FILOSOFÍA (UNIDAD DIDÁCTICA) - Plataforma colaborativa del

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Programa para 1º de Filosofía. Curso 2005-6. IES Canovas. Prof: Eloy Lázaro
FILOSOFÍA (UNIDAD DIDÁCTICA)
“EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO”
CONTENIDOS:
A) CONCEPTUALES:
El Existencialismo es un humanismo intenta clarificar el sentido del
existencialismo, respondiendo a las críticas de los comunistas y de los cristianos y
deshaciendo los malentendidos de su popularización.
1. Campo intelectual de la época. Sartre se dirige a sus críticos:
1.1. Humanismo cristiano
1.2. Sistema marxista.
1.3. Malentendidos.
Trascendiendo las circunstancias anteriores, El existencialismo es un humanismo
plantea una reflexión filosófica sobre el hombre contemporáneo.
2. Reflexión filosófica sobre el hombre contemporáneo:
2.1. El existencialismo como opuesto al esencialismo predominante desde
Aristóteles.
2.2. Cualquier filosofía esencialista supone renuncia a la libertad. La
“muerte de Dios”.
2.3. El hombre está condenado a ser libre: responsabilidad, compromiso y
esperanza en la acción.
B) PROCEDIMENTALES:
1. Utilización de técnicas básicas de conocimiento intelectual: Mapas
conceptuales, Análisis, Síntesis, Clasificaciones, Búsqueda de información,
Contraste.
2. Organización y sistematización de la información: Resumen de ideas,
Esquemas, Comentarios personales.
3. Adquisición de un vocabulario adecuado y coherente.
4. Lectura de textos:
 Lectura activa: subrayado, términos desconocidos, mapas
conceptuales...
 Resumen de las ideas principales.
 Relación de la problemática del texto con los contenidos estudiados y
con la experiencia personal cotidiana.
5. Contraste de distintas perspectivas filosóficas.
6. Confección de un Cuaderno de clase en el que se anota:
 Fichas biobliográficas sobre el autor de los textos.
 Términos desconocidos.
 Vocabulario filosófico.
 Resumen de ideas fundamentales.
 Mapa conceptual.
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

Comentario personal.
Preguntas para fijar contenidos en la memoria.
C) ACTITUDINALES:
1. Adopción de una actitud activa en clase: valorando la asistencia,
participación, la realización de tareas y el interés mostrado en el proceso
educativo, donde se pretende que el alumno no venga a que le den clase sino
a hacer él también la clase.
2. El cuaderno de clase le permitirá autoevaluar su compromiso en la actividad
colectiva de clase.
3. Consenso crítico de los mapas conceptuales y exposición y discusión de los
comentarios personales sobre los textos incluidos los del profesor.
MATERIALES UTILIZADOS
TEXTOS originales tomados de la conferencia que da título a la unidad didáctica:
1. Campo intelectual de la época. Sartre se dirige a sus críticos. Malentendidos.
“Quisiera defender aquí el existencialismo contra ciertos reproches que se le han
dirigido.
En primer lugar, se le ha reprochado invitar a la gente a permanecer en un
quietismo de desesperación, ya que, si todas las soluciones están cerradas, habría que
considerar que la acción en este mundo es totalmente imposible, y desembocar
finalmente en una filosofía contemplativa, lo que además, dado que la contemplación
es un lujo, nos conduce a una filosofía burguesa.. (...) nos reprochan haber faltado a la
solidaridad humana, considerar que el hombre está aislado, porque partimos, dicen los
comunistas de la subjetividad pura, lo que nos haría incapaces de volver a la solidaridad
con los hombres que están fuera de mí...
(...) Y, del lado cristiano, se nos reprocha negar la realidad y la seriedad de las
empresas humanas, puesto que si suprimimos los mandamientos de Dios y los valores
inscritos en la eternidad, no queda más que la estricta gratuidad , pudiendo hacer cada
uno lo que quiere y siendo incapaz, desde su punto de vista, de condenar los puntos de
vista y los actos de los otros.
