Gaudium et spes; Concilio Vaticano. Humanae Vitae; Pablo VI. Evangelium Vitae; Juan Pablo II

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Recensión a la Gaudium et Spes
Capítulo 1º Dignidad del matrimonio y de la familia (nos 47−52)
Este capítulo ha sabido enfocar el tema familiar y matrimonial de una manera clara y corta. Está dividido en 5
números:
El nº 47 tiene como título: El matrimonio y la familia en el mundo actual. Me ha aparecido interesante el
encontrar como una definición de la comunidad conyugal como comunidad de amor. Y la importancia del
bienestar de la persona para poder llevar a cabo una verdadera prosperidad en el matrimonio. Importante me
parece que se pueda llevar a cabo la dignidad matrimonial y familiar y en el segundo párrafo de este número
presenta algunos que impiden que esta se pueda llevar a cabo y que están en boca hoy en día: la poligamia, el
divorcio, el amor libre, el egoísmo, el hedonismo y otros que lo impiden. Y para terminar expresa cual es su
misión: iluminar y fortalecer a los cristianos y a todos los hombres que se esfuerzan en garantizar y promover
el valor y la dignidad del estado matrimonial.
El nº 48 se titula: El carácter sagrado del matrimonio y de la familia. Un punto importante es la semejanza
entre el amor de los esposos entre sí y el amor de Cristo a la Iglesia, ya que esta semejanza marca un amor
tremendo entre los esposos, un amor que lleva a dar la vida del uno por el otro. Este es el único vinculo de
unión el verdadero amor que les lleva por el sacramento a una unión intima de tal rango que ya no son dos
sino una sola carne (Mt 19,6) que lleva a una indisoluble unidad y a una plena fidelidad, estos dos fines en mi
opinión son esenciales. El papel de los hijos también aparece hacia el final de este número: contribuir a la
santificación de sus padres.
El nº 49 se titula: Del amor conyugal. ¿Cómo debería de ser este amor? Debe ser un amor que este asociado a
la vez a lo humano y a lo divino, un amor que supera lo erótico, y que lleva a los esposos a un don libre y
mutuo por parte de ellos demostrado por sentimientos y actos de ternura que impregnan a toda su vida.
El nº 50 habla de: La fecundidad en el matrimonio. El amor matrimonial tiene un fruto: los hijos nacen fruto
del amor conyugal. Esa es una de las preguntas que se hace a los novios al interrogarles en la celebración del
sacramento, ya que la no−aceptación de los hijos declararía nulo el matrimonio. Porque el matrimonio esta
ordenado a la procreación y a la educación de la prole. Es importante también que los esposos se rijan, la cual
les debe llevar a una paternidad responsable.
El nº 51 se titula: El amor conyugal debe compaginarse con el respeto a la vida humana El respeto a la vida y
a la propia persona es algo muy importante en la relación de toda pareja, ya que la falta del respeto a la propia
persona lo podríamos considerar una violación a ella misma. Habla primero de la paternidad responsable, es
decir el tener la conciencia clara de la situación del matrimonio y de la familia, y de la conveniencia o no del
aumento con nuevo hijos, ya que no se trata de tener hijos solamente sino de mantenerlos y cuidarlos y habrá
momentos en que el matrimonio no estará en condiciones de hacerlo. Esto por otra parte no tiene que llevar al
campo de la infidelidad matrimonial, sino que debe de crear un mayor cultivo del amor mutuo a pesar de
sufrir la ausencia de relaciones sexuales, es decir vivir la castidad matrimonial. Por supuesto el matrimonio
cristiano debe de luchar por la vida, por tanto se abstendrá de caer en crímenes como es el aborto y el
infanticidio. Los famosos métodos anticonceptivos, que tanto se promueven hoy en día, excusándose de que
pueden protegernos de determinadas enfermedades de transmisión vía sexual provocan la perdida de una de
las finalidades principales del acto sexual: la procreación, y en consecuencia se da un no a la nueva vida que
podía haberse dado a partir de este acto.
