"La madre dice: `Haced lo que os diga"`

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"Y dijo la madre: 'Haced lo que Él os diga"'
Lectura y textos de la Misa de María Auxiliadora
Centenario de la Confederación de Exalumnas/os de las FMA
Gál. 4:4-7; Sal Ap 15:3b-4; Jn. 2:1-11
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Turín, 8 de marzo del 2008
Queridos hermanos y hermanas,
Me alegra mucho celebrar esta eucaristía en el Centenario de la fundación de la
Confederación Mundial de las Exalumnas y los Exalumnos de las Hijas de Maria
Auxiliadora aquì en esta ciudad donde Don Bosco vivió y trabajó, dando inicio a
ese original “movimiento espiritual y apostólico” que es la Familia Salesiana. La
Eucaristía es el momento más significativo para presentar nuestro
agradecimiento al Señor y es bello que este ‘GRACIAS’ pase por las manos de
Maria Auxiliadora
Su presencia materna es un gran don para el mundo, para la Iglesia, para el
Instituto de las Hijas de Maria Auxiliadora, para todas las comunidades
religiosas, para las comunidades educativas de los oratorios y de los colegios que
os han visto crecer y madurar como personas; es un gran don para vuestras
mismas familias y para la entera Familia Salesiana, de la cual las Exalumnas y
los Exalumnos forman parte viva y rica de significado.
He aquí el motivo por el cual en esta circunstancia particular, hemos querido orar
a través de Ella, la ‘Mediadora’, la Auxiliadora. Para hacer llegar nuestro ‘gracias’
al Señor y, al mismo tiempo, para reencontrarnos con uno de los puntos de
referencia más fecundos de vuestra y nuestra educación salesiana.

"Maria, Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los Cristianos"
La Virgen ha sido para Don Bosco una presencia muy viva, desde el momento del
"sueño de los nueve años", cuando él la acogió como madre y maestra y bajo cuya
disciplina fue moldeándose su corazón de pastor de los jóvenes.
Don Bosco solía decir: “No podemos equivocarnos: Es María quien nos guía”.1 En
él estaban enraizadas algunas convinciones muy claras.
1
2
-
Que María le estaba siempre cerca.
-
Que como “inspiradora y guía”, lo había acompañado, con signos
visibles de benevolencia y protección, en la fundación y desarrollo de la
Congregación, del Instituto de las FMA y de toda la Familia Salesiana.
“Todo ha sido obra de la Virgen” exclamaba. Ella es la “fundadora y
sustentadora de nuestras obras”, nuestra “guía” segura.2
MB XVIII, 439.
Cf MB VII, 334; XVIII, 439 c
-
Que como “madre y maestra” lo había siempre sostenido con la misma
premurosa bondad,3 ya manifestada en el episodio de las bodas de Caná
(Cf Jn. 2).
-
Que Ella lo había guiado, paso a paso, en la elaboración de un proyecto
educativo universalmente válido para la formación de la juventud: el
Sistema Preventivo (Cf Const. 20).
Con todo esto podemos bien afirmar, queridísimas/os Exalumnas/os y
queridísimas Hijas de María Auxiliadora que “el crecimiento, la multiplicación y la
dilatación de la Familia salesiana puede y debe declararse institución de María
Santísima”.4

