Unidad temática II Hechos y actos jurídicos por Cristian E. Fabris 1. HECHOS JURIDICOS. CONCEPTO. CLASIFICACION 1,1. LOS HECHOS EN GENERAL Velez Sarsfield, en la nota a la sección segunda del Libro segundo del Código Civil, siguiendo a Ortolan, dice: "...que «hecho», que por su etimología supondría una acción del hombre, se tomo en el lenguaje jurídico en su sentido más amplio, como designando un suceso cualquiera, que ocurra en el mundo de nuestras percepciones... El hecho puede producirse, ya por una causa que se halle enteramente fuera del hombre, y a la que éste no haya podido ni auxiliar ni poner obstáculo, ya con participación directa o indirecta del hombre, y ya finalmente por efecto inmediato de su voluntad... Si los derechos nacen, si se modifican, si se transfieren de una persona a otra, si se extinguen, es siempre consecuencia o por medio de un hecho. No hay derecho que no provenga de un hecho, y precisamente de la variedad de hechos procede la variedad de derechos." Toda norma o precepto jurídico muestra dos partes perfectamente diferenciadas pero inescindiblemente vinculadas. La primera está constituida por el o los hechos abstractos; si éstos se configuran en la realidad, debe producirse el efecto previsto en la segunda parte de la norma jurídica. Esa hipótesis, situación o circunstancia de tiempo, lugar y modo, simple o compleja a que la norma se refiere, es el presupuesto fáctico abstracto que se transforma en hecho jurídico cuando se concreta en la realidad existencial. Veamos un ejemplo: dice el art. 900, C. Civ.: "Los hechos que fueran ejecutados sin discernimiento, intención y libertad" (primera parte de la norma: presupuesto fáctico abstracto; fattispecie, para la doctrina italiana, o tatbestand para la doctrina alemana), "no producen por sí obligación alguna" (segunda parte de la norma: la consecuencia jurídica, el deber ser o efecto jurídico) (1). Entonces, si el factum o hechos realmente ocurridos coinciden más o menos con el presupuesto fáctico abstracto (enunciado declarativo o descriptivo) previsto por la norma, se producirá la consecuencia jurídica también determinada por la ley. En tal sentido, Llambias sostiene que: "Existe una indestructible lógica entre la parte fáctica y la parte dispositiva de la norma, de manera que, producido el factum, se seguirá inexorablemente el efecto impuesto por la regla jurídica. Y sucesivamente, una vez establecida la consecuencia o situación jurídica consecuente, permanecerá ella inalterada en el tiempo mientras no acaezca otro factum dotado de fuerza modificatoria o extintiva de la situación jurídica existente. Tal el principio de inercia jurídica." (2) 1,2. HECHOS JURIDICOS. CONCEPTO Conforme a lo dispuesto en el art. 896, C. Civ., "los hechos de que trata en esta parte del Código son todos los acontecimientos susceptibles de producir alguna adquisición, modificación, transferencia o extinción de los derechos u obligaciones". Es decir que los hechos que interesan al derecho son los que tienen virtualidad de causar un efecto jurídico (3) o "es un acontecimiento cualquiera, una circunstancia a la cual el ordenamiento vincula el surgimiento de consecuencias jurídicas" (4). La nota que caracteriza al hecho como causa productora de derechos es su estrecha vinculación con el ordenamiento jurídico, el cual, en definitiva, le reconoce la prerrogativa de generar consecuencias jurídicas, como son, adquirir, modificar, transferir o extinguir derechos u obligaciones. Sentado ello, la adquisición de un derecho se produce cuando un hecho tiene la virtualidad jurídica suficiente para que un sujeto sea su titular. La extinción "es la destrucción o consunción de un derecho que deja de existir para el titular sin que comience a existir para alguna otra persona, por ejemplo, destrucción de una cosa, agotamiento de una prerrogativa jurídica. Pérdida es la separación del derecho de su actual titular, que no impide una ulterior adquisición a favor de otra persona" (5). La modificación se relaciona con hechos que originan cambios, alteraciones, variaciones, incrementos o disminuciones de un derecho por múltiples razones o circunstancias; su variedad se encuentra estrechamente vinculada a la existencia de infinitos hechos que producen esas consecuencias jurídicas. La transferencia es la adquisición derivada, esto es, cuando la adquisición de un derecho proviene de otro sujeto que era su titular; se reconoce como antecedente una relación jurídica preexistente. La adquisición es originaria cuando el derecho es independiente de cualquier relación jurídica; es autónomo (apropiación de una cosa sin dueño) (6). 1,2,1. CLASIFICACION Se clasifica a los hechos jurídicos, en función de la causa que los origina, en humanos y naturales. Son humanos los hechos jurídicos originados por la actividad del hombre. Y se denominan naturales cuando acaecen independientemente de la actividad humana. a) "Los hechos humanos son voluntarios o involuntarios. Los hechos se juzgan voluntarios, si son ejecutados con discernimiento, intención y libertad" (art. 897, C. Civ.). Si falta algún elemento (discernimiento, intención o libertad) el autor del hecho carece de responsabilidad (art. 900, C. Civ.), y se reputa como un hecho involuntario o acontecimiento fortuito (7). • "Los hechos voluntarios son lícitos o ilícitos. Son actos lícitos, las acciones voluntarias no prohibidas por la ley..." (art. 898, C. Civ.). Son ilícitos los hechos desplegados contra la ley; cuando causan un daño y perjuicio atribuible al sujeto en razón de su culpa o dolo, originan la obligación legal de indemnizar al damnificado (arts. 898, 1066 y 1067, C. Civ.). A su vez, se pueden subdividir en delitos (los realizados con dolo: intención de dañar) y en cuasidelitos (los realizados con culpa: se viola el mandato de la ley, sin querer hacerlo). Spota agrega a esta subclasificación los abusivos (art. 1071, segundo párrafo, C. Civ.). • Los hechos voluntarios lícitos, a su vez, se dividen según tengan por finalidad producir un efecto jurídico o no. Los primeros se denominan actos jurídicos y los segundos "simples actos" (ejemplo, la práctica de cualquier deporte amateur) (8). b) Los naturales son todos aquellos que acaecen sin intervención del hombre. Así, por ejemplo, un granizo que destruye una cosecha y puede hacer nacer el derecho a una indemnización si la cosecha hubiera estado asegurada contra ese riesgo (9). 