TRES LECCIONES DE HISTORIA ANTE EL CAMBIO CULTURAL: BASILIO, BERNARDO Y DOM GUÉRANGER

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TRES LECCIONES DE LA HISTORIA ANTE EL
CAMBIO CULTURAL: SAN BASILIO, SAN
BERNARDO Y DOM GUÉRANGER
0.
UTILIDAD DE LA REVISIÓN HISTÓRICA
San Basilio, San Bernardo y Dom Guéranger son tres personajes de la historia del monacato
que, por las condiciones de su tiempo y por sus circunstancias personales, se vieron llamados a
realizar su labor en un espacio temporal y geográfico marcado por profundos cambios, quizá
diferentes a las nuestros, pero con rasgos que pueden ser de interés a la hora de reflexionar
sobre La vida monástica ante la cultura actual.
Los medios de comunicación no se cansan de repetir que estamos en crisis. Crisis
económica, de valores,…
Aranguren hace más de cuarenta años afirmaba, con referencia a las crisis de su tiempo, que
«Tan pronto las gentes se habitúan a la ‘crisis’, salen de ella: comienza una nueva forma de vida.
Habituación y crisis son realidades contradictorias»1.
Quizá ese sea el origen de la sensación de vivir en perpetua crisis: la negativa a habituarnos
a ella e iniciar una nueva forma de vida. O posiblemente, la razón real, sea que la vida humana
ahora y siempre está conformada por un rosario de crisis que se entretejen y que nos impiden
el sedentarismo vital que quizá muchos anhelaríamos.
Sea como sea y siguiendo aún a Aranguren, «…en las épocas de crisis social profunda, el
hombre se retrae a su intimidad, se interioriza y adopta la actitud estoico-existencialista, en definitiva
individualista que Hegel definió como “conciencia desgraciada”.»
Así, uno de los posibles refugios ante la crisis y el cambio cultural que conlleva es el
individualismo. Pero no el único, hay muchos otros, entre ellos, la revisión histórica.
La historia en momentos de cambio puede ayudarnos como:
1
-
Camino de reencuentro con las propias raíces. Cuando la tierra parece ceder bajo
nuestros pies, una alternativa es buscar apoyo lo ya recorrido, buscando el punto en
el que perdimos la senda.
-
Instrumento de comprensión personal y colectiva ya que nos permite descubrir
nuestro origen e imaginar nuestros objetivos con una perspectiva que el presente
parece remiso a proporcionar. Saber que no estamos solos, que otros ya anduvieron
el camino y señalaron sus encrucijadas, proporciona mayor sentido a nuestra vida
porque nos hace responsables de preparar y señalizar la vereda de los vendrán
después y nos ayuda a comprender que buena parte de lo que somos y hacemos lo
heredamos sin pretenderlo.
-
Espacio de contemplación y escucha de Dios. Guéranger2 nos habla de la historia
como manifestación de Dios y signo de su revelación. También Benedicto XVI3,
M. Unamuno, Antología, Madrid: Fondo de cultura económica 1964. Prológo de José Luis L. Aranguren,
p. 17.
2
P. Guéranger, El sentido cristiano de la historia, en Fundación Argentina del Mañana, consultado el 12 de
julio de 2009 en http://www.reconquistaydefensa.org.ar/_estudios/sentidocristiano/sencristiano.htm.
3
J. Daniélou, Saggio sul mistero della storia, Brescia 1963, p. 182 citado en Benedicto XVI presenta a
Eusebio de Cesarea en la audiencia general de los miércoles del 13-06-2007, consultado el 12 de julio de
2009 en http://www.zenit.org/article-23988?l=spanish
citando a Jean Daniélou, nos advierte de un contenido escondido de la historia a
través del que puede apreciarse y contemplar la obra de Dios en el hombre, para el
hombre y con él. En ese sentido, la historia aparece como posibilidad de encuentro
con Dios.
Sin embargo, no todo contacto con la historia conduce a conclusiones deseables. Los
resultados suelen combinarse con las razones que fundamentan la acción. Así, podría conllevar
peligros como:
1.
-
La pretensión de argüir razones históricas de manera acrítica para justificar el miedo a
la novedad y el cambio que nos obligan a desinstalarnos de nuestras seguridades.
-
El refugio en aquello que fuimos o creímos ser, porque el presente nos asusta y
resulta más sencillo retroceder que avanzar.
-
La idealización romántica del pasado4. El pasado fue un tiempo tan difícil o más que el
nuestro, con sus grandezas y sus miserias, lo mismo que los hombres y mujeres que lo
habitaron. No tiene demasiado sentido acercarse a la historia para convertir el hoy en
aquello que no es y que no fue.
SAN BASILIO, SAN BERNARDO, DOM GUÉRANGER:
PRIMERA APROXIMACIÓN
San Basilio, San Bernardo y Dom Guéranger son personajes interesantes por su trabajo e
incidencia en la vida monástica, pero, también, como representantes de tres momentos clave
en la historia del monacato cristiano.
San Basilio vivió en el siglo IV en Oriente, cuando el Imperio Romano empezaba a dar
signos de decrepitud y las controversias trinitarias agitaban el cristianismo comprendido entre
Nicea y Constantinopla I.
Es uno de los personajes más significativos de los inicios del monacato cristiano en general
y la base fundamental del monacato cristiano oriental.
San Bernardo habitó en Occidente en el siglo XII, en la decrepitud del sistema feudal, del
geocentrismo y de la preeminencia del mundo rural. La nostalgia del Imperio Romano ha
pasado de los francos a los germanos y la Iglesia de Occidente, que se siente plenamente
universal, no acaba de encontrar su lugar en medio de amenazas imperiales, musulmanas,...
Bernardo es el gran motor del Císter, el alma de un movimiento que Roberto de Molesmes
y Steven Harding quizá nunca imaginaron y que se ubica en un monacato floreciente que, en
breve, dejará el protagonismo a las nuevas órdenes mendicantes y urbanas.
A Próspero Guéranger, Dom Guéranger, le fue dado de vivir en el Occidente siglo XIX,
poco tiempo después de la Revolución Francesa. Es un tiempo agitado y controvertido. El
Antiguo Régimen ha dejado paso a un mundo nuevo donde el Tercer Estado debería ser
poderoso. Sin embargo, el Imperialismo nostálgicamente aristocrático, las sucesivas
restauraciones y las aspiraciones de la propia burguesía, se encargarán de impedirlo.
La secularización convive con la piedad emotiva. Del anticlericalismo, se pasa a la
restauración, la revalorización y la aparición de múltiples congregaciones monásticas y
religiosas. Y es en esta incoherencia e inestabilidad que Guéranger realizará su labor como
restaurador del monacato benedictino en Francia y reformador de la Liturgia.
4
Muchos de los detractores de Guéranger consideran que su obra está imbuida por la visión romántica
del monacato medieval, en especial de Cluny, pero de un Cluny ficticio.
La aproximación a estos tres hombres nos interesa por su labor pero también por las
circunstancias de cambio en que tuvo lugar. Además todos guardamos signos heredados del
trabajo de Guéranger.
