Sobre la necesidad de clarificar los términos vagos

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Sobre la necesidad de clarificar los términos vagos.
Federico Matías Pailos –C.O.N.I.C.E.T./U.B.A./G.A.F.
El supervaluacionismo de Achille C. Varzi provee un método para explicar la vaguedad
(semántica) de las expresiones. Sin embargo, la tesis más destacada del artículo “Unsharpenable
Vagueness”, de John Collins y el propio Varzi,1 afirma que hay términos vagos cuya extensión
no puede ser precisada sin alterar su significado. Hay entonces, para Collins y Varzi, bolsones
de vaguedad irreductibles. Los autores acotan esta opinión a los predicados, y dentro de ellos, a
algunos predicados epistémicos: “estar racionalmente obligado”, “ser un juego ‘Take It or
Leave It’”, “ser un juego ‘Take It’”, “ser un juego ‘Leave It’”. A quienes tienen en mente los
autores, al momento de defender estos puntos, son aquellos teóricos semánticos que creen que
es posible delimitar de modo exacto la extensión de todo predicado vago. (Si esto no es posible
con los predicados, tampoco es posible hacerlo con todos los términos.) En particular, los
autores apuntan a quienes defiendan la posibilidad de un tratamiento supervaluacionista de todo
predicado vago, o aquellos que crean que la mera existencia de predicados vagos es un signo de
holgazanería semántica, que con un poco de trabajo podría ser removida.
¿Qué es un juego ‘Take It or Leave It’? Es un juego del siguiente estilo: hay dos
jugadores, por caso: Eduardo y Javier, y una banca. La banca, en la jugada 1, presenta al primer
jugador, Eduardo, un pozo de $2. Eduardo puede tomar los $2 o no hacerlo. Si lo hace, el juego
termina. Si los deja, pasamos a la jugada 2. En ella, la banca ofrece al segundo jugador, Javier,
un pozo de $3. Javier puede tomar el pozo o dejarlo. Si lo toma, Eduardo es compensado con
$1. En la jugada 3, la banca ofrece nuevamente la posibilidad de tomar o dejar el pozo a
Eduardo. El pozo, ahora, es de $4, y si Eduardo lo toma, Javier es compensado con $2. La
compensación es siempre de $2 menos que el pozo. Si en las jugadas subsiguientes ningún
jugador toma el pozo, el juego sigue hasta la jugada 100. En ella el segundo jugador, Javier,
tiene la opción de tomar los $101 o no hacerlo. Si no lo hace, el pozo va automáticamente para
el primer jugador, Eduardo, y Javier recibe una compensación de $99. ¿Cuándo es racional (o
cuándo es racionalmente obligatorio) tomar el pozo? Teniendo en cuenta que el sentido de
‘racional’ en juego es el de lograr del modo más eficaz la satisfacción de los propios deseos, y
que el único deseo relevante en este caso, por hipótesis, es quedarse con tanta plata como se
pueda, parece claramente irracional tomar el pozo a la primera oportunidad, en la jugada 1 o 2.
Por otra parte, también parece irracional que el jugador 2 no tome el pozo en la jugada 100. No
hacerlo redunda en recibir $101, en lugar de recibir $99: claramente no obtiene toda la plata que
está a su alcance obtener. Javier, entonces, tomará el dinero en la jugada 100. Pero esto Eduardo
lo sabe, y por tanto, en la jugada 99 debería tomar el pozo (y recibirá $100 en lugar de los $99
que hubiera recibido si no hubiera tomado el pozo). Pero esto Javier también lo sabe, y por tanto
debería tomar el pozo en la jugada 98 (y recibirá $99 en lugar de los $98 que hubiera recibido
en compensación). Nos deslizamos en una pendiente argumentativa que nos lleva a concluir que
la conducta racional en este caso, es que Eduardo tome los $2 en la jugada 1. Y esta actitud
parece claramente irracional. ¿Cuándo es racional tomar en pozo? ¿En la jugada 90, en la 74, en
la 47?
