Tribunal Superior de Justicia del Principado de Asturias, Sala de lo Social, Sentencia de 30 Abr. 2004, rec. 869/2004 Ponente: González Rodríguez, Jorge. Nº de sentencia: 1482/2004 Nº de recurso: 869/2004 Jurisdicción: SOCIAL SENTENCIA PUBLICADA Y COMENTADA EN LA LEY JURIS (Actualidad laboral): 24 de octubre de 2004. VOCES: CONTRATO DE TRABAJO. EXTINCIÓN A INSTANCIAS DEL TRABAJADOR CON LA INDEMNIZACIÓN DEL DESPIDO IMPROCEDENTE. Debe estimarse: acoso sexual por parte del gerente, que es mantenido por la empresa en su posición de superioridad sobre las trabajadoras acosadas. Indemnización complementaria por los daños ocasionados: debe estimarse. Obligación solidaria del responsable individual del acoso. Texto En Oviedo a 30 Abr. 2004. Ilmos. Sres. D. Jorge González Rodríguez. D. José Alejandro Criado Fernández. D.ª Carmen Hilda González González. Habiendo visto en recurso de suplicación los presentes autos de la Sala de lo Social de este Tribunal Superior de Justicia, compuesta por los Ilmos. Sres. citados, de acuerdo con lo prevenido en el artículo 117.1 de la Constitución Española, en nombre de S.M. el Rey ha dictado la siguiente SENTENCIA En el recurso suplicación 869/2004, formalizado por la empresa Viveros del Sueve, SAT, contra la sentencia de fecha 17 May. 2002, dictada por el Jdo. de lo Social núm. 003 de Oviedo en sus autos número demanda 0000106/2002, seguidos a instancia de Pilar A. Z. frente a Viveros del Sueve, SAT, Jesús María D. F., parte demandada, en reclamación por extinción de contrato, siendo Magistrado-Ponente el Ilmo. Sr. D. Jorge González Rodríguez, y deduciéndose de las actuaciones habidas los siguientes ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO. Según consta en autos el mencionado Juzgado de lo Social dictó sentencia de fecha 16 May. 2002 por la que se estimaba en parte la demanda. SEGUNDO. En la mencionada sentencia y como hechos declarados probados, los siguientes: 1.º La accionante D.ª Pilar A. Z., nacida en el año 1974 y cuyas circunstancias personales constan en el encabezamiento de su demanda, presta servicios laborales por cuenta y bajo la dependencia de la empresa demandada desde el 1 1 Feb. 2000, con la categoría profesión de peón agrícola y un salario diario bruto de 38,02 euros (6.326 ptas.). 2.º La empresa demandada se dedica a la actividad de vivero de plantas, tiene su sede en la finca «Las Huelgas de Villamayor (piloña)» y ocupa a unos 28 o 29 trabajadores, la mayoría de mujeres dedicadas a las labores propias de la finca. 3.º El 19 Oct. 2001, dos trabajadoras de la empresa que desempeñaban funciones administrativas presentaron denuncia ante la Guardia Civil de Infiesto al observar una de ellas que, entre otros dispositivos situados debajo de la mesa de trabajo, existía una cámara y el 22 Oct., se personaron en el centro de trabajo agentes de la Policía judicial que, tras el correspondiente registro, comprobaron la existencia de tres mini cámaras ocultas, dos de ellas bajo las mesas de las administrativas y otra en el interior del marco del aseo utilizado por las empleadas, dichas cámaras estaban conectadas por medio de cables ocultos instalados en la oficina de Jesús María D. F., gerente de la sociedad, siendo intervenidas aquéllas y diverso material complementario, así como varias cintas de videocasete y vídeo cámara. 4.º Dichos hechos dieron lugar a la incoación de diligencias previas que fueron registradas con el número 587/2001 --copia de las cuales obra unida a los autos dándose su contenido íntegramente por reproducido-- consta la declaración del presidente y gerente de la sociedad reconociendo que él había efectuado la instalación hacia el mes de mayo de ese año para observar a una de las trabajadoras de la oficina de la que estaba enamorado. 5.º En el folio 332 de las precitadas diligencias previas consta la diligencia de cotejo de la Sra. Secretaria del Juzgado en cuanto al contenido de las cintas declarando sustancialmente que en las imágenes tomadas desde las cámaras situadas debajo de las mesas de oficina se ven las piernas de las empleadas y, en ocasiones, su ropa interior y en las tomadas desde la situada en el baño se distinguen a las mujeres que entran y se bajan la ropa para hacer sus necesidades apreciándose en casi todas las imágenes, los órganos genitales femeninos, en algunas, también se ve entrar a hombres a los que se capta de espaldas al hacer sus necesidades. 6.º El 23 Oct. se presentó denuncia de los mismos hechos por otros veinte trabajadores, de las que dieciséis eran mujeres; al día siguiente por otras tres y el veintiséis por otra trabajadora de la empresa. 