Sin embargo, dibujar las circunstancias, la biografía y la actividad de tres personas de su talla
en tres cuartos de hora y sacar conclusiones de provecho es una tarea impracticable que
reclama límites en la profundidad y el rigor de su tratamiento.
El límite temporal impone la brevedad, recomienda la sencillez e impide la exhaustividad en
el relato de datos, fechas, nombres y circunstancias que tampoco serían, en su mayoría
recordados.
La superficialidad forzada en la exposición de nuestros protagonistas no conlleva el recurso
a tópicos, sino la huida juicios o prejuicios y la recomendación de acercarnos a ellos
conscientes que la vida humana y la historia, son tierra sagrada y en ella no cabe sino
descalzarse y adorar.
Así pues, descalzos y con los oídos atentos a la voz del Espíritu, acudamos al encuentro de:
Basilio, Bernardo y Guéranger.
2.
BASILIO DE CESAREA (330-379)
2.1. Contexto
2.1.1. Situación política:
Basilio nace en Cesarea, capital de la Capadocia, en la llamada Diócesis Póntica.
Geográficamente es zona de tránsito de los circuitos comerciales entre Asia y Roma y
expuesta a agresiones del norte y del este.
Antes de nacer Basilio, había habido enfrentamientos con visigodos, godos y persas. Al
final de su vida, se recrudecerán con la muerte de Valente, en la batalla de Adrianópolis
atacado por visigodos y ostrogodos con la complicidad de los hunos. En Persia, los
Sasánidas, serán también una amenaza constante.
Por otro lado, el Imperio tiene problemas intestinos: en los cincuenta años de vida de
Basilio, gobernarán más de quince personas entre Césares y Augustos de Oriente y
Occidente.
Constantino formaba parte de la Tetrarquía que, con la muerte de Majencio en la batalla
del Puente Milvio5 queda reducida a una Diarquía en la que el gobierno recae en
Constantino (Occidente) y en su cuñado Licinio (Oriente). Ambos, de mutuo acuerdo,
proclamarán el Edicto de Milán que conlleva la Paz Cristiana y la despenalización de la
práctica del cristianismo. Posteriormente, Licinio se desmarca de Constantino y el conflicto
se solucionará con la muerte de Licinio y la proclamación definitiva de Constantino I como
único emperador de Oriente y Occidente.
La estabilidad no durará y con la muerte, después de ser bautizado6 de un atormentado
Constantino (que llegó a matar a su propio hijo Crispo por temor a que le arrebatase el
5
La tradición atribuye la victoria a Dios mismo y sitúa en ella la supuesta conversión de Constantino.
En aquella época, había quien demoraba el bautismo para cerciorarse del perdón de sus pecados y
evitar el compromiso de no cometerlos a lo largo de la vida. Parece ser que Constantino o bien por esa
6
trono), el Imperio volverá a dividirse y a ser testigo de los enfrentamientos y la muerte
violenta de sus emperadores.
Otro hecho fundamental, es la fundación de Constantinopla y el desplazamiento a ella del
poder imperial. Roma y Occidente nunca lo verán con buenos ojos y, en cambio,
Constantinopla y Oriente, siempre se considerarán herederos legítimos del Imperio.
2.1.2. Sociedad:
Los conflictos bélicos son fuente de pobreza, miseria y enfermedades que dejan a buena
parte de la población en la indigencia. En tiempos de Basilio, conviven las clases altas que
disfrutan de un tren de vida elevado y las desfavorecidas que no disponen de lo elemental
para su subsistencia.
La inestabilidad política agrava las desigualdades sociales pero también trae el descrédito,
la desilusión y el desencanto. El pueblo ya no cree en un Imperio fabuloso que gobierna
todo el mundo conocido. Nadie considera un honor formar parte del ejército y muchos
evaden su responsabilidad fiscal o por falta de medios o por la falta de credibilidad en la
administración.
Nadie puede agarrarse al Estado pero tampoco a los dioses, base del Imperio y
fundamento religioso de una buena parte de la población. La paz cristiana y las progresivas
medidas antipaganas que se establecerán cada vez con más intensidad, dejan a un sinnúmero
de personas, huérfanas de divinidad y obligadas a abrazar unas creencias que no son las
suyas, mientras verán como los cristianos ocuparán altos cargos en el Imperio.
No puede obviarse el desconcierto y la inquietud que conllevan estos hechos. Los
mismos cristianos no saben cómo reencontrar el camino hacia la radicalidad evangélica. No
queda nadie de los que conocieron a los apóstoles. Sólo queda la nostalgia de la grandeza de
espíritu atribuída a los mártires cristianos en las persecuciones de Diocleciano y Galeano,…
Aumentando el desconcierto, la paz cristiana posibilita el desarrollo del discurso
teológico. El peligro queda lejos y permite la elaboración teológica. Son muchas las dudas
por resolver. Ni el canon bíblico está definido7. Y variadas serán las respuestas.
El Concilio de Nicea8, con Eusebio y Atanasio, había empezado a establecer la naturaleza
de las relaciones trinitarias, entre Padre e Hijo, desechado las propuestas arrianas. En
Concilio de Constantinopla I9, se acabará de presentar la naturaleza de las relaciones
trinitarias en cuanto al Espíritu Santo y se condenará definitivamente el arrianismo.
Después de Nicea no existían dos bandos definidos. Muchos eran los que se hallaban en
la frontera, a medio camino de unas afirmaciones o de otras.
Nicea fue convocado por Constantino I, Constantinopla I por Teodosio. Ese, entre
tantos, es un signo de la naturaleza de las relaciones entre Iglesia e Imperio y un signo de las
dificultades que conllevará esta relación hasta nuestros días.
causa o por no acabar de estar convencido, a pesar de la insistencia de su madre Elena, demoró su
bautismo hasta tener bien cercana la muerte.
7
Aunque ya se conociera el canon de Muratori, fue Dámaso I en el 382 quien estableció el canon actual.
8
325
9
381
2.2. Datos biográficos10
2.2.1. Familia
Basilio nace en el año 330 en Cesarea, en el seno de una familia con una importante
tradición cristiana. El padre de Basilio, San Basilio el viejo, era miembro de una familia que se
había visto obligada al destierro en tiempos de las persecuciones de Diocleciano y Galeano.
La madre, Santa Emelia, era hija de Santa Macrina la Mayor, discípula de San Gregorio el
Taumaturgo11 y sus ancestros habían sido víctimas del martirio.
La influencia de Macrina la Mayor y del origenismo será patente en toda la educación y
comportamiento cristiano familiar.
El santo matrimonio tuvo nueve hijos, uno de ellos Naucracio murió en accidente de
caza. Los más conocidos fueron: San Basilio de Cesarea, San Pedro de Sebaste, San Gregorio
de Niza y Santa Macrina la Joven.