Un juego ‘Take It’ es un juego como el anterior, en el que es racionalmente obligatorio
tomar el dinero (o su sucedáneo). Un juego ‘Leave It’ es uno en el que está racionalmente
permitido dejar el dinero. Es posible presentar la situación plantada en el ejemplo como un
sorites que lleva, por sucesivas aplicaciones del modus ponens, a una conclusión aparentemente
falsa. He aquí el sorites:
(I)
(II)
(III)
TL100 es un juego ‘Take It’.
Si TL(n+1) es un juego ‘Take It’, entonces también lo es TLn.
TL1 es un juego ‘Take It’.
“Unsharpenable Vagueness”, de John Collins y Achille C. Varzi; Philosophical Topics 28: 1 (2000), 110.
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Collins y Varzi catalogan a algunos predicados epistémicos emparentados con estos
juegos como ‘vagos’. Esos predicados son, como adelanté: “ser un juego ‘Take It or Leave It’”,
“ser un juego ‘Take It’”, “ser un juego ‘Leave It’”, y “estar racionalmente obligado”. En su
vaguedad Collins y Varzi explican la posibilidad de construir sorites de este estilo.2 3 4 Estos
predicados son vagos, pues su extensión y antiextensión no está definida con claridad. ¿Por
qué? Porque hay casos en los que no es claro si estos ellos se aplican o no. Sin embargo, hay
quienes creen que todo predicado vago pueden dejar de serlo. Dos casos de este tipo son el (i) el
supervaluacionista ‘radical’,5 y (ii) el teórico de la vaguedad-como-holgazanería. (i) La
propuesta de un supervaluacionista supone un método para fijar la extensión, la antiextensión y,
eventualmente, los casos que no caen bajo una ni la otra. La idea es fijar con claridad estas tres
instancias. Para eso, se consideran todas las precisificaciones relevantes. Toda precisificación de
estos predicados otorga un valor de verdad definido (verdadero o falso) a cada aplicación
posible del término. Si en toda precisificación relevante recibe el mismo valor de verdad, tiene
ese valor de verdad de modo claro. Si no ocurre esto, no lo tiene. (ii) El partidario de la
vaguedad-como-(signo de) holgazanería cree que la extensión está fijada con precisión. Los
métodos para hacerlo son diversos, y los autores no se inmiscuyen en los detalles de ninguna
teoría de este estilo. Pero podría pensarse al ‘epistemicismo’ de Timothy Williamson como una
de estas posiciones.6
El argumento que se enarbola en el texto a favor de la imposibilidad por principio de
precisar algunos predicados vagos, es el siguiente: todo intento de precisar la extensión de un
predicado vago debe cumplir con algunos requisitos. En particular, debe satisfacer (i) las
Si no se puede determinar con precisión si un juego es, por caso, un juego ‘Take It’, tampoco se puede
determinar con precisión si se está racionalmente obligado a realizar la acción a la que uno estaría si eso
fuera un juego ‘Take It’. Por tanto, tampoco se puede determinar con precisión si aplicar o no a esa
situación el predicado ‘estar racionalmente obligado’.
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De hecho, hay casos límite en los que no es claro si a un elemento claramente no se le aplica o no el
predicado en cuestión. ¿Rige o no para ese caso la premisa inductiva? Quizás una respuesta adecuada se
halle en una vía que el propio Varzi descarta en su artículo “Vagueness, Logic and Ontology” (en The
Dialogue. Yearbooks for Philosophical Hermeneutics 1, (2000), páginas 135-154): a medida que nos
alejamos de los casos claros de elementos que caen bajo la extensión de un predicado, el predicado se
aplica en menor medida cada vez. Como Varzi señala en su artículo, esta posición tiene varios problemas,
en los que no entraremos.
