REVERSIBILIDAD de un desbroce

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INFORME SOBRE LA REVERSIBILIDAD DE LOS DAÑOS
OCASIONADOS POR LAS OBRAS DEL AEROPUERTO DE CASTELLÓN EN
LA VEGETACIÓN DEL MONTE DE SANTA BÁRBARA
Olga Mayoral García-Berlanga. Bióloga
REVERSIBILIDAD de las perturbaciones en ecosistemas mediterráneos
La reversibilidad indica la facilidad que una unidad degradada tiene para volver
naturalmente a su estado anterior a un impacto (AGUILO et al., 1995). Se ha empleado
para definir esta cualidad el término rapidez de cicatrización, que indica las diferentes
aptitudes del medio para producir en un tiempo dado cierto volumen de vegetación
(GODRÓN & POISSONET, 1973), indicando así mismo el tiempo que tardará la
vegetación en recuperar su estado primitivo tras una degradación por acción humana.
La biodiversidad del monte mediterráneo ibérico es la más alta de Europa
gracias a su gran riqueza ecológica y económica (CHARCO, 2002). La íntima –y
antigua- interrelación entre procesos ecológicos y culturales ha gestado un paisaje
caracterizado por una elevada dinámica de la vegetación, con patrones de degradación y
regeneración espacio-temporales resultado de rozas, quemas, barbechos, pastoreo, etc.
(GONZÁLEZ BERNÁLDEZ, 1990; NAVEH, 1994).
Entre las perturbaciones que limitan el crecimiento de la vegetación leñosa
mediterránea se incluye la eliminación directa, parcial o total de la cubierta vegetal por
el hombre, fenómeno que se produce de forma recurrente desde el Neolítico (CASTRO,
2002). El efecto de la eliminación de la parte aérea de las plantas es similar al que
produce un incendio, pudiendo distinguir tres tipos de actuaciones, de menor o mayor
impacto: el aclareo, la tala, que supone la eliminación total de la parte aérea de los
bosques y la roturación.
La vegetación nativa de las regiones con clima mediterráneo es capaz de
sobrevivir a diferentes perturbaciones gracias a la regeneración de los órganos perdidos
en el caso de especies rebrotadoras y al importante banco de semillas depositado en el
suelo que asegura la presencia de las especies en la siguiente generación (especies
germinadoras) como se detalla a continuación (KEELEY, 1986).
La capacidad de rebrote de muchas especies leñosas mediterráneas les ha
permitido soportar las talas periódicas realizadas por el hombre, rebrotando
vigorosamente a partir de raíces, rizomas o cepas, donde conservan abundantes
carbohidratos de reserva. Es el caso de pequeñas plantas perennes como Coris
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monspeliensis (hierba pincel) o Herniaria fruticosa, de los arbustos de los géneros Erica
(brezos), Genista (aulagas), Chamaerops (palmitos), Citysus, Myrtus (mirto), Rhamnus
(aladiernos), Phillyrea (labiérnagos) y los árboles Juniperus oxycedrus (enebro),
Quercus spp. (coscoja, carrasca, quejigo, etc.), Arbutus unedo (madroño) u Olea
europea (olivo) (GUERRERO-CAMPO,1998; OJEDA, 2001, VALLEJO & ALLOZA,
2004). Entre las herbáceas, destaca el lastón (Brachypodium retusum), especie muy
abundante en las tierras bajas mediterráneas (VALLEJO & ALLOZA, 2004).Gracias al
desarrollo rápido de especies como el palmito (Chamaerops
humilis), que posee
potentes rizomas, y la coscoja (Quercus coccifera), poseedora de raíces cundidoras que
producen abundantes renuevos de rápido crecimiento, se va formando un entramado de
ramas y raíces que facilitan la sujeción de las partículas del suelo, propiciando la
creación de suelo y de mantillo (MONTERO & QUERAL, 1989). El éxito de la encina
(Quercus ilex) en este ambiente de frecuentes perturbaciones se ha relacionado con su
excepcional capacidad de rebrote (LÓPEZ-SORIA & CASTELL, 1992; ESPELTA et
al., 1999). Entre los órganos especializados para el rebrote, las cepas (o engrosamientos
leñosos en la base de los tallos) almacenan nutrientes y carbohidratos y poseen un
importante reservorio de yemas durmientes que se activan después de una perturbación
(CASTRO, 2002).
