La empresa privada en la construcción de la paz en Colombia

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Primer Foro Colombiano en Construcción de Paz – Marzo 10 de 2011
UNIVERSIDAD JORGE TADEO LOZANO
LA EMPRESA PRIVADA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA PAZ EN COLOMBIA
Angelika Rettberg
Directora Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes
Buenas tardes, muchas gracias por la invitación, extiendo mis felicitaciones a la Universidad Jorge Tadeo
Lozano por iniciar este interesante programa. Para responder la pregunta de hacia qué tendencia se dirigen las actuales acciones ciudadanas en construcción de paz, yo me enfoco en el rol del sector privado
en la construcción de paz, un tema que he venido estudiando hace ya varios años. Simplemente para
dar un poco de contexto, supongo que ya recibieron el contexto en general del trabajo en construcción
de paz y cómo nace, cómo se desarrolla y qué retos enfrenta en la actualidad, y simplemente voy a
centrarme en el contexto de la post- guerra fría para mencionar en qué medida ese contexto y el nuevo
tipo de conflictos armados internos que se plantearon en el mundo generaron toda una serie de retos
y dilemas para quienes estudian causas del conflicto y también en adelante para quienes empezaron a
estudiar las causas de la paz y para entender como las transiciones de conflicto a paz podían volverse
resilientes en el tiempo para superar ese umbral de cinco años que, como una espada de Damocles,
pende sobre las transiciones en el mundo durante las cuales muchas veces los conflictos se reanudan y
recaen en la violencia.
En ese mismo contexto también se amplió la mirada de quienes estudian y trabajan en estos temas para
integrar nuevos y diferentes actores en el estudio de esas transiciones para identificar cuáles serían los
socios y los aliados vitales para una paz estable. En ese contexto, el sector privado emerge como uno de
los nuevos socios y actores de la construcción de paz; no es que antes no lo fuera, pero en adelante se
convierte en un socio obligado de las iniciativas de construcción de paz a nivel nacional e internacional.
Los aportes que hace el sector privado son múltiples y tienen que ver con factores materiales pero
también con factores relacionados con legitimidad social y política. En primer lugar, genera y controla
muchos de los recursos necesarios para la construcción de paz, paga impuestos, genera la inversión,
emplea o no emplea, y conoce muchas
veces aspectos de trabajo administrativo relacionado con tareas de construcción de paz mejor que otros
actores; en ese sentido, es uno de los factores que lo convierten en socio obligado a esas tareas. En segundo lugar aún en ausencia de una participación activa y aun en ausencia de motivaciones políticas y
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Carrera 4 Nº 22-61 – Bogotá, Colombia - Tel: 2427030 - Extensión 1475
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decisiones empresariales concretas, el sector privado tiene la capacidad de incidir, delimitar y condicionar la agenda de la paz en la medida en que simplemente con decisiones de inversión puede emitir señales propensas a apoyar o a expresar desacuerdo con políticas de construcción de paz. En ese sentido
país tras país que hoy en día busca transitar del conflicto a la paz encontramos que si bien la inclusión
del sector privado no es garantía absoluta de una paz estable, su exclusión si muy probablemente constituirá un obstáculo importante para la consolidación.
Sin duda también el sector privado plantea amenazas importantes para la construcción de paz. Sabemos mucho más hoy en día en qué medida los sectores privados de diferentes países han contribuido
tanto a la generación como a la profundización de conflictos armados en diferentes partes del mundo,
conocemos mucho más que antes sobre las llamadas economías de guerra, sobre la participación de
empresarios legales, ilegales, domésticos e internacionales en temas, como por ejemplo, el comercio
del petróleo, el comercio de minerales y la industria de la seguridad; no voy a ahondar en ello, pero una
rica literatura sobre estos temas ha sido desarrollada. Adicionalmente, intereses conservadores propios
del sector privado pueden ser saboteadores de procesos de construcción de paz, incluso cuando éste
no se encuentra vinculado a economías de guerra; sobre ese tema hay una literatura también creciente
y el sector es recurrentemente señalado como uno de los potenciales saboteadores cuando empieza la
construcción de paz a incidir en los intereses de consolidación.
