advi10

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adviento
2010 - A la bella y
profunda
esperanza
cristiana
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 Madrid
www.accioncatolicageneral.es
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CELEBRACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS
DEL I DOMINGO DE ADVIENTO
redescubran la belleza y la profundidad de la
esperanza cristiana. En efecto, la esperanza
cristiana está inseparablemente unida al conocimiento del rostro de Dios, el rostro que Jesús, el Hijo unigénito, nos reveló con su encarnación, con su vida terrena y su predicación, y
sobre todo con su muerte y resurrección.
HOMILÍA DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
Basílica Vaticana
Domingo, 1 diciembre 2007
La esperanza verdadera y segura está fundamentada en la fe en Dios Amor, Padre misericordioso, que «tanto amó al mundo que le dio
a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16), para que los hombres, y con ellos todas las criaturas, puedan tener vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Por tanto, el
Adviento es tiempo favorable para redescubrir
una esperanza no vaga e ilusoria, sino cierta y
fiable, por estar «anclada» en Cristo, Dios
hecho hombre, roca de nuestra salvación.
Queridos hermanos y hermanas:
El Adviento es, por excelencia, el tiempo de la
esperanza. Cada año, esta actitud fundamental
del espíritu se renueva en el corazón de los
cristianos que, mientras se preparan para celebrar la gran fiesta del nacimiento de Cristo Salvador, reavivan la esperanza de su vuelta gloriosa al final de los tiempos. La primera parte
del Adviento insiste precisamente en la parusía, la última venida del Señor. Las antífonas de
estas primeras Vísperas, con diversos matices,
están orientadas hacia esa perspectiva. La lectura breve, tomada de la primera carta de san
Pablo a los Tesalonicenses (1 Ts 5, 23-24) hace referencia explícita a la venida final de Cristo,
usando precisamente el término griego parusía
(v. 23). El Apóstol exhorta a los cristianos a ser
irreprensibles, pero sobre todo los anima a
confiar en Dios, que es «fiel» (v. 24) y no dejará
de realizar la santificación en quienes correspondan a su gracia.
Como se puede apreciar en el Nuevo Testamento y en especial en las cartas de los Apóstoles, desde el inicio una nueva esperanza distinguió a los cristianos de las personas que vivían la religiosidad pagana. San Pablo, en su
carta a los Efesios, les recuerda que, antes de
abrazar la fe en Cristo, estaban «sin esperanza
y sin Dios en este mundo» (Ef 2, 12). Esta expresión resulta sumamente actual para el paganismo de nuestros días: podemos referirla en
particular al nihilismo contemporáneo, que corroe la esperanza en el corazón del hombre,
induciéndolo a pensar que dentro de él y en
torno a él reina la nada: nada antes del nacimiento y nada después de la muerte.
Toda esta liturgia vespertina invita a la esperanza, indicando en el horizonte de la historia
la luz del Salvador que viene: «Aquel día brillará una gran luz» (segunda antífona); «vendrá el Señor con toda su gloria» (tercera antífona); «su resplandor ilumina toda la tierra» (antífona del Magníficat). Esta luz, que proviene del futuro de Dios,
ya se ha manifestado en la plenitud de los
tiempos. Por eso nuestra esperanza no carece
de fundamento, sino que se apoya en un acontecimiento que se sitúa en la historia y, al mismo tiempo, supera la historia: el acontecimiento constituido por Jesús de Nazaret. El evangelista san Juan aplica a Jesús el título de «luz»: es
un título que pertenece a Dios. En efecto, en el
Credo profesamos que Jesucristo es «Dios de
Dios, Luz de Luz».
En realidad, si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido. Es como si faltara la dimensión de profundidad y todas las cosas se oscurecieran, privadas de su valor simbólico; como
si no «destacaran» de la mera materialidad. Está
en juego la relación entre la existencia aquí y
ahora y lo que llamamos el «más allá». El más
allá no es un lugar donde acabaremos después
de la muerte, sino la realidad de Dios, la plenitud de vida a la que todo ser humano, por decirlo así, tiende. A esta espera del hombre Dios
ha respondido en Cristo con el don de la esperanza.
El hombre es la única criatura libre de decir sí o
no a la eternidad, o sea, a Dios. El ser humano
puede apagar en sí mismo la esperanza eliminando a Dios de su vida. ¿Cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede acontecer que la criatura «hecha para Dios», íntimamente orientada
a él, la más cercana al Eterno, pueda privarse de
esta riqueza?
Al tema de la esperanza he dedicado mi segunda encíclica, publicada ayer. Me alegra entregarla idealmente a toda la Iglesia en este
primer domingo de Adviento a fin de que, durante la preparación para la santa Navidad, tanto las comunidades como los fieles individualmente puedan leerla y meditarla, de modo que
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nos demuestra que eso es precisamente así.
¿Qué es lo que impulsa al mundo sino la confianza que Dios tiene en el hombre? Es una
confianza que se refleja en el corazón de los
pequeños, de los humildes, cuando a través de
las dificultades y las pruebas se esfuerzan cada
día por obrar de la mejor forma posible, por
realizar un bien que parece pequeño, pero que
a los ojos de Dios es muy grande: en la familia,
en el lugar de trabajo, en la escuela, en los diversos ámbitos de la sociedad. La esperanza está indeleblemente escrita en el corazón del
hombre, porque Dios nuestro Padre es vida, y
estamos hechos para la vida eterna y bienaventurada.
Dios conoce el corazón del hombre. Sabe que
quien lo rechaza no ha conocido su verdadero
rostro; por eso no cesa de llamar a nuestra
puerta, como humilde peregrino en busca de
acogida. El Señor concede un nuevo tiempo a
la humanidad precisamente para que todos
puedan llegar a conocerlo. Este es también el
sentido de un nuevo año litúrgico que comienza: es un don de Dios, el cual quiere revelarse
de nuevo en el misterio de Cristo, mediante la
Palabra y los sacramentos.
Mediante la Iglesia quiere hablar a la humanidad y salvar a los hombres de hoy. Y lo hace saliendo a su encuentro, para «buscar y salvar lo
que estaba perdido» (Lc 19, 10). Desde esta perspectiva, la celebración del Adviento es la respuesta de la Iglesia Esposa a la iniciativa continua de Dios Esposo, «que es, que era y que
viene» (Ap 1, 8). A la humanidad, que ya no tiene
tiempo para él, Dios le ofrece otro tiempo, un
nuevo espacio para volver a entrar en sí misma,
para ponerse de nuevo en camino, para volver
a encontrar el sentido de la esperanza.
