Unipartidismo lleva a la dictadura El Presidente Ortega pretende

Anuncio
Unipartidismo lleva a la dictadura
El Presidente Ortega pretende eliminar a todos los partidos políticos e imponerle su partido, el FSLN, a todos
los nicaragüenses, así como su organización de control social, los Concejos del Poder Ciudadano (CPC), a lo
que hay que agregar sus grupos paramilitares uniformados, armados de piedras, garrotes, tubos, morteros,
bombas, machetes y cuchillos, para aplastar manifestaciones opositoras.
Guillermo Cortés Domínguez (*)
El equivocado e injusto bloqueo estadounidense contra Cuba debe suspenderse lo antes posible, sin
condiciones. Se opondrán algunos y hasta alegarán que en la isla se violan los derechos humanos acerca de las
libertades sociales e individuales, pues está prohibido organizarse fuera del partido de gobierno, no se pueden
crear medios de comunicación y no es posible criticar en los medios oficiales. Tampoco hay opciones a la
hora de votar, sólo cuentan los candidatos del Partido Comunista.
Pero las libertades individuales y sociales son sólo una cara de los derechos humanos. La otra cara es la
justicia social, en lo que Cuba es ejemplo resplandeciente en aspectos relevantes, con sus sobresalientes
niveles de salud y educación, tan elevados como en los países desarrollados, y, en algunos casos, superiores.
En el resto de América Latina hay libertades formales, y salvo algunos países como Chile, Costa Rica y
Uruguay, casi nada de justicia social, y millones de niños y jóvenes no tienen salud ni educación y muchos
mueren de hambre. Casi novecientos millones de personas sufren la tortura de la falta de alimento en todo el
mundo. ¿Qué peor violación a los derechos humanos? En el enfoque sobre los derechos humanos ha
prevalecido el área de las libertades, y desde esta perspectiva Cuba está con los pies hinchados, pero hay que
mirar también el aspecto de justicia social, y entonces la mayoría de los países latinoamericanos tendrían que
ser condenados. Casi toda América Latina debería ser sancionada por violaciones sistemáticas a los derechos
humanos esenciales, comenzando con el derecho a la vida. El bloqueo a Cuba, pues, es indefendible. Tendrían
que bloquear a muchos países más.
Por otro lado, es correcto que hay que respetar los sistemas políticos que los pueblos escogen, excepto cuando
ese modelo de gobierno violenta los derechos consignados en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos (DUDH), y es obvio que si se trata de respetar el sistema “escogido” por la población cubana,
estamos hablando de un esquema unipartidario e impositivo, que niega las libertades. En este caso, el
“respeto” a un sistema se volvería complicidad con la negación a un conglomerado social, de una parte
sustancial de sus derechos humanos, los cuales son irrenunciables.
Ahora pasemos a los vínculos de la situación cubana con Nicaragua. El Presidente Daniel Ortega
recientemente explicó con firmeza en La Habana su adhesión a un modelo político unipartidario, como el de
Fidel y Raul, porque la existencia de varios partidos, argumentó, divide al pueblo a favor del imperio. La
“confesión” del Secretario General del FSLN, en realidad no confiesa nada, porque es conocida su vocación
totalitaria, pero es importante que lo haya dicho claramente y sin tapujos, y hasta lo haya explicado, para que
no haya ninguna duda al respecto.
La declaración del Presidente de Nicaragua es gravísima porque manifiesta un descomunal atolondramiento
ideológico que mentalmente lo sitúa en las primeras décadas del siglo pasado, y enfilado en el entusiasmo
prevaleciente por muchos años en la izquierda mundial, con un sistema de “dictadura del proletariado” que, en
los países socialistas europeos, devino ciertamente en la dictadura, pero no de los obreros de la ciudad y el
campo, sino de una camarilla, de un grupúsculo que, al concentrar el poder y ejercerlo sin fiscalización
pública, se corrompió en alma, vida y corazón.
Esos grupos se convirtieron en dictaduras de un sólo partido político y una sola central sindical, que ejercieron
férreos controles sobre la sociedad mediante administraciones burocratizadas de implacables comisarios
políticos que sustituyeron el actuar participativo y creativo de las masas obreras y campesinas, de los
pequeños propietarios urbanos y de los sectores estudiantiles, profesionales e intelectuales, coartando y
suprimiendo los derechos, las libertades y la democracia.
La creatividad de la gente fue sustituida por reuniones de pequeños grupos de “representantes” encargados de
aplaudir servilmente y de aprobar con mansedumbre las decisiones del pequeño y omnipotente grupo
veleidoso de “arriba”, que ejercía el poder mediante el mando y ordeno, el verticalismo y la obediencia ciega
de sus subordinados.
En la Unión Soviética, la camarilla encabezada por Stalin poco a poco fue configurando lo que Bujarin
denominó “la maquinaria infernal”, que no era otra cosa que todos los resortes del Estado utilizados para
denigrar, reprimir y exterminar violentamente a quienes no pensaban como ellos. Rosa Luxemburgo, la
valiente feminista, la “Rosa Roja” asesinada, criticó crudamente el concepto de “dictadura” que surgió con
Lenin y Troztky, y reivindicó el derecho al pensamiento propio, a criticar y disentir, a la libertad y a la
democracia, sin lo cual, apuntaba, no es posible construir un régimen social justo y humano.
El Presidente Ortega pretende eliminar a todos los partidos políticos e imponerle su partido, el FSLN, a todos
los nicaragüenses, así como su organización de control social, los Concejos del Poder Ciudadano (CPC), a lo
que hay que agregar sus grupos paramilitares uniformados, armados de piedras, garrotes, tubos, morteros,
bombas, machetes y cuchillos, para aplastar manifestaciones opositoras.
Éste es el desfasado, triste y peligroso capital ideológico del FSLN. Su autoritaria concepción política está
anclada erróneamente en el siglo pasado. Ha sido incapaz de leer bien las implicancias de la caída del Muro de
Berlín y del sistema socialista mundial. No ha podido interpretar la experiencia cubana, y mucho menos la
vietnamita y la china, estas últimas también prisioneras del unipartidismo, pero con economía de mercado. El
respeto al individuo, así como las libertades y la democracia, le son ajenas a su estrecho pensamiento.
El fanatismo se ha enseñoreado en el FSLN. Hay un grupo que manda, que sustituye lo que debería ser de
verdad un poder ciudadano, que cree tener el patrimonio de la verdad y que llama “enemigo” a quien no
piensa como él. Quieren eliminar la individualidad y masificarnos. Ejercen el poder a cualquier costo e
incluso utilizan el terror para dominar a su militancia y a toda la sociedad. No se puede contradecir, mucho
menos criticar. Muchos empleados públicos, incluyendo funcionarios de primero y segundo nivel, viven
agazapados en sus verdaderas creencias, disimulando, con miedo a perder sus puestos de trabajo o privilegios.
El grupo de poder, encabezado por el Presidente Ortega y su esposa Rosario Murillo, quiere perpetuarse en el
gobierno. A su favor tiene un poder inmenso. Sin embargo, parodiando a Darío: Y, pues contáis con todo,
falta una cosa: la gente, y su necesidad de libertad, inherente a todo ser humano.
*Editor de la Revista Medios y Mensajes
[email protected]
Descargar