Pquia. Ntra. Sra. de la Candelaria-Iglesia La Viña 2011 GUÍA LECTIO DIVINA para C.B.P. Domingo 15º durante el año 10 de Julio de 2011 1) INVOCAMOS LA LUZ Y LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO: Ven, Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. cura nuestras heridas, suaviza nuestra dureza, enciende nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos. Concede a tus fieles que en Ti confían, tus siete sagrados dones. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría. Amén. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio para el hombre, descanso en el trabajo, templanza de las pasiones alegría en nuestro llanto. Penetra con tu santa luz en lo íntimo del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente. ORACION COLECTA “Señor, que iluminas a los extraviados con la luz de la verdad para que puedan encontrar el camino, concede a los que hacen profesión de cristianos rechazar lo que se opone a este nombre y comprometerse con tocas sus exigencias. P.J.N.S. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, 2) PARTIR DEL TEXTO DE LA VIDA MIREMOS JUNTOS NUESTRA REALIDAD Nosotros, llevamos un tiempo ya recibiendo la semilla de la Palabra de Dios en nuestras vidas, personal y comunitaria, cómo la estamos recibiendo? Qué frutos va produciendo? 3) LECTURA: hacemos silencio Is 55,10-11 ¡Habla, Señor, que tu pueblo escucha! 4) REALIZAMOS EL ECO : 5) REFLEXIONAMOS ¿QUÉ DICE EL TEXTO? V 11: La Palabra de Yavé es semejante a un mensajero que no vuelve hasta cumplir su misión. Está personificada como en otro lugar la Sabiduría Pro 8, 22 o el Espíritu Is 11,2 La Palabra de Dios es viva, capaz de fecundar, engendrar y generar vida. Y la fidelidad del creyente se mide exactamente desde ese criterio. ¡Qué gran actualidad recobra hoy este pasaje, en una era especialmente inundada por tanta palabra que poco a poco intenta asfixiar la Palabra! ¿Cuál es la tarea del creyente? Ser creyente y servidor de la Palabra, pero ¿cómo? 6) MEDITACIÓN: 7) ORACIÓN COMUNITARIA: 8) ACTUAMOS: PROPÓSITO DE ESTE ENCUENTRO: personal y comunitario APÉNDICE: Mt. 13, 1-23 Este párrafo se encuentra en el Discurso en parábolas: 13,1-52: la cuestión predominante que impregna todas estas parábolas es la diversidad de reacciones ante la predicación de Jesús. Por esta razón se encuentran en un lugar muy lógico en el evangelio, pues le siguen discusiones, acusaciones y condenas: diversas reacciones frente a Jesús. Dentro del contexto de la narración como un todo, la oposición y la hostilidad conducen a un cambio de estrategia: Jesús comienza ahora a hablar en parábolas – en hebreo “mashal” significa varias cosas: comparación, proverbio dicho sentencioso, apólogo e incluso adivinanza o enigmaUna parábola se basa siempre en una imagen, acontecimiento o relación simple tomada de la vida cotidiana, con una peculiaridad llamativa por la que el oyente es invitado a entrar en una búsqueda activa para descubrir un significado espiritual más hondo en las realidades descritas más simples. En este contexto, el discípulo, como oyente y creyente, no ha de ser un receptor pasivo de la enseñanza, sino que tiene la tarea de investigar su significado en diversos planos, de encontrar una nueva conexión o aplicación en medio de las facetas cambiantes de la vida humana. Con respecto a cada parábola, hay que tener abiertos lo oídos y los ojos para ver cómo esas mismas metáforas se aplican en formas libres y creativas a cuestiones doctrinales, morales y personales. En labios de Jesús, las parábolas son relatos breves que buscan, sobre todo, iniciar a los oyentes en los misterios del reino de Dios. Por medio de imágenes o comparaciones que llaman la atención e invitan a reflexionar, Jesús explica (o más bien, hace descubrir) una verdad profunda o una realidad espiritual. La parábolas por lo tanto son una revelación en acto, que