Este es un muy breve resumen simplemente para decir que, tanto para fomentar lo positivo, es decir el
avance hacia una paz estable, como para prevenir lo negativo y, basado tanto en experiencias practicas
como normativas, el sector privado es “la niña consentida” de la construcción de paz: no hay organización internacional que se respete, organización nacional que adelante trabajos en estos temas, que no
busque de alguna manera integrar el sector privado a las iniciativas, porque se reconoce crecientemente
el papel importante que el sector privado juega a la hora de facilitar o obstaculizar en la transición a la
paz.
¿Cómo lo hace? ¿Cómo lo hacemos? Apelando a la moral, a la pena y al bolsillo. Hay una serie de medidas por las cuales el sector privado hoy en día es inducido a la participación en la construcción de paz
o es causado a hacerlo: razones relacionadas con señalamientos que lo acusan de ser provocador de
violaciones a derechos humanos, provocador de desastres sociales o participe de economías de guerra
que se lucran de la inestabilidad social. También hay incentivos positivos que tienen que ver con acceso
a mercados, por ejemplo, donde hay certificaciones. Asimismo, se trata de inducir comportamiento socialmente responsable afín a la construcción de paz en el comportamiento empresarial.
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De igual manera, crecientemente, más en el norte que en países como el nuestro, la mala publicidad
para empresas que afectan los intereses sociales o que violan derechos humanos, genera consecuencias
económicas por parte de accionistas que no se quieren ver involucrados en el trabajo sucio de alguna de
sus empresas; ello ha involucrado también un revuelco muy importante en sectores como el extractivo,
que se ha vuelto un sector pionero en la hora de promover iniciativas de construcción de paz precisamente porque ha estado continua y sistemáticamente en el ojo del huracán.
Un último punto que es importante para nosotros tiene que ver con inducir participación empresarial en
construcción de paz por medio del argumento del dividendo de la paz, es decir, la apuesta a que el conflicto es costoso y oneroso para el sector privado y que por tanto conviene apostarle a una construcción
de paz en la medida en que la paz seria económicamente más rentable para los negocios. En muchos
países ese argumento ha funcionado, en Irlanda del Norte fue crucial para movilizar el empresariado a
favor de la transición en ese país, en Chipre también han surgido libros blancos tratando de superar la
división entre las dos partes de la isla para promover acercamientos y vender el argumento económico.
El dividendo de la paz es, pues, un argumento muy fuerte por medio del cual se trata de movilizar el
interés económico como una de las motivaciones para que el sector privado encuentre en la paz una
mejor apuesta que la guerra.
Como resultado de los diferentes factores que mencioné, en general hemos visto una participación creciente del sector privado en consultas y alianzas tripartitas, en procesos de negociación de paz, en procesos de desmovilización, desarme y reintegración y también en procesos de reconstrucción física. Sin
embargo, a propósito de qué puede hacer efectivamente el sector privado frente a la construcción de
paz, a pesar de ser un socio tan demandado en la actualidad, podemos ver que, en primer lugar, hay una
tendencia a sobrestimar tanto la capacidad como la voluntad del sector privado a la hora de participar
en tareas de construcción de paz. Lo anterior tiene que ver con que no en todas las sociedades involucradas en conflictos armados hay un sector privado propiamente dicho con quien aliarse o a quien estimular para generar resultados económicos afines para una paz estable. La empresarialidad es muchas
veces un supuesto que no se puede aplicar a cualquier sociedad en donde efectivamente pueda haber
empresariados y sectores privados muy poco desarrollados como para que generen y respondan a las
expectativas que se tienen con respecto a ellos.
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Por último, muchas veces se pone dentro de la categoría de “sector privado” a muchos sectores muy
diferentes, con capacidades distintas, con intereses diferentes, incluso divergentes entre ellos, y lo que
conviene mencionar y se basa en evidencia empírica escogida en diferentes países, es que no todos los
fragmentos del sector privado apoyan la construcción de paz irrestrictamente. Esto tiene mucho que
ver con que algunos se benefician, se lucran, de la guerra; más aún, no todos sufren igual como consecuencia del conflicto, luego hay una diferencia importante en términos de quiénes van a apostarle a la
superación del conflicto con miras a una paz estable, lo que nos obliga a identificar quién en el sector
privado es exactamente el tipo de aliado que puede apoyar las transiciones.