7.º Viveros del Sueve, SAT, está integrada por cinco socios: D. Jesús María D. F., su esposa Ana Paula P. G., D. Bernardo D. G. hermano del primero, D.ª María Natividad R. V. cuñada del mismo y D. José Y. S. 8.º Como consecuencia de los acontecimientos precitados y, en repuesta a las exigencias de las trabajadoras de la empresa, la asamblea de socios se reunió el 12 Nov. 2001, acordando nombrar como gerente a D. José Y. S. y como presidenta a la esposa del imputado, D.ª Paula P. G.; no accedieron por el contrario a efectuar comunicado público manifestando desconocer los hechos acaecidos en la empresa. 9.º Antes de conocer los referidos cambios, los trabajadoras de la empresa convocaron una huelga a partir del 15 Nov. con las mismas reivindicaciones; en respuesta a la huelga --a la que no se sumaron los empleados varones al ser amenazados de despido-- se despidió a 16 trabajadoras con efectos de 26 Nov. 2001 y en el preceptivo acto de conciliación la empleadora reconoció la improcedencia acordando la readmisión de la aquí demandante y otras diez 2 trabajadoras y el cese indemnizado del resto produciéndose la reincorporación el 13 Dic. 10.º El 12 Dic. del pasado año empresa y trabajadoras representadas por los sindicatos UGT y CC.OO. sostuvieron acuerdo del siguiente tenor literal: «Ante los acontecimientos acaecidos en la empresa Viveros del Sueve, SAT, la empresa y los trabajadores/as de la misma manifiestan su firme voluntad de retomar la normalidad de sus relaciones laborales expresando el mutuo compromiso de respeto de las obligaciones expresando el mutuo compromiso de respecto de las obligaciones que como empleador y como trabajadores/as tienen asumidos contractual y estatutariamente, en esta línea por ambas partes se manifiestan los siguientes compromisos. Por parte de la empresa se manifiesta su solemne compromiso de no efectuar ningún tipo de medida de represalia hacia las trabajadoras/es que secundaron la huelga en la empresa iniciada el día 15 Nov. 2001. La empresa mantendrá el mismo criterio y política de contratación que ha venido desarrollando hasta la fecha. Se acuerda crear una comisión de seguimiento del presente acuerdo compuesta por dos representantes de la empresa y dos trabajadores/as quienes podrán estar asistidos por los asesores que estimen oportuno. Los trabajadores/as se comprometen a que cualquier reclamación que se planteen efectuar relacionada con el conflicto al que el presente acuerdo pone fin se someterá, previamente a su presentación, al examen de la comisión de seguimiento mencionada en el párrafo anterior. Los anteriores compromisos afectan en todo caso al respeto a la intimidad y a los derechos fundamentales. Con base a todo lo anteriormente expuesto empresa y trabajadores/as se comprometen a reiniciar la actividad laboral en condiciones de total normalidad a partir del día 13 Dic. 2001.» 11.º Al día siguiente de la reincorporación de las trabajadoras a la empresa, se presentó el anterior gerente D. Jesús María D. F. y pasó a ocupar su despacho desempeñando desde entonces las mismas funciones que había realizado con anterioridad a ser cesado; como consecuencia de esta situación varias trabajadoras precisaron asistencia médica --entre ellas la accionante-- que inicio una situación de Incapacidad Temporal el 17 Dic. por estre-depresión siéndole recogido el parte de baja por el propio D. Jesús María D. F. 12.º El 26 Feb. del presente año la empresa demandada solicitó de la Inspección médica la revisión de las bajas de las seis trabajadoras que permanecieron en dicha situación procediendo la Inspección a extender el parte de alta a tres trabajadoras. 13.º La situación producida en la empresa Viveros del Sueve, SAT, tuvo una amplia repercusión social y fue ampliamente recogida en los medios de comunicación escrita y audiovisual tanto de ámbito regional como nacional. 14.º El sindicato CC.OO., en representación de las trabajadoras afiliadas, solicitó varias veces a la empresa, al menos una mediante telegrama urgente, la constitución de la comisión de seguimiento a la que se refiere el Pacto de 12 Dic. 2001, ya que considera el hecho de la incorporación al mismo puesta del Sr. D. un incumplimiento manifiesto. Las citadas peticiones no obtuvieron respuesta alguna. 15.º El 18 Ene. del presente año se presentó la papeleta de conciliación y el preceptivo acto tuvo lugar el 18 Feb., finalizando sin avenencia. 