El Saldo Social y la Respuesta Global * “LAS BONDADES de la globalización...”, decíamos en el capítulo anterior. En torno a ello, cuando a principios del 2000 hacía declaraciones ante la cadena de televisión CNN el entonces presidente de México Ernesto Zedillo, no pasaba por su mente que tendría el acierto de comenzar a descubrir una importante contradicción del fin del siglo; lo que llama antagonismo entre globalifóbicos y globalifílicos. Zedillo regresaba del Foro de Davos, un evento mundial que reunía a empresarios, políticos, mandatarios y representantes de organismos internacionales para hablar de algunas de esas bondades y, claro, de perjuicios como el flagelo del hambre que no se contenía y preocupaba cada vez más a todos 1[1] . En esa reunión sus participantes hacían un enésimo llamado a las buenas conciencias, a mirar a los cientos de millones de pobres en el mundo y pugnar por alcanzar la meta de terminar con ese escarnio en los primeros quince años del siglo XXI. Ese llamado que había sido reiterado a lo largo de la última década por varios organismos, no tomaba en cuenta que al final la lógica del mercado era la ganancia y no el dar de comer a la gente. Pero, claro, pensando en la vocación de no permitir que los extremismos de nuevo se apoderaran del mundo, volvían a insistir en ello. Latinoamérica llegaba al final de un siglo marcado por circunstancias nada sencillas, que bañaba igual de esperanza que de escepticismo porque el bienestar no alcanzaba para muchos, y la desesperación en lugar de disminuir crecía. Los últimos años se habían vivido singulares reproches en contra de la privatización de los energéticos, del agua, de la educación y en rechazo a las políticas económicas, sumando protestas en Europa, las Filipinas y los Estados Unidos contra organismos como el FMI, el Banco Mundial, la APEC y otros. El fin de la historia, expediente al que acudían manidos ideólogos a inicios de los noventa, se convertía en un escenario tan optimista como limitado, pues el mundo que nos heredaba la guerra fría no era muy diferente al que se había vivido los cincuenta años previos. Achard y Flores (1997) recordaban los años transcurridos desde la caída del muro de Berlín, en que los periódicos reportaban guerras como las de Ecuador y Perú, insurrecciones como el Caracazo, insurgencias como la de Chiapas, media docena de intentos de golpes militares fracasados (Paraguay, Argentina, Venezuela), uno exitoso en Haití, autogolpes frustrados en Guatemala y triunfantes en Perú, una invasión que dejó miles de muertos en Panamá, dos jefes de Estado destituidos bajo acusaciones de corrupción en Brasil y Venezuela, tres presidentes alegando legitimidad al mismo tiempo en Ecuador, dos más acusados por los Estados Unidos de tolerancia al narcotráfico en Colombia y Bolivia, fraudes electorales en República Dominicana, asesinatos de candidatos presidenciales como Luis Hernández Garibay, Jesús (2003). “El Saldo Social y la Respuesta Global”. Capítulo 2. Del siglo americano al siglo de la gente. Latinoamérica en el vórtice de la historia. Editorial Miguel Ángel Porrúa / Universidad Autónoma de Zacatecas. México. 1[1] Del presidente Ernesto Zedillo se decía que “no pintaba” como jefe de Estado cuando alcanzó la presidencia del país en 1994, después de que siendo jefe de la campaña de Luis Donaldo Colosio — candidato del PRI asesinado en una población del norte de México—, lo había sustituido como inesperado eventual mandatario. Con el tiempo, el nuevo presidente fue aprendiendo a hablar y medianamente a razonar, hasta que al final de su mandato se propuso superar hasta al presidente Clinton. Más papista que el papa, mientras que en ese Foro de Davos el mandatario estadounidense hacía un llamado a voltear a ver dicho flagelo, el flamante presidente mexicano lo que hacía era una feroz crítica a aquellos “globalifóbicos” que según esto, perdían la brújula en este nuestro mejor de los mundos posible. * Carlos Galán o Luis Donaldo Colosio. Todo ello sin mencionar las crisis financieras, las debilidades nacionales frente a los desastres naturales o las rebeldías estudiantiles de finales del siglo. “¿Realmente ha cambiado América Latina? —preguntaban los autores— ¿Sería muy diferente una descripción del escenario latinoamericano de hace 40 años?” (p. 31). A pesar de esas semejanzas, la última década se decía que vivíamos una época distinta y que se necesitaban nuevos parámetros para discernir sobre la misma. “Hoy en día no estamos... en condiciones de definir una problemática latinoamericana, como lo estábamos cuando hablábamos de desarrollo, revolución, dependencia o democratización —decía un sociólogo—. De algún modo, el concepto problemática subsumía el conjunto de problemas que las sociedades enfrentan a uno central. Eso permitía entonces resolver parcialmente el problema de la diversidad: todas tienen la misma problemática, pero varían en grados, efectos y forma de enfrentamiento de tal problemática. Lo nuevo, entonces, consiste en que ya no hay una problemática. A nuestro juicio hay diversos procesos fundamentales en curso que tienen conexión entre sí, pero cuya relación no es de necesidad o causalidad esencial... No hay un paradigma único de resolución como lo establecía el análisis social en décadas pasadas” (Garreton 1996). Tal empresa no era fácil, por mantenerse una misma y terca problemática latinoamericana: la de la falta de bienestar que no se resolvía ni por las concertaciones regionales ni por las políticas nacionales a pesar de los muchos esfuerzos, que sí lograban mejorar ciertos aspectos macroeconómicos, pero no los bolsillos de la gente. Los cambios, sin duda, daban la sensación de circunstancias nuevas para las que la región no estaba preparada, que la modernidad había llegado pero que nuestras instituciones no estaban dispuestas para ello, que antes de la economía globalizada había un ritmo y una velocidad mucho más lentos que los de hoy en día 2[2]. Nuevas realidades ante las cuales, parecíamos aferrarnos a las añejas estructuras del pasado. Un sociólogo boliviano señalaba: “Da la impresión —si uno se pone un poco duro— de una región que ha iniciado un proceso de transición que quedó trunco, entre tradicionalismo y modernización. No somos ni modernos ni tradicionales, somos más bien un poco modernos y un poco tradicionales, pero no avanzamos, estamos estancados allí” (Calderón 1995). El camino de la teoría social decía ser, entonces, el de tener que advertir la “conexión entre sí” de los “diversos procesos fundamentales en curso”, independientemente de las particularidades que asumiera su problemática en cada caso. Método que de todas maneras no resolvía el asunto de la pobreza generalizada. El saldo social dejado por el siglo que moría daba incluso la impresión de ser una especie de tiempo perdido, sin alcanzar el desarrollo y el bienestar. Los problemas de muchas décadas no eran fáciles de remontar, a pesar de los nuevos tiempos; y por si fuera poco, una larga crisis económica que alcanzaría ya cuarenta años para el nuevo siglo. Las debilidades trataban de ser vencidas con diversificación de las exportaciones; sin embargo, continuaron copadas por el peso de los El entonces presidente de Costa Rica José Figueres (1995) opinaba: “...las expectativas de desarrollo y bienestar de nuestros pueblos crecen exponencialmente, los problemas que vivimos son mucho más complejos, y nuestras instituciones no han venido evolucionando en la misma dirección y con la misma velocidad”. 2[2] capitales extranjeros en los mercados nacionales 3[3]. Así, seguíamos estancados allí, entre el tradicionalismo y la modernización..., parecía coincidir la testaruda realidad 4[4]. Las Esperanzas y los Tropiezos Más allá de las cuentas alegres o mejoras reales en la economía del último decenio que aparecían en las estadísticas, la llegada al nuevo siglo planteó la gran expectativa de saber si en el transcurso de éste lograríamos, ahora sí, remontar aquello que no logramos en el anterior. El camino, depende de cómo le vaya a cada quien en la feria, para algunos estaba abierto pues los avances de la última década se decía, habían sido formidables; para otros sus alcances resultaban intrascendentes y las perspectivas peores que nunca. Lo cierto es que el empobrecimiento hizo perder por momentos las ilusiones, pues por más intentos que se hicieran para disminuirlo, menos parecía resolverse y daba la apariencia de ser irremediable. Debiendo de reconocerlo como un grave problema de nuestra época, el mismo Zedillo afirmaba: “La opresión de la pobreza sólo se puede eliminar con la educación de todos los mexicanos” (El Universal, 10 de mayo de 2000). A la educación se le había asignado treinta años antes la tarea de encontrar el camino para el bienestar; y por enésima ocasión se le recordaba, en condiciones desventajosas en que la situación del empleo no iba a mejorar 5[5]. Muy a pesar de las buenas conciencias, lo cierto es que el empleo prometía dejar a la mayor población en el paro y a expensas de los decretos contra el ambulantaje que buscaba en la economía informal abrir nuevas fuentes de trabajo, las que fueran; en ese ambiente se perdían millones de horas productivas diarias, y jóvenes que sólo cuentan con la inevitable opción de sentarse días enteros a esperar la venta, o el robo que les permita sobrevivir 6[6]. 3[3] Cuando ante los supuestos avances económicos en algunos países nuestros se invocaba a una “industria automotriz nacional”, uno no podía dejar de advertir las marcas de los automóviles que conforman dicha industria: Ford, Volkswagen, Nissan, Chevrolet, Honda, etc., que están lejos de ser nacionales, indudablemente... 4[4] A finales de los noventa se hablaba de la globalización con cierto tono de queja. Una década antes el socorrido concepto entraba pujante a la jerga popular cuando menos en cinco dimensiones diferentes: la globalización económica, la globalización política, las implicaciones ecológicas, los valores culturales y las instituciones, y la globalización de la comunicación (Persecución-Dunn y Bornschier 1998). El punto era pasar de un mundo geopolítico a uno también geoeconómico y geocultural; y no era fácil hacerlo, pues la región vivía tanto graves problemas estructurales como contingencias que dejaban la sensación de una realidad menos rebosante de esperanza que de contradicciones. No todo podía pensarse en términos geopolíticos ni solamente en términos geoeconómicos, pues las circunstancias se traducían en insólitos hechos que ganaron terreno y coadyuvaron a generar un clima más lioso que el que años antes prevaleció. Y desde luego, mayor conciencia social acerca del empobrecimiento que preocupaba, pues las nuevas oportunidades parecían promover al parejo crecientes desigualdades que podrían llevar a la ingobernabilidad. 5[5] Como lo veremos adelante, la situación del trabajo es incierta, pues queriendo o no, el desempleo es consecuencia del funcionamiento general del sistema, de la necesidad de la competencia por el puesto para regular el salario; a la vez, la más acelerada incorporación de la tecnología y las nuevas formas organizativas a la producción, la empresa y los servicios, intensifica la jornada y eleva la productividad, a costa del desplazamiento del trabajador. Por ello la ocupación plena no sólo resulta inviable, sino que el crecimiento del desempleo se convierte así, en uno de los males necesarios e inevitables del mercado. “¿Cuál es la mejor manera de preparar a los trabajadores para su membresía en un mercado laboral global?”, preguntaba el Financial Times en junio de 1995. El Banco Mundial respondía: “Los cambios en la economía global... la apertura de los mercados internacionales... están trayendo nuevas oportunidades... Esos cambios van a continuar”; del mercado laboral afirmaba: “Las próximas décadas probablemente serán testigos de nuevos movimientos hacia los mercados domésticos abiertos y la integración global, con 6[6] Capital Humano y Globalización Los cambios en la última década fueron tales que, sin duda, podría suponerse traerían un cúmulo de oportunidades a este desaliñado planeta. Para ello se demandaba una educación de excelencia que permitiera alcanzar el nivel requerido para aprovecharlas; pero no sólo pensando algunos en la prosperidad humana, sino también en el bienestar del mercado; o como diría Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano del Desarrollo (BID) al referirse a la educación: “Este no es sólo un tema ético, sino uno con un sentido económico también” (citado en Foro Mundial sobre Educación 2000). A nivel global, el número de niños escolarizados había crecido de 599 millones en 1990 a 681 millones en 1998, no obstante la exclusión de muchas niñas, niños trabajadores, niños de minorías étnicas y niños afectados por la violencia, el conflicto, las incapacidades físicas y el VIH/SIDA 7[7]. En Latinoamérica, a pesar de las altas tasas de reprobación o deserción y las disparidades, se cerraba la brecha entre hombres y mujeres, alfabetas y analfabetas, población rural y urbana en el acceso educativo (ibidem). Así avanzaban las metas de educación para todos establecidas hace más de 20 años: el Gran Programa para la Educación en América Latina y el Caribe delineado en 1980 con objetivos similares a la subsecuente Declaración Mundial sobre Educación Para Todos, de 1990 en adelante se traducía en un mayor énfasis al apoyo de la educación básica. Los gobiernos latinoamericanos invertían ya una proporción significativa de sus recursos, cercana o superior a los países de la OCDE 8[8]. Siguiendo recomendaciones, estos gobiernos se dieron a la tarea de elevar la calidad educativa a partir de un diagnóstico de la situación de la enseñanza también en la educación superior, tratando de llevar adelante la educación “de excelencia” que las nuevas condiciones demandaban. Así, a inicios de los noventa varias organizaciones se abocan al estudio del sistema de educación superior y dan cuenta del alto índice de las deserciones estudiantiles, del bajo nivel académico, del escaso personal de tiempo completo y la insuficiente vinculación del sector académico con el productivo 9[9]. El resultado de ese diagnóstico era dramático: un rápido crecimiento potencial para la mayoría de los trabajadores...” No obstante, se apresuraba también a prevenir: “Para lo que resta de esta década y hacia el siglo XXI, la perspectiva económica para los trabajadores tanto de los países ricos como de los pobres, es prometedora, pero no garantizada” (Banco Mundial 1995). Y así era...: prometedora..., pero no garantizada. 7[7] Declaración final del Foro Mundial sobre Educación 2000; ver ibidem. El Foro fue un evento en el que participaron unos mil 500 delegados de 181 países, y obedeció al compromiso de los representantes de 155 gobiernos, 33 organismos internacionales y 125 organizaciones gubernamentales que se reunieron en Jomtien, Tailandia, en 1990, con el propósito de lograr una educación básica universal. 8[8] Al comparar el gasto en educación con el total del gasto público, se observa la magnitud de esa inversión: sólo en Uruguay la relación está por debajo del 12.6% (promedio de la OCDE). De 1985 a 1994 México incrementó su gasto educativo como porcentaje del gasto público en un 103%, un mayor monto que el de Japón, Australia, Italia, Francia, Alemania o Canadá; los Estados Unidos lo hicieron en sólo un 3.8%. Claro, también se dispone de menos recursos por educando que un país típico de esa organización, pues mientras los países de la OCDE gastan un promedio de tres mil 500 dólares por cada alumno de la enseñanza primaria, el gasto en los países de Latinoamérica oscila entre los 343 dólares en Paraguay y los mil 807 dólares en Chile (OCDE 1998). Pero la atención al rubro educativo es mayor. 9[9] Los organismos fueron el Consejo Internacional para el Desarrollo Educativo (CIDE), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Banco Mundial (BM), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Comisión Económica para América Latina los países latinoamericanos aportan apenas el uno por ciento del conocimiento al menos técnico a nivel mundial, mientras continúan ligados a un contexto de pobreza. La privatización de la enseñanza es una alternativa que organismos como el Banco Mundial y la OCDE consideraron viable y válida en un mundo neoliberal, para dar solución a esa problemática educativa. Ambos plantearon la necesidad de diversificar las fuentes de financiamiento y establecer políticas de asignación de recursos “que estimulen el desempeño”, proponiendo a la vez incrementar la contribución de los estudiantes para sufragar el costo de su educación. Asimismo, recomendaron propiciar políticas para distribuir los recursos de una manera más eficiente y la promoción de una adecuada comercialización de productos y servicios de las instituciones como fuente complementaria de ingresos. Más allá de políticas, lo cierto es que por las condiciones del mercado que estimulan la inversión al abrirse sus regulaciones, la enseñanza pública se contrajo en forma natural frente a una gran ofensiva privada, como lo dejan ver muchos ejemplos en la región. El caso de Perú es ilustrativo, según se observa en el siguiente cuadro: Cuadro 1 Estadística Universitaria de Perú (1980-1999) Indicador 1980 1990 1999 Universidades 35 52 73 Públicas 25 28 29 Privadas 10 24 44 Postulantes 239 263 307 485 137 195 Públicas 180 176 241 741 668 455 Privadas 58 86 65 744 449 746 Ingresantes 57 72 95 744 243 883 Públicas 38480 39 47 842 443 Privadas 20 33 48 264 402 440 Matrícula 257 327 410 220 030 826 Públicas 183 233 242 317 625 181 Privadas 73 93 168 907 405 845 Ingres. 