Macrina la Joven liberó a sus esclavas, empezó a vivir como ellas y fue a vivir junto con su
madre, amigas y criadas a Annesis, donde su familia tenía propiedades, en el valle del río Iris,
donde, posteriormente, también iniciará la vida monástica su hermano. Su influencia fue muy
importante en la conversión de Basilio y, probablemente, también en la realización de su
legislación monástica12. También lo fue para el resto de sus hermanos, especialmente, para
Gregorio, tal como se desprende de la lectura de su Vida de Macrina13.
2.2.2. Trayectoria
El padre de Gregorio, Basilio, era rethor y por esa razón dio mucho valor a la formación
de sus hijos. Basilio estudió, en primer lugar en Cesarea y Constantinopla y, posteriormente,
completó sus estudios en Atenas.
A raíz de sus estudios conoció a Gregorio Nacianceno que llegaría a ser uno de sus
grandes amigos y con quien escribiría la Filocalia, y a Julián, más tarde llamado el Apóstata,
por su intento de retornar al paganismo en sus tiempos de emperador.
Como conclusión de sus estudios acabó teniendo un gran conocimiento de los autores
clásicos, hecho que le llevaría a defenderlos, después, como vía de formación de monjes y
cristianos. Además, sus dotes para la oratoria, la retórica y la dialéctica hicieron de él un
maestro famoso en su retorno a Cesarea.
Macrina le reprochó su trayectoria de vida y le conminó a una vida cristiana más
comprometida, llevándole, posiblemente a la conversión y al bautismo.
Esta conversión lo llevó a un deseo de búsqueda de cómo llevar a cabo ese tipo de vida y
por esa razón parece ser que viajó por Egipto, Palestina, Siria, Mesopotamia… Lo que allí vio
no le acabó de convencer e hizo patente en él el disgusto ante la vida eremítica y el
convencimiento que la verdadera vida cristiana debía vivirse en comunidad.
10
Cf. con C. Pifarré, Literatura cristiana antiga, Barcelona: PAMSA 2008, pp. 373-389, de Basili de
Cesarea, Sobre l’Esperit Sant, Barcelona: FTC 1991, pròleg de Josep Vives, pp. 7-32 y P. Rousseau, Basil of
Caesarea, Berkeley: University of California Press 1994.
11
A su vez, discípulo de Orígenes
12
Cf. con T. Forcadas, La categoria de comunió en Basili de Cesarea. Influència de Santa Macrina la Jove en el
seu germà sant Basili de Cesarea. Barcelona: 2008.
13
G. de Nissa, Elogio de Basilio y Vida de Macrina. Buenos Aires: Ciudad Nueva 1995.
Con este convencimiento se fue a vivir a las orillas del Iris, en Annesis, posiblemente
influido por Macrina, pero también por Eustacio de Sebaste a quien conoció en sus viajes. El
bispo de Sebaste llamaba a aquellos que le querían seguir a una vida ascética llevada al
extremo.
No puede decirse que en sus inicios de vida a las orillas del Iris, Basilio viviese una vida
auténticamente monástica. Posiblemente, su ideal era aún más filosófico que cristiano. Sin
embargo, el paso del tiempo y la experiencia le llevaron a buscar cómo vivir seriamente el
cristianismo y a intentar responder a esa pregunta a través de las Reglas Morales.
Su actitud y actividad ya habían llamado la atención de Dianio de Cesarea que le había
bautizado, le nombró lector y facilitó su posterior ordenación y trabajo al lado del siguiente
obispo de Cesarea, Eusebio.
Sin embargo, la labor con Eusebio no fue sencilla, parece ser que el protagonismo de
Basilio no era bien aceptado por Eusebio. Para evitar mayores problemas, Basilio volvió a
Annesis hasta que fue llamado para ocupar el cargo de Eusebio a su muerte.
2.3. Actitud, actividades, aportaciones
2.3.1. Claves
Como afirma Rousseau14, Basilio posiblemente siempre dio por provisionales la mayor
parte de sus conclusiones i planteamientos conceptuales.
En sus reglas monásticas15, vemos una clara evolución. Basilio empieza con las Reglas
Morales respondiéndose a si mismo a la pregunta de “¿qué hay que hacer para ser
cristiano?”. Las respuestas son citas prácticamente textuales del Evangelio y de San Pablo.
Cuando se enfrenta al hecho de poner orden en las comunidades de Eustacio y todas las
comunidades monásticas que empiezan a florecer en la diócesis, en su época de sacerdote,
Basilio escribe el Pequeño Ascetikon16, como respuesta a las preguntas que sus mismos
interlocutores, la mayoría seguidores de Eustacio de Sebaste, le plantean.
Ocupando la sede episcopal, las nuevas necesidades le llevan a una ampliación en el Gran
Ascetikon acentuando aspectos sobre la obediencia17 y presentando la figura del prior como
necesidad de la caridad en el monasterio basiliano.
Basilio, pues, destaca por su capacidad de adaptación y evolución al cambio, por su
capacidad para el diálogo. Por otro lado, está convencido de la necesidad de formación
filosófica y teológica que monjes y cristianos18 debían tener.
En un mundo donde la ascesis traduce la nostalgia por el martirio, Basilio impone la
moderación en todo tipo de prácticas ascéticas y contrarresta los efectos de influencia de
Eustacio de Sebaste.
Basilio fue capaz de llevar a cabo multitud de reformas en los más diversos ámbitos del
episcopado: el trabajo teológico en la lucha contra el arrianismo, su discurso sobre el
14
n. 10, p. 1.
Que quizá nunca fueron concebidas como texto legal, sino como respuesta a las necesidades
doctrinales de las comunidades
16
Las Reglas Breves, Posiblemente el único texto que conoció San Benito en su traducción latina realizada
por Rufino.
17
Basilio culpa a la desobediencia, el desorden y la anarquía de la mayor parte de males de la Iglesia de su
tiempo
18
Para él son términos sinónimos
15
Espíritu Santo, pero, además, buscó soluciones para la miseria en que vivía una buena parte
de la sociedad de su tiempo, reguló y definió la manera de vivir el monacato y dedicó
muchísimo tiempo a viajar por su diócesis, hablar y discutir con el pueblo llano y también
con expertos en dialéctica y teología. Son formidables y de gran belleza sus homilías, sus
comentarios a los salmos y el Hexamerón sobre los seis primeros días de la Creación, según
el Génesis.
Basilio, también destacó por rodearse de personas en quien pudiera confiar a la hora de
tomar decisiones en el seno de la Iglesia. Por esa razón, nombra obispos a sus hermanos
Pedro, Gregorio y a su amigo Gregorio.
Basilio enfrenta los problemas y busca soluciones. Escucha y dispone de una sensibilidad
susceptible de percibir y plasmar la belleza.
Su sustento es el Amor de Dios que reconoce en la creación y que habita como simiente
en el corazón de todos los hombres y mujeres. Para hacerla crecer, según Basilio, no hay
otro camino que la oración y el seguimiento del Evangelio a través de la caridad, la de Dios
para el hombre, la del hombre hacia Dios y hacia el otro hombre.
