Testigos de Dios en medio de la noche

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TESTIGOS DE DIOS EN MEDIO DE LA NOCHE
(XXXI Semana de Estudios Monásticos, Loyola, 2005)
Una mujer, acompañada de otras, estaba de pie en la más tenebrosa de las
noches. El mediodía se convirtió en tinieblas aquel día en que asesinamos a
Dios. María Calvario y las otras mujeres nos enseñan una verdad fontal: los
auténticos testigos testimonian arropados por la noche, cubiertos de soledad,
habitados por el dolor, vivificados por una esperanza que vence a la muerte.
Resulta difícil creer en otros testimonios y en otros testigos. Ninguno de
nosotros se encuentra en la situación de María y sus compañeras. No
obstante hablamos. Para colmo no soy mujer sino varón y de los que
huyeron. Perdón por mi arrogancia. Cuento con vuestra condescendencia,
continuaré con mi discurso.
Hablando de discurso, deseo dejar claro que éste no será escolástico ni para
estudiosos. Es discurso monástico destinado a monjes y monjas. Discurso
más práctico que teórico, nacido de la contemplación en el seno de la acción.
En un primer momento, muy brevemente, trataremos de identificar lo referido
con el símbolo de la “noche”. En segundo lugar, nos preguntaremos por el
rostro de Dios del cual queremos dar testimonio. En tercer lugar,
abordaremos la vida monástica en cuanto testigo de ese Dios en medio de la
presente noche. Concluiremos con una invitación a la esperanza.
No hace falta decir que me ubico en el momento presente, en la geografía
occidental y europea; y lo hago desde la perspectiva de la vida monástica en el
seno de la Iglesia católica. Obviamente, se trata de partes en un conjunto
mayor condicionante y condicionado.
1. Noche monástica: precariedad existencial y espiritual
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í í ú í hay varios tipos de noches y anocheceres, con variedad de claroscuros y
promesas de amaneceres.
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-Ultima profesión solemne: hay que hacer memoria para recordar la
fecha.
-Edad media de la comunidad: por encima de la requerida para la
jubilación
-Miembros: en torno a la decena.
-Salud: muchas personas con cuidados especiales.
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-Generaciones: mayoría anciana, edad media sobrecargada,
insignificancia juvenil.
-Vocaciones: muy pocas y de edad adulta.
-Perseverancia vocacional: de corto alcance.
-Ánimo comunitario: esperanza resignada.
-Proyectos futuros: inexistentes, confusos o principalmente de orden
material.
-Unidad: coexistencia y armonía basada en la tolerancia.
-Superiores: dificultad en encontrar personas competentes.
-Cuadros directivos: doble o triple oficio de los responsables.
-Formación: falta de medios, tiempo y personas capacitadas..
-Opus Dei: participación reducida y calidad en baja.
-Conversatio: voluntarista y/o aliviada por dispensas varias.
-Servicios y trabajo lucrativo: dependiente de seglares.
-Economía: basada en pensiones o rentas de diferente tipo.
-Edificios: desproporcionados
Obviamente, cuanto más de estas notas están presentes en una comunidad
dada tanto más esa comunidad se sumerge en el ámbito de la precariedad. No
hace falta decir que esta evaluación no implica ningún tipo de juicio moral
sobre la realidad comunitaria y de sus miembros. Si se tratase de un problema
moral o de decadencia no tendría ningún sentido hablar de testimonio.
porsua
mliptud.
No obstante, hemos de afirmar que algunas de estas comunidades gozan de
poco autoconocimiento y, en consecuencia, poca aceptación de la propia
realidad. En esta situación podrán dar testimonio con mucha dificultad, si es
que llegan a testimoniar. Por eso es útil recordar en este momento dos
verdades que nos enseña la sabiduría de la medicina popular:
-Conocer el diagnóstico puede entristecer al enfermo; esta tristeza
puede convertirlo en enemigo del médico y hasta de la misma salud;
todo esto muestra con suma claridad la urgente necesidad de un
médico.
-Despreciar el diagnóstico, pues no se halla remedio al mal, es olvidar
que reconocer la enfermedad es ya principio de curación.
Deseo hacer notar algo importante. La transmutación epocal afecta al “primer
mundo” sobre todo en su dimensión cultural, y al “tercer mundo” en su
dimensión económica y social. La precariedad del primer mundo puede
estrecharse en un abrazo con la miseria del tercer mundo. Nuestras
comunidades monásticas inmersas en la precariedad pueden solidarizarse con
la muchedumbre de empobrecidos por la rapacidad de la economía global.
