Formap32: © Equipo Provincial de Pastoral Escuelas Pías de España, Tercera Demarcación. líneas básicas sobre EL MINISTERIO CALASANCIO Introducción 1. Finalidad de las Escuelas Pías (p. 5) 2. A quién se direge este ministerio (p. 8) 3. Cooperadores de la verdad (p. 9) ¿y qué es la verdad? valor pedagógico de la verdad el Maestro y la Verdad 4. Liberando para ser libres (p. 14) liberar de la esclavitud de la ignorancia liberar de la esclavitud del pecado ser libres 5. La Piedad: realizar la verdad en el amor (p. 18) sobre el término "piedad" hijos y hermanos hacia la comunidad 6. El educador calasancio (p. 21) 7. Los medios (p. 23) mediaciones empleadas en la escuela calasancia mediaciones en nuestros tiempos Notas aclaratorias Para la reflexión y el diálogo Bibliografía de apoyo Ministerio Calasancio p. 1 Introducción Este es el tercero de los cuadernos de esta colección que está dedicado a la formación en la identidad calasancia. Aborda lo que podríamos llamar unas «líneas básicas» para comprender el ministerio calasancio. No se puede entender éste sin leer primero el cuaderno nº 14, sobre el carisma calasancio, puesto que el ministerio confiado por la Iglesia a los escolapios es consecuencia del camino recorrido por el fundador, José de Calasanz, y el don que el Espíritu Santo ha dado en él y sus sucesores a la Iglesia. La palabra «ministerio» hace referencia, en la Iglesia, a la función que desarrolla una institución al servicio de la misión común de todos los cristianos: anunciar con palabras y obras la Buena Nueva del Reino. Por eso el primer «servicio» de las Escuelas Pías es mostrar a Jesús acogiendo y bendiciendo al niño pobre: enseñar al que no sabe es una buena noticia, la primera por nuestra parte en expresar la Buena Nueva. Más aún si acogemos a estos niños sabiendo que Jesús mismo está en ellos... por eso Calasanz formula su experiencia -de modo espontáneo pero firme- al embajador español que le propone, por fin, la canonjía que tanto había esperado: «He encontrado en Roma mejor manera de servir a Dios: ayudando a estos pobres hijitos, y no la dejaré por cosa alguna del mundo». A este ministerio, que expresa el carisma calasancio, se corresponde una manera de acercarse al misterio de Dios, de acogerlo para identificarnos cada vez más con Cristo por la acción del Espíritu: es la espiritualidad calasancia, a la que dedicamos el cuaderno nº 13. Algunos quizás esperéis referencias más concretas a la labor escolar; aquí están muy reducidas intencionadamente: hemos dicho que queremos hablar de las líneas básicas del quehacer calasancio, lo que entendemos que son las claves del «proceso educativo evangelizador» calasancio, y evitamos despistar de lo que es fundamental con lo secundario -por otra parte necesario para encarnar las «ideas»-, y por eso os remitimos también a otro cuaderno, el dedicado a la pastoral en la escuela (nº 22). El plan que os proponemos es: acercarnos en primer lugar a la finalidad de nuestro ministerio (siempre en el contexto de la misión eclesial, cuaderno nº 1); teniendo clara esta finalidad -lo contrario es caer en el sinsentido, la inercia o la supervivencia-, presentamos luego tres grandes conceptos que, a nuestro parecer, pueden articular muy bien lo que llamamos «líneas base» de este ministerio: Verdad, Libertad y Amor, si bien con títulos que aluden a otras tantas expresiones calasancias en relación con estos tres conceptos. Después presentamos un breve esbozo de las mediaciones que permitieron y permiten hacer real este ministerio. La Orden ha editado en junio de 1.999 -hace unos meses- el más reciente documento oficial sobre el ministerio calasancio (El ministerio escolapio: evangelizar educando con estilo calasancio), este cuaderno no sólo no lo sustituye, sino que quiere ser «telonero», es decir, un medio de introducirse en el tema. Por eso os invitamos a leer después el documento oficial, que podréis ver citado en la bibliografía. Finalmente, no hemos querido ahogar la lectura con un exceso de citas calasancias, que -como podréis imaginar- serían inacabables. Nos limitamos a algunas notas al final del cuaderno y algunos textos básicos, escritos en este tipo de letra a lo largo del cuaderno. Ministerio Calasancio p. 2 1. Finalidad de las Escuelas Pías (encontré mejor modo de servir a Dios) Es importante saber cuál es la finalidad de una institución, de lo contrario corremos el riesgo de dar «palos de ciego». Es, precisamente, el cumplimiento de esta finalidad el principal criterio de fidelidad al fundador, a la misión recibida al servicio de la Iglesia y del hombre y al don -carisma- del Espíritu para ejercerlo. De hecho, se oyen decir cosas como que nuestro ministerio consiste en «tener escuelas», «enseñar», la «instrucción», la «doctrina cristiana»... y ninguna de estas realidades, sin duda muy vinculadas al ministerio, expresa la finalidad del mismo. Calasanz lo da a conocer en el llamado «proemio» de las Constituciones, escrito en 1.621 y recogido en las constituciones actuales de las Escuelas Pías. Ahí dice textualmente: «Concilios Ecuménicos, Santos Padres, filósofos de recto criterio afirman, de consuno, que la reforma de la Sociedad Cristiana radica en la diligente práctica de tal misión. Pues si desde la infancia el niño es imbuido diligentemente en la Piedad y en las Letras, ha de preverse, con fundamento, un feliz transcurso de su vida entera.»1 Aquí se expone el fin primero del instituto, luego se hablará de los medios («Será, por tanto, cometido de nuestro Instituto enseñar...»), pero vamos a analizar más detalladamente la finalidad. Se trata de «imbuir (infundir, empapar...) en la Piedad y las Letras» ¿para qué?: para que tenga un feliz transcurso de toda su vida, para que sea feliz para revitalizar la Iglesia y reformar la sociedad Respecto a la primera expresión -vida feliz-, en el Memorial al Cardenal Tonti2 dice que las Escuelas Pías ponen «en práctica con plenitud de caridad en la Iglesia, un remedio eficaz, preventivo y curativo del mal, inductor e iluminador para el bien (...) mediante las letras y el espíritu, las buenas costumbres y maneras, la luz de Dios y del mundo...» (nº 9) e insiste al final: «Si la Santa Iglesia ha concedido esta gracia a tantos Institutos (...) ¿por qué no los que curan, preservan y rescatan las almas?» (nº 26). Se trata de una felicidad que trasciende la vida y Calasanz expresa como hacerlos «hábiles para santificarse». Y en lo que se refiere a la reforma de la Iglesia y la sociedad, afirma que nuestro ministerio tiene una particular importancia porque «dispone las almas mediante una buena educación a ser capaces de recibir el servicio de todos los demás ministerios» (nº 25). Calasanz habla de la reforma de la sociedad Cristiana, término acorde con su contexto histórico, pero si seguimos otros desarrollos de esta expresión en el mismo Calasanz, vemos que se corresponden bien a la formulación que hacemos en nuestros tiempos como intentar «construir un mundo más justo y más fraterno» (Constituciones actuales =C nº 11), «reforma de la sociedad» (C nº 71) por personas reformadas. Por eso se dice en nuestras constituciones (nº 86) actualmente: «Esta misión educadora tiende a la formación integral de la persona. De modo que nuestros alumnos amen y busquen siempre la verdad, se comprometan, como cristianos responsables del Reino de Dios, en la construcción de un mundo más humano y mantengan un estilo de vida que sea coherente con su fe. Así, progresando a diario en la libertad de los hijos de Dios, logren un feliz transcurso de toda su vida y alcancen la salvación eterna». ¿Hace falta decir más? Desarrollaremos en los apartados siguientes el contenido de este texto, pero antes insistimos en dos puntos importantes: Ministerio Calasancio p. 3 1.