LA PRUEBA EN EL PROCESO PENAL ACUSATORIO José Martínez Ríos “Una ruda manera de juzgar es el índice de una sociedad que todavía no es culta” (Francesco Pagano). Sumario: 1. Concepto y Características Básica; 2. El Estado o Presunción de Inocencia; 3. La libre valoración de la prueba en el proceso penal acusatorio; 4. ¿Es posible admitir las presunciones en un sistema penal acusatorio?; 5. Palabras Finales. 1.- CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS BÁSICAS La prueba en el proceso penal acusatorio está constituida por aquella actividad que han de desarrollar las partes acusadoras en colaboración con el Tribunal a objeto de desvirtuar el estado de no culpabilidad respecto del delito que se le atribuye o derecho a la presunción de inocencia, el cual es el punto de partida de toda consideración probatoria en un proceso penal que se inicia con la verdad provisional o interina de que el imputado es inocente. Ahora bien, si la clave de todo proceso radica en la prueba, en el proceso penal adquiere dimensiones más trascendentes, por cuanto los resultados del proceso va a recaer en derechos de especial importancia del imputado. Los caracteres básicos de la prueba en el proceso penal acusatorio son los siguientes: 1.- Carga material de la prueba corresponde a la parte acusadora. 2.- Sólo tiene el carácter de prueba las practicadas en el juicio oral, bajo los principios de inmediación, contradicción, publicidad e igualdad. 3.- Las pruebas deben de haber sido obtenidas por medios lícitos. 4.- Las pruebas requieren de cierta entidad, no bastando las conjeturas o las meras sospechas. 5.- Existe libertad en los medios de prueba. 6.- Existe libre valoración de la prueba. Sobre el desarrollo de la primera y la última de las características recién referidas es donde centraré el resto de mi exposición. 2.- EL ESTADO O PRESUNCIÓN DE INOCENCIA Este estado o derecho a la presunción de inocencia radica en el respeto a la dignidad personal del imputado, por lo que se le reconoce durante todo el proceso un estado jurídico de no culpabilidad respecto del delito que se le imputa, recogido en el artículo 4º del Código Procesal Penal que al efecto señala que “Ninguna persona será considerada culpable ni tratada como tal en tanto no fuere condenada por sentencia firme”. Dicha norma no hace sino recoger la garantía procesal de la carga acusatoria de la prueba (nulla accusatio sine probatione). Por lo mismo, en el proceso penal, el primer movimiento incumbe a la acusación y, al estar la inocencia asistida por el postulado de su presunción hasta prueba en contrario, esa prueba contraria debe aportarla quien niega aquélla formulando la acusación. Ello no excluye, por cierto, el derecho del imputado a acreditar su inocencia mediante la introducción de pruebas de descargos. El juicio de culpabilidad deberá ser inducido o deducido de datos probatorios objetivos, y como señala Cafferata “nunca deducido de presunciones que se pretendan inferir de la negativa expresa del imputado a colaborar con el proceso, ni de su silencio, ni de sus explicaciones insuficientes o mentirosas, o de otras situaciones similares. Es por esto, que el principio de inocencia será vulnerado tanto por una sentencia condenatoria dictada sin la evidente y probada concurrencia de los extremos objetivos y subjetivos de la imputación, como también por la aplicación de figuras penales que repriman comportamientos penales inocuos sólo por que ellos permitan presumir la comisión (no probada) de un delito o su futura comisión (delito de sospecha), o que pongan implícita o expresamente en cabeza del acusado la carga de probar su inocencia”. Sólo la convicción firme y fundada en pruebas de cargo legalmente obtenidas sobre la existencia del delito y la culpabilidad del acusado, permitirá que se aplique la pena prevista, pues sólo así habrá quedado destruido el principio de inocencia. Dicho de otra forma, para dar por destruida la inocencia será necesario que la acusación haya sido confirmada por un conjunto de pruebas de cargo concordantes con ella, no desvirtuadas por ninguna prueba de descargo, y que además descarten la posibilidad de alguna conclusión diferente o hipótesis en competencia, es decir, cuando las pruebas hagan inevitable la condena. 3.