20101121CristoRey

Anuncio
Jesucristo, Rey del Universo z AÑO C z Lc 23, 35-43
z
Primera lectura
rey de Israel”.
z
Salmo z 121
z
z
2S 5, 1-3
z
“Ungieron a David como
“Vamos alegres a la casa del Señor”.
z
Segunda lectura z Col 1, 12-20
reino de su Hijo querido”.
z
Evangelio z Lc 23, 35-43 z “Señor, acuérdate de mí
cuando llegues a tu reino”.
z
“Nos ha trasladado al
E
n aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a
Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve
a si mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y
diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el
rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres
tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada».
Y decía: «Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino».
Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo
en el paraíso».
T
erminamos el año litúrgico de la mejor manera:
celebrando la festividad de
Cristo Rey. Jesucristo muerto
y resucitado nos ha salvado y
es el centro de nuestra vida
cristiana. El centro de este
día está en Jesucristo Rey y
por tanto en su realeza, en su
Reino. Todo va junto. Si es
rey, lo es de algo, de alguien.
Hoy recordamos los últimos
momentos de la vida de Jesús
en este mundo. Una escena
conmovedora. De Jesús crucificado se nos da una de sus
notas de identificación: es
Rey, rodeado de otros dos
crucificados que se sitúan
cada uno de diferente manera
ante Él. Según el escrito de
Jesús dicen que es o pretende
ser el rey de los judíos. ¡Cuán
diferentes son los criterios de
las personas de los de Dios!
Y Jesús en la cruz lo último
que hace es asegurar la salvación a uno de los crucificados: «Hoy estarás conmigo
en el paraíso». Jesús muere
salvando, ensanchando su
reinado. Estas son las últimas
palabras que Jesús dice a una
persona antes de su muerte:
son palabras salvadoras, son
palabras que expresan la misericordia de Dios para con
los pecadores. Sobre todo en
la cruz Jesús nos muestra la
esencia de su vida: Salvar.
Con frecuencia Jesús, los
Evangelios hablan del Reino
de Dios. Era tema preferido
de Jesús. En la mayoría de las
parábolas hace referencia al
Reino de Dios, cada una de
ellas viene a ser una aproximación de lo que Él entendía
por el Reino de Dios. El Reino
de Dios que para Jesús era
una humanidad que reconoce
la soberanía de Dios, una sociedad en paz, justa, donde la
verdad y la justicia son las
que imperan. En Jesús su
persona y su reino, su obra están íntimamente
relacionados.
Los Evangelios a Jesús le dan varios títulos: Luz,
Mesías, Maestro, Pastor, Puerta... uno de ellos es
el de Rey. Así aparece al final de su vida, en su
juicio y en lo que redactaron como nota de identificación de su persona. Pero Jesús nos dice que
Él no ha venido a mandar sino a servir, que Él no
es como los reyes de este mundo.
sús, Nazareno, rey de los judíos». A lo que los
enemigos de Jesús respondieron: «No escribas... sino: este ha dichoso soy el rey de los judíos». Y se concluye el episodio con la palabras
de Pilatos: «Lo escrito, escrito está».
Jesús es un rey pero sin armas, ni ejército. Es
un rey diferente. En esta escena Jesús termina
su vida perdonando.
Ya al principio de los Evangelios aparece la pregunta ¿dónde está el rey de los judíos?, son los
Magos los que lo andan buscando.
También en el momento del juicio sus enemigos
dicen: «Hemos encontrado a este alborotando a
nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos y diciendo que él es el Cristo Rey». Título que Jesús
no rechaza y lo asume por eso proclama: «Si,
como dices soy rey. Que para eso he nacido yo
y para eso he venido al mundo; para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Y Pilato que ha escuchado a los testigos manda
escribir el letrero que encabezará la cruz: «Je-
I
“ mitar a Jesús, ésta es la meta de mi vida, el fin a que tienden todos mis
acciones, y pensamientos, el objeto de todos mis votos y deseos. Sin esto no
seré un buen sacerdote no trabajaré eficazmente por el bien de los almas. Estudiar a Jesús es mi estudio. Imitar a Jesús. ¡Oh Dios mío, qué profundo sentido contiene esta palabra!” (P. Chevrier).