Otro tema es el lugar de la construcción de paz en la agenda social de las empresas. Se tiende a delegar
temas de construcción de paz en los así llamados “sociales” de las empresas, que además suelen ser
mujeres, mientras que los empresarios en general son hombres; es decir, los “sociales” son la cara amable, dependen de decisiones de la junta directiva en las cuales no participan, cuentan generalmente con
presupuestos pequeños y volátiles en el tiempo (con importantes excepciones). En suma, decir que las
empresas le apuestan a la construcción de paz suele implicar un tipo de compromiso que no es común,
que es difícil de lograr y que en general las empresas no acogen como una parte central de sus operaciones. Esta situación es generalizada en muchos países y Colombia es buen ejemplo de ello.
Finalmente, otra dificultad es que se espera que el sector privado haga lo que otros no son capaces de
hacer, como proveer salud, educación, infraestructuras, supere el desempleo, entre otras responsabilidades que en la práctica y en la norma le corresponden a los Estados o incluso a otras organizaciones,
esto es, se confunde muchas veces qué se puede esperar y qué se debe esperar del sector privado, lo
cual genera problema al momento de saber a quién pedirle cuentas. Por tanto, si bien existe todo este
discurso en torno a la importancia de vincular el sector privado a la construcción de paz, esa vinculación
ha sido mucho más difícil de lo esperado, en la práctica es mucho más difícil de lograr que proponer
esta vinculación, porque los inversionistas siguen siendo reacios a invertir en zonas inestables; a pesar
de que hay una gran propaganda que las empresas pongan su granito de arena y consideren la posibilidad de arriesgar sus capitales en contextos inestables, en la práctica deciden no hacerlo en buena parte
porque el mundo es suficientemente diverso todavía como para explorar otro tipo de lugares. Este es un
problema recurrente que enfrentan entidades como el Banco Mundial, que tratan de generar condiciones activas a nivel local para que el sector privado cumpla las expectativas de generar empleo, generar
crecimiento por medio de la inversión, pero recurrentemente se encuentra con que finalmente no es el
sector privado el que hace el milagro, sino generalmente son los Estados o la cooperación internacional
los principales financiadores de las tareas de la construcción de paz.
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Una dificultad adicional es la generación de un tipo de activismo empresarial por la paz en el que la
paz se vuelve tema de foros, juntas, encuentros empresariales, pero no pasa de allí: es más difícil logar
que ese activismo se convierta en acciones concretas y sostenibles en el tiempo. Por último, el “círculo
de los convertidos”, es decir, de los empresarios que están convencidos de la importancia de su vinculación en acciones de construcción de paz, es muy difícil de ampliar a la comunidad empresarial en
general, y eso tiene mucho que ver con que desconocemos muchas veces esos fragmentos del sector
privado que son más o menos afines a las difíciles tareas que implica la construcción de paz.
Las anteriores dificultades generan frustración y denuncias de poca voluntad, así como una búsqueda
de fórmulas para innovar en las estrategias para atraer el sector privado. Estas estrategias, considero,
son hasta ahora muy limitadas, pues según mi percepción, hay poca comunicación entre quienes estudian empresas como organizaciones en facultades de administración, y, por ejemplo, quienes estudian
construcción de paz, conflicto armado desde una perspectiva política o sociológica, por lo que se desconocen las tensiones inherentes en los actores y en los factores inherentes a cada uno. Eso obviamente contrasta con los países del norte, donde ya hay un consumidor que premia y que busca y que castiga
empresas que no respetan derechos humanos o que no contribuyen a la construcción de paz y eso es
una diferencia muy importante en contextos. En Colombia, diría yo, no tenemos todavía ni consumidores ni sociedades que exijan sistemáticamente al empresariado colombiano un tipo de participación
positiva o activa en tareas de construcción de paz. Uno va, por ejemplo, al mercado y encuentra que
cierta panela fue producida con apoyo empresarial para sustituir cultivos, pero si esa panela cuesta
más que la otra que es más barata y que, digamos, fue producida violando derechos laborales, sin que
uno se entere, probablemente prefiera la más barata; no hay todavía ese tipo de demanda social que
en otros países sí ha generado un cambio en el comportamiento empresarial frente a estos temas.
