Clase N 1

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Clase N 1. Revisión de algunas ideas claves de la
pragmática inglesa clásica e introducción del debate
Hay algunas nociones claves que se toman de la pragmática
clásica, y que es necesario tener en claro. Consideraremos las
siguientes: (i) la distinción entre contenido proposicional y
fuerza ilocucionaria, y especialmente la noción de fuerza
ilocucionaria o acto ilocucionario (Austin), (ii) la noción de
intención comunicativa (Grice) y (iii) la distinción entre lo
dicho literalmente y lo comunicado, y en particular, lo
implicaturado conversacionalmente (Grice).
Según la teoría de los actos de habla de Austin [Austin
1962], la realización de un acto de habla involucra en
realidad la realización de tres actos distintos o tiene
fundamentalmente tres aspectos distintos y excluyentes entre
sí:
(1)
el acto locucionario o la dimensión locucionaria:
acto de decir algo o lo dicho al decir algo, es decir, el
contenido proposicional del acto (el contenido en
cuestión tiene a su vez una dimensión fonética, que
comprende los sonidos emitidos, una dimensión fática, que
comprende una determinada forma sintáctica, y una
dimensión rética, que comprende el significado)
(2)
el acto ilocucionario o la dimensión ilocucionaria:
acto de hacer algo al decir algo, que no es usualmente
descripto en términos lingüísticos y que se realiza
conforme a una convención que es distinta de las
convenciones que gobiernan los significados lingüísticos;
es condición suficiente pero no necesaria de que un verbo
sea el nombre de un género de acto ilocucionario el que
pueda considerarse lo que Austin llama ‘un realizativo
explícito’
(3)
el acto perlocucionario o la dimensión
perlocucionaria: acto de hacer algo por (el hecho de)
decir algo, intencional o no intencionalmente,
independientemente de toda convención establecida
Ejemplo: “Los declaro marido y mujer”, dicho por un juez de
paz en un registro civil. Este acto comprende (1) el acto de
decir algo con un cierto contenido proposicional, (2) el acto
de hacer otra cosa al decir algo con ese contenido en
determinado contexto, es decir, casar a las dos personas
involucradas (lo cual depende claramente de haber respetado
cierto procedimiento convencional preexistente que no es
meramente una convención lingüística) y (3) otros actos que se
realizan como consecuencia de ello, a saber, por ejemplo,
causar un profundo dolor a cierto miembro de la audiencia
vinculado afectivamente con uno de los participantes en la
ceremonia (lo cual no depende en absoluto de haber respetado
determinada convención preexistente).
La noción austiniana de fuerza ilocucionaria presenta
ciertos problemas derivados del hecho de que no siempre parece
haber convenciones involucradas más allá de las que
constituyen los significados lingüísticos. Por ejemplo, ¿qué
convención involucra el acto de advertir? Además, no parece
haber modo de distinguir en términos de convenciones
involucradas entre dos emisiones distintas de “No te vayas!”,
una que constituye un ruego y otra que constituye una orden
(es decir, una cuya fuerza ilocucionaria es la de un ruego y
otra cuya fuerza es la de una orden). Véase al respecto el
siguiente texto de Strawson:
Pero parece igualmente claro, aunque las circunstancias de emisión
sean siempre relevantes para la determinación de la fuerza
ilocucionaria de una emisión, que existen muchos casos en los que un
acto ilocucionario no se realiza conforme a una convención aceptada
de ningún género (aparte de aquellas convenciones lingüísticas que
ayudan a fijar el significado de la emisión). Esto es, parece claro
que hay muchos casos en los que la fuerza ilocucionaria de una
emisión, aunque no esté agotada por su significado, no se debe a
convenciones distintas de aquellas que ayudan a darle su
significado. Seguramente, hay muchos casos en los que decir ‘El
hielo de ahí es muy fino’ a un patinador es proferir una advertencia
(es decir algo con la fuerza de una advertencia) sin que sea el caso
de que haya ninguna convención enunciable en absoluto (distinta de
aquéllas que forman parte de la naturaleza del acto locucionario)
tal que pueda decirse que el acto del hablante es un acto llevado a
cabo conforme a esa convención. (p. 176)
Esto ha llevado a pensar que en la determinación de la fuerza
ilocucionaria de un acto de habla intervienen, más de lo que
Austin pensaba, las intenciones del hablante (aunque no las
mismas que determinan el contenido proposicional, por
supuesto, pues de ese modo nuevamente colapsarían el contenido
y la fuerza, dos dimensiones que Austin quiere mantener
rigurosamente separadas).