24.5% 27.5% 31.2% (CEPAL) y el Centro Regional para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (CRESALC); estos se abocaron a analizar el sistema de educación superior con objeto de proponer acciones para fortalecer las políticas de cambio y desarrollo de ese nivel educativo. En tanto los informes del CIDE y la OCDE se ocuparon específicamente del caso de México, los documentos del BM, la UNESCO, la CEPAL y el CRESALC, enfocaban la situación de la educación superior en países “en desarrollo”, por lo que sus análisis se refieren a la problemática educativa general de tales países. Los seis documentos coinciden en cuanto al contexto en que se desenvuelve la educación superior (ver de Allende, Díaz Hernández y Gallardo 1998). /Postul. Públicas 21.3% 22.5% 19.6% Privadas 34.5% 38.6% 73.7% Fuentes: ANR, Dirección de Estadística e Informática, Informe Estadístico 1999. INEI, Compendio Estadístico. En el mismo se advierte cómo de 1980 a 1999 crece el número de universidades en casi el 110% , pero el crecimiento en particular de las universidades públicas es de 16% mientras el de las privadas de 340%. Sin embargo, o la capacidad de las universidades privadas es escasa o la preferencia de la población escolar es mayor por las universidades públicas, pues mientras que éstas crecen en demandantes en un 33.5% , en las privadas sólo se postula un 11.9% más. Desde luego, el cuadro también advierte la caída de la matrícula en la universidad pública, pues mientras que en 1980 la relación ingresantes/postulantes es del 21.3% para las públicas y 34.5% para las privadas, en 1999 la relación ya es del 19.6% para las públicas y 73.7% para las privadas. La matrícula de las universidades privadas peruanas crece en más del 128.4%, en tanto que en las públicas sólo lo hace en un 32.1%. Así, resulta obvio el efecto de la ola privatizadora para el caso del país andino. A pesar de una mayor atención de los gobiernos a la educación superior en años previos, las instituciones públicas sufren un grave descuido por falta de mayor presupuesto. El Banco Mundial y la UNESCO concluyen que desde los años ochenta muchos gobiernos y donantes internacionales asignan a la educación superior un nivel de prioridad relativamente bajo, lo que desmerece la importancia del rubro. Ese panorama general se acentúa por la desarticulación entre las instituciones en la ausencia de un sistema nacional de educación superior en varios países, y porque en la educación privada las instituciones particulares se preocupan más por minimizar los costos y elevar su demanda, que por la calidad de su enseñanza 10[10]. El mayor problema de la educación superior, sin embargo, no está en las instituciones, sino en su nudo terminal: el mercado laboral. La vieja idea, veíamos, según la cual la educación es puerta de entrada hacia un futuro más radiante continúa presente, pero hoy se suman dificultades mayores para su logro. Se ha dicho que si se quieren profesionistas competitivos se requieren escuelas competitivas, pues dentro de las actuales hay incoherencias reflejadas en el currículo; pero aún cuando todo funcionara a la perfección, el problema no terminaría ahí. La teoría del capital humano afirma que la educación dota al individuo de habilidades para ser más competitivo y tener asegurado un empleo; sin embargo, el vínculo educación-mercado laboral es muy complejo y está ligado a la problemática del sistema económico todo. Y su solución no es fácil pues en la relación educación, ocupación y remuneración existen factores exógenos que la complican; el funcionamiento del mercado es heterogéneo y la acreditación educativa sólo aumenta la probabilidad de acceso a ciertas ocupaciones, pero no asegura ni garantiza el empleo ni la calidad del mismo. La creencia en un capital humano para avanzar socialmente se desdibuja, en la medida en que ni 10[10] En las universidades públicas los criterios para una educación de excelencia no han sido tampoco los mejores, pues toman en cuenta datos numéricos para definir la calidad de un estudiante, sin considerar — de acuerdo a las condiciones reales de la enseñanza— que no siempre una calificación máxima significa un excelente rendimiento, ni una calificación baja significa el desahucio escolar. Pero aún más grave, la búsqueda de esa excelencia se traduce en descarnada selección de una minoría ilustrada, frente al alto porcentaje de educandos sin mayor perspectiva. El caso de una escuela universitaria de bachillerato en México, donde junto con el más alto índice de alumnos de excelencia se ha tenido el más alto índice de reprobados, es una muestra de las limitaciones de esa intención. la educación alcanza los niveles de desempeño necesarios para jugar un más importante papel en ello, como porque aun cuando lo haga, se enfrenta a un difícil mercado no suficiente para todos 11[11]. Así el problema para las perspectivas que se dibujan de entrar a un nuevo siglo pletórico de oportunidades, es que no están creadas las condiciones para que el nivel de excelencia sea alcanzado por los más, pues los programas institucionales que sustentan esa búsqueda optan todavía por los menos, con criterios limitados que dan cuenta del progreso para unos cuantos; quienes por cierto tampoco tienen un futuro asegurado por un mercado de trabajo harto inestable, pues el desempleo y el subempleo son dos incontenibles realidades que trastocan toda la potencialidad que pudiera tener la educación para el futuro de cualquier país 12[12]. Por ello no es de extrañar que al final del siglo emerjan, paralelos a otros donde la gente se inconforma crecientemente y en formas nuevas, sendos movimientos estudiantiles antiprivatizadores como en Chile, Argentina, Nicaragua o el de la UNAM en México que dan cuenta de la incertidumbre de las nuevas generaciones por el futuro y, aun de manera contestataria, denuncian ese sentimiento y exhiben algunas de las razones de la CEPAL de pensar en los ochenta como década perdida y en los noventa como frustrada. Entre el Empleo y el Desempleo Que mucho tiene que pensar el sistema educativo acerca de lo que pasa más allá de sus dominios, lo deja ver precisamente el tema del empleo que para cualquier economía resulta esencial, pues de su existencia depende la posibilidad de creación de la riqueza además del consumo para que se desarrolle. Si bien no habría base para considerar que la ocupación tiende a desaparecer en el mundo, sí es verdad que se sigue contrayendo tanto en naciones industrializadas como en las subdesarrolladas 13[13]. El Informe de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT-ONU) de 1998-99 advierte cómo jamás ha sido tan alta la cifra de trabajadores desempleados y subempleados en todo el mundo, y manifiesta su temor de que aumentara en varios millones más en los siguientes años, pues a pesar del crecimiento económico en el primer semestre de 1998 que hacía concebir la esperanza de un aumento generalizado del empleo, sólo los Estados Unidos y en menor 11[11] La pretensión de lograr un más eficaz vínculo entre la escuela y la sociedad se enfrenta a graves dificultades, pues ni queda suficientemente claro si la educación básica y la media-superior o superior cumplen hoy el mejor papel para la sociedad, ni la sociedad tiene la certeza de estar coadyuvando al mejor desempeño del sistema educativo, para su beneficio. Por el contrario, la educación sufre una grave crisis a pesar de la atención que se ha puesto en su evaluación más sistemática, y a pesar de las intenciones de incorporar aquellas medidas como resultado de las recomendaciones internacionales (ver Hernández Garibay y Magaña Vargas 2002, p. 129). 12[12] Para el tema del mercado de trabajo, ver entre otros: Bianchi 1989, pp. 35-56; Brena Alfaro 1995, pp. 133-136; CIEES 1996; de Ibarrola 1988, pp. 9-63; de Moura Castro 1989, pp. 55-69; Gómez Campo 1982, pp. 5 a 43; Kenneth 1988, pp. 521-533; Latapí 1982, pp. 59 a 74; Levin y Rumberger 1989, pp. 221-242; Muñoz Riverohl s/f; Pescador s/r; Magaña Vargas 1998. 13[13] El trabajo humano es base del desarrollo social, pues a través del mismo el hombre alcanza la estatura que tiene. Por esto cuando se habla de derechos humanos el trabajo debiera de ser considerado como uno primordial; y sin embargo no es así, pues no se le recuerda con la frecuencia necesaria y la sociedad se acostumbra a su creciente ausencia. El Artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo; que tiene derecho además, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual; y que toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria. Por supuesto que este artículo es violado ampliamente. medida la Unión Europea lograban cierta reducción del desempleo, mientras que en el resto del mundo el flagelo persistía, con la afección mayor a jóvenes, trabajadores de edad, con menos calificación, discapacitados, minorías étnicas y especialmente mujeres en todas las categorías. Unos mil millones —un tercio de la población activa del mundo— están hoy desempleados o subempleados; de esa cifra unos 150 millones se encuentran desempleados, buscan trabajo o están en disposición de trabajar. Tan sólo por efecto de la crisis asiática de 1998 el total de desempleados se incrementó en 10 millones de trabajadores; además, del 25 al 30% —entre 750 y 900 millones de personas— están subempleados (OIT 1998b). La tendencia en los países desarrollados es también al desempleo, si bien varios organismos 14[14] coinciden en que el mayor crecimiento económico es condición para combatir sus altas tasas y rechazan que la liberalización del comercio destruya el empleo, debido al aumento de las importaciones de productos baratos, que el cambio tecnológico conlleve un aumento de la productividad en detrimento del empleo (jobless growth), o que la fuerte inmigración en algunos países desplace mano de obra local (Weller 1997, pp. 22 a 25). Los mismos organismos divergen en cuanto al funcionamiento del mercado. La OCDE y el BM afirman que aparte de las causas coyunturales del desempleo (las que se atacarían con políticas macroeconómicas adecuadas), existen causas estructurales que limitan la flexibilidad del mercado de trabajo al obstaculizar la movilidad de los trabajadores, lo que dificulta la entrada al mercado para principiantes (ibidem). La OIT y la UNCTAD en contraste, aceptando que existen regulaciones en los mercados que afectan negativamente su funcionamiento —las que habría que analizar cada vez y, si es el caso, dicen, corregir—, indican que los sistemas de regulación existentes son resultado de procesos socio-históricos que generan resultados positivos para el crecimiento, que es importante distinguir entre los efectos de corto y largo plazo, y que los países más ricos de la OCDE (Grupo de los 7) comparten la preocupación sobre la insuficiencia en la generación de empleo productivo mientras lo que los diferencia es la forma de enfrentarlo 15[15]. En tanto hacen énfasis en las oportunidades creadas, otras visiones son menos optimistas tanto de esquemas de regulación laboral, como de la generación del empleo 16[16]. En los países industrializados, el empleo se diferencia hoy en tres grandes segmentos: el de los analistas simbólicos quienes trabajan en intermediación estratégica, identificación y resolución de problemas cuyo mercado es global (computación, informática) y cuya participación en la fuerza laboral e ingresos aumentan; los trabajadores rutinarios de producción 14[14] El Banco Mundial (BM), la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), la Conferencia de las Naciones Unidas en Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y la misma Organización Internacional del Trabajo (OIT). 15[15] Entre todos esos organismos prevalece un consenso en cuanto a la importancia de la educación y la capacitación. Aquí, como en la discusión sobre el crecimiento, las diferencias radican en los instrumentos para lograr un sistema educativo eficiente y de alto nivel. Para todos, la globalización sí ofrece un conjunto de oportunidades en términos de crecimiento y mayor eficiencia para los países industrializados. La carga, sin embargo, recaería sobre las personas de los niveles de capacitación más bajos, las cuales requerirían de apoyo especial para poder ajustarse a las nuevas condiciones laborales. 16[16] Las nuevas tecnologías sustituyen masivamente trabajo humano por maquinaria y software, proceso que afecta la producción industrial y desde los noventa alcanza al servicio en la manufactura y el sector terciario (Rifkin 1995; citado por Weller 1997, p. 24). con ingresos y participación laboral declinante; y los trabajadores en servicios (limpieza, seguridad, salud) con un aumento de la fuerza laboral pero ingresos bajos (Reich 1993, pp. 174 y siguientes) 17[17]. En resumen, se observan transformaciones en los mercados laborales de países industrializados. El menor crecimiento, el cambio tecnológico, la globalización y otros factores reducen la demanda tradicional, lo que se expresa en mayor desempleo y/o generación de puestos de alta calificación y altos salarios (analistas simbólicos) que contrastan con los de baja calificación y salarios decrecientes 18[18]. Pero si esto sucede en el mundo desarrollado, de manera más dramática acontece en Latinoamérica, donde el desempeño de los mercados laborales es inestable. Según esto, las reformas mundiales vigorizarían al mercado como asignador de recursos y eliminarían las distorsiones que afectan la demanda laboral, con el aumento del empleo basado en un aumento de las inversiones y de las exportaciones con mejoras salariales (Banco Mundial 1986). Pero la visión de la OIT es menos optimista, pues plantea que a pesar de que entre 1950 y 1980 las condiciones para el empleo son favorables dado que el PIB alcanza altas tasas de crecimiento: 5.1% en los años cincuenta, 5.8% en los sesenta y 6.0% en los setenta por lo que hubo un rápido proceso de urbanización de muchas sociedades predominantemente rurales, la crisis de la deuda y la transición a los ochenta se reflejan en una caída en el ritmo económico que impacta en los mercados laborales (OIT 1998b). Así, dice este organismo, hasta principios de los ochenta los efectos se traducen en la desaparición de relaciones laborales “cuasi-feudales” que persistían, en el aumento de la demanda laboral en los sectores dinámicos (“modernos”), en la participación del empleo asalariado no agropecuario en la estructura de la ocupación, en la expansión del empleo en las actividades secundarias y terciarias, y en el crecimiento de la productividad media si bien con perdurables brechas inter e intrasectoriales (op. cit., p. 59). Sin embargo, después de una década de globalización hacia el final de los noventa, aunque el crecimiento alcanza el 5% en 1997, se produce un importante descenso de la inflación y aumentan los salarios reales, entre 1991 y 1996 el desempleo crece hasta el 7.4% , lo que se agrava por el abandono de los mercados emergentes por los inversores internacionales en 1998 19[19]. 17[17] Casi por definición, la expansión de los puestos de analistas simbólicos no satisface las necesidades de generación de empleo regular, por lo que existe una heterogeneización de las condiciones laborales en comparación con las tendencias prevalecientes anteriormente, con un aumento del desempleo. Como lo menciona otro autor: “...dada la ausencia de nuevos mecanismos de integración social que sustituyan los antiguos esquemas fordistas y un creciente distanciamiento socio-cultural de los analistas simbólicos del resto de la sociedad, se registraría una mayor exclusión social” (Fontella 1994, pp. 25 a 45). 18[18] El fordismo pierde peso, lo que da lugar a mayor heterogeneidad de la estructura ocupacional y a formas de organización laboral nuevas. Como resultado de la globalización se difunden con rapidez principios y técnicas de producción basados en la mejora continua del proceso en su conjunto, que rompen con los esquemas de normas de calidad y eficiencia relativamente estáticas y parciales prevalecientes, hacia una mejora de la calidad a un bajo costo encabezada por empresas japonesas, conocida como producción depurada o esbelta; prácticas que se difunden rápidamente entre las empresas occidentales (Martínez López 2000). 19[19] En particular para el caso argentino, su programa de estabilización y ajuste estructural determina una tasa de crecimiento medio anual del 5.8% entre 1991-1997; sin embargo, la situación del empleo se deteriora y el desempleo aumenta pasando del 6.3% en 1991 a 17.5% en 1995, baja al 15% en 1997 y vuelve a crecer al 18% hacia el 2000. Para otros países latinoamericanos la OIT destaca las siguientes tasas de desempleo para 1998: el 7.9% en Brasil, 11.3% en Venezuela, 3.4% en México y el 15.2% en Colombia (ibidem). Hasta los setenta se acelera la expansión de la fuerza de trabajo debido al alto crecimiento demográfico; en muchos países desde los sesenta pero sobre todo desde los setenta por una participación mayor de las mujeres. Esta tendencia se frena en los ochenta con tasas de crecimiento de la población en edad de trabajar que bajan y la reducción del dinamismo de la incorporación femenina. El desempeño laboral durante la primera mitad de los noventa es considerado como un serio problema; la debilidad en la generación de empleo productivo, las altas tasas de desempleo abierto, la fuerte y creciente heterogeneidad estructural y la débil recuperación de los salarios reales son sus expresiones (Weller 1997, p. 26) 20[20]. De esta manera, el empleo responde a la lógica y dinámica del mercado, como a las necesidades que le plantea la reestructuración, pero sin que ello se traduzca en más puestos de trabajo para todos, pues la idea en boga a finales de los ochenta en el sentido de que el camino más correcto era abrir las economías para que la inversión extranjera fluyera ampliamente y creara empleos suficientes para todos, no se compadeció finalmente con la realidad ni, por supuesto, con la conveniencia de los inversores a quienes también interesaba más la ganancia que los empleos 21[21]. Nuevas Oportunidades, Crecientes Desigualdades Al generar reglas para ampliar los mercados la globalización da lugar, es cierto, también a nuevas oportunidades que varios aprovechan; infortunadamente la desigual competencia da cuenta del fortalecimiento de unos frente al decaimiento de otros. Pero sobre todo, la mayor concentración y centralización de la riqueza dan lugar a una mayor desigualdad en su distribución. Para poca fortuna, luego del inicio de la reestructuración que, según esto, daría mejores posibilidades a la gente, el nuevo momento resultó insuficiente proveedor de recursos que permitieran el efectivo abatimiento de la pobreza. Dígalo si no la realidad que creció inconmesurable en los últimos años: ambulantaje, tianguismo y en general una economía informal que hoy resulta tan evidente, como el 70 al 80% de su peso en algunos lugares. La Economía Informal, ¿Perdemos la Batalla? El Informe de la OIT acotado arriba observa cómo la mayoría de los nuevos empleos en los países en desarrollo se crearon en el sector de una economía informal que da cabida hoy a unos 500 millones de personas en el mundo. El insuficiente crecimiento del trabajo en el sector formal, así como la falta de calificación de amplios sectores trae consigo el crecimiento de ese otro sector en el cual la mayoría tiene un empleo mal remunerado, en condiciones de Al hablar de esa realidad, Weeks advierte: “La teoría económica neoclásica y ortodoxa predice que la liberalización comercial y la flexibilidad laboral revitalizan el empleo y el crecimiento económico y fomentan los aumentos de salarios... (pero) lo sucedido en Latinoamérica durante los tres últimos decenios es bastante distinto de tales previsiones. En la mayoría de los países..., los frutos del crecimiento... no llegaron... y se deterioró la situación general de los mercados de trabajo nacionales” (Weeks 1999). 