Antecedentes históricos de la Educación Social

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CAPÃ TULO 3
ANTECEDENTES HISTÃ RICOS DE LA EDUCACIÃ N SOCIAL
Hoy dÃ−a, en España el tema de la educación social se ha puesto de moda. Existe la preocupación de
cuál es el concepto que encierra esta expresión, pero es menos frecuente el preguntarse por otros conceptos
a que también puede referirse. Pues ocurre, en efecto, que en pedagogÃ−a por «educación social» cabe
entender no una sola cosa, sino varias, con lo cual convendrá aclarar la idea que se está pensando o
indicando en cada caso.
Son tres esos conceptos de educación social. De ellos, uno es ya prácticamente histórico, sin interés
actual. Pero los otros dos poseen plena vigencia hoy dÃ−a, de modo que conviene tenerlos bien presentes y
definidos. Debemos hacer notar que el que está «de moda» es sólo uno de los dos, mientras que el otro
parece como olvidado o inadvertido; pero tiene una importancia pedagógica capital y, por consiguiente, es
necesario recuperarlo y contar con él.
Esta última forma de educación social es la que se contempla en la actual diplomatura de educación social
que se cursa hoy dÃ−a en España; es la que muchos conocen y los está estimulando a dedicarse
vocacionalmente a una labor pedagógica de acción social. Bien está esto, pero no deben perder de vista la
capital importancia que tiene la educación social también en su segundo sentido, relacionado no con la
solución de problemas sociales, sino con la educación general que debe darse a todas las personas. En
cuanto al primer concepto de educación social, tiene sólo un interés teórico, y basta con conocerlo.
Vamos ahora a describir las tres concepciones.
Pero antes hagamos notar que el esquema conceptual que acabamos de esbozar nos sirve también para
esclarecer y delimitar otro concepto: el de pedagogÃ−a social. En efecto, siendo la pedagogÃ−a la ciencia de
la educación, la pedagogÃ−a social será la ciencia de la educación social. Ahora bien, si hay tres modos
diversos de entender la educación social, habrá también, en correspondencia, tres concepciones distintas
y paralelas de pedagogÃ−a social: 1) para el punto de vista sociologista la pedagogÃ−a social es la ciencia de
la educación, como fenómeno esencial y exclusivamente social (la pedagogÃ−a social es toda la
pedagogÃ−a); 2) para la concepción pedagógica tradicional, la pedagogÃ−a social es la parte de la
pedagogÃ−a que se ocupa de la educación social (o socialización general) de individuos y grupos; 3) para
quienes se interesan por el trabajo social en su vertiente educativa, y la llaman educación social, la
pedagogÃ−a social es la teorÃ−a de ese enfoque pedagógico del trabajo social.
1. La educación social como concepción sociologista de la educación
El sociologismo es una cosmovisión opuesta al individualismo. Se trata de definir, en el fenómeno humano,
cuál es la parte y el papel que corresponden al individuo y al grupo, y mientras el individualismo afirma la
primacÃ−a exclusiva del individuo, el sociologismo asegura -contrariamente- que el grupo lo es todo (fuente
de los valores, finalidad de la existencia, principio de toda norma, el bien supremo), de modo que el individuo
vale sólo en tanto que miembro de la colectividad, y su misión es favorecerla. Según esta concepción, la
educación está para adaptar al individuo a su grupo y disponerlo a servirlo: la educación es social en su
origen, en su objeto, en sus medios, en sus funciones. La educación es educación social; éste es el modo
como el «sociologismo pedagógico» concibe la educación, toda educación.
Esta concepción tiene sus representantes, y algunos muy antiguos, como Platón; recordemos cómo en su
República establece la educación en función de la ordenación polÃ−tica, disponiendo para cada clase de
ciudadanos la educación que les prepare para la misión que tienen en la ciudad. En Grecia es una constante
el carácter social de la educación: se trata, siempre, de formar al ciudadano.
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Los sociologistas son extremistas, unos, y moderados otros. Los extremistas son principalmente dos:
Durkheim y Natorp; ambos coinciden -literalmente- en decir que el hombre es tal sólo por su pertenencia a la
sociedad, de modo que, aparte de ésta, constituye una simple abstracción, y ven en la educación una
función única: la de la socialización.
