14. Manejo del conflicto

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MANEJO DEL CONFLICTO
Objetivo
Saber cómo manejar y aprovechar el conflicto,
como un medio de crecimiento en la relación
conyugal.
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MANEJO DEL CONFLICTO
Preguntas iniciales
Lee cada una de las preguntas. Determina con qué frecuencia podrías
contestar que si a cada una y anota el número correspondiente en el
espacio a la izquierda:
(1) Nunca
(2) Rara vez
(3) Casi siempre
(4) Siempre
Actúo como si negar la existencia de conflictos ayudara a
resolverlos, tiendo a no querer verlos o hablar de ellos.
Cuando existe un conflicto, prefiero aislarme; me resulta difícil
buscar la cooperación de los demás cuando ocurren.
Suelo creer que los conflictos pueden resolverse fácilmente si
dejo de pensar en ellos, si me desconecto y todo se vuelve
“borrón y cuenta nueva”.
Pienso que los demás son el origen de los conflictos y que, para
resolverlos, ellos tienen que cambiar.
Pienso que hay que ser agresivo en los conflictos; de otra
manera, te conviertes en un(a) perdedor.
Pienso que existen muchos conflictos de los que ni siquiera vale
la pena hablar.
Pienso que un conflicto es, básicamente, una fuerza negativa
de la vida que no tenemos más remedio que intentar resolver.
Pienso que los conflictos simplemente suceden y no analizo mi
contribución en el resultado que obtengo.
Creo que un conflicto es una muestra clara de que la otra
persona no quiere que logres lo que tú deseas.
Creo que casi siempre después de un conflicto, y debido a éste,
las relaciones humanas no vuelven a ser las mismas...
Resultados: Cuanto mayor haya sido el número de tus respuestas de
“nunca”, mejor es tu actitud para resolver los conflictos:
9-10 “Nunca” = Actitud ligeramente contaminada.
7-8 “Nunca” = Actitud ligeramente contaminada.
6-0 “Nunca” = Actitud muy contaminada; urge cambiarla.
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MANEJO DEL CONFLICTO
Definición
Los conflictos son una realidad intrínseca en la vida, ya que la misma
palabra CONFLICTO en latín significa chocar. Los conflictos se dan en
todas las áreas: padres e hijos, hermanos, cónyuges, jefes subalternos, etc.; pero en esta ocasión nos enfocaremos más en los
conflictos en el matrimonio y cómo podemos manejarlos.
La mayoría de los cónyuges sabemos que hay una continua crisis en el
matrimonio; que entre el 40 y el 55 % de los matrimonios tienen
posibilidades de terminar en un divorcio. Pero, ¿todos nos preguntamos
si eso podría ocurrirnos a nosotros? Sí, pero creemos que nuestra
relación es diferente.
Los matrimonios a menudo carecen de la habilidad que les permita
tomar decisiones conjuntas o descifrar los mensajes del cónyuge.
Cuando ocurren los conflictos, a menudo por una mala comunicación,
(que constituye el elemento más importante en una relación), así las
discusiones pueden ser el elemento más destructivo. Los cónyuges
parecen estar más dispuestos a acusarse mutuamente que pensar en el
conflicto como un problema que puede solucionarse, ya que mientras
más cerca estamos de alguien es más fácil herir o ser herido.
A medida que surgen las dificultades, los cónyuges pierden de vista
aquellos aspectos positivos que su pareja les aporta y representa, es
decir, alguien que los apoya, que realza sus experiencias y que
comparte la construcción de una familia. En última instancia, llegan a
dudar de la propia relación y pierden así la oportunidad de desenredar
los nudos que deforman el mutuo entendimiento.
El conflicto es un proceso activo que se origina
cuando un cónyuge desarrolla una imagen
distorsionada del otro.