2. ACTOS JURIDICOS. CONCEPTO. ELEMENTOS 2,1. CONCEPTO Son actos jurídicos "los actos voluntarios lícitos que tengan por fin inmediato establecer entre las personas relaciones jurídicas, crear, modificar, transferir, conservar o aniquilar derechos" (art. 944, C. Civ.). El precepto o norma legal transcripta con anterioridad sigue los lineamientos establecidos por el art. 437 del Esbozo de Freitas, el cual fue tomado como modelo de codificación por Velez Sarsfield. Sin perjuicio de lo dicho, es bueno recordar lo que enseña Llambias: "El concepto de acto jurídico, ya bajo esta denominación o la de negocio jurídico, utilizada en Alemania, Italia y España, es una elaboración de la ciencia jurídica universal que muestra unánime coincidencia, razón por la cual Orgaz lo conceptúa como el conjunto de circunstancias en que se contiene una o varias manifestaciones de voluntad privada, que debe producir determinadas consecuencias jurídicas de conformidad con la ley y con el querer de los otorgantes." (10) 2,1,1. CARACTERES De la definición legal resultan los siguientes caracteres del acto jurídico: a) son hechos humanos; b) son voluntarios; c) son lícitos; d) tienen por fin inmediato o específico: la producción de efectos jurídicos; ello lo distingue de cualquier otro acto voluntario lícito. 2,1,2. ELEMENTOS ESENCIALES Como lo hace la mayoría de los autores, podemos decir que el sujeto, el objeto y la forma son los elementos del acto jurídico. El sujeto o sujetos son las personas que intervienen en el acto o negocio jurídico a quienes se les atribuye el efecto jurídico que necesariamente se produce. A su vez, puede ser que los sujetos actúen a través de representantes legales (los padres en el ejercicio de la patria potestad; el presidente del directorio en la sociedad anónima: art. 268 de la Ley de Sociedades Comerciales, etc.) o de representantes voluntarios (mandato, arts. 1869 y sigtes., C. Civ.). También hay que tener en consideración a los terceros, que son aquellas personas que si bien pueden intervenir incidentalmente en el acto (escribano, testigos, representante voluntario) no resultan alcanzados por los efectos del mismo. Cabe distinguir dentro de esta categoría a los sucesores universales, que son aquellos a quienes se transmite el todo o una parte alícuota del patrimonio de una persona muerta; a los sucesores a título singular, a quienes se les transmite parte o todos los bienes del patrimonio de algún sujeto del acto jurídico (p. ej.: comprador, donatario, etc.); y los acreedores, que son personas que tienen algún interés o derecho para solicitar alguna cosa o servicio de cualesquiera de los sujetos del acto jurídico. El objeto del acto jurídico es la materia sobre la cual recae, o a la cual tiende, la voluntad del sujeto (Llambias). Se define en general en el art. 953, C. Civ., que dice: "El objeto de los actos jurídicos deben ser cosas que estén en el comercio, o que por un motivo especial no se hubiese prohibido que sean objeto de algún acto jurídico, o hechos que no sean imposibles, ilícitos, contrarios a las buenas costumbres o prohibidos por las leyes, o que se opongan a la libertad de las acciones o de la conciencia, o que perjudiquen los derechos de un tercero. Los actos jurídicos que no sean conforme a esta disposición son nulos como si no tuviesen objeto." Esta enunciación negativa (11), respecto del objeto, cubre a todos los negocios o actos jurídicos que puedan celebrarse. Y, como surge expresamente del precepto legal citado, las cosas y los hechos objeto de los actos jurídicos, deben cumplir con dos comunes requisitos: que sean posibles y que sean determinados o determinables. En principio, entonces, el objeto de los actos jurídicos pueden ser cosas o hechos que libremente determine el sujeto, con las limitaciones contenidas en el art. 953 transcripto. Debe tratarse de cosas que están en el comercio o que por una razón legal no se hubiese prohibido que sean objeto del acto (v. gr. las cosas muebles no pueden ser objeto de hipoteca civil: art. 3108, C. Civ.; ni las inmuebles pueden prendarse: art. 3204 del Código citado). En cuanto a los hechos, no deben ser contrarios a las leyes (ilícitos), a la moral y buenas costumbres (inmorales o que contradigan la moral media o común de la sociedad) u oponerse a la libertad de las acciones (fuerza o intimidación) o de la conciencia (v. gr. que se imponga a una persona habitar en un lugar determinado, contraer matrimonio o dejar de hacerlo: art. 531, C. Civ.). Además, no deben perjudicar derechos de terceros (fraude: arts. 961 y sigtes., C. Civ.). Es decir, los hechos deben ser jurídica y físicamente posibles (12). Por último, la forma es el conjunto de prescripciones de la ley respecto de las solemnidades que deben o no cumplirse al tiempo de la formación del acto jurídico. Es la manera como se relaciona el sujeto con el objeto, o sea, es la exteriorización de la voluntad del sujeto respecto del objeto, en orden a la obtención del fin jurídico propuesto (13). La causa: no existe postura unánime en doctrina respecto de la causa-fin como elemento esencial de los actos jurídicos. Hay autores –denominados anticausalistas– que la suprimen, y otros, los causalistas, que la consideran como un elemento esencial. Es conceptuada como el fin que las partes se propusieron (arts. 500, 501, 502 y concordantes, C. Civ.); el motivo que las determinó a celebrar el acto jurídico. Para ampliar el tema remitimos a la Unidad temática IV, pto. 4, "Elementos de los contratos". 