He aquÃ− unos textos de Durkheim (1975, pp. 96 y 115): «Considero como el postulado mismo de toda
especulación pedagógica que la educación es un ente eminentemente social, tanto por sus orÃ−genes
como por sus funciones, y que, por ende, la PedagogÃ−a depende de la SociologÃ−a más estrechamente que
de cualquier otra ciencia». «Lo mejor de nosotros mismos es de origen social. Por tanto, es siempre al
estudio de la sociedad que debemos referirnos: es únicamente ahÃ− donde el pedagogo puede hallar los
principios de su especulación», y dice en otra obra (1976, pp. 97 ss.. 101 y 104): «La educación no es
para la sociedad más que el medio por el cual logrará crear en el corazón de las jóvenes generaciones las
condiciones esenciales para la existencia de sÃ− misma [...] La educación consiste en una socialización
metódica de la generación joven [...] El hombre es hombre solamente y en cuanto vive en sociedad [...] El
individuo, al querer la sociedad, se quiere a sÃ− mismo. La acción que la sociedad ejerce sobre él, sobre
todo por medio de la educación [...] lo que quiere es engrandecerlo y hacer de él un ser verdaderamente
humano».
También es un sociologista moderado el norteamericano J. Dewey, por cuanto pone en la socialización del
individuo el fin principal de la educación, y en adaptar a los individuos a su sociedad la tarea primordial de
la escuela, hasta el punto de que esta última, para infundir eficazmente en los alumnos una actitud social,
debe ella misma tener una estructura y un funcionamiento sociales, en el sentido de un modelo democrático.
Tal es el mensaje fundamental de su obra Educación y democracia y de otros escritos suyos, donde deja bien
claro que, a su entender, «la educación es una regulación del proceso de llegar a participar en la
conciencia social». (Dewey, 1967 p. 65), y misión suya es desenvolver en los individuos un espÃ−ritu de
cooperación social y de comunidad de vida. En consecuencia, «la escuela no tiene otra finalidad que servir
ala vida social», pues «los principios de la vida social y de la escuela son los mismos» (1922. pp. 137 y
129); «y la mejor y más profunda preparación moral es precisamente la que se adquiere entrando en las
debidas relaciones con los demás, formando una unidad de trabajo y pensamiento» (Dewey, 1967. p. 57).
Por supuesto, el comunismo es una forma de sociologismo, y asÃ− no es extraño que su pedagogÃ−a
exprese el sociologismo pedagógico. He aquÃ−, por ejemplo, un elocuente texto de Suchodolski (1974. p.
97): «Si, tal como hoy en dÃ−a lo creemos, la moralidad humana tiene un origen social, entonces nada
impide que sea objeto de un análisis cientÃ−fico al igual que todos los fenómenos de la naturaleza y de la
vida social. Desde este ángulo, la pedagogÃ−a se halla en una situación que no se diferencia de la de
muchas otras ciencias sociales que se ocupan al igual que ella de los valores, las normas y las finalidades».
2. La educación social como formación para la socialización
2.1. El concepto clásico de educación social
Hay otra concepción de la educación social que podrÃ−amos calificar como tradicional dentro de la ciencia
pedagógica: se trata de la educación de la personalidad en sus aspectos sociales, es decir, en su capacidad
de adaptarse a la vida social en los grupos a que pertenece, poseyendo los deseables sentimientos sociales,
actitudes sociales y un comportamiento que respete las normas convivenciales.
Hay que señalar que esta concepción de una educación social es relativamente reciente. En la historia de
la cultura, y, por consiguiente, de la educación, lo tÃ−pico ha sido un individualismo bastante acentuado. La
sensibilidad social cuenta con apenas un siglo y medio de existencia. De educación social no se habla hasta
Pestalozzi, pero desde entonces ha ido ganando terreno, hasta llegar a los extremos que veÃ−amos en el
apartado anterior. Huyendo de los mismos, se ha ido situando la educación social en lugar que le
corresponde, constituyendo una preocupación educativa primordial.
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Pestalozzi buscó cuidar el sentimiento patrio de sus alumnos, lo cual no le fue difÃ−cil, contando con los
recursos folklóricos bellos y entrañables de su paÃ−s; de un modo general, opina que «mediante la
educación el hombre debe convertirse en un miembro provechoso de la sociedad» (Pestalozzi, 1924, p.
126).
2.2. La educación social en la pedagogÃ−a marxista
La pedagogÃ−a moderna ha descuidado mucho la educación social, pero he aquÃ− que, en cambio, la
pedagogÃ−a socialista la ha cultivado con especial interés (y no era para menos, dada la Ã−ndole del
socialismo). Precisamente -hay que confesarlo-, la sensibilidad por lo social y la preocupación por los
problemas sociales comenzó realmente con el marxismo (el anterior socialismo «utópico» lo habÃ−a
hecho sólo en teorÃ−a).
La pedagogÃ−a comunista, pues, insiste en la educación social y asegura su práctica. Esto en todas las
formulaciones que ha habido de pedagogÃ−a marxista (todas las cuales, por lo demás, coinciden
enteramente y son una y la misma).