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Esa distorsión hace que el cónyuge malinterprete lo que el otro hace o
dice y le atribuye motivos indeseables. La manera en que un cónyuge
percibe o interpreta lo que el otro hace puede ser mucho más
importante para determinar el bienestar matrimonial que los actos
mismos. Muchas veces no es lo que decimos lo que lastima, sino cómo
lo decimos.
¿Por que se dan los conflictos?
Hay dos clases generales de luchas matrimoniales:
En la primera no hay un auténtico desacuerdo entre los esposos, pero la
manera en que habla el uno con el otro y en que se oyen mutuamente,
está tan llena de interferencias, que sus mensajes se falsean.
En la segunda hay un conflicto real que debe ser resuelto. Desde luego,
la mayor parte de las disputas combinan un conflicto verdadero con una
comunicación escasa. Las luchas se agravan por el hecho de que al
asumir los cónyuges posiciones contrarias, sus perspectivas mutuas y la
del problema tienden a polarizarse mucho; de esa manera, leves
diferencias se cargan y se convierten en opuestos radicales.
Debemos estar conscientes de las diferencias que existen entre hombres
y mujeres: desde influencias de los padres, de educación y de
condicionamiento cultural, y hacen que nos comuniquemos, pensemos,
sintamos,
percibamos,
reaccionemos,
respondamos,
amemos,
necesitemos y valoremos en forma diferente.
En pocas palabras,
hablamos diferentes lenguajes, por lo que es conveniente determinar
qué clase de conflicto está en juego.
Diferencias de
sensibilidades
los
deseos
específicos,
gustos
y
Algunos desacuerdos son transitorios. En un momento dado, uno de los
cónyuges quiere comida china, y el otro mexicana; uno quiere ir al cine,
el otro prefiere quedarse en casa y ver televisión. Esto no es sino
diferencias momentáneas que se resuelven con facilidad; a menos que
ya exista tensión en los cónyuges, entonces estas diferencias pueden
exagerarse hasta convertirse en un verdadero conflicto.
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Además, a medida que el matrimonio madura, los gustos de los
cónyuges se van asemejando. Una esposa con poco interés por el
fútbol, aprende a disfrutar de los deportes como espectadora, un marido
con poco interés por la música o la literatura, desarrolla el gusto por la
opera o la lectura.
Diferencias de actitud
Algunos cónyuges tienen actitudes muy distintas en cuanto a la crianza
de los niños, confección del presupuesto, división del trabajo, vacaciones
y similares. Uno de los dos puede creer que hay que ser estricto con los
hijos, y el otro puede favorecer la indulgencia: uno puede considerar
que gastar dinero es un placer, el otro considerar que es un pecado.
Cuando se llega a temas específicos, es posible que los cónyuges se
afirmen en su posición y defiendan sus puntos de vista, por una parte, o
que intenten ser flexibles, complacientes y dispuestos a transigir por la
otra.
Diferencias de personalidad
Resulta irónico que las diferencias básicas de personalidad, que en un
principio pueden haber atraído a las personas y valorarse positivamente
durante los primeros años de la relación, pueden llegar a ser una fuente
de dificultades a medida que transcurre el tiempo. A uno de los
cónyuges le gustaba hacer las cosas según el momento, mientras que la
personalidad del otro requería una planificación y organización
meticulosas.
Sus diferencias de personalidad se reflejan en las
diferencias de sus perspectivas en el modo que consideran el mismo
suceso y en última instancia a ellos mismos. Cada uno se ve a sí mismo
como razonable, agradable y flexible, y ve al otro como desagradable,
irrazonable y rígido.
Diferencias de perspectiva
A veces las diferencias más triviales se acrecientan fuera de toda
proporción debido a las diferentes perspectivas de los cónyuges. Ambos
están tan ofuscados por los propios intereses que no perciben soluciones
simples para sus diferencias. Por ejemplo, la dificultad con la división de
las tareas domésticas, la educación de los hijos, el tiempo para la
preparación personal, etc. Es interesante observar que durante el
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noviazgo no existen problemas en hacer cosas para el otro, aun cuando
eso significaba un verdadero sacrificio, se podían dejar asuntos
personales importantes por realizar actividades del otro; pero ya en el
matrimonio se cambia el altruismo por el egoísmo. Hay que morir al
EGOÍSMO, a las exigencias del “YO” para resucitar y darse al “TÚ”, sólo
así viviremos el misterio de muerte-resurrección.