2,1,3. ELEMENTOS NATURALES Y ACCIDENTALES Resultan del acto o negocio que es el contrato. Se denomina elementos naturales a los que regularmente se ligan al acto o negocio por corresponder a su sustancia. Se encuentran implícitos en el acto aunque no se expresen, pero las partes pueden dejarlos sin efecto por no considerarlos indispensables para la existencia del contrato; tales como la obligación de saneamiento y evicción en la compraventa y demás enajenaciones a título oneroso (arts. 2089 y 2098); la garantía de los vicios redhibitorios (art. 2166); el lugar de entrega de la cosa (art. 1410); el pacto comisorio en contratos con prestaciones recíprocas (art. 1240), etcétera (14). Los elementos accidentales forman parte del acto jurídico si las partes deciden incluirlos. Ello son: condición, plazo y cargo. a) Condición: supone la subordinación de la adquisición o extinción de un derecho a la ocurrencia de un acontecimiento futuro e incierto (art. 528). La condición será suspensiva cuando se subordine la adquisición de un derecho a tal evento incierto, p. ej: una persona pacta que donará un bien a otra cuando esta última tenga un hijo. Es resolutoria, en cambio, cuando la ocurrencia del suceso determina la pérdida o extinción de un derecho, p. ej: una persona acuerda que la otra podrá usar un inmueble de su propiedad hasta que el hijo del primero se case. Otra clasificación distingue entre condiciones causales (el suceso es independiente de la voluntad de las partes en forma total, p. ej.: si en tal momento cae granizo), potestativas (dependen en gran medida de la voluntad de las partes, p. ej; si algún día decido ingresar en una orden religiosa) y mixta (el suceso depende en parte de la voluntad y en parte de las circunstancias extrañas a ella, p. ej.: si en el futuro tengo hijos). b) Plazo: supone postergar en el tiempo el ejercicio de un derecho hasta la ocurrencia de un acontecimiento futuro y cierto. El plazo puede ser cierto (se conoce desde la celebración del acto el momento en que resultará exigible un derecho, p. ej.: el 31 de diciembre de 2003 vencerá el plazo acordado para pagar la deuda) o incierto (se sabe que fatalmente ha de ocurrir, pero se carece de precisión acerca del momento del suceso, p. ej.: se establece que se deberá reintegrar el bien prestado a la muerte de tal o cual persona). Otra clasificación distingue entre plazo suspensivo (el derecho se hace exigible a partir de ese momento, p. ej.: se pacta el pago de una suma de dinero a determinada fecha) y extintivo (al cabo de un tiempo se produce la extinción de un derecho, p. ej.: la muerte de la persona a favor de la cual se constituyó una renta vitalicia produce la extinción de la obligación de quien debía pagar dicha renta y, consecuentemente del derecho al cobro, que no se trasmite a los sucesores del beneficiario). c) Cargo: es una obligación de carácter accesorio que es impuesta a quien adquiere un derecho. Así, por ejemplo, una persona hace donación de su biblioteca, imponiendo al donatario como cargo que los libros de medicina sean, a su vez, donados a la biblioteca especializada de determinada entidad. El beneficiario del cargo puede recurrir a los medios legales para exigir el cumplimiento (15). 3. FORMAS Y VICIOS DE LOS ACTOS JURIDICOS 3,1. GENERALIDADES Y CONCEPTO El formalismo fue la base de la organización jurídica de los pueblos antiguos, pues al no estar difundida la escritura, los ritos teatrales y simbólicos fijaban en las partes y testigos las circunstancias del acto, lo que facilitaba su reconstrucción en el caso de presentarse alguna controversia. Existía una completa identificación entre el cumplimiento de las formas y su validez. El avance cultural de las sociedades impuso el predominio de la libertad de las formas, quedando en los particulares la elección de los medios de exteriorización de la voluntad para la celebración de los actos jurídicos. El art. 974, C. Civ., consagra el principio de la libertad de formas. Sin embargo, en algunos casos exige formas determinadas para ciertos actos, las que pueden ser solemnes o no solemnes. En efecto, con relación a un acto jurídico determinado, podrá exigirse la exteriorización, por escrito, de la voluntad de los contratantes (art. 975, C. Civ.) o mediante instrumento público (art. 976, C. Civ.). Sea que la exigencia de la forma determinada provenga de la ley o de una convención particular, su omisión provoca la nulidad del acto (conforme al art. 975, C. Civ.). Sentado lo anterior, los actos jurídicos se clasifican en formales y no formales. Son formales los actos jurídicos cuya validez y eficacia dependen de su celebración bajo la forma determinada por la ley. Ejemplo: la compraventa de inmuebles debe ser hecha por escritura pública (art. 1184 , C. Civ.). Los actos formales se subdividen, a su vez, en actos solemnes y no solemnes. En el primer caso la forma es exigida como requisito inexcusable de la validez del acto (ad solemnitatem), el incumplimiento apareja la nulidad del acto o negocio jurídico, aunque se pruebe la expresión de voluntad (ejemplo: el testamento). Los actos formales no solemnes son aquellos en que la omisión de la forma exigida determina la nulidad del acto en cuanto tal, pero esa ausencia no le impide producir otros efectos jurídicos. La forma es exigida como un medio de prueba (ad probationem); de modo tal que si la ocurrencia del acto se acredita por otros medios, el interesado puede obligar a la contraparte a cumplir con las formalidades que la ley impone. Tal es, por ejemplo, el caso de la compraventa de inmuebles; la ley exige que se formalice por escritura pública (art. 1184, C. Civ.), pero en la práctica las operaciones de compraventa se cierran mediante un instrumento privado: el boleto de compraventa, que da derecho a reclamar del vendedor el otorgamiento de la escritura traslativa de dominio (art. 1185, C. Civ.), aunque no la entrega del inmueble. Los no formales son aquellos actos para los cuales la ley no señala forma determinada. A su respecto impera el principio de la libertad de las formas (art. 974, C. Civ.). 3,1,1. INSTRUMENTOS PRIVADOS Son documentos otorgados por las partes sin intervención de oficial público, "es un acto bajo forma privada" (art. 1012, C. Civ.). No están sometidos a formalidades especiales: pueden ser firmados en cualquier día (domingo, feriado o fiesta religiosa); no es indispensable consignar el documento de identidad, el lugar de celebración ni el nombre ni apellido de los firmantes; las cantidades pueden ser escritas indistintamente en letras o números en cualquier papel; la escritura puede ser impresa o manuscrita, salvo la firma; pueden ser redactados en idioma nacional o extranjero; llevar o no fecha (ver art. 1020, C. Civ.). Como se ve, respecto de los instrumentos privados impera el principio de la libertad de las formas. La excepción a esta regla es establecida en el art. 3689, C. Civ. (testamento ológrafo: debe ser escrito, fechado y firmado por el testador). El principio de la libertad de formas en materia de instrumentos privados tiene sólo dos limitaciones: 1. La firma: exigencia indispensable en toda clase de instrumento privado. 