2.3.2. Desencuentros
Basilio tuvo que enfrentarse con firmeza a muchas dificultades y a algún desencuentro. El
primero es con la miseria en que viven muchos de sus conciudadanos. Para resolverla, llama
al orden a los ricos, y les recuerda sus obligaciones evangélicas a la hora de ayudar a los que
viven en la pobreza:
¡Os negáis a dar con el pretexto de que no tenéis lo suficiente para vuestras necesidades!
Pero en tanto que vuestra lengua os excusa, vuestra mano os acusa: ¡Cuántos
deudores podrían ser rescatados de la prisión con uno de esos anillos! ¡Cuántas pobres
gentes ateridas por el frío se cubrirían con uno solo de vuestros guardarropas! ¡Y sin
embargo, vosotros dejáis ir a los pobres de vuestras puertas, con las manos vacías! […]
¿Dices que tú eres pobre? Bien; pero siempre habrá otros más pobres que tú. Si tienes
lo bastante para mantenerte vivo diez días, aquel hombre no tiene suficiente para vivir
uno . . . No tengáis temor de dar lo poco que tengáis. No coloquéis nunca vuestros
propios intereses antes que la necesidad común. Dad vuestro último mendrugo de
pan al mendigo que os lo pide y confiad en la misericordia de Dios.19
Pero también, el mismo se pone manos a la obra y crea una ciudad, la Basiliada, en la que
se proporciona alimento, educación y cobijo a los menesterosos. El trabajo lo llevan a cabo
los monjes y los cristianos que se sienten llamados a ellos y los recursos provienen de la
urgencia de Basilio a los que disponen de bienes.
Otro desencuentro, Basilio, lo tiene con su propio obispo, Eusebio. Parece ser que el
protagonismo del primero era difícil de soportar para el segundo y fuente de tensiones para
ambos. Para evitarlo Basilio, vuelve temporalmente el valle del Iris, hasta la muerte de
Eusebio.
Contra Eunomio es el nombre de su doctrina contra el arrianismo defendido por dicho
obispo.
En esos tiempos de controversias trinitarias, buscó el auxilio de Roma en la lucha contra
el arrianismo, pero el papa Dámaso I se la negó por la vinculación de Basilio con Melecio a
quien, Dámaso tenía por sabeliano. Basilio prestaba apoyo a Melecio porque su postura era
más equilibrada y lejana al arrianismo que la del resto de obispos. Sin embargo, Basilio
siempre fue un amante fiel de una Iglesia que aún no tenía a Roma como sede indiscutible.
19
De la Homilía sobre la caridad, obtenida de http://www.corazones.org/santos/basilio.htm. Consulta el
12 de julio de 2009.
Es la paz cristiana, pero las fluctuaciones políticas comportaron momentos de dificultad
como el gobierno de Julián el Apóstata o el de Valente:
Antes de cumplirse doce meses del nombramiento de Basilio, el emperador Valente llegó a
Cesárea, tras de haber desarrollado en Bitrina y Galacia una implacable campaña de
persecuciones. Por delante suyo envió al prefecto Modesto, con la misión de convencer a
Basilio para que se sometiera o, por lo menos, accediera a tratar algún compromiso.
Basilio respondió:
“¿Qué me vas a poder quitar si no tengo ni casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los
pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré un día
de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Me vas a desterrar?
A cualquier sitio a donde me destierres, estará Dios, y donde está Dios, es mi patria, y
me sentiré contento”20
2.3.3. Respuestas
Contra la pobreza, la Basiliada, la corresponsabilidad del cristianismo poderoso en la
erradicación de la misma y la creación de un monacato especialmente sensibilizado con estas
cuestiones.
El fundamento del monacato basiliano, como el de todo monacato, es el Evangelio, pero
concretado en una caridad efectiva que prima la acogida, la educación y el auxilio del
menesteroso en una vida comunitaria fraterna en que debe hacerse manifiesto el amor de
Dios por todos los hombres.
Para llevar a cabo ese tipo de vida, la opción de Basilio, es una regulación que, ni tan solo
pretende serlo. Una regulación sencilla que recoge los problemas más usuales en el
momento histórico en que le ha tocado vivir a él y a los monjes y cristianos de la época,
intentando darles una respuesta adecuada, fundamentada en las Escrituras, especialmente, en
el Evangelio.
Para llevar a cabo su lucha contra el arrianismo, contra los excesos ascéticos,… Basilio
busca la ayuda de sus amigos, familiares y allegados, pero también se lanza a la calle a
predicar el camino que lleva a Cristo. Basilio no tiene inconveniente en dedicar tiempo a sus
homilías, en acercarse a todos los miembros de su diócesis y hablar con ellos. De hecho,
Basilio hace de la palabra, de la belleza y de la caridad los instrumentos de su misión.
Basilio muere en Cesarea sin ver el resultado del concilio de Constantinopla I, ni saber
del imperio de Teodosio y su prohibición del paganismo, pero lo hará dejando un monacato
que aún persiste sólido en Oriente, y una obra escrita que aún hoy conserva su actualidad.
3.
BERNARDO DE CLARAVAL ( 1090-1153)
3.1. Contexto
3.1.1. Situación política
Las fronteras han cambiado notablemente desde los tiempos de Basilio. La caída del
Imperio Romano ha dejado sumida a Europa en una profunda nostalgia que periódicamente
se manifestará en diversos intentos de restauración imperial.
20
Íd. n. 19.
De hecho, el imperio carolingio había sido consecuencia de dicha nostalgia y en los
tiempos de Bernardo, se manifiesta en el Sacro Imperio Germánico.
Las pretensiones imperiales de la dinastía franca y sus pretensiones de dirigir los avatares
de la Iglesia, son asumidas por las dinastías germánicas, más por razones políticas que por
cuestiones religiosas.
En el Sacro Imperio Germánico uno de los principales problemas será la sucesión de
Enrique V y las relaciones con el Papado por las pretensiones de las familias italianas
opuestas a los emperadores germánicos. Es el momento de gestación de los futuros
enfrentamientos entre gibelinos y güelfos de siglos posteriores.
Por su parte, en el Papado tampoco la situación es plácida y, no sólo, por las tensiones
con el Imperio en la cuestión de las Investiduras21, sino por las diversas pretensiones a la
sede de Pedro por parte de Inocencio y Anacleto.
En Francia, la dinastía de los capetos dispone de poder en una zona geográfica reducida,
frente a las dinastías de los Anjou y Plantagenet y a las pretensiones inglesas que ya poseen
una parte del territorio normando.
España22, está agitada por la reconquista y por el establecimiento y solidificación de los
diversos reinos y condados.
En el otro lado del Mediterráneo, la situación no es más tranquila. En la primera cruzada
se había conseguido la preponderancia cristiana sobre Jerusalén y se había fortalecido el
gobierno cristiano de la zona. Ahora, los nuevos ataques musulmanes hacen caer ciudades
como Edesa y ponen en serio peligro los territorios de Tierra Santa y las rutas de
peregrinaje.
A la vez, van produciéndose cambios sutiles en el sistema feudal que llevarán a la
sustitución progresiva del rey y señor feudal por la monarquía y los futuros estados y
naciones.