Ahora bien, cerrando esta parte de nuestro tema, lo que he querido decir es lo
siguiente: la “noche” por la que atraviesa la vida monástica en Europa
occidental se refiere a la precariedad existencial y espiritual de muchísimas de
nuestras comunidades y/o de la vida monástica en su conjunto. Esta noche
puede ser vivida como una tragedia, un mal que pasará o una oportunidad
maravillosa para renovarnos y vivir en plenitud. Sólo en este último caso
podremos dar testimonio del Dios de Jesucristo.
2. Nuestro testimonio: el Dios Revolucionario
2
Digamos en primer lugar -a modo de autocrítica- que hay muchas teologías
que lo saben todo de Dios, con esto demuestran su supina ignorancia;
ignorancia que sería docta si la admitieran sin más. Muchos rascacielos
conceptuales y teológicos alejan del Dios vivo y nos convierten en creyentes
de nuestro propio saber.
El centro de la reflexión teológica consiste en la contemplación del misterio de
Dios Trino. A este misterio se accede contemplando el misterio de la
encarnación del Hijo de Dios; misterio del hacerse humano y del caminar hacia
su pasión y muerte, misterio que desemboca en su gloriosa resurrección,
ascensión a la gloria del Padre, de donde enviará su Espíritu de verdad para
constituir y animar a su Iglesia. En este panorama, la teología ha de buscar
comprender la kenosis de Dios: su vaciamiento y abajamiento que concluye en
exaltación gloriosa; humillación suprema que manifiesta un amor que se
entrega sin pedir nada a cambio.
Sin caer en la tentación de la “fe del carbonero”, podemos aceptar que los
pequeños, pobres, disminuidos y enclenques (más aún si son creyentes)
pueden conocer y testimoniar a Dios más auténticamente que los grandes,
ricos, poderosos y fuertes (por más devotos que sean).
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ñ é é ú en la que estamos inmersos? Propongo lo siguiente: ¡Tú eres el Hijo
unigénito del Dios revolucionario que exalta y abaja, humilla y engrandece!
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A fin de ilustrar lo anunciado consultaremos un texto bíblico que está en
nuestros labios y corazones diariamente: el cántico de María (Lc.1:47-55). Lo
presentamos haciendo notar su estructura bipartita:
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Nuestro testimonio permite dar a conocer que Dios no es un Dios de
muertos sino de vivos y que se vuelca en amor misericordioso allí en donde
encuentra cualquier tipo de miseria, miserias opresoras y miserias oprimidas.
3. Testigos de Dios: gracias a la noche
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“Dios Revolucionario” que abaja y exalta, humilla y engrandece.
ó ñ é ó ñ ó En consecuencia, el testimonio de nuestra vida monástica no ha
de ser algo verbal sino vital, de ejemplo y no de palabras. Es decir,
testimoniamos según vivimos.
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Pero para que este testimonio sea posible se impone una docena de
condiciones previas. Condiciones que traducidas en lenguaje subjetivo
pueden ser entendidas como convicciones operativas:
-Abrazar la noche de la precariedad como una magnífica oportunidad
para crecer en fe, esperanza y caridad, pilares de la mística y la
comunión cenobítica.
-Evitar vanos y superfluos lamentos. El 80 % de la humanidad se
encuentra en situación aún más precaria y sombría que nosotros.
-Recordar que una Regla es tal porque es recta y lleva rectamente al fin
propuesto, una
observancia
literal desvía
del objetivo y
tuerce al
observante.
-Desconfiar de esquemas mentales, jurídicos e institucionales que
apagan la brasa que aún arde debajo de las cenizas.
-Jamás sacrificar personas al servicio de tradiciones y costumbres,
estructuras y proyectos que han perdido su sentido y vigencia actual.
-No confundir espiritualidad con ideología, la primera es portadora de
vida, la segunda es mutiladora de los vivientes.
-Soñar comunitariamente la utopía de una vida monástica anclada en la
experiencia mística fundante del monaquismo y lanzada hacia el
encuentro con Quien cada día nos sale al paso en el seno de la
comunidad.
-Abrirse críticamente al diálogo pluricultural y generacional
reconociendo que los jóvenes son también creadores de cultura.
-Pedir al Espíritu capacidad de riesgo a fin de aventurarse por caminos
desconocidos y correr la gran aventura que consiste en dejarse guiar y
llevar por Él.
-Abundar en paciencia presente a fin de rebosar en esperanza futura.
-Entrar en la escuela nocturna del arte del buen morir, sabiendo que la
promoción depende del arte diurno del bien vivir.
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-Abundar en el buen humor, sobre todo cuando el humo nubla, los ojos
lloran, el aire falta y el fuego quema y vienen ganas de gritar ¡socorro!
Si las condiciones y convicciones recién presentadas son, aunque sea en
parte, una realidad, ya se estará dando testimonio de la obra divina entre
nosotros desde la oscuridad de la propia precariedad. Este testimonio inicial
podrá ser enriquecido si se lo encarna en una vida radicalmente evangélica y
monásticamente esencial.