(...) En todo caso lo que podemos decir desde el principio es que entendemos por
existencialismo una doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte,
declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana.
(...) Se dice que somos naturalistas; y si lo somos es extraño que asustemos y
escandalicemos más de lo que el naturalismo propiamente dicho asusta. Hay quien
soporta perfectamente una novela de Zola, como “La Tierra”, y se asquea cuando lee
una novela existencialista. (...) Para la mayor parte de la gente que utiliza la palabra
existencialista sería muy embarazoso justificarla pues, hoy que se ha puesto de moda, se
afirma de buena gana que un músico o un pintor es existencialista. Parece que a falta de
una doctrina de vanguardia análoga al surrealismo, la gente ávida de escándalo y de
ajetreo se dirige a esta filosofía, que no puede, por otra parte, aportarle nada al
respecto; en realidad es la doctrina menos escandalosa, la más austera; está destinada
estrictamente a los técnicos y a los filósofos”
1.1. Existencialismo opuesto a Esencialismo.
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“Lo que complica las cosas es que hay dos clases de existencialistas: en primer
lugar los que son cristianos, entre los cuales yo incluiría a Jaspers y Marcel; y por otra,
los existencialistas ateos, entre los cuales hay que incluir a Heidegger y también a los
existencialistas franceses y a mí mismo. Lo que tienen en común es simplemente el
hecho de que consideran que la existencia precede a la esencia o, si ustedes prefieren,
que hay que partir de la subjetividad. ¿Qué debemos entender exactamente por esto?
Cuando se considera un objeto fabricado, por ejemplo un abrecartas, tal objeto ha sido
fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto. Así el obrecartas es un
objeto que se produce de una cierta manera y que tiene una utilidad definida, y no se
puede suponer un hombre que produjera un abrecartas sin saber para qué va a servir ese
objeto. Diremos pues que, para el abrecartas, la esencia (es decir el conjunto de recetas
y de cualidades que permiten producirlo y definirlo) precede a la existencia; y así, la
presencia, frente a mí, de semejante abrecartas está determinada. (...)
Cuando concebimos un Dios creador, tal Dios se asimila en la mayor parte de las
ocasiones a un artesano superior y admitimos siempre que la voluntad sigue al
entendimiento y que Dios, cuando crea, sabe perfectamente lo que crea. Así, el concepto
de hombre, en el espíritu de Dios, es asimilable al concepto de abrecartas en el espíritu
del industrial; y Dios produce al hombre siguiendo unas técnicas y una concepción,
exactamente como el artesano fabrica un abrecartas siguiendo una definición y una
técnica. Así, el hombre individual realiza cierto concepto que se encuentra en el
entendimiento divino. En el siglo XVIII, en el ateismo de los filósofos, la noción de
Dios es suprimida, pero no la idea de que la esencia precede a la existencia. (...) El
hombre es poseedor de una naturaleza humana; esta naturaleza humana, que es el
concepto humano, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre
es un ejemplo particular de un concepto universal, el hombre; en Kant, resulta de esta
universalidad que tanto el hombre de los bosques, el hombre de la naturaleza, como el
burgués están sujetos a la misma definición y poseen las mismas cualidades básicas. De
este modo, aquí también, la esencia del hombre precede a esa existencia histórica que
encontramos en la naturaleza.
El existencialismo ateo (...) declara que si Dios no existe, hay al menos un ser
en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido
por ningún concepto y que este ser es el hombre o, como dice Heidegger, la realidad
humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el
hombre primero existe, se encuentra, surge en el mundo, y que se define después. Si el
hombre, tal como lo concibe el existencialista, es indefinible, es porque comienza no
siendo nada. Sólo será más tarde y será tal como se haga a sí mismo. Así pues, no hay
naturaleza humana, puesto que no hay Dios para concebirla”.
1.2. Cualquier filosofía esencialista supone renuncia a la libertad. La muerte de
Dios.
