MONSEÑOR PROAÑO Y LA CULTURA KICHWA Enero de 2013 Empecemos por conocer a Leonidas Proaño, de manera más clara y sencilla. A veces lo más claro y sencillo pasa sin darnos cuenta. Leonidas Proaño fue en primer lugar, un mestizo, sus apellidos lo dicen: Proaño Villalba. Todos sabemos que nuestro mestizaje se compone de dos raíces: la raíz autóctona, india y aquella raíz ibérica o española, que nos ha puesto apellidos foráneos. Para ser más precisos, nuestra raíz autóctona, india, en esta parte de los Andes, es kichwa por excelencia, lo cual nos diferencia de otros grupos. Y nuestra raíz ibérica podría tener mucho de árabe, o quizá vasco, o celta o gallego, en fin, porque aquella raíz era todavía más mestiza que nosotros mismos. Ahora bien, de algún modo es distinto si decimos mestizo del Napo que si decimos mestizo de Imbabura, por las realidades geográficas, humanas, históricas y socio-económicas a que hacemos referencia con cada una de esas diferencias. Leonidas Proaño era un mestizo de Imbabura. El nombre Imbabura nos recuerda también que para los andinos, cada una de las grandes montañas, nevados o volcanes, representa un personaje simbólico muy importante en nuestro pensamiento y espiritualidad. Un amigo kichwa me preguntó una vez, ¿cuál es tu tótem? Y yo, como buena mestiza, nunca pude responderle. Felizmente él me ayudó a comprender que a pesar de ser mestiza y por el hecho de tener esa raíz kichwa, de Pichincha, en mi caso, mi tótem debía ser con toda seguridad el volcán Pichincha. Esa fue una revelación para mí y bajo esa mirada es que veo ahora a Leonidas Proaño, un mestizo, con su tótem, el Taita Imbabura. Felizmente hay misterios humanos que todavía no han sido revelados a todos, hechos que no dependen de nuestra razón sino que existen a pesar de nosotros mismos y aún sin conocerlo. Este es el caso del tótem. Lo ha estudiado el célebre Sigmund Freud, ya hace bastantes años: en su libro “Tótem y Tabú” en donde explica claramente que el tótem es una relación simbólica, o sea espiritual, entre los hombres y mujeres de un grupo humano, con un animal, una planta o una fuerza natural, en especial, al cual le creen su antepasado y su espíritu protector. Esto resulta ser el Taita Imbabura para Proaño, es su tótem y para todos aquellos que se pertenecen a esta tierra donde, el Imbabura, preside la vida. ¿Qué le ha dado el tótem al individuo Leonidas Proaño? Le ha dado la sabiduría para honrar la tierra y la madre naturaleza, a tal punto que, Proaño pidió expresamente que sus restos 1 MONSEÑOR PROAÑO Y LA CULTURA KICHWA Enero de 2013 descansen en Pukawaiku, a las faldas de la montaña sagrada. Éste es su hogar, su paraíso y su morada eterna. El hijo vuelve al Taita a la hora definitiva de la muerte, para vivir su otra vida. Por eso, Proaño valoró inmensamente a aquel pueblo que honraba la tierra, muestra palpable de su tótem, que la asumía como su Mama. O sea que valoraba al pueblo kichwa que todavía sabe cómo aprovechar la tierra y al mismo tiempo cuidarla, a través de sus relaciones humanas, en sus familias, en la producción, algunos trabajándola directamente, otros celebrándola en los ritos y costumbres de su cultura, es decir, reproduciendo los valores culturales kichwas. Por esta razón sería distinto decir que Leonidas Proaño era un mestizo del Napo. Probablemente en ese caso, su tótem habría sido otro: el jaguar, el agua quizá y su historia de lucha habría sido también diferente. Pasemos entonces a otro elemento que también está presente, cual es, que Leonidas Proaño era pobre. Ahí sí que casi todos podemos darnos cuenta de que si hubiésemos sido dueños de hacienda en el mismo lugar donde hemos nacido, quizá hoy en día tendríamos bajo nuestro mando a una cuadrilla de trabajadores ganando para nosotros los recursos que quizá nunca repartiríamos equitativamente, ¿verdad? Pero no, Leonidas Proaño era pobre, de una familia pobre de San Antonio de Ibarra, familia de artesanos sombrereros, trabajadores incansables que buscaban el sustento diario con su trabajo. Justamente esta realidad le dio a Leonidas pocas opciones para su realización personal: él quería ser pintor inicialmente, sin embargo, su pobreza, la humildad católica en la que le formó su familia, la sensibilidad hacia las necesidades de su prójimo y entre ellas las de sus propios padres, le encaminaron casi automáticamente hacia el sacerdocio y dentro de él a la