- es a través del amor concreto, a Dios y al hombre, expresado como «plenitud de la caridad» en el primer número del proemio de Calasanz, como se desarrolla este ministerio, no debe caber nada que no sea por y con amor. También lo encontramos en el lema: «para gloria de Dios omnipotente y utilidad del prójimo»3; 2.- el criterio de nuestra actuación es pues ese amor, la felicidad del niño y la reforma de la sociedad y renovación de la Iglesia: son las preguntas para evaluarnos y para evaluar todas nuestras opciones. Un ejemplo para entender esto último son los llamados «tres praecipue», es decir los tres acentos que expresan de un modo especial el carisma, llamados las tres «p» como regla mnemotécnica: desde los primeros años (pequeños), porque en ellos se construyen las estructuras básicas de la persona que durarán toda la vida4 a los más pobres, pues para ellos -también hoy mayoría social- se fundó nuestro instituto5 sobre todo la evangelización (piedad o pastoral...), pues la finalidad de la educación calasancia se fundamenta en la experiencia de fe6 Estos tres acentos no definen el instituto, sino que ayudan a precisarlo. De hecho, si no tenemos en cuenta la finalidad del instituto, correríamos el riesgo de justificar perversiones del ministerio como trabajar con los más pequeños para así «embutirlos» mejor en el sistema; o educar a los pobres de hoy para ser los ricos insolidarios de mañana; o enseñar la piedad como escape egoísta del mundo real. 2. A quién se dirige este ministerio (ayudando a estos pequeñuelos) Calasanz se dirigió sobre todo a los pobres de su tiempo, pues eran los que no tenían igualdad de oportunidades. Posteriormente quedó claro que las escuelas se abrían a todos, pero se subrayaba la prioridad de los pobres precisamente para favorecer la igualdad. Por eso también hoy debe dirigirse nuestro servicio (ministerio) en primer lugar a los pobres de nuestro mundo, aquellos que permanecen en situación de miseria y opresión (cf.: Ex 3,7.9), en las que se unen la esclavitud de la ignorancia y del pecado, en expresión de Calasanz: los niños y jóvenes del tercer mundo y de las zonas marginales de las grandes urbes los niños desescolarizados, los que son víctimas del fracaso social educativo, los necesitados de integración, los que sufren la falta de sentido y referencias... Esta preferencia debería ser notoria en nuestras obras, de modo que el signo del Reino «los pobres son evangelizados» (Lc 7,22) sea nuestro primer servicio a la Iglesia y al mundo. Se dirige, además, a los más pequeños, como hemos indicado más arriba: es el momento educativo más importante y cada vez son más quienes así lo reconocen, algo que ya hizo Calasanz cuando la sociedad los despreciaba. En estos tiempos esto supone una apuesta educativa y pastoral de la que aún no todos los educadores y evangelizadores están convencidos. Esto supone primar el método preventivo y trabajar con más fuerza los primeros años, poniendo a los mejores educadores y evangelizadores, definiendo mejor los métodos y contenidos propios de la edad... En esto hemos de señalarlos frente a tanta insistencia en «arreglar entuertos» en edades tardías: esto habrá de hacerse, pero sin descuidar la prevención. Esta opción por los pequeños implica, además, una concepción del niño como alguien capaz de desarrollar su personalidad humana y su vida sobrenatural si se le educa en la Ministerio Calasancio p. 4 Piedad y las letras: implica una visión del niño en su totalidad (corporalidad, afectividad, inteligencia, voluntad, libertad... y espíritu) aceptando que en lo más hondo de sí hay una huella de Dios, puede hacerse presente el Espíritu y es él quien debe guiarlo y nosotros reconocerlo y colaborar: es todo un reto con consecuencias metodológicas. 3. Cooperadores de la verdad Esta expresión la utiliza Calasanz para definir al educador escolapio: «En actitud humilde debemos esperar de Dios Todopoderoso los medios necesarios para ser eficaces cooperadores de la Verdad, pues Él nos ha llamado como braceros a esta mies fertilísima. (...)» (CC nº 3) 3.1. ¿y qué es la verdad? La pregunta de Pilatos parece muy actual: ¡hablar hoy de verdad!, menuda osadía en los tiempos que corren, en los que la opinión de cada uno es la que cuenta como «su verdad», donde lo relativo de la verdad es más importante que su contenido y es mejor quedarse en ello que buscarla, donde «nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira»... Cooperadores ¿de qué? Por supuesto, lo primero que hemos de creer los «cooperadores» es que la verdad existe, en primer lugar como «realidad», como vida, como verdades parciales que experimentamos y reflexionamos... y lo segundo es que la «verdad» no es fácil de encontrar, tiene muchas facetas y cada uno ve desde su ángulo, no se puede poseer... pero que sea así no significa que tengamos que renunciar a ella. Así, nosotros tenemos como opción buscarla siempre, sin miedo. Acoger los «fragmentos» de verdad que nos llegan, iluminarlos con la «verdad» conocida, dialogar unos con otros para acercarnos más... lo contrario tanto de los escepticismos y los relativismos, como de los fundamentalismos y los integrismos. Para que no nos liemos, intentemos perfilar más nuestro concepto de verdad acudiendo a las fuentes del lenguaje: para los griegos la verdad es «a-letheia» y hace referencia a lo no-oculto (a-lethes), es pues una concepción fundamentalmente intelectual, que es la predominante en nuestra cultura occidental; en cambio la noción bíblica (hebrea) de verdad procede del término «émet» (verbo aman, de donde viene «amén») y cuyo significado hace referencia a «ser sólido», «seguro», lo que es estable, probado, en lo que uno se puede apoyar; por eso aplicado a la relación con Dios o con los hombres, puede traducirse también por «fidelidad»; Puesto que la expresión «Cooperador de la Verdad» es bíblica, y teniendo en cuenta el conjunto del pensamiento de Calasanz, podemos encontrar más en émet el sentido de la Verdad con la que queremos trabajar. Para entendernos por la vía de los contrarios: quien no busca y acoge la verdad que le llega no actúa tanto como un necio o ignorante (ne + scío = el que no sabe o no conoce) cuanto como un imbécil (in-báculo = el que no tiene apoyo), con perdón. 