2. El doble ejemplar: se exige en la instrumentación de ciertos actos determinados. La firma: es una condición esencial para la existencia y validez de un instrumento privado (art. 1012, C. Civ.). Es la manera habitual con que una persona escribe su nombre y apellido con el objeto de conformar lo convenido en el documento que suscribe (art. 3633 del Código citado). No puede ser reemplazada por signos ni por las iniciales de los nombres y apellidos. La firma estampada de una forma no habitual puede considerarse válida si de las circunstancias del acto resulta evidente que fue puesta por la persona para hacer suya la declaración de voluntad. Esta es una cuestión de hecho que debe resolver el juez considerando cada caso y sobre la base del principio de buena fe de las partes. La firma a ruego de instrumentos privados, es decir, aquella que coloca un tercero ajeno al acto, a solicitud de quien no sabe o no puede firmar, es plenamente válida en materia comercial (art. 208, inc. 3, C. Com.); no así, en cambio, en materia civil, pues el art. 1012, C. Civ., exige como condición esencial la firma de las partes del acto. No obstante, la jurisprudencia ha morigerado un poco esta postura rígida, admitiendo que, cuando las circunstancias del caso así lo aconsejen, el juez puede llegar a la convicción de que el acto se celebró efectivamente y que las cláusulas contenidas en el instrumento privado fueron realmente aceptadas por la persona que no suscribió el instrumento y pidió a otra la firma en su nombre. Generalmente, los analfabetos colocan al pie de los documentos que otorgan la impresión digital. La jurisprudencia no es unánime en cuanto a su validez. Se acepta cuando no se trate de un testamento ológrafo o un instrumento que implique un renunciamiento amplio de derecho o que lo contrario a lo escrito se vea corroborado por indicios o presunciones. Se estima que sirve como principio de prueba y que es el juez, en definitiva, quien debe apreciar, según las circunstancias de cada caso, el valor probatorio de la impresión digital. El doble ejemplar es la segunda limitación al principio de libertad de las formas en los instrumentos privados. El art. 1021, C. Civ., establece: "Los actos,..., que contengan convenciones perfectamente bilaterales deben ser redactados en tantos originales como partes haya con un interés legítimo." Se exige extender tantos ejemplares del documento como partes hay en el acto con un interés distinto (p. ej.: en el contrato de compraventa el documento que lo contiene debe extenderse en doble ejemplar; en una locación de inmuebles, donde un tercero se constituye en garante, son necesarios tres ejemplares). Quedan fuera de esta exigencia los actos no contractuales, como el reconocimiento de filiación, los contratos unilaterales y los bilaterales imperfectos (depósito, prenda). El doble ejemplar es una exigencia del Codificador, pues consideró que de esta forma el acto ha sido concluido y quedan en un pie de igualdad los contratantes respecto de la prueba. Tal exigencia es de orden público, las partes no pueden renunciar a ella y sólo pueden suplirla por las formalidades establecidas en la propia ley (arts. 1024 y 1025 C. Civ.). No es necesario que cada ejemplar lleve la firma de todos los contratantes, basta que esté suscripto por la contraparte (art. 1013, C. Civ.). La falta de doble ejemplar trae aparejada la nulidad del instrumento, pero no del acto jurídico que pretendía documentarse con él, de modo que éste podrá probarse por otros medios. El art. 1023, C. Civ., establece: "El defecto de redacción en diversos ejemplares, en los actos perfectamente bilaterales, no anula las convenciones contenidas en ellos, si por otras pruebas se demuestra que el acto fue concluido de una manera definitiva." El instrumento privado no prueba por sí mismo porque carece de autenticidad. Carece de todo valor probatorio mientras no se verifique que la firma obrante en él corresponde a la persona que aparece como firmante. La verificación de la autenticidad de la firma se efectúa mediante el reconocimiento por el interesado o por declaración judicial (art. 1026, C. Civ.). El firmante de un documento llamado a reconocer la firma está obligado a declarar si es o no suya (art. 1031, C. Civ.); si guardara silencio se tendrá por reconocido el documento (art. 919 del Código citado). La autenticidad de la firma por declaración judicial tiene lugar cuando el aparente firmante niega la firma y cuando sus sucesores ignoran si la firma es propia del causante (conf. art. 1032). En ambos casos, el juez ordenará el cotejo y comparación de letras, sin perjuicio de admitirse otras pruebas (art. 1033, C. Civ.). Los instrumentos privados reconocidos tienen entre las partes y sus sucesores universales (art. 1026, C. Civ.) el mismo valor probatorio que el instrumento público. Hacen plena fe en cuanto a su contenido material; sólo por vía de una querella de falsedad podrían impugnarse (adulteración, falsificación, etc.). En cuanto a la sinceridad de las manifestaciones contenidas en el convenio privado, vale hasta la prueba en contrario que es posible rendir por cualquier medio y, principalmente, por el contradocumento que lo desvirtúa, de relevante aplicación en los casos de simulación. El valor probatorio de los instrumentos privados sólo se extiende a los terceros (los no contratantes), a partir del momento en que adquieren fecha cierta, pues con anterioridad son inoponibles a ellos (arts. 1034 y 1035, C. Civ.). La finalidad de este requisito es evitar que las partes se pongan de acuerdo para antedatar documentos que contengan cláusulas que frustren o burlen los derechos de terceros. El art. 1035, C. Civ., establece el modo por el cual un documento adquiere fecha cierta. La norma dice así: "Aunque se halle reconocido un instrumento privado, su fecha cierta en relación a los sucesores singulares de las partes o terceros, será: 1. La de su exhibición en juicio o en cualquier repartición