En este respecto, durante el gobierno Uribe hubo una apuesta empresarial a la seguridad democrática;
sin embargo, tal apuesta fue crecientemente escéptica, es decir, no es justo ni cierto hoy día, diría yo,
aseverar que el sector privado colombiano estaba comprometido irrestricta e incondicionalmente con
los costos e implicaciones de la seguridad democrática. De hecho, en foros empresariales en los últimos
dos años ha vuelto a empezar a hablarse de la necesidad de buscar soluciones alternas que busquen
negociaciones u otro tipo de aproximaciones, y de hecho hay una participación empresarial creciente,
importante en tareas puntuales de construcción de paz, mucho más de lo que se necesitaría en parte
por las razones que mencioné antes, pero nada despreciable.
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La pregunta puntual que me he hecho es si hay un dividendo para la paz en Colombia, y la primera observación es que resulta difícil de cuantificar. Sobre los costos de la guerra hay mucha más especulación
que certeza y la forma en la cual procedimos en un estudio que publicamos en el 2008, que fue básicamente una encuesta que hicimos a más de 1000 empresas en seis ciudades del país, fue tratar de dividir
en tipos de costos del conflicto. Ello me lleva a las siguientes aseveraciones:
En primer lugar, los costos indirectos, que son difíciles de cuantificar, difíciles de puntualizar y difíciles de
asociar a la generación de acción, son mucho mayores en Colombia que los costos directos. Con costos
indirectos me refiero a efectos como perdida de oportunidades de negocios, incremento en gastos de
seguros y seguridad, disminución de ventas, demoras en la entrega de mercancías, entre otros. Estos
costos se asocian con el conflicto, pero no individualizan el costo, como sí los ataques a las empresas, los
secuestros o los daños de la mercancía; estos costos los sufren mucho menos los empresarios colombianos.
La encuesta recogió una percepción de mejoría en el país frente a la situación de conflicto armado. Lo
interesante en este caso es que aun cuando no están expuestas al conflicto armado colombiano, las
empresas colombianas sí están pagando un costo elevado en términos relacionados con costos de transacción, de inversión y de oportunidades de expansión asociadas al conflicto armado, y ellas mismas lo
identificaron así en ese estudio. En segundo lugar, ese estudio también nos obligó a mirar y a acentuar
la importancia de considerar diferencias de sector, de tamaño de empresas y de ubicación geográfica:
es muy diferente ser una empresa en Cali o en Pasto, que ser una empresa en Bogotá; es muy diferente
estar en el sector financiero que estar en el sector agrícola. Como ya mencioné, parece ser mayor y más
generalizado el costo indirecto que el directo, pero el primero tiene el gran problema de que es volátil,
difícil de medir y sobre todo difícil de atribuir, difícil de movilizar en torno a cosas que son intangibles e
indirectas.
En breve, sí hay un caso que hacer a favor del dividendo de la paz, pero dado que ese dividendo está
disperso en una comunidad muy amplia y multiforme, y además hay circunstancias atenuantes, el sector
privado Colombiano no ha vuelto a ser ese socio que muchos esperan en la construcción de paz, a pesar
del costo que ha pagado sistemáticamente en el conflicto.
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Esta situación también se ve reflejada cuando se hace la pregunta de que en caso de no haber conflicto
armado en Colombia, ¿qué haría diferente en el manejo de su empresa? La respuesta es que todos innovarían más, emplearían más, etc. y si bien hay que tomar este resultado con cautela porque una cosa
es lo que dicen los empresarios al encuestador, y otra cosa lo que deciden hacer finalmente cuando se
enfrentan a esa situación, tal resultado sí muestra el potencial que está siendo desperdiciado por una
situación de conflicto en Colombia.
Entre los retos actuales de investigación cabe mencionar que falta trabajo enfocado en identificar tendencias, fenómenos de financiación de grupos de autodefensas en términos de vinculación a lógicas
económicas regionales, así como investigación sobre responsabilidad social empresarial, en términos
de iniciativas locales que promuevan este tipo de aproximaciones. Se debe averiguar sobre la efectividad y logros o dificultades en apoyo a procesos concretos como el de reintegración y también en cuanto a apoyo a programas de reparación de apoyo a desmovilizados, desplzados o víctimas.
Muchas gracias.
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