3.2. Valor pedagógico de la verdad Con este concepto de «verdad» se entiende que el protagonista de la educación no es tanto el «educador» cuanto la verdad misma, con la que aquél colabora. Es ésta la que educa, no la mentira o la adulación, ni el escepticismo o el relativismo, ni el adoctrinamiento o la manipulación, ni la violencia o el pecado. Ministerio Calasancio p. 5 Porque la verdad tiene valor pedagógico en sí misma, en la medida en que se la va encontrando e incluso en el mismo buscarla. No se la posee, se la confiesa. Incluso si volvemos a las raíces del lenguaje, el educador está más cerca del concepto «profesor» (no entendido en la reducción de «profesional pagado») que de «maestro» (magister)... con la verdad sólo hay un «Maestro». Sí decíamos que más que poseerla se la busca y se acoge, ahora hemos de añadir, en consecuencia, que más que entregarla -que no se puede pues no se posee- se acompaña el encuentro con ella. Y se acompaña este encuentro contando con toda la persona como quería Calasanz, no sólo con la razón, sino con la experiencia y con el corazón, que por algo la «cordura» es juicio del corazón (cord-iuris). De hecho, la razón establece «relaciones» y lo que relaciona son datos, experiencias, conocimientos varios; con la razón sola no se puede llegar a ninguna parte. Si la verdad tiene valor pedagógico es porque nos enseña a ser y a «ser-con». La verdad puramente intelectual puede derivar en ideología y ésta suele ser peligrosa. Otra cuestión es que la experiencia deba ser también «comprendida», dialogada, incluso razonada: la inteligencia es la facultad que nos permite buscar la verdad. Por eso no hemos de tener miedo a la verdad: ninguna posible verdad ha de asustarnos. Sirva como ejemplo de esto que hemos dicho algo muy sencillo: si cojo en un lugar de la Tierra una tiza con dos dedos y los abro, esta tiza caerá seguro y muy probablemente se romperá, quiera aceptarlo o no, lo piense así o no: esta es la realidad («verdad» diríamos al comprobarlo), si no me gusta que se caiga y se rompa, lo mejor es conocer y aceptar esta realidad para evitarlo. Esto que parece tan simple, no se comprende cuando se refiere a otros campos de la experiencia. Calasanz no tuvo miedo a la verdad, cooperó con ella incluso cuando algunos creían que cuestionaba otras «verdades» conocidas. Lo podemos comprobar en el trato que tuvo con Galileo y Campanella, por ejemplo. No hace mucho preguntaron al Papa si no tenía miedo de lo que la ciencia pudiera decir en algunos casos por si cuestionaba a la fe... y él respondió que no: al fin y al cabo por ambos lados se busca la verdad y una y otra no pueden ser incompatibles si son verdad. En este sentido, nuestro ministerio se puede expresar como el acompañar a nuestros muchachos en la búsqueda de la verdad, en expresión de Calasanz, a la luz de los hombres y a la luz de Dios7: a la luz de los hombres: a través de las diferentes materias de estudio y con una actitud de diálogo, en escucha atenta y exposición desapasionada, sincera y razonada8 y a la luz de Dios, llevando respetuosamente al encuentro con Jesucristo, con la ayuda de los sacramentos (que «iluminan el entendimiento9») y del Espíritu Santo (al que invocaban al comenzar las clases y en cuya presencia confiaba cuando se reunían «en su nombre»). Así, el diálogo está en la base del ministerio, entendido este diálogo a diversos niveles: diálogo entre las ciencias, diálogo entre diversos pensamientos, diálogo entre las religiones, diálogo entre ciencia y fe, diálogo entre culturas, diálogo fe-cultura... diálogo dentro del aula (¿no utilizaba Calasanz las «disputas» como método de aprendizaje?), diálogo entre las posibilidades que ofrece el mundo y las propias potencialidades. Por eso el conocimiento de Dios, del mundo y el cosmos, de la historia y los hombres y el propio conocimiento terminan confluyendo en la escuela Calasancia en una síntesis personal que permite al alumno encontrar su «lugar en el mundo», su «vocación» en la sociedad y en la Iglesia, que es el resultado final de nuestro servicio. Diríamos más: el propio conocimiento es una condición de éxito en esta tarea y este conocimiento supone «diagnosticar las pasiones» -en palabras de la época- como las máscaras que utilizamos, la experiencia de pecado, el egoísmo insolidario, las heridas Ministerio Calasancio p. 6 grabadas en el corazón, la vivencia del tener, el valer, el poder, el placer... como ídolos que prometen hacernos felices pero nos impiden serlo. Y supone también descubrir «los talentos» (aptitudes, capacidades) que cada uno posee y la «interna inclinación» del Espíritu, es decir, lo más auténtico de cada uno y que responde al querer de Dios, que nos permite decir, en cierto modo, que el niño tendrá un feliz transcurso de toda su vida si «es él mismo de verdad». Cuando Calasanz habla de que lo principal es educar en el Santo Temor de Dios se refiere a esta conciencia de la propia pequeñez, de los dones recibidos a los que no siempre respondemos y de la grandeza de Dios, que nos desborda: somos libres para responder a Dios o no, pero Él es «el que es», no quien yo quiera que sea o me imagine o manipule, y no responderle (o responderle «no») es alejarse de la felicidad. 3.3. El Maestro y la Verdad El término «Cooperador de la Verdad» procede de 3Jn 8 y nos remitiría al sentido del vocablo «verdad» en San Juan. Para Él la verdad no es tanto Dios mismo (más bien lo identifica con «Amor») cuanto la Palabra del Padre: Jesucristo (Jn 14,6; 17,17). La Verdad tiene, en este sentido, un carácter revelado y una fuerza interna. Jesús es «el camino, la verdad y la vida» porque es Él la verdad, transmite la palabra y revelación del Padre y conduce hacia el que nos comunica la vida divina, a la que nos llama a participar. El creyente debe «ser de la verdad» (Jn 18,37) y esto es posible naciendo del Espíritu (Jn 3,5) y viviendo bajo el influjo de la verdad que mora en nosotros (2Jn 4). Esta verdad libera del pecado por la palabra de Cristo y la fe. Por eso estamos invitados a «hacer la verdad», «caminar en la verdad» y esto supone amar a los hermanos «en verdad» y adorar a Dios en «espíritu y en verdad». En último término, la verdad es la revelación del amor de Dios y cuando practicamos el amor fraterno somos entonces realmente «cooperadores de la verdad» según expresa el contexto de 3Jn 8. Es fácil comprender entonces que la verdad con la que cooperamos no transforma únicamente nuestra mente, sino que afectando a todo nuestro ser -y el de nuestros alumnos- transforma toda nuestra existencia. Así sucedió también en Calasanz: el encuentro con la realidad de los niños pobres en Roma y con la Palabra de Dios cambió toda su vida10. Dicho de otro modo y con palabras de la carta encíclica Redemptor hominis: Jesús revela al hombre la verdad de Dios y la verdad del hombre. En este sentido se entiende mejor lo que decíamos más arriba: Maestro (magister) sólo es Jesús... los demás lo somos en cuanto participamos de él, en cuanto «profesamos» en nuestra vida nuestra fe. Ministerio Calasancio p. 7 4. Liberando para ser libres Calasanz habla de una doble liberación cuando ejercemos nuestro ministerio: «liberar de la esclavitud de la ignorancia y del pecado». 