El nº 52 se titula: El progreso del matrimonio y de la familia, obra de todos. Para que la familia vaya adelante
tiene que haber un crecimiento mutuo por parte de todos, para ello es necesario la comunicación y la unión de
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propósitos entre los cónyuges, además de una mutua cooperación a la hora de educar a los hijos. La familia
tradicional es una pieza clave en nuestra sociedad, se construye sobre ella, pues todos los que formamos esta
sociedad tenemos un compromiso común: luchar por darle la valoración que se merece, y no dejarnos llevar
por las posibles corrientes que vallan saliendo. También por parte del mundo de la ciencia tiene que haber una
honesta ordenación de la procreación humana. No deben de quedarse detrás tampoco los sacerdotes que
deberán estar bien preparados en el tema familiar, ya que como buenos pastores deben cuidar del rebaño que
les ha sido encomendado, por eso junto con las diversas asociaciones familiares pondrán el empeño en instruir
a los jóvenes debidamente y a todo el que se acerque con tales inquietudes.
Esto son las conclusiones que he sacado de cada uno de los puntos del documento. Como final decir que me
ha parecido muy provechoso todo lo que dice, y muy coherente: una defensa clara de la unidad familiar y
matrimonial a través de un amor mutuo y verdadero, fundado en la donación de si respecto del otro.
Recensión a la Humanae Vitae
Encíclica de Pablo VI sobre la regulación de la natalidad
Este documento es la primera respuesta a la sociedad que busca nuevos interrogantes, y que anhela algo nuevo
después de la revolución que había supuesto el Concilio Vaticano II y del silencio posterior. El texto esta
dividido en tres grandes apartados: I. Nuevos aspectos del problema y competencia del Magisterio, II.
Principios doctrinales, y III. Practicas pastorales.
El 1er punto sirve de presentación y de introducción de la Encíclica, y habla de algo muy importante: la
transmisión de la vida. Esta es tarea de los cónyuges. Aparecen nuevas visiones, y en consecuencia nuevos
problemas, y la Iglesia como madre que vela por sus hijos no puede quedar menos que a la altura de estos
planteamientos.
El capítulo 1º (nos 2−6) vuelve a ser una nueva presentación (más fluida y desarrollada). Se tratan los nuevos
aspectos del problema, es decir, los nuevos planteamientos de que hablaba la presentación, y la competencia
que tiene el Magisterio sobre ellos.
Hemos de hablar de un nuevo enfoque en el campo económico y el rápido desarrollo demográfico que
provocan la dificultad de un número elevado de hijos, del papel de la mujer en la sociedad, del valor del amor
conyugal del matrimonio, y el dominio de la propia naturaleza y del ser en todos sus campos. Todo esto lleva
a las siguientes preguntas: ¿No sería indicado revisar las normas éticas hasta ahora vigentes, sobre todo si se
considera que no pueden observarse sin sacrificios, algunas veces heroicos? ¿No se podría admitir que la
finalidad procreadora pertenezca al conjunto de la vida conyugal, más bien que a cada uno de sus actos?
El Magisterio tiene la difícil tarea de elaborar una nueva y profunda reflexión que se adapte a las nuevas
teorías y que defienda la doctrina moral del matrimonio. Para ello se creó una comisión de estudio, esta
recogió la opinión sobre las nuevas cuestiones de la vida conyugal y de la regulación de la natalidad.
El capítulo 2º (nos 7−18) nos da los principios doctrinales fruto de ese anterior estudio: para ello debemos de
partir de una visión global del hombre, y de su vocación tanto a nivel natural y terreno, como sobre natural y
eterno. Dos son los puntos clave: la verdadera visión del amor conyugal, y de la paternidad responsable.
Se tomará como texto base 1Jn 4, 8; en el que nos habla de Dios como fuente de amor, y en la que el
matrimonio pasa a ser una institución querida por Dios para realizar en la humanidad su designio de amor. En
este modelo de matrimonio, se da la donación personal de cada uno de ellos que tienden a la comunión de sus
seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la
educación de nuevas vidas. El matrimonio así visto es signo del amor que tiene Cristo por su Iglesia.
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Otro tema importante es la paternidad responsable, esta es una exigencia del amor conyugal de los esposos, es
presentada desde los distintos aspectos:
a) Desde el aspecto biológico se trata del conocimiento y respeto de sus funciones biológicas.
b) Desde las tendencias del instinto y de las pasiones comporta un dominio necesario que han de ejercer sobre
la razón y la voluntad.
c) Respecto de las condiciones físicas, económicas, psicológicas, y sociales, se da desde la deliberación
ponderada y generosa de tener familia numerosa, o también evitar el nuevo nacimiento por un tiempo
indefinido.