“El existencialista se opone completamente a cierto tipo de moral laica que quisiera
suprimir a Dios con el menor coste posible. Cuando hacia 1880, algunos profesores
franceses trataron de construir una moral laica, dijeron algo parecido a esto: Dios es
una hipótesis inútil y costosa, nosotros la suprimimos, pero es necesario, sin embargo,
para que haya una moral, una sociedad, un mundo gobernado, que ciertos valores sean
tomados en serio y considerados como existentes a priori; es necesario que sea
obligatorio a priori ser honesto, no mentir, no pegar a su mujer, tener hijos, etc., etc.
Haremos, pues, un pequeño trabajo que permitirá mostrar que esos valores existen a
pesar de todo, inscritos en un cielo inteligible, aunque, por otra parte, Dios no existe.
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Dicho de otra manera, y ésta es, según creo, la tendencia de todo lo que se llama en
Francia el radicalismo, nada cambiará si Dios no existe; encontraremos las mismas
normas de honestidad, de progreso, de humanismo, y habremos hecho de Dios una
hipótesis caduca que morirá tranquilamente y por sí misma. El existencialista, por el
contrario, piensa que es muy incómodo que Dios no exista, pues con él desaparece toda
posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; ya no puede haber un bien a
priori, porque no hay consciencia infinita y perfecta para pensarlo; no está escrito en
ninguna parte que el bien existe, que hay que ser honesto, que no hay que mentir, puesto
que estamos precisamente en un plano donde hay solamente hombres. Dostoievski
había escrito: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Este es el punto de partida
del existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y por consiguiente
el hombre está desamparado, porque no encuentra ni en él, ni fuera de él, una
posibilidad de agarrarse. No encuentra, en primer lugar, excusas. Si, en efecto, la
existencia precede a la esencia, no se podrá explicar jamás por referencia a una
naturaleza humana dad y fija; dicho de otra manera, no hay determinismo, el hombre es
libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos ante
nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni
delante de nosotros, en el dominio numinoso de los valores, justificaciones o excusas.
Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado
a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, libre, porque
una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. El existencialista no cree
en la fuerza de la pasión. No pensará jamás que una bella pasión es un torrente
devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que, por consiguiente, es
una excusa. Piensa que el hombre es responsable de su pasión. El existencialista no
pensará tampoco que el hombre pueda encontrar auxilio en un signo dado, sobre la
tierra, que lo orientará; pues piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como
le place. Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo y sin ningún auxilio, está
condenado a inventar al hombre a cada instante.”
1.3. El hombre como proyecto: responsabilidad, compromiso y acción.
“El quietismo es la actitud de los que dicen: los otros pueden hacer lo que yo no
puedo hacer. La doctrina que les presento es justamente opuesta al quietismo, porque
afirma: no hay realidad más que en la acción; va más lejos todavía, porque añade: el
hombre no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se
realiza, no es pues nada más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida.
Según esto, podemos comprender por qué nuestra doctrina horroriza a algunas
personas. Porque a menudo tienen como única manera de soportar su miseria pensar:
“”las circunstancias han estado en mi contra, yo valía mucho más de lo que he llegado a
ser; desde luego, no he tenido un gran amor, o una gran amistad, pero es porque no he
encontrado a un hombre o a una mujer dignos de mí, no he escrito grandes libros,
porque no he tenido la oportunidad de hacerlos; no he tenido hijos a los que dedicarme,
porque no he encontrado al hombre con el que habría podido realizar mi vida. Han
quedado, pues, en mí sin emplear, y enteramente viables, un conjunto de disposiciones,
de inclinaciones, de posibilidades que me dan un valor que la simple serie de mis actos
no permite inferir””.