- LA LIBRE VALORACIÓN DE LA PRUEBA EN EL PROCESO PENAL ACUSATORIO El sistema de libre valoración de la prueba es intrínsico al proceso penal acusatorio y una exigencia del mismo, partiendo de la base que en tal sistema se trata de apreciar la actividad probatoria de los intervinientes sin que el juez, como ha señalado la jurisprudencia alemana, “se encuentre vinculado a reglas probatorias, es decir, a disposiciones legales acerca de la eficacia de las pruebas ni a disposiciones que establezcan los presupuestos bajo los cuales un hecho debe considerarse acreditado”. En este sistema el juez tiene libertad para alcanzar o no la convicción de un hecho en tanto no se cuestionen máximas de experiencias generalmente reconocidas o se trate de decisiones absurdas o arbitrarias. Nuestro Código Procesal Penal recoge este sistema de libre valoración de la prueba en el artículo 297, en cuyo inciso 1º se encuentra la norma fundamental del mismo, en cuanto señala que “Los Tribunales apreciarán la prueba con libertad, pero no podrán contradecir los principios de la lógica, las máximas de experiencia y los conocimientos científicamente afianzados”. En esta norma se señala que los jueces tienen libertad de valoración, pero que esa libertad reconoce tres limitaciones: 1) los principios de la lógica, 2) las máximas de experiencias y 3) los conocimientos científicamente afianzados. Lo que me interesa resaltar, para lo que se dirá más adelante, es la idea que el legislador procesal le impone a la libre valoración del juez sólo esas limitaciones y no otras. Vinculada a esa norma, en mi parecer, se encuentra la norma del artículo 340 del mismo Código relativa al grado de convicción que deberá alcanzar el Tribunal para dictar una sentencia condenatoria, la que reconoce que dicha convicción debe alcanzarse con la apreciación libre que efectúa el Tribunal sobre la base de la prueba producida durante el juicio oral. Sobre esta última norma volveré más adelante y con más detalle cuando trate el tema de las presunciones legales. Finalmente para redondear el punto, debo señalar que la consecuencia de este sistema consiste en que no existe limitación de elementos de convicción que pueden emplearse en el proceso penal, ni se establecen a priori el valor probatorio de ninguno de los elementos de convicción que pueden producirse en el proceso; ni tampoco se limita con carácter general y abstracto, el número de pruebas que puede producir cualquiera de las partes en el juicio, las que en definitiva son las características distintivas e insoslayables del sistema de libre valoración de la prueba. 4.- ¿ES POSIBLE ADMITIR LAS PRESUNCIONES EN UN SISTEMA PENAL ACUSATORIO? En este esquema de un proceso penal acusatorio y con las características ya referidas, especialmente las analizadas en esta ponencia, cabe preguntarse si en él tienen o no cabida las presunciones, entendiendo por tales, las denominadas presunciones legales en sentido estricto o presunciones simplemente legales. Como primera cuestión me parece necesario dejar asentado que las presunciones son propias del sistema de prueba legal o tasada. Como segunda cuestión, que la presunciones de ninguna manera son o pueden ser consideradas un medio de prueba, como erróneamente se entiende desde antiguo en nuestra legislación. Es así como sería absolutamente inimaginable, por ejemplo, que una de las partes durante el juicio oral señalara que va a rendir su “prueba de presunciones”. Ahora bien, si las presunciones no son un medio de prueba ¿qué son entonces?. Se ha señalado que las presunciones son normas de onus probandi, o sea, normas que alteran las reglas generales sobre carga de la prueba, no obstante, me parece más acertada aquella opinión que sostiene que ello no es exacto, en estricto rigor, puesto que las presunciones son normas sobre valoración de la prueba que son aplicadas por el juzgador al momento del pronunciamento de la sentencia. En efecto, las presunciones se enmarca dentro de lo que Ferrajoli denomina pruebas legales positivas que son aquellas en presencia de las cuales la ley prescribe al juez que considere probada la hipótesis acusatoria aunque contraste su libre convicción. Por lo anterior, es que resulta que las presunciones son naturales y coherente en un sistema inquisitivo y de prueba legal tasada, propia de un derecho penal máximo, cuyo objetivo es que ningún culpable quede impune (a diferencia del derecho penal mínimo cuyo objetivo es ningún inocente sea condenado), y en donde el legislador señala al juez pormenorizada y detalladamente el valor