Cuando un matrimonio está metido en una pelea, casi siempre uno de
los dos considera a su consorte como responsable del problema. No
obstante, las apreciaciones de un juez imparcial indicarían que aunque
los cónyuges opinen que su pareja es difícil, culpable o antagónica -y
que ellos son los ofendidos- ambas partes contribuyen a las disputas.
Las discusiones nos provocan dolor emocional que proviene de no
sentirnos amados, y cuando una persona siente dolor emocional le
resulta difícil mostrarse afectuosa. Un par de problemas fundamentales
de los que surgen las discusiones son:
a) El hombre siente que la mujer no aprueba su punto de vista.
b) La mujer desaprueba la manera en que el hombre le está
hablando.
Cómo respondemos ante la existencia de los conflictos
Existen diferentes posibilidades:
1) La evitación o evasión. Esta forma no es recomendable, por el costo
que representa para el bienestar emocional y por los resultados que
genera. Con ella sólo obtienes resentimiento, esto equivale a “yo pierdo
aunque tú ganes”.
2) Alguno de los dos se instala en el papel de víctima de las
circunstancias. No se asume un control a conciencia.
3) Acomodarse a los requerimientos de otra persona y elegir ceder de
tal manera que el otro gana. Esta posición puede ser útil, si uno no
tiene ralamente mucho que perder o si ceder no es tan importante para
mí como parece serlo para el otro. En este caso se está dispuesto a
cooperar y se pueden lograr buenos resultados, en tanto que no se
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pague un precio demasiado alto, no habrá resentimientos. La decisión
es propia.
4) Otra alternativa es la posición de “Yo gano tú pierdes”, en la cual yo
obtengo lo que quiero aunque tú no lo hagas. El comportamiento se
caracteriza entonces por la amenaza, el castigo, el soborno, la
manipulación, el engaño, la falta de conciencia del medio utilizado: el fin
es ganar. Se va construyendo el camino a la hostilidad y la violencia.
Se olvida la cooperación.
Cómo manejar los conflictos
Hay cualidades especiales que deben existir en los cónyuges como son:
Compromiso, Sensibilidad, Generosidad, Consideración, Lealtad,
Responsabilidad, Fidelidad, Humildad, y sobre todo, Respeto, que
son determinantes para una relación feliz.
Los cónyuges deben cooperar, transigir y proceder con decisiones
solidarias. Deben saber adaptarse, reconocer y perdonar. Tienen que
ser tolerantes con los defectos, errores y rasgos particulares del otro. Si
se cultivan esas “VIRTUDES” durante cierto período, el matrimonio se
desarrolla y madura.
Los conflictos pueden surgir por una variedad de razones, como por
ejemplo: la pérdida de un empleo, la muerte, la enfermedad o
simplemente por falta de descanso suficiente. En esos tiempos difíciles
lo más importante es tratar de comunicarse con una actitud afectuosa
de aceptación, aprobación y principalmente con humildad, que es una
virtud imprescindible, que te ayuda a no guardar rencor, a no tener
dureza de juicio, a no ser soberbio, ya que el humilde valora a todos,
escucha a todos y no puede ser una doble persona. Además, tenemos
que admitir y comprender que nosotros y nuestros cónyuges no siempre
seremos perfectos. Al aprender a comunicarnos como respuesta a los
enojos más pequeños en una relación, se hace más fácil enfrentar los
grandes desafíos cuando aparecen de repente.