Así pues el ejercicio responsable exige que los cónyuges reconozcan sus propios deberes para con Dios, para
consigo mismo, para con la familia, y la sociedad en una justa jerarquía de valores.
El acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida. El acto conyugal se da desde los dos
aspectos inseparables: enfocado a la unión (al amor mutuo) y a la procreación.
¿Cuáles son las vías ilícitas para la regulación de los nacimientos?
• La interrupción directa del proceso generador ya iniciado, de forma especial se condena el aborto.
• La esterilización directa, perfecta o temporal, tanto por parte del hombre como de la mujer, o por uno
de los dos.
• Toda acción que se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación.
• Pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por ello intrínsecamente
deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda.
Solo son lícitos los medios terapéuticos en el caso que estén destinados a curar enfermedades del organismo,
con tal que no tengan una dura intención de evitar la vida directamente. Con respecto de la licitud del recurso
de los periodos infecundos debemos decir que según sea el sentido y los medios, ya que siempre que se
busque la infecundidad desde una disposición natural si que estará previsto, pero si por el contrario se busca
por los medios artificiales no se puede aceptar ya que niega toda posibilidad.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de los métodos de regulación artificial?
• Es un camino fácil y amplio hacia la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad.
• Peligro de acostumbrarse a las prácticas anticonceptivas, que lleve a perder el valor y el respeto de la
mujer considerándola como un simple instrumento de goce egoísta, y no como una verdadera
compañera, respetada y amada.
• Despreocupación de las exigencias morales por parte de las autoridades publicas que lleve a una
permisividad extremada'.
La Iglesia no puede nunca declarar como lícito algo que vaya en contra del bien del propio hombre, es por eso
por lo que al defender la moral conyugal en su integridad, sabe que contribuye a la instauración de una
civilización verdaderamente humana, que compromete al hombre a no abdicar su propia responsabilidad.
El capítulo 3º (nos 19−31) corresponde con las directivas pastorales. La Iglesia tiene la obligación de enseñar
la ley y de confortar en el camino a todos aquellos que la cumplan. Llevar a cabo la práctica de la ley divina
exige un gran empeño y muchos esfuerzos de orden familiar, individual, y social, y sobre todo la ayuda de
Dios que sostiene y fortalece la buena voluntad de los hombres.
El dominio de sí mismo es presentado como una practica honesta de la regulación de natalidad en los esposos.
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Esto supone una ascética, una continencia periódica.
A los esposos cristianos les invita a recordar su vocación cristiana, iniciada ya en el bautismo, y fortalecida
por el matrimonio, por la que han asumido cumplir fielmente los deberes y llevar un camino hacia la santidad
por el camino del amor mutuo entre los esposos, y para ello tomen las fuerzas necesarias en la vida
sacramental para evitar en ellos la perdida del sentido dado a su vida. Y les invita una vez más a ejercer el
apostolado familiar siendo ejemplo y estimulo para otras familias, siempre desde el testimonio.
Se hace una llamada al personal sanitario a ejercer su tarea sin olvidar su condición de cristianos buscando en
todo promover constantemente soluciones enfocadas en la fe y en la recta razón, procurando para los esposos
sabios consejos y directrices sanas. A los sacerdotes les invita a explicar a todos la doctrina de la Iglesia sobre
el matrimonio con toda su integridad, animándolos a encontrar la fuerza necesaria en al vida sacramental y en
la oración en común. Concluye la encíclica dirigiéndose a los obispos que deben velar por el bien de cada uno
de sus fieles y por la integridad de la doctrina de la Iglesia, les invita a trabajar en comunión con sus
sacerdotes por el bien de la vida de los padres y de los hijos en el seno de las familias.
Recensión a la Evangelium Vitae
Encíclica de Juan Pablo II sobre el valor y el carácter
indisoluble de la vida humana
La encíclica esta formada por una introducción, cuatro capítulos, y una conclusión. Cada una de estas partes
tiene subdivisiones o apartados en los que partiendo de una cita bíblica le va dando forma a la doctrina.