docencia. Habría sido extraño, entonces, que con esas circunstancias de vida, hubiésemos tenido a un Leonidas Proaño banquero o quizá corredor de apuestas, ¿verdad? Para felicidad de las generaciones de jóvenes y comunidades enteras que luego pudieron conocerlo, tuvimos a un Leonidas Proaño mestizo de Imbabura, pobre, sacerdote y maestro. Tenía 44 años cuando fue consagrado obispo en la Catedral de Ibarra y destinado a la Diócesis de Riobamba. Dejar su sitio vital, el sagrado lugar de su origen, es decir a donde él pertenecía, su patria, no fue fácil para un hombre como él, sensible a la realidad y al espíritu. “Adiós, oh patria mía” escribía en un verso que sería al final, su boleto de regreso. Pero se llevaba la dulzura de los campos consigo, la experiencia vital del respeto a los diferentes, los kichwas de 2 MONSEÑOR PROAÑO Y LA CULTURA KICHWA Enero de 2013 Imbabura, con quienes había compartido juegos, ritos, cantos y esa vocación permanente de reciprocidad y respeto a la tierra. Ser nombrado Obispo de Riobamba rompía entonces los límites que conocía, significaba tener algo de poder para cambiar vidas, realidades y proyectos. Significaba tener entre sus manos un pueblo también kichwa, en algo similar, en mucho diferente al que ya conocía; significaba emprender un camino de acción y sacrificio, que le mostraba los abismos así como las cumbres, es decir, una vida fácil y de lujos o una vida entregada a los más pobres. Ante una decisión como esas, inclusive nosotros, los simples humanos, justificamos cuando alguien toma la opción más lógica. Decimos popularmente: “ni que fuera gil” y entonces nos parece normal que un líder de cualquier especie, acepte los nombramientos, los altos cargos, las representaciones, los premios y las lisonjas y, como decía mi abuelita: “date fama y échate a la cama”. Lo que sería igual que decir que Leonidas Proaño hubiera aceptado el Obispado de Riobamba y se hubiera dormido en sus laureles para dejar que nada cambie y que siga como hasta entonces. Ahí sí, lo que antes parecía la cumbre del éxito personal, hubiera sido el abismo para la vida. La verdadera cumbre, por el contrario, significaba trabajar febrilmente para que la realidad cambie; aprovechar todo recurso para provocar que las aguas mansas del lago se agiten y se conviertan en marejadas. La cumbre significaba enlazar su poderosa fe cristiana, con la fuerza ancestral de la vida, guardada celosamente por el pueblo kichwa del Chimborazo. Significaba humildemente observar, analizar lo observado y construir un camino para transitarlo, nunca solo, imposible. Un líder jamás construye un camino para sí sino que lo hace con los que le acompañan y para los que vienen detrás. El mismo nos diría en una ocasión: “… Una sola persona puede hacer un camino, pero es mejor hacerlo entre varios…” Entonces puso en práctica su famoso y muy efectivo método didáctico: “Ver, juzgar y actuar”, lo ensayó consigo mismo y se puso a recorrer todas las comunidades de la provincia de Chimborazo, una a una, comuna tras comuna kichwa, donde la miseria, la injusticia y el sometimiento habían hecho su territorio. “…los que aparecían en el escenario del dolor ecuatoriano, casi sin redención posible”… decía Don Aníbal Oña, refiriéndose al pueblo kichwa del Chimborazo. Por su parte, Ludovic Rebillard, sostenía: “Pero su alma de pastor está más impresionada por la realidad que descubre, el contraste entre la realidad del indio de esta provincia y aquella de su diócesis de origen”. 3 MONSEÑOR PROAÑO Y LA CULTURA KICHWA Enero de 2013 En esos recorridos por Chimborazo refuerza aquello más primordial que se escondía bajo una gruesa capa de miseria, olvido e ignorancia: los valores propios de la cultura kichwa; conviviendo con ellos es que advierte que su espiritualidad nativa ha sido bien protegida del impacto de la civilización occidental y sigue manifestándose en el amor, el cuidado y el respeto por la Pachamama, por la tierra de sus ancestros, por la manifestación de su tótem, en ese caso el Taita Chimborazo. Proaño siente que los kichwas veneran y honran a la tierra en las relaciones de sus hijos, los hijos naturales de la tierra, las comunidades, quienes comparten los frutos, quienes no la empobrecen, no la venden, no la dañan y la trabajan y cuidan con ecología, es decir guardando la armonía entre todos los seres vivos que la habitan. Ese término, ecología, que el mundo