Todo niño que nace es signo de la confianza de
Dios en el hombre y es una confirmación, al
menos implícita, de la esperanza que el hombre alberga en un futuro abierto a la eternidad
de Dios. A esta esperanza del hombre respondió Dios naciendo en el tiempo como un ser
humano pequeño. San Agustín escribió: «De
no haberse tu Verbo hecho carne y habitado
entre nosotros, hubiéramos podido juzgarlo
apartado de la naturaleza humana y desesperar
de nosotros» (Confesiones X, 43, 69, citado en Spe salvi,
29).
He aquí el descubrimiento sorprendente: mi
esperanza, nuestra esperanza, está precedida
por la espera que Dios cultiva con respecto a
nosotros. Sí, Dios nos ama y precisamente por
eso espera que volvamos a él, que abramos
nuestro corazón a su amor, que pongamos
nuestra mano en la suya y recordemos que
somos sus hijos.
Dejémonos guiar ahora por Aquella que llevó
en su corazón y en su seno al Verbo encarnado. ¡Oh María, Virgen de la espera y Madre de
la esperanza, reaviva en toda la Iglesia el espíritu del Adviento, para que la humanidad entera
se vuelva a poner en camino hacia Belén, donde vino y de nuevo vendrá a visitarnos el Sol
que nace de lo alto (cf. Lc 1, 78), Cristo nuestro
Dios!
Esta espera de Dios precede siempre a nuestra
esperanza, exactamente como su amor nos
abraza siempre primero (cf. 1 Jn 4, 10). En este sentido, la esperanza cristiana se llama «teologal»:
Dios es su fuente, su apoyo y su término. ¡Qué
gran consuelo nos da este misterio! Mi Creador ha puesto en mi espíritu un reflejo de su
deseo de vida para todos. Cada hombre está
llamado a esperar correspondiendo a lo que
Dios espera de él. Por lo demás, la experiencia
Amén.
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I Domingo de Adviento - A [28 de noviembre]
z Isaías 2,1-5 z “El Señor reúne a todas las naciones en la paz eterna del reino de Dios”
z Salmo 121 z “Vamos alegres a la casa del Señor”
z Romanos 13, 11-14 z “Nuestra salvación está cerca”
z Mateo 24,37-44 z “Estad en vela para estar preparados”
Ruego/rogamos por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y,
así, poder seguirlo mejor.
z
z
Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
z
Leo/leemos el texto.
z
Después contemplo y subrayo.
37
«Como en los tiempos de Noé, así será la venida del hijo del hombre. 38
Porque como en los días que precedieron al diluvio comían, bebían y se
casaban ellos y ellas, hasta el día en que entró Noé en el arca, 39 y no se
dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así sucederá
cuando venga el hijo del hombre. 40 Entonces estarán dos en el campo; a
uno se lo llevarán y a otro lo dejarán. 41 Estarán dos mujeres moliendo juntas; a una se la llevarán y a otra la dejarán. 42 Estad en guardia, porque no
sabéis en qué día va a venir vuestro Señor. 43 Tened en cuenta que si el
amo de casa supiera a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría
en guardia y no dejaría que le asaltaran la casa. 44 Estad preparados también vosotros, porque a la hora que menos penséis vendrá el hijo del
hombre».
Mateo 24, 37-44
Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... veo ¿Atento? ¿Atento a las personas o paso de todo y me evado?
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Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo?
Hechos y situaciones que me hacen estar dispuesto, a punto para el encuentro con el Señor Es decir... ¿en
qué hechos lo encuentro?
z
Llamadas que el Padre me hace -nos hace- hoy a través de este Evangelio, y compromiso o compromisos
que me invita a tomar hoy a través de este Evangelio.
z
z
Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas sobre el Evangelio de Mateo, que nos acompañará en este nuevo ciclo-año litúrgico
z El Evangelio de Mateo constituye uno de los escritos más importantes, si no el más importante, de la
identidad cristiana. Desde tiempos antiguos ha sido
el Evangelio más leído y comentado en la Iglesia, el
más presentado en la liturgia.
z Mateo aparece en su obra como un testigo fuerte
de Jesús en momentos difíciles para el desenvolvimiento creyente; se ha acreditado como un hombre
de Iglesia providencial, dejándonos un legado donde
se muestra como un maestro atento de su comuni-
zz
dad, que conoce muy bien las vicisitudes de su tiempo. Aunque para él el único Maestro es Cristo (23, 8),
el evangelista participa de su magisterio, por estar
tan identificado con su Señor.
z El evangelista ha sabido transmitir un encendido
testimonio de Cristo Para Mateo no se puede ser
cristiano sin Cristo, el Mesías de la expectación judía
y el realizador de las promesas de salvación. La centralidad de Jesús resulta así incuestionable e insustituible. Él se alza en el núcleo más íntimo y vivo de la
fe de la Iglesia. Él proporciona sentido a cuanto tiene
que ver con el quehacer creyente. Pero el evangelista
ha añadido un pensamiento complementario, que no
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encontramos en los escritos anteriores a él, de indudable trascendencia: el lugar donde conocemos y
seguimos a Cristo es el nuevo Pueblo de Dios, la
Iglesia, de modo que cuanto se afirma en torno a Jesús tiene sus repercusiones en la comunidad eclesial
y ofrece una referencia insustituible a cada uno de
sus miembros. Reconociendo que Jesús trasciende
su obra, cristología y eclesiología están esencialmente implicadas en la obra mateana.
Notas sobre el Adviento: mirando a las Navidades
z En el adviento los cristianos somos convocados a
ser testigos, sembradores y militantes de la esperanza. Es en medio de nuestro mundo donde los cristianos hemos de “dar razón de nuestra esperanza”, a
nosotros mismos y a los hombres y mujeres de hoy.