actúa inmediatamente sobre la persona que la escucha y es capaz de abrir su espíritu a la comprensión. La enseñanza dada a través de comparaciones exige un compromiso por parte del discípulo que oye. La comparación brinda la enseñanza envuelta en un ropaje que es necesario traspasar para alcanzar el centro. El discípulo no puede quedarse tranquilamente con la narración que se le ha hecho, sino que debe comenzar a cuestionarse hasta comprender lo que esa narración quiere decir y lo que en la enseñanza lo afecta a él mismo. Únicamente un discípulo bien dispuesto puede llegar a encontrar este valioso contenido, pero los que no estén dispuesto a la fe de la misma manera, se encontrarán sólo con una narración más o menos interesante o tal vez más o menos enigmática. Son como un instrumento que produce diverso efectos: para unos es una forma de facilitarles la comprensión del misterio del Reino de los cielos, mientras que para otros es como una obstáculo que lo oculta totalmente. El versículo introductorio afirma que Jesús salió a la orilla del mar y expuso esta parábola a la gran multitud que se había congregado. Se constata fácilmente que la barca sirve de púlpito natural y que la playa proporciona una buena acústica. La posición sedente de Jesús frente a la multitud en pie, simboliza su autoridad para enseñar. La parábola describe la siembra de semillas realizadas por el sembrador; dichas semillas caen en cuatro tipos diferentes de tierra, con los resultados consiguientes. “El que tenga oídos para oír que oiga” se hace eco del “shemá Israel” y del constante llamamiento de Israel a la escucha espiritual (Is 32,3; 43,8; 50,4.5; 55,3) El éxito increíble de esta siembra que llega a rendir el ciento por uno, manifiesta el triunfo final, del reino aun en medio de la oposición que Jesús y sus discípulos han comenzado a experimentar, la imagen del crecimiento de una siembra se repetirá de nuevo en las parábolas siguientes como un medio de intentar explicar la naturaleza y carácter del reino especialmente a la luz de su estado durante la predicación de Jesús. Jesús dirige la atención de sus oyentes hacia la suerte que corre la semilla. En cada siembra hay un serie de fracasos, y no es poca la cantidad que se pierde debido a la esterilidad del suelo, pero no por eso la siembra resulta infructuosa. El rendimiento abundante de la semilla caída en tierra fértil asegura el éxito de la cosecha y la certeza del triunfo final debe suscitar en el momento de la siembra una confianza esperanzada y gozosa. Esto sucede con el reino de Dios que irrumpe ya en la persona de Jesús. A pesar de los obstáculos que encuentra, el Reino está llegando con una fuerza irresistible y al fin se manifestará en la plenitud de su gloria. Nada se dice de cuándo y de cómo llega el reino de Dios. A Jesús le basta la certeza de su llegada gloriosa para infundir confianza y alentar el ánimo desilusionado de sus discípulos. El mensaje de las parábolas, como el evangelio en general, incluye un apremiante llamado a la reflexión, a la conversión y a la fe: El que tenga oídos que oiga. Para la comprensión de la parábola de hoy sería bueno leer la comparación que hace Isaías de la Palabra de Dios como la lluvia que empaña la tierra y la hace fértil, de la primera lectura (Is 55,10-11); invita ala esperanza, asegura que la Palabra de Dios es siempre eficaz y fecunda. ....... La perspectiva es optimista, a pesar de todos los obstáculos que los humanos le ponemos, la Palabra de Dios está llena de vigor y siempre produce fruto y, a la larga, es fecunda. Pero también hay que tener cuidado de que no se estropee su eficacia. Porque por muy poderosa que sea esa Palabra, no actúa automáticamente, depende del terreno que encuentre. Pero lo cierto es que Dios la siembra con mucha ilusión como un campesino siembra su semilla en el campo. Cada uno sabrá que obstáculos encuentra