Le pido a Dios que me ilumine para que comprenda cuanto quiera decirme.
z Recurro a una cruz, me pongo delante. Veo el letrero que está encima
de la cruz. Imagino ante el crucifijo
lo que me dice el Evangelio de hoy.
Escucho las palabras de los ajusticiados con Jesús y sus mismas palabras. Jesús que muerte salvando.
z Jesús rey. Características de su
reinado y de su realeza.
z ¿Es mi rey?
z ¿En qué medida coopero en su reinado?
z Le pido ayuda para tenerlo siempre como rey y para que sepa cooperar en su reinado.
z Llamadas.
Oro lo contemplado
HOY ESTARÁS CONMIGO
EN EL PARAÍSO
¡Que proyecto tan bonito el tuyo, Señor Jesús,
para toda la humanidad! Pero ¡qué difícil y complicado llevarlo a término! ¡Cuán lejos estamos
para que sea realidad!
hí queda eso: «Hoy estarás conmigo en el paraíso», le dices, Señor Jesús, al buen ladrón.
En un instante le abres la puerta de la vida eterna.
Nuestra meta, nuestro trabajo es tratar de hacer
ese reinado presente allí donde nos encontremos,
de construirlo con todas nuestras energías. Todos
estamos invitados a participar en este proyecto.
A
Tú, Señor Jesús, terminas tu vida en este mundo
salvando, asegurando la salvación para uno de los
que compartió contigo el suplicio de la cruz.
Hoy, también se actualiza tu salvación cuando el
cura perdona en tu nombre; y Tú, Señor Jesús,
continúas haciéndote presente hoy en el Pan y el
Vino cuando el presbítero repite las palabras de la
consagración.
El hoy de la salvación se actualiza en tantas personas que perdonan, que ayudan, que ponen justicia,
paz y amor, en tantas personas que dan su vida por
los demás. El hoy de la salvación permanece.
Hoy también estamos haciéndote presente en
nuestro mundo, hoy continuamos facilitando la
salvación. ¿Qué debería sentir aquel hombre al
escuchar tus palabras? Palabras del que era no
sólo rey de los judíos, sino rey de todo el mundo.
A Ti, Señor Jesús, te recordamos como rey, como
Señor de cielo y tierra. Tú eres nuestro rey, nuestro Señor. No queremos otro rey que Jesús Nosotros seremos tus vasallos. Nosotros secundaremos tu obra.
Jesús es un rey con su reino, con su reinado de
justicia y de paz, de amor y de verdad. Enviado
precisamente por Dios Padre para establecer aquí
su reinado.
Ver z Juzgar z Actuar
Al principio de la Biblia, en el Génesis Dios confía
al ser humano la creación para que la custodie y la
mejore. Con la venida de Jesús, el Hijo de Dios, al
mundo se nos confía cuidar y afianzar
el Reino, la obra que Jesús había
comenzado. Tanto al comienzo como más tarde con la
venida de Jesús
se confía en
nosotros, se
nos ofrece la
posibilidad
de ser protagonistas y no
quedarnos
en
meros espectadores.
Gracias, Señor Jesús porque Tú
confías en estas
pobres criaturas que somos, Tú te fías
de nosotros.
Ayúdanos a no
defraudarte.
“Más que un l”
iona
Rey constituc
VER
H
ay países en los que la forma de gobierno es la monarquía. En Europa las monarquías reinantes son parlamentarias o constitucionales, es decir, el rey ostenta la jefatura del estado, pero los poderes
públicos son ejercidos por representantes elegidos por el pueblo. Y todos se encuentran bajo una constitución como ley fundamental que
define los derechos y libertades de los ciudadanos y por la que se rigen
los poderes e instituciones de la organización política. Esta organización
constitucional evita que un gobierno, sea monárquico o no, degenere en
tiranía o despotismo, como ha ocurrido a lo largo de la historia.