pública para cualquier fin, si allí quedase archivado –la doctrina admite su devolución, siempre y cuando quede una copia testimoniada–; 2. La de su reconocimiento ante un escribano y dos testigos que lo firmaren –en realidad, se protocoliza el documento, quedando perfectamente individualizado, conforme el siguiente inciso–; 3. La de su transcripción en cualquier registro; 4. La del fallecimiento de la parte que lo firmó, o de la que lo escribió o del que firmó como testigo –a partir de la muerte del firmante o de algún hecho personal que lo imposibilite de firmar, existe la certeza de que no ha podido firmarse a partir de esa fecha–." Este régimen se aplica en materia comercial a los instrumentos privados mercantiles, considerados como medios de prueba, pero no si se trata de papeles de comercio (cheque, letra de cambio y pagaré) que tienen un régimen jurídico propio. Además, en materia mercantil la fecha de los documentos puede probarse por medios más amplios que los previstos en el art. 1035, C. Civ., como son los asientos de los libros de comercio. Por otro lado, es bastante frecuente el otorgamiento de documentos firmados en blanco. En principio, la firma dada en blanco es perfectamente lícita (art. 1016, C. Civ.), pero la ley faculta al firmante a impugnar el contenido del documento, cuando éste no se ajusta a lo convenido, puesto que el documento debió completarse de acuerdo con lo pactado y con las instrucciones recibidas del firmante. 3,1,2. INSTRUMENTOS PUBLICOS Son los otorgados con intervención de un oficial público, con las formalidades que la ley establece, y los que, sin intervenir un oficial público, la ley les reconoce expresamente ese carácter (incs. 3, 8 y 9 del art. 979, C. Civ.). La intervención del oficial público o la ley les atribuye autenticidad, ya sea entre las partes, ya con relación a terceros. Poseen fuerza ejecutiva; su fecha es considerada cierta y la copia de ellos legalmente extraída, tiene el mismo valor que los originales. La autenticidad conferida a los instrumentos enumerados por el art. 979, C. Civ., les atribuye, según la calificada opinión del Dr. Guillermo Borda, la calidad de públicos, y prueban per se la verdad de su contenido, sin necesidad de reconocimiento de firma, a diferencia de los instrumentos privados. Los requisitos de validez de los documentos públicos son tres, a saber: 1. Intervención de un oficial público, que debe ser capaz, hábil para desempeñar esa función y estar legalmente designado por autoridad competente. 2. Competencia del oficial público. Es preciso, además, que sea competente, es decir que obre dentro de los límites de sus atribuciones (competencia material). 3. Cumplimiento de las formalidades legales. Es ineludible que se hayan llenado las formas prescriptas por las leyes, bajo pena de nulidad (art. 986, C. Civ.). Las formalidades varían según el instrumento público de que se trate. La firma de todos los interesados que aparezcan en él es indispensable. Tal omisión da lugar a la nulidad del instrumento público, que, sin embargo, en ciertos casos podrá valer como privado (arts. 987 y 988 del Código citado). Algunas especies de instrumentos públicos requieren la presencia de testigos, que por ello se denominan testigos instrumentales. El art. 979, C. Civ., enumera las distintas clases de instrumentos públicos. Se consideran tales: 1. Las escrituras públicas hechas por escribanos públicos en sus libros de registros de protocolo. Deben cumplir con los requisitos que se establecen en los arts. 1001 y 1004, bajo pena de nulidad. Los otorgantes del acto reciben un testimonio o acta. Esta primera copia o reproducción de la escritura original (que es la incorporada al protocolo del escribano), debidamente firmada y sellada por el escribano, constituye también un instrumento público, denominado escritura de protocolización. 2. Cualquier otro instrumento que extendieren los escribanos o funcionarios públicos en la forma que las leyes hubieren determinado. Cualquier diligencia realizada por aquéllos fuera del libro de protocolo, si guarda las formas prescritas por la ley, es un instrumento público. Ejemplo: el inventario judicial, el acta de un sorteo de lotería, etc. Las actuaciones administrativas, certificados y demás documentos emanados de reparticiones públicas, nacionales, provinciales o municipales. 3. Actas judiciales, hechas en los expedientes y los certificados y testimonios expedidos por los Juzgados. 4. Las partidas del Registro Civil. 5. Los asientos en los libros de corredores, en los casos que determina el Código de Comercio. 6. Otros títulos, letras y billetes librados por el gobierno o bancos autorizados. 7. Las cuentas sacadas de los libros fiscales, autorizadas por los funcionarios encargados de llevarlas, etcétera. a) Validez territorial de los documentos públicos A su respecto, la ley 24.441 agregó al art. 980, C. Civ., el párrafo siguiente: "Los instrumentos públicos extendidos de acuerdo a lo que establece este Código gozan de entera fe y producen idénticos efectos en todo el territorio de la República Argentina, cualquiera sea la jurisdicción donde se hubieren otorgado." 3,2. VICIOS DE LOS ACTOS JURIDICOS Se denomina así a ciertos defectos congénitos a los actos jurídicos, que producen la invalidez de los mismos. La doctrina moderna distingue, dentro de los vicios sustanciales, dos grupos diferenciados. El primero comprende a los vicios de la voluntad, porque inciden en algún elemento de ella, tales son: el error o ignorancia, el dolo y la violencia. El segundo grupo que responde a la denominación de "vicios propios de los actos jurídicos" abarca los defectos de buena fe que pudieran presentar dichos actos. Ellos son la simulación, el fraude y la lesión. 3,2,1. VICIOS DE LA VOLUNTAD a) El error Es el falso conocimiento que se tiene de una cosa. La ignorancia es la ausencia de conocimiento acerca de algo. Ambos producen idénticas consecuencias jurídicas. El error puede ser de hecho o de derecho. El primero se da cuando el error o ignorancia recae sobre alguna circunstancia fáctica. El segundo puede versar sobre el régimen legal aplicable al acto o a la relación jurídica de que se trate. El error de hecho, según su gravedad, puede ser, conforme al Código Civil: 1. Error sobre la naturaleza del acto (art. 924). 