4.1. Liberar de la esclavitud de la ignorancia La primera liberación que podemos percibir es una «liberación social»: se trata de romper las barreras sociales que establece el diferente acceso a la cultura y la formación. En esto fuimos pioneros y nos costó la persecución y aparente ruina del esfuerzo de Calasanz y sus compañeros. También es liberar de esta esclavitud el motivar y capacitar en la búsqueda y discernimiento de la verdad frente a la mera opinión o al bombardeo de datos... de modo crítico, aprendiendo a formar un juicio propio. Hoy, de un modo especial, es liberación de esta esclavitud el descubrimiento de la manipulación de quienes controlan la información en la sociedad y el acceso libre, crítico, certero, a la misma. Finalmente, en nuestro primer mundo, una ignorancia de la que hay que desprenderse y que nos esclaviza sutilmente es el dar la espalda a la realidad: hemos de ayudar a descubrir a nuestros alumnos la realidad de un mundo injusto y oprimido. No se puede construir una sociedad mejor si se ignora la realidad de injusticia presente en la nuestra y no se es crítico con ella, aunque nuestra cooperación con la Verdad nos lleve tanto a rechazar los «vendajes» en los ojos y la injusticia, como a evitar maniqueísmos que simplifiquen las causas de la injusticia en cuatro demonios ajenos a nosotros mismos. Hay una «ignorancia culpable» que Jon Sobrino, por ejemplo, expresaba recientemente en un artículo con estas palabras: «un mundo que sabe tantas cosas, no sabe las cosas fundamentales sobre la vida y la muerte en el planeta», y contra la que hay que luchar. 4.2. Liberar de la esclavitud del pecado Porque el mal ciega nuestra inteligencia, limita nuestra libertad y dificulta nuestras relaciones y nuestra capacidad de amar. Para que esta liberación pueda tener lugar hemos de contar también con «la luz de los hombres y la luz de Dios», y a partir de ahí, como dice Calasanz, «curar el mal». Se trata de favorecer el conocimiento de sí, en el sentido de lo indicado en el apartado anterior y que el educador ayude a descubrir, reconocer y aceptar con sencillez la propia verdad, a base de escuchar a fondo y buscar -en su caso- el remedio necesario y todo esto para Calasanz tenía más fuerza si contaba con apoyo sacramental: la Eucaristía y la Reconciliación. De este modo, se colabora -por un lado- en la aceptación de sí mismo, se supera el miedo al «qué dirán» y la dependencia de la imagen y la apariencia como máscara. Y por otra parte, se emprende un camino de liberación de las demás pasiones, fruto de las heridas del pasado, de las «seducciones» de la sociedad y de la experiencia personal de pecado. 4.3. Ser libres Y todo este camino de liberación ¿para qué? para ser libres. Esto es importante, no sea que olvidando la razón de ser corramos el riesgo de escuchar la canción «¡déjame en paz! que no me quiero salvar», porque nuestros modos y estructuras no expresen esta meta, no favorezcan una progresiva participación y responsabilidad. Ministerio Calasancio p. 8 La educación también puede expresarse como el proceso por el que el niño va desarrollando su persona hasta adquirir una capacidad de autonomía y libertad suficientes para tomar sus propias decisiones. Porque la libertad no consiste únicamente en la que «te dan», es decir, en las opciones posibles (ser «libre de»), sino sobre todo en la que uno va conquistando, que tiene su origen en el interior de la persona («libertad para» lo llaman algunos), un distintivo del hombre que le hace ser histórico y también problemático, capaz de interrogarse por su existencia. Esta libertad interna debiera crecer a la vez que la externa: es una especie de diálogo-equilibrio entre la libertad concedida y la adquirida, donde una y otra se potencian (o «frenan») mutuamente. Podríamos decir que la libertad es la capacidad que tiene la persona para tomar decisiones: sabiendo sobre qué decide, conociendo con su inteligencia las opciones que le ofrece la realidad y las propias capacidades; siendo consciente de las motivaciones, de lo que le mueve al tomar la decisión, tanto las más positivas como las «negativas», tanto las «pasiones torcidas» como las mociones del Espíritu (que diría Calasanz), es decir: lo retorcido y lo auténtico, que muchas veces conviven en la decisión; conociendo también las consecuencias que puede traer consigo la decisión, consecuencias muchas veces no «agradables», pero que están ahí; conociéndolas y asumiéndolas, sin falsas «sorpresas» o dejaciones: es lo que llamamos responsabilidad; ser consciente de por qué y para qué decido, es decir, no sólo las motivaciones, sino también los criterios que me llevan a tomar una decisión y no otra. Podemos comprender mejor, con esta descripción, que Jesús dijera eso de «conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Humanamente hablando, nos libera el conocimiento de la realidad, de las posibilidades que nos ofrece, el conocimiento de nosotros mismos (limitaciones y capacidades...)... pero, más a fondo, nos libera el conocimiento de Jesús-Verdad, que nos ayuda a descubrir lo mejor de nosotros, lo más auténtico de cada uno y, por ello, los criterios más sólidos de nuestras elecciones que nos llevarán en la dirección de ser más nosotros mismos en verdad y por eso a un «feliz transcurso» de toda la vida. Y todo esto se manifiesta de un modo especial en el proceso de conocimiento y discernimiento de la propia vocación, del lugar que uno descubre como suyo en la sociedad y en la Iglesia. Citamos ahora dos tipos de «libertad» que nos ayudan a comprender mejor la amplitud de la liberación que hemos de procurar: libertad sociológica: en la relación entre autonomía y colectividad, aprender a estar en la sociedad sin por ello dejarse manipular, mantener la dignidad personal; libertad sicológica: conciencia del propio yo y las fuerzas internas; una vez que se adquiere suficiente autoafirmación frente a la colectividad, profundizar en la autonomía del «yo» frente al determinismo y anarquía de las pulsiones. En este sentido, Caffarena11 indica que la inteligencia libera por cuanto sitúa en la realidad, valora las pulsiones y enfrenta con las finalidades. Para terminar, el encuentro con Jesús, si es auténtico, nos debe llevar a la «libertad de los hijos de Dios», a liberarnos de los lazos del pecado, de la muerte y de la ley, que son las tres grandes esclavitudes que señala la Biblia. Nos ofrece una confianza intrépida (parresía) ante Dios, pues nos posicionamos como hijos, nos aleja de falsificaciones (libertinaje) y lleva a que la caridad -el amor- tenga la primacía en nuestro ser y hacer, y Ministerio Calasancio p. 9 esta primacía no es tanto un límite cuanto una libertad superior, una mayor amplitud de miras. La expresión de Calasanz «dejarse llevar por la guía del Espíritu» es precisamente poner nombre a esta fidelidad a lo más auténtico de nosotros que hemos indicado, y es esa libertad frente al pecado, a la ley y a la muerte que nos ofrece Jesús. Supone, como sospechamos, todo un camino de liberación que no termina nunca y en el que la persona y la Palabra de Jesús tiene un papel fundamental si se quiere llevar a plenitud, porque ilumina el camino que recorremos y le llena de esperanza. 