3 TERCERO. Contra dicha sentencia se interpuso recurso de suplicación por la parte, siendo impugnado de contrario. Elevados los autos a esta Sala, se dispuso el pase a ponente para su examen y resolución. FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO. La sentencia del Juzgado de lo Social núm. 3 de Oviedo declara que los derechos fundamentales de la trabajadora demandante a la dignidad e intimidad fueron vulnerados. Por tal causa, estimando parcialmente la demanda, acuerda la extinción de la relación laboral que unía a ésta con la empresa demandada, Viveros del Sueve, SAT, así como el pago de dos indemnizaciones, una de 3.916,06 euros, a cargo de la empresa, consecuencia directa de la extinción; y otra de 30.000 euros para compensar los demás daños y perjuicios ocasionados por el ataque a los derechos fundamentales, a cargo, solidariamente, de la misma empresa y de su socio y directivo Jesús M.ª D. F. Pronunciamientos semejantes se han dictado en otros procesos sustanciados contra los mismos demandados a instancias de otras trabajadoras, conocidos por esta Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Asturias al resolver los recursos de suplicación interpuestos frente a ellos por ambos demandados --rollos núm. 2394/2002, 2395/2002, 2396/2002, 2427/2002 y 2428/2002--. Ahora únicamente la empresa recurre la sentencia en suplicación. SEGUNDO. La sentencia del Juzgado de lo Social contiene un relato de lo sucedido contundente y conturbador. La empresa procede a cuestionarlo de forma general, aduciendo que expresa una convicción formada sin soporte probatorio, e incluso afirma que aquel relato se configuró en vista de la decisión adoptada y no viceversa, como es obligado. Acude para su denuncia a la vía procesal del art. 191 c) LPL e invoca como infringido el art. 97.2 LPL. La vía escogida para la denuncia es, sin embargo, defectuosa, toda vez la motivación de la sentencia, regulada en el precepto --art. 97.2 LPL-- cuyo contenido entiende incumplido, es un tema procesal, lo que no estorba a su trascendencia, y sus vicios deben ser planteados en el recurso de suplicación por la vía del art. 191 a) LPL, prevista para sancionar con la nulidad de actuaciones las violaciones de normas o garantías del procedimiento que hayan producido indefensión, no por la vía utilizada del art. 191 c) LPL, destinada de modo exclusivo a examinar las infracciones de normas sustantivas o de la jurisprudencia. Más importante para rechazar las impugnaciones de la demandada es su falta de desarrollo con argumentos consistentes, pues se limita a expresar su desacuerdo general con la versión judicial pero sin precisar los elementos que doten de alguna solidez a sus afirmaciones, que así se convierten en meras expresiones subjetivas de discrepancia, sin valor alguno para influir en la solución de la controversia y solo fruto del interés en evitar las consecuencias impuestas por la sentencia cuestionada. La parcialidad y subjetivismo de la recurrente se refleja en esa falta de argumentación. 4 La versión judicial --basta acudir al acta de juicio oral--, se ha formado con la contribución de las partes mediante el aporte de abundantes elementos de convencimiento, y ninguna razón, dato fáctico o jurídico avalan la crítica de la recurrente, máxime cuando ninguna proporciona. La magistrada de lo Social no ha hecho sino uso de las facultades que para valorar las pruebas y los demás elementos de conocimiento aportados en el proceso tiene legalmente atribuidas --art. 97.2 LPL-- y da cuenta suficiente en la resolución judicial de los resultados obtenidos con esa labor valorativa, que le incumbe con exclusividad y tiene como límite el respeto a las reglas de la sana crítica. La sentencia ofrece un relato amplio de lo sucedido y permite conocer las fuentes del conocimiento judicial con plena sujeción a las exigencias de motivación impuestas por la Constitución Española y las normas que la desarrollan --art. 120.3 CE, art. 97.2 LPL, art. 218 LEC de 2000--. El cauce procesal establecido en el art. 191 b) LPL, es el previsto para la enmienda de las premisas fácticas de la sentencia, aunque no puede utilizarse con posibilidades de éxito si, a pesar de haberse aportado en el proceso pruebas y otros elementos de convicción sobre los hechos cuestionados, el demandado basa su disconformidad en que la narración judicial acoge datos no acreditados. Algunas manifestaciones de la recurrente incurren en ese defecto y olvidan que en el recurso de suplicación la revisión de los hechos declarados probados en la sentencia cuestionada, exclusivamente puede llevarse a cabo, de acuerdo con los arts. 191 b) y 194 LPL y la jurisprudencia formada al interpretar estos preceptos o sus antecedentes normativos, bien por medio de documentos idóneos, es decir, fehacientes, que hagan