forma
inclinada o con pequeños saltos, de unos 200 mts de largo, el arroyo forma pequeños
pozos ideales para un baño, y que termina en un impresionante salto de unos 10 mts que
forma un pozo natural casi inaccesible y bordeado por altos murallones de piedra. Nos
quedamos unos 20 minutos para tratar de retener en la memoria este hermoso lugar
además de tomar las fotos para recordarlo.
No podíamos demorar mucho al grupo (además el camino en auto se debía hacer
de día) por lo que regresamos pero esta vez bordeando el cerro. Aún así no nos
salvamos de una subida empinada y con piedras sueltas que nos exigió bastante esfuerzo
para unirnos al grueso del grupo.
Reunidos todos sacamos la tradicional foto del grupo, y a los vehículos. El
camino hasta la ruta 5 fue mayoritariamente en bajada y con un sol luminoso que ahora
sí nos regalaba hermosas vistas de valles y sierras.
En Tacuarembó nos despedimos de los locatarios. Ya era de nochecita y nos
esperaba el regreso a Montevideo. Aunque teníamos un poco de cansancio físico, nos
dimos cuenta de la gran recompensa de ese fin de semana.
Ignacio Ubilla
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