Esto nos lleva a la segunda noción que quiero revisar hoy,
a saber, la noción griceana de intención comunicativa [Grice
1948, 1957, 1967]. Como es sabido, Grice define la acción de
significar o querer decir algo mediante la realización de
cierta acción (que, en el caso del lenguaje, constituye la
emisión de un determinado enunciado) en términos de la noción
de intención comunicativa, intención compleja que equivale a
un conjunto de intenciones:
H quiere decir algo no naturalmente mediante el enunciado X ssi H
intenta (i1) producir mediante la emisión X cierta respuesta r en un
auditorio A, intenta (i2) que A reconozca su intención i1 e intenta
(i3) que ese reconocimiento por parte de A funcione como la razón de
A, o como una parte de su razón, para su respuesta r.
Más allá de que algunos filósofos piensen que este análisis no
es lo suficientemente complejo como para captar el concepto de
significar o querer decir, el punto que quiero destacar es
que, de acuerdo con él, el significado (en sentido austiniano,
es decir, el contenido proposicional) de un enunciado puede
definirse en términos de un conjunto de intenciones que
constituyen lo que Grice denomina ‘una intención comunicativa’
–dado que el significado convencional de un enunciado se
deriva del significado ocasional del hablante captado en la
definición anterior. De este modo, lo dicho se relaciona con
lo significado por el hablante por medio de una implicación
(el saying-meaning entailment): si un hablante dice que p,
entonces significa (o tiene la intención de decir) que p.1
Ahora bien, esta idea griceana, independientemente de que se
considere que está a la base del significado convencional, es
comúnmente utilizada para determinar la fuerza ilocucionaria
de un determinado enunciado –de hecho, lo que Grice llama
‘significar’ involucra tanto un acto locucionario (un
contenido proposicional) como uno ilocucionario (una fuerza).
Dicho de otro modo, uno puede articular la distinción
austiniana con la explicación griceana, y obtener de ese modo
una visión más rica de lo que constituye un acto de habla. De
acuerdo con esto, decir algo con una cierta fuerza
ilocucionaria es tener una intención comunicativa de tipo
griceano (que involucra cierto contenido proposicional).
Esto permite diferenciar claramente entre la intención
constitutiva de la fuerza ilocucionaria y otras intenciones
que no lo son (y que pueden considerarse, en cambio,
constitutivas de la dimensión perlocucionaria): la primera es
una intención comunicativa (es decir, una intención de
producir un efecto en la audiencia mediante el reconocimiento
de dicha intención por parte de aquélla, y no de otra manera)
mientras que las otras no lo son (es decir, son intenciones de
producir efectos de cualquier otra manera). Véase, como
ejemplo de este punto, la diferencia entre advertir y
jactarse, destacada por Strawson [Strawson 1964]:
Así pues, en el caso en el
también te advierto que p,
reconozcas (e intento que
reconocidas) están no sólo
1
que no solamente te informo sino que
entre las intenciones que intento que
reconozcas como que he intentado que sean
conseguir tu creencia de que p, sino
Esto no implica que lo dicho sea siempre el objeto primario de la
intención comunicativa del hablante; como se verá más adelante, en
los casos de implicatura, el objeto central de dicha intención suele
ser la proposición implicaturada, mientras que la proposición dicha
es sólo un objeto secundario de la misma.
también la intención de conseguir que tú estés sobre aviso respecto
a los peligros de p. La diferencia (una de las diferencias) entre
jactarse y advertir es que tu reconocimiento de mi intención de
ponerte en guardia puede muy bien contribuir a ponerte en guardia
mientras que tu reconocimiento de mi intención de impresionarte no
contribuye igualmente a mi acción de impresionarte (o no de la
manera como lo he intentado). Pp. 185-186
De este modo, puede considerarse que hay dos tipos de casos
extremos (y entre ellos, varios casos intermedios): (1)
aquellos actos de habla (o, más en general, actos de
significar o querer decir) en los que intervienen
convenciones, en los que las intenciones comunicativas sólo
pueden cumplirse si se respetan ciertos procedimientos
convencionales que las ponen en práctica de manera regular, y
(2) aquéllos en donde el éxito del acto depende exclusivamente
de la comprensión de las correspondientes intenciones
comunicativas.