Para manejar los conflictos tenemos que recordar que nuestro cónyuge
no rechaza lo que estamos diciendo, sino la manera como lo estamos
diciendo. Hacen falta dos personas para discutir, pero sólo una para
detener la discusión. La mejor manera de detener una discusión es
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cortar por lo sano. Debe asumirse la responsabilidad de reconocer
cuando un desacuerdo se está transformando en una discusión. Deje de
hablar y haga una pausa. Reflexione sobre la manera en que se está
acercando a su cónyuge. Trate de entender de qué manera no le está
dando lo que necesita. Luego, transcurrido cierto tiempo, regrese y
hable de nuevo en forma afectuosa, y, sobre todo, respetuosa. Las
pausas nos permiten tranquilizarnos, curar nuestras heridas y
concentrarnos, antes de tratar de comunicarnos nuevamente.
A continuación encontrarán una lista de los métodos que pueden usarse
para disipar el enojo de su cónyuge:
OPCIÓN 1: Identifique el problema. En muchas ocasiones, el problema
puede estar oculto tan profundamente tras una nube de acusaciones y
criticas que no podemos verlo. Si sólo respondemos a los reproches con
un contraataque, es probable que no se resuelva el problema. Por otro
lado, ignorar la ira y la perorata y no responder con nuestro propio
enojo nos pondrá en una situación más favorable para averiguar el
motivo del enfado. No dejarnos atrapar por un intercambio de ataques
tal vez sea una de las tareas más difíciles a las que nos podamos
someter, pero suele tener la mayor recompensa para nuestro
matrimonio.
OPCIÓN 2: Calme a su cónyuge. Aunque uno de nosotros crea controlar
la situación con gritos y críticas, el otro puede hacerlo mediante la calma
y la perseverancia. Por ejemplo, si uno está gritando, el otro debe
decirle que así no puede entender cuál es el problema y no podrán
solucionarlo.
La persona más fuerte no es la que hace más ruido, sino la que con
tranquilidad puede dirigir la conversación hacia su definición y la
solución de los problemas. Por ningún motivo debemos de llegar a una
paz barata, esto es, darle por su lado a nuestro cónyuge, terminando
con la siguiente frase: “OK, tú ganas”.
OPCIÓN 3: Concéntrese en solucionar un problema a la vez. En muchas
ocasiones son más de uno los problemas por resolver entre los
cónyuges, pero si no le damos atención a cada problema por separado,
nunca vamos a llegar a arreglar los problemas en su totalidad. Está
prohibido tratar un problema después de pasadas 48 horas.
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OPCIÓN 4: Distraiga la atención de su cónyuge. Es posible calmar a
muchas personas en un estado de extremo enfado si se desvía su
atención hacia otro asunto. Al menos por un tiempo, como por ejemplo
cambiando el tema. Por supuesto, el cónyuge enfadado protestará por
que se evita tratar el asunto, pero se le ofrece volver luego sobre el
tema.
El empleo sensato del humor, tal vez, algunas veces, ayuda a romper la
tensión de un momento muy cargado.
OPCIÓN 5: Programe sesiones de desahogo.
Algunas veces, los
problemas entre los cónyuges están tan agudizados que ninguno de los
dos puede discutirlos sin sentirse enojado. Inclusive, si ambos deciden
discutirlos “como dos seres humanos inteligentes”, la sensación de ira
que los acompaña suele ser tan fuerte que así que comienza, aflora la
cólera. He aquí algunas medidas prácticas para aplicar en las sesiones
de desahogo:
1. Establecer un horario y lugar específicos en que ambos puedan
expresarse sin posibilidad de ser oídos.
2. Establecer un tiempo limitado para cada sesión de desahogo.
Probablemente sea mejor no más de 15 ó 20 minutos.
3. No debe haber interrupción alguna por parte de los cónyuges
mientras habla el otro.
4. Turnarse para hablar, pero decidiendo por anticipado cuánto tiempo
hablará cada uno. Fijar un límite de tiempo -a veces tan breve
como 4 ó 5 minutos- puede evitar que la discusión se intensifique
hasta llegar a la pelea.