Ahora bien, en realidad para el existencialista no hay más amor que el que se
construye, no hay más posibilidad de amor que la que se manifiesta en un amor; no hay
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más genio que el que se expresa en obras de arte: el genio de Proust es la totalidad de
sus obras; el genio de Racine es la serie de sus tragedias; fuera de esto no hay nada;
puesto que no la escribió, ¿por qué atribuir a Racine la posibilidad de escribir una nueva
tragedia? Un hombre se compromete en su vida, dibuja su imagen y fuera de esta
imagen no hay nada. Evidentemente, este pensamiento puede parecer duro a alguien
que no ha tenido éxito en su vida. Pero, por otra parte, dispone a la gente a comprender
que sólo cuenta la realidad, que los sueños, las expectativas, las esperanzas permiten
solamente definir un hombre como sueño frustrado, como esperanzas abortadas, como
expectativas inútiles; es decir, que esto lo define en negativo y no en positivo.
(...) En estas condiciones, lo que se nos reprocha no es en el fondo nuestro
pesimismo, sino una crudeza optimista. Si la gente nos reprocha nuestras obras
novelescas en las que describimos seres apáticos, débiles, cobardes y a veces
francamente malos, no es únicamente porque estos seres lo sean: pues si, como Zola,
declarásemos que son así a causa de la herencia, a causa de la acción del medio, de la
sociedad, a causa de un determinismo orgánico o psicológico, la gente estaría tranquila,
dirían: bien, somos así, nadie puede hacer nada; pero el existencialista, cuando describe
a un cobarde, dice que es responsable de su cobardía. No es así porque tenga un corazón
o un cerebro cobarde, sino que lo es porque se ha construido como cobarde por sus
actos. (...) Lo que la gente intuye de alguna forma y lo que les horroriza es que el
cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es
que se nazca cobarde o héroe. Uno de los reproches que se hace más a menudo a Los
caminos de la libertad se formula así: pero vamos a ver, de esa gente que es tan débil
¿cómo hará usted héroes? Esta objeción se presta más bien a risa, pues supone que las
personas nacen héroes. Y en el fondo, es esto lo que desean pensar: si se nace cobarde,
se puede estar completamente tranquilo, no se puede hacer nada; si se nace héroe,
también se puede estar completamente tranquilo, uno es héroe toda su vida, beberá
como un héroe, comerá como un héroe. Lo que dice el existencialista es que el cobarde
se hace cobarde, que el héroe se hace héroe; hay siempre una posibilidad para el
cobarde de dejar de serlo y para el héroe de dejar de ser un héroe. Lo que cuenta es el
compromiso total, y no es un caso particular, una acción particular, lo que compromete
totalmente a alguien.”
ACTIVIDADES SOBRE LOS TEXTOS
1.)Lectura del texto. Anotación de las palabras desconocidas.
2.) Notas contextuales: a) Ficha biobliográfica sobre el autor del texto.
b) Ficha sobre contexto histórico-filosófico del texto.
3.) Anotaciones sobre los términos filosóficos del texto: Acción, A priori,
Ateismo, Compromiso, Esencia, Existencia, Humanismo, Libertad, Muerte de Dios,
Naturaleza, Proyecto, Quietismo, Responsabilidad, Subjetividad.
4.) Resumen de las ideas fundamentales del texto.
5.) Elaboración de un comentario personal. Puesta en común de los comentarios
y discusión de las opiniones.
6.) Mapa conceptual del texto. Consensuar el mapa más excelente.
7.) Preguntas para la memoria.
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METODOLOGÍA
PRINCIPIOS Metodológicos:
 Garantizar un clima de respeto y libertad en el aula. Procedimiento:
Exigirnos atención activa cuando alguien habla para dar su opinión
o lee un comentario que ha escrito. Hemos de valorar esas
actividades como un auténtico acto creativo, que ocurre una sola vez
en la vida de quien lo realiza. Según lo anterior, y puesto que es un
“igual” el que habla o lee, se hablará o se leerá cuando se haya
conseguido la expectación atenta y autocrítica de todos los actores
de la clase. Así nos ejercitamos en “prestarnos atención”.