5. La Piedad: realizar la verdad en el amor San José de Calasanz cita con frecuencia lo que para nosotros es ya el «lema» de la Orden: «Piedad y Letras». No cabe duda de que para él la Piedad es lo fundamental: así lo dice reiteradamente en sus cartas y en los documentos oficiales que escribió. 5.1. Sobre el término «Piedad» Alguna vez cometemos la torpeza de identificar la Piedad con la «doctrina cristiana»12, cuando ésta pertenece más a la «Letras» en el sentido de formación intelectual que Calasanz da al término. De hecho, Calasanz sustituye la palabra «Piedad» del lema la mayor parte de las veces por «Temor de Dios», a veces «espíritu» y en alguna ocasión cita la doctrina cristiana. La piedad es más relacional que intelectual, como lo es el Temor de Dios. De hecho, el nombre de «Escuelas Pías» tiene un doble significado que parece intencional: escuelas de «piedad» (entendida como relación con Dios, devoción), y escuelas piadosas (en cuando «obra de misericordia» de enseñar al que no sabe y no tiene medios). Esta duplicidad se percibe más cuando llegando a países francófonos queremos traducir al francés la palabra «piedad» encontrando dos términos diferentes: piété y pitié, identificados respectivamente con los dos significados mencionados. Para comprender mejor la actualidad de «educar en la Piedad» hoy, vamos a acercarnos al sentido original del término «piedad» y comprenderemos también por qué es lo más importante de la escuela calasancia. La piedad romana es el amor comprometido con los del propio grupo: la familia, la ciudad, la patria. Hace referencia, pues, a una relación, a un modo de vivirla y a un compromiso. Para los hebreos es la «hessed» que acompaña a la verdad o fidelidad (los dos más importantes atributos de Dios) en unas cuarenta ocasiones a lo largo de la Biblia. Se traduce también por «misericordia entrañable» y se comprende más cuando se mira la historia de Dios con su pueblo Israel. Se trata también de una relación que une a los parientes, amigos y aliados y que implica ayuda mutua, eficaz y fiel. En la edad moderna se fue reservando para la relación con Dios, que también bíblicamente se expresa -tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento- como «temor de Dios». Por lo que hemos visto del doble significado, no podemos aceptar únicamente el sentido «vertical» de la piedad: la Piedad en la que queremos educar es al mismo tiempo relación con Dios y con los hermanos. Esto nos vuelve a llevar a la unión de amor y verdad por el término joánico «verdadera caridad», que también emplea Calasanz y que significa Ministerio Calasancio p. 10 que el amor a Dios y el amor al hombre no pueden ir separados, o, como dice el mismo San Juan: «si alguno dice «amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (1Jn 4,20). 5.2. Hijos y hermanos Podemos deducir fácilmente, de acuerdo con lo anterior, que el término piedad significa hoy para nosotros relación de filiación (respecto a Dios) y de fraternidad (respecto a los hermanos), incluso podríamos señalar también una «relación ecológica» (con la naturaleza, de la que también formamos parte y que nos encomendó el creador para que la cuidásemos); pero en todo caso relación que compromete de modo eficaz y fiel. Educar en la Piedad calasancia es ayudar a descubrir a Dios como Padre que nos acoge, ama y perdona; que nos llama a salir de nuestras esclavitudes al encuentro de la verdad y del hermano y ante el que nos situamos en una relación de confianza, escucha y respeto humilde; por Él podemos tomar también decisiones arriesgadas, pues sabemos que está a nuestro lado y vamos aprendiendo a decir «sé de quien me he fiado»; y por eso evitamos dañar esta relación que percibimos como esencial. Y educar en la Piedad calasancia es también, como consecuencia, amar al que vemos a nuestro lado descubriéndolo como hermano y comprometiéndonos con él. Es descubrir que nuestra más honda verdad nos lleva a amar, que es en la relación de amor donde se encuentra la felicidad. En último término: la verdad nos hace libres... libres para amar. Aún más claro lo vemos cuando profundizamos en el modo de amar. Ya lo decía el decálogo de la Ley mosaica: «amarás al prójimo como a ti mismo». Es muy difícil amar a otros si no sabe uno amarse a sí mismo. Por eso el proceso liberador emprendido lleva a amarse bien, con las propias limitaciones y cualidades, con lo más auténtico que nos guía: entonces podremos amar en los hermanos lo que son, más allá de sus limitaciones, aprenderemos a vivir la «misericordia», acogerlos y aceptarlos con amor, comprometidos con ellos en este mismo camino de liberación. Si descubrimos en Dios al Padre fiel, nadie puede ya sernos ajeno. Si descubrimos en Dios al Padre de misericordia, todos los que sufren cualquier tipo de miseria tendrán la preferencia de nuestra caridad comprometida: es el primer signo de la piedad, como en toda familia que se precie, volcarse en el pobre y en el que más lo necesita... Calasanz lo recuerda en el proemio (nº 4) con palabras evangélicas: «lo que hicisteis con un hermano mío de esos más humildes, conmigo lo hicisteis». 5.3. Hacia la comunidad Entonces, el final de todo el proceso educativo calasancio lleva a la comunidad, al encuentro con los demás como hermanos con los que construir un futuro mejor, con los que discernir en este camino el querer de Dios, acicate, fermento y esperanza de nuestro quehacer. Lleva a la comunidad humana, a la sociedad en la que se insertan nuestros alumnos; nos insertamos, decíamos, de acuerdo con nuestras capacidades y las oportunidades que nos brinda, pero sobre todo -añadimos ahora- con el criterio del amor concreto: cómo puedo amar, servir, a esta sociedad en cuanto tal y a cada uno de sus miembros, para que progrese según el Reino, para construir ese futuro mejor. Lleva a la comunidad cristiana, a la Iglesia, en la que también se insertan nuestros alumnos descubriendo que el carisma más importante es el de la caridad (el amor) y sólo desde él se viven todos los demás: descubrir cuál es mi lugar para que la Iglesia adquiera la belleza y madurez que Dios quiere, en un continuo proceso de purificación, de renovación y reforma. Ministerio Calasancio p. 11 6. El educador calasancio Volviendo de nuevo al proemio de las Constituciones escritas por San José de Calasanz, nos encontramos con el siguiente texto: «Como la tarea que traemos entre manos es de tanta trascendencia y exige personas dotadas de gran caridad, paciencia y otras virtudes, habrá que considerar con gran atención quiénes deben ser admitidos y quiénes deben ser excluidos del ejercicio de nuestro