No estamos, a las puertas de la caída del Imperio Romano, pero sí que estamos a las
puertas de una serie de cambios que llevarán a la Humanidad camino del Renacimiento.
3.1.2. Sociedad
Los cismas y las herejías marcan el mundo de bernardiano, en la búsqueda de radicalidad
evangélica y de poder eclesial. El conflicto culminante es el cisma causado por la aparición de
dos papas, Anacleto e Inocencio, y los últimos coletazos de la cuestión de las investiduras.
Pero no serán menos importantes los movimientos que reclaman la pobreza cristiana frente
a la fastuosidad y la funcionarización del clero y del monacato y que se concretan en los
movimientos eremíticos, en la reforma del Císter y en la aparición de las órdenes
mendicantes y en algunas sectas heréticas a lo largo del siglo XIII. En este siglo, también, se
darán a conocer con mayor profundidad las obras de Aristóteles y Platón y ser
recrudecerán los problemas que enfrentan teología y filosofía y que ya empiezan a notarse
en las disputas entre Abelardo y Bernardo.
También en el siglo siguiente, pero gestado en el actual, se hará visible el progresivo
cambio del mundo rural hacia el mundo urbano23, con el nacimiento de una burguesía
gremial que reclamará sus derechos frente a los grandes señores.
21
Ya denunciada por Cluny y Gregorio VII.
Cabe recordar que en este momento de la historia no debería hablarse de España, Francia e Inglaterra
porque no existen tales territorios definidos como los conocemos hoy.
23
Cf. con D. Knowles, El monacato cristiano, Madrid: Guadarrama 1969
22
El cambio cultural no se hará evidente hasta cien o doscientos años después, pero que se
está gestando con fuerza en la revolución del siglo XII que ya no le permite creer, aunque
sueñe con él, en el Imperio Romano, pero que aún mantiene la idea de una cristiandad unida
frente a un enemigo común, el Islam, al que habrá que oponerse con la Reconquista, en
España, y con las Cruzadas, fuera de ella.
3.2. Datos biográficos
3.2.1. Familia
Bernardo de Claraval, nace en el seno de una familia de buen linaje en Fontaine-lès-Dijon
en 1090. Su padre, Tescelino es un caballero24 encargado de la guarda y defensa del castillo
donde reside su familia. Su madre, Aleth25 es de mayor linaje aún y será la responsable de la
educación cristiana de sus hijos.
A sus cinco hermanos varones se les destinará a las armas y a Bernardo se le dedicará a
la carrera eclesiástica y se le enviará a estudiará con los canónigos de Chatillon-sur-Seine26
donde no llegará a completar los estudios correspondientes al trivium y en modo alguno
cursará los que corresponderían al quatrivium, que unidos eran los estudios oficiales desde
Carlomagno. Quien sabe si esa circunstancia marcó sus ideas al respecto de la formación
filosófica y dialéctica. Lo que sí que es cierto es que la nobleza de su linaje y su condición de
caballero, lo acompañarán y definirán su trabajo respecto a la creación del Orden del
Temple y su concepción de la Virgen María como Dama y Señora.
Sin embargo, prácticamente toda su familia y la mayor parte de sus amigos, acabarán
dejando sus oficios, actividades y familia para abrazar un tipo u otro de vida monástica.
Tanto los varones dedicados a las armas, como la hija de Tescelino y Aleth.
3.2.2. Trayectoria
Su formación se llevó a cabo con los canónigos en Saint Vorles. Sobre los 20 años
decidió abrazar la vida monástica y convenció a parte de su familia y a la mayor parte de sus
amigos a hacer lo mismo. De hecho, un tiempo antes de entrar en Cîteaux, vivieron juntos
ensayando una forma de vida monástica en la que Bernardo era el instructor.
Posteriormente, todos entraron en Cîteaux que se hallaba en un cierto estado de
desesperación por la falta de vocaciones. Aunque quizá menos del que las fuentes
cistercienses han explicado a la posteridad con la intención de resaltar vigorosamente la
figura y la importancia de Bernardo.
A partir de ese momento, se hicieron necesarias las fundaciones de Cîteaux, por razones
de espacio, naciendo las casas hijas de la Férte, Pontigny, Morimond y Clairvaux.
De hecho, no falta quien afirma que otra de las razones que hicieron necesarias las
fundaciones fue la disolución del clan bernardiano, que le llevaría al abadiato a los 23 años,
en el valle del Ajenjo, de la Absenta o de la Amargura que, él mismo transformó
nominalmente y físicamente en el valle claro.
24
Cf. con G. M. Colombás, La tradición benedictina. El siglo XII. Zamora: Monte Casino 1993, p. 106.
Cf. con A. Masoliver, Historia del monaquisme cristià. Volum II. De Sant Gregori el Gran al segle XVIII.
Montserrat: PAMSA 1980
26
Íd. n. 24 p. 109
25
Su trabajo en Clairvaux fue importantísimo, no sólo por la cantidad de vocaciones, la Vita
prima habla de ocasiones en que hubo más de un centenar de novicios27, sino por el estilo
de vida que impuso a sus monjes, una vez moderada su austeridad inicial.
Bernardo no se ciñó, a las necesidades de la Iglesia en Claraval sino que dio respuesta a
todo tipo de solicitudes eclesiales y civiles.
Son ejemplos: su participación en la elaboración de la Regla del Orden del Temple y su
defensa en el concilio de Troyes, los conflictos entre Luis el Gordo y el obispo de París, la
resolución del cisma entre Anacleto e Inocencio II con el auxilio de Lotario y Luis el Gordo.
La razón de su implicación en todas estas cuestiones es que, para Bernardo, todo asunto de
Dios es asunto suyo y no hay aspecto de la vida que no fuese asunto de Dios.
Participó y fue responsable de controversias en que participó respecto a las afirmaciones
teológicas de Pedro Abelardo y también en los desencuentros entre Cluny y la Orden del
Císter por sus diversas concepciones de la vida, de las necesidades del momento y del
monacato.
Por último y quizá uno de sus fracasos, cabe resaltar su implicación como predicador en
la segunda Cruzada. Fue el rey franco, Luis el Gordo quien le solicitó tal participación.
Bernardo le remitió al papa, en aquel momento un monje cisterciense, Eugenio III, que le
trasladó la demanda. A partir de aquel momento, debido al mandato del papa, su labor era
divina y su predicación coherente con tal misión.
3.3. Actitud, actividades, aportaciones
3.3.1. Claves
Como ya vimos en Basilio, las claves del éxito de Bernardo, son un trabajo infatigable
acompañado de un gran tesón y fuerza de voluntad.
Bernardo va allí a donde se le reclama sin importarle las dificultades y los inconvenientes
que sus continuos viajes conllevan y la necesidad de preparación de sus homilías y discursos.
Sin embargo, Bernardo, no actúa sólo, su elocuencia y emotividad hace que siempre
encuentre ayuda en su familia, amigos y en los ámbitos a que se dirige. No hay más que
recordar el temor de las mujeres de perder a sus esposos, novios y maridos, ante la prédica
de Bernardo que los ganaba o bien para la vida monástica o para las cruzadas.