occidental cree haberlo inventado, fue vivido y practicado por el pueblo kichwa dende hace cientos de años. Proaño descubre que la reciprocidad existe no como una fórmula, sino como una verdad: los unos ocupándose de los otros porque se saben hermanos de la misma madre tierra, como las ñañas que se hacen cargo de todos los niños de la comunidad mientras los padres están fuera. Entonces el Obispo juzga que estas manifestaciones de la cultura ancestral, más allá del vestido, las fiestas multicolores y lo aparentemente pintoresco, juzga que esos valores que con la conquista pretendieron borrar, que dejamos de practicarlos aún sin conocerlos y que con el mestizaje y la civilización, dejamos olvidados en el fondo de nuestra raíz, juzga que no es tarde para tratar de recuperarlos, pero que, antes, hace falta dar un paso fundamental, cual es, devolver a los guardianes de esos valores que no saben que lo son, la dignidad de reconocerse como los verdaderos defensores de la vida y la transformación. Entonces, el Obispo Proaño actúa. Toma acciones para lograrlo. Para empezar devuelve demasiadas tierras de la diócesis de Riobamba a sus verdaderos dueños, los kichwas. Después abre la ventana de la comunicación fundando la Escuela Radiofónica con la que alfabetiza en kichwa y en castellano a las comunidades y en esos programas, a más de la catequesis -que era su motivación- habla sobre esos valores que antes a nadie se le había ocurrido revelar; que estaban allí, pero por ancestral y contundente resistencia, se negaban a ser pisoteados por el mundo de afuera del páramo y la comunidad, el mundo de lejos de las montañas. ¿Se acuerdan de esa decisión que Proaño debía tomar entre el abismo y la cumbre? En Chimborazo esa decisión se hizo de carne y hueso cuando se decidió finalmente por la cumbre del poder pero dándole totalmente otro sentido: volcó todo su esfuerzo, su lucha y su sacrificio para lograr su gran sueño: que la unión entre la fe católica y el descubrimiento de los valores 4 MONSEÑOR PROAÑO Y LA CULTURA KICHWA Enero de 2013 vitales de la cultura kichwa sean propicios para logra una iglesia nueva con opción por los pobres. Algo, sin embargo, se quedó en el camino: aunque dejara sembradas las semillas de la revalorización de la cultura kichwa como tal, no pudo avanzar en su cultivo dándoles el primer lugar. Dejó sembradas las semillas para que sean sus propios hijos, los kichwas, quienes, a través de la organización social y política de sus pueblos, redescubran y revaloricen los valores culturales que les conforman como nacionalidades autónomas, libres y dignas. ¿Dónde están los líderes y el pueblo kichwa que busquen volver a juntar a la Mama con sus hijos? No podíamos esperar que Leonidas Proaño, el mestizo de Imbabura, pobre, sacerdote y maestro hubiese podido realizar todos los trabajos. Él era un líder que caminaba con todos y abría el camino para todos. Inclusive a los mestizos, a algunos, nos ha mostrado la necesidad y la importancia de volver los ojos a nuestra raíz ancestral para reconocer, como el mismo diría que, “Nuestro ser indígena puede contribuir a la redención del mundo occidentalizado y capitalista. Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde, antes de que la ambición y la locura de unos pocos hombres conviertan a nuestro planeta Tierra en una luna muerta, en un cementerio del espacio”. Es hora ya de que las comunidades kichwas al mismo tiempo de practicarlos, estudien su lengua, sus costumbres, sus ritos y su espiritualidad, no solo a través de las cámaras de cine y televisión ni de los programas de turismo y folcklor, sino que los investiguen y estudien para estar más cercanos a la verdad, para que construir su propia historia, su teología, su educación, su jurisprudencia, su política y su vida diversa. Ya es hora también de que, la cultura mestiza occidentalizada deje de pensar que es intercultural pues no lo es ni lo será mientras los mestizos no hablemos kichwa o las otras lenguas de las nacionalidades que conforman nuestro Estado. Es hora ya de que la cultura kichwa esté tan valorizada y protegida por sus propios hijos que nos enseñen a los que no lo somos, a los mestizos y a los de otras culturas, los valores que van a lograr la sobrevivencia de toda la humanidad y del planeta. Es hora ya de que construyamos juntos el camino hacia la tierra, hacia la Pachamama. Por: Adela De Labastida C. 30/01/2013 5