2. Error sobre la persona (art. 925). 3. Error sobre el objeto del acto (art. 927). 4. Error sobre la cualidad sustancial de la cosa (art. 926). 5. Error sobre la causa principal del acto (art. 926). 6. Error accidental (art. 928; no ejerce influencia alguna sobre la validez del acto jurídico celebrado). La doctrina los agrupa en: 1. Error excluyente de la voluntad: recae sobre la naturaleza del acto jurídico cumplido o sobre la identidad del objeto (arts. 924 y 927, C. Civ.). 2. Error esencial: vicia la voluntad del que lo padece; recae sobre la persona de la contraparte o sobre la cualidad sustancial de la cosa que constituye el objeto del acto. El error sólo puede ser invocado si es excusable, esto es, cuando no provenga de una negligencia culpable de quien alega haberlo sufrido, tal como lo requiere el art. 929, C. Civ. El error de derecho, es decir, la ignorancia de las leye no sirve de excusa, si la excepción no está expresamente autorizada por la ley (art. 20, C. Civ.). Si se admitiera la invocación de la ignorancia de la ley para hacer una excepción a la aplicabilidad de ella, se resentiría su obligatoriedad y el carácter normativo de las leyes. b) El dolo La palabra dolo tiene tres significados en derecho: 1. Designa la intención de cometer un daño (delito civil); 2. Es el incumplimiento deliberado, intencional, de la obligación contraída (arts. 506 y 507, C. Civ.). 3. Designa las maniobras engañosas empleadas por una de las partes que vician la voluntad de la otra en la celebración del acto jurídico. En este último sentido, el art. 931, C. Civ., dispone: "Acción dolosa para conseguir la ejecución de un acto es toda aserción de lo que es falso o disimulación de lo verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee con ese fin." El dolo supone siempre un engaño que se emplea para decidir a una persona a la realización de un acto jurídico. El fundamento de la anulación del acto doloso se encuentra en el error o engaño provocado al otro contratante o en el hecho ilícito en sí. Los requisitos que el dolo debe reunir para que pueda dar lugar a la anulación del acto jurídico se encuentran establecidos en el art. 932, C. Civ.: – debe ser grave; – deber ser determinante del otorgamiento del acto por la contraparte; – debe haber causado un daño importante; – no debe tratarse de dolo recíproco (por ambas partes). Las sanciones a que da lugar el dolo cuando reúne las características antes reseñadas son la nulidad del acto y la indemnización de daños y perjuicios que funcionan acumulativa o alternativamente, a opción del interesado. c) Fuerza e intimidación Existe como vicio de la voluntad cuando una persona es sometida a una coerción grave, irresistible e injusta para que realice un acto jurídico no querido por ella. Cuando se ejerce violencia física sobre la persona, se denomina fuerza. Cuando se manifiesta el consentimiento bajo el imperio de una amenaza de sufrir un mal inminente, se llama intimidación. A estas dos formas de violencia el Código Civil se refiere en los arts. 936 y 937. Las disposiciones citadas exigen que la coerción física o psíquica configure un hecho ilícito para diferenciarla del caso en que la amenaza que se dirige contra alguien se sustenta en un derecho protegido por la ley (p. ej.: el vendedor de un bien amenaza al comprador con hacerle juicio si no paga el precio pactado). La persona que sufre la violencia tiene que quedar reducida a ser un instrumento pasivo del acto (Freitas). El mal tiene que ser inminente: el daño ocurrirá en un breve lapso, con lo cual queda fuera de este concepto el peligro lejano o remoto. La gravedad del mal se mide con relación a una persona ordinaria y normal, y considerando tanto su condición, educación, sexo y carácter, como también las características personales del autor de la violencia. El mal inminente debe recaer sobre el cuerpo, honra o bienes de la víctima o de sus familiares. La violencia, al igual que el dolo, produce el efecto de anular el acto a pedido de la víctima. La nulidad es relativa (solamente puede ser alegada por quien padeció la violencia física o psíquica). Además, da lugar, en forma conjunta o independiente, al derecho de reclamar los daños y perjuicios que sufre el violentado. d) Temor reverencial Se llama así al temor de desagradar a ciertas personas a quienes se debe respeto y sumisión. Según el art. 940, C. Civ., "no es causa suficiente para anular los actos". No obstante, si se utiliza deliberadamente el temor reverencial, configurando un hecho ilícito, es anulable el acto jurídico celebrado. 3,2,2. VICIOS PROPIOS DE LOS ACTOS JURIDICOS a) Simulación El Código Civil, en su art. 955, la describe así: "La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas, que no son aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten." Los requisitos del acto simulado son tres: 1. Una declaración de voluntad ostensible disconforme con la intención efectiva y oculta del sujeto. 2. Debe tener por finalidad provocar un engaño a terceros. 3. Debe existir un concierto de común acuerdo entre las partes intervinientes del acto simulado. La simulación puede ser absoluta o relativa. La absoluta es cuando el acto no tiene nada de real (art. 956, primera parte, C. Civ.), es una completa ficción. Y es relativa, cuando el acto simulado "se emplea para dar a un acto jurídico una apariencia que oculta su verdadero carácter" (artículo y código antes citado). La simulación relativa puede ocultar la naturaleza y contenido del contrato y las personas contratantes. La simulación "no es reprobada por la ley cuando a nadie perjudica ni tiene un fin ilícito" (art. 957, C. Civ.). Entonces, el carácter lícito o ilícito de la simulación depende de su finalidad. Se denomina "contradocumento" (primera parte del art. 960, C. Civ.), al instrumento que otorgan las partes de un acto simulado, a fin de hacer constar su verdadera naturaleza. La segunda parte del artículo mencionado establece que: "Sólo podrá prescindirse del contradocumento para admitir la acción, si mediaran circunstancias que hagan inequívoca la existencia de la simulación", de esta forma, no es imprescindible para iniciar la acción contra el acto simulado, la exhibición del contradocumento. La