5. No hay que perder de vista, que con la persona que peleamos es a
quien más amamos.
Reflexionemos por unos segundos que fuimos creados a imagen y
semejanza de Dios, y, por lo tanto, Dios habita en nosotros y esto será
lo que nos dé la luz para salir adelante en cualquier conflicto.
Ejercicios de Perdón
Perdón en el espíritu de Jesús. Se trata de ponerse dentro del
espíritu de Jesús, de asumir su disposición interior, hacerse uno con
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Jesús, de modo que se mire al cónyuge con los ojos de Jesús, lo sientas
con el corazón de Jesús, y lo abraces con los brazos de Jesús. Todo en
el espíritu y en la fe.
Ponte en una posición orante y evoca la presencia y la figura de Jesús.
Y ya en la intimidad con Él, coloca a tu cónyuge en un rincón de tu
memoria y empieza a hablarle al Señor más o menos así:
Jesús, entra dentro de mí. Toma posesión completa de todo mi ser,
arrancándome este corazón de piedra y déjame el tuyo, pobre y
humilde. Quiero sentir por esta persona lo que tú sentiste por ella, lo
que tú sentías al morir por ella; perdónale tú mismo dentro de mí.
Perdónale en vez de mí, yo quiero identificarme con tus sentimientos en
una alta fusión y los dos, Tú y yo, perdonamos, amamos y abrazamos a
esta persona. Tú y yo, una misma cosa, unidad, armonía, y fraternidad.
Es probable que te levantes con una paz inefable.
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Lecturas recomendadas
Habilidades Matrimoniales (Consejero Matrimonial 2)
Rafael Llanes Tovar
Ediciones Escuela de la Fe.
Para un Matrimonio Feliz
Salvador Gómez Yáñez
Siembra Producciones.
Tareas para la semana
Se recomienda que todas las noches se reflexione 5 minutos para hacer
un balance del día, contestándonos las siguientes preguntas: Para un
esposo(a):
1.
2.
3.
4.
5.
¿He dado el tiempo necesario a Dios?
¿Le he dado gracias y he acudido a Él con confianza?
¿He encomendado a Dios a mi cónyuge y a mis hijos?
¿He sido amable, agradable con mi esposa(o)?
¿He puesto el cuidado necesario para que nuestras relaciones
sean una expresión de amor mutuo?
6. ¿He dominado mis momentos de mal humor?
7. ¿He sido causa de preocupaciones y trastornos para mi
cónyuge?
8. ¿Me he interesado lo suficiente por sus cosas?
9. ¿He demostrado atención a sus proyectos?
10. Si han existido dificultades, ¿he sido el primero(a) en tomar la
iniciativa para eliminarlas?
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Reflexión en Grupo
Objetivo: Encontrar los motivos por los que tengo más frecuentemente
conflictos con mi cónyuge. Analizar si de nuestros “pleitos” estamos
sacando algo bueno, o sólo nos estamos desgastando. Facilitar el
camino hacia el ejercicio del perdón, reconociendo que es lo que
realmente me cuesta más.
Instrucciones
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Dedicar 5 minutos a comentar las “Sugerencias de la Semana” de la
sesión anterior.
10 minutos, contestar las preguntas en forma individual.
10 minutos para trabajo en pareja, comentar con su cónyuge.
15 minutos para comentar cada pregunta en el grupo y sacar
conclusiones de las mismas.
5 comentarios y conclusiones.
Llenar la evaluación. Acción de gracias. Acomodo de salón.
Puntos para la Reflexión
1. ¿Cuáles son los motivos por los que peleo más frecuentemente con
mi esposo(a)?
2. ¿Cuáles son las cosas buenas y malas que saco de las peleas con
mi esposo(a)?
3. ¿Qué es lo que hace difícil que yo pida perdón?
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