En la introducción (nos 1−6) se descubre el mensaje esencial que no es otro que el de la vida en la que se
encuentra el pleno significado. El hombre esta llamado a vivir la plenitud de vida más allá de las dimensiones
de su pura existencia humana. Así todo hombre abierto a la verdad y al bien, a pesar de sus dificultades e
incertidumbres, puede llegar a descubrir en la ley natural inscrita en su corazón el valor sagrado de la vida
humana desde su inicio hasta su término. La iglesia tiene la misión de anunciar el evangelio del amor de Dios
al hombre. Esta encíclica lanza su voz contra los delitos y atentados del mundo actual, que son producidos a la
vez contra su creador, puesto que con las nuevas perspectivas del progreso científico y tecnológico se han
abierto también nuevas formas de agresión a la dignidad humana. Su intención es ser una confirmación
precisa y firme del valor de la vida humana y de su carácter inviolable, pero al mismo tiempo, es una llamada
a todos los que han perdido la esperanza, a defender, respetar, amar, y servir a la vida.
El capítulo 1º (nos 7−28) se titula: La sangre de tu hermano clama a mí desde el suelo. Actuales amenazas a
la vida humana, es su subtitulo. Casi todos los subapartados que tiene parten de unos versículos del Génesis
del texto que corresponde con el interrogatorio de Dios con Caín tras haber matado este a su hermano Abel. El
Papa deja bien claro que no fue Dios quien hizo la muerte, ni se recrea tampoco en la destrucción de los
vivientes, sino todo lo contrario fue creado todo para la vida, pero que por envidia del diablo entró la muerte
en el mundo con el pecado de los primeros padres. La muerte entra de un modo violento a través de dos
hermanos: Caín y Abel.
En un mundo tan secularizado como en el que estamos viviendo hoy, el cristiano fácilmente puede contagiarse
de esta atmósfera que tan dañada ha dejado nuestra sociedad, y caer en este circulo vicioso en el que
perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida. Solo
delante de Dios el hombre puede reconocer su pecado, y percibir toda su gravedad. La sexualidad se
malinterpreta tomándola como un instrumento del propio yo y de la satisfacción egoísta de los propios deseos
e instintos.
El capítulo 2º (nos 29−51) se titula: He venido para que tengan vida y afronta el mensaje cristiano sobre la
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vida. Este mensaje aparece continuamente en la Biblia pero de una forma especial en Juan. Ya en el prologo a
su Evangelio nos lo manifiesta y presenta como palabra de vida, y a lo largo de su evangelio la palabra vida es
una de las más frecuentes. Por la fe en Jesús, autor de la vida, la vida que yace abandonada y suplicante
vuelve a ser consciente de sí misma y de su plena dignidad. Las acciones y las palabras de Jesús o de su
Iglesia no se dirigen solo a quienes padecen enfermedad, sufrimiento o diversas formas de marginación social
sino que conciernen más profundamente al sentido mismo de la vida de cada hombre en sus dimensiones
morales y espirituales. Solo quien reconoce que su propia vida está marcada por la enfermedad del pecado,
puede redescubrir, en el encuentro con Cristo Salvador, la verdad y la autenticidad de su existencia.
A la pregunta ¿por qué la vida es un bien? Responde la encíclica que la vida es algo dado por el mismo Dios
al hombre distinguiéndolo del resto de los seres, ya que somos manifestación de Dios en el mundo, signo de
su presencia, resplandor de su gloria. El hombre tiene un vínculo especial con el creador y la imagen de Dios
vuelve a resplandecer y se manifiesta en toda su plenitud con la venida del Hijo de Dios en carne humana.
Dios es el único Señor de esta vida, y la vida y la muerte están en su poder, aunque el no ejerce su poder desde
una voluntad amenazante, sino con sumo cuidado y solicitud amorosa hacia sus criaturas. La vida es una tarea
que Dios confía a cada hombre, llamándolo a participar de la soberanía que él tiene sobre el mundo.
En Jesús de Nazaret se cumple la ley y se da un corazón nuevo mediante el Espíritu, la ley y los profetas se
resumen en la regla de oro del amor reciproco. Es la ley nueva, la ley del Espíritu que da la vida en Cristo
Jesús. La cruz se convierte mediante la entrega definitiva de su cuerpo y de su sangre en salvador de toda la
humanidad. Con su muerte ilumina el sentido de la vida y de la muerte de todo ser humano.