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Este razonamiento exhibe el problema básico de los sorites: las premisas parecen ser verdaderas, aunque
la conclusión sea falsa. Si no se pretende cuestionar la legitimidad de la lógica clásica, quedan dos
caminos a recorrer (que no son mutuamente excluyentes): (a) negar la falsedad de la conclusión; (b) negar
la verdad de (al menos) alguna de las premisas. Ello, además, intentando satisfacer otra de las exigencias
que conlleva el procurar dar respuesta a los sorites: explicar su carácter persuasivo. Es decir (en general):
explicar por qué, aunque una de las proposiciones del razonamiento carezca del valor de verdad que
parece tener, de hecho parece tenerlo. Procuraré satisfacer ese estándar de respuesta. Creo que, en los
casos interesantes, como el último razonamiento trascripto, las premisas inductivas son, estrictamente,
falsas. En este caso, debería rechazarse la premisa (II). Pero me interesa destacar el adverbio porque, en
alguna versión más relajada, la premisa (II) sí es verdadera. Quiero decir: la premisa (II) tiene una
vigencia prima facie, es una proposición derrotable. Bajo ciertas condiciones, es falsa. ¿Bajo qué
condiciones? Veamos. Las premisas inductivas suelen adoptar dos formas: (a) Si al elemento k(n+1) se le
aplica el predicado P, entonces también se le aplica al elemento k(n). (b) Si al elemento k(n+1) se le
aplica el predicado P, entonces también se le aplica al elemento k. En el caso (a), la proposición será falsa
cuando los pares de elementos (k(n+1)/k(n)) son tales que el elemento k(n) sea uno que claramente no
caiga bajo la extensión del predicado P. En el caso (b) la proposición será falsa cuando los pares de
elementos (k(n)/k(n-1)) son tales que el elemento k(n-1) sea uno que claramente no caiga bajo la
extensión del predicado P. Si esto es así, el sorites que lleva a concluir que TL1 es un juego ‘Take It’, a
pesar de ser válido, tiene una premisa falsa: la premisa (II), la premisa inductiva. Por tanto, no estamos
obligados a sostener que la conclusión es verdadera. Esto es deseable, pues ella parece evidentemente
falsa. El carácter persuasivo del sorites, en este caso, se explica por su semejanza (por la confusión que
suele despertar) con su versión ‘relajada’: prima facie, si (n+1) es un juego ‘Take It’, entonces también lo
es TLn.
5
A quien de ahora en más llamaré simplemente ‘supervaluacionista’.
6
En su libro Vagueness (Londres: Routledge, 1994).
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exigencias de las conexiones umbrosas [“penumbral connections”, en el texto en inglés de los
autores] y (ii) la pública accesibilidad. Y estos objetivos, en el caso de los predicados
epistémicos tratados, no puede ser logrado simultáneamente.
Los autores no definen el primer requisito, pero dan ejemplos del tipo de restricciones
que caen bajo ese nombre. Por caso, cualquier clarificación de los predicados ‘rojo’ y ‘rosa’ no
puede ser tal que las extensiones acotadas se solapen. Otro caso: cualquier clarificación de ‘es
rojo’ debe respetar la restricción de que si un caso límite (un objeto) x es catalogado como rojo,
entonces cualquier otro caso límite (objeto) y que cuya gama caiga dentro del espectro entre x y
un caso claro de rojo, también debe ser clasificada como rojo.
El requisito de pública accesibilidad sostiene que una potencial clarificación cualquiera
de las extensiones de un predicado vago será admisible, solo si es en principio posible que dos
hablantes competentes cualesquiera puedan modificar sus estándares de aplicación del
predicado, de modo tal de actuar de acuerdo a la nueva norma establecida (con la clarificación
de las extensiones).