3.1. Radicalmente evangélica
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En efecto, si deseamos concretar aún más la radicalidad, si deseamos hundir
aún más profundamente nuestras raíces, tendremos que llegar al absoluto de
la persona de Jesucristo. Y esto no se puede hacer mediante una fe prestada
o socio-cultural, sino por medio de una fe personal y purificada que ha vivido
el despojo de muchas representaciones para quedar desnuda y en su más
pura acogida y donación. Si es verdad, y sé que lo es, que Él me amó y se
entregó por mí, sólo queda una posibilidad: morir para vivir en Él y servir a los
demás.
3.2. Monásticamente esencial
La vida monástica conoce una gran variedad de formas. Se puede hablar de la
vida monástica como de un arquetipo humano fundamental que encontramos
en todas las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. Se podría
también recordar la variedad de formas que el monaquismo cristiano ha
tomado en las tradiciones del Oriente y del Occidente. No obstante, hay algo
común que subyace a todas las formas; he aquí como expresa un monje
cristiano medieval:
'Esta es la generación que busca al Señor' (Sal.23:6). ¿Le busca o ya le
posee? Sí, lo posee y lo busca: es imposible buscarle sin poseerle ya
antes (...) Hermanos míos, si ésta es con toda verdad y certeza la
'generación que busca al Señor, que busca el rostro del Dios de Jacob'
(Sal.23:6). ¿Qué otra cosa puedo deciros sino aquello que dice el
profeta: 'Que se alegren los que buscan al Señor; recurrid al Señor y a
su poder, buscad continuamente su rostro' (Sal.104:3-4). O lo que dice
otro: 'Si buscáis, buscad' (Is.21:12). ¿Qué quiere decir: si buscáis,
buscad? 'Buscadle con sencillez de corazón' (Sab.1:1). A él por encima
de todo, y ninguna otra cosa fuera de él, ni después de él. El que es
simple por naturaleza exige sencillez de corazón (Bernardo de Claraval,
Div 37:4,9).
Nosotros, monjes y monjas, somos cristianos que hemos dedicado toda
nuestra vida a la búsqueda y al encuentro con Dios. Es verdad que no somos
los únicos que buscamos a Dios ni tampoco pretendemos hacerlo mejor que
los demás. No obstante, podemos decir que nos sabemos llamados a hacer
de esta búsqueda un absoluto en nuestras vidas. Por eso: queremos buscar a
5
Dios verdaderamente, frecuentemente, constantemente; no queremos buscar
otra cosa en lugar de Él, ni otra cosa con Él, ni regresar de Él hacia otras
cosas. Si no buscásemos a Dios de este modo, ¡dejaríamos de ser monjes y
monjas!
Siendo la búsqueda de Dios el sentido y fin último de nuestra existencia,
nuestra vida es una vida de gran sencillez. Esta simplicitas, es decir, el hecho
de tener sólo una preocupación y un solo fin, es el sentido primero y más
profundo de la palabra monachos.
La razón y finalidad de este quaerere Deum es evidentemente el encuentro
amoroso con Dios. Toda nuestra vida es un camino hacia este fin. Y este
camino monástico está caracterizado por un cierto número de medios. Entre
los principales habrá que enumerar los siguientes: la oración silenciosa y
contínua, la plegaria litúrgica centrada en la Eucaristía, la lectio divina, la
ascesis del ayuno, de las vigilias, del trabajo, de la pobreza voluntaria y de las
diversas renuncias (castidad y obediencia) conducentes a la conversión y
purificación del corazón, todo en un clima de soledad y silencio.
Todos estos medios no son más que medios. Son constitutivos de la vida
monástica y necesarios a la misma; pero no son el elemento esencial de ella ni
el alma que la anima: la búsqueda y el encuentro con Dios. Una vedette de
televisión ayuna, duerme poco y canta; y un preso de la penitenciaria nacional
guarda silencio, vive en soledad y se dona a la lectura; pero, con el mayor
respeto, no me parece que podamos considerarlos un monje y una monja.
Nosotros lo somos, pero si perdemos de vista nuestro fin, corremos el peligro
de convertirnos en vedettes y presidiarios.
Estos medios constitutivos de nuestra vida monástica se encarnan en
prácticas concretas. Estas prácticas pueden diferir en una u otra tradición y,
además, pueden evolucionar a lo largo del tiempo. A todos nos es evidente
que la práctica del silencio en la tradición benedictina no es igual al de la
tradición cisterciense reformada. De igual modo, es fácil constatar la
evolución sufrida por dichas prácticas en los últimos años; valga como
ejemplo ilustrativo el siguiente cuadro:
Evolución de la encarnación práctica de algunos medios monásticos
Épocas
Desde 1900...
Desde 1960...
Desde 1975...