20[20] 21[21] Un amplísimo listado de la literatura acerca de los cambios en la organización del trabajo en el mundo y en particular en América Latina hasta antes del último lustro del siglo, puede ser consultado en Martínez López 2001. Algunos de estos son: Candia 1988, pp. 68 a 71; Coriat 1985; de la Garza 1993; Díaz, D. 1990, pp. 288 a 289; Geller 1994; Mertens 1992; Mertens y Palomares 1993; Neffa 1982; Prieto 1989, pp. 285-293; Revelli 1996; Senker 1993; y Szekely 1994, pp. 149 a 181. trabajo deficientes y no reglamentadas. El Informe asegura que en 1998 este sector “no estructurado” creció al ritmo del 4.5% anual. Respecto a Latinoamérica, la OIT destaca que en los ochenta el crecimiento de los sectores modernos y formales, en líneas generales fue prácticamente nulo, al corresponder hasta el 85% de la creación de nuevos empleos al sector no formal de las microempresas, la agricultura y los pequeños servicios cuyos niveles salariales, de productividad y protección social suelen ser mucho más bajos que los del sector formal, donde aumentaron los contratos temporales y a tiempo parcial. Así, los “extraordinarios progresos en la modernización de la economía” resultaron en una dinámica de bajos salarios, reducción del empleo y de la seguridad social, pues el nivel del empleo se incrementa en una media del 2.9% entre 1990 y 1998, tasa limitada para absorber el incremento anual del 3.1% de la población activa (Somavía 1999) 22[22] . Desde luego que hay oportunidades para los “mercados emergentes”, pero no suficientes, pues en casos como Perú y México se advierte un dramático incremento del sector informal. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado entre Estados Unidos, Canadá y México en 1993, tenía el compromiso de “crear nuevas oportunidades de empleo, mejorar las condiciones laborales y los niveles de vida”. Sin embargo, ha estado lejos de lograrlo 23[23]. Las consecuencias han sido una escasa generación de empleos, menos un mejoramiento salarial y de las condiciones de vida, entre otras razones por la alta concentración de los flujos comerciales sobre todo en el sector maquilador (43% de las ventas externas), cuyos componentes nacionales son menores al 2%. Por otro lado, del total de las ventas al exterior —más de 110 mil millones de dólares— el 80% son realizadas por 300 grandes compañías, a pesar de estar registradas más de 32 mil 500 empresas de exportación 24[24]. Las cifras constatan que el aumento en la inversión estadounidense disminuye en relación con la registrada históricamente, no obstante que una de las promesas del TLCAN fue su incremento. En 1999 la inversión extranjera directa de origen estadounidense representa el 55% del total cuando en 1993 alcanzaba el 62.8% (Peñaloza 1999) 25[25]. 22[22] La CEPAL también advierte que la problemática laboral, con una recuperación transitoria en 1997, se profundiza en 1999; la coyuntura económica que desde fines de 1998 afecta a países sobre todo del sur, se traduce en caída de la ocupación. Durante el llamado Decenio para la Erradicación de la Pobreza (1997-2006), la ONU buscaba eliminar ese flagelo asumiendo que es causado por un sistema económico “que justifica con el principio de la igualdad de oportunidades a todos los individuos, la desigual distribución de la riqueza”. Esa riqueza, dice el organismo, bien repartida eliminaría el hambre y la pobreza de la faz de la tierra. La Asamblea General de la ONU proclama a 1996 como el Año Internacional para la Erradicación de la Pobreza con el objetivo de crear mayor conciencia de que su eliminación tiene una importancia fundamental para consolidar la paz y lograr un desarrollo sostenible. La pobreza, por cierto, es definida por la ONU no sólo como la injusta distribución de los ingresos, sino también como la falta de acceso a la educación y la salud, a la cultura, el ocio y la participación de la vida en comunidad. “A cinco años de su entrada en vigor —dice un analista—, el TLCAN se ha situado en el centro de la crisis mexicana. Al acelerar los procesos de privatización, desregulación y apertura indiscriminada nos ha colocado en una situación excesivamente vulnerable frente a los dictámenes de los grandes inversionistas y de las empresas transnacionales” (Peñaloza 1999). 23[23] “Y es que esos grandes inversionistas, más que por convenios se mueven como siempre por conveniencia, respondiendo al mercado de acuerdo con las ganancias que pueden alcanzar en un momento dado, y saliendo del mismo según sus intereses corporativos...” (ibidem). 25[25] De 1994 a 1998 la apertura en México, la sobrevaluación del peso, la limitación del crédito y la contención salarial produjeron un crecimiento del PIB de apenas 2.8% en promedio anual. Dicho 24[24] Perú es otro país donde el sector informal crece incontenible, actualmente más del 50% del empleo urbano, cuando menos en Lima Metropolitana (Saavedra y Maruyama 2000). Luego de un estancamiento inicial la economía peruana crece ininterrumpidamente, aunque con fluctuaciones, desde 1993. Años después del inicio del proceso de reformas estructurales los problemas en el mercado de trabajo son bastante graves (ver Saavedra Chanduví 1999, p. 7). A nivel del Perú urbano, durante los noventa el crecimiento del sector formal es muy inferior al informal; el mayor crecimiento del empleo se concentró en el sector informal, de modo tal que la participación del sector informal creció de 49.2 en 1991 a 55.4% en 1996 (Saavedra 1998). Si los trabajadores de nuestras naciones no cuentan con las habilidades y destrezas que el mercado laboral demanda, cuya adquisición resulta difícil por la falta de recursos familiares y mejores oportunidades educativas, si tampoco cuentan con una preparación que les permita acceder a puestos de trabajo de mejor calidad, si además de ello la oferta de trabajo es débil y fragmentada y por tanto hay cada día mayores dificultades para insertarse en el mercado laboral, evidentemente los ingresos resultan insuficientes, lo que de forma inevitable origina el círculo de la mayor pobreza. Así la economía informal, salida falsa al desempleo, se liga a una problemática que no se resuelve a pesar de los esfuerzos, las promesas, las intenciones frustradas, la ingenuidad o la demagogia de los distintos gobiernos 26[26]. Pobreza: Paradoja del Mejor de los Mundos Posible ¿Qué tanto es viable en estas condiciones, abatir el gran mal del fin del siglo anterior y principio del nuevo? En diez informes anuales sobre el Desarrollo Humano (1990-1999), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) muestra un panorama difícil, donde no se vislumbra ningún camino seguro a la solución de ese inconveniente para el democrático mundo actual 27[27] . En su diagnóstico inicial (1990) afirma que el desarrollo humano es “claramente posible” y que lo que hace falta es “reestructurar las arcas nacionales y la ayuda internacional”, en medio de una perturbadora realidad en la distribución del ingreso, pues mientras en 1960 la población más rica del crecimiento resultó insuficiente para satisfacer la demanda, pues en el periodo se generaron sólo 1 millón 257 mil 182 empleos frente a una exigencia de 6 millones de plazas. Así, el empleo informal comienza a calcularse según distintas fuentes en 19 a 21 millones de personas (el 50% de la PEA) sin prestaciones laborales ni acceso a los servicios de asistencia médica en actividades como el comercio en vía pública, la prostitución, el tráfico de enervantes y armas, entre otras. 26[26] Que la situación descrita no es privativa de esos dos países lo exhiben muchos ejemplos más en la región, como el argentino donde durante los noventa crece incontenible la economía informal, luego que el “modelo” económico diseñado desde la dictadura comienza a dejar sentir sus efectos sociales, o el de Costa Rica que a pesar de distinguirse frente a sus vecinos centroamericanos como un peculiar país “desarrollado”, vive en el incontenible ambulantaje los frutos del 50% de pobreza de su población. “Colombia es el país más violento del mundo —dice Galeano—. Los asesinatos de todo un año en Noruega equivalen a un fin de semana en Cali o Medellín. Se supone que la violencia colombiana es obra del narcotráfico y de la guerra entre militares, paramilitares y guerrilleros. Pero... Colombia es uno de los países más injustos del mundo: ochenta por ciento de pobres, siete por ciento de ricos; de cada cien adultos, 22 están desempleados y 55 trabajan a la buena de Dios, en eso que los expertos llaman mercado informal...” (2000). 27[27] El PNUD ha hecho importantes aportes para alcanzar un más acertado diagnóstico de las condiciones actuales del desarrollo humano, que aquél escueto que ofreció en el pasado la economía del PIB per cápita. El Indice de Desarrollo Humano (que toma en cuenta aspectos tales como la esperanza de vida o el grado de alfabetización) y otros que ha tomado en consideración, representa una mejor metodología para entender los avances y las limitaciones en ese importante rubro de la población mundial. mundo (20%) tenía ingresos 30 veces más grandes que los más pobres (20%), para 1990 los más ricos (20%) ya obtenían 60 veces más. Dos años después de aquel inicio habla de la “oportunidad única de utilizar los mercados globales en beneficio de todas las naciones y de toda la gente”, concepto que amplía al discutir la participación de esa gente en los beneficios del mercado: “Los mercados necesitan ser reformados para ofrecer a cada cual acceso a sus beneficios...”, y “permitir a las organizaciones comunitarias que ejerzan una creciente influencia” en los asuntos nacionales e internacionales (ver PNUD 1990-2000). A lo largo de la década el PNUD volverá a insistir en los mismos planteamientos 28[28], mientras en el último informe (1999) habla de la globalización como un proceso multidimensional, por medio del cual la gente es implicada y afectada por cualquier evento en donde quiera que suceda 29[29]. Destaca a la vez cómo, hacia el final de los noventa, en relación con quienes con menos ingresos sólo tenían el 1%, la quinta parte de la gente que vivía en las países de más alto ingreso poseía ya el 86% del PIB mundial, el 82% de los mercados mundiales de exportación, el 68% de la inversión extranjera directa y el 74% de las líneas telefónicas en el mundo (ver para el primer caso la gráfica siguiente). Fuente: PNUD, Globalization with a human face, Informe 1999, p. 2. 28[28] El Informe de 1994 presenta un Programa a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, que en el marco del 50º aniversario de la ONU se celebraría en marzo de 1995. Ahí advierte que el mundo “nunca podrá disfrutar de la paz, a menos que los seres humanos tengan seguridad en sus vidas cotidianas”; así, se propone encontrar un “nuevo paradigma de desarrollo humano sostenible” en el que implica de manera fundamental a la mujer en el mundo (1996), al advertir que si ésta no se incorpora en el desarrollo humano, no hay futuro para el ser humano. En 1997 muestra un panorama donde el crecimiento fracasa en unos 100 países, casi un tercio de la población, y recuerda cómo del PIB mundial de 23 mil millones de dólares en 1993, 18 mil millones corresponden a países industrializados y sólo 5 mil millones a países “en desarrollo”, a pesar de que estos últimos tienen casi un 80% de la población; indica que el propósito del crecimiento debía ser el de “enriquecer la vida de la gente”, pero que con frecuencia no lo hace pues a pesar de que la pobreza se redujo, una cuarta parte de la población sigue sumida en la pobreza severa. En 1998 el Informe habla de cambiar las pautas de consumo del futuro, pues se acelera la apertura de mercados con una corriente constante de productos nuevos, pero “existe una feroz competencia por vender a los consumidores en todo el mundo, con una publicidad cada vez más agresiva”, asegurando que “se están descomponiendo las barreras locales y nacionales en la fijación de normas y aspiraciones sociales al consumo” (ibidem). Esta época, dice el PNUD, “abre muchas oportunidades para millones de gente” al incrementar el comercio, incluir nuevas tecnologías, ampliar las inversiones extranjeras, expandir las comunicaciones y conexiones con el Internet. Sin embargo, “la globalización de hoy está siendo manejada por la expansión del mercado, que abre las fronteras nacionales al comercio, al capital, a la información, sobrepasando la gobernabilidad de esos mercados y sus repercusiones en la gente” (ibid). 29[29] El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) admite también cómo el crecimiento sostenido se ve amenazado por el grave drama que representa el que una de cada tres personas vivan en la pobreza extrema, o que seis de cada 10 niños sean pobres y tengan escasas posibilidades de salir de esa condición. El BID dice al respecto que si la economía latinoamericana creciera en forma constante (al 4% anual como parámetro de dos dólares de ingreso diarios), se podría erradicar la pobreza extrema en un plazo de 35 años; lo que le lleva a sugerir que si bien el tema de la pobreza no es un tema nuevo en la región, “la percepción social debería ocupar un lugar central en la agenda de la política social de América Latina” 30[30]. Sobre la evolución de la pobreza la CEPAL publica datos de latinoamericanos en esa circunstancia, de 120 millones en 1970 a 209 millones en 1994 (ver tabla y gráfica siguiente). De acuerdo con este organismo, la expansión es consecuencia de la insuficiente actividad económica durante la década perdida, cuando crece de 135.9 millones en 1980 a 197.2 millones en 1990 (61.3 millones más de pobres que al principio), o sea, un incremento del 45%. Cómo puede advertirse, durante los cuatro años de los noventa que alcanza a incluir, a las cifras anteriores se agregan 12.1 millones más de pobres (o sea un 6%), lo que proyectado hacia el 2000 indica un nada despreciable aumento del 15% en la década. Esto es, hablando conservadoramente, más de 240 millones 600 mil pobres en toda la región a fines del siglo XX (unos 31.1 millones adicionales). Tabla 2 Evolución de la pobreza según el ingreso en América Latina: 1970-1994 (millones de personas) 197 198 199 199 0 0 0 4 Secto 44. 62. 120 135 r 2 9 .8 .4 Urba no Secto 75. 73 76. 73. r 6 4 9 Rural Total 119 135 197 209 .8 .9 .2 .3 30[30] Declaraciones de Nora Lustig, jefa de la Unidad de Pobreza y Desigualdad del BID; en Martin 1999. El Club de Roma advierte la misma problemática, al aceptar que “hay que empezar a actuar y no sólo lamentarse” frente a una dramática realidad donde unos 245 multimillonarios acaparan el 46% de la riqueza mundial. Ese panorama -dice el organismo- es altamente preocupante, dado que las diferencias entre pobres y ricos en la escena mundial “se acrecentarán exponencialmente en los próximos años” (declaraciones del presidente del Club de Roma, Ricardo Diez Hochleitner, en la inauguracíón del Centro de Pensamiento Estratégico Horizonte, de Guadalajara, Jalisco, México; en Diez 1998). De su lado, el Banco Mundial acepta que las cifras sobre la evolución de la pobreza en América Latina “no son buenas”, pues se mantienen sin variación. En esta región la pobreza extrema (definida para el Banco como las personas obligadas a sobrevivir con un dólar al día) afecta al 15% de la población -unos 80 millones de personas- en tanto que 220 millones viven en situación de pobreza (declaración de James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, en la reunión anual de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) llevada a cabo en la ciudad de Washington a mediados de abril de 2000). Fuente: CEPAL (1996, p. 20) para 1980, 1990 y 1994; y CEPAL (1994, cuadro 21 de Anexo Estadístico para 1970. Gráfica 1 Evolución de la pobreza según el ingreso en América Latina: 1970-2000 (millones de personas) * Cifra estimada. Si bien esas cifras resultan preocupantes, más dramáticas son las de países específicos en los que el optimismo gubernamental contrasta con el grave deterioro social. El caso de México es significativo, con una economía que junto a Brasil o Chile, se considera “entre las más dinámicas y prometedoras”; ahí, según la CEPAL, se localiza el 25% del total de pobres para la región 31[31]. En el 2000 el salario mínimo en México tendría que haber aumentado en un 290% para adquirir una canasta básica (Cereal 1999). Incluso el porcentaje de pobres es similar al registrado a mediados de la década de los 80, pues entre el 54% y el 58% de la población —es decir, de 52,92 millones a 56,84 millones de mexicanos— sobreviven al final del siglo en una situación de pobreza. De estos, 42.5 de cada 100 mexicanos lo hacen con un ingreso menor a dos dólares al día 32[32] . Con frecuencia este dramático empobrecimiento trata de ser explicado, culpando a una política neoliberal de los gobiernos. Y si bien es verdad que la precaria situación y las perspectivas todavía oscuras de mejorarla no se resuelve por programas que priorizan aspectos que benefician a unos cuantos (en busca de que estos promuevan el empleo para así garantizar una mejor distribución del ingreso), lo cierto es que como se advierte arriba, el empobrecimiento en el fin del siglo es consecuencia, en primerísimo lugar, del funcionamiento de un sistema en el que —a pesar de todos los esfuerzos 31[31] Declaraciones del secretario ejecutivo de la CEPAL, José Antonio Ocampo en la ciudad de México, el 2 de abril de 2000. Ver prensa nacional. 