Supongamos, entonces, una comunidad en la que, violando este presunto requisito, cada
miembro refinara el significado de un término vago de acuerdo a sus propios cánones. Cada uno
de ellos es igualmente competente en el manejo del término refinado. Por caso, el predicado ‘es
rico’. (La situación global planteada es la siguiente: se emite un edicto de acuerdo al cuál los
ricos pasarán a abonar 10% más de impuestos. Se necesita, entonces, fijar la extensión de ‘es
rico’, para ver quién tiene que pagar más y quién no.) Supongamos, además, que ninguno de los
hablantes competentes conoce los detalles de los refinamientos ajenos. ¿Qué podemos decir
acerca del significado del término ‘es rico’? Los autores evalúan dos hipótesis:
(A) El predicado original se fragmentó en una miríada de predicados individuales
homofónicos. Pero si este fuera el caso, “then what we as a group have achieved certainly does
not amount to a sharpening of the original vague predicate. We have, rather merely succeeded in
replacing vagueness by ambiguity”.7
(B) Si se insiste que continuamos contando con un único predicado luego de las
múltiples e individuales clarificaciones, lo que contaríamos es la colección de todas ellas
determina una zona sobre la que todavía no hay acuerdo: para algunos, ciertos individuos serán
ricos, y para otros no. Esto viola la premisa que establecía que todos los hablantes competentes
son igualmente competentes en el manejo de predicado reformado.
Los autores consideran la posibilidad de que el requisito de pública accesibilidad sea
demasiado fuerte para los predicados vagos. Citan, como ejemplo de un término vago del cuál
no parece conveniente exigir tanto, ‘handsome’. Sin embargo, esta situación no parece ser la
misma para los predicados epistémicos con los que estamos lidiando: “es un juego ‘Take It’”,
por caso. “If the standards of rationality are not to be found in the eye of the beholder, then it
must always be possible for any two speakers of the language to shift their standards so as to
accord at least in principle with the rule prescribed by an admissible sharpening of ‘take-it
game’ or ‘leave-it game’. Admissibility here presupposes accessibility”.8
Sin embargo, sostienen los autores, el requisito de pública accesibilidad no puede ser
satisfecho para estos predicados epistémicos sin violar las conexiones umbrosas. Si esto es así, y
si estos son requisitos legítimos que toda supuesta clarificación de estos conceptos debe
cumplir, entonces no es posible hacer precisos estos predicados vagos. Veamos el razonamiento
de los autores a continuación.
Una conexión umbrosa a respetar es la conversa de la premisa inductiva del precitado
sorites: si TLn es un juego ‘Take It’, entonces también lo es TL(n+1). Otra conexión umbrosa
que tiene este predicado deriva de su relación con el concepto de ‘estar racionalmente obligado’
(en términos del que el primero se define). Podría sostenerse incluso que la vaguedad del
primero se deriva de la vaguedad del último. Una conexión umbrosa que relaciona ambos
predicados es la siguiente: si afrontamos el primer movimiento de un juego TL en TLn, y
creemos que ganaremos más dinero tomando el dinero que dejándolo, entonces estamos
racionalmente obligados a tomar el dinero. En ese caso, TLn es un juego ‘Take it’. Así las
7
8
Íbid., página 7.
Íbid. Página 8.
4
cosas, se hace imposible precisar estos conceptos, respetando las conexiones umbrosas y
satisfaciendo el requisito de pública accesibilidad. Cualquier clarificación de (las extensiones
de) estos conceptos, tendrá que establecer cuál es el valor más pequeño n, tal que uno está
racionalmente obligado a tomar el dinero en el primer movimiento de TLn. Llamemos a esto el
‘valor crítico de n’ [“critical value of n”]. Supongamos que X e Y están considerando una
clarificación de “es un juego ‘Take It’”, tal que el valor crítico de n se establece en 50. En ese
caso, TL50 es un juego ‘Take It’, y TL49 no. Pero confrontado a TL49, X tiene la opción de
tomar $50, o dejar que Y tome, en la mano siguiente, $51, dejando a X con $49. Pero entonces,
en TL49, X sabe que terminará con más rico si toma la plata que si la deja. Por tanto, respetando
la conexión umbrosa anteriormente mencionada, X está racionalmente obligado a tomar el
dinero (porque si no quedará más pobre a sabiendas). Por tanto, TL49 es también un juego
‘Take It’. Esto es una reductio del supuesto que puede establecerse el valor crítico de n en 50.
