EL LIBERALISMO Y LA OPOSICIÓN AL SISTEMA 1. Ideario del liberalismo Esta nueva ideología surge en el siglo XVIII a partir de las ideas de la Ilustración y del liberalismo económico y pretende derribar los principios del Antiguo Régimen. Ideológicamente: Plantea la existencia de libertades inalienables al individuo (de ahí el nombre de liberalismo), la pluralidad de ideas, la opinión libre y la tolerancia. Políticamente: No existe autoridad soberana absoluta. Se reconoce al ciudadano con plenos poderes frente al vasallo del Antiguo Régimen. División de poderes. El inglés Locke plantea este principio y Montesquieu lo desarrolla, dividiendo los poderes en: Ejecutivo, recae en gobierno y rey; Legislativo en las Cortes o Parlamentos y Judicial, en los jueces. El concepto de soberanía como origen del poder y de la ley, recae en la representatividad del pueblo o Nación (Soberanía Nacional), que marca la pluralidad de ideas en un sistema de elección basado en el sufragio censitario, o bien universal masculino. La idea de Nación se identifica como el conjunto de ciudadanos con una trayectoria histórica común, lengua, territorio, cultura, etc, que políticamente se articulan en una serie de leyes comunes para el conjunto del Estado (“Estadonación”). Las leyes comunes para la Nación-Estado, se articulan en una Constitución, o código supremo, que contempla la forma política del país, el funcionamiento de sus instituciones y los deberes y derechos de los ciudadanos. Se aprueba y redacta tras un proceso a Cortes Constituyentes. La pluralidad de ideas se refleja en la aparición de partidos políticos, agrupaciones que reúnen a individuos de la misma o parecida opinión y que influyen en la opinión pública. Existe un partido que realiza el gobierno y otro que hará la oposición según la representatividad obtenida mediante el sufragio. A nivel Institucional el Estado racionaliza y regulariza las leyes y organismos marcando la igualdad civil de los ciudadanos: La ley es única, igual y funcional para todos. Se incide en la idea del centralismo, y la igualdad y uniformidad de los territorios del Estado-Nación (por ejemplo, la división territorial en provincias) . Socialmente se suprimen los estamentos, basados en la existencia de privilegios y diferenciación social por nacimiento. La igualdad basada en el principio de dignidad es común para todos los hombres. Esto se aplica en lo fiscal y lo legal. La nueva sociedad se divide en clases sociales, de ahí que se denomine sociedad de clases. Es una sociedad abierta, no cerrada como en el Antiguo Régimen. La capacidad económica, cultural y modos de comportamiento y no el privilegio marcan ahora la diferencia social, existiendo la posibilidad de ascenso social según las capacidades del ciudadano. Las diferencias económicas se mantienen ( incluso aumentan en relación a su dedicación profesional y nivel de renta) desarrollándose el clasismo diferenciador; pero en teoría, todos los ciudadanos son iguales ante la ley. No se rechaza la religión, pero se tiende a limitar el poder económico de la Iglesia y se desarrolla el anticlericalismo. El principio del liberalismo se aplica también en lo económico, es el liberalismo económico (teorizado por Adam Smith en el s.XVIII). Según esta teoría económica, las ideas que priman son la “ley de oferta y demanda” y la no interferencia del Estado en asuntos económicos. Se demanda una propiedad libre y plena y una economía desarrollada de forma natural Para ello se plantea la libre competencia en las condiciones de producción y circulación de bienes, aboliéndose los monopolios del A.R. y los gremios. Se organiza la producción económica en la obtención del capital (capitalismo). Las propiedades vinculadas (que no pueden ser vendidas) deben ser desamortizadas, la propiedad de bienes y medios de producción deben ser privadas y sin trabas que impidan su venta (desamortizaciones). 2. El liberalismo en España. Corrientes En España la crisis de la monarquía absoluta, que se arrastraba desde las últimas décadas del siglo XVIII (Reinado de Carlos IV), desembocó entre 1808 y 1843 en la implantación de un régimen liberal no democrático. A lo largo de esos años, en un contexto de guerras y revolución, se fraguó el Estado liberal y se modificaron los fundamentos de la sociedad estamental. Este proceso se denomina revolución liberal y representó un cambio político y social respecto a las estructuras del Antiguo Régimen. La guerra de la independencia entre 1808 y 1814 contra Napoleón, precipitó la crisis política interna de la monarquía absoluta y abrió el amino a propuestas de reforma de las viejas estructuras políticas y sociales mediante la convocatoria de las Cortes Generales y Extraordinarias en 1809 por la Junta Suprema Central como única salida al vacío de poder existente. De estas Cortes, continuadas en Cádiz (1810-1813), surge el primer liberalismo español, cuyo mejor reflejo lo tenemos en la Constitución de Cádiz de 1812. Esta obra política influye en el desarrollo del liberalismo y del constitucionalismo español durante la primera mitad del siglo XIX, hasta el afianzamiento del modelo liberal español. El conflicto entre absolutismo y liberalismo se desarrolló durante el reinado de Fernando VII (1814-1833). La victoria de una u otra posición permite distinguir tres etapas: el sexenio absolutista (1814-1820), el trienio liberal (1820-1823) y la década ominosa (1823-1833). La construcción del sistema liberal se produce durante el reinado de Isabel II (1833-1868). Ante la minoría de edad de Isabel II (que tiene tres años cuando hereda el trono) el poder cayó en manos de regentes: Maria Cristina (1833-1840) y el general Espartero (1840-1843). La monarquía tendrá un papel político decisivo en la trayectoria del nuevo Estado liberal. A la corona se le atribuyen importantes poderes ejecutivos y una amplia participación en el legislativo al poder alterar la vida parlamentaria, haciendo uso y abuso de la facultad ilimitada de la Corona de nombrar y destituir ministros, convocar, suspender y disolver las