32[32] Ver declaración de Marcelo M. Giugale, jefe de economistas del Departamento de México del Banco Mundial, en la reunión de primavera del FMI y el BM, abril de 2000 en Washington (Giugale 2000). Argentina es otro caso crítico, donde las altas tasas de desempleo, en un contexto de virtual insuficiencia de liquidez nacional por una deuda impagable, abandono de los inversionistas extranjeros y saqueo de las cuentas nacionales, daban cuenta de encaminarse hacia una quiebra económica de grandes dimensiones. hechos por quienes defienden el curso natural del mercado—, por la misma lógica del mismo, esto es, por la necesidad de lucro, el desempleo se multiplica y la calidad de la vida disminuye acompañada de corrupción, violencia y otros graves problemas como el del narcotráfico, mayores que nunca en la medida en que se sustentan en las escasas posibilidades de otros ingresos. La Resistencia Global Ante esa afrentosa realidad, la apuesta de muchos gobiernos ha sido la de lograr una profunda reforma que permita acrecentar las oportunidades para todos. El juego electoral se ensancha y no sólo para los partidos políticos, sino también para agrupaciones civiles a quienes el Estado está ávido de impulsar. Pero en la transición a la democracia pesan muchas décadas de incidencias lejanas a las aspiraciones de los pueblos, y en el proceso democratizador hay obstáculos no fáciles de superar por causa de estructuras políticas entretejidas con poderosos intereses en el proceso de la globalización y la modernización. Eso vale para los nicaragüenses que pasaron de la dictadura a la democracia directa y luego a la representativa, para los brasileños que luego de los militares enfrentaron el escándalo de la corrupción, para los uruguayos que temen aún al frenteamplismo, para los chilenos todavía confrontando su pasado, para los peruanos lidiando con el protagonismo, para los argentinos que no encuentran la manera de recuperar el histórico rezago, para los mexicanos enredados con izquierdas y derechas, y para numerosos otros referentes donde algunas fuerzas guerrilleras quieren optar por un camino legal e irrumpen en el juego electoral, en tanto otras prefieren la batalla fuera de la ley. Los pueblos buscan afanosamente el curso propio de su historia, aun cuando obligados a ocuparse con frivolidad de sus asuntos cotidianos: luchar mañana y tarde por elevar la calidad de vida, para centrar su atención por la noche en una pequeña parcela donde el mundo se convierte en una aldea que nuestros ojos abarcan a través de una pantalla electrónica sin movernos de casa (Betto 2000). Pero los mismos cambios y las depauperantes condiciones llevan también al ascenso de nuevos actores en movimientos de resistencia que buscan responder al grave saldo social advertido arriba, y enfrentar en mejores condiciones la corrupción de los políticos profesionales, la despolitización, el engaño y la idolatría al mercado que promueven los medios. De la Dignidad al Antiglobalismo La búsqueda de un espacio donde vivir y trabajar, la respuesta a la degradación de la propia familia, la confrontación a la antidemocracia o la movilización en defensa de una mejor calidad de vida, de la emancipación de la mujer, de la preservación del medio ambiente y la lucha por el recuerdo a los siempre olvidados encabezada por los mismos, entre muchos otros aspectos, congrega en estos años a amplios sectores de la población, y acentúa el debate sobre si es verdad que vivimos un tránsito a la democracia, o si lo que requerimos son menos palabras y más soluciones, como pareciera gritar gente dispuesta a combatir por remedios inmediatos. Gran parte de las nuevas luchas sociales de la región tienen como actor principalísimo a algunas de las capas más empobrecidas de la población, en décadas o siglos despreciadas por los gobiernos y las clases dominantes. Es el caso del campesinado, un sector fundamental que la globalización en su afán de modernización a destajo deja en el mayor descuido, quien sin embargo trata de dar respuesta a su empobrecimiento; de sectores urbanos marginados que aprovechando los resquicios de la política aportan su rabia y su coraje a encontrar salidas a sus mermadas condiciones de vida; o de los indios que se trocan principalísimo actor, luego de siglos de menosprecio nacional, continental y mundial. Fundado en 1984, el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST) ha sido protagonista de muchas movilizaciones al organizar ocupaciones de suelos para ayudar a campesinos desposeídos y a quienes tratan de escapar de cinturones de miseria para establecer campamentos agrícolas en tierras privadas, pero inactivas 33[33]. No obstante ser bastante polémico, el MST no ha podido ser ignorado pues involucra a millares de trabajadores y cuenta con el apoyo del Partido de los Trabajadores (PT), el principal de la oposición, y de la Central Unica de Trabajadores (CUT) que representa a más de 20 millones de empleados 34[34]. Brasil es la economía más grande de Latinoamérica, con 8 millones y medio de kilómetros de territorio y más de 160 millones de habitantes para 1994. Produce una cuarta parte de café en el mundo y por el Amazonas es considerado el principal pulmón del orbe; para 2015 su economía será la sexta más grande del planeta; los 45 bancos brasileños son líderes regionales de los 100 más grandes de América Latina. En 1999, en Brasil operaban 384 de las 500 empresas más importantes del mundo, además de que, en 1998, de sus más grandes 500 empresas, 209 tenían participación extranjera (Díaz, Benjamín 2000, p. 9). No obstante, igual que en otros países la pobreza es muy severa, pues alcanza a 35 millones con un desempleo de 65 millones para 1993; en 1996 el 40% de la población recibía sólo el 7% del ingreso del país, con el 1% de los terratenientes controlando el 46% del campo y unos 30 millones de trabajadores sin tierra que emigraron a las ciudades entre 1970 y 1990, para cambiar la pobreza rural por la miseria urbana. En estas condiciones, es difícil pensar que en los ochenta, con una economía agrícola y una reforma agraria abortada desde 1964 por el golpe de Estado de la oligarquía latifundista contra Goulart, no hubiera estallado frente a los terratenientes (coroneles) un movimiento rural como el de los Sin Tierra, en un país donde más del 30% de la PEA son trabajadores rurales. El MST nace en el sur de Brasil, pero se expande por el país al coordinar y organizar las tomas de tierras decididas por movimientos o sindicatos locales, los que recurren a la oficina del MST en busca de apoyo; el Movimiento les proporciona transporte, tiendas de campaña, herramientas agrícolas y semillas, pero sobre todo apoyo militante. En el transcurso de tres lustros había logrado que unas 140 mil familias recibieran el derecho legal a sus terrenos. Sumando a los que perdieron sus vidas en esa lucha, tal vez en esos años se vieron involucradas en las ocupaciones cerca de un millón de personas, entre hombres, mujeres y niños. El MST cuenta con más de 5 mil 200 militantes profesionales que organizan ocupaciones y trabajan por la “democratización de la tierra” dentro del sistema político (Petrarolha 1997) 35[35]. 33[33] En 1997, unas 44 mil familias se encontraban en calidad de posesionarios en varias extensiones de terreno. 34[34] Las masacres de los ocupantes han sido importantes: más de mil 700 muertos en la última década, según la CUT. Pero los campesinos arriesgan la vida porque, si tienen suerte, su posesión ilegal será aceptada como un hecho consumado. Casi medio millón de brasileños se ha reubicado de esta manera. 35[35] El lema del MST es Ocupar, resistir y producir. La reforma agraria es la lucha de todos, pues argumenta que la reforma agraria es condición para la democracia, una manera de solucionar el hambre y las altas tasas de desempleo en el país. Pero su lucha no está centrada sólo en el campo pues se complementa con una lucha urbana por los “sin techo”, al promover la ocupación de edificios para resolver problemas de vivienda: son estas acciones las que han permitido atraer más la atención de los medios. Conforme ha crecido el Movimiento, se ha fortalecido, y hoy cuenta con un presupuesto de Para las capas altas y medias brasileñas, los Sin Tierra son invasores de terrenos; no obstante, para otros el MST ha atendido la grave problemática social y luchado en forma disciplinada y sin violencia por el problema agrario no resuelto del país. Su vínculo con el PT y con la CUT le muestra como una organización no extremista y capaz de entender las necesidades y posibilidades actuales de la lucha social y política en Brasil 36[36]. A la vez, advierten la necesidad de la unidad no sólo nacional sino latinoamericana. En los últimos años hay esfuerzos por construir una unidad en la práctica, además de lograr intercambio de experiencias; de ahí surgen tres encuentros continentales, en Bogotá (1988), Guatemala (1990) y Managua (1992), que consiguen reunir a más de 400 organizaciones campesinas e indígenas, de negros, mujeres y movimientos populares de todos los países (ver Campaña de los 500 años, 1993) 37[37]. De esta forma, un importante movimiento social de origen campesino y franca resistencia a los rezagos históricos de la patria en este nuevo momento globalizador, inserta las circunstancias nacionales en las condiciones regionales para sostener una lucha que considera justa para el Brasil y la América Latina del nuevo siglo. El Quinto Centenario del Descubrimiento de América, conmemorado en 1992, quiso ser suavizado oficiosamente de sus dramáticos inicios para recordarse más como el encuentro de dos mundos. No obstante, lo que esa celebración trajo a colación no fue la memoria sino todo lo contrario, el olvido; o para decirlo apropiadamente, el recuerdo de haber olvidado durante cinco siglos a un cardinal actor de América: los pueblos indios, originales de estas tierras. Ignorados, explotados o malmirados perpetuamente, estos comienzan empero, a irrumpir vigorosamente en la escena política latinoamericana no hasta los noventa, sino luego de aquel 31 de enero de 1980 en que un grupo de 38 personas en su mayoría campesinos que se habían encerrado en la embajada de España en Guatemala para protestar por su situación en los años de terror militar, mueren quemados durante el asalto que realizó la policía 38[38]. Ahí operaciones de millones de dólares anuales, dado que el 1% de lo que es producido en los asentamiento está destinado a la organización (ibidem). 36[36] Sus dirigentes consideran la necesidad de cambios sociales profundos que rompan con los problemas del campo, “sobre todo con el monopolio de la propiedad de la tierra”, por medio de lo cual se podría construir “un proceso de desarrollo rural más justo y democrático” (Stédile 1996, p. 120). 37[37] Luego de la masacre de Pará de abril del 96, el presidente Cardoso acelera las adquisiciones y redistribución de las tierras; y sostiene que se transfieren más de 800 millones de hectáreas. A la vez, en 1997 crea la Agencia Brasileira de Inteligencia (ABIN) a fin de vigilar a grupos populares “potencialmente peligrosos”; ahí renace la Unión Democrática Ruralista (UDR), organización paramilitar dirigida por propietarios de tierras disuelta en 1944 (Petrarohla, op. cit.). Así, con sus dirigentes enjuiciados y una larga lista de muertos, el Movimiento mantiene movilizaciones y organiza sus resultados, pues para el MST el derecho a la tierra no consiste solamente en lograr una parcela, sino a la vez sacar rendimiento de la misma en forma ordenada, logrando asentamientos para familias que desarrollan una alternativa válida a la improductividad de los terrenos que ocupa. En 1992 el Movimiento crea el Sistema Cooperativo de los Asentados (SCA) congregado en la Confederación de las Cooperativas de Reforma Agraria del Brasil (CONCRAB), que reúne 45 cooperativas de producción agropecuaria, 10 cooperativas regionales de comercialización y decenas de asociaciones y cooperativas centrales en 8 estados. En los últimos años la CONCRAB canalizó más de 300 millones de reales para los asentamientos gracias al programa especial de Crédito para la Reforma Agraria y diversos convenios firmados con instituciones estatales y no estatales (MST 2000). 38[38] Uno de ellos, Vicente Menchú, era el padre de Rigoberta Menchú, desde ya luchadora incansable por los derechos indígenas y de la mujer que será reconocida con el Premio Nóbel de la Paz en 1992, y luego galardonada en 1998 con el Premio Príncipe de Asturias, lo que amplía considerablemente las posibilidades de lucha reivindicatoria para éste que se convertirá en un principalísimo actor social y político del nuevo siglo. renace sobre todo, la indignación que dará cuerpo a una lucha nacional y continental que desde entonces no culmina, sino se acrecienta. La población india de Latinoamérica se estima en 26 millones, vinculada a más de 600 grupos diferentes con idioma, dialecto y costumbres originales. La mayoría de esta población es de Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú, y subsiste en dispares climas y condiciones 39[39]. Muchos de ellos clasificados como campesinos, la gran mayoría sobrevive a duras penas del campo; de manera particular, en Bolivia y Guatemala los campesinos indios constituyen el 60% de la población total. Como se entiende, la mayoría de nosotros somos mestizos y junto con los pueblos indios representamos un 85% de la población de México, Bolivia, Panamá y Perú, un 90% de la de Ecuador y casi la totalidad en Chile, Honduras, El Salvador y Paraguay; así la importancia que tiene este sector social es sin duda alguna notable. Sólo el 1.5% de esa población indígena se puede calificar de tribal, con grupos en Brasil, Colombia, Panamá, Paraguay y Venezuela 40[40]. En todos estos pueblos se viven situaciones de extrema gravedad: inminentes desalojos de sus tierras, declaraciones jurídicas de la “no existencia” de los pueblos originarios, abuso de los conocimientos de esos pueblos con fines lucrativos y de promoción turística, privación de caminos vecinales, dictado de leyes que afectan la propiedad sobre sus tierras, venta a terratenientes de esas propiedades, constantes conflictos por esas razones con organismos de seguridad pública y grupos paramilitares, entre muchos problemas. En Chile por ejemplo, tanto los Mapuches como los Pewenche libran desde hace años una batalla por evitar un despojo y preservar la cuenca del Bio Bio, un ecosistema riquísimo en diversidad de especies de todo género, patrimonio de todos los chilenos y de la humanidad 41[41]. Hay tanto olvido y descuido en un tema como el de los pueblos originales en toda América, que luego de estos cinco siglos en Uruguay se desconoce todavía el número real de individuos al comienzo de la colonización, en una etnia tan fundamental para ese país como los Charrúa 42[42]. Y aun en una nación como los Estados Unidos, el indio resulta ciudadano de segunda siempre perseguido por vivir o pensar diferente. El caso de Leonard Peltier, un miembro del Movimiento Indo Americano (AIM) encarcelado por dos décadas, acusado de 39[39] Aun con menos peso, en otros países también es evidente su presencia. En Colombia por ejemplo, habitan unos 700 mil indios, el 1.75% de la población total del país (1993), con unas ochenta etnias, entre ellas los Amorúa, los Bara, los Embera, los Muisca y los Zenú. En Argentina perviven etnias como los Wichi (Mataco), Pilagá, Mapuche, Kolla, Diaguita Calchaquí, Ava Guaraní, Mbyá Guaraní o Chané. 40[40] Al conjunto de políticas sociales dirigidas a mejorar el nivel de vida de los indios de América Latina se le denominó “indigenismo” y a quienes serían beneficiarios de esas políticas “indígenas”. Con ese matiz paternalista, el indigenismo pretendía dotar a las comunidades con los elementos necesarios para integrarlas a la cultura occidental. Ese indigenismo tiene sus raíces en las “políticas de indios” de la etapa virreinal, cuando se consideraba que ese sector debía gobernarse con leyes específicas vinculadas a sus creencias, formas de gobierno, estratificación social. A fines del siglo XIX y principios del XX, diversos intelectuales promueven la creación de instituciones y leyes que salvaguarden los valores indígenas, pero en los hechos las comunidades indias –no obstante ser un inconmensurable actor hasta en las grandes gestas nacionales-, siempre menospreciadas se convierten de tema nacional en problema no resuelto, pieza de museo o palabrería de campaña de los distintos gobernantes. 41[41] Bio Bio es de enorme significado para la cultura mapuche, tal como lo fue alguna vez el Mapocho (río de los mapuche). Las Megarepresas proyectadas ahí tienen un efecto tan devastador que atentan en contra de la posibilidad de vida en sus aguas. Generaciones han respetado y protegido esos espacios naturales, sin saber que los reservaban para incrementar las utilidades de una empresa que comercia con el patrimonio de todos los chilenos y que fue privatizada en oscuras condiciones durante la dictadura militar. 42[42] Según diversos estudios, estos oscilaban entre menos de mil 500 (Daniel Vidart) o alrededor de un millón (Danilo Antón). un crimen en contra de agentes federales en donde él alega defensa propia, es uno de tantos casos en que dan esos indios una batalla por preservar su organización, frente a un FBI que los etiqueta como terroristas 43[43]. Lo cierto es que muchos de estos pueblos han aprendido que es mediante la organización como mejor pueden enfrentar las difíciles condiciones a las que han sido relegados. El caso de Perú es representativo de estos avances, donde una sola asociación incluye a 44 federaciones y organizaciones regionales que abarcan la casi la totalidad de los 64 pueblos amazónicos para la defensa del territorio, los recursos naturales, la cultura, el idioma y los derechos humanos y políticos de los pueblos indígenas. En estas condiciones y las del mundo actual, el movimiento indio se politiza de manera inexcusable. Ya desde 1990 una importante lucha se hace presente en Ecuador con la significativa revuelta que se lleva a cabo, a partir de la cual se realizan otras hasta convertirse su movimiento en un significativo protagonista de la vida nacional 44[44]. En 1999 se efectúan dos levantamientos ante el anuncio de una Ley de Racionalización y Reordenamiento de las Finanzas Públicas que en la práctica fue un plan de privatización de la electricidad, petróleo y telecomunicaciones, aumento de impuestos y de gasolina (que subió 107%), la amenaza de que más de 50 mil trabajadores del Estado quedarían cesantes y un alza desmedida en los precios de la canasta básica. Ante la protesta generalizada el gobierno tiene que abrir el diálogo, lo cual lo preserva de la crisis pero lo enemista con sectores empresariales, que le quitan aún más su apoyo (Vera 2000a) 45[45]. Si el primero de estos levantamientos en marzo fue un éxito, el segundo de julio pone al país de cabeza pues la movilización es más amplia y toma pacíficamente Quito pese a los controles militares y policiacos; el gobierno tuvo que comprometerse a abrir el diálogo. Ambos levantamientos acuerparon a petroleros, estibadores, cooperativas, estudiantes, barrios, campesinos, taxistas, transportistas y comerciantes minoristas, pero sobre todo a un movimiento indígena que desde la fundación de la CONAIE ha sido un referente de lucha popular nacional y continental (ibidem) 46[46]. Dice la organización Walk for Justice, que asume la defensa de Peltier: “Por todo el mundo se atormenta a los indígenas, se les amenaza, se les desplaza y en algunos casos se les asesina por causa de los recursos en las tierras que habitan... Nosotros encontramos que una política continuada de genocidio hacia las personas indígenas todavía está siendo experta en un país que exige ser el líder del mundo en la democracia y derecho del humano”; ver members.aol.com/Nowacumig /preamble.html (abril de 2001). 43[43] 44[44] En Ecuador hay etnias tanto en el litoral (Awa-Kwaiker, Chachi, Tsáchila, Afroecuatoriano y Epera), como en la sierra (Otavalo, Cayambe, Cotopaxi, Salasaca, Chimborazo, Cañar y Saraguro) y en la Amazonia (A'I (Cofan), Sionas y Secoyas, Quichuas Amazónicas, Huaorani, Shuar, Achuar y Zaparos). 