JUZGAR
H
oy nosotros estamos celebrando la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo. Para nosotros, sus seguidores, además del respeto que debemos a nuestro ordenamiento político, por encima de éste, Jesús es nuestro
Rey. Un Rey que ejerce su monarquía de un modo peculiar.
En la 1ª lectura hemos escuchado cómo se entendía, al principio, la monarquía en el pueblo de Israel: «todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un
pacto... y ellos ungieron a David como rey de Israel». Se entendía la monarquía como un pacto: el
rey se comprometía a dirigir y organizar al pueblo
para que no perdiese su identidad por el contacto
con los otros pueblos entre quienes habitaba, y
por su parte el pueblo obedecía lo que el rey decía porque entendía que estaba puesto por el mismo Dios: «El Señor te ha prometido: “Tú serás el
pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel”». Es decir, se aceptaba al rey, pero todos tenían claro que por encima del rey se encontraba
Yahvé. Sin embargo, a partir de Salomón, los reyes
israelitas, salvo excepciones, se apartaron de Dios
y se convirtieron en déspotas y tiranos, ejerciendo el poder a su conveniencia sin tener en cuenta
los intereses del pueblo.
En tiempo de Jesús, Herodes era el rey, pero era
un rey cruel y además estaba sometido y en connivencia con el poder de Roma. Pero Jesús empieza a anunciar el Reino de Dios, un reino distinto a
lo que hasta ahora se había conocido, y comienza
a realizar signos que muestren que ese Reino ya
ha llegado. El pueblo reacciona e intenta nombrar
rey a Jesús, pero «se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey y entonces se retiró al monte,
él solo» (Jn 6, 15).
Porque efectivamente Jesús es Rey, como hemos
escuchado en la 2ª lectura: «Dios Padre... nos ha
trasladado al reino de su Hijo querido. Jesús es
Rey porque por medio de Él fueron creadas todas
las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles... Él es la cabeza del cuerpo: de la Iglesia... Él
es el primero en todo». Pero Jesús no utiliza su
poder para tiranizar, sino para servir; Jesús reina e
inicia su Reino entre nosotros “despojándose de
su rango y tomando la condición de esclavo...”, lo
que le traerá como consecuencia que tenga que
“someterse incluso a la muerte, y una muerte de
cruz” (cfr. Flp 2, 6ss), entre la burla y el desprecio
por pretender ser un Rey diferente. Así lo hemos
escuchado en el Evangelio: «Se burlaban de él
también los soldados...: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había encima un letrero
en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey
de los judíos».
Pero es precisamente en la cruz donde la realeza
de Jesús queda más patente y diferenciada de los
otros “reyes”, una realeza fundamentada en el
amor y el perdón, como reconoce uno de los malhechores: «éste no ha faltado en nada... Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Jesús
es el Rey que realmente quiere el bien de su pueblo, y nos invita a todos a su Reino, “un reino eterno y universal, de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz”
(Prefacio).
ACTUAR
F
inalizando el año litúrgico, podemos preguntarnos: ¿Ha sido Jesús mi Rey durante estos
meses? ¿Acepto la realeza de Jesús como servicio,
amor y entrega? ¿Me comporto como un buen
ciudadano de su Reino, procuro hacer vida las actitudes que lo caracterizan?
Nos disponemos a iniciar un nuevo año litúrgico.
Que la fiesta de hoy nos ayude a tener a Jesús
como Rey y a manifestarlo en nuestro actuar, sirviéndole por amor, de modo que vayamos haciendo realidad su Reinado y Él pueda ser reconocido
como el verdadero Rey del Universo.
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 - Madrid
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