Con todo, podemos quizá extraer de nuestra consideración de los dos
tipos de casos opuestos algo que es común a ambos y a los restantes
tipos que están situados entre ellos, puesto que la fuerza
ilocucionaria de una emisón es esencialmente algo que se intenta que
sea comprendido. Y la comprensión de la fuerza de una emisión en
todos los casos implica reconocer lo que puede llamarse de modo
general una intención dirigida a un auditorio y el que se la
reconozca como totalmente abierta, como se intenta que sea
reconocida. Es quizás este hecho el que está a la base de la
posibilidad general de la fórmula realizativa explícita… p. 192
De esto se desprende que es erróneo considerar, como hace
Austin, que el acto ilocucionario es un acto esencialmente
convencional.
Finalmente, la tercera noción que me interesa destacar es
la distinción griceana entre decir e implicaturar (o sugerir o
significar). De acuerdo con ella, cuando hablamos comunicamos
más que lo que decimos literalmente. Por un lado, lo que uno
dice literalmente o lo dicho literalmente mediante la emisión
de un enunciado está vinculado al significado convencional de
la oración usada, si bien una especificación completa requiere
tomar en cuenta las circunstancias de emisión (para poder
saturar indéxicos y desambiguar ciertas palabras, así como
determinar la referencia de otras). Por otro lado, lo que uno
implicatura o lo implicaturado puede estar determinado por el
significado convencional de las palabras utilizadas
(implicatura convencional) o puede no estarlo (implicatura
conversacional). Como ejemplo del primer caso, tómese en
cuenta uno de los ejemplos de Grice: ‘Juan es inglés; por lo
tanto, es valiente’, donde la proposición de que Juan es
valiente porque es inglés no es parte de lo dicho sino de lo
implicaturado convencionalmente en virtud del significado
convencional de ‘por lo tanto’.
El análisis de las implicaturas conversacionales involucra
comprender el concepto de conversación como una actividad
racional, que persigue un cierto fin y que es esencialmente
cooperativa (al igual que muchas otras actividades humanas).
Una conversación es entonces un tipo de actividad racional
guiada por el Principio de Cooperación y sus máximas (de
cantidad, calidad, relación y modo). Tales máximas se pueden
violar de distintas maneras, generándose por consiguiente
implicaturas conversacionales. Sin embargo, hay una manera, a
saber, lo que Grice denomina ‘explotar una máxima’, esto es,
violarla de manera flagrante sin tener una razón aparente para
hacerlo, que es la manera más característica de generar las
implicaturas mencionadas. Esto da lugar a la caracterización
buscada en los siguientes términos:
A man who, by saying (or making as if to say) that p has implicated
that q, may be said to have conversationally implicated that q,
provided that (1) he is to be presumed to be observing the
conversational maxims, or at least the Cooperative Principle; (2)
the supposition that he is aware that, or thinks that, q is required
in order to make his saying or making as if to say p consistent
whith this presumption; and (3) the speaker thinks (and would expect
the hearer to think that he thinks) that it is within the competence
of the hearer to work out, or grasp intuitively, that the
supposition mentioned in (2) is required. P. 31
Grice aclara que tales implicaturas deben ser derivadas, a
partir de los significados convencionales de las palabras
utilizadas, el Ppio Cooperativo y sus máximas, el contexto
lingüístico y general, otros elementos del marco que son
objeto de conocimiento y el conocimiento por parte de todos
del Ppio de conocimiento mutuo.
Es posible distinguir las IC particularizadas (casos en los
que la implicatura está determinada por decir que p en una
ocasión particular, en virtud de rasgos especiales de ese
contexto) y las IC generalizadas, casos en los que el uso de
ciertas palabras normalmente acarrea tal o cual implicatura.
Como ejemplo de IC generalizada, mencionaré el tipo de
implicatura determinada por el uso de artículos
indeterminantes tales como ‘un’ o ‘una’: la implicatura es que
se trata de una persona u objeto relacionada de una manera
remota con una persona identificada en el contexto.