prueba por sí mismos de la veracidad de su contenido o sean de decisivo valor probatorio, bien mediante prueba pericial de reconocida solvencia científica o técnica y practicada con sometimiento al principio de la contradicción procesal; pero resulta asimismo imprescindible que tales medios probatorios, sin ser contradichos por otros, pongan de manifiesto de forma clara, directa, patente e incuestionable para cualquiera, sin acudir a conjeturas, especulaciones o argumentaciones más o menos razonables, el error o desacierto de la convicción formada por el Juzgador de lo Social. Las referidas manifestaciones de la empresa son, pues, desde cualquier punto de vista, inapropiadas para modificar la decisión judicial. Conviene finalmente resaltar, lo que evita cualquier duda en el terreno de la apreciación judicial sobre las premisas fácticas, que los sucesos más significativos, los hechos más relevantes para decidir el pleito son sucesos o hechos reconocidos o incontrovertidos por los demandados: la instalación por el gerente codemandado de mecanismos para la grabación de imágenes y su uso por él en la forma registrada en la sentencia, la huelga, exclusivamente de trabajadoras, y los despidos, exclusivamente de trabajadoras, que subsiguieron al descubrimiento de la actuación de aquél y la indignación que generó, la suscripción de un acuerdo entre la empresa y los sindicatos con el contenido repetido en la sentencia, la inmediata reincorporación al trabajo del autor de las grabaciones tras el acuerdo, las posteriores bajas médicas de seis trabajadoras, la protesta de la empresa a la inspección médica, las altas médicas de tres trabajadoras, el despido de estas últimas por faltas injustificadas al trabajo, y la gran trascendencia pública que tuvo el asunto, configuran un cuadro suficientemente expresivo para dar respuesta favorable a las pretensiones de la demanda. 5 TERCERO. Bajo la invocación del art. 50.1 ET niega la empresa, por medio del cauce regulado en el art. 191 c) LPL, haber incurrido en algún incumplimiento que conforme con ese precepto faculte al trabajador para solicitar la extinción del contrato de trabajo. Sin duda la recurrente construye este motivo de censura jurídica con olvido de los hechos declarados probados, toda vez que la mera lectura del relato fáctico de la sentencia pone de relieve las muy graves violaciones de derechos fundamentales que le son directamente imputables. La conducta del socio y directivo codemandado, instalando y haciendo uso prolongado de mecanismos para observar y grabar a las trabajadoras en el baño o en su puesto de trabajo, siempre de forma que le permitiera ver y obtener imágenes de zonas corporales y actos relacionados con su sexo o con aspectos reservados de la persona, atenta frontalmente a la dignidad de las trabajadoras y al derecho a su intimidad --arts. 10.1 y 18.1 CE, art. 4.1 e) ET--. Sin duda la demandante, al igual que las demás trabajadoras, resulta afectada por el atentado, pues las observaciones y las grabaciones llevadas a cabo fueron indiscriminadas y generales respecto de las mujeres empleadas en la empresa y se realizaron valiéndose de medios técnicos instalados de forma permanente durante un dilatado período en lugares especialmente escogidos para captar actos de la más estricta intimidad personal. Son por ello inútiles para negar el ataque, e incluso pueden catalogarse de impertinentes, aparte de contrariar la inalterada versión judicial, las manifestaciones de la recurrente sobre la falta de identificación de las personas grabadas, salvo las ocupantes habituales de las dos mesas de trabajo --hechos probados tercero y quinto--. La posición en la empresa del infractor --socio, presidente y gerente--, constituyó un factor decisivo para su actuación y hace surgir la responsabilidad de la empresa a la que incumbe garantizar esos derechos en el trabajo y velar porque el ejercicio del poder de dirección sea respetuoso con ellos --art. 20.2 y 3 ET--. Es, sin embargo, después, cuando el ataque a los bienes básicos de las trabajadoras, se hace más intenso, plural e irresistible. La vuelta del codemandado al centro de trabajo, en las mismas condiciones materiales que antes, aun cuando formal y aparentemente fuera relevado por la empresa de su cometido gerencial, reactiva, con su mera presencia, esas agresiones anteriores y añade otras. La imposición a las trabajadoras de una convivencia, día tras día de trabajo, con la persona que a pesar de haber cometido atentados tan graves contra la intimidad y dignidad de ellas es mantenido en sus atribuciones directivas y en sus símbolos de