Consideremos, por ejemplo, el máximo formulador de la pedagogÃ−a socialista polaca, B. Suchodolski
(1974, p. 123) en este pasaje que puede ser un verdadero manifiesto de la educación social comunista: «La
principal función de la educación estriba en preparar a la joven generación para su participación social, la
cual ha de expresarse a través de una actividad voluntariosa [...] La participación implica la capacidad de
vivir y actuar en la colectividad, de comprender las necesidades del ambiente más cercano y la
planificación de sus cambios, asÃ− como el desarrollo de los sentimientos patrióticos y de la conciencia de
las obligaciones de la solidaridad internacional, tendente al progreso social universal [...] La educación
patriótica y de los sentimientos de amor ala paz, la educación en el espÃ−ritu de la solidaridad
internacional y la educación al servicio del propio paÃ−s deben organizarse de tal manera que su contenido
sea experimentado por todos los niños y adolescentes, sirviendo de criterio de sus actividades concretas».
Mas para Suchodolski la educación social no se para en esos ideales humanistas, sino que pretende formar
activos luchadores anticapitalistas: en la educación comunista «elemento fundamental es el principio de
vincular la educación y enseñanza con la actividad revolucionaria de la clase obrera [...] La polÃ−tica
concreta de la lucha revolucionaria que conduce ala abolición de las relaciones existentes es algo tan
primordial que naturalmente debÃ−a afectar también a las cuestiones de la enseñanza» (p. 132).
La educación social comunista adopta unas formas tÃ−picas: el amor al trabajo, el ansia de contribuir a la
prosperidad nacional, la disposición a defender el paÃ−s (mediante actitudes y prácticas premilitares, bajo
el rótulo de «amor a la paz»), el anhelo de promover el socialismo (actitud anticapitalista) y la
pertenencia a organizaciones infantiles o juveniles establecidas por el partido. Digamos una palabra sobre la
primera y la última.
El amor al trabajo es esencial al marxismo ya su sistema de educación. Se inicia en él ya a los niños
pequeños; y se les enseña que el trabajo constituye, a la vez, un deber, un honor y una alegrÃ−a. En la
escuela, se recuerda a los alumnos Su obligación de dedicarse a trabajos domésticos cotidianos, al trabajo
mental del estudio, al trabajo social (actividades de interés comunitario) y al trabajo productivo. Dice S. P.
Baranow (1987, p. 199 ss.) que «las experiencias de algunos colectivos de niños han puesto en evidencia
que los alumnos pequeños ya pueden ser introducidos en el trabajo productivo: pueden realizar tareas
agrÃ−colas propias de cada época del año (lucha contra la cizaña o contra insectos dañinos), recoger
semillas, ayudar a poner vallas para la nieve, construir enseres para la escuela o la clase (trabajos auxiliares
para la conservación y reparación del edificio escolar); también pueden ocuparse de la crÃ−a de
ganado».
La educación comunista socializa a niños y adolescentes encuadrándolos en organizaciones para ellos,
llamadas «colectivos»: el de Niños de Octubre, para los más pequeños; el de Pioneros, para chicos de
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edades oscilantes entre los 10 y los 16 años, y el komsomol, para jóvenes. Esas organizaciones quieren ser
esencialmente educativas, formando el espÃ−ritu social de niños y jóvenes según una orientación
polÃ−tica e infundiéndoles los principios comunistas.
2.3. La educación social como educación cÃ−vica
La educación social cuida de preparar a la juventud para su participación en la vida social y polÃ−tica. Esto
lo hacÃ−a intencionalmente la paideia griega, que procuraba iniciar a los jóvenes en la vida pública de la
ciudad haciendo que conocieran sus instituciones, tomaran parte en sus actos y vivieran sus acontecimientos.
Aristóteles, en su Constitución de Atenas, dice que asÃ− ha de ser (nº 42). Modernamente se insiste en la
formación del espÃ−ritu democrático en los alumnos: tal fue la gran intención de Dewey y es la de
muchos contemporáneos autogestionarios (Neill, Lapassade, Hameline, Dardelin, Kohlberg, etc.). La
Universidad de Murcia organizó recientemente un Seminario dedicado al tema de «educación y
democracia» (cf. P. Ortega y J. Sáez, 1993), donde se tocaron temas como la moral dialógica el
pluralismo de valores, el respeto a las minorÃ−as étnicas, la cultura popular y el interculturalismo.
Otro tema reiterado es la educación para la paz, que se propone superar los egoÃ−smos y la agresividad que
están comprometiendo la convivencia pacÃ−fica entre los hombres. En España contamos con una
iniciativa pionera y creativa en este sentido: el «DÃ−a escolar de la no-violencia y la paz», establecido por
L. Vidal (1971). Por supuesto, hay bastantes organizaciones internacionales que tienen ese mismo objetivo:
Consejo Mundial de la Paz. Pax Christi, Asociaciones de Amigos de Gandhi y Justicia y Paz.