Parece claro que un argumento similar puede construirse para cualquier otro punto crítico
postulado: “Player X is only willing to consider sharpenings where n is odd; player Y only
sharpenings where n is even”.9
Expondré a continuación algunas reflexiones en torno a este argumento. Lo primero que
tengo para decir es que los autores están en lo cierto, al menos en lo siguiente: no parece que se
pueda clarificar la extensión de estos conceptos epistémicos, respetando al mismo tiempo sus
conexiones umbrosas y cumpliendo con el requisito de pública accesibilidad. Sin embargo,
estos dos requisitos no parecen tener igual jerarquía. Las conexiones umbrosas, en general, son
aquellas que, en caso de no ser respetadas, activan nuestra disposición a decir que no estamos
hablando ya del concepto original. Quienes creen en propiedades esenciales y accidentales de
conceptos, suelen expresar esto diciendo que las conexiones umbrosas son parte de las notas
esenciales de (al menos uno de) los conceptos conectados. Sea o no razonable esta afirmación,
sí parece haber algo muy propio de los conceptos en sus conexiones umbrosas. ¿Ocurre algo
similar con el requisito de pública accesibilidad? ¿Estaríamos dispuestos a decir, en la misma
medida, que una clarificación de (la extensión de) uno de estos conceptos epistémicos que
violara este requisito, estaría a la vez alterando el concepto? ¿Estaríamos dispuestos a decir que,
en ese caso, el eventual ‘reformista’ o ‘precisor’ estaría hablando de otro concepto? No. No, al
menos (insisto), en la misma medida en que sí estaríamos dispuestos a decir esto (que se está
alterando el concepto) en caso de que no se respeten, en el proceso de clarificación, algunas
conexiones umbrosas. Por tanto, me parece que una clarificación que violara únicamente
conexiones umbrosas sería peor que otra que viola solo el requisito de pública accesibilidad.
Dicho de otra forma: una clarificación que violara solo el requisito de accesibilidad pública no
sería tan mala (no sería tan objetable) como otra que violara únicamente conexiones umbrosas.
Pero mi sospecha es más fuerte, si se quiere: no me parece que una clarificación de un
concepto vago que viole el requisito de pública accesibilidad sea inadmisible. ¿Por qué lo sería?
Vayamos al caso evaluado por los autores: hay múltiples clarificaciones de uno de estos
predicados epistémicos, una por cada miembro de la comunidad, y todas ellas respetan las
conexiones umbrosas. ¿En qué redunda la violación del requisito de pública accesibilidad? (a)
¿En que va a haber, o puede haber, casos en los que los diferentes miembros de la comunidad no
estén de acuerdo, casos en los que para A una situación es un juego ‘Take It’, mientras para otro
no lo es, y para un tercero ni lo es ni deja de serlo (pero de modo claro)? Esto podría ser todo.
(b) Pero quizás la violación de este requisito suponga, por el contrario, que nunca ninguno de
ellos (al menos ninguno de ellos, y quizás ninguno, y nunca) sepa (o quizás incluso pueda saber)
que están en real conflicto. Por caso, porque nunca podrían ponerse frente a un juego tal que
explicitara el desacuerdo (para uno es un juego ‘Take It’, para otros no, etcétera). Pero si este es
el caso, tenemos una sólida base para concluir que se ha logrado clarificar de modo exitoso la
extensión del concepto epistémico vago en cuestión. ¿En qué sentido? En el sentido en que, para
todo caso relevante, y, más aún, para todo caso con el que puedan topar, es o no es un juego
‘Take It’. Si a esto se reduce la violación del requisito de accesibilidad, parece razonable no
exigirlo para todo proceso de clarificación exitoso. Tal como acabo de señalar, he ahí una
9
Íbid., página 9.