When someone by using the form of an expression an X implicates that
the X does not belong to or is not otherwise closely connected with
some identifiable person, the implicature is present because the
speaker has failed to be specific in a way in which he may have been
expected to be specific, with the consequence that it is likely to
be assumed that he is not in a position to be specific. This is a
familiar implicature situation and is classifiable as a failure, for
one reason or another, to fulfill the first maxim of Quantity.p. 38
Si yo digo ‘Patricia va a salir con un hombre’, implicaturo
‘Patricia va a salir con un hombre desconocido, que no es su
novio, su marido, su hijo ni su padre’: el punto es que violo
flagrantemente la Máxima de Cantidad y para restablecer el
respeto del Ppio Cooperativo es preciso presuponer que no
estaba en condiciones de dar, por ejemplo, el nombre de la
persona en cuestión o de describirlo de alguna manera, por lo
que lo que quise decir es que se trata de alguien desconocido
por ella.
Otras características:
(i) las ICG pueden, como las otras, ser canceladas
(especificando, por ejemplo, que uno no está
respetando el Ppio Coop.)
(ii) las ICG son ‘nondetachables’ o no separables: en la
medida en que su derivabilidad requiere sólo del
conocimiento de lo que se dijo y que la forma de la
expresión no juega papel alguno en la derivación, no
será posible encontrar otra manera de decir lo mismo
que carezca de la implicatura en cuestión (Atención:
la no separabilidad no es condición ni necesaria ni
suficiente para la presencia de una IC pues puede
haber IC que sean separables y las implicaturas
convencionales son no separables)
(iii) las ICG no son parte del significado de la expresión,
dado que se derivan a partir de lo dicho
De este modo, según Grice, es posible hacer la siguiente
distinción (si bien hay casos en los que alguno de estos
elementos puede faltar):
(1)
(2)
(3)
lo dicho
lo implicaturado convencionalmente
lo implicaturado conversacionalmente
Mientras que (1) y (2) forman parte del significado y la
fuerza convencionales del enunciado, (3) involucra un elemento
pragmático que no forma parte del significado convencional.
De acuerdo con esta imagen, hay una noción de lo dicho
entendido como (i) un contenido proposicional mínimo que
constituye las condiciones de verdad del enunciado y (ii) que
está semánticamente determinado (es decir, determinado por el
significado y la fuerza convencionales de las expresiones
utilizadas). De este modo, la pragmática toma como input un
enunciado con condiciones de verdad semánticamente
determinadas. Hay entonces una clara distinción entre lo
semánticamente determinado y lo pragmáticamente determinado y,
por tanto, entre lo que compete a la semántica y lo que
compete a la pragmática.
En otros términos, según la imagen griceana, es posible
adscribir contenido veritativo-condicional (la propiedad de
decir algo o expresar una proposición) a las oraciones del
lenguaje natural, independientemente de los actos de habla en
los que son usadas. El debate que vamos a ver cuestiona esta
imagen: en él aparecen distintas defensas de la idea de que
sólo los actos de habla, es decir, las oraciones en contexto,
tienen contenido veritativo-condicional en un sentido básico y
no derivado. Las posiciones que vamos a analizar podrían ser
ordenadas de acuerdo con el siguiente esquema:
(1)
literalismo griceano:
las condiciones de verdad de una oración son fijadas por
las reglas del lenguaje (en relación a un contexto),
independientemente del significado del hablante
(2)
posiciones neo-griceanas (el nuevo literalismo):
(2.1) sincretismo moderado y radical (Bach, Soames,
Salmon, Cappelen y LePore):
los procesos pragmáticos opcionales no afectan lo
estricta y literalmente dicho (aunque sí afectan a lo
dicho en sentido intuitivo)
(2.2) indexicalismo (Stanley)
todos los procesos pragmáticos son una instancia de
saturación (el significado del hablante juega un papel
pero sólo cuando hay un ‘slot’ en la forma lógica)
(3)
contextualismo:
los procesos pragmáticos opcionales determinan la
constitución de lo dicho
(3.1) contextualismo moderado o cuasi-contextualismo
(Recanati, Sperber & Wilson):
la proposición mínima es teóricamente inútil (no cumple
ningún papel explicativo de la comunicación)
(3.2) contextualismo extremo (Travis, Searle, Carston):
la proposición mínima es ininteligible (sin intrusiones
pragmáticas de la variedad opcional, no se expresa
ninguna proposición determinada)
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