ministerio. Pues si no se procede con gran discernimiento en la selección y admisión de los novicios (podemos leer: futuros educadores calasancios) y no se les da una formación muy esmerada, nuestra Obra, como cualquier otra por santa que sea, se desmoronará» (CC 6 y 7). Así pues, no vale cualquiera. Debe tener cualidades humanas en su personalidad que le permitan ejercer el ministerio; debe tener también una seria formación humana y cristiana y estar «curado» para poder «curar»: es decir, debe recorrer el camino de la verdad, la liberación y la «Piedad» o amor verdadero, del que hemos hablado. Y debiera tener una profunda experiencia de fe: que le ayude a realizar su misión siendo signo del amor concreto del Padre ante el alumno, en la acogida, la escucha, la benevolencia, el desvelo, la dedicación, el perdón, la sencillez... que conozca cada vez más a Jesucristo y experimente la identificación progresiva con Él para poder así acompañar al alumno en su camino de encuentro con Jesús; que sepa estar atento y escuchar en sí mismo y en los signos de los tiempos la voz del Espíritu, para así poder discernirla en el interior del niño. Porque Calasanz compara el oficio del «Cooperador de la Verdad» con el de los ángeles custodios, comparación de la que podemos deducir no sólo la importancia de la misión, sino también el papel de mediadores -no protagonistas- entre Dios y el niño, que nos obliga a estar a la escucha, a respetar en profundidad a uno y otro, a estar al lado del niño con gran cariño y prudencia... y paciencia. No decimos muchos más: nos remitimos al cuaderno sobre la espiritualidad (nº 13) y al documento sobre el ministerio que citamos al final de este cuaderno. Únicamente, recordar que el sujeto último del ministerio calasancio trasciende al educador individual: se educa sobre todo por inmersión y por eso es la comunidad educativa el sujeto, mejor aún si hablamos de la comunidad cristiana calasancia, en la medida en que permite que el Maestro esté en medio de quienes se reúnen en su nombre y él es quien realmente educa. Si esta educación es en realidad una «iniciación» (sociocultural y cristiana), entonces la comunidad es decisiva. De ahí la importancia de suscitar auténticas comunidades humanas y cristianas en nuestros centros, la importancia de garantizar sus relaciones internas, su proceso de crecimiento, su profundidad y, en último término, la presencia del Espíritu en medio de ellas. Al respecto también nos remitimos al cuaderno sobre la comunidad, el nº 2 de esta colección. 7. Los medios Para conseguir los objetivos del ministerio encomendado por la Iglesia, Calasanz dice en el proemio de las Constituciones: «Será, por tanto, cometido de nuestro Instituto enseñar a los niños, desde los primeros rudimentos, la lectura correcta, escritura, cálculo y latín, pero, sobre todo, la piedad y la doctrina cristiana; y realizarlo con la mayor habilidad posible» (CC 5). Ministerio Calasancio p. 12 Sobre todo y en todo la Piedad: es la clave de todo y para todo. No es tanto una materia (sí lo es la «doctrina cristiana») cuando un ambiente hecho no sólo de actos particulares, estructuras físicas..., sino sobre todo cuajado de relaciones, empezando por las relaciones dentro del aula, que lo abarca todo. El resto de las «materias de estudio» enunciadas son las que se consideraban básicas en la época... ahora sería cuestión de actualizarlo, pero es algo secundario para lo que aquí nos interesa. 7.1. Mediaciones empleadas en la escuela Calasancia Así, pues, tenemos una escuela en la que se aprenden una serie de asignaturas, materias... o se trabajan unas «áreas de aprendizaje» determinadas y cuya enseñanza es también acercamiento a la verdad, por el contenido y por el método (si incluimos las relaciones dentro y fuera del aula). No podemos detenernos aquí en los detalles de la pedagogía calasancia, que darían para otro cuaderno, pero sí enunciar algunos de los elementos que se refieren más de cerca a lo pastoral, que nos ocupa en estos cuadernos, teniendo siempre en cuenta el contexto de la época que no nos permite extrapolarlo: el método preventivo suponía para Calasanz: -apartar del poder corruptor del ocio y el ambiente corrompidlo de la miseria, del pecado y de las malas compañías -empezar por los más pequeños -una confesión general antes de entrar en el centro para los alumnos mayores -el control vigilante en el centro y al acompañar a casa -la ejemplaridad del educador -una educación moral en valores y actitudes -y una educación religiosa que abarca: *la grandeza y bondad de Dios y su autoridad paterna, siendo el Santo Temor de Dios la base principal de esta educación *las verdades básicas de la fe *la proposición de ideales de vida Cristiana: Cristo (doctrina, vida y pasión, fiestas...), María (oraciones, acto de ofrecimiento, fiestas, congregaciones marianas), los santos (liturgia, cuadernos y estampas... especialmente los santos niños, como Justo y Pastor, y S. José, S. Carlos Borromeo, S. Felipe Neri y Sto. Tomás) en cuanto a la educación en las virtudes: -examen cotidiano de conciencia, necesaria para el autocontrol y progreso moral, enseñando también el modo -virtudes teologales: dedicación matutina de la jornada y actos de fe, esperanza y caridad a los que añade los de humildad y contrición -virtudes morales: *la propuesta de ideales a través de la liturgia, la predicación, los ejemplos... *la importancia de los sacramentos *la importancia de la sinceridad y la veracidad *subraya la modestia, humildad, recogimiento y la pureza, con ejemplos abundantes y método preventivo (vigilancia, oración, confesión y comunión) *el confesor era consultado en las edades más difíciles incluso varias veces entre semana, siendo una verdadera dirección espiritual Ministerio Calasancio p. 13 la oración como medio de educación moral y religiosa, pero también como meta (adquirir un espíritu de oración, adorar a Dios e interceder por las necesidades de la Iglesia, de la sociedad, de las Escuelas Pías, haciendo auténticas «cruzadas» de oración), para ello se enseñaba el modo de orar bien, se conocían las principales oraciones, se practicaba durante todo el día (al comienzo, al final, en la oración continua, por pequeñas jaculatorias...) y tanto la oración vocal como la mental. También importaba la oración del educador como medio. los sacramentos eran muy importantes para Calasanz: ponía mucha esperanza en su eficacia iluminativa, sanativa, preservativa y estimulante: en casi todas las cartas en que aborda temas pedagógicos insiste en aconsejar la frecuencia de los sacramentos a los jóvenes: -la confesión requería un confesor dedicado a su ministerio todo el día para los alumnos; había una confesión general para los mayores que entraban nuevos y una mensual obligatoria y se prefería ésta al castigo (pudiendo suplirlo); -la comunión (rara en su época) era obligatoria mensualmente y deseaba que los más devotos pudieran comulgar semanalmente; tenían misa diaria como «homenaje» al Señor; -preparación: durante la