que debe atribuir a cada medio de prueba y, en el caso de las presunciones, cuales son las conclusiones que tiene que deducir o inferir al probarse sus presupuestos. Por lo mismo, creo que existe una contradicción insalvable existente entre la lógica y fundamentos de un sistema inquisitivo, en donde cabe y se encuadran las presunciones, y la de un sistema acusatorio en donde aquellas no tienen cabida, lo que se evidencia no solamente acudiendo a los principios formativos de uno y otro sistema, sino que también por razones de texto. En efecto, un sistema de libre valoración de la prueba, como señalara en el párrafo anterior, el juez tiene libertad para apreciar la prueba, en la medida que no contradiga los principios de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados. Pero si aceptamos que el juez bajo determinados supuesto está obligado a dar por establecidos ciertos hechos, entonces debemos de aceptar que el juez perdió su libertad de valoración, puesto que es el legislador quien está valorando la prueba, es éste quien hace un razonamiento lógico de deducción y de inducción; y no el juzgador. Es el legislador sentado en la silla del juez quien valoró. En consecuencia, al aceptar una presunción en un proceso acusatorio implica pasar por sobre el artículo 297 del Código Procesal Penal que establece la libertad de valoración por el juez y sus limites (dentro de las que no se señalan las presunciones). Pero además, se atropella el artículo 340 que señala que “nadie podrá ser condenado sino cuando el tribunal que lo juzgare adquiriere más allá de toda duda razonable, la convicción de que realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en él hubiere correspondido al acusado una participación culpable y penada por la ley.” Por su parte el inc. 2º señala “El Tribunal formará su convicción sobre la base de la prueba producida en el juicio oral”. De las expresiones utilizada en el inc. 1º “cuando el tribunal que lo juzgare adquiere” y del inc. 2º “El tribunal formará su convicción” deriva inequívocamente que es el tribunal quien debe adquirir y formar la convicción, no el legislador, es el tribunal quien libremente debe efectuar los razonamientos lógicos de inducción y de deducción; no el legislador. Por su parte, la expresión “realmente” es esencialmente opuesta a una presunción, en que el juez “debe considerar” tal o cual cosa, con independencia de su convicción en cuanto si “realmente” sucedió de esa manera o no. Asimismo, el imperativo en orden a que la formación de la convicción del tribunal se funde en “la prueba producida en el juicio oral”, niega posibilidad a que la convicción se funde en presunciones establecidas por el legislador. La importancia de rechazar la posibilidad de que el juez funde su sentencia en base a los imperativos de las presunciones cobra especial importancia en aquellos casos en que el juez en virtud de la prueba producida en el juicio oral no tenga la convicción de que los hechos han ocurrido como lo sustenta la acusación, es decir, tenga duda razonable sobre la ocurrencia de los mismos, pero no se ha rendido prueba que desvirtúe las conclusiones a las que debe de arribar por causa de la presunción. Esta situación genera la disyuntiva de rechazar la presunción o aceptar su procedencia. Ahora si nos inclinamos por la última alternativa debemos aceptar una condena que no se ha producido sobre la base de la libre apreciación de la prueba y sobre la convicción del tribunal, elementos que, según hemos visto, están íntimamente ligados a la esencia de un sistema acusatorio del proceso penal. 5.- PALABRAS FINALES. Pasar de un sistema inquisitivo a un sistema verdaderamente acusatorio es una tarea mucho más compleja que pasar de un proceso secreto y escrito a uno oral y público, sino que impone el adoptar todas aquellas características inherentes a un sistema de esa características. Es por ello, que habiendo una decisión legislativa en orden a abandonar el sistema inquisitivo para pasar a uno acusatorio, se debe efectuar una interpretación de las disposición legales en concordancia con los mismos, sobre todo en aquellos casos en que pueda existir contradicción entre normas del Código Procesal Penal, inspiradas en una lógica acusatoria, y aquellas contenidas en otros cuerpos legales que, normalmente, razonan sobre una lógica coherente con un sistema inquisitivo fuertemente arraigado en nuestros textos legales.