Todo el movimiento de la coeducación tiene también ese sentido de una mejor socialización de niños y
niñas. La educación ecológica posee igualmente un gran aspecto de educación social. La «educación
liberadora» es social en un sentido fuerte y polÃ−tico, proponiéndose la justicia social al suprimir la
marginación de grandes colectivos humanos.
Vemos, pues, que el modelo de educación social que hemos expuesto tiene dos vertientes: procurar la
adaptación del individuo a sus grupos convivenciales ya las exigencias de la vida social, y promover el buen
funcionamiento de la sociedad (civismo, pacifismo, ecologismo, justicia social).
3. La educación social como forma educativa del trabajo social
La educación social como acción social es un modelo nuevo, casi contemporáneo. Es verdad que tuvo
antiguos y claros precedentes, como fueron aquellas instituciones que congregaciones religiosas, unas veces,
y, otras, instituciones benéficas, fundaron para la educación de niños pobres, abandonados o proclives a
la delincuencia. Es bien conocido el caso de Pestalozzi y sus internados de Neuhof y Stanz: nos han quedado
documentos de él que nos lo muestran muy comprometido en esa tarea pedagógica de cariz social (cf. en
J. M. Quintana, 1994, pp. 15-27). De Diesterweg ya no es éste el caso, y aun cuando han sido muchos los
pedagogos cristianos (Juan Hosco, Andrés Manjón, etc.) que se han dedicado a la instrucción de los
pobres o marginados, solemos siempre calificar su obra más de pedagógica que de social.
3.1. Historia de la educación social en España como objetivo académico y profesional
El interés por la pedagogÃ−a social comenzó muy pronto en España, como lo evidencia el hecho de que
se tradujo ya enseguida (a comienzos del siglo xx) la obra básica de P. Natorp; era un interesante momento
en que la pedagogÃ−a española se hallaba muy pendiente de la alemana, altamente especulativa. Esta
tradición se mantuvo viva, también a través del Seminario de pedagogÃ−a de la Universidad de
Barcelona, en los años treinta; de modo que, al crearse la sección de pedagogÃ−a en la Universidad de
Madrid, el año 1944, la pedagogÃ−a social fue incluida en los planes de estudio. Lo, mismo ocurrió en la
Universidad de Barcelona en 1954. Cabe también reseñar que ese mismo año 1954 L. Luzuriaga
publicaba en Buenos Aires su PedagogÃ−a social y polÃ−tica, si bien debemos decir que, en realidad, no se
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trataba de un libro de pedagogÃ−a social sino, más bien, de sociologÃ−a de la educación (cf. J. M.
Quintana, 1989, p.51).
Este último hecho coincide con la confusión que en España se ha creado, en los últimos decenios, entre
«pedagogÃ−a social» y «sociologÃ−a de la educación», de modo que cuando se ponÃ−a una de ellas
en los planes de estudio, no figuraba la otra. Es lo que pudimos ver en los planes de estudios pedagógicos de
los años setenta, en que las «ciencias de la educación» desplazaron en ellos a la «pedagogÃ−a», de
modo que la sociologÃ−a de la educación barrió entonces a la pedagogÃ−a social. Por suerte, a comienzos
de los años ochenta los pedagogos españoles se dieron cuenta del error y se fueron interesando por la
«desconocida» pedagogÃ−a social. En 1984, J. M. Quintana publicó su obra PedagogÃ−a social, que
estableció el concepto de la «nueva» disciplina, en el doble sentido no sólo de su concepción
tradicional (teorÃ−a de la socialización educativa humana), sino también de su concepción nueva
(importada de Alemania), que entiende la educación social como una forma de trabajo social, con perfil
profesional para el pedagogo dentro de ese sector y cualificándolo como «pedagogo social». Era una
importante innovación que ha venido a modificar parte del actual currÃ−culo de estudios pedagógicos
universitarios, ya que son muchos los pedagogos que quieren formarse y ejercer como pedagogos sociales o
educadores sociales. El mencionado libro fue durante diez años el único tratado existente en España
sobre pedagogÃ−a social.
En 1985 se habÃ−an celebrado las primeras Jornadas Nacionales de pedagogÃ−a social. En 1986 salió el
primer número de la Revista de PedagogÃ−a Social. En 1994 ha aparecido el libro de P. Fermoso,
PedagogÃ−a social, y actualmente todas las universidades se afanan, en sus facultades o secciones de
ciencias de la educación, en implementar los estudios de educación social.
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