"Maria nostro modello
Nosotros nos dirigimos a Maria también como un “pueblo en camino”, como
cristianos que cada día enfrentamos el combate de la vida, procurando
interpretar la propia existencia según el corazón de Dios. En este esfuerzo María
nos es de gran ayuda y se nos propone como modelo a imitar. Quisiera aquí
llamar vuestra atención sobre cuatro rasgos típicos que caracterizan a María
como “mujer de Dios”. Acttudes que constituyen su belleza más auténtica y que
nosotros estamos llamados a cultivar y a imitar.
1) Su vida de fe, como capacidad de apertura y de acogida de la voluntad de
Dios, claramente testimoniada en los evangelios, especialmente el de la
Anunciación;
2) su solicitud hacia los necesitados, hacia aquellos que precisamente a
causa de su pobreza o abandono, tienen más necesidad de experimentar
que Dios los ama, como hizo Ella, visitando a su prima o estando atenta a
cuanto sucedía en el banquete de las bodas de Caná;
3) su fidelidad en la prueba, que es al mismo tiempo la revelación de que la
salvación se encuentra en la cruz y en la participación en los sufrimientos,
como lo asumió y vivió María, estando a los pies de la cruz;
4) su gozo por las maravillas realizadas por el Padre, habiendo constatado la
fidelidad de Dios a sus promesas y las maravillas realizadas en nosotros y
por medio nuestro en los jóvenes que María dejó plasmado en el canto del
Magnificat.
¿A qué nos llama María?
Acabamos de escuchar el Evangelio de Caná. Esta palabra del Evangelio tan rica
de símbolos y signos mesiánicos es hoy una llamada del todo particular para
vosotros, queridos Exalumnos.
3
4
Cf MB VII, 676.
MB VI, 337.
2
La narración evangélica nos presenta a Maria que, como verdadera mujer, llena
de bondad, está atenta a los mínimos detalles, se da cuenta de la falta de vino y
entiende que la alegría está en peligro. Toda la escena está llena de evocaciones
bíblicos cargadas de simbolismo. Es importante recordar que la salvación en más
de un texto profético es descrita como un banquete abundante de vinos refinados
(cf. Is 25, 6), para un pueblo privado del vino de la felicidad y la sabiduría (Is 55,
1-3), y que el mismo Jesús retomará la imagen en una parábola en la que
comparará la felicidad con la participación al banquete del Reino de Dios (cf. Mt
22, 1-10; Lc 14, 15-24).
Sin embargo -para el evangelista- la grandeza de Maria consiste en su capacidad
de descubrir, junto a la preocupación de aquella pareja desprovista, la presencia
de Jesús y orientar los esposos hacia Él: "Haced lo que El os diga" (v. 5).
A su vez, Jesús - que primero había reaccionado con un poco de dureza con su
madre - interviene y distribuye efectivamente el "vino mejor” de aquella felicidad
prometida para el fin de los tiempos, como señal de la plenitud de vida, de la
alegría y de la felicidad que él ha traído al mundo. El vino nuevo de la alianza es
el amor, pero esto depende de la glorificación final del mesias, de aquella "hora"
que, por la muerte, llevará a cabo el misterio de la manifestación definitiva de
Dios: "Jesús, sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre,
después de haber amado a los suyos que estavan en el mundo, los amó hasta el
final" (Jn. 13, 1).
Maria aparece en Caná como creyente y como generadora de fe, como educadora
de la fe de los discípulos en virtud de su misma fe que la ha llevado a inducir a
Jesús a cumplir signos que revelan la presencia de Dios, su salvación. Dice en
efecto el texto de Juan que, gracias al milagro obrado por su intercesión, los
discípulos creyeron en él.
A la escuela de Caná, Maria nos enseña, como Madre y Maestra, cuatro actitudes
importantes para nuestra vida de creyentes:
En primer lugar, a compartir las vicisitudes de los hombres y las mujeres. En su
sencillez, es elocuente la forma como inicia la narración: Hubo una boda en Caná
de Galilea y la madre de Jesús estaba allí". Significa hacerse solidarios con las
angustias y las tristezas, con las esperanzas y las alegrías de nuestros
contemporáneos.
En según lugar, a estar atentos a las necesidades de los otros, a vivir no
centrados en nosotros mismos sino en los otros. El hecho que faltara el vino y
que Maria se preocupara de ello: "La madre de Jesús, le dice: “ No tienen más
vino"" es una prueba de su capacidad de observación para darse cuenta de lo que
falta. Significa conocer la realidad y sus implicaciones: la falta de vino, pone en
riesgo la continuidad de la fiesta y significa el fin de la alegría.
En tercer lugar, a descubrir la presencia de Jesús y a orientar hacia Él como el
único que puede responder a nuestras necesidades más profundas y a los
problemas existenciales. Maria casi desaparece de la escena después de haber
dicho a los siervos: "Haced lo que El os diga". Significa dejarle a Jesús el puesto
que le corresponde: El es el Mesías, el Cristo, el que hace abundar el buen vino,
el sentido de la vida y su plenitud en el amor.
3
En cuarto lugar, a ser creyentes y creíbles, para que nuestra misma fe haga
posible la fe de los demás. El texto de Juan coloca una breve nota que parecería
meramente redaccional, pero que tiene una gran fuerza catequística: "De esta
manera Jesús empezó sus milagros en Caná de Galilea, manifestó su gloria y sus
discípulos creyeron en Él". Significa colaborar con la propia fe para que los demás
puedan acceder a la fe.
Todo esto es una llamada, una vez más por mediación de María, a la escucha de
Jesús: "Haced lo que El os diga". Y es, además, una invitación a ser en el mundo
ese “vino nuevo” del Reino.
Vosotras/os, queridas/os exalumnas/os que habéis recibido el don de una
educación rica de valores auténticamente humanos y cristianos, estais llamadas
a ser este vino nuevo. Personas nuevas, capaces de propagar el bien que ha
penetrado y formado vuestras vidas, a dejar percibir la fe que ilumina vuestros
corazones. Así sereis si acogeis en vosotros el “modo de ser y de vivir de María”.
En esta fiesta de vuestro Centenario y en este 8 de marzo, día internacional de la
mujer, Ella es vuestro y nuestro punto de referencia más seguro. Ella es la mujer
que dándonos a Jesús, nos entrega al mundo, como el vino nuevo que lleva
alegría, como testigos nuevos de la vida más auténtica y de la alegría más
profunda.
Buen camino, queridos Exalumnos y Exalumnas! Como decía Don Bosco “María
está en medio de nosotros” y nos acompaña en el camino de la vida.
Don Pascual Chávez Villanueva
Turín, 8 de marzo del 2008
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