Bernardo, pues, no actúa sólo, busca siempre la colaboración, el consentimiento eclesial
y el apoyo de los que tiene alrededor.
En ese actitud se enmarca también su fidelidad profunda y su amor por la Iglesia que le
hará participar en la resolución del cisma entre Anacleto e Inocencio. Para él, el mundo es
una cristianitas, un universo cristiano y la Iglesia el marco y el contenido de ese universo.
No hay fronteras entre sacro y profano. Todo es asunto de Dios y, por tanto, de
Bernardo, a quien la Virgen, según la tradición, encargó de hacer conocer a su Hijo.
Los pilares que sostienen a Bernardo son el Amor de Dios y el de Nuestra Señora a los
que aspira y cuida por medio de la oración que tanto recomienda Bernardo a Eugenio III y a
todos los papas en el De consideratione.
27
Citada por J.M. Soler en San Bernardo y los jóvenes monjes. Studia Monastica, vol 35, fasc. 2.
Barcelona: Abadia de Montserrat 1993, p. 294.
Bernardo es un hombre elocuente y vehemente que sigue, quizá algo impulsivamente, sus
convicciones con firmeza y lealtad utilizando en su defensa una prosa y una homilética de
gran belleza y elaboración, aunque frecuentemente inspirada en obras de los Padres, hasta
llegar en el caso de Agustín y Ambrosio, prácticamente al plagio en sus citas28, por ejemplo
en cuatro de sus homilías de alabanza a la Virgen María, en los sermones sobre el salmo 90
e, incluso en Sobre la gracia y el libre albedrío29.
3.3.2. Desencuentros
Los desencuentros de Bernardo son frecuentes, posiblemente por su carácter y por la
vehemencia y seguridad con que defiende sus convicciones. Sin embargo, no carece de
humildad y se apresta a rectificar y pedir perdón cuando lo cree conveniente. En caso
contrario, puede resultar implacable.
Algunos de los más notables de esos desencuentros son:
-
Con Roberto de Châtillon30, primo suyo que había estado en Cluny pero después le
había seguido a Claraval. Parece ser que aprovechando una ausencia de Bernardo,
había sido reclamado de Cluny y había acudido allí espantado por el rigor de vida que
se mantenía en Claraval. La supuesta poca nobleza en la actuación de Cluny respecto
a la fuga de Roberto de Châtillon serán fuente de discusiones epistolares entre Pedro
el Venerable y Bernardo y concluirán con la posterior Apología que elaborará a
demanda de su amigo Guillermo de Saint-Thierry31.
-
Con Pedro Abelardo, por si Tratado sobre la Trinidad. En el fondo subyace una
cuestión de primacía intelectual frente a primacía de la fe. Los debates serán tan
arduos que llevarán a la condena de Pedro Abelardo, que deberá quemar él mismo su
libro, y a su refugio en Cluny, a la sombra de Pedro el Venerable.
-
En la misma línea estarán los desencuentros con Gilbert de la Porée y con…
-
Pedro el Venerable será su interlocutor en los ataques de Bernardo a Cluny por
razón de Roberto pero también por la virulencia de su discurso contra las costumbres
de vida practicadas en su monasterio a las que Bernardo condenará.
-
En un momento determinado, en la resolución del cisma de Anacleto y Inocencio, Luis
el Gordo será un gran aliado de Bernardo, pero no será así cuando Luis pretende
confiscar los bienes del arzobispo de París. También se quejará de las ingerencias de
Luis el Joven en las elecciones episcopales.
-
Por último, aunque el desenlace cátaro, será posterior. Bernardo ya mantiene
discusiones y condena sus posiciones a lo largo de su vida.
3.3.3. Respuestas
El nacimiento de Cîteaux y la proliferación de eremitas que lo precede, son signo del
descontento de la sociedad frente a un monacato casi funcionarial que tiene un papel social
28
Tal como le recriminará Berengario de Escocia en el concilio de Sens
Tan leído después por Lutero
30
Cf. con A. Masoliver, n. 25, p. 132
31
Íd. n. 28
29
similar al de los señores feudales, la austeridad de Bernardo, su humildad y su elocuencia,
son un contrapeso necesario en el momento en que le ha tocado vivir.
Bernardo realiza una actividad política y conciliar constante que con gran frecuencia le
obliga a la lejanía de su monasterio, sin descuidar por ello su responsabilidad como abad, a
pesar de las quejas de sus monjes:
Si para vosotros es molesta mi ausencia, nadie dude que para mí es más enojosa. Porque la
privación y la angustia no tiene comparación; vosotros carecéis sólo de mí, pero yo estoy privado
de todos vosotros… No debéis indignaros por mi tardanza, que no depende de mi voluntad,
sino de la necesidad de la Iglesia; al contrario, sufrid conmigo.32
Bernardo no duda en desplazarse a dónde se le necesita, no duda en condenar las
posturas que considera erróneas y en proclamar las medidas que cree necesarias para el
bien de la sociedad y la Iglesia.
Esa labor la hace en persona o a través de sus escritos, fundamentalmente cartas y
sermones. Así, Bernardo se hace presente en todas partes y su cercanía es una de las
razones fundamentales de su importancia en la vida eclesial y civil del siglo XII.
4.
PRÓSPERO GUÉRANGER (1805-1875)
4.1. Contexto
4.1.1. Situación política
El mundo desde Bernardo y, aún más, desde Basilio, ha cambiado. Las fronteras se han
ensanchado más allá del Mediterráneo: se ha descubierto América, las comunicaciones con
el Extremo Oriente son posibles y relativamente fluidas,… se empiezan a conformar las
fronteras que se habrán de mantener hasta poco después de la caída del muro de Berlín.
El siglo XIX está profundamente marcado por el cambio, la inestabilidad y los contrastes.
Empieza poco después de la Revolución Francesa y del cambio radical que significó para las
sociedades europea y americana. Poco después, en Francia, se establece el Imperio de
Napoleón Bonaparte. De nuevo el sueño de la restauración del Imperio Romano se
consolida en la historia, marcado quizá por un deseo inconsciente de restaurar la
aristocracia que se acaba de demoler.
En este siglo se pasa con relativa facilidad de la Monarquía a la República, de la República
al Imperio, del Imperio a la República y de ésta a la restauración monárquica o viceversa.
Estos contrastes que no son exclusivos de Francia, sino de toda Europa e irán
acompañados de guerras, revoluciones y revueltas que golpearán a la sociedad y la llevarán
al desconcierto, a la turbulencia y al miedo.
Son tiempos de intervencionismo estatal en el campo religioso, pero también de
secularización y desamortización. Por un lado se pretende eliminar el hecho religioso, por el
otro se lo funcionariza y se intenta su domesticación social33. Es el fruto de las guerras
religiosas de siglos anteriores, de las Reforma Luterana, del concilio de Trento y de los
movimientos religiosos que se generarán a continuación.
32
33
Ep. 143, Obras completas de San Bernardo 7, p. 515, citat por G. Columbás, ver n. 24.