Creemos en el “Dios de la esperanza”, el primero en
“esperar contra toda esperanza”, y creemos en “Cristo Jesús, nuestra esperanza”, “crucificado por los
hombres pero resucitado por Dios”. Vino y abrió el
horizonte de un mundo nuevo; viene y nos pone en
pie. Queremos celebrar su venida saliendo a su encuentro. La esperanza no es una meta que nos proponemos, sino una persona que viene al encuentro
como salvador, el sol que sale de lo alto y nos atrae
con su luz. No se trata de una virtud para un momento o un tiempo del año, sino una actitud y un estilo
de vida. Un cristiano sin esperanza no es cristiano.
z Durante el Adviento ejercitamos la espera, la esperanza. Ejercitamos las actitudes propias de quienes
viven de una promesa: Dios será con nosotros (Is 7,
14). Pero no es una mirada al futuro por huir del
mundo que no nos gusta. La esperanza es activa, pone en movimiento. Si se pierde no hay futuro. “Vosotros, los que aquí entráis dejad toda esperanza”, escribe Dante en la entrada del infierno.
z Este ejercicio lo hacemos preparando la Navidad
(=nacimiento) del Hijo de Dios, el cumplimiento de
la promesa (Mt 1, 23). Pero no es una mirada al pasado
por huir del mundo que no nos gusta.
z Las luces y ornamentos de Navidades nos podrán
tapar el presente. Y los pastores ya no serán los pobres que acogen la novedad, y los ángeles dejarán de
ser transmisores de la Buena Noticia para pasar a
contar cuentos infantiles.
z El Adviento es para resituarnos en el mundo. En el
mundo y en el presente. En este mundo dónde parece que dominan el consumismo y la violencia. En este mundo en el cual tener un trabajo digno cada vez
es más difícil, y poder acceder a la vivienda parece
un privilegio...
z Adviento es tiempo para hacer renacer la esperanza viviendo en este mundo. Es tiempo para escuchar
buenas noticias en una sociedad dónde la distracción sólo nos permite escuchar la parte fea de la realidad. Es tiempo por rehacer la ilusión porque el Hijo
de Dios viene a ella y de ella espera mucho.
haciéndose hombre víctima de las injusticias,
haciéndose -un niño- de quienes no cuentan.
z Adviento es tiempos para rehacer el amor. El Hijo
de Dios se hace hombre, se hace hermano de todo el
mundo, de los pobres... ¿Por qué no nos hacemos
nosotros si creemos en él?
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
z Justo antes de este texto de hoy, Mateo ha subrayado que el Hijo del hombre vendrá (Mt 24, 4-35). Ahora
dice que no sabemos el momento (42).
z La alusión (37-39) a la historia del diluvio (Gn 6-7) se
hace como ejemplo de aquello que llega de manera
repentina e imprevista en un día cualquiera (38);
quienes no estaban preparados recibieron las consecuencias negativas (39). El Señor vendrá cuando todo
el mundo estará haciendo su vida de cada día (40-41),
viene cada día, en la vida más ordinaria. Quien está
atento, vive con Él.
z Jesús desvía la atención de los discípulos: de fijarse
en la fecha de la venida futura a fijarse en el presente. La preocupación de quienes seguimos a Jesús no
tiene que ser cuándo se acabará el mundo, sino qué
actitud tenemos que mantener mientras vivimos en
este mundo. Dada la condición de ignorantes del día
y la hora (44), se nos propone de vivir velando (42), para estar a punto para el encuentro con el Señor.
z La imagen del ladrón (43) refuerza esta invitación,
remarcando el carácter imprevisible de la venida de
Cristo. Y con la imagen de los dos sirvientes que Mateo presenta a continuación (Mt 24, 45-51), así como con
las parábolas del capítulo siguiente (Mt 25, 1-30), se
aclara qué quiere decir “velar”: dar fruto, cumpliendo la voluntad de Dios. Después (Mt 25, 31-46) nos presenta cual será el criterio del día del juicio: el amor
en el “hoy”, en el presente.
z Este “velar” para “dar fruto” pasa por estar atento a
lo que sucede en el entorno y en el mundo en general; pasa por hacer discernimiento (con los demás)
para descubrir qué es la voluntad de Dios en cada
situación; pasa por rogar-rezar (Mt 26, 41). Velar así nos
mantiene firmes en la fe, nos da coraje, nos ayuda a
vivir sobriamente.
z En este primer domingo se ofrece una respuesta a
las incertidumbres de las personas. El profeta no espera la salvación de los hombres ni de los poderes
políticos, sino de Dios mismo. Daremos razón de la
esperanza no con nuestras palabras, ni por imperativo moral, sino por un estilo de vida de quien se pone
en pie, mira el horizonte, convoca a otros, ajusta velas y enfila la barca. La esperanza no es algo que tenemos sino algo que compartimos.
ESPÍRITU DEL ADVIENTO
(Rm 8, 20-23; 2 Co 16, 22)
z Adviento es tiempo para volver a creer. Por creer
de verdad que Dios responde a la humanidad que lo
necesita. Y que responde viniendo a vivir en este
mundo. Y que viene haciéndose hombre pobre,
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Veo, Señor, la Historia humana
como una larga caravana
que avanza empujada por una fuerza misteriosa,
conquistando día a día cotas de libertad,
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Y se ponen en pie después de cada derrota
para seguir conquistando espacios más anchos,
construyendo nuevas calzadas para la liberación.
abriendo anchas calzadas
por donde circulen sin cadenas los hijos de Dios.
¿Hay algo que garantice
la ascensión lineal hacia la libertad?
Hay una esperanza que se hace clamor universal.
El jubileo liberador de Dios
se extiende con tu Espíritu de siglo en siglo,
como un solo grito prolongado
que resuena con un eco interminable
de montaña en montaña.
No todos los luchadores conocen a tu Espíritu;
pero todos deben estar movidos por Él,
con esa ansia irrefrenable
de seguir ampliando fronteras
aunque ellos mueran en el empeño.
Y la Humanidad se hace adulta
con la esperanza de ser liberada de la esclavitud,
para gozar de la libertad gloriosa
de los hijos de Dios,
mientras seguimos gritando sin cansarnos:
«Marana tha! ¡Ven, Señor, con tu Espíritu,
el Espíritu de la gran liberación!».
Tú los acoges como a hermanos
y tu Padre los bendice como a hijos.
Otros vienen detrás de ellos,
engendrados por el mismo Espíritu,
sin reconocerlo quizá.
Patxi Loidi (Mar a dentro)
VJA
Y, por supuesto, también está la Navidad odiada: son
muchas las personas que se rebelan contra estas fiestas, contra tanta canción acaramelada y películas sentimentaloides, contra tanto arbolito, contra tanta
hipocresía en las relaciones familiares, contra tanto
gasto desmedido sin razón.