 Todos los que nos hallamos en el aula somos actores, no simples
receptores. Se acabó aquello de venir a que te den clase; a partir de
ahora (estos principios deben ser debatidos y consensuados en el aula durante los primeros días del
curso a fin de conseguir el compromiso metodológico que permita




sujeto autoevaluarse
vendremos a hacer la clase e,
irremediablemente, a hacernos a nosotros mismos. La asistencia a
clase que tradicionalmente se certificaba mecánicamente con el
hecho ajeno de “pasar lista”, se constata ahora en virtud de que
nuestra presencia sea activa. Esto supone admitir que no asistimos a
clase sino a partir del momento en que nos sintamos y hagamos
sentir a los demás que estamos implicados en ella. Así nos
ejercitamos en la autoevaluación individual de nuestra asistencia a
clase.
Todos y cada uno tenemos algo que decir. Debemos expresar con la
mayor libertad y precisión posible nuestros pensamientos por más
“peregrinos” que parezcan, pues generalmente son los peregrinos los
que culminan su trayecto en la “plaza del gozo”. Cada uno estamos
haciendo nuestro propio viaje de conocimiento (no sólo sino también del
conocimiento de los consagrados como estrellas de la cultura). Así nos ejercitamos en la
reivindicación del trayecto de nuestra vida, de la que forma parte
este afán escolar.
Como cualquier otra obra de arte “la clase” exige constancia,
tensión, dedicación... Así nos ejercitaremos en la comprensión del
que está cansado o sufre por alguna pasión, pero somos capaces de
denunciar al irresponsable.
Cualquier artista en el curso de su creación puede dar bromas; por lo
mismo, está obligado a recibirlas. Así ejercitamos nuestra
musculatura dialógica.
Establecer 7 actividades concretas sobre cada uno de los textos base
nos permite en cualquier momento conocer nuestra implicación y
críticamente
en
sus
actuaciones
futuras)
a todo
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completar lo que nos falte, orientados en todo momento por este
programa metodológico de mínimos.
 Cuestionemos lo obvio; no por llevar la contraria (cosa exigible en
cualquier persona joven, que debe discutirlo todo pero que acepta
malamente que se le discuta), sino porque detectamos antes que
nadie las insuficientes explicaciones de
lo que se admite
acríticamente como realidad y cuya conceptualización no sobrepasa
el nivel de las generalizaciones, presupuestos y prejuicios.
Aceptamos las dificultades intrínsecas y extrínsecas que acarrea la
actividad de “pensar”, pero nosotros, en vez de acomodarnos y pasar
el rato parapetados tras los objetos, escuchando si nos apetece las
reflexiones de los otros como meros espectadores-público de
cualquier plató de televisión, practiquemos la duda metodológica y
así ejercitaremos el berbiquí espiral de nuestro pensamiento como
incesante búsqueda de profundidad y sentido de las situaciones que
se presentan a nuestra consideración.
 Parafraseando a Camus en su obra “L’homme revolté” nuestro siglo
es el siglo del miedo, porque los individuos se muestra poco
razonables, y un individuo que no usa la razón da miedo. Por eso la
discusión de cualquier tema o concepto debe sostenerse siempre
apelando a razones más que a autoridad o poder, deseos o
caprichos, cansancio o rutinas (prejuicios).
 Utilicemos la ironía para procurarnos la inquietud mínima necesaria para
reparar (en) el nivel de compromiso con nuestra actividad: “hacer la clase”. Yo
pienso hacerlo utilizando periódicamente relatos tales como: “los que ocupan la
primera línea, sobresaliente; los de la segunda, notable...etc”. Otros relatos, tales
como:“al final el aprobado o el suspenso se obtiene por la cara”, puede
convertirse en estímulo que condicione la exposición a la automirada. No
importa que al principio algunos interpreten los relatos irónicos y ambiguos
como una pretensión del profesor de aprobar o suspender según los caprichos o
el estado de ánimo. Cada uno debemos contribuir al conocimiento de nuestra
implicación en el acto de enseñanza-aprendizaje aportando una percepción
realista sobre nuestra práctica, más allá de imágenes narcisistas. De la asistencia
a clase hemos pasado a la existencia en clase, cuya consistencia se mide en
función de la insistencia que manifestamos en el aula.
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