5
situación en la que, en algún sentido relevante, se ha precisado la extensión (y antiextensión) del
concepto vago: está determinado, para cada aplicación relevante del término, si él se aplica o no
con verdad. (Aunque no necesariamente esté determinado el valor de verdad de toda aplicación
posible).
Volvamos ahora a (a), que es en lo que, intuyo, los autores estaban pensando. Lo que
tenemos, en este caso, tal como Collins y Varzi mismos indican, es la atomización del predicado
original en una legión de predicados homofónicos, cercanamente emparentados en significado.
De hecho, es razonable suponer que solo divergen en algunos pocos casos relevantes, o en un
pequeño rango de casos relevantes. ¿Por qué no habría en este caso una multitud de
clarificaciones igualmente exitosas, o por qué no podría incluir esta multitud de clarificaciones,
al menos una exitosa? Esta es la respuesta de los autores: “But if that is the case, then what we
as a group have achieved certainly does not amount to a sharpening of the original vague
predicate. We have, rather, merely succeeded in replacing vagueness by ambiguity”.10 Nos
queda, en efecto, en el ámbito público, muchos usos de una misma ristra de sonidos o garabatos,
por ejemplo: “es un juego ‘Take It’”, con distintos significados. Hay, entonces, en el terreno
público, ambigüedad en el significado de esa ristra de sonidos o garabatos. Pero, ¿por qué
pensar que no hay dentro de esa multiplicidad, al menos una precisificación que sea correcta,
que rescate, si se quiere, ‘el verdadero significado’ del concepto? ¿O por qué no pensar que son
muchas, eventualmente todas ellas, precisificaciones exitosas?
Exitosas, ¿en qué sentido?, preguntarán los autores. Exitosas, quizás, en que permiten
resolver algunas disputas, por caso. Es verdad que en muchas ocasiones los conflictos
suscitados no podrán ser dirimidos, pues las clarificaciones difieren precisamente en el caso en
disputa. Pero, es de suponer, habrá muchas otras en las que no. Supongamos que dos
clarificaciones, C y D, difieren con respecto al caso 47, pero no con respecto al caso 40 (en
relación al cuál sí difieren con respecto a la clarificación E). Antes de la clarificación, sin
embargo, al menos los casos 30 a 60 no eran claros. (No se sabía si pertenecían o no a la
extensión del concepto vago en cuestión, sea cuál fuera.) Ahora, sin embargo, no hay disputa
sobre el caso 40, el relevante (por mor del argumento). Quien sostiene la clarificación C acuerda
con quien sostiene la clarificación D, al menos con respecto al caso 40. La disputa se resuelve.
Además, cada una de estas precisificaciones provee, a quien efectúa una de ellas, con un criterio
claro de decisión para cada caso. Son exitosas también por esto: proveen una guía para la acción
allí donde antes había solo desconcierto.