45[45] La historia de este movimiento inicia en 1986 con la fundación de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). La CONAIE desde entonces basa su proyecto nacional en un esquema federativo de instancias provinciales, de acuerdo al ordenamiento político del país. 46[46] Los acontecimientos del 21 de enero del 2000, en los que ese movimiento indígena se alía con militares de rango medio para destituir al presidente Jamil Mahuad y crear un gobierno de Salvación Nacional, colocan finalmente a ese sector como un actor político relevante, parte de un complejo proceso que durante la última década comprendió transformaciones cualitativas en el discurso y en la organización. Diversos grupos de la sociedad civil recogen la iniciativa del movimiento y forman los parlamentos populares a nivel local, provincial y finalmente nacional; para enero de 2000 se funda un Parlamento de los Pueblos del Ecuador como espacio político inusual, lo que permite legitimar la propuesta de disolución de los tres poderes del Estado y la creación de un nuevo gobierno (Dávalos 2000). Hay que recordar también que ya desde 1984, el gobierno del derechista León Febres había sofocado varios intentos de rebelión militar, el más importante de los cuales se produce en 1987 cuando es secuestrado por un grupo de militares. Rodrigo Borja del partido Izquierda Democrática, ocupa después la presidencia en un momento de grave crisis económica. Luego en 1992 le sucede Sixto Durán De 1996 en que se crea el movimiento Pachakutik hasta la insurrección indígena-militar en el 2000, el movimiento va modificando su discurso y su contenido de la lucha por la tierra como reivindicación a la lucha por la plurinacionalidad, es decir, el cuestionamiento a la estructura jurídica del Estado ecuatoriano, una crítica radical no presente en los levantamientos anteriores más que a nivel retórico. Pero ahora la diferencia es que en el 2000 logra una alianza estratégica con militares, que transforma radicalmente el panorama político y cuestiona los límites de la democracia formal. La lucha por la plurinacionalidad es la lucha por el reconocimiento a la diversidad, por el derecho a existir y pervivir en la diferencia fundamental, lo cual marca una evolución cualitativa y no sólo en el discurso del movimiento indígena, sino que expresa un complejo y profundo proceso de politización (Dávalos 2000) 47[47]. El 1º de enero de 1994 se inicia el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas 48[48]. El Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General (CCRI-CG) da a conocer ese día la Declaración de la Selva Lacandona en la que declara la guerra al gobierno de Carlos Salinas de Gortari y anuncia su lucha “por democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos” 49[49]. El gobierno responde con bombardeos aéreos, niega que se trate de un alzamiento indígena y ofrece “el perdón” a quienes depongan las armas. El EZLN por su parte, plantea como condiciones para establecer un diálogo su reconocimiento como fuerza beligerante, el cese al fuego de ambas partes, el retiro de las tropas federales, el cese al bombardeo indiscriminado y formar una Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) 50[50]. Desde el inicio, caravanas ciudadanas por la paz buscan romper el cerco militar y forzar una tregua. A mediados de enero ordena el presidente el cese al fuego unilateral, mientras decenas de miles marchan al Zócalo de la ciudad de México para exigir el cese de la acción militar contra el EZLN, su reconocimiento y la salida política al conflicto, sumándose a los pronunciamientos hechos a nivel nacional e internacional. El EZLN saluda el nombramiento de un negociador oficial del gobierno, y propone una agenda de diálogo. Se anuncia el establecimiento de dos zonas francas, y el 20 de febrero llegan a la población de San Cristóbal 19 delegados zapatistas para participar en las Jornadas por la Paz y la Reconciliación. Al terminar estas conversaciones, el gobierno presenta un documento de 34 compromisos, dos declaraciones sobre la situación nacional y 32 propuestas de solución a la problemática chiapaneca, que el EZLN pone a consulta de las comunidades indígenas. Ballén, de aprecio norteamericano; Durán endurece su política económica, lo que provoca una huelga general en junio de 1994, agravada por un conflicto fronterizo con Perú. 47[47] Hay que recordar que en enero de 2000, luego de la renuncia de Mahuad y de tomar el control del gobierno la insólita junta de militares e indígenas encabezados por el coronel Lucio Gutiérrez y Pachakutik, pasaron varias horas durante las cuales tanto la Casa Blanca como los organismos financieros internacionales amenazaron con no reconocer una nueva administración de Ecuador e iniciar un bloqueo económico total contra el país. Hecho superado luego de que el ejército toma nuevamente el control del Estado y detiene a algunos de los insurrectos, entre ellos Gutiérrez. 48[48] De acuerdo con testimonios, el EZLN había sido fundado el 17 de noviembre de 1983 en un campamento en la selva Lacandona, el segundo más importante pulmón natural de América. La Declaración dice: “Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud…, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés…, después la dictadura porfirista…, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación más elemental… Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado…” 49[49] 50[50] Partes de esta secuencia están tomadas de Fernández Christlieb 1997. En junio de ese año el EZLN da a conocer el resultado de su consulta y dice NO a las propuestas gubernamentales; pero decide mantener el cese al fuego, no reiniciar hostilidades y abrir un diálogo con la sociedad. Lanza la Segunda Declaración de la Selva Lacandona donde llama a lograr un tránsito pacífico a la democracia y convoca a la realización de la Convención Nacional Democrática (CND), que se inicia en agosto en Guadalupe Tepeyac con cerca de 7 mil mexicanos y mexicanas de todas las entidades de la República, y la participación de observadores internacionales y medios informativos, dando cuenta así del impacto sociopolítico del movimiento en un contexto ganado a la idea de la globalización 51[51]. En diciembre de 1994 toma posesión el nuevo presidente Ernesto Zedillo, en tanto el Congreso nombra una Comisión para el Diálogo y la Mediación por la Paz integrada por legisladores 52[52]. En enero de 1995 el EZLN lanza su Tercera Declaración de la Selva Lacandona en la que propone la formación de un Movimiento para la Liberación Nacional, y extiende una tregua hasta el 18 de enero, pues parece inminente el diálogo con el gobierno 53[53]. En marzo el presidente y la Comisión Legislativa de Diálogo y Conciliación firman la iniciativa de Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas que sería enviada al Congreso para su discusión; el EZLN rechaza su contenido, pero reitera su voluntad de diálogo. Se instalan campamentos permanentes de presencia civil en la zona de conflicto con la finalidad de evitar agresiones contra las comunidades zapatistas, mientras el gobierno envía por medio de la CONAI la propuesta gubernamental “Bases para el Diálogo y la Negociación del Acuerdo de Concordia y Pacificación”. En abril el EZLN informa que tras un intercambio epistolar se ha acordado realizar un primer encuentro, que lleva a la firma del Protocolo de Bases para el Diálogo y Negociación del Acuerdo de Concordia y Pacificación con Justicia y Dignidad y prologa el inicio de mesas de diálogo en San Andrés Sacamch´en. En septiembre el EZLN presenta su propuesta sobre reglas para el diálogo e instalación de mesas de trabajo: Mesa 1. Derechos y cultura indígena; Mesa 2. Democracia y Justicia; Mesa 3. Bienestar y desarrollo; Mesa 4. Conciliación en Chiapas; Mesa 5. Derechos de la mujer en Chiapas; Mesa 6. Cese de hostilidades. En octubre se inician los trabajos de la primera Mesa, que culmina con un acuerdo de reforma a la Constitución para que responda a los derechos indígenas; en noviembre se logran 57 puntos de consenso sobre derechos indígenas. La Segunda Declaración dice: “¡La dignidad no se rinde!, ¡La dignidad resiste!”, e increpa cómo al llamado del 1º de enero se responde por el gobierno con persecución militar. En su mensaje indica: “Pero sólo duró 12 días esta pesadilla, pues otra fuerza superior a cualquier poder político o militar se impuso a las partes en conflicto. La Sociedad Civil asumió el deber de preservar a nuestra patria, ella manifestó su desacuerdo con la masacre y obligó a dialogar…” Desde entonces, esa sociedad civil figuraría como un elemento central del discurso zapatista. En la Declaración el CCRI-CG plantea: “Llamamos a la Sociedad Civil a que retome el papel protagónico que tuvo para detener la fase militar de la guerra y se organice para conducir el esfuerzo pacífico hacia la democracia, la libertad y la justicia...” 51[51] 52[52] Después Comisión de Concordia y Pacificación del Congreso de la Unión (COCOPA). El día 17 decreta el EZLN el cese al fuego ofensivo, unilateral y por tiempo indefinido, frente al avance del Ejército Federal que obliga a cientos de comunidades a huir hacia las montañas y la selva. Se inicia una oleada de movilizaciones a nivel nacional e internacional para obligar al gobierno a retomar el camino de la solución política. En la Declaración, el EZLN hace un llamado tanto a la Convención Nacional Democrática como a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a encabezar dicho Movimiento para la Liberación Nacional, “como frente amplio de oposición”, a fin de luchar “de común acuerdo, por todos los medios y en todos los niveles, por la instauración de un gobierno de transición, un nuevo constituyente, una nueva carta magna y la destrucción del sistema de partido de Estado…” 53[53] En enero de 1996 se conmemora el alzamiento del EZLN y se da a conocer la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona 54[54]. A la vez, se inicia el Foro Nacional Especial de Cultura y Derechos Indígenas, con más de 500 representantes de por lo menos 35 pueblos indígenas. En este Foro se da a conocer la voluntad de conformar una nueva organización que posteriormente será conocida como el Congreso Nacional Indígena (CNI) 55[55]. El mes siguiente, luego de una consulta con sus bases de apoyo el EZLN llega a un acuerdo con el gobierno federal para firmar los acuerdos sobre Derecho y Cultura indígena 56[56] . En septiembre, después de la consulta, el EZLN resuelve suspender su participación en los diálogos de San Andrés, ante una actitud gubernamental de indolencia; finalmente, luego de lograr que el gobierno ponga como sus representantes a personas con capacidad de decisión, en noviembre logra la instalación de una Comisión de Seguimiento y Verificación. En la reunión tripartita COCOPA-CONAI-EZLN, se redacta una iniciativa de ley de reformas constitucionales sobre el tema de derechos y cultura indígena. La COCOPA logra que tanto el gobierno como el EZLN acepten que sea ella quien redacte una propuesta final de reformas constitucionales, que presenta al EZLN y hace llegar al secretario de Gobernación. A pesar de que la propuesta deja de lado varios aspectos de los acuerdos de San Andrés, el EZLN acepta el documento 57[57]. De la misma manera, el secretario de Gobernación lo acepta y solamente pide esperar el regreso al país del presidente de la República para formalizar el acuerdo. En diciembre de 1996 Gobernación da marcha atrás a su decisión original y se entrevista con la COCOPA para En esta Declaración el EZLN dice: “Por trabajar nos matan, por vivir nos matan. No hay lugar para nosotros en el mundo del poder…” En la misma recuerdan los diálogos de San Andrés, donde “el gobierno descubría su ignorancia respecto de los habitantes originales de estas tierras…” En torno a esto, dice el mensaje: “Los indígenas mexicanos, los siempre obligados a escuchar, a obedecer, a aceptar, a resignarse, tomaron la palabra y hablaron la sabiduría que anda en sus pasos. La imagen del indio ignorante, pusilánime y ridículo, la imagen que el poder había decretado para consumo nacional, se hizo pedazos...” En esta Declaración, el EZLN llama “a participar en la nueva fuerza política nacional”: el Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN), una nueva fuerza política “que forme parte de un amplio movimiento opositor, el Movimiento para la Liberación Nacional, como lugar de acción política ciudadana …” Meses después se funda el FZLN, aunque durante un tiempo se debate en las usuales contradicciones de la izquierda mexicana, que le llevan a dividir su dirección y mermar su potencial zapatista; luego que algunos sectores oportunistas son lavados en el decantamiento natural del proceso, este Frente retoma aun de forma lenta su posibilidad de llegar a ser otro importante actor de la política nacional. 54[54] 55[55] Que aspira a representar a los 59 pueblos indios que en su conjunto hacen un total aproximado de 10 millones de habitantes, es decir, aproximadamente el 10% del total de la población nacional mexicana. 56[56] En estos acuerdos el gobierno se compromete a reconocer a los pueblos indígenas en la Constitución General, a ampliar su participación y representación política, a garantizar el acceso pleno a la justicia, a promover las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas, etc.; como conclusión de todo ello se plantea la necesidad de un nuevo marco jurídico. Plantea que la legislación nacional debe reconocer a esas comunidades como entidades de derecho público y su capacidad para organizarse autónomamente. Para un análisis amplio del concepto de “autodeterminación” en los pueblos indios, véase el documento “La autonomía: una forma concreta de ejercicio del derecho a la libre determinación y sus alcances”, en www.ezln.org/revistachiapas/ch2pueblomixe.html (octubre de 2001). 57[57] La Iniciativa de Ley de la COCOPA, llamada así porque fueron los miembros de la Comisión de Concordia y Pacificación del Congreso de la Unión (COCOPA), diputados y senadores, los que la elaboraron. informarle que tiene divergencias sobre su propuesta. Esta decisión da inicio a la más profunda crisis de todo el proceso de paz; de ahí en adelante se inician movilizaciones del EZLN, las bases zapatistas y la llamada sociedad civil nacional e internacional, en apoyo a los acuerdos de San Andrés 58[58]. En julio de 1998, el EZLN da a conocer la Quinta Declaración de la Selva Lacandona, donde destaca la importancia de los Acuerdos de San Andrés como base de “una ley nacional para todos los indígenas y una ley para la paz”, una reforma constitucional que responda “a las esperanzas de los pueblos indios de todo el país”, donde se reconozcan “los aspectos fundamentales de las demandas de los pueblos indios: autonomía, territorialidad, pueblos indios, sistemas normativos”. La llamada Ley COCOPA —dice la Declaración— “se elabora sobre la base de lo que produjeron los pueblos indios desde abajo, reconoce un problema y sienta las bases para solucionarlo, refleja otra forma de hacer política, la que aspira a hacerse democrática, responde a una demanda nacional de paz, une a sectores sociales y permite seguir adelante en la agenda de los grandes problemas nacionales...”, dado que en los Acuerdos se reconoce el derecho a la autonomía indígena y el territorio, conforme al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), firmado por el Senado de la República 59[59]. En una de las más vistosas marchas de todos los tiempos en México, que culmina con una plaza repleta en el Zócalo de la ciudad capital, durante febrero-marzo de 2001 una delegación del CCRI-CG del EZLN (23 comandantes y el subcomandante Marcos) viaja por 12 entidades del sur y centro del país a la ciudad de México, en busca de la aprobación de la Ley COCOPA, para lo cual llama al Congreso Nacional Indígena y los pueblos indios de México a organizarse, movilizarse y confluir en la demanda del reconocimiento de los derechos y la cultura indígenas. En un comunicado dado a conocer en diciembre de 2000, el EZLN reafirma que “no es posible concebir un México digno sin un 58[58] En el curso de los meses siguientes suceden muchas cosas; una de las más dramáticas es la matanza de Acteal. Un comunicado del EZLN fechado el 12 de diciembre de 1997 informa sobre la situación de miles de indígenas zapatistas perseguidos, asesinados y desalojados de sus tierras; más de 6 mil desplazados de guerra son el resultado de los ataques de las bandas paramilitares y la policía del estado. El 22 de diciembre grupos priístas armados inician una violenta ofensiva contra los desplazados de Las Abejas y simpatizantes zapatistas refugiados en Acteal, municipio de Chenalhó, dejando decenas de heridos y muertos. Considerada como la agresión paramilitar más violenta en Chiapas desde la aparición del EZLN, en la embestida participan por lo menos 60 hombres fuertemente armados. El 23 de diciembre el EZLN señala que el gobierno estatal comisionó a la Seguridad Pública para respaldar el crimen y ocultar la magnitud de la matanza, y estuvo continuamente informado de los hechos. Para el EZLN la responsabilidad directa recae en el presidente Zedillo y la Secretaría de Gobernación, “quienes dos años antes aprobaron el proyecto de contrainsurgencia”. En otro comunicado del 26 de diciembre, el CCRI-CG concluye: “No se trata de un conflicto religioso ni étnico; no se trató de un enfrentamiento, fue una ejecución...”; y acusa: “el gobierno mexicano finge llamarse a sorpresa por la matanza..., pero la CONAI mantuvo continuamente informados al gobierno de Chiapas y a la Secretaría de Gobernación de los hechos que, hoy sabemos, culminarían en la masacre...” El EZLN deduce que “el crimen de Acteal fue preparado con toda antelación, con plena conciencia, con la dirección de autoridades gubernamentales estatales y la complicidad de diversas secretarías del gobierno federal....” El Convenio de la OIT cobija a las comunidades indias, al reconocer “las aspiraciones de esos pueblos a asumir el control de sus propias instituciones y formas de vida y de su desarrollo económico y a mantener y fortalecer sus identidades, lenguas y religiones, dentro del marco de los Estados en que viven...” Entre otros aspectos, en su Artículo 7 plantea: “Los pueblos interesados deberán tener el derecho de decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo posible, su propio desarrollo económico, social y cultural. Además, dichos pueblos deberán participar en la formulación, aplicación y evaluación de los planes y programas de desarrollo nacional y regional susceptibles de afectarles directamente...” (ver OIT 1989). 