simulación se puede acreditar por otros medios probatorios diferentes al contradocumento, inclusive por indicios y presunciones lo suficientemente graves, precisas y concordantes, para llevar a la conciencia del juez la inequívoca convicción de la irrealidad del acto simulado. b) Fraude Cuando el deudor enajena sus bienes, insolventándose a fin de sustraerlos de la ejecución de los acreedores, se configura la situación de fraude y se habilita la acción pauliana o revocatoria, que se concede a los acreedores perjudicados por el fraude (sólo aprovecha a los acreedores demandantes y hasta el importe de sus créditos: art. 965, C. Civ.), para que los bienes enajenados reingresen al patrimonio del deudor (art. 961 del Código citado). Según el art. 962, C. Civ.: "Para ejercer esta acción es preciso: 1. Que el deudor se halle en estado de insolvencia (estado de impotencia patrimonial para hacer frente en forma regular a sus deudas). Este estado se presume (el acreedor queda eximido de probar la insolvencia) desde que el deudor se encuentre fallido (declarado en quiebra). 2. Que el perjuicio de los acreedores resulte del acto mismo del deudor, o que antes ya se hallase insolvente (el acto fraudulento provoca o agrava la insolvencia). 3. Que el crédito, en virtud del cual se intenta la acción, sea de una fecha anterior al acto del deudor (los acreedores cuyo crédito tiene fecha posterior al acto del deudor no pueden invocar fraude en su perjuicio, porque deben atenerse al estado patrimonial del deudor al momento de la constitución del crédito)." La acción pauliana o revocatoria es una acción de nulidad limitada y reducida al interés del acreedor, con el objeto de que éste logre la reparación del daño sufrido. Cuando se trate de atacar un acto celebrado por el deudor a título oneroso, el art. 968, C. Civ., exige, para la procedencia de la acción, que se pruebe el concierto fraudulento entre el deudor y el tercero adquirente del bien. c) Lesión Se entiende por lesión "el daño que en un acto a título oneroso, se deriva de la falta de equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe" (Conf. Giorgi, citado por Llambias). El Código Civil dice que tiene lugar cuando una de las partes, explotando la necesidad, inexperiencia o ligereza de la otra, obtiene una ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada e injusta (segundo párrafo del art. 954). Quien alega la lesión puede optar por pedir la nulidad del acto o el reajuste de lo convenido, para restablecer la equidad de las contraprestaciones. El reajuste es obligatorio si es ofrecido por el demandado al contestar la acción. Con la reforma introducida en el Código Civil por la ley 17.711 se incorporó a nuestra legislación el vicio de lesión como causal de nulidad de los actos jurídicos, requiriendo el segundo párrafo del art. 954 del Código citado la concurrencia de dos elementos: 1. El objetivo, que radica en la notable desproporción entre las prestaciones de ambas partes. 2. El subjetivo, que consiste en la explotación de la situación de inferioridad de uno de los contratantes por el otro. La doctrina y jurisprudencia más modernas se inclinan por desdoblar este último elemento en dos: por un lado, la necesidad, ligereza o inexperiencia del sujeto que la sufre y, por el otro, el aprovechamiento de tal situación por el beneficiario del acto. Si bien, en un principio, se admitía que la presunción legal de la norma analizada funcionaba ante la sola desproporción entre las prestaciones a cargo de los contratantes, en la actualidad se requiere, además de la existencia de tal desproporción, la acreditación del primero de los elementos subjetivos: la prueba de la situación de inferioridad del perjudicado. Cuando la desproporción entre las prestaciones resulte manifiestamente acentuada, basta con acreditarla, sin requerirse en este supuesto la prueba adicional del elemento subjetivo. 4. TEORIA GENERAL DE LAS NULIDADES 4,1. CONCEPTO La nulidad es una sanción legal que priva de sus efectos propios a un acto jurídico, en virtud de una causa existente (originaria) en el momento de la celebración. Tres son las notas características: 1. Está prevista por la ley. 2. Priva al acto de sus efectos normales 3. La causa de la sanción es contemporánea con la celebración. Conforme a lo enseñado por Nieto Blanc y Etcheverry, el término apropiado a utilizar es invalidez, pues abarca como género todas las cuestiones que comprenden los actos nulos, anulables, de nulidad relativa y de nulidad absoluta. La invalidez corresponde al sistema de nulidades establecido por el Código Civil. Ataca la estructura del acto, en cuanto éste contiene vicios y deficiencias en el sujeto, objeto o forma. 4,1,1. ACTOS NULOS Y ANULABLES El acto nulo lleva en sí un vicio manifiesto que lo constituirá en tal de pleno derecho (art. 1038, C. Civ.). En este caso, el papel del juez es pasivo, la nulidad es precisa y se encuentra taxativamente determinada por la ley. El acto anulable caerá luego de una investigación judicial y la correspondiente sentencia. La ley es, en principio, inoperante para aniquilar el acto. La anulación depende de las particulares circunstancias del caso, es variable, flexible y está subordinada a la valoración judicial. El acto es válido mientras no sea anulado y se lo tiene por nulo a partir del día de la sentencia judicial que lo anuló (art. 1046, C. Civ.). La distinción entre ambas categorías de actos era importante antes de la reforma que introdujo la ley 17.711 en el Código Civil. Pero, al agregar dicha ley un párrafo al art. 1051: "salvo los derechos de los terceros adquirentes de buena fe a título oneroso, sea el acto nulo o anulable", quitó todo interés práctico a la distinción, ya que la ley ampara a los adquirentes de buena fe y a título oneroso de cualquier sorpresa que pudiera derivar de un vicio existente en cualquiera de los actos de transmisión que constituyen el antecedente de su título. En los arts. 1041 y sigtes., C. Civ., se establece que son nulos: a) los actos jurídicos otorgados por incapaces de hecho, sea su incapacidad absoluta o relativa (arts. 1041 y 1042); b) los que otorguen los incapaces de derecho (arts. 1042 y 1043); c) los que dependen para celebrar el acto de autorización judicial o del representante