JUZGAR: Frente a estas visiones deformadas de
la Navidad, nosotros estamos invitados, a partir de
hoy, a prepararnos para celebrar LA NAVIDAD, sin
otro adjetivo. Porque la verdadera Navidad sólo es
una, lo demás son copias falsas.
VER: Comenzamos hoy el tiempo de Adviento,
uno de los más esperanzadores del año cristiano,
porque nos llevará hasta la Navidad. Una navidad
que podemos ver desde distintos aspectos:
La Navidad comercial, promovida hasta la saciedad
por grandes almacenes y pequeño comercio, hecha
de ventas y consumo de todo tipo de productos.
La Navidad familiar, en la que los miembros de la familia, a veces dispersos, se reencuentran, aunque
muchas veces no se sabe bien por qué, y los encuentros familiares se convierten en simples reuniones de
compromiso que se está deseando terminar cuanto
antes. La Navidad familiar también está hecha de recuerdos, de nostalgia por otras navidades y otras
personas.
La Navidad populachera y sensiblera, hecha de villancicos, zambombas, panderetas y adornos, de belenes dulzones, de un súbito deseo de ser buenos y
caritativos, pero sólo durante unos días...
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Y en este primer domingo de Adviento, la palabra de
Dios nos invita a la esperanza: en la primera lectura,
Isaías ofrece esa visión esperanzada de paz para el
mundo; y san Pablo también fomenta la esperanza al
decirnos “vuestra salvación está más cerca”.
Y, por supuesto, en el Evangelio Jesús nos mueve a
“estar preparados”, a vivir este tiempo con esperanza
porque el Hijo del hombre vendrá en cualquier momento, no sabemos el día.
Lo que se nos invita a celebrar es el misterio del Dios
hecho hombre, del Dios que se da a sí mismo en Jesús, del “Dios-con-nosotros”, del Dios que se hace
cercano principalmente a los más sencillos, del Dios
que por amor viene a nosotros para que nosotros
tengamos vida.
ACTUAR: Por eso, si queremos ser coherentes
hemos de vivir este tiempo con fe, sin dejarnos atrapar por esas otras “navidades”. No convirtamos la
Navidad en “lo de siempre”, porque Dios no se repite nunca, y podemos avanzar con mayor profundidad
en la vivencia de lo que significa que Dios se dé a sí
mismo totalmente.
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Podemos proponernos meditar un poco el Evangelio
de cada día; o leer algún libro o artículo de espiritualidad; podemos venir a la Eucaristía un poco antes
para estar un rato de oración en la capilla; podemos
venir a celebrar la Eucaristía más días, además del estricto cumplimiento del precepto dominical; podemos ir haciendo el examen de conciencia para recibir
el sacramento de la Reconciliación.
nuestra vida, para recibirle y después ser nosotros
sus portadores mediante nuestra entrega generosa,
como él.
La Eucaristía es ya el “Dios con nosotros” bajo las especies del Pan y el Vino, que se nos entrega para que estemos a punto para su paso en nuestra vida, para que lo
recibamos con fe y con el don de nosotros mismos
demos testimonio de la esperanza de su Reino.
No caigamos en la rutina ni en la superficialidad, fomentemos la esperanza: se trata de estar preparados,
a punto, bien dispuestos cuando el Señor venga a
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II Domingo de Adviento - A [5 de diciembre]
z Isaías 11, 1-10 z “Juzgará a los pobres con justicia”
z Salmo 71 z “Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente”
z Romanos 15, 4-9 z “Cristo salva a todos los hombres”
z Mateo 3, 1-12 z “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”
Ruego/rogamos por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y,
así, poder seguirlo mejor.
z
z
Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
z
Leo/leemos el texto.
z
Después contemplo y subrayo.
1
Por aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto
de Judea 2 y diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de
Dios». 3 Éste es aquel que el profeta Isaías había anunciado cuando
dijo: Voz que grita en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos. 4 Juan tenía un vestido de pelo de camello y un cinturón de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 5 Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región
del Jordán; 6 ellos confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el
Jordán. 7 Al ver venir a su bautismo a muchos de los fariseos y saduceos, les dijo:
«Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que os
amenaza? 8 Dad frutos dignos de conversión, 9 y no os ilusionéis con
decir en vuestro interior: Tenemos por padre a Abrahán, porque os
digo que Dios puede suscitar hijos a Abrahán hasta de estas piedras. 10 Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol
que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. 11 Yo os bautizo en agua para que os arrepintáis; pero el que viene detrás de mí
es más fuerte que yo, y yo no soy digno de descalzarle las sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 12 Tiene en su mano el
bieldo, limpiará su era y recogerá su trigo en el granero; pero quemará la paja con fuego que no se apaga nunca».
Mateo 3, 1-12
Ahora apunto aquello que descubro de JUAN, CON SU ANUNCIO, SOBRE EL “Reino de los cielos”; sobre
la BUENA NOTICIA que escucho...
z
Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo?
¿Qué hechos de esta semana me han hecho experimentar que Dios ya “reina” y que hace salir de las piedras “hijos de Abrahán”?
z
Llamadas que el Padre me hace -nos hace- hoy a través de este Evangelio, y compromiso o compromisos
que me invita a tomar hoy a través de este Evangelio.
z
z
Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas para situar este Evangelio
z Con la expresión “en aquellos días” (Mt 3, 1), utiliza-
z Entre los Evangelios de la infancia y la vida pública
de Jesús existe una gran distancia temporal, pero no
teológica: pensemos que estos pretenden presentar
a Jesús como Hijo de Dios.
zz
da en el AT para indicar la continuidad de la historia
de salvación (Ex 2, 11; Dt 10, 2), le sirve a Mateo para unir
el relato de la infancia de Jesús con el comienzo de
su misión.
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z Mateo tiene un especial interés en presentar a Juan
el Bautista. Pensemos que el historiador Flavio Josefo
(s.I) le dedica en sus obras más atención que al mismo Jesús. Juan fue el guía carismático de un movimiento de corte popular, que convocó al pueblo de
Israel en el desierto para anunciar la cercanía del juicio de Dios. El mensaje de Juan es urgirnos a la conversión, que se expresaba a través del bautismo (un
rito de purificación).
z Según la más antigua tradición cristiana (Hechos 10,
Jesús estuvo muy relacionado con el movimiento de Juan. Los cuatro Evangelios ponen de manifiesto esta vinculación (Mc 1, 1-8 y paralelos) e incluso pueden dar a entender que Jesús fue, durante algún
tiempo, discípulo de Juan el Bautista (Jn 1, 27 y Mt 3, 11).