Nuevamente, los autores podrán tener algo que objetar. Estas son consideraciones
pragmáticas, podrán decir. En efecto, tendrán razón. Pero, ¿por qué pensar que las
consideraciones pragmáticas son irrelevantes, o por qué pensar que lo son para dirimir disputas
semánticas? Sin embargo, en la página 4 de su artículo, los autores dicen lo siguiente: “It is
important to realize the role of the inductive premise in the soritical chains generated by the
Centipede. One can easily think of sequences of rationality claims involving marginal change,
but generally considerations of optimization can determine the relevant cut-off point. For
instance, it is true that one is rationally obliged to put at least 1 percent of one’s monthly salary
into a retirement plan, an it is false that one is rationally obliged to put at least 100 percent of
one’s monthly salary into a retirement plan. Yet, any sequence obtained by filling in a suitable
number of intermediate steps is likely to violate the relevant soritical induction. (…) [B]ut
closer examination will reveal the value of k beyond which there is no rational obligation to
sacrifice one’s salary in favor of one’s retirement plan. Not so in the case of our Centipede. In
such case, no consideration of optimization would seem to be of any help”.11 Pero, ¿hay en
verdad algún k más allá del cuál no haya obligación racional de destinar dinero de nuestro
salario para nuestra jubilación? Quizás. Quizás, al menos, si pensamos en ‘números redondos’,
en ‘enteros positivos’. Puede que estemos racionalmente obligados a dar el 9 por ciento de
nuestro salario, pero no el 10. ¿Sería ‘9’ el ‘k’ buscado? Si lo fuera, y estuviéramos obligados a
dar hasta el 9 por ciento de nuestro salario, pero no más… ¿sería verdad que no estaríamos
racionalmente obligados a dar el 9,1 por ciento de nuestro salario? Quizás no. ¿Y el 9, 01? ¿Y el
10
11
Íbid., página 7.
Íbid., página 4.
6
9,001, y el 9,0001? Mi impresión es que si hacemos que los ‘k’ pertenezcan a una escala
suficientemente pequeña, nuevamente reaparece la clara impresión de que este predicado
también es vago. Claro: este puede ser un caso en el que “considerations of optimization can
determine the relevant cut-off point”. Pero, ¿qué son esas “considerations of optimization”, sino
evaluaciones pragmáticas. ¿Por qué la apelación a evaluaciones pragmáticas tendría peso en este
caso, pero no en el de los predicado epistémicos previamente considerados? No creo que haya
una respuesta evidente. Quien defienda la idea de que sí hay una diferencia relevante entre
ambos casos, tiene la carga de la prueba.
A pesar de todo lo dicho, mi intuición es que todos los términos son vagos. 12 Creo,
además, que la existencia de consenso acerca de los límites precisos de las extensiones de los
términos obedece, sustantivamente, a consideraciones pragmáticas. Son consideraciones
pragmáticas, y no otra cosa, lo que parece instarnos a ver en ‘estar racionalmente obligado’ un
predicado que no es vago a pesar de las apariencias, o que no debería serlo. Son consideraciones
del mismo tipo la que nos permite convivir sin dificultad con la vaguedad de ‘handsome’.
Darnos cuenta de esto nos podría permitir no ver en la vaguedad de ‘estar racionalmente
obligados’ más que (como si fuera poco) una dificultad pragmática a resolver. ¿Cómo?
Reformando la práctica. Estipulando, por ejemplo, y si fuera el caso, la pertenencia o no de
algunos elementos a la extensión de este predicado. Pero dar preeminencia a la práctica de esta
manera nos libera de la obligación de clarificar la extensión de los predicados vagos para todo
caso. No importa qué situación estemos considerando, basta con clarificar la situación de los
casos relevantes. Por supuesto: para algunos predicados, esos casos pueden ser todos los casos.
Sin embargo, para algunos otros quizás no sea necesario tanto. Quizás los predicados
epistémicos en cuestión sean de este estilo. Quizás baste con ampliar su extensión pública.
Si lo dicho en primera instancia fuera el caso, si es posible precisificar estos predicados
epistémicos, y por tanto remover su vaguedad, no sería el caso que este fuera uno de los
‘bolsones de vaguedad irreductible’ que Varzi cree que existen. Podría tomarse esto como signo
de que algo similar podría ocurrir con el resto de los presuntos bolsones de vaguedad. No tengo,
sin embargo, otros elementos para suscribir esa afirmación.