59[59] lugar digno para los pueblos indígenas...”, mientras el 25 de febrero siguiente inicia su recorrido desde San Cristóbal de las Casas, donde afirma: “La nuestra es la marcha de la dignidad indígena. La marcha de quienes somos el color de la tierra y la marcha de los todos que son todos los colores del corazón de la tierra...” El viaje de la delegación coincide con el Tercer Congreso Nacional Indígena el 3 de marzo en Nurío 60[60]. Luego de estar presente en ese sitio y ya en la ciudad de México desde el día 8, después de 20 días en que un legislativo enredado no acertaba a permitir la visita del zapatismo a su principal recinto, la delegación acude finalmente al Congreso de la Unión 61[61]. En su participación central, el CCRI-CG del EZLN saluda el repliegue del Ejército Federal (una de las tres condiciones para reiniciar el diálogo con el gobierno) y responde en forma similar: “A una señal de paz no responderemos con una señal de guerra...” A la vez, llama al gobierno a trabajar conjuntamente para que se dé cumplimiento lo más pronto posible de las dos señales restantes (la liberación de todos los zapatistas presos y el reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura indígenas de acuerdo a la iniciativa de ley de la COCOPA) y se pueda así reiniciar formalmente el diálogo. Al final y como consecuencia de los hechos anteriores, el EZLN logra que una Ley Indígena sea aprobada por el Congreso de la Unión; no obstante, dicha ley en cuya redacción participan algunas de las fuerzas más conservadoras de la legislatura nacional, se aleja en forma sensible de los Acuerdos de San Andrés, ya que no toma en cuenta aspectos centrales reiterados ampliamente en la lucha zapatista, como el de la autonomía de las comunidades 62[62]. Este hecho provoca tanto una gran división en los distintos En dicho Congreso, los indígenas declaran: “Que seguimos vivos, y seguimos honrando en nuestros pueblos la digna memoria de quienes nos nacieron al mundo y, con su sabiduría y amor, nos enseñaron a ser los indios que somos: los que de la tierra venimos; los que del maíz vivimos; los que del color de la esperanza nos vestimos... Somos los indios que somos...”, y recogen las demandas del EZLN de lucha por “el reconocimiento constitucional de nuestra existencia plena como Pueblos indígenas....” Declaración por el Reconocimiento Constitucional de Nuestros Derechos Colectivos, 3er Congreso Nacional Indígena, Comunidad Indígena de Nurío, Municipio de Paracho, Michoacán, 2, 3 y 4 de marzo de 2001. 60[60] 61[61] Días atrás al 28 de marzo, habíase dado una fuerte discusión principalmente entre el PRI, el PAN y el PRD para aceptar o no su presencia y, en una votación muy cerrada, había ganado la posición mayoritaria de aceptarlo (prácticamente el PRD y una parte del PRI). En el Mensaje central del EZLN ante el Congreso de la Unión, leído por la Comandanta Esther, esta mujer indígena indica: “Quienes apostaron a prestar oído atento a nuestra palabra respetuosa, ganaron. Quienes apostaron a cerrar las puertas al diálogo porque temían una confrontación, perdieron. Porque los zapatistas traemos palabra de verdad y respeto...” 62[62] Por ejemplo, en el Artículo 115, inciso X, la Ley COCOPA establece: “En los municipios, comunidades, organismos auxiliares del ayuntamiento e instancias afines que asuman su pertenencia a un pueblo indígena, se reconocerá a sus habitantes el derecho para que definan, de acuerdo con las prácticas políticas propias de la tradición de cada uno de ellos, los procedimientos para la elección de sus autoridades o representantes y para el ejercicio de sus formas propias de gobierno interno, en un marco que asegure la unidad del Estado nacional. La legislación local establecerá las bases y modalidades para asegurar el ejercicio pleno de este derecho. Las legislaturas de los Estados podrán proceder a la remunicipalización de los territorios en que estén asentados los pueblos indígenas, la cual deberá realizarse en consulta con las poblaciones involucradas.” De su parte, la Ley aprobada por el Congreso indica: “En los municipios, comunidades, organismos auxiliares del ayuntamiento e instancias afines, de carácter predominantemente indígena y para el ejercicio de sus formas propias de gobierno interno, se reconocerá a sus habitantes el derecho para elegir a sus autoridades o representantes internos, de acuerdo con sus prácticas políticas tradicionales, en un marco que asegure la unidad del Estado nacional y el respeto a esta Constitución. La legislación local establecerá las bases y modalidades para asegurar el ejercicio pleno de este derecho. Las Constituciones y leyes locales establecerán los requisitos y procedimientos para constituir como municipios u órganos auxiliares de los mismos, a los pueblos indígenas o a sus comunidades, asentados dentro de los límites de cada Estado.” estados de la República en los que se debe aprobar la nueva ley por parte de las legislaturas estatales, como la tramitación de múltiples amparos y presentación ante la Suprema Corte de la Nación de decenas de recursos de inconstitucionalidad por parte de muchos municipios 63[63]. A la vez, esta circunstancia lleva al EZLN a plantearse un periodo de inactividad política, en espera de los acontecimientos nacionales y jurídicos, seguro del amplio impacto nacional e internacional que había tenido su caravana. La lucha zapatista, vinculada ampliamente a causas nacionales y populares, no es propiamente una lucha por el poder, sino una mucho más radical donde la sedición forma parte de la vida misma y se expresa en forma cotidiana 64[64]. Contrario a la guerrilla tradicional, el EZLN asume que su presencia como “vanguardia” en la defensa de la identidad indígena sólo tiene significado si junto a la misma e inclusive adelante, avanza la propia sociedad civil 65[65]. En esa intención de renunciar a la lucha por el poder, prioriza una lucha por la aceptación de la diversidad (“un mundo en el cual quepan muchos mundos”), o una exigencia de humildad a los dirigentes en dejar de mandar para que otros obedezcan, y aceptar en cambio el “mandar obedeciendo”. Una sublevación de los conceptos que sale fuera de la lógica del siglo XX y esboza su intención de transformar el mundo, sin anunciarlo..., que forma parte de las nuevas pautas culturales de un planeta más abierto y sensible a las demandas y propuestas de todos. El subcomandante insurgente Marcos, líder militar y principal comunicador del CCRI-CG, se convierte en una mítica figura de alcance universal, dada su postura no guerrerista sino apegada moralmente a los comandantes del EZLN, quienes a su vez se reconocen como representantes de la máxima autoridad de su ejército: las bases zapatistas. Entre muchas otras cosas escritas y dichas por este distintivo luchador 66[66], en forma poética o narrativa, desde luego destaca su incisiva visión de la política, que indica: “Si no puedes tener la razón y la fuerza, escoge siempre la razón y deja que el El 1º de mayo de 2001 el CNI manifiesta: “Rechazamos tajantemente la Iniciativa de Ley Indígena aprobada por el Congreso de la Unión, porque la misma no solo violenta la voluntad del pueblo y es inconstitucional, sino que resulta profundamente regresiva al desconocer derechos fundamentales de nuestros pueblos, consignados en la propia Constitución, así como en los Convenios, Pactos y Tratados Internacionales que México ha suscrito y que tienen rango de Ley Suprema de acuerdo a nuestro orden constitucional vigente. De manera especial, la Iniciativa aprobada incorpora en forma parcial y distorsionada algunos conceptos y derechos consignados en el Convenio 169 de la OIT, y omite otros muchos que son fundamentales...” 64[64] “Lo que nos hace diferentes es nuestra propuesta política —dice—. Las organizaciones políticas... buscan el poder... Nosotros no. No queremos que otros, más o menos de derecha, más o menos de centro, o más o menos de izquierda, decidan por nosotros. Nosotros queremos participar directamente en las decisiones que nos atañen, controlar a nuestros gobernantes, sin importar su filiación política, y obligarlos a mandar obedeciendo... Nuestra propuesta política es la más radical... No son las armas las que nos dan radicalidad; es la nueva práctica política que proponemos...: la construcción de una práctica política que no busque la toma del poder sino la organización de la sociedad...” (EZLN 1996b). 65[65] “No estamos llamando a optar por la vía violenta —indica en otro comunicado—. Estamos llamando a abrir otra vía política. Si el Poder cierra la vía política, abramos otra entre nosotros. Intentemos abrir una... inédita, una que prescinda del poder como referente, juez o jurado calificador. Una vía política que volteé el corazón, la mirada y las aspiraciones hacia la sociedad. Puede ser que... monopolizar el Poder no sea el único México posible. Una vía política con muchas fuerzas que no sólo sean políticas. Fuerzas sociales y fuerzas políticas volteando hacia lo que las forma y sustenta” (EZLN 1996a). 66[66] “Mientras que la mayoría de los políticos, de los antiguos revolucionarios a los viejos reformistas, buscan, para luchar contra el capitalismo globalizado, reforzar la autoridad política, la del Estado, del partido o del fusil, Marcos lleva la idea de liberación de los más desheredados desde las tierras quemadas de la revolución a las de la democracia, bastante contaminadas...”, dice Alain Touraine, en “Marcos, el demócrata armado”, La Jornada Semanal, 22 de diciembre de 1996. 63[63] enemigo tenga la fuerza. En muchos combates puede la fuerza obtener la victoria, pero en la lucha toda sólo la razón vence. El poderoso nunca podrá sacar razón de su fuerza, pero nosotros siempre podremos obtener fuerza de la razón” 67[67]. Con una duración de casi 10 meses y pérdidas millonarias en la mayor universidad de América Latina, la denostada e incomprendida huelga estudiantil de la UNAM representa un desafío para entender los actuales movimientos de resistencia. Por el malestar social acumulado en tres decenios y la lentitud de válvulas de escape como la reforma política iniciada hace tiempo, este conflicto llegó a expresar su aprecio por la insurrección zapatista con elementos abiertos o implícitos que de su parte evidenciaron también una pequeña rebelión social, bifurcación del disgusto que reina en la sociedad mexicana donde cualquier resquicio es bueno para dar rienda suelta a demandas por años no resueltas 68[68] . La larga huelga se enmarca en una etapa permeada por medidas que pretenden resolver circunstancias en favor de los intereses de un mercado que impacta todas las esferas, incluyendo la educativa, tal y como se advierte en otros países donde también se desenvuelven en 1999 sendos movimientos de estudiantes y maestros (Argentina, Chile, Nicaragua o Puerto Rico) 69[69], que dan cuenta de la creciente desazón por ausencia de un mayor gasto social, por el empobrecimiento general o por el curso privatizador. La tesis de una huelga inducida por “intereses ocultos” como explicación del inicio y de su interminable fin, no toma en cuenta estos factores involucrados. Como en el resto de la región, la lógica de un mercado que quiere solventar necesidades con base en impulsar cambios a su antojo hace víctima al sistema educativo mexicano. Para el caso de la UNAM, esos cambios pretendieron realizarse con prepotencia por una burocracia anquilosada, que con sustento en el poder maneja desde hace décadas el presupuesto y la administración 70[70]. Una reforma al Reglamento General de Pagos es la gota que derrama el vaso; la forma autoritaria como se aprueba el aumento a las cuotas sugiere la confirmación de intenciones privatizadoras y elitistas de los cambios, y provoca una efervescencia que se traduce en rechazo abierto de estudiantes, muchos profesores y trabajadores administrativos, en marchas, asambleas, referéndum y huelga. Marcos da voz en este párrafo al Viejo Antonio, uno de sus personajes reales o imaginarios; en “7 piezas sueltas del rompecabezas mundial”, www.EZLN.org/documentos/1997/199708xx.es.htm (junio de 2001). 68[68] Resulta difícil explicar las causas de un conflicto que nadie esperaba. Sus razones inmediatas, una burocracia autoritaria que se beneficia de la institución, pero sus causas de fondo corresponden a un sistema lleno de contradicciones. Salvados los antecedentes, sus etapas fueron: la primera del estallamiento de la huelga el 19 de abril de 1999 hasta las vacaciones de verano (julio del mismo año) en que los huelguistas esperaban haber resuelto sus demandas, pero quedan a merced del deterioro de su lucha; la segunda, del regreso de vacaciones y los intentos antiparistas por romper la huelga en agosto hasta la renuncia del rector Francisco Barnés frente a la firme resistencia del CGH; la tercera, del nombramiento del nuevo rector Juan Ramón de la Fuente y su búsqueda de “generar un consenso” entre los universitarios para terminar con la huelga, hasta la entrada de la Policía Federal Preventiva a la Ciudad Universitaria el 6 de febrero de 2000; y la cuarta, del encarcelamiento de más de mil estudiantes pertenecientes al Consejo General de Huelga (CGH) como resultado de esa acción del gobierno federal, hasta la búsqueda de la “normalidad” en la UNAM. 67[67] 69[69] 70[70] Ver un recuento de estos conflictos en AUNA México 1999, pp. 16 a 19. Un video elaborado en los primeros meses de la huelga por la empresa independiente Canal 6 de Julio y estudiantes del Centro de Estudios Cinematográficos de la UNAM, titulado Las Píldoras del Dr. Barnés, da cuenta de las causas internas del conflicto. El concepto burocracia universitaria sirve para darle nombre al grupo administrador dominante dentro de la institución. Más allá de responder sólo a las formas autoritarias, desde un inicio los alumnos asumen la bandera de una educación pública y gratuita como derecho constitucional vigente, y seis puntos de un pliego petitorio que rechaza cambios de los cuales el de las cuotas era sólo el más reciente. Esos estudiantes son parte de una generación de jóvenes mexicanos encasillados antes bajo el calificativo de Generación X, que vive los peores años de la crisis a partir de los ochenta pero a la vez toma conciencia de las formas antidemocráticas y demagógicas del sistema, se muestra inconforme y expresa en sus acciones, protestas e inventivas, el descontento de sus familias y de otros connacionales 71[71] . La campaña de los medios informativos en favor del status quo desde un inicio les descalifica, vilipendia sus demandas y calumnia como seudoestudiantes y secuestradores. Esa campaña confunde a distintos sectores; sin embargo, el descrédito de la lucha no resulta sólo de esa manipulación; la huelga en sí fue un balde de agua fría, en un panorama ungido de fuertes empeños en las reformas políticas que encauzaran a tiempo las amenazas de un estallido social, que de tiempo atrás se vislumbraba. Lo que es más, canalizados los bríos de una parte de la izquierda hacia esa reforma del Estado, la huelga fue un vuelco inesperado que toma por sorpresa a tirios y troyanos a las puertas de un año electoral (el del 2000 que incluyó la presidencial). Aliados naturales de las instituciones, aquellos medios advierten en la rebeldía y la irreverencia de los estudiantes una amenaza a la supuesta transición democrática por vía electoral. Entonces responden con desmaña y algunos con notable agresividad porque la lucha, en muchos momentos abiertamente anticapitalista, denuncia la pretensión conservadora de esos cambios dentro del sistema. Así se promueve una especie, la de ultras o moderados al caracterizar las tendencias en el Consejo General de Huelga (CGH); como respuesta, los estudiantes enfatizan su pequeña insurrección frente al poder representado por las autoridades, los académicos más institucionales o todo aquello que se pusiera en su camino. Y a pesar de que la participación de grupos de izquierda que acompañaban a los estudiantes de tiempo atrás permitió dar coherencia a las acciones durante la dos primeras etapas del movimiento, luego al calor del desgaste esos grupos resultaron un lastre al convertir la lucha en una pugna entre corrientes y facciones, en lugar de una contienda entre posiciones de las asambleas de base. La solidaridad exhibida por la sociedad fue un punto clave insospechado por el Estado, en su consideración del escenario para enfrentar la huelga. Y no sólo la de sindicatos, movimientos populares y urbanos, organismos de derechos humanos y otros, sino la de la gente en las calles, casas o iglesias que ofrecieron generosas donaciones en moneda, alimentos, etc., a las brigadas de estudiantes, además de las expresiones fraternas desde muchos países. Todas ellas le dieron vigor; no obstante, sus límites se advirtieron al no lograrse una huelga nacional de universidades, o por reservas de algunas de esas organizaciones hacia el CGH, por la razón de que sectores del mismo no 71[71] A lo largo del conflicto, esta generación defiende con todo lo que tiene en sus manos las peticiones; es calificada como la generación de la dignidad por responder con decoro a la imposición; la generación de la desconfianza al revelar falta de credibilidad en las instituciones, el gobierno y todo lo que “oliera” a ello; la generación de la intolerancia al mostrar intransigencia frente a quienes discrepaban de su bandera o de sus métodos; o la generación de la ruptura, al plantearse un rompimiento tanto con partidos políticos como en particular con sectores de izquierda que se proponen un camino institucional. dejaron de expresar intolerancia con arranques despectivos en contra de sus dirigentes, o por provocaciones que coadyuvaron a la represión policial 72[72]. Las dimensiones de un movimiento tan peculiar, su duración, la inexperiencia de su dirección, la heterogeneidad de las fuerzas implicadas, la limitada valoración de sectores de izquierda que apreciaban más importante prepararse para las elecciones que hacer caso del significado de las demandas estudiantiles, la inocencia de otros que pretendían de ahí el surgimiento de una insurgencia nacional, las dificultades para consolidar un trabajo de direcciónbases, la inmadurez e inexperiencia de éstas, la acción de los medios informativos y en general frente a todo ello el relativo éxito de una estrategia acusada como de baja intensidad, montada agresivamente por la burocracia y otras fracciones del Estado contra el CGH, deriva en una descomposición que luego de semanas debilita su organización. Así, la salida a un movimiento incontrolable mediante algo que no fuera un diálogo franco y abierto que desgastaría a las autoridades (por lo cual éstas no se atrevieron a sostener de manera efectiva, a pesar de que por momentos sí fueron orilladas a hacerlo), fue “la aplicación de la ley”. Luego de una provocación en la que participan cuerpos de seguridad y golpeadores, se abren las puertas a la Policía Federal Preventiva 73[73] en busca de “restituir el Estado de Derecho”. El movimiento enfrenta un callejón sin salida, desgastado, dividido y sin dirección que aprovechara los errores de la debilitada burocracia 74[74]. A pesar de haber impactado la vida interna de la institución por abrir las puertas a brisas democratizadoras que requería la UNAM desde varios lustros antes y de haber asestado con ello un fuerte golpe a la derecha universitaria y a los vientos privatizadores, el CGH consideró que de no reconocerse todos y cada uno de los puntos de su pliego petitorio (justos sin duda), el éxito de su movimiento no era tal. Esta visión fundamentalista e inmerecida para la espléndida lucha de una generación de jóvenes resueltos, e igual de importante que otras modestas pero significativas que se han librado en Latinoamérica, fue uno de los factores que impidió culminar la huelga con un movimiento unificado, organizado y preparado para la contienda en la siguiente etapa: un Congreso Universitario que tendría la oportunidad de batirse más a fondo para la eventual reforma institucional que, sin duda, tampoco iba a resolver todos los problemas 72[72] En un hecho insólito, un grupo de padres de familia de los alumnos mantuvieron una Asamblea General, con el único órgano de difusión permanente de todo el movimiento (el Boletín ¡No Están Sólos¡, publicado durante 43 semanas del 12 de mayo de 1999 al 1º de marzo de 2000; ver apfu.cjb.net) y la presencia activa en las movilizaciones de sus hijos. A pesar de sus limitaciones, divididos hacia el final de la lucha, no dejaron de jugar un papel significativo en la retaguardia y ofreciendo calor familiar —hasta en su más conocida lucha por la liberación de sus hijos presos—, hecho que hubiera sido mucho más eficaz en un conflicto menos intrincado. La presencia de este sector tiene una mayor significación si se toma en cuenta que el aumento de las cuotas estudiantiles se encaminaba en contra de la economía familiar y que cualquier cambio para limitar el ingreso o la estancia de los alumnos en la institución, afectaría en el futuro a las familias. 