Pensemos que los primeros cristianos no distinguían
muy bien entre el bautismo de Juan y el de Jesús
(Hechos 19, 1-7). De ahí que los evangelistas tuvieron
interés en aclarar cuál fue la relación que existió entre Juan y Jesús.
37ss)
Notas para fijarnos en el Evangelio
1, 21):
su nombre significa el Señor salva; el nombre
mismo de Jesús indica su misión: él viene a traer a los
hombres la salvación de Dios. La imagen de la siega y
la limpieza del grano (12) es frecuente en la Biblia para hablar del juicio del fin de los tiempos (Is 27, 12).
También Jesús la usa (Mt 13, 30).
z Las palabras de Juan a los fariseos y saduceos (7-10)
recogen una intuición de los profetas de la que Jesús
extraerá todas las consecuencias: el hecho de ser israelita no garantiza la salvación, ni el no ser supone
ser excluido de esta salvación (9). Porque la salvación
es don de Dios, que “puede hacer salir hijos a Abraham de las piedras” (9). Lo que cuenta en el Reino
son los hechos de cada cual (8), tal y como Mateo insistirá al final de su obra (Mt 25, 31-46).
z Esta presentación de Juan, el precursor, apunta
hacia Jesús: “quien viene tras mí” (11). El bautismo de
Juan (6 y 11) es un simple gesto externo de la voluntad
de conversión. El de Jesús expresa la vinculación
personal (no meramente ritual) con Dios (11) con Espíritu Santo y fuego.
z El “desierto”, dónde Juan “predicaba” (1), recuerda
ÉL VIENE, VIENE, VIENE SIEMPRE
al éxodo (=salida de la esclavitud hacia la libertad),
donde Dios interviene para liberar. Y estamos cerca
de ese momento. Pretende presentar a Jesús como el
Hijo de Dios y a Juan como el precursor. Mateo (3)
presenta con los rasgos de Elías (1Re1, 8) que volvería
antes del Mesías. Citando a Isaías (Is 40, 3) -libro de la
consolación- (donde el profeta consuela el pueblo
con el anuncio de la salida -liberación- de la situación de desgracia que vive y la entrada en una vida
nueva) se anuncia la llegada del Mesías con la invitación a convertirse y con un rito bautismal. La salvación del pueblo es obra de Dios.
¿No oíste sus pasos silenciosos?
Él viene, viene,
viene siempre.
En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
Él viene, viene, viene siempre.
He cantado muchas canciones y de mil maneras,
pero siempre decían sus notas,
Él viene, viene,
viene siempre.
z El mismo anuncio que hace Juan (2) es el que hará
Jesús cuándo empiece su misión (Mt 4, 17) y el que
harán aquellos que Jesús enviará (Mt 10, 7). Este anuncio viene a decir que Dios ha empezado a instaurar
su reinado en medio del mundo. Y dónde se hace
visible este reino es en la persona de Jesús, en sus
palabras y en sus obras contundentes (Mt 12, 28). La
“conversión” que pide este anuncio no es la consecuencia, ya que hace falta prepararse para acoger el
Señor que viene a reinar. De ahí la imagen del camino (3) el profeta apunta la idea de la salvación como
nuevo éxodo, tema fundamental de toda la segunda
parte del libro de Isaías.
En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
Él viene, viene,
viene siempre.
En la oscura angustia lluviosa de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
Él viene, viene,
viene siempre.
De pena en pena mía,
son sus pasos los que oprimen mi corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría,
porque Él viene, viene,
viene siempre.
z La descripción que Mateo hace de Juan, es situarlo
como profeta, en continuidad con los profetas del AT
Su forma de vestir, alimentarse... hace referencia a
una vida de austeridad... Jesús lo citará más adelante
Mt 11, 18: “Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y
dicen: Demonios tiene”.
Tagore
z Juan Bautista insiste en el juicio final de Dios es
inminente (7 y 10). Jesús aparece como el Salvador (Mt
zz
9zz
VJA
sando que son hijos de Abrahán, porque Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de las piedras. Para
acoger al Dios que viene no es suficiente con una
preparación exterior y rutinaria, no es suficiente “decir” que somos cristianos y como mucho cumplir
unos mínimos, porque Dios puede sacar cristianos
de las piedras: para que Dios pueda nacer en nosotros y compartir nuestra vida, primero hemos de
convertirnos al Dios vivo, y después hemos de dar el
fruto que pide esa conversión, que es la caridad, pero en sentido amplio, dar no sólo lo que me sobra,
sino dar-me, dar mi tiempo, mi experiencia, y eso de
un modo continuado y progresivo, no sólo unos días
al año.
VER: Continuamos preparándonos para celebrar la
verdadera Navidad, continuamos preparando nuestro corazón para acoger al Dios que viene a nosotros,
que hace donación de sí mismo.
“Acoger a Dios en los pobres”. Todos los años, por
estas fechas, se multiplican las iniciativas solidarias,
las colectas para distintas causas benéficas, los telemaratones... se aprovecha que durante unos días la
gente parece más inclinada a “hacer caridad”, pero si
lo analizamos bien, veremos que la mayoría de estas
iniciativas son algo muy puntual, que no tiene continuidad durante el resto del año. Normalmente se trata de ofrecer dinero, o un juguete, o algo de comida,
y ya está, pero no se busca un verdadero compromiso para atacar de raíz el verdadero problema.
Y la gente da su limosna, aporta comida, se tranquiliza la conciencia, y se olvida del tema hasta el año siguiente por estas fechas.
Nosotros, como cristianos que queremos vivir con
coherencia nuestra fe, nos tenemos que preguntar
qué es lo que espera Dios de nosotros, no sólo estos
días, sino todo el año.
JUZGAR: La Palabra de Dios, como siempre, nos
ofrece su luz: el profeta Isaías nos sigue mostrando la
meta final, el proyecto de paz y felicidad que Dios
desea para todas sus criaturas; san Pablo nos decía
que las Escrituras se escribieron para enseñanza
nuestra, y que Dios desea que estemos de acuerdo
entre nosotros; y en el Evangelio, Juan Bautista nos
decía dos cosas: “Convertíos” y “Dad el fruto que pide la conversión”.