El capítulo 3º (nos 52−77) esta enfocado al mandamiento de No matarás y toma como subtitulo la Ley Santa
de Dios. A la vida eterna se llega por la observancia de los mandamientos de Dios. La vida se confía al
hombre como un tesoro que no debe de malgastar, sino como un talento a negociar.
El precepto de no mataras tiene un fuerte contenido negativo, indica el limite que no se puede sobrepasar. A
su vez conduce al respeto absoluto por la vida, ayudando a promoverla y a progresar por el camino del amor
que se da, acoge y sirve. El precepto no mataras asumido y llevado a la plenitud en la nueva ley, es condición
irrenunciable para poder entrar en la vida. Todo ser humano tiene derecho a la vida y este derecho no puede
ser privado por nadie.
El aborto y el infanticidio son considerados como crímenes nefastos, a pesar de que en nuestra sociedad actual
no se vea con tal radicalidad, pero eso no quita su delito. Así el aborto es la eliminación directa y deliberada
de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento. Se trata de un
homicidio y estamos ante lo que se llama una estructura de pecado contra la vida humana aun no nacida. Por
tanto, el ser humano debe de ser respetado y tratado como persona desde el momento de su concepción. Por
tanto, el aborto es considerado un desorden moral particularmente grave y por ello mismo la comunidad
cristiana se ha opuesto a esta práctica siempre.
La eutanasia es el otro extremo de la vida donde también se da la muerte injusta. En una sociedad en la que la
vida solo puede ser vivida desde el placer y el bienestar, el sufrimiento no tiene lugar y trata de evitarse por
todos los medios. Así la eutanasia se convierte en un adueñarse de la muerte procurándola de un modo
anticipado y poniendo así fin dulcemente a la propia vida o la de los otros. Esta se considera una grave
violación de la ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de la vida humana.
El 4º capítulo (nos 78−101) titulado: A mí me lo hicisteis se apuesta por una nueva cultura de la vida humana.
La Iglesia que ha recibido el evangelio del mismo Cristo no puede callarse, ya que del evangelio sale un claro
anuncio de vida y por el hemos sido llevados a la plenitud por medio de su entrega consumada por cada una
de nosotros en la cruz. El es la palabra de la vida que nosotros anunciamos y proclamamos en la liturgia y
confesamos en la profesión de fe. Al anunciarlo a él y su evangelio no podemos dejar de anunciar que la vida
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humana, es sagrada e inviolable, y por ello la vida del hombre no solo no debe ser suprimida, sino que debe de
ser protegida con todo el cuidado amoroso. Una motivación clara a todo esto nos la ofrece el Nuevo
Testamento en la carta de Santiago en la que nos recuerda que de que nos sirve tener fe si no tenemos obras,
es toda una invitación sin duda a poner en marcha el testimonio firme del evangelio de la vida no solo de
palabra sino de acciones llevadas a la vida diaria, al servicio de la caridad y a la entrega total por todos. No es
otra cosa que hacer vida el evangelio en nuestra sociedad y en nuestra cultura.
La familia debe de ser el primer núcleo de donde mane la fuente de vida, y done se eduque en valores. Ella
como iglesia domestica se convierte en el verdadero santuario de la vida, en el que se le busca el sentido de la
procreación y lugar en el que se manifiesta que la vida humana es un don recibido para ser a su vez dado.
Como conclusión (nos 102−105) la encíclica habla de la figura de María. Ella fue la que acogió la vida de
Cristo el salvador y, por tanto, vivió una relación muy especial con el Evangelio de la vida, viviendo ese
misterio que es la venida de Cristo.
Como conclusión personal a esta recensión pienso que esta encíclica es una llamada al mundo a no cometer
los mismos errores que en el siglo pasado, en lo que se refiere a la defensa de los derechos humanos, ya que
durante el siglo anterior, ha faltado un gran respeto a lo más importante que todo ser humano debe desear: la
vida, y se ha caído en atrocidades como son la negación al nacimiento de la nueva vida por medio de los
métodos anticonceptivos y el aborto, así como a la negación a continuar viviendo mediante el suicidio,
homicidio, eutanasia. Es toda una llamada a la defensa y valoración del mejor regalo que nos puede dar Dios:
la vida, la cual no somos dignos de utilizar a nuestro libre albedrío.
Recensiones de Moral Sexual
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