necesario (art. 1042), p. ej.: menores emancipados respecto de los bienes recibidos a título gratuito (art. 135); d) los que contienen los vicios de error, violencia, fraude o simulación presumidos por la ley o los prohibidos por la ley o cuando no se celebraren bajo la forma establecida por la ley (arts. 1044 y 1045). En cuanto a los actos anulables el art. 1045, C. Civ., establece: "Son anulables los actos jurídicos, cuando sus agentes obraren con una incapacidad accidental, como si por cualquier causa se hallasen privados de su razón (la norma se está refiriendo a dementes no declarados como tales y a los que momentáneamente se encuentran privados de su razón, como los ebrios o sonámbulos), o cuando no fuere conocida su incapacidad impuesta por la ley al tiempo de firmarse el acto (Borda sostiene que esta disposición se contradice con los arts. 1041 y 1043 y afirma que no tiene aplicación práctica posible), o cuando la prohibición del objeto del acto no fuese conocida por la necesidad de alguna investigación de hecho, o cuando tuviesen el vicio de error, violencia, fraude o simulación (deben ser los no presumidos, dado que en tal caso se aplica el art. 1044); y si dependiesen para su validez de la forma instrumental, y fuesen anulables los respectivos instrumentos" (la norma se refiere a los actos jurídicos solemnes). 4,1,2. NULIDAD ABSOLUTA Y RELATIVA El Código Civil no prevé los casos de nulidad absoluta y relativa. Esta clasificación se refiere a la forma en que actúa la sanción de invalidez. Es una manera de calificar las nulidades (16). Las principales características se establecen en los arts. 1047 y 1048, C. Civ. La nulidad absoluta se da cuando un acto entra en conflicto con el orden público o las buenas costumbres, determinando los efectos de inconfirmabilidad, irrenunciabilidad e imprescindibilidad. Se declara de oficio. La nulidad relativa, que protege un interés privado o particular, es confirmable, prescriptible y renunciable. No se declara de oficio y se introduce a petición del interesado. Esta clasificación de las nulidades es independiente de la diferenciación entre actos nulos y anulables, pues tanto en un caso como en otro, la nulidad puede ser calificada como absoluta o relativa, sea que el vicio esté oculto o manifiesto. Por ello, puede haber actos nulos o anulables, de nulidad absoluta o relativa. Ejemplos de actos nulos, de nulidad absoluta son: los realizados por incapaces de derecho; los que no se celebraron bajo las formas solemnemente establecidas por la ley, y los de objeto ilícito. Casos de actos anulables de nulidad relativa son los realizados por incapaces de hecho, y los que padecen de algún vicio de la voluntad (error, dolo, violencia). 4,1,3. INEFICACIA La ineficacia, en general, priva de efectos al acto por algún obstáculo extrínseco al acto o negocio jurídico, no afectando a la estructura del acto (forma, objeto y sujetos). Etcheverry (17) define a la ineficacia en sentido estricto, cuando el acto, perfecto y válido (completo) no tiene efectos o los tiene parcialmente, respecto de una de las partes o de las partes en general, sea para los terceros ajenos al acto, o viceversa debido a impedimentos externos a la estructura del acto jurídico o negocio realizado. Según este autor, la noción apunta a los efectos del acto y no al acto mismo, que es válido. No toca su estructura. La invalidez ataca al acto en su estructura y sólo influirá en sus efectos en forma indirecta. En la ineficacia estricta el negocio jurídico se ve privado de efectos en forma originaria, debido únicamente a un factor externo que es la causa de ese impedimento. Es imprescriptible, inconfirmable, definitiva y legal, no puede haber ineficacia implícita. Además, a la ineficacia que se produce a posteriori de la celebración del acto, sea por causas voluntarias, sea por hechos exteriores, pero basadas en una facultad legal, la engloba dentro de lo que denomina "Hechos, actos y negocios extintivos". Incluye, también, a la caducidad, a la inoponibilidad, a la resolución, a la revocación y a la rescisión. (1) Aclaramos que compartimos la crítica que a este artículo realiza el Dr. Guillermo A. Borda, en su Tratado de derecho civil, Editorial Perrot, Bs. As., 1977, Parte General, t. II, nros. 816 y 817, pág. 70, en cuanto dice "que es falso que los actos realizados sin discernimiento, intención y libertad no produzcan por sí obligación alguna", da como ejemplo la incoherencia de lo establecido en el art. 921 del Código Civil con lo dispuesto en los arts. 437 y 1070 y, además, menciona que se introdujo una importante limitación a la exención de responsabilidad que establece el citado art. 921, con el nuevo párrafo que se le agregó al art. 907, C. Civ. (2) Llambias, J. J., Código Civil Anotado, Editorial Abeledo-Perrot, 1970, Bs. As., t. II-B, art. 896, "Hechos y actos jurídicos", pág. 12. (3) Llambias, op. cit. en nota (2), pág. 12. (4) Cita textual de Barbero, consignada en la obra op. cit. en nota (2): Código Civil y leyes complementarias, dirigido por el Dr. Belluscio, con la colaboración de diversos autores, Astrea, 1982, t. 4, pág. 7. (5) Llambias, op. cit. en nota (2), pág. 14. (6) Llambias, op. cit. en nota (2), págs. 255 y sigtes. (7) Ver nota del Dr. Velez Sarsfield al art. 900, C. Civ. (8) Ver nota del art. 899, C. Civ. (9) Borda, op. cit. en nota (1), pág. 70. (10) Llambias, op. cit. en nota (2), pág. 83. (11) Conforme Código Civil y leyes complementarias, dirigido por el Dr. Augusto C. Belluscio, con la colaboración de diversos autores, Astrea, Bs. As., 1982, t. 4, pág. 338. (12) Lafaille, H., Contratos, Biblioteca Jurídica Argentina, Bs. As., 1927, t. 1, pág. 162. (13) Llambias, op. cit. en nota (2), pág. 396. (14) Código Civil y leyes complementarias, dirigido por el Dr. Belluscio, con la colaboración de diversos autores, Astrea, Bs. As., 1982, t. 4, pág. 271. (15) Roitbarg, M. R., Cuadernos de derecho civil, Derecho Civil, Parte General, A-Z editora S.A., págs. 144 y 145. (16) Llambias, J. J., Código Civil anotado, Abeledo-Perrot, 1979, Bs. As., t. II-B, pág. 213. (17) Etcheverry, R. A., Análisis del sistema de invalidez e ineficacia en la ley de sociedades comerciales, trabajo doctrinario. En La Ley, t. 150, Doctrina, págs. 1101 y sigtes.