ACTUAR: Las palabras de Juan Bautista nos invitan a que, después de celebrar la Eucaristía, nos preguntemos: ¿Me he dejado enseñar por las Escrituras
que he escuchado? ¿Siento la necesidad de “convertirme”? ¿En qué he de cambiar para “ser” un cristiano
coherente? ¿Qué fruto de caridad puedo dar que
manifieste esa conversión, ese deseo de acoger
realmente al Dios vivo en mi vida?
No están los tiempos para ser “cristianos pasivos” o
cristianos de determinadas ocasiones: se nos tiene
que notar nuestra fe en hechos y compromisos concretos.
Como el primer paso es la conversión, durante esta
semana podemos proponernos hacer un examen de
conciencia y recibir el sacramento de la Reconciliación.
Y como fruto de la conversión, como gesto de “caridad”, podemos pensar qué puedo yo aportar a la
Comunidad Parroquial: no sólo un donativo para Cáritas, o ropa usada, o una bolsa de comida, sino cómo y dónde puedo yo colaborar ofreciendo parte de
mi tiempo a la tarea evangelizadora.
El Señor, en la Eucaristía, se nos da completamente;
convirtamos nuestro corazón hacia él para que pueda nacer en nosotros, y pidámosle que nos dé decisión y fortaleza para darnos nosotros también a los
demás y que se nos noten los frutos que debemos
dar si queremos no sólo llamarnos, sino ser en verdad cristianos.
Juan Bautista incita a la gente a un cambio profundo,
a la conversión, y les avisa que no se confíen pen-
zz
10 z z
Solemnidad de la Inmaculada - A [8 de diciembre]
z Génesis 3, 9-15.20 z “Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer”
z Salmo 97 z “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”
z Efesios 1, 3-6. 11-12 z “Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo”
z Lucas 1, 26-38 z “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
z Ruego/rogamos por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, po-
der seguirlo mejor.
z Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
z Leo/leemos el texto.
z
Después contemplo y subrayo.
26
A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José. La virgen se llamaba María. 28 Entró donde ella estaba, y le dijo: «Alégrate, llena de gracia;
el Señor está contigo». 29 Ante estas palabras, María se turbó y se
preguntaba qué significaría tal saludo. 30 El ángel le dijo: «No tengas
miedo, María, porque has encontrado gracia ante Dios. 31 Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. 32 Será
grande y se le llamará Hijo del altísimo; el Señor le dará el trono de
David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su
reino no tendrá fin». 34 María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, pues
no tengo relaciones?». 35 El ángel le contestó: «El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el niño que nazca será santo y se le llamará Hijo de Dios. 36
Mira, tu parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se llamaba estéril está ya de seis meses, 37 porque no
hay nada imposible para Dios». 38 María dijo: «Aquí está la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel la dejó.
Lc 1, 26-38
z Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.
En lo que he vivido en estos días y, sobre todo, en las personas que he tenido a mi lado, ¿dónde he descubierto
que Dios derrama sobre el mundo, sobre las personas, su “gracia” para salvar a todos?
z Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo? ¿Qué
respuestas positivas he descubierto a esa “gracia de Dios” que siempre va acompañada de UNA misión?
z Llamadas que el Padre me hace -nos hace- hoy a través de este Evangelio, y compromiso o compromisos que
me invita a tomar hoy a través de este Evangelio.
z Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
La fiesta de la Concepción Inmaculada de María
z La fiesta de la Inmaculada debe enmarcarse en el
conjunto del tiempo del adviento. María es el modelo, la discípula que nos enseña cómo esperar al Señor. De ahí la importancia que tiene el texto, pero
también el contexto eclesial-comunitario en el que
se lee-acoge. Ahí está la pedagogía.
z Esta fiesta “mariana” quizá no es tan “mariana”
como una tradición estrecha ha transmitido: es una
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fiesta dedicada a la gracia de Dios (28), a la iniciativa
de Dios que quiere salvar a toda la humanidad, atrapada en el pecado y la muerte (primera lectura de hoy: Gn
3, 9-15.20). No es tampoco -¡ni mucho menos!- una
exaltación de la virginidad de María: cuando el Evangelio pone en boca de María que “no conozco a varón” (34), está diciendo que “el Santo que va a nacer
se llamará Hijo de Dios” (35), será obra de Dios, no de
iniciativa humana. Por tanto, no le podemos hacer
decir otras cosas.
11 z z
z Esta fiesta, eso si, incide en el hecho de que Dios
ha escogido a María (26-27) -ahora sí que la ponemos
en su lugar- desde antes de que ella misma naciese tal como nos ha escogido a todos- como expresa bellamente el salmo 139.
z Sin duda Lucas se muestra como el mayor narrador
del Nuevo Testamento y donde mejor lo acredita es
en el llamado relato de la infancia (Lc 1-2). El evangelista recrea un género literario existente en el Antiguo
Testamento, el anuncio, para darnos la más decisiva
noticia de la historia de la humanidad: en su amor
condescendiente, complaciente y benevolente para
con los hombres, en su misericordia entrañable el
Padre ha entregado por obra del Espíritu Santo lo
mejor que tiene a la humanidad caída, a su propio
Hijo, que se ha hecho hombre con todas las consecuencias entre y por nosotros.
z La expresión “Hijo de Dios” (35) en Lucas aparece
en una voz del cielo, en el bautismo (3, 22) y la transfiguración (9, 35); también en boca del diablo y de los
demonios, que reconocen a Jesús como Hijo de Dios
(4, 3.9.41; 8, 28); y el mismo Jesús lo dice a petición de los
dirigentes judíos (22, 70).
z La expresión “para Dios nada hay imposible” (37)
nos hace releer el texto de Gn 18, 14, donde encontramos la concepción extraordinaria de Isaac.
YO TE SALUDO, MARÍA
Yo te saludo, María,
porque el Señor está contigo,
en tu casa, en tu calle, en tu pueblo,
en tu abrazo, en tu seno.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
Yo te saludo, María,
porque te turbaste
-¿quién no lo haría ante tal noticia?mas enseguida recobraste paz y ánimo
y creíste a un enviado cualquiera.
z Según la costumbre judía, había un espacio de
tiempo aproximado de un año entre el momento en
que una mujer era “desposada” (27) con un hombre y
el día en que se celebraba el matrimonio y los esposos empezaban a vivir juntos.