oración continua aprendían a hacer examen de conciencia, a confesarse bien y cómo recibir bien la Eucaristía; inmediatamente antes de las confesiones y comuniones generales pedía se diera «algún razonamiento para prepararles» a veces hecho por los mismos alumnos; también se editaron libritos para aprender a confesar, comulgar y hacer oración mental; los alumnos participaban elaborando a veces pequeñas exhortaciones o discursitos, incluso en el reglamento del colegio Nazareno Calasanz indica que los alumnos hicieran pequeños sermones sobre el evangelio corriente. respecto al premio o castigo: en su época aún se recomienda el castigo corporal pero con moderación... para Calasanz, debería ser el último de los medios y prefiere que se persuada y convenza «con la verdad declarada con amor de padre mucho más que con gritos y palabras injuriosas» (EP 2412) -por eso eran mejores medios los premios, el control vigilante y los sacramentos -para que no fuese desahogo de pasiones: sólo el prefecto, con ecuanimidad, moderación, dignidad y pudor podía castigar. Nunca bajo impulso de ira. No se castigaba si podía preverse por ello un empeoramiento o si se esperaba más resultado por la confesión: de ahí la exhortación paternal y amorosa previa que dispusiera a la reconciliación. En resumen, tendríamos las siguientes actividades directamente evangelizadoras (se pueden observar en ellas actividades de aula, de grupos obligatorios y libres y actividades personalizadas): la «doctrina cristiana»: que se enseñaba como una materia más a diario, incluía catecismos de la época, las oraciones básicas del cristiano... pero también la comprobación de la asimilación de estos conocimientos un ambiente general de «piedad» en cuanto a relación con Dios: sea por la oración al comienzo del día, la asistencia a la misa diaria y otros actos breves de relación con Dios; los sacramentos: con la confesión y comunión mensual o semanal (todo un récord en una época en que la Eucaristía se veneraba, pero no se recibía); la oración continua: como pequeño grupo de catequesis durante el horario escolar en que se aprende a orar, se preparan para el sacramento de la eucaristía y de la reconciliación, se tratan otros temas adecuados a la edad y se intercede por las necesidades de la Iglesia; Ministerio Calasancio p. 14 también está la eucaristía y catequesis del domingo en la iglesia del colegio, con alumnos y familiares, donde los alumnos podían participar con composiciones propias; y las cofradías marianas, con participación sobre todo de los alumnos, a los que en alguna ocasión el propio fundador escribe; éstas suponían compromisos de asistencia, oración, actos de piedad y limosnas. Entre los principales responsables de estas actividades destacamos: -el encargado de la oración continua -el confesor (verdadero director espiritual) de los alumnos, que ejercía durante todo el día -el profesor del aula En cuanto a la educación intelectual, como hemos dicho al comienzo, supera las pretensiones de este cuaderno: en cierto modo estaba subordinada al objetivo evangelizador, pero supone la mayor parte del tiempo de dedicación; incluso no se cerraba sólo en lo intelectual, sino que incluía lo estético (por ejemplo, de manera importante, lo musical) y al menos un cierto cuidado de la salud y la educación física. Podríamos decir, en resumen, que se trata de una educación integral, que abarca toda la persona (no renunciando a ningún aspecto), empezando por el espíritu (que es lo que unifica) según el concepto de Piedad que hemos indicado y continuando por el afecto y la mente (educación moral, estética e intelectual), así como el cuerpo. 7.2. Mediaciones en nuestros tiempos Al respecto hablaremos algo más en el cuaderno dedicado a la pastoral en la escuela cristiana, pero valga ahora el subrayado de la importancia de las relaciones filiales y fraternales en el centro. Educar para la fraternidad (y su expresión cósmica «ecológica») debe ser nuestro lema. Y no hay fraternidad sin filiación. Esto se realiza, como decimos, en todas las relaciones del centro, particularmente dentro del aula: el profesor con los alumnos ha de ser ejemplar en ello y debe procurar hacer del aula una verdadera comunidad humana y, en lo posible, cristiana, en la que se viva la búsqueda confiada de la verdad, la reflexión crítica que gana en profundidad, el camino de la liberación de la ignorancia y del pecado, el perdón, la capacidad de volver a rehacer relaciones deterioradas, el amor de servicio concreto, la solidaridad... sin dejar de lado ningún aspecto auténticamente humano, con un protagonismo cada vez mayor de los propios alumnos, que les ayuda a crecer en libertad. El diálogo fe-cultura es un aspecto fundamental de nuestra escuela, se trata de «inculturar la fe», de aceptar todos los elementos humanizadores de la cultura e integrarlos en el mensaje cristiano, y de «evangelizar la cultura» facilitando la conversión de aquellos contravalores de deshumanizan nuestra cultura actual. Para que esto sea posible, todos los profesores del centro deben implicarse y esto supone haber resuelto bien la integración de la fe cristiana y la cultura actual, tanto en lo que se refiere a su vida personal como en lo referente al área académica que trabajan, pues no es algo que se reduzca a la «enseñanza religiosa escolar». El hecho de que no estemos en la «sociedad cristiana» de la época de Calasanz, supone respetar al máximo la libertad de nuestros alumnos y muchachos, pero también supone tener clara nuestra identidad y nuestra oferta. Por eso ofrecemos también la posibilidad de orar en el aula, de la vida sacramental y de los grupos de fe, posibilidad que se acoge libremente y con respeto de esta libertad por parte de todos. Esto debe nacer de la comunidad cristiana y llevar a la comunidad cristiana. También hemos de enseñar a escuchar a Dios, a través de los signos de los tiempos, de la mediación comunitaria... y sobre todo de su Palabra, camino para conocer mejor a Ministerio Calasancio p. 15 Jesús, Verdad del Padre. Esto supone educar para el silencio, la sensibilidad y la disponibilidad. El acompañamiento personal es una mediación que se está redescubriendo, no decimos mucho más de lo indicado más arriba: es una mediación muy importante en la escuela de Calasanz, tanto que no podemos entender cómo se puede desarrollar este ministerio con lo arriba indicado si no se incluye este acompañamiento personal (con el tutor, con el catequista... pero sobre todo con presbíteros adecuadamente formados). En todo ello es importante recuperar la dimensión vocacional de la educación y, particularmente, de la educación calasancia: ayudar a descubrir el lugar de cada uno en la sociedad y en la Iglesia, y sobre todo si se entiende como una responsabilidad ante Dios que nos ha creado y nos llama a colaborar con Él (a través de las mediaciones indicadas: los propios talentos, los signos de los tiempos y la sensibilidad a las necesidades, las oportunidades, el silencio, la Palabra...) Finalmente, el