Como tantas otras veces a lo largo de la historia
4.1.2. Sociedad
El pueblo llano, sumido en la pobreza y la miseria, sigue desesperado las directrices de la
burguesía que le promete la recuperación de sus tierras y de su dignidad humana.
La burguesía, no cumplirá sus promesas y gestionará las posesiones desamortizadas, lo
que generará, a finales de siglo más tensiones con la revolución industrial y la publicación de
las ideas de Marx y Engels.
En ese contexto y más en Francia, con el establecimiento del Imperio Napoleónico, cabe
preguntarse si efectivamente ha caído el Antiguo Régimen o simplemente ha cambiado de
aspecto.
Con la Revolución Francesa el mundo cambia irreversiblemente en sus concepciones
políticas, pero también en la concepción de la propia humanidad y dignidad.
Es tiempo de revoluciones: la revolución francesa, la revolución científica iniciada en el
Renacimiento, la revolución tecnológica, la revolución industrial, pero también en sus
cuestiones más teóricas, una revolución filosófica y moral.
El desconcierto, la inestabilidad y la inquietud son las características en que la sociedad
decimonónica aprende a sobrevivir en un mundo que está apunto de matar o quizá haya
matado ya a Dios y que de camino ha dejado fuera de combate a la vida religiosa.
Sin embargo, el anticlericalismo evidente en la primera mitad del siglo, parece diluirse en
el pietismo posterior y la proliferación de órdenes y congregaciones religiosas, que no
evitarán los grandes desastres del siglo XX.
4.2. Datos biográficos
4.2.1. Familia
Pierre Guéranger pretendía entrar en el seminario de Le Mans34 cuando lo sorprendió la
Revolución Francesa y sin voluntad alguna, se vio obligado a formar parte del ejército
revolucionario, situación que evitó haciéndose pasar por su difunto hermano y cambiando su
residencia35.
Próspero Guéranger nace pues en Sablé-sur-Sarthe en 1805, en el seno de una familia
muy cristiana y disconforme con la situación en que vive el país.
Sin embargo, la posición que adopta la familia Guéranger es la de pasar desapercibidos,
ocultando sus convicciones y opiniones para evitar las frecuentes y comunes represalias.
El silencio hace que Guéranger se entere por casualidad y fuera de su familia de la prisión
del papa a manos de Napoleón pero no evita que esos hechos descubiertos en la infancia
marquen su fidelidad a Roma y su concepción de la figura papal36.
Por otro lado, Pierre Guéranger, ejercerá, primero voluntariamente y después por
mandato del estado, de maestro en Sablé y ese hecho también es signo de la importancia
34
Cf. con C. Jonson, Prosper Guéranger (1805-1875): a liturgical theologian. An introduction to his liturgical
writings and work. Analecta liturgica 9. Studia Anselmiana 89. Roma 1984. pp. 50-51
35
Cf. con G.M. Oury, Dom Guéranger. Moine au Coeur de l’Église. Solesmes 2000.
36
Íd. n. 34 p. 49
que la educación tendrá en la vida de Guéranger a quien su madre, ya en la tierna infancia, le
proporcionaba libros de los Padres del Desierto y Genie du Christianisme de Chateaubriand37.
4.2.2. Trayectoria
Pasada su niñez, Guéranger, entrará en el seminario de Le Mans, en el que encontrará
muchas deficiencias en cuanto a la formación litúrgica, de historia de la Iglesia,… que
subsanará con lecturas complementarias en sus ratos libres38.
Una vez ordenado se le nombrará secretario del obispo de Le Mans, de la Myre-Mory, a
quien seguirá a París en su jubilación, trabajando en el departamento de las Misiones
Exteriores.
Entrará en relación con Lamennais, para quien escribirá algún artículo, aunque sin llegar a
pertenecer nunca a su escuela, La Chenaie.
Posteriormente, volverá a Le Mans y con la aprobación del Obispo y del propio
Lamennais39 y con la ayuda de diversos benefactores conseguirá alquilar Solesmes e iniciar
allí un esbozo de vida monástica benedictina con cuatro compañeros más.
Las dificultades fueron notables, tanto por razones económicas, como por el hecho que
no tenían ninguna experiencia como monjes, como por la situación política del país que en
absoluto no era favorable a este tipo de vida, como por el desencuentro con el obispo de Le
Mans que, en un primer momento le había ayudado.
Aún así, la fundación se consolidó y colaboró en el establecimiento de otras fundaciones
en Alemania, Bélgica40,… y también en la restauración de los dominicos de la mano de su
amigo Lacordaire.
También fue relevante su trabajo a favor del establecimiento del dogma de la Inmaculada
Concepción y de la Infalibilidad papal. Sin embargo, no acudió al Vaticano I, por razones
monásticas y de salud, pero también porque, a pesar que el mismo Pío IX se lo pidió y
también el cardenal Pitra, monje de Solesmes, la convocatoria no fue oficial y la presencia
monástica no acabó de ser regulada al gusto de Guéranger41.
Sin olvidar, también su papel como restaurador de la Liturgia Romana que tanto
influyeron en el desarrollo litúrgico en toda Europa.
4.3. Actitud, actividad, aportaciones
4.3.1. Claves
En primer lugar, no puede olvidarse la importancia que para Guéranger tuvo el hecho de
haber vivido su infancia en las cercanías de Solesmes y tampoco la postura de su familia en
cuestiones religiosas.
37
Íd. n. 34 p. 66
Íd. n. 37
39
Cf. con V. Friesenegger y J. M. Sasía, Nuevas semblanzas benedictinas, Zamora: Monte Casino 1993, p.
117
40
Íd. n. 39
41
Cf. con op. cit. n. 35, p. 412
38
El entorno siempre marca, pero en el caso de Guéranger, el entorno es prácticamente
premonitorio de su actividad posterior.
Por otro lado, otro hecho importante, en el futuro de Guéranger será su amor por la
lectura y el estudio. Él soñará en la restauración maurina, concibiendo la vida monástica
como un marco propicio al estudio42 y la liturgia como vías de encuentro con Dios, sin
olvidar tampoco la importancia de una cierta dimensión mística necesaria para sostener toda
vida religiosa.
Un hecho importante también de Guéranger es su capacidad, al margen de las facultades
que le valdrán el apodo de Guérroyer43, para conseguir colaboradores y la ayuda de
benefactores en su trabajo. Si no hubiera sido, por ejemplo, por Chateaubriand44 o Mme.
Swetchine, Guéranger nunca hubiera podido siquiera alquilar Solesmes. Si no hubiera sido
por la colaboración de Lacordaire y después de Pitra, sus problemas con Roma hubieran
sido difícilmente resolubles.
Guéranger, fue un trabajador infatigable, pero también fue una persona capaz de buscar
recursos y apoyo en medio de la dificultad.
Guéranger es un hombre que busca y que intentará, por todos los medios, llegar a donde
se ha propuesto sin saber del todo, las implicaciones totales de sus objetivos. Es un hombre
que busca, pero también, un hombre de convicciones absolutas que le traerán más de un
quebradero de cabeza para él y también para su comunidad.