73[73] La recién creada PFP integraba fuerzas combinadas de la policía y el Ejercito para, según esto, “privilegiar los métodos de la inteligencia política en lugar de la represión y la tortura”. En ese momento contaba con 5 mil efectivos y en el asalto a la Ciudad Universitaria utilizó a dos mil 500. 74[74] Desde un inicio, el movimiento agrupado en el CGH intentó construir métodos democráticos de lucha. Surge una fórmula horizontal de tomar decisiones a partir de las asambleas de base y el CGH como órgano central, lo que ofrece posibilidades de participación en su desarrollo, pero igual graves problemas por las dificultades de su concreción. Un articulista anticipaba esas dificultades al inicio del movimiento: “La desconfianza de los estudiantes, sumada a su estilo horizontal, reiterativo y exhaustivo de llevar asambleas y tomar decisiones, hace del CGH un animal parsimonioso y lento” (Bellinghausen, 1999). Ya podía imaginar uno lo que ello significaba luego de cuarenta semanas de desgastante lucha. planteados por el movimiento, pero que permitiría fortalecer el sendero más ampliamente anti-neoliberal de los mexicanos. El gobierno y los intríngulis del grupo dominante, una burocracia enganchada a “nobles fines académicos” y usufructuaria de las ganancias que esto implica, demostraba haber perdido la batalla de la razón frente a esta reveladora generación. Y aun cuando las torpezas de una izquierda incapaz de dar una salida adecuada a la muy complicada lucha, se tejió con las limitaciones políticas de muchos que embrollaron al movimiento, aun cuando los restos del movimiento continuaran vilipendiados por la ceguera o la razón de otros, los errores cometidos o intereses implicados, aun cuando no se alcance una solución de fondo a la problemática educativa por la que luchó, el CGH y esa nueva generación se convierte en nuevo símbolo que abre un capítulo inédito al curso político nacional, que más temprano que tarde impactará la lucha social de los primeros decenios del siglo XXI en México 75[75] Mucho se ha hablado de los movimientos “globalifóbicos” que afloran en el primer mundo como un hecho que al igual que otros, son respuesta al creciente empobrecimiento; inusuales y desacostumbrados como lo dejan ver las incomprensiones y ligerezas que en torno suyo se manejan 76[76]. Lo cierto es que aquí están, mostrándose como realidad incontrovertible que aprovecha los recursos birlados por países grandes a los pequeños, para salir en defensa de esta parte del planeta, creando conciencia sobre cómo la pobreza en el “Sur” no es más que una modalidad del empobrecimiento en el “Norte”; y señalando que el porvenir no depende sino de la humanidad 77[77]. Numerosos núcleos civiles y políticos ofrecen así una respuesta contundente a las incidencias globalizadoras, luego de una larga marcha de esfuerzos hechos desde los países desarrollados 78[78]. Cristina Gómez, poeta jaliciense, asume el caso de esta manera: “Entre tanta gris indiferencia / Entre tanta apatía y polvo acobardado / Entre tanta paz mentida y tanto abúlico silencio / Un joven activista vale por mil...” Comité de sueños, México 2000. 76[76] Una autora escribe: “¿El delirio al poder? ¿La revolución sin las armas? ¿Flower Power aggiornado o la voz de los marginados? Revolucionarios. Reformistas. Comunistas, anarquistas. Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Son estudiantes de universidades privadas, ecologistas, obreros, feministas. Pro derechos humanos, pro derechos animales. Apoyan el alzamiento zapatista en México, los reclamos de los Sin Tierra en Brasil, el avance de los trabajadores rurales en la India. Se comunican por Internet y diseñan sus propias páginas web. Quieren cambios. No quieren violencia. Caen fuera de la noción marxista de clases, y dentro de la categoría sociológica de Nuevos Movimientos Sociales, una definición tan amplia y difusa como el eje de sus protestas: el capitalismo, o su versión neoliberal de fin de siglo. El año pasado irrumpieron en la escena mundial a lo grande, frustrando el anunciadísimo encuentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle, capital de Microsoft y Boeing. Este año, el eje se trasladó a Washington y Londres. Pero la consigna se mantuvo intacta: Somos anticapitalistas” (Grieco 2000a). 77[77] The Association of World Citizens destaca que estos son años críticos y la tarea central de la que dependen las generaciones futuras es establecer “el fundamento de una Aldea Global de justicia social y económica, paz duradera, y un ambiente sustentable”, cuya prioridad es acabar con las guerra modernas que están siendo libradas “en contra de los civiles” y alcanzar un “Gobierno Global” en el que las personas acepten una ley internacional. Sin este acercamiento democrático a través de las Naciones Unidas —indica este esfuerzo— “tendremos el tipo de gobierno del mundo que virtualmente existe hoy. Esto es, el poder de los países ricos y sus corporaciones multinacionales” (AWZ 2000). 75[75] 78[78] Entre los antecedentes recientes del movimiento social contemporáneo en los Estados Unidos, habría que considerar al movimiento estudiantil de fines de los sesenta, al movimiento por los derechos de los negros y al movimiento de protesta contra la guerra de Vietnam, cuyas demandas se amplían a partir de los ochenta cuando se agravan las condiciones sociales en el país. El fin de los años dorados crea en los EUA un desempleo del 9.7% para 1982 (el más alto hasta entonces de la posguerra) y 20 millones de personas abajo del nivel de pobreza, hechos que el sindicalismo no contrarresta, por la caída en la tasa de sindicación del 33% en 1950, a sólo el 19% en 1980. No fue coincidencia el surgimiento de la llamada Desde noviembre de 1996 una amplia coalición de jóvenes, mujeres, estudiantes, trabajadores migrantes y distintas organizaciones llevan a cabo en Manila el Día Internacional de Protesta en Contra de la Globalización Imperialista; dicha coalición se organiza como Red de Oposición al Control en Contra de los Pueblos (No! a la APEC) y en noviembre de 1997 se manifiesta en forma paralela a la Cumbre de jefes de Estado y de gobierno de los 18 países del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en Vancouver: Conferencia del Pueblo en Contra de la Globalización Imperialista: Continúa la Resistencia! (AUNA México 1998a, pp. 26 y 27.). En diciembre de 1999 se realiza una nueva jornada de protesta en toda Europa. La iniciativa surge del Parlamento Europeo de Parados y Precarios reunido en Colonia tras la marcha Contra el Paro, la Precariedad, la Exclusión, el Racismo y la Guerra. La jornada fue una respuesta a la cumbre de la Unión Europea que se celebraría en Finlandia, en que las decisiones económicas adoptadas se consideran nefastas para empleados y desempleados de ese continente (Infousurpa 2000). Un poco antes, el martes 30 de noviembre en la ciudad de Seattle, familias trabajadoras, estudiantes, granjeros, medioambientalistas, grupos religiosos, activistas de derechos de los animales y muchos otros habían participado en “una acción directa y movilización de masas no violenta” con el objetivo de clausurar la sede de la conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esta última protesta fue tan intensa e inusualmente efectiva, que la policía tuvo que responder con un despliegue total de fuerza contra los manifestantes. Había sido organizada por la Red de Acción Directa (RAD), una red de organizaciones callejeras locales y de teatro de la calle agrupadas en el oeste de los EUA y en Canadá, que movilizaron comunidades para “resistir creadoramente a la OMC y la globalización corporativa”. La Red organizó y coordinó acciones de masas “directas no violentas” y de teatro callejero, con el uso de títeres gigantes, baile, tambores, música, discursos y arte en general. “Imagine reemplazar el orden social actual con una sociedad justa, libre y ecológica basada en la ayuda mutua y la cooperación voluntaria —decía la Convocatoria—. Un nuevo mundo es posible y nosotros somos parte de un movimiento global que está ascendiendo para hacerlo posible. ¡Unanse!” 79[79]. Posteriormente en febrero del 2000, activistas contra la globalización resucitan en Bangkok el “espíritu de Seattle”. Con sus protestas como telón de fondo, los delegados a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) coinciden en “la necesidad de construir un nuevo orden que asegure un mundo más igualitario”. En esta jornada, el director general del FMI Michel Camdessus, recibe un pastelazo en la cara de alguien que grita “en contra de la globalización”. La cresta ocurre en Washington, D.C. durante abril, en la Movilización para la Justicia Global que evidencia la existencia no sólo en los EUA sino en otros países de un “movimiento para una economía centrada en las personas y contra la globalización corporativa”, que busca confrontar “hasta Coalición Arcoiris, que acompaña a la precandidatura del demócrata Jesse Jackson en 1984, como un joven movimiento popular de resistencia contra el reaganismo. Ver LM 1987-88, pp. 31 a 35. 79[79] El asedio tuvo éxito, pues la plenaria del evento fue cancelada y las reuniones reprogramadas para más tarde, con una asistencia pobre e improductiva. Para el miércoles la Guardia Nacional había sido movilizada con objeto de administrar una Zona de No-Protesta, equivalente a una ley marcial en el centro de la ciudad, mientras decenas de miles continuaban la acción directa a lo largo del día, confrontando a policías y tropas de la Guardia Nacional; al final del día se habían arrestado a 600 activistas. Las actividades del jueves incluyeron una masiva cadena humana, con dos mil activistas no violentos que enfrentaban comandos anticiviles, en tanto que el viernes marcharon en dos grupos separados unos 300 activistas de un lado y entre 800 y mil por otro (RAD 1999). La consigna: Otro Mundo es Posible, tomada luego por el Foro Social Mundial, proviene de estas movilizaciones. a las instituciones más responsables de las estructuras de opresión global”. Si las protestas en Seattle demostraban ya que se preparaban para intentar unir a un amplio movimiento “en contra del capitalismo corporativo rapaz”, las protestas de abril exhiben que Seattle no había sido sólo una piedra en el zapato para “la dominación corporativa”, sino que ésta enfrentaría a un movimiento social que cruzaba fronteras. La movilización se logra porque grupos como la Red 50 Años es Suficiente (que había organizado protestas en las reuniones de primavera y otoño del Banco Mundial y el FMI) contaron con el apoyo de la Red de Acción Continental Directa y de cientos de organizaciones alrededor del mundo. Luego de Seattle, los organizadores celebran reuniones para organizar grupos de trabajo y realizar talleres para preparar las acciones no violentas, conocimiento de los temas del FMI y el Banco Mundial (Zavala, 2000). Otros avances se hacen vía Internet y permiten recaudar fondos, pero la mayor contribución fueron seis años previos de formación a través de Congresos y otros medios en torno al impacto de la globalización. La movilización de abril representó, así, “un sueño hecho realidad” para activistas que consideraron estar actuando con pleno conocimiento del papel del FMI y el Banco Mundial, y por ello llenaron las calles en contra de esas instituciones 80[80]. Dicha coalición civil advertía, en Washington, que son el FMI y el Banco Mundial los que sustentan a la OMC y a quienes “han estado oprimiendo y empobrecido sistemáticamente...” En la jornada se llama a “la inmediata suspensión de las políticas y prácticas que han causado que la pobreza, la inequidad y el sufrimiento se propaguen...”, haciendo notar que “esas instituciones están controladas por gobiernos opulentos, y que sus políticas han beneficiado a sectores financieros privados internacionales, a corporaciones trasnacionales y a funcionarios corruptos” (Ver U.S. Network for Global Económic Justice 2000) 81[81]. Así, con un “modelo de poder descentralizado” y un liderazgo “del grupo como totalidad”, los globalifóbicos bautizados así por un personaje de bulerías 82[82] , lograban en el fin del siglo avances en un movimiento internacional unificador que busca “darle poder a la gente”, en movilizaciones con “estructuras centralizadas para la coordinación, no para el control”, al reconocer que “cada persona tiene su propia vida y situación” y que lo importante es que cada uno participe “en el nivel que quiera”. Al aplicar las muchas lecciones adquiridas a lo largo de veinte años en expresiones que —según sus actores— han “modificado el panorama político global” y han “radicalizado a una nueva generación”, les ha sido posible encauzar una peculiar insurrección cívica que acompaña a las que han protagonizado también madres y padres de familia, campesinos, obreros, 80[80] Las organizaciones y redes convocantes fueron, entre las más importantes: 50 Years Is Enough Network, Alliance for Global Justice, American Lands Alliance, Campaign for Labour Rights, Nicaragua Network, Washington Action Group y Witness for Peace, todos de Washington D.C.; ACERCA (Action for Community & Ecology in the Rainforests of Central America) de Burlington, Mass Earth First! de Montague, Mexico Solidarity Network de Chicago, Rainforest Action Network de San Francisco, Solidarity de Detroit, Global Exchange de San Francisco, National Lawyers Guild y Continental Direct Action Network. Además, unas 670 organizaciones, la gran mayoría de los Estados Unidos pero a la vez de otros países europeos, asiáticos, africanos y americanos; como decía el grupo neoyorkino Food Not Bombs, “de cada ciudad y pueblo de todo Estados Unidos y el resto del mundo...” Ver 50 Years Is Enough 2000. 81[81] Que no concluye aquí la historia, lo dejan ver las nuevas demostraciones masivas que con posterioridad se llevan a cabo en diversas ciudades: Melbourne, Cancún, Québec, Praga, Madrid y otros lugares. 82[82] El entonces presidente mexicano Zedillo, que luego de su mandato, con plena congruencia se iría a refugiar en calidad de “ideólogo” de varias empresas corporativas. desempleados, mujeres y estudiantes, amantes de la vida y la justicia en las calles, los campos, las barriadas y las escuelas en Brasil, Argentina, Perú, Bolivia, Costa Rica, Washington y el mundo entero 83[83]. ¿Avanza el Voto de los Pies? Lo que el recuento anterior deja ver es la inconformidad de gente afectada por una problemática que se agudiza en las últimas décadas y años. Todas esas acciones exhiben una búsqueda no vista en períodos anteriores que arranca del descrédito de partidos, sindicatos o gobiernos, y sugiere un cambio de actitud y de confianza en las representaciones y los liderazgos. Incluso un peculiar rechazo a la pretensión de alcanzar el poder como vía para resolver los problemas, lo que perturba las relaciones políticas. Lo cierto es que a pesar de las intenciones declaradas de bonanza y bienestar por parte de muchos gobiernos, la problemática social no se resuelve y la pobreza, la marginación, el deterioro ambiental son graves problemas que derivan en sucesos que afectan la gobernabilidad. Esos movimientos son la voz del desaliento ante un establishment que promueve una modernidad vedada para muchos y abierta para pocos. No empieza ni termina dicha inconformidad en el Ecuador o en la ciudad de México, pues en todos lados y en distintos sectores hay manifestaciones de hastío, en un mundo excluyente y desigual. En todo caso, en relación con etapas previas la expresión más franca de ese descontento es un cambio en la conciencia, que obliga a la crítica más abierta en los medios, y junto a ello también una crítica a las limitaciones de esos mismos medios; no reconocer más a los líderes políticos tradicionales (figurones en otros tiempos) e inclusive rechazar los nuevos liderazgos provengan de donde sea, por no confiar en que puedan ser ellos el camino a la solución de sus problemas. Una presencia más abierta de la ciudadanía genera nuevas incidencias en escenarios tradicionales, pues mientras en forma intensiva se avanza por algunos al llevar adelante reformas para modificar las limitantes condiciones de cada Estado-nación, esa ciudadanía empuja más fuerte no sólo en razón de sus reivindicaciones sino a la vez como tratando de demostrar la inviabilidad de que las reformas en verdad puedan resolver todas sus urgencias. La lógica que manejan los gobiernos es la de alcanzar la mayor equidad mediante el fortalecimiento de una democracia de mercado, lo que resulta difícil pues las reglas de una competencia abierta pero desigual no hacen compatibles los reclamos de las mayorías frente a las necesidades de las minorías de sostenerse en el entorno de una profunda crisis que no se resuelve y por momentos se agrava. Por eso, el tema en Latinoamérica de cómo lograr democracias donde el mercado funcione bien y exista un grado mucho mayor de equidad es el gran tema central para el sistema, hasta ahora imposible de alcanzar: “La inserción de los excluidos, la integración social es, también, el gran camino de la economía continental. ¿Cómo se hace?” (Zumbado 1999). Así, un gran desafío es la temida ingobernabilidad, pues ¿cuánto pueden soportar las caducas estructuras políticas vigentes bajo los ineludibles cambios que exige el capitalismo latinoamericano, frente a las necesidades de mayor control para reproducir las ganancias y ante los cada vez más demandantes requerimientos de una joven ciudadanía, ahora más conciente y fastidiada de posponerse su bienestar década tras década? 84[84] Un documento de evaluación indica sobre Seattle: “...fue la insurrección de una visión a favor de la verdad, una celebración de la vida, la creatividad y la conexión que permaneció jubilosa al enfrentar la brutalidad y reunió vitalmente a las fuerzas creativas que en verdad pueden contener a las de la injusticia y el control...” (Starhawk s/f). 