poder --verbigracia, el despacho que ocupaba y desde el cual observada a las trabajadoras entrar en el aseo-- constituye un acto inaudito y de intolerable afrenta a la demandante y a las demás empleadas, en cuya producción participan directamente como responsables tanto el gerente como los demás órganos societarios y de gobierno de la empresa. Esta situación constituye una forma de hostigamiento y crea un entorno laboral intimidatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo, con directos matices o componentes sexuales, que convierte a las trabajadoras en víctimas de acoso sexual. Efectivamente, la conducta del codemandado y la permisividad de la empresa, generaron un clima, determinante de los acontecimientos posteriores, que encaja en la amplia definición de acoso sexual recogida en el «Código de 6 conducta sobre las medidas para combatir el acoso sexual» que se publicó como anexo de la Recomendación de la Comisión de las Comunidades Europeas de 27 Nov. 1991, relativa a la protección de la mujer y el hombre en el trabajo: «la conducta de naturaleza sexual u otros comportamientos basados en el sexo que afecten a la dignidad de la mujer y del hombre en el trabajo, incluida la conducta de superiores y compañeros, constituye una violación intolerable de la dignidad de los trabajadores o aprendices, y resulta intolerable si: a) dicha conducta es indeseada, irrazonable y ofensiva para la persona que es objeto de la misma; b) la negativa o el sometimiento de una persona a dicha conducta por parte de empresarios o trabajadores (incluidos los superiores y los compañeros) se utilizan de forma explícita o implícita como base para una decisión que tenga efectos sobre el acceso de dicha persona a la formación profesional, al empleo, a la continuación del mismo, a los ascensos, al salario o cualesquiera otras decisiones relativas al empleo; y/o, c) dicha conducta crea un entorno laboral intimidatorio, hostil o humillante para la persona que es objeto de la misma». Este concepto amplio es el recogido, aunque expresado de forma más sucinta, en la Directiva 2002/73 CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 Sep. 2002, que modifica la Directiva 76/207 CEE del Consejo relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres en lo que se refiere al acceso al empleo, a la formación y a la promoción profesionales, y a las condiciones de trabajo; el acoso sexual es definido en la directiva, que si bien posterior a los hechos juzgados en el proceso se cita para dar cuenta de la consolidación y vigencia del concepto, como «la situación en que se produce cualquier comportamiento verbal, no verbal o físico no deseado de índole sexual con el fin de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, hostil, degradante, humillante y ofensivo». Los bienes de la integridad moral y física protegidos igualmente --art. 15 CE, arts. 4.1 c) y 19.1 ET y art. 19 Ley de Prevención de Riesgos Laborales--, además de los de la intimidad, libertad sexual y dignidad, fueron asimismo violentados por tal conducta, pues la desazón moral y la enfermedad psíquica surgen en la demandante como efecto normal de la presión y humillación a que fue sometida por la cadena de acontecimientos en que estuvo inmersa y su publicidad. La mayor o menor intensidad de las manifestaciones ansiosas o depresivas de la demandante puede cobrar importancia en el momento de establecer las compensaciones de tal daño pero la realidad del ataque al derecho fundamental no depende de tal circunstancia y se afirma con sólo establecer la conexión causal de la que la enfermedad surge como resultado de ese acontecer. La búsqueda de una causa última para los sucesos ocurridos pone de relieve que sólo desde la consideración de la mujer como puro objeto y ser inferior se hace inteligible la actuación del codemandado, que la empresa consiente y en la cual a la postre participa. La discriminación en el trabajo, el trato desigual por razón de sexo, que hace de las mujeres, no de los hombres que prestan servicios en la empresa, las destinatarias de los ataques, quienes intentan encontrar defensa, y que en número apreciable enferman y son objeto de medidas disciplinarias --el despido disciplinario de las tres trabajadoras que recibieron el alta médica-- o les hace preferir la ruptura de la relación laboral, se anuda al acoso, y junto con éste se manifiesta, verbigracia, en el hecho de ser el socio y directivo codemandado, autor de las agresiones a los derechos 7 fundamentales de las empleadas en la empresa, quien se encarga de recoger los partes de baja de las trabajadoras enfermas precisamente