En ese sentido, sus enemigos le acusan de polemista y quizá no lo hagan del todo
injustamente. No puede olvidarse que hasta el papa, aunque con toda la estima, lo llamaba
Guérroyer.
Es un hombre también reflexivo y valeroso ante la soledad vital con la que debe
enfrentarse en más de una ocasión.
Pero también, aunque haya quien no quiera reconocerlo, es un romántico y en ese
romanticismo y en su recurso a la aristocracia cabe buscar la razón y el éxito de su
empresa45.
4.3.2. Desencuentros
Guéranger está contra el jansenismo y el galicanismo que se encuentra al llegar al mundo.
En cierto modo, el ultramontanismo de Lamennais es lo que le llama la atención de él. Para
Guéranger ni la liturgia galicana ni el clero funcionarial que instituyeron las Constituciones
de 1790 y los posteriores concordatos napoleónicos, son aceptables y trabajará con todo su
empeño en cambiar, en la medida de sus posibilidades, la situación, empezando por el uso
habitual de la liturgia romana y siguiendo por la restauración del monacato benedictino.
Sin embargo, los desencuentros no siempre vinieron del exterior, y en el primer año de
vida monástica en Solesmes, se hacen notar provocados por varios factores. Por un lado la
falta de experiencia y de vida monástica de los fundadores. El abad de Malleray, dom
Antonio Saulnier de Béauregard, le había advertido de las dificultades de la vida en común y
de unos inicios monásticos en que el mismo abad era, a la vez, un novicio46. Por otro lado, el
42
Cf. con la visión del monacato maurino presentado por G. Colombás en La tradición benedictina. V. VII.
Los siglos XVII y XVIII. Zamora: Monte Casino 1997
43
Íd. n. 41
44
A. Linage, En torno a la restauración benedictina en el siglo XIX. Algunos síntomas de sus diversas
mentalidades. Madrid 1984.
45
Íd. n. 44.
46
G.M. Colombás, La tradición benedictina. V. VIII. El siglo XIX. Zamora: Monte Casino 1999, p. 179
poder absoluto que concedió al mayordomo del monasterio, las necesidades económicas del
mismo y el absolutismo de algunas actitudes de Guéranger explican el “cisma”.
La cuestión, es que al cabo de ese primer año, Guéranger se ve desposeído de su
condición como guía de la comunidad, sustituido por un exmonje maurista47 entrado en
años y con muy buenas condiciones económicas.
La resolución llegará de manos de Monseñor Bouvier, con quien tendrá dificultades por
la cuestión de los pontificalia48. De hecho, después del segundo volumen de las Instituciones
en el que critica la liturgia galicana, tendrá problemas con prácticamente todo el obispado
francés.
Pero también con el Estado que no ve con buenos ojos sus relaciones con Roma y el
restablecimiento de las instituciones monásticas que él mismo se había encargado de hacer
desaparecer.
Otra fuente de desencuentro será con el mismo Lamennais a quien tanto había admirado
y la razón será la condena romana de su ideología en la encíclica de Gregorio XVI, Mirari vos,
no tanto en la doctrina del sentido común, sino en su avance y defensa del liberalismo
cristiano, condenado así por Roma49. Guéranger condenará el naturalismo y el liberalismo
con fuerza y hará de esa condena su caballo de batalla.
4.3.3. Respuestas
Las respuestas de Guéranger están en la misma línea de las claves ya definidas de su
actividad y actitud.
Fundamentalmente hay que destacar su formación patrística, histórica y litúrgica que le
harán capaz de llevar a cabo sus proyectos. Guéranger es una persona profundamente
documentada, aunque no siempre pueda afirmarse que bebió de las fuentes correctas o que
las interpretó correctamente.
Ante las dificultades, Guéranger no se arredra, persevera en su intención, pero es capaz
de anteponer la humildad y la paciencia a la consecución de sus objetivos. Sin renunciar, sin
embargo a ellos.
Guéranger no parece dudar de qué debe hacer, él mismo reconoce no haber necesitado
nunca discernir con la oración cómo debía conducirse en cuanto a la restauración
monástica. Prevé, estudia, trabaja, pero ante todo, actúa. Y cuando él no es capaz de sacar
las cosas adelante, pide ayuda en todas las instancias posibles.
Esta claridad y convicción absolutas le llevan a marcar y definir una línea monástica que,
en cierto modo, aunque salvando las distancias, no deja de recordar a Cluny.
5.
TRES LECCIONES DE LA HISTORIA ANTE EL CAMBIO
CULTURAL
Quizá la primera lección que deberíamos considerar, es que no únicamente podemos
aprender de la actividad de nuestros personajes, sino también de sus circunstancias y del
mundo en que les fue dado vivir.
47
Siendo que Guérnager nunca había querido en su monasterio a monjes mauristas.
G.M. Colombás, La tradición benedictina. V. VIII. El siglo XIX. Zamora: Monte Casino 1999, p. 183
49
Op. cit. n. 39, p. 118
48
En ese sentido, al compararlos, nos damos cuenta de los cambios sustanciales que han
marcado el transcurso de los 1500 años que los separan.
En ese tiempo se viaja del Imperio Romano a una Europa de naciones. De una Iglesia unida
a una Iglesia fragmentada y amenazada por el poder secular.
El mundo, efectivamente ha cambiado, así como también lo ha hecho la perspectiva desde
el que nos aproximamos a él. No pueden compararse las percepciones en un universo
geocéntrico movido por la tracción animal, con las de un universo heliocéntrico movido por la
máquina de vapor.
Sin embargo, si releyésemos, por ejemplo a Platón50, fijándonos en las circunstancias vitales
de Basilio, Bernardo y Guéranger, nos daríamos cuenta que hay muchas cosas que no cambian:
- El malestar provocado por la definición de las relaciones entre Estado, Iglesia y Sociedad.
- El desacuerdo en concepciones teológicas y eclesiales. Las concepciones en sí, no son las
mismas que entonces, la dificultad del acuerdo, sí que es común.
- La incapacidad del ser humano para convivir pacíficamente compartiendo sus bienes y la
compañía perenne de guerras y miseria.
Por lo que respecta a las necesidades humanas, tampoco han variado excesivamente desde
el principio de los tiempos: el ser humano siempre ha vivido muerto de sed de trascendencia,
de sed de humanidad y de sed de autenticidad. Y nunca, ni aún hoy no ha conseguido saciar su
sed sino es en el Dios Encarnado.
Por último como remedio e instrumentos en la construcción del Reino, parecen inevitables
e imprescindibles: la escucha, la oración, el diálogo, la tenacidad, el trabajo, la caridad, la
comunicación y la confianza y, sobretodo, ser capaces de vivir el propio tiempo desde la
coherencia y la autenticidad porque, si nos fijamos bien, todo tiempo conlleva su dificultad y su
gracia y es nuestra responsabilidad trabajar en él.
Esas pueden ser, en conclusión, algunas de las lecciones de la historia ante el cambio
cultural.
50
En la República, por ejemplo
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