La despedida del duelo la realizó el Dr. Jorge Alberto Miranda

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Estimados compañeros:
Hoy 7 de diciembre el profesor Reinaldo Roca Goderich cumpliría 86 años. Fue alumno
distinguido del Colegio La Salle, de lo cual se conserva evidencia en el museo Francisco Pratt,
siendo considerado uno de los hijos ilustres de la ciudad de Santiago de Cuba. Graduado de
médico en el año 1955 comenzó a ejercer la medicina en 1957, en el antiguo leprosorio San
Luis de Jagua, hasta el año 1960. También prestó servicios en la Clínica Los Ángeles y la Colonia
Española entre los años 1960 y 1963. Sin embargo, el centro que se convirtió en su segunda
casa lo fue, sin dudas, el Hospital Provincial “Saturnino Lora”, sitio donde prestó servicios de
forma continua durante 54 años.
Hay personas que están predestinadas a marcar la vida de otros seres humanos. El Dr.
Reinaldo Roca Goderich fue una de ellas. ¿Cómo se puede hoy describir, evocar? ¿Cómo
explicarles a otras personas la influencia que tuvo en todos nosotros? Describir al profesor
Roca es muy difícil ya que los sentimientos nos traicionan, Roca era ante todo un hombre
brillante, con una inteligencia tan aguda y una cultura no solo en temas de la medicina que nos
asombraba y nos dejaba impávidos por momentos.
Y es que todos tenemos en lo más profundo de nuestra mente al profesor, a ese hombre que
daba aquellas clases brillantes, que nos dejaba asombrados de lo linda y fácil que era la
medicina cuando la explicaba Roca; y parecíamos frenéticas máquinas de escribir queriendo
copiarle hasta el último aliento, la última sílaba, si roca explicaba algo todos lo entendíamos
pero, además de eso, siempre existía y coexistía con el otro Roca, una persona profundamente
humana, con un sentido muy fino de la ironía y del humor, un eterno inconforme ante lo mal
hecho, una persona que no se rendía.
En su momento este hombre sufrió incomprensiones, vivió enfrentamientos pero siempre los
asumió con paciencia y sabiduría, él conocía el valor de lo que hacía, de lo que nos legaba y
siempre nos transmitió ante todo un ejemplo de cubanía, porque lo primero que tenemos que
tener todos claro es que como profesional nos transmitió un ejemplo de fidelidad a su país, a
su pueblo… Roca fue de los médicos que decidió no emigrar y quedarse aquí en su querido
Lora, en su escuela de Medicina de la que estaba orgulloso. No tenemos un solo recuerdo del
profesor hablando mal de nadie, no recuerdo tampoco al profesor derrotado aún en las
condiciones más difíciles; lo recuerdo durante el período Especial fiel a su hospital llegando
todos los días temprano, lo recuerdo siempre con su bata blanca porque el profe era un
hombre de bata blanca.
Lo recuerdo hace apenas unos días en el Salón de los Vitrales cuando se estrenó un
documental sobre su vida, todavía nos dio la oportunidad de tenerlo con nosotros un poquito
más. Ese día supe como muchos que quizá lo estuviéramos despidiendo. Si algo nos enseñó él
fue a ser objetivos, a descubrir los síntomas del envejecimiento y de la enfermedad. Ese día
creo que invoqué a Esculapio (dios de la Medicina), le rogué que ese hombre no sufriera; como
muchos allí hicimos el mayor de nuestros esfuerzos por no llorar, por mantenernos fiel a ese
hábito silencioso que adquirimos de no derrumbarnos en público aunque tengamos el alma
rota, aunque sepamos como sabiamente nos enseñó, que no podemos ganarle a nuestra
eterna rival, la muerte, y que sólo podemos enfrentarla con astucia y preparación a su más fiel
emisario, la enfermedad.
Pero también ese día lo vi reír pícaramente, tener todavía la capacidad de admirar a una mujer
hermosa y disfrutarlo, cuando esta le dedicó una canción, vi el inmenso amor y respeto con
que se trataban él y su esposa, su edita, ese amor que es para toda la vida y para después de
ella, el agradecimiento inmenso que tenía para la mujer para la mujer que lo ha acompañado y
esa ha sido también una lección importante para todos nosotros. Como el amor y el empeño
que demostró en la educación de su hijo, nunca olvidaremos su imagen por las calles de
Santiago enseñándole inglés.
Su familia que está aquí presente, debe tener claro que el profesor no es solo para nosotros el
autor del más importante libro de Medicina cubano; él ha sido un ejemplo profesional y
personal, profesional por todo lo que he tratado de decir en estas palabras y porque fue capaz
de unir y vincular a los más brillantes profesionales de la medicina en Santiago de Cuba para
hacer un libro que marcó la diferencia en la enseñanza de la Medicina Interna en Cuba y en
Latinoamérica. Como decimos siempre, el Roca es una roca de sabiduría, de buena praxis de
elementos didácticos y de lo mejor que han generado nuestros profesionales.
En lo personal nos legó una forma de ver la medicina y la vida; su humildad, humanismo,
sencillez, entrega, su sentido del deber y del honor; por eso fue tan querido y no nos
avergonzamos al decirlo. Se nos acaba de morir el hombre que más nos enseñó a amar lo que
somos, que nos enseñó a ser médicos y aunque sabemos que debemos asumir su ausencia y
despedirlo, no podemos dejarlo ir sin decirle a él y a su familia cuánto nos dio, cuánto legó a
sus miles de estudiantes.
El 10 de octubre de 1890 Martí, en un discurso pronunciado en el Harmand Hall de New York,
expresó: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor si no de qué lado está el
deber.”
Profesor, usted ha sido ese hombre, mil gracias por su ejemplo.
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