como consecuencia de su actuación y la de la empresa. La presencia del trato discriminatorio constituye una violación del principio de igualdad --art. 14 CE y art. 17 ET-- y su ligazón con el acoso no dota al supuesto de hecho de excepcionalidad alguna, ya que, como ha destacado la doctrina y descubre el examen atento de la realidad, el acoso implica naturalmente en un gran número de ocasiones discriminación; tan es así, que la citada Directiva 2002/73 manda considerar discriminación por razón de sexo y exige la prohibición del acoso en general y del sexual en particular y la Ley 62/2003, de 30 Dic. --asimismo posterior a los hechos--, que establece diversas medidas para la aplicación del principio de igualdad de trato y traspone a nuestro derecho la Directiva 2000/43/CE del Consejo, de 29 Jun. 2000, relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato de las personas independientemente de su origen racial o étnico, y la Directiva 2000/78/CE del Consejo, de 27 Nov. 2000, relativa al establecimiento de un marco general para la igualdad de trato en el empleo y la ocupación, proclama abiertamente la identidad entre acoso y discriminación. Una última reflexión se impone en el examen del motivo impugnatorio. La empresa durante su exposición defensiva intenta independizar su actuación de la del codemandado y afirma que carecía de medios para impedir la reincorporación de éste. El relato de hechos probado muestra por el contrario, y ante lo evidente son innecesarios los comentarios explicativos, que la vuelta al trabajo del socio y directivo, y los acontecimientos posteriores sólo pudieron producirse gracias a la tolerancia, al consentimiento e incluso a la participación de la empresa (de sus órganos societarios o directivos), la cual, por otra parte, siempre tuvo a su disposición, pues existen, medios jurídicos suficientes para apartar a la persona que con su previo proceder había ocasionado un perjuicio notorio e intenso en la imagen de la empresa así como en otras facetas de su existencia y actividad económica. CUARTO. El mismo cauce procesal de la censura jurídica que habilita el art. 191 c) sirve a la empresa para construir otro motivo impugnatorio, en el que denuncia la infracción del art. 24 del Real Decreto 17/97 (sic), de 4 Mar., de Relaciones de Trabajo. Pone el acento la recurrente en la fuerza de Convenio Colectivo que, por aplicación Real Decreto Ley 17/1977, de 4 Mar., en su art. 24, atribuye al pacto suscrito el 12 Dic. 2001 entre la empresa y los sindicatos representantes de los trabajadores, para seguidamente sostener que la demandante desatendió el compromiso asumido de someter cualquier reclamación relacionada con el conflicto a la comisión de seguimiento que en él se configura. Una vez más construye la crítica sobre la base de un relato distinto al recogido en la sentencia y a esta labor dedica un esfuerzo importante, pero ineficaz desde el momento en que la versión judicial ha de permanecer inalterada y los datos en ella reflejados constituyen expresión inequívoca de una realidad muy diferente a la presentada en el recurso. Dota al pacto de la eficacia de un Convenio Colectivo concediendo a priori, sin exponer las razones, carácter de conflicto colectivo en sentido estricto al enfrentamiento surgido entre las trabajadoras y la empresa, pero la cuestión, y con ella la invocación normativa del recurrente, pierde interés, desde el momento en que su decisión no puede condicionar el éxito o fracaso de la 8 demanda. El pacto celebrado, que mira sobre todo a conseguir la paz laboral y a la conservación de los puestos de trabajo pero cuya redacción es poco afortunada en los extremos relativos a la protección de los derechos fundamentales de las trabajadoras (establece una comisión de seguimiento poco funcional y entorpecedora al no determinar sus funciones, límites, reglas de funcionamiento así como la identidad de sus miembros), se presenta expresamente como el punto final al conflicto que surge una vez descubierta, en el mes de octubre de 2001, la conducta del socio y directivo codemandado, y culmina con la huelga de las trabajadoras y el despido de 16 de éstas. Las violaciones más graves a los derechos fundamentales de la demandante y las demás trabajadoras ocurren, no obstante, por hechos posteriores al pacto, ya que tienen su origen inmediato en el regreso al centro de trabajo, en las condiciones ya apuntadas, del socio y directivo codemandado. La circunstancia de que la empresa intente justificar tal acontecimiento en el indicado pacto constituye muestra clara de sus defectos, pero en cualquier caso el acuerdo