Yo te saludo, María,
porque preguntaste lo que no entendías
-aunque fuera mensaje divinoy no diste un sí ingenuo ni un sí ciego,
sino que tuviste diálogo y palabra propia.
z José era de la casa de “David” (27). Mateo lo llama
“hijo de David” (Mt 1, 20).
z El saludo del ángel era el habitual de la época:
“Alégrate” (28). En el contexto, este saludo presenta a
María como la que ha sido escogida por Dios.
Yo te saludo, María,
porque concebiste y diste a luz
un hijo, Jesús, la vida;
y nos enseñaste cuánta vida
hay que gestar y cuidar
si queremos hacer a Dios presente.
z El nombre de “Jesús” (31) que significa “el Señor
salva”. En Mt 1, 21 se explica: “Dará a luz un hijo y tú
le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de los pecados”. El mismo nombre de Jesús
indica su misión: “él viene a traer a los hombres la
salvación de Dios”. Por eso se puede decir que es el
Salvador (Lc 2, 11).
Yo te saludo, María,
porque te dejaste guiar por el Espíritu
y permaneciste a su sombra,
tanto en tormenta como en bonanza,
dejando a Dios ser Dios
y no renunciando a ser tú misma.
z “No conozco a varón” (34): es una expresión típi-
camente bíblica, Aquí significa que María no ha tenido relaciones sexuales con hombre alguno. Y la finalidad del texto es indicar, desde el primer momento
del Evangelio de Lucas, el origen divino de Jesús
(32.35).
Yo te saludo, María,
porque abriste nuevos horizontes a nuestras
fuiste a cuidar a tu prima,
compartiste la buena noticia,
y no te hiciste antojadiza.
z Sobre “el Espíritu Santo” (35), tengamos en cuenta
que ya participa al principio en la acción creadora de
Dios (Gn 1, 2). En Jesucristo, Dios hace nueva la Creación.
Yo te saludo, María,
hermana peregrina de los pobres de Yavhé.
Camina con nosotros,
llévanos ¡unto a los otros
y manten nuestra fe.
z También la expresión “te cubrirá con su sombra”
(35) nos conecta con las Escrituras: recuerda la nube
que cubría el tabernáculo mientras el pueblo de Israel caminaba por el desierto (Ex 40, 34-35; Nm 9, 15) y que
era un signo de la presencia de Dios.
Ulibarri Fl.
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12 z z
VJA
Pero también desde el principio Dios ofrece al ser
humano la esperanza de salvación y la posibilidad de
combatir el mal que agobia a la humanidad.
Y a lo largo de la historia Dios va llevando adelante
su designio de salvación para el ser humano, hasta
llegar al momento cumbre que es su encarnación en
el seno de María, porque Dios se implica a fondo en
nuestra salvación, porque como hemos escuchado
en la carta a los Efesios, nos ha destinado a ser sus
hijos y herederos de su reino como hermanos de Jesucristo.
María representa a la humanidad que se abre a la acción de Dios, a la humanidad que aprovecha las
oportunidades que se le ofrecen para librarse del
poder del mal y del pecado.
En María, la primera entre nosotros, se realiza plenamente el plan salvador de Dios. En María, Dios
vuelve a decir “sí” a la humanidad entera. El “SÍ” de
María es un Cristocentrismo frente al antropocentrismo-egocentrismo.
VER: Una de las experiencias que más cuestiona a
creyentes y no creyentes, es la presencia del mal en
el mundo, en las personas. No hace falta describirlos
porque todos conocemos y vemos cada día las distintas manifestaciones del mal y del pecado, a veces en
hechos conocidos e impactantes, y otras veces en
hechos que pasan desapercibidos pero que, cuando
se manifiestan, descubren una profundas raíces de
pecado.
Y las personas nos preguntamos: ¿Por qué? ¿Dónde
está Dios? ¿Va a permitir que quienes siembran el mal
se salgan con la suya? Y en bastantes ocasiones, ante
la experiencia del mal y la aparente ausencia de Dios,
hay personas que reniegan de él, y otras caen en un
fatalismo pesimista, porque parece que sólo cabe
aguantar como sea, ya que realmente no se puede
cambiar nada.
JUZGAR:
Sin embargo, la fiesta que hoy celebramos nos hace descubrir que Dios no es indiferente ante el mal y el pecado.
En la primera lectura, el relato del Génesis (que no
hay que interpretar al pie de la letra) nos habla ya de
cómo el mal uso y abuso de la libertad por parte del
ser humano rompe el proyecto de Dios y hace que
desde el principio existan el mal y el pecado, el engaño, la mentira, la ruptura de la relación con Dios y
con los demás. Se tira las culpas a los demás, falta de
asumir la responsabilidad. “La mujer... la serpiente...”.
zz
ACTUAR: En este tiempo de Adviento, en el que
queremos preparar nuestro corazón para acoger al
Señor que viene a nosotros, la fiesta de María en su
Inmaculada Concepción nos muestra cómo podemos prepararnos convenientemente.
María fue preservada del pecado, y supo mantenerse
inmaculada; es verdad que nosotros no siempre podemos esquivar los efectos el mal y el pecado, pero
sí podemos preservar nuestro interior para que el
pecado no domine en él.
De María podemos aprender cómo “entrenarnos”
para que Dios nos llene de su Gracia:
Buscarnos nuestros ratos de oración, vivir la Eucaristía no como un cumplimiento sino como encuentro
con el Señor, la lectura de buenos libros, dejar de ver
determinados programas de TV.
Así iremos preservando nuestro corazón del mal,
iremos fortaleciéndonos y no cederemos ante la tentación del pecado.
Así podremos, como María, recibir a Dios en nuestro
corazón, para alcanzar también nosotros la herencia
del Reino que Dios tiene preparado para todos los
que estén dispuestos, como María, a acogerle y darle
el sitio que merece en nuestra vida.
13 z z
III Domingo de Adviento - A [12 de diciembre]
z Isaías 35, 1-6a. 10 z “Dios viene en persona y os salvará”
z Salmo 145 z “Ven, Señor, a salvarnos”
z Santiago 5, 7-10 z “Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca”
z Mateo 11, 2-11 z “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
z Ruego/rogamos por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, po-
der seguirlo mejor.
z Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
z
Leo/leemos el texto.
z
Después contemplo y subrayo.