Modelo
Ascético (Observancias)
Personalista (valores individuales)
Comunitario (valores comunes)
Pobreza
Permisos, escasez,
desapropiación, trabajo
duro, limosnas...
Administración, trabajo rentable, uso Bienes comunes,
de bienes al servicio de la
administración económica,
comunidad, cooperativas laborales... gestión financiera, solidaridad
con el tercer mundo...
Castidad
Prevención, modestia,
corazón indiviso...
Ayudas para la integración afectiva, Clima afectivo comunitario,
corazón habitado..
amistades, apertura
heterosexual...
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Obediencia
Observancia normativa,
Promoción de talentos ,
Diálogo, discernimiento
renuncia al propio querer, responsabilidad personal, respeto a comunitario, decisiones
sumisión del propio
la autonomía personal...
consensuadas...
juicio...
Los medios son relativos a los fines. Y mucho más aún las encarnaciones
prácticas de dichos medios. Y estas encarnaciones prácticas varían según
tradiciones, lugares y tiempos. Y si varían y han variado pueden seguir
variando, siempre en vista del fin de nuestra vida monástica. Podemos
preguntarnos si un modelo más evangélico no testimoniaría mejor al Dios que
buscamos. Creo, por ejemplo, que una castidad amante, una pobreza servicial
y una obediencia comunional podrían resultar buena noticia para el mundo de
hoy y testimonio más elocuente del Dios que revoluciona y libera.
Ahora bien, nuestra búsqueda de Dios la vivimos en un contexto de relaciones
interpersonales. La vida comunitaria en comunión de amor es también algo
esencial en nuestra tradición monástica cenobítica. A Dios se lo busca y
encuentra en comunidad: ¡qué Él nos lleve todos juntos a la vida eterna (Regla
de San Benito, 72:12). Más aún todavía, el hermano y la hermana, habitados
por el Señor, son también “lugar” del encuentro con Dios.
En resumidas cuentas, es evidente para todo buscador de Dios que lo más
importante es el encuentro con Él. Es precisamente dicho encuentro el que
paga con creces todas las penas y trabajos de la búsqueda. En otros
términos, la vida monástica carece de sentido sin la unión mística o
contemplativa con el Dios que llama, purifica, desposa y transforma.
Nuestra noche monástica es una oportunidad y un don de Dios. La respuesta
más adecuada a este don es la acción de gracias. Agradecidos por nuestra
precariedad existencial y espiritual, demos testimonio del Dios de Jesucristo:
Padre misericordioso que abajando exalta y humillando corona de gloria. Si
vivimos enraizados en Jesús, mediante una vida monástica cristalina y
evangélica, seremos también buena noticia para un mundo famélico de
felicidad y una iglesia sedienta de Dios Amor.
4. Conclusión: invitación a la esperanza
Concluyo con tres palabras prestadas de diferente tipo. Una palabra
sapiencial, una palabra profética y una palabra contemplativa. Tres palabras
que, desde diferentes vertientes, son una invitación a la esperanza.
He aquí la palabra sapiencial de alguien que pasó 40 días con sus noches
flotando en aguas de diluvio. Finalmente Dios le mandó una paloma con un
ramo de olivo en señal de paz y reconciliación. El buen anciano Noé, desde su
Arca, nos dice lo siguiente:
-Recuerden que estamos todos en el mismo bote, por eso, a remar
juntos.
-Prevean el futuro, aún no llovía cuando yo comencé a construir el Arca.
-Estén siempre listos, yo ya tenía 600 años cuando quiso el Señor que
me convirtiera en constructor y piloto naval.
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-Hagan oídos sordos a las críticas insensatas, continúen construyendo.
-Si la tensión sube y el agua llega al cuello, hagan la plancha y
pónganse a flotar.
-No olviden, el Arca la construimos un grupito de principiantes atentos a
las indicaciones divinas, el Titanic fue obra de expertos.
-Poco importa el furor de la tormenta y los baldazos de agua, si confían
en Dios verán un arco iris brillar en el cielo.
Sigue una breve palabra profética de una mujer reveladora de misterios,
Juliana de Norwich: Comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era preciso
mantenerme firme en la fe y creer con no menos firmeza que todas las cosas
serán para bien... (Revelaciones, 32).
Concluyo con la palabra contemplativa. Palabra que ha de recordarnos
aquella cena de entrega, adioses y traición entrada ya la noche (Jn.13:30).
Noche que no impidió ni impedirá que su Eucaristía sea signo de esperanza y
anticipo de gloria futura. Digamos juntos con el poeta y santo Juan de Yepes,
natural de Medina del Campo:
Que bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche.
Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.
.........................................................
Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.
Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,
porque es de noche.
Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo lo veo,
aunque es de noche.
Bernardo Olivera
Roma, Agosto del 2005
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