Cortes. Para gobernar lo importante era la confianza de la corona, que apoyará en especial a los ministros moderados. El poder legislativo es bicameral (Congreso o cámara baja y Senado o cámara baja). El sistema electoral se basa en el sufragio censitario masculino. (sólo puede votar entre el 1 y el 2.5% de la población), pero el sistema parlamentario era una falsedad, dada la intervención sistemática del gobierno en las elecciones. El liberalismo español está dividido en la dos tendencias, ya manifestadas durante el Trienio Liberal (doceañistas y veinteañistas) durante su lucha contra el absolutismo. Ahora denominados moderados y progresistas, consolidan el constitucionalismo en España, junto con otros partidos (Unión Liberal, Demócratas y Republicanos.) No se trataba de formaciones políticas (como en el siglo XX) sino de incipientes partidos de notables que carecían de organización permanente y disciplina interna. , organizados en torno a un grupo parlamentario, prensa particular, algunas personalidades ilustres o algunos principios básicos. a) Los moderados defienden lo que se denomina el liberalismo doctrinario. Son partidarios de conciliar los cambios políticos y sociales de la revolución liberal con la tradición histórica representada por dos instituciones fundamentales: el Rey y las Cortes; por ello rechazan el principio de soberanía nacional defendiendo el de soberanía compartida (rey-cortes). Para ellos la libertad supone la defensa de la seguridad de las personas y de los bienes y de la propiedad privada, y por lo tanto incidieron en los principios de autoridad y de orden. Y redujeron el derecho al voto a una minoría de propietarios (1% del electorado). Defienden un Estado centralista y confesional católico. Desconfían de la excesiva participación popular en los ámbitos locales (Milicia Nacional) y provinciales; por lo tanto tienden a limitar la autonomía política de los Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales. Mejor organizados y cohesionados doctrinalmente que los progresistas, los moderados tuvieron la mayoría parlamentaria desde las primeras elecciones del régimen de 1837. El apoyo social se basó en los grandes propietarios, mundo financiero, burgueses enriquecidos por la desamortización, aristócratas y generales. b) Los progresistas (liberalismo radical) se configuran en la década de los treinta. Frente a los moderados, insisten en el principio de Soberanía nacional como fuente de legitimidad y esperan que la Corona actuase como árbitro del juego político. Defiende las libertades individuales frente al Estado y eliminar las trabas que impedían la movilidad de las clases medias. No defienden la democracia ni el sufragio universal masculino, pero son partidarios de una extensión paulatina y gradual del derecho a voto. En términos generales, propugnan la formación de una cultura y una sociedad más laicas (separación Iglesia-Estado). Espartero, Mendizábal, Madoz y Prim fueron políticos progresistas. Su apoyo se basa en hombres de negocios, funcionarios, abogados pequeños comerciantes y artesanos, generales, periodistas (profesiones liberales). Dentro del liberalismo, y a su izquierda, se sitúa, el liberalismo democrático. Se desarrollan a partir del manifiesto de 1849 siendo una escisión de los progresistas. Grupo heterogéneo, defienden la radicalización de los principios del progresismo, y demandan los siguientes principios : La soberanía nacional plena, el sufragio universal masculino, la Milicia Nacional y la autonomía y participación popular en el poder local y provincial., la aconfesionalidad del estado, tolerancia religiosa, enseñanza gratuita y un sistema fiscal proporcional a la riqueza. Su influencia política es escasa hasta los años anteriores a la revolución de 1868. 3. Las oposiciones al Sistema La primera oposición al liberalismo será el Carlismo: Las Causas de esta se enmarcan en la muerte de Fernando VII en 1833, que desencadena una guerra civil (primera guerra civil carlista) que enfrenta a los defensores liberales de la Regencia de Mª Cristina (cristinos, luego isabelinos) con los defensores de los derechos al trono de Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII): son los carlistas, antiguos ultrarrealistas y herederos del movimiento de los agraviats o malcontentos (1827) de la década ominosa que defendían el absolutismo. Políticamente el carlismo se caracterizó por un antiliberalismo militante que negaba el principio de la soberanía nacional y se definía a través del lema “Dios, patria y rey”, y más adelante “fueros” por la defensa del sistema foral frente a la centralización y uniformización recogidas por el liberalismo. Pretenden la vuelta al antiguo régimen liderado por el pretendiente al trono don.Carlos (autoproclamado Carlos V). Socialmente, el carlismo fue un movimiento tan heterogéneo como el liberalismo. Sus grupos dirigentes provienen de la Iglesia, en su mayoría antiliberal, al no aceptar los principios liberales y las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos que suponían la pérdida de privilegios en la Iglesia. El apoyo de la pequeña nobleza local y las oligarquías rurales,convencidos de que el liberalismo impondría nuevas formas de jerarquía social que podían acabar con los fundamentos tradicionales de su poder en temas como los privilegios en materia de impuestos, el control de los ayuntamientos, la vinculación que aseguraba sus propiedades etc. El carlismo contó con el apoyo de sectores amplios del artesanado y del campesinado, y en este sentido adoptó la forma de una protesta popular y campesina, ya que muchos campesinos fueron expulsados de las tierras desamortizadas sin recibir tierras en propiedad, o bien se sintieron perjudicados por el nuevo sistema fiscal e impositivo liberal. Geografía del carlismo: El fenómeno carlista fue más general en las provincias forales del Norte (País Vasco, Navarra) apoyado mayoritariamente por el campesinado y en otras zonas antiguamente forales: Aragón (Maestrazago), Cataluña, Valencia, Galicia o Castilla (en algunas comarcas).