no es una respuesta a esos hechos ocurridos después, que por eso mismo no resultan afectados por su régimen --art. 1283 del Código Civil--. Además, mal puede la empresa apelar al pacto cuando es su conducta, junto por supuesto con la del codemandado, la que vuelve a ensombrecer el clima laboral y la que impide, dado su silencio ante las peticiones del sindicato CC.OO., la constitución de la comisión de seguimiento. La inactividad empresarial supone la mora --art. 1100 del Código Civil--, sin olvidar que, así lo apunta repetidamente la doctrina del Tribunal Constitucional, cualquier traba a la defensa de los derechos fundamentales que no cuente con poderosas razones en su apoyo constituye un obstáculo que debe ser removido y con mayor motivo cuando es utilizado con el fin desviado de retardar o impedir el restablecimiento de las libertades violadas. QUINTO. En el último motivo de recurso, igualmente a través del cauce habilitado por el art. 191 c) LPL, la empresa considera infringidos los arts. 180 y 181 LPL. Según alega, la sentencia del Juzgado condena al pago de una indemnización complementaria a la derivada de la extinción del contrato de trabajo, apartándose de las bases propuestas por la litigante, pero sin señalar las circunstancias y elementos de valoración tenidos en cuenta para fijar el importe establecido, de modo que responde exclusivamente a una apreciación personal de la Juzgadora, con la cual no permite al tribunal de suplicación realizar un examen sobre la correspondencia de la indemnización con el perjuicio causado. Cita la recurrente a lo largo del motivo la sentencia del Tribunal Supremo de 21 Ene. 2002, dictada para un supuesto diferente, cual es el de la fijación de la indemnización sustitutoria de la readmisión en el caso de despido improcedente (de un futbolista profesional, lo que dota al supuesto de aun mayores matices diferenciadores), y ello impide extrapolar su doctrina al caso presente. No cabe, sin embargo, negar que la demanda al tratar del daño sufrido por la trabajadora y las bases para la indemnización entremezcla elementos heterogéneos --relativos a la pérdida económica efectivamente sufrida, la ganancia dejada de obtener, las expectativas económicas frustradas, daño moral-- que son indicadores de una confusión conceptual y por su falta de fundamento no resisten la crítica. Aun con esas deficiencias, lo cierto es que la 9 demandante es consciente de haber sufrido un daño moral y lo incluye en su reclamación económica, mucho más elevada --300.000 €-- que la estimada procedente en la sentencia. La Juzgadora de instancia fijó, el importe de la indemnización en función, sobre todo, del daño moral y psíquico causados (a este daño psíquico, variante del moral, también hace referencia la demandante a la hora de concretar la petición indemnizatoria, verbigracia, cuando menciona la pérdida de autoestima y confianza experimentado), por lo que su decisión no resulta incongruente. Es una constante en nuestro derecho y en la doctrina que los daños morales y de cualquier otro tipo sin traducción económica automática no por eso dejan de existir y ser susceptibles de indemnización, a modo de instrumento compensador de los menoscabos que origina en la persona dañada. Está por consiguiente comprendido en el mandato del art. 180 LPL para la tutela de los derechos y libertades fundamentales de los trabajadores. Ante la falta de norma legal expresa que valore con criterios económicos el daño o establezca límites, la única regla aplicable es que esa indemnización debe ser adecuada, proporcionada y suficiente para conseguir la compensación plena. Al litigante que afirma la existencia del daño le corresponde ofrecer unas bases para su valoración dineraria, pero es el Juzgador de instancia el encargado de ajustar su decisión a tal regla y, dado que debe dar traducción económica a algo que como el daño moral no la tiene directamente, debe acudir inicialmente a módulos o criterios indirectos, aproximativos y convencionales. La dificultad para realizar esa operación nace de la complejidad que presenta el concepto de daño moral, sobre el cual ilustra la sentencia del Tribunal Supremo, Sala Primera, de 22 Feb. 2001: «..., en su integración negativa es daño moral toda aquella detracción que sufre el perjudicado damnificado y que supone una inmisión perturbadora de su personalidad que, por naturaleza, no cabe incluir, en los daños materiales porque éstos son aprehensibles por su propia caracterización y, por lo tanto, traducibles en su "quantum" económico, sin que sea preciso ejemplarizar el concepto; tampoco pueden entenderse