Una última observación. Quizás sí sea posible dar una precisificación de ‘estar
racionalmente obligado’, aplicado a los juegos ‘Take It or Leave It’, que sí satisfaga ambos
requisitos: el respeto a las conexiones umbrosas y la pública accesibilidad. ¿Qué pasaría si esa
precisificación nos instara a dejar siempre el dinero, al menos en ese juego ‘Take It or Leave
It’?13 Prima facie, esa no sería una buena precisificación, pues uno ganaría más plata si no
dejara pasar la última oferta. Esto me recuerda, sin embargo, a la situación planteada por el
problema de Newcomb, y a una objeción bicajista a los unicajistas. Ante la opción de tomar una
caja, y ganar un millón o nada, o tomar ambas cajas, y ganar un millón mil o mil, los bicajistas
sostienen que la opción dominante es tomar ambas cajas. De esta forma, esté o no el millón en
la caja opaca, nos aseguramos siempre ganar mil pesos más que quien opta por solo la caja
opaca. Pero hay unicajistas. Ellos argumentan que esta es la opción que maximiza la utilidad
esperada en esa situación. Cuentan con un procedimiento riguroso para avalar su opción, y
detallan el cálculo de probabilidades y utilidades empleado en el trayecto. Yo no tengo nada de
este estilo para ofrecer. Solo albergo la sospecha de que cualquier otra precisificación pública
que respete las conexiones umbrosas de ‘estar racionalmente obligado’ no permitirá, en caso de
El propio Achille Varzi da plausibilidad a esta posición en su artículo “Vagueness, Logic and
Ontology”, The Dialogue. Yearbooks for Philosophical Hermeneutics 1, (2000), páginas 135-154.
13
¿Qué pasaría si el juego en cuestión fuera una que, como último pozo, ofertara no $101, sino
$1000000? Defender que lo racional sería, siempre, dejar el dinero, no parece ya tan fácil. Quizás, de
todas formas, puede hacerse. Podría argumentarse que, en general, no se llegaría a la situación de tener la
opción de tomar el millón si la precisificación fuera cualquier otra (por ejemplo, dejar el dinero a menos
que se recibiera la oferta del millón). No tengo mucho para decir sobre esto. Quizás convenga que hable
de ‘precisificación parcial’ del concepto de ‘estar racionalmente obligado’, o de ‘precisificación del
concepto de estar racionalmente obligado en el particular juego ‘Take It or Leave It’ en cuestión’ (y por
ello se alude al primero de los juegos, aquél en el que la oferta final es de &101).
12
7
ser respetada, llegar tan lejos como tener la opción de aceptar o rechazar los $101.14 El
problema es que, en esta situación, estamos renunciando al requisito de maximizar, en cada
elección, nuestra ganancia. Dar una solución a este tipo de situaciones extrañas o paradojales,
sin embargo, supone siempre renunciar a uno de los términos que posibilita la emergencia de la
paradoja. (Varzi mismo rechaza la verdad de la premisa inductiva en los casos de sorites, por
ejemplo.) Rechazar para cualquier caso este requisito (en particular, rechazarlo para el último),
permite satisfacer otro desideratum del problema: optar por la vía que nos garantice la mayor
ganancia al final del juego, comparada con las ganancias de otros jugadores al final de otras
partidas de este mismo juego. Dos jugadores que respeten la precisificación sugerida tendrán, al
finalizar, $101 o &99: lo máximo que una pareja de jugadores pueden tener si juegan este juego.
Cualquier otra precisificación empleada, que sea además pública, no garantiza tamaña
ganancia.15 Si este fuera el caso, habría precisificaciones públicas de ‘estar racionalmente
obligado’ que respetasen sus conexiones umbrosas. Estos predicados epistémicos, entonces,
tampoco en este escenario serían irreductiblemente vagos.
14
Con la posible excepción de aquella precisificación que determine dejar siempre el pozo, a menos de
que nos sea ofrecida la suma más alta, los $101.
15
Salvo la enunciada en la nota 14.
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