en su caso la palabra poderosa y salvadora de Dios para no producir los frutos que se esperaban. La Palabra nos interpela muy personalmente, si la dejamos resonar, nos ilumina, nos juzga, nos ayuda a discernir, nos es estimula, no nos deja en paz. Pero pueden ponerse en marcha, casi insensiblemente, mecanismos de autodefensa que impiden que tomen en serio lo que nos ha dicho Dios. Ante los muchos casos de fracasos en la tarea de evangelización, no podemos caer en la tentación de dudar de la fuerza interna que pueda tener la Palabra misma. Como dice Isaías, siempre produce algún fruto, no vuelve a Dios vacía. Puede que pensemos que al sembrador le “faltó puntería” o en la ausencia de sembradores. Por eso la parábola da animo para la siembra. No siempre producirá efecto nuestro esfuerzo. Como tampoco fueron sólo éxitos lo que cosechó el mismo Jesús, o el infatigable Pablo. Pero, sean cuales fueren los resultados inmediatos, tenemos que ser generosos en la tarea de evangelización y sembrar con ilusión a diestra y siniestra, comunicar a cuantos podamos la Palabra salvadora de Dios. Ella es la que producirá fruto. 2 Un sembrador no siempre es el que cosecha a corto plazo. Una persona puede recibir la semilla del evangelio en un retiro, en la experiencia de una visita del Papa, en la peregrinación a un santuario, en la conversación con una persona creyente. Es la semilla. Nosotros tenemos que favorecer el que exista este contacto. Debemos procurar que no caiga entre espinos o entre piedra o en el camino, sino en tierra buena, Dios será quien riegue y haga crecer esa semilla, hasta producir fruto. Lo que nos toca a nosotros es sembrar con ilusión, aunque no veamos resultados. Es Dios quien salva, y su Palabra, nos dice Jesús, es eficaz. La intención de esta parábola es mostrar que la siembra siempre obtiene una cosecha, a pesar de lo adverso. Por ello, la parábola será una respuesta a aquellos que se sentían cuestionados ante la poca aceptación de la predicación de Jesús. Los que esperaban una manifestación rápida y universal del Reino, se interrogarían ante el hecho de la humildad de los efectos producidos pero la predicación del señor, la indiferencia de las mayorías y el desprecio y persecución por parte de los notables y poderosos. Pero también la parábola de hoy incluye una advertencia a los creyentes: tienen que vigilar, porque el Maligno puede robarnos esa semilla de la Palabra que hemos escuchado. En medio de la vida ajetreada de hoy, y con tantas voces discordantes puede suceder esto con facilidad. Por eso debemos no sólo escuchar la Palabra, sino acogerla, asimilarla, guardarla, intentar vivir según ella, para producir el fruto que Dios espera de nosotros. ¿Cómo es que esa Palabra de Dios, que escuchamos tantas veces, y con buena voluntad, no produce frutos en nosotros? La palabra que nos dirige Dios es a la vez don y responsabilidad, regalo y compromiso. La palabra es eficaz de por sí. Pero necesita que se cuide el terreno. No actúa milagrosamente. La Palabra respeta la libertad de cada persona, y cada uno debe poner de su parte su actitud de acogida y de asimilación. Como en los campos se colocan estratégicamente unos espantapájaros para ahuyentar a las aves que puede robar la semilla, en nuestra vida deberíamos poner todos los medios para que las voces y los afanes de este mundo no hagan estéril la semilla (el egoísmo cerrado, entusiasmo superficial, obsesión por uno mismo y falta de apertura al prójimo, a veces se prefiere llevar una vida tranquila, a veces le dedicamos poco tiempo y espacio interior, nos dejamos agobiar por lo urgente. Jesús nos invita a ser una tierra blanda y generosa, abierta y dócil. Dame vida, Señor, con tu Palabra. Rompe esta tierra dura que es mi interior cerrado, penetra en medio de mis resistencias y mis distracciones, tómame con el poder de tu Palabra y renueva mi vida. 3