83[83] 84[84] Gert Rosenthal confesaba hace un tiempo que lo que más le impresionaba era que no hubiera más Caracazos, porque si uno ve el grado de deterioro del nivel de bienestar de las mayorías, esperaría Porque lo que resulta obvio luego de los años dorados, es que a pesar de las bondades del mercado los pueblos no dejan de mirar más adelante de este “mejor de los mundos posible”, en espera de un camino propio y alejado de esquemas. Y tal vez porque buscan un camino propio, es que no son más claras las nuevas utopías que podrían campear en Latinoamérica. La confusión ideológica resultado de años de ofensiva neoliberal donde el fin de la historia pretendía haber llegado y a cuya locomotora simplemente teníamos que subirnos para no quedar rezagados, ante la ausencia de una teoría social mejor fincada que nos advierta de condiciones objetivas y subjetivas —y nos indique caminos a seguir—, todavía nos persigue; y crea severos problemas aquí, allá y en todas partes, pues la desesperación de la gente cunde y explota por momentos; y el poder establecido se siente cuestionado y responde a la defensiva, mientras dicho cuestionamiento a fórmulas legales pero lerdas crea las contradicciones ya advertidas. En un versátil mundo donde se transforma la cultura general, artística, familiar, laboral, profesional y desde luego política, el saldo que deja el siglo demanda la necesidad de mejor organización y mayor claridad acerca del qué hacer y cómo hacerlo, pues se vive un entorno en que los ciudadanos quisieran hacer algo y lo dejan ver cada día de manera más evidente con el voto de los pies en las expresiones de inconformidad y las demostraciones abiertas de cansancio; pero este voto aún lo ejercen masas de gente insuficientemente preparada para ello, muchas veces en forma deshilvanada y lo peor, al desamparo de las acciones mediáticas y manipuladoras o antipopulares mejor estructuradas, que las esferas del poder mantienen con todos sus recursos, a pesar de la lejanía de una guerra fría que en el fondo no se cree que haya concluido en definitiva. Masas y Dirigentes: el Eterno Dilema “¿Qué es lo que vemos y al verlo nos sorprende tanto?”, decía José Ortega y Gasset en el entorno europeo de los inicios del siglo XX; y respondía preocupado por la participación social que daba lugar a esa época: “Vemos la muchedumbre, como tal, posesionada de los locales y utensilios creados por la civilización. Apenas reflexionamos un poco, nos sorprendemos de nuestra sorpresa. Pues qué, ¿no es el ideal? El teatro tiene sus localidades para que se ocupen... Pero el hecho es que antes ninguno de estos establecimientos solían estar llenos, y ahora rebosan... Aunque el hecho sea lógico, natural, no puede desconocerse que antes no acontecía y ahora sí; por tanto, que ha habido un cambio, una innovación...” (1937, p. 38). Así, el hecho más importante de su tiempo era para el filósofo madrileño “el advenimiento de las masas al pleno poderío social”. Haciendo gala de una tradición democrática, como es entendida y ejercida por castas ilustradas que orientan al vulgo irracional a su predestinado camino (o sea, el de seguir siendo vulgo irracional), aducía que como las masas “por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad”, por ello Europa sufría “la más grave crisis que a los pueblos, naciones, culturas, cabe padecer” (ibid., p. 37); una crisis no de la mayores episodios de manifestación popular por los inmensos rezagos sociales donde todavía no se recupera el nivel de salarios reales de 1980 y donde hay grandes contingentes de población sin trabajo. “Al menos si uno se inscribe en esa teoría de la olla de presión, se imaginaría muchas explosiones. Yo no tengo una respuesta a esa pregunta. Creo que la gradual consolidación de sistemas plurales y participativos ha ayudado mucho, porque al parecer la gente está más dispuesta a aceptar sacrificios en democracia. Pero yo no sé si toda la respuesta está ahí. Creo que debe de haber una respuesta un poco más sofisticada que ésta, que lamentablemente yo no la tengo” (Rosenthal 1999). civilización y menos aún de la sociedad decimonónica, sino provocada por el comportamiento irrespetuoso de la gente. Influido por un ensayo del criminólogo Sighele, desde 1895 el psicólogo francés Le Bon había considerado el tema de la psicología colectiva en una incisiva obra que pese a sus limitaciones conceptuales, deja clara la idea de un nuevo actor de la historia en lo que denomina “la era de las masas” (1986), donde habla del “alma colectiva” prevaleciente más allá del individuo. Para Le Bon las civilizaciones “han sido creadas y han estado guiadas, hasta ahora, por una reducida aristocracia intelectual, jamás por las masas, que no tienen poder más que para destruir...” (ibidem, p. 22) 85[85] . Destrucción o no (el tiempo dará cuenta de la verdad relativa de esas interpretaciones), el cambio primordial de entonces, pero a la vez luego más vasto y profundo por razones económicas, sociales, políticas y sobre todo culturales, el ingrediente básico que acompaña al siglo XX no puede dejar de ser la presencia de masas, que de manera más amplia que en la anterior centuria muestran su deseo de participar en esa historia. Público, muchedumbre, multitud o masa, presente en Roma donde el pueblo ya perdonaba a sus odiosos tiranos todos los excesos siempre que les dieran pan y circo, o en la Revolución Francesa en que cumple de suyo el por vez primera trascendente papel de sacrificarse por un cambio político, a la masa comienza a vérsele en Occidente desde entonces cual monstruo de mil cabezas. Más, cuando en Rusia o luego en el resto de Europa y otros lugares, manifiesta abiertamente su inconformidad por las desgracias del mundo en el que vive. El pueblo es designado entonces como una agrupación de personas, “que llenan, hormiguean, se multiplican, cubren, protegen y, eventualmente, destrozan y devastan...” (Bollème 1990, p. 33). Era necesario esperar al siglo XX para precisar el sentido de esta masa, para darle al concepto una acepción científica (Moscovici 1985, p. 13), pues es ahí cuando cumple un papel mayor al hecho simple de ocupar los teatros. Porque es sobre todo en el nuevo siglo cuando pasa de escueto público de un espectáculo, a multitud politizada que influye con su participación abierta, a fin de protagonizar su historia: el hombre masa, que para algunos no significará más que “la aparición del hombre dirigido por los otros”, o sea, un hecho de la modernidad (Riesman 1981). Así, al pueblo reunido se le pensará como “masa irracional” a la que es posible influir por medio del discurso político. Para Canneti, el momento en que los hombres se convierten en masa, es “ese instante feliz en que ninguno es más, ninguno es mejor que otro...” (1999, p. 13); un momento por tanto emotivo donde la política se convierte en “la forma racional de explotar el fondo irracional de las masas” (Moscovici 1985, p. 53). Para lo cual se usan métodos de propaganda, técnicas de sugestión de la multitud por un líder, manipulación de las emociones, para convertir a los individuos en material colectivo y uniforme (ibidem). La Psicología de Masas buscará explicar el por qué de las sociedades de masas, a fin de enseñar a las clases dirigentes qué hacer ante esas masas “que trastornan el juego político, un juego del que ya no volverán a salir en un futuro previsible. En suma, trata de resolver el enigma más terrible aún de saber cómo gobernarlas” (ibid., p. 45). Pero, ¿porqué de este ascenso de las masas al escenario político del siglo XX? En su reflexión Ortega y Gasset hablaba de dos posibles hipótesis que, a su juicio, explican el hecho: a) las masas ejercitan hoy un repertorio vital que coincide en gran parte con el que antes parecía reservado exclusivamente a las 85[85] El italiano Sighele, quien publica en 1892 su obra La folla delinquente (traducida al francés como Le foule criminale. Essai de psicologie colective), fustiga posteriormente a Le Bon por incluir algunas de sus principales ideas en su obra, sin citar a aquél en lo más mínimo (ver Blanco 1988, pp. 57 y 58). Con el tiempo, el libro de Le Bon será un favorito de dictadores y gobiernos diversos. minorías; b) al propio tiempo, las masas se han hecho indóciles frente a las minorías; no las obedecen, no las siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan... (op. cit, p. 45). Y es que quiérase o no, aun cuando una parte de la psicología acepta que la conducta individual por emotiva y afectiva se puede volver irracional en cuanto masa, lo cierto es que entiende que en el fondo, el colectivo cumple un propósito definido que va más allá de la supuesta “locura temporal”. Le Bon lo advierte: “Cuando se invocan sentimientos de gloria, de honor, de religión y de patria se actúa sobre todo sobre el individuo inmerso en la masa. Unicamente las colectividades son capaces de grandes sacrificios desinteresados.” (1986, p. 22). Gramsci habla de una muchedumbre de personas dominada por intereses inmediatos “o víctimas de la pasión producida por las impresiones del momento”; esto es, muchedumbres casuales “compuestas por hombres no atados por vínculos de responsabilidad para con otros hombres o grupos de hombres...” Pero la contrasta con la asamblea bien ordenada de individuos agitados e indisciplinados, que se unifica en torno a decisiones colectivas superiores a la medida individual: “la cantidad se hace en estos casos cualidad. Si así no fuera, no sería posible el ejército, por ejemplo; ni serían posibles los sacrificios humanos bien disciplinados en ocasiones determinadas, cuando su sentido de responsabilidad social se despierta lúcidamente por la percepción inmediata del peligro común, y el porvenir se presenta como más importante que el presente...” (1929-1932a, pp. 281 y 282). Así, un grupo o una masa no es propiamente un conjunto estático o irracional de personas, dice Fingerman. “Su movimiento tiene un propósito y se dirige hacia un objetivo. Se propone una meta” (1972, p. 139). Lo cual es apoyado por la tesis freudiana del “alma de las masas”, capaz de “geniales creaciones espirituales”, como el lenguaje mismo, las canciones tradicionales, el folclor, etcétera. Freud es categórico cuando afirma: “no se sabe cuánto debe el pensador o el creador literario individual a la masa dentro de la cual viven; acaso, no haga sino consumar un trabajo anímico realizado simultáneamente por los demás” (1989, p. 79). Es más, que la gente sencilla tiene mucho que decir como protagonista principal de la historia mundial, lo confirma Michelet, historiador francés, quien escribe desde el pueblo: “...he cerrado todos los libros y me he vuelto a colocar dentro del pueblo tanto como me fue posible... fui entonces consultando a los hombres, escuchándoles hablar de su propia suerte, recogiendo de su boca eso que no se encuentra siempre en los brillantes escritores, las palabras de buen sentido...” (Michetet, J., Le peuple, citado por Bollème 1990, p. 88). Al hablar de una escritora también francesa, dice Bollème: “En Simone Weil, como en Kant... hay un camino que va del conocimiento intelectual a la preocupación de los hombres en tanto personas; hay en ambos un punto de inflexión que les hace romper con una forma de saber. Es un momento, en la historia del pensamiento de Kant, en que el filósofo ha pasado de la fe en la superioridad de la ciencia a alguna cosa que le parece más esencial y que está llamada, según él, a preceder, quizá a suplantar, a la propia ciencia: aprender ‘a honrar a los hombres’, lo cual él considera como el ‘único tema de estudio’ capaz de dar a todos los demás su valor. Dicho de otra manera, es el hombre como existente, como pueblo, es decir como simple persona, que da valor a toda la ciencia” (1990, p. 118) 86[86]. Bollème agrega las siguientes palabras de Weil: “Yo soy por gusto una investigadora. Siento la sed de conocer todo por completo, el deseo inquieto de extender mi saber, o aun la satisfacción de todo progreso cumplido. Hubo un tiempo en que yo creía que todo eso podía constituir el honor de la humanidad, y despreciaba al pueblo 86[86] Así se va entendiendo que el poder de las multitudes no reside en su violencia o irracionalidad sino, como indica Arciga, “precisamente en su capacidad de construir y proponer acciones alternativas a lo que supone la cultura” (1989, p. 23), pues el pueblo es la gente reunida cuya comunidad representa “una fuerza de cohesión y de coherencia que se prueba y aparece como tal... Su ser es un ser en unidad...” (Serres; citado por Bollème 1990, p. 146). Y si bien es cierto que esa gente requiere aún mucho camino para estar en condiciones de operar la historia, “regentar la sociedad”, mandar para que el de arriba obedezca, lo cierto es que hoy tiene mayor conciencia de la necesidad de hacerlo, pues advierte que las promesas de siempre sólo podrían hacerse realidad si se vigila su realización. El propio Leopoldo Zea, filósofo y pensador contemporáneo mexicano 87[87], advierte de manera certera este virtual ascenso a finales del siglo XX como “emergencia de los marginados” (2000), que poco a poco sujetan las libres manos de las clases dominantes en el mundo. La respuesta global al saldo social dejado por el siglo XX entonces, más allá de una supuesta irracionalidad tiene un significado histórico, pues persigue un objetivo viable; y forma parte de un proceso que legitima la búsqueda de un nuevo mundo por medios no oficiales, por tanto subversivos (Graumann y Kruse 1984; citados por Delgado 1992, p. 64). Y si bien por definición el Estado y las clases dominantes buscan homogeneizar todo aquello que en esencia o apariencia se muestre o sea heterogéneo, hecho donde juegan un papel preponderante los medios de comunicación —“pues son ellos y no otros medios los que llegan a todos los hombres, los que transmiten un tipo de información tendiente a homogeneizar las ideas, las creencias, las percepciones y, en fin, la realidad” (Vázquez Vera 1998)—, lo cierto es que cada vez más los acontecimientos y nuevas circunstancias los determina la gente misma, en lo que considera como propio y conveniente para su vida. Como ya veíamos, en algunos movimientos sobre todo de la última década subyace la idea de que es posible dejar de tomar en cuenta a minorías ilustradas que pretenden dar a la lucha un mayor alcance o una mayor coherencia; aquí es donde más evidente resulta que “las masas se han hecho indóciles frente a las minorías”. Cierto que décadas y décadas de engaño o ingenuidad de los liderazgos, ahora frente a masas más educadas y concientes de ello, plantea la necesidad de buscar por ejemplo en el horizontalismo “cegehachero”, una de las soluciones a las luchas sociales actuales. Pero el problema no es tan sencillo y lleva necesariamente a reflexionar sobre el asunto de las dirigencias. que lo ignora todo. Fue Rousseau quien me ha desengañado. Esta superioridad ilusoria se desvaneció: Yo aprendo a honrar a los hombres; y me encontraría más inútil que el común de los trabajadores, si no creyera que este tema de estudio puede dar a todos los demás un valor que consiste en esto: hacer resurgir los derechos de la humanidad”; en ibidem. Agrego lo de pensador pues se afirma que la filosofía —en sus condiciones actuales— ya no tiene razón de ser: “...el objeto de indagación reflexiva de los filósofos se ha debilitado, por así decirlo —dice Dieterich—, de dos maneras: a) las principales interrogantes que dieron una razón de ser a la filosofía, han sido contestadas o han perdido su importancia, y b) el conocimiento más avanzado de las ciencias naturales se ha vuelto tan complejo que su interpretación filosófica trasciende la capacidad de la gran mayoría de los filósofos...” (Dieterich 2000a, pp. 61 y 62). El mismo autor señala: “Los filósofos se han quedado, si se me permite la expresión, sin objeto de investigación, es decir, prospectivamente, sin empleo...” (ibidem, p. 64), aunque algunos de estos hagan buenos negocios por medio de convenientes placebos desde la academia o hasta el periodismo. Otros más, no relacionados con esos medios, son taxistas y buenos platicadores con el pasaje. 87[87] Para Gramsci (1929-1932b) el Estado tiene la necesidad de crear su propia “aristocracia” en los intelectuales orgánicos que dan sustento y justificación a sus acciones, por ejemplo en los medios de comunicación, la política, las artes o las ciencias. Incluso a ello refiere el concepto “clase política” al recordar cómo, todo grupo social “se crea al mismo tiempo y orgánicamente una o más capas de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de su propia función...” (1932-1935a), a pesar de autoafirmarse estos mismos intelectuales como “autónomos e independientes del grupo social dominante” (1932-1935b). Es tal vez por ello que diversos movimientos de resistencia de nuestro tiempo se plantean un rechazo absoluto a todo lo que huela a dicha clase política. Pero la necesidad de la dirigencia resulta todavía incuestionable, pues el desprecio al análisis y la teoría, o sea al conocimiento, es lo que lleva en muchas ocasiones a la derrota o paralización de los movimientos. El mismo revolucionario italiano opinaba que mientras subsistiera el Estado y fuera históricamente necesario gobernar a los hombres, se plantearía “el problema de tener jefes” (1924). Lo que es más, esta función de intelectual orgánico se cumple dentro de una sociedad no sólo para las clases dominantes, sino también necesariamente para el caso de grupos sociales no dominantes, a través de dirigentes y en general intelectuales natos que —aun con el peligro latente de caer en las filas de aquella clase política— llegan a cumplir la importante labor de dar continuidad a los intereses generales de dichos grupos. Gramsci habla incluso de la “lucha por la asimilación y la conquista ideológica de los intelectuales tradicionales, asimilación y conquista que es tanto más rápida y eficaz cuanto más elabora al mismo tiempo el grupo dado sus propios intelectuales orgánicos” (1932-1935c). En todo caso, es este un problema no resuelto todavía por las sociedades latinoamericanas y del mundo, donde algunas veces el papel de las dirigencias y en general de los intelectuales que cumplen su función orgánica resulta excesivo y preponderante sobre los precarios esfuerzos de la gente por mejor organizarse, mientras en otros a esas dirigencias se les otorga una confianza ciega y un valor que no tienen como solución de la problemática social e histórica; o se les repudia sin más desde abajo, descalificándoles su limitada conciencia e inhabilitándoles así para cumplir un mejor papel en su desempeño por encontrar los mejores caminos para las actuales condiciones del mundo. Sin pensar que lo que en verdad tienen que hacer es tan simple como los indios chiapanecos revelan: “mandar obedeciendo”.