camino mejor para la evangelización es el testimonio: el que ofrezca toda la comunidad educativa y de un modo más específico, la comunidad cristiana calasancia: testimonio de oración y discernimiento de la misión y de los signos de los tiempos, de escucha atenta de la Palabra de Dios, de autoridad que es realmente servicio, una vivencia de la norma y la ley como mediación para el hombre y no como esclavitud, un discernimiento de las actividades que se ofrecen -no sea que caigamos en la oscura ley del mercado-, una apertura al barrio y a la sociedad en diálogo con la ciencia, con los deseos, anhelos y esperanzas de los hombres, en diálogo con las personas y colectivos de otras religiones y de otras creencias... y un apoyo concreto a quienes más lo necesitan. Estos son algunos de los elementos de nuestro testimonio hoy. Notas aclaratorias Constituciones de Calasanz, nº 2 (en adelante citaremos así: CC 2, por ejemplo) Es un documento escrito por Calasanz en el que defiende ante el Cardenal Tonti que la Congregación de las Escuelas Pías pase a ser «Orden» religiosa, y para ello defiende con energía la importancia de su ministerio. Lo citaremos en adelante como «Tonti» y luego el número correspondiente. 3 Dice textualmente el comienzo de las Constituciones: «En la Iglesia de Dios y bajo la guía del Espíritu Santo, las Instituciones Religiosas tienden a la plenitud de la Caridad como a su meta genuina, mediante el ejercicio de su ministerio específico...» (CC 1) y el lema es citado como cierre de las constituciones: CC 345 4 Tonti nn. 15 y 25 y CC 2; Documento El carisma escolapio hoy nº 26 (citado en adelante: «El carisma...») 5 CC 4 y 198; El carisma... nº 27; Carta apostólica de Juan Pablo II nº 4 6 CC 5; El carisma... nº 28; Carta apostólica de Juan Pablo II nº 4 7 Tonti, nº 9 8 Estas características del diálogo y el discernimiento las expone en diversas circunstancias Calasanz: EP 1236, 1958, 2774; CC 238; Declaración de Espiritualidad Calasancia nota 138. (EP = epistolario de Calasanz editado por el P. Picanyol) 9 EP 471, 4000; C3 10 En palabras del propio fundador: «El motivo que tuve no fue otro más que la disolución que he visto en los pobres muchachos de Roma,... reflexionando sobre las palabras del salmo que dice: «A ti se te ha dado el pobre; tú escuchas al huérfano», consideré esta sentencia como dicha a mí mismo, y por ello empecé a catequizarles en la fe cristiana y en las letras», según relato de 1 2 Ministerio Calasancio p. 16 Mateo Judiski. Por otra parte, en las cartas de Calasanz hay cientos de citas bíblicas aplicadas a la realidad de la vida. 11 En su libro Metafísica fundamental tiene un capítulo dedicado a la libertad que recomendamos. 12 Término empleado en la época de Calasanz -y por él mismo- para referirse a los contenidos de la fe, sea a través del «Catecismo», que por otros libros: es una parte de lo que ahora llamamos «enseñanza religiosa escolar». Para la reflexión y el diálogo: 1.-De acuerdo con la finalidad de las Escuelas Pías, señalad algunos indicadores positivos respecto a los resultados en vuestro centro... y después valorad en qué medida se orienta el centro en que trabajáis a esta finalidad como lo que le define. 2.-¿Qué importancia se da de hecho a la opción por los pequeños y los pobres en tu centro, educativa y pastoralmente? Indicad alguna experiencia de la importancia pastoral de trabajar con los más pequeños, valorándola por los resultados. 3.-¿Qué concepto tenemos habitualmente de «verdad»? ¿hay verdades molestas que evitamos afrontar también en la educación y la evangelización? Como cooperadores de la verdad ¿cuál debiera ser nuestra actitud? 4.-¿Interesa una sociedad de personas libres? Señalad algunos indicadores a favor y en contra 5.-¿Percibimos la necesidad de «liberación» en nuestros muchachos? ¿de qué? 6.-«Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura», dice el Evangelio... ¿podríamos traducirlo también en nuestras escuelas por «buscad primero la Piedad...»? ¿por qué? 7.-¿Cómo podemos favorecer el compromiso de nuestros muchachos con los más desfavorecidos, sobre todo en nuestra labor evangelizadora? 8.-¿Cuidamos la dimensión vocacional en nuestra evangelización escolapia? ¿Llevamos al conocimiento y encuentro con la sociedad e Iglesia reales, como lugar en que insertarse? 9.-Comentad los números 6 y 7 de las constituciones de Calasanz, citados al comienzo del sexto apartado ¿se aplica bien a los agentes de pastoral? Sugerencias. Ministerio Calasancio p. 17 Bibliografía Documentación oficial: CONGREGACIÓN GENERAL, El ministerio escolapio: evangelizar educando con estilo calasancio, en «Misión compartida en las Escuelas Pías», «cuaderno» nº 23, ICCE, Madrid, 1.999 CONGREGACIÓN GENERAL, El carisma escolapio hoy, en «Carisma y Ministerio II», «cuaderno» nº 21, ICCE, Madrid, 1.997 CONGREGACIÓN GENERAL (Coord.), Espiritualidad y Pedagogía de San José de Calasanz. Ensayo de Síntesis, ICCE, Madrid, 1.995 CAPÍTULO GENERAL ESPECIAL, Declaraciones y Decretos (especialmente el Decreto sobre la educación cristiana,... pp. 155-207), Madrid, 1.970 Documentos originales: CALASANZ, J., Constituciones de la Congregación de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, editadas en varias ocasiones por separado o con otros documentos: la última edición ha sido junto a las actuales constituciones de la orden: Constituciones, Madrid, 1.999; con el texto original latino se publicaron bajo el título «Constituciones de S. José de Calasanz» en Salamanca (1.980). Documentos fundacionales de las Escuelas Pías, Ediciones Calasancias, Salamanca, 1.979 LÓPEZ RUIZ, S., Documentos de San José de Calasanz, Editorial Calasancia Latinoamericana, Bogotá, 1.988 CUEVA, D., Calasanz: mensaje espiritual y pedagógico, ICCE, Madrid, 1.973 Investigaciones y trabajos: SÁNTHA, G., San José de Calasanz, obra pedagógica, BAC, 2ª Edic. revisada por S. Giner, Madrid, 1.984 SÁNTHA, G., Ensayos críticos, Salamanca, 1.976 HARO SABATER, R., El «Santo Temor de Dios» en San José de Calasanz, Valencia, 1.987 PADILLA, L., Intuiciones de Calasanz sobre la formación escolapia, Edición revisada y aumentada, ICCE, Madrid, 1.998 AUSENDA, G., La escuela calasancia, «cuaderno» nº 4, Salamanca, 1.980 AUSENDA, G., Apostolado extraescolar en la tradición escolapia, «cuaderno» nº 6, Salamanca, 1.983 FAUBELL, V., Antología periodística calasancia, Ediciones Calasancias, Salamanca, 1.988 Otras obras de interés publicadas: MIRÓ, J. A., Ministerio Sacerdotal y Carisma Calasancio, «cuaderno» nº 5, Salamanca, 1.982 MASCARÓ, C., Discernimiento de nuestra misión, «cuaderno» nº 8, Salamanca, 1.984 LOPEZ RUIZ, S., Educar es liberar, Ediciones Calasancias, Salamanca, 1.979 ASIAIN, M.A., Itinerario de Espiritualidad Calasancia: III un camino de discipulado calasancio, Madrid, 1.990 ASIAIN, M.A. - R. ESPEJO, M., Espiritualidad Calasancia para laicos: III la pedagogía calasancia, Madrid, 1.988 SANTANA, J. L. - F. DE BOBADILLA, R., La escuela de Calasanz, Dayenu, Madrid, 1.997 Ministerio Calasancio p. 18