dentro de la categoría de los daños corporales, porque éstos por su propio carácter, son perfectamente sensibles, y también, por una técnica de acoplamiento sociocultural, traducibles en lo económico. Finalmente, no puede ser objeto, dentro de la categoría de los perjuicios, el llamado daño emergente, o la privación al damnificado de posibilidades o ventajas que hubiera podido obtener en el caso de que no se hubiese producido el ilícito del que es autor el responsable. En cuanto a su integración positiva, hay que afirmar,..., que por daños morales habrá de entenderse categorías anidadas en la esfera del intimismo de la persona, y que, por ontología, no es posible emerjan al exterior, aunque sea factible que, habida cuenta la ocurrencia de los hechos (en definitiva, la conducta ilícita del autor responsable) se puede captar la esencia de dicho daño moral, incluso, por el seguimiento empírico de las reacciones, voliciones, sentimientos o instintos que cualquier persona puede padecer al haber sido víctima de una conducta transgresora fundamento posterior a su reclamación por daños morales.» Abarca, por consiguiente, el daño moral «toda la gama de sufrimientos y dolores físicos o psíquicos que haya padecido la víctima a consecuencia del hecho ilícito (o hasta haber sido víctima de un ataque a su prestigio y reputación artística como en el caso enjuiciado por la sentencia 21 Oct. 1996); 10 si por las características de la gravedad de la lesión, con su residuo de secuelas vitalicias, se origina un componente de desquiciamiento mental en el así lesionado, también es posible que ello integre ese daño moral». En virtud de la señalada dificultad y por la extensión del daño moral, la Juzgadora de instancia dispone de un amplio margen con el objeto de determinar la indemnización procedente --art. 180.1 LPL-- y su evaluación debe ser respetada siempre que proporcione los hechos para conocer el alcance del daño, no incurra en el vicio de incongruencia, concediendo más o cosa distinta de lo pedido, razone, aunque sea sucintamente, la decisión, y la indemnización que señale no resulte a todas luces inadecuada, desproporcionada o contraria al requisito de suficiencia. Pues bien, como se ha adelantado, la magistrada de lo Social señala para la demandante una indemnización inferior a la reclamada, proporciona los elementos para conocer la entidad del daño y razona su pronunciamiento, concretándolo en una cantidad, 30.000 €, que para la Sala resulta incluso modesta atendiendo a la gravedad de los hechos y la intensidad del daño moral y psíquico generado, que se hacen patentes en la resolución judicial cuestionada y hallan asimismo claro reflejo en la presente sentencia. Procede, por lo expuesto, desestimar el recurso de suplicación. Por cuanto antecede; FALLAMOS Desestimando el recurso de suplicación interpuesto por la Empresa Viveros del Sueve, SAT, frente a la sentencia dictada el 17 May. 2002 por el Juzgado de lo Social número tres de Oviedo en los autos seguidos a instancia de D.ª Pilar A. Z. contra dicha empresa recurrente y D. Jesús María D. F. sobre extinción de contrato, confirmamos la resolución recurrida, condenando a la referida empleadora a la pérdida del depósito y manteniendo el aval de los aseguramientos prestados hasta que los condenados cumplan la sentencia o hasta que en cumplimiento de la sentencia se resuelva la realización de dichos aseguramientos, y a satisfacer al abogado del trabajador recurrido, en concepto de honorarios, la suma de 120 euros. Adviértase a las partes que contra esta sentencia, cabe recurso de casación para unificación de doctrina, en el plazo de diez días para ante la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, debiendo acreditarse al personarse en ella haber efectuado el depósito especial de 300,51 euros en la cuenta que dicha Sala tiene abierta en el Banco Español de Crédito de Madrid, si fuere la empresa condenada quien lo hiciere, notifíquese a la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y líbrese, para su unión al rollo de su razón, certificación de esta resolución, incorporándose su original al correspondiente libro de sentencias. Notifíquese a las partes y una vez firme devuélvase los autos originales al Juzgado de lo Social de procedencia con certificación de la presente. Así, por esta nuestra sentencia, definitivamente juzgando, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. PUBLICACIÓN. Leída y publicada fue la anterior sentencia en el mismo día de su fecha por el/la Ilmo./a. Sr./a. Magistrado Ponente que la suscribe, en la Sala de Audiencias de este Tribunal. Doy fe. 11