En referencia a las especies germinadoras, el suelo de bosques y matorrales
mediterráneos llega a poseer densidades de semillas relativamente altas que suponen
una parte importante de la regeneración potencial, hecho determinante para la
conservación y restauración de áreas naturales (MARAÑÓN, 2001). Estas reservas de
semillas de plantas herbáceas y arbustivas, aprovechan las ventanas temporales abiertas
por las perturbaciones, jugando un papel importante en la regeneración de las
comunidades vegetales en ambientes mediterráneos. En una mancha de vegetación
densa, las condiciones son bastante desfavorables para el establecimiento de nuevas
plántulas, debido principalmente a la competencia que ejercen las plantas adultas por el
espacio, la luz, el agua y los nutrientes. Cuando algún tipo de perturbación crea un claro
(gap) con un área desprovista de vegetación que es adecuada para el establecimiento de
nuevas plántulas, se producen las germinaciones. La estimulación de estas
germinaciones se produce por diversos mecanismos, entre los que destaca la exposición
a la luz solar directa y no filtrada por el follaje de la vegetación, que les asegura que ya
no están cubiertas por vegetación densa (hechos que inducirían una dormición para
evitar una germinación en condiciones desfavorables). Por otro lado, las fluctuaciones
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mayores de temperaturas resultado de la remoción de la cubierta vegetal aislante
estimulan así mismo la germinación de las semillas en los claros resultado de
perturbaciones (FENNER & KITAJIMA, 1999). La conjunción de los dos factores
anteriores, unido a un aumento de nitratos disponibles por la ausencia de plantas adultas
que lo captan, actúan como detectores de claros y en general de condiciones favorables
y estimulan la germinación. De este modo, la reducción parcial o total de la cubierta
vegetal origina un incremento indirecto de recursos que favorece su regeneración
(PUIGNAIRE et al., 2001). Entre los arbustos, los brezos (Erica spp.) y las jaras (Cistus
spp.) son las especies con mayor representación en estos reservorios de semillas
(MARAÑÓN, 2001).
En todo caso, gracias a la capacidad germinadora y rebrotadora de las especies
mediterráneas, la simple eliminación de la vegetación, tanto de forma manual como
mecanizada no supone la imposibilidad de recuperación de un hábitat. Diferentes
especialista han categorizado la sensibilidad de la vegetación y la velocidad de
cicatrización de diferentes formaciones vegetales (cultivos, matorrales o bosques) y han
establecido escalas aplicadas a la reversibilidad, determinando que una reconstitución
ambiental es fácil si requiere entre 10 y 30 años, difícil entre 30 y 100 años, muy difícil
entre 100 y 1000 años y nula si requiriese más de 1000 años. Este último tipo de
situaciones harían referencia al tiempo necesario para reconstituir bosques maduros a
partir de cultivos, mientras que los primeros casos corresponden a matorrales y bosques
de sensibilidad moderada con una determinada capacidad de regeneración (GODRÓN
& POISSONET, 1973; COPLACO, 1975).
Desde otra perspectiva, se ha de tener en cuenta que una de las técnicas de
preparación del terreno para las reforestaciones, consiste en el desbroce o eliminación
de la vegetación preexistente mediante rozas manuales o con tractores, decapados
mediante el paso frontal de la pala de un tractor oruga e incluso subsolados y laboreos
mecanizados (SCOLA et al., 2001; GARCÍA SALMERÓN, 1995; HERREROBORGOÑÓN & RUBIO, 1995; MONTOYA & MESÓN, 2004). Atendiendo a la forma
en que se afecte al matorral, la eliminación de la vegetación puede ser total o selectiva
con el fin de erradicar, reducir o controlar la competencia en la lucha por la luz, la
humedad y los nutrientes del suelo. En aquellas situaciones en que se ha llevado a cabo
el subsolado de un terreno mediante maquinaria semipesada o con bulldozer y se ha roto
la superficie del suelo, nos podemos hallar en una situación similar a la desarrollada en
muchas repoblaciones con el fin de preparar el terreno previamente y favorecer la
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aireación, la absorción de nutrientes y el desarrollo de las raíces (HERREROBORGOÑÓN & RUBIO, 1995; SCOLA et al., 2001; MONTOYA & MESÓN, 2004).
Por otra parte, las perturbaciones que suponen una remoción de la vegetación e incluso
del suelo superficial son iguales que las llevadas a cabo en los cortafuegos a fajas
auxiliares, habiéndose documentado la recuperación de su vegetación de manera natural
tras su abandono.
En general la recuperación de bosques y matorrales no requiere presupuestos
multimillonarios para planificación, diseño, proyectos, preparación del terreno,
maquinaria, etc. pues, salvo excepciones, los ecosistemas poseen mecanismos
suficientes para regenerarse, siempre que se priorice la eliminación de las
perturbaciones. Antes o después, ante ausencia de perturbaciones, gracias a su carga de
biodiversidad, protección edáfica y regulación hídrica, acaba recuperando sus antiguas
características (CHARCO & GARCIA RAYEGO, 2002). En este sentido, se ha
establecido que el mejor método de recuperación de los bosques mediterráneos ibéricos
es la regeneración natural que implicaría el cese o disminución de las perturbaciones
humanas sobre la vegetación leñosa. En determinados casos, para acelerar los procesos
de regeneración, debido a un alto riesgo de erosión o a la ausencia de bancos de yemas y
o semillas, se aconseja la plantación, exclusivamente con especies autóctonas. Una
situación extrema de recuperación de un hábitat alterado es el caso de las escombreras y
otros suelos de desecho, minas a cuelo abierto o canteras, llevada a cabo en multitud de
ocasiones y ampliamente documentado en la bibliografía (BRADSHAW &
CHADWICK, 1980; BUCKLEY, 1989; JORDAN et al., 1990; GARCÍA SALMERÓN,
1995; MITSCH & JØRGENSEN, 2004).
Todo lo detallado anteriormente confirma la capacidad de recuperación del
bosque y maquia mediterráneos tras las perturbaciones y la reversibilidad de muchos
procesos degradativos. En todo caso, gracias a la capacidad germinadora y rebrotadora
de las especies mediterráneas, la corta total de la vegetación de un espacio no conducirá
nunca a la desaparición del bosque y la masa debe recuperarse en un corto espacio de
tiempo (MONTOYA & MESÓN, 2004). En general la regeneración natural ofrece
muchas ventajas frente a la artificial, tanto económicas como de impacto ecológico y
adaptabilidad de las plantas (MONTERO & QUERAL, 1989), aunque estas últimas son
más rápidas y menos limitadas en cuanto a la distribución y las especies seleccionadas
(PEMÁN et al., 2000; MONTOYA & MESÓN, 2004).
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SITUACIÓN DEL MONTE DE SANTA BÁRBARA resultado de las obras del
aeropuerto de Castellón
Por la información recibida en el momento de la paralización de la obra, la
superficie afectada por las voladuras y movimientos de tierra, con desmontes de casi 15
m, es de aproximadamente dos hectáreas. En el resto de la zona, sólo se han llevado a
cabo desbroces con maquinaria pesada.
Por todo ello, se plantean dos situaciones:

Reversibilidad en la recuperación del bosque y maquia mediterráneos tras las
perturbaciones producidas por los desbroces. En este sentido, hay que señalar
que ya se está produciendo en la zona una vigorosa regeneración natural de
especies como el palmito (Chamaerops humilis), coscoja (Quercus coccifera),
romero (Rosmarinus officinalis), jaras (Cistus sp.), lentisco (Pistacia lentiscus),
aliagas (Ulex parviflorus), etc. que, en ausencia de nuevas perturbaciones
acabará con la paulatina recuperación de la cubierta vegetal.

Dificultad de recuperación de las dos hectáreas afectadas por las voladuras y
movimientos de tierra. El daño paisajístico producido por estos desmontes en
Santa Bárbara es prácticamente irreversible, ya que se está ocasionando un
cambio en la orografía y relieve. El monte de Santa Bárbara es el símbolo
inequívoco de Vilanova d´Alcolea, desde donde se divisa la plana de Benicarló,
Sierra de Irta y la franja costera hasta el Cabo de Oropesa. Su interés paisajístico
ha sido señalado por geólogos, historiadores, arqueólogos y geógrafos y es de
sobra conocido por los habitantes de estas tierras. En cuanto a la posibilidad de
recuperación de la cubierta vegetal, en canteras y otras áreas afectadas por
voladuras, se han desarrollado con cierto éxito, y siempre con elevados costes,
tareas de regeneración mediante el uso de hidrosiembras y reforestaciones
específicas. Una recuperación de la cubierta vegetal en la zona, no implicaría
recuperar la silueta original de la montaña.
Olga Mayoral García-Berlanga. Bióloga
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