2
Juan, que oyó en la cárcel las obras de Jesús, envió a sus discípulos
a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar
a otro?».
3
4
Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído:
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los
sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el evangelio a los
pobres: 6 ¡dichoso el que no se escandalice de mí!».
5
7
Cuando se fueron, Jesús comenzó a hablar de Juan a las gentes:
«¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida por el viento? 8 ¿Pues qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido lujosamente? Los
que visten lujosamente están en los palacios de los reyes. 9 ¿Entonces, qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os lo digo; y más que un
profeta. 10 Él es de quien está escrito: Yo envío delante de ti a mi
mensajero para que te prepare el camino. 11 Os aseguro que no hay
hombre alguno más grande que Juan Bautista, pero el más pequeño
en el reino de Dios es más grande que él.
Mt 11,2-11
z Ahora apunto aquello que descubro de JUAN, CON SU ANUNCIO, SOBRE EL “Reino de los cielos”; sobre la
BUENA NOTICIA que escucho...
z Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo? ¿Qué
hechos de esta semana me han hecho experimentar que Dios ya “reina” y que hace salir de las piedras “hijos de
Abrahán”? ¿Dónde, cómo, con quien...?
z Llamadas que el Padre me hace -nos hace- hoy a través de este Evangelio, y compromiso o compromisos que
me invita a tomar hoy a través de este Evangelio.
z Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
del Señor (4ª domingo).
Notas para situar este Evangelio
z El adviento es el tiempo fuerte de la esperanza
cristiana. Recordar que los textos de este tiempo de
Adviento, están escogidos para ayudarnos a preparar
y celebrar la venida histórica y escatológica de
Jesucristo. Así, las lecturas evangélicas dominicales
se refieren a la última y definitiva venida de Cristo al
final de los tiempos (1ª domingo), a Juan el Bautista, que
anuncia la venida de Cristo (2ª y 3ª domingo), y a los
sucesos que preparan próximamente el nacimiento
zz
z Mateo organiza sus relatos para poner de
manifiesto su carácter de buena Noticia para los
cristianos de todos los tiempos. Se nos presentan
diferentes opiniones sobre Jesús. Comienza con las
preguntas de los enviados de Juan (Mt 11, 3); los
maestros de la ley y fariseos (Mt 12, 24)... solo los
pequeños son capaces de acoger la revelación del
Padre (Mt 11, 25). Mateo dedica especial atención a
Juan, y tiene interés en presentarle como el
14 z z
precursor de Jesús, íntimamente unido a él (Mt 3, 1-17).
z El encarcelamiento de Juan (2) había coincidido con
el comienzo de la misión de Jesús (Mt 4, 12). Juan “ha
preparado el camino al Señor” (Evangelio del pasado
domingo: Mt 3, 1-12). Ahora, con Jesús, se manifiesta que
“el Reino” (11) ya está aquí (Mt 12, 28).
z Estamos ante un resumen de la actividad de Jesús
(5) que puede recordar a los israelitas los diversos
anuncios del profeta Isaías (Is 26, 19; 29, 18; 35, 5-6; 61, 1). Lo
que ven hacer y oyen decir a Jesús es el
cumplimiento de los anuncios mesiánicos de los
profetas.
Notas para fijarnos en Jesús y el Evangelio
z Las señas de identidad del Mesías según Juan el
Bautista se presentan con estas tres imágenes: el
hacha, el bieldo y el fuego, son metáforas
convergentes, no sólo porque apuntan a la misma
persona, al Mesías, sino porque todas ellas anotan
una característica que define a quien él anuncia:
aquel día será el del juicio de Dios, que recae como
castigo sobre los pecadores; de esa catástrofe sólo
escaparán los justos. Dios aparece como justiciero,
que venga los agravios que se le han hecho, salvo
que los hombres se conviertan. Cuando Jesús de
Nazaret acude al Jordán, Juan no sólo le reconoce
como Mesías, sino que habla con él, le bautiza en las
aguas del río, y le señala ante la gente como el
esperado por todo el pueblo de Israel. Poco después,
por haber denunciado las demasías adúlteras de
Herodes, éste le ha encarcelado en Maqueronte.
z La actuación pública de Jesús no parece responder
a las expectativas de Juan Bautista. Éste espera al
Mesías-juez que, de forma inmediata, aplique el
castigo merecido (Mt 3, 1-12). Eso explica que Juan
quiera saber si Jesús es el Mesías. A pesar de sus
cadenas se acerca: quiere conocer, profundizar en la
persona, en lo que dice y hace. Jesús remite a sus
obras con citas de Isaías (ls 35, 5-6; 29, 18; 26, 19; 42, 18; 61, 1)
que hablan de salvar y dar buenas noticias. Las obras
son signos visibles de la mesianidad de Jesús.
por un ofrecimiento generoso de misericordia a
todos los pecadores. Jesús ante los diferentes
cuadros de la desgracia humana: ciegos que no ven,
paralíticos que no pueden moverse, muchedumbres
con hambre y sin pan, pobres viudas desamparadas
que lloran la muerte del único hijo, leprosos
marginados como si apestaran, pobres que no tienen
trabajo, jóvenes calaveras que dilapidan la hacienda
familiar... Cuando Jesús los ve, se le conmueven las
entrañas, se pone en movimiento, y pone gracia
donde hay desgracia, misericordia donde hay
miseria. ¿Y si le han dicho que come en casa de los
publicanos y acoge a las prostitutas? Algunos
pensarían que “con él llegó el escándalo”. Pues no
habrán entendido lo más medular del Evangelio.
z Cuando se marchó la embajada del Bautista, Jesús
habla de Juan. Primero dice lo que no es: no es un
oportunista que está “al sol que más calienta”; ni un
rico cortesano. Es un profeta y, por tanto, un hombre
honesto, austero, apasionado por el reinado de Dios;
incluso “más que un profeta” por ser el precursor de
la llegada de Dios mismo (Mal 3, 1; Ex 23, 20).
z “No ha nacido de mujer uno más grande que Juan”
contrasta con “el más pequeño en el Reino de los
cielos es más grande que él”. Lo nuevo supera todo
lo anterior. Los que han entrado en el reino a través
del seguimiento de Jesús son más que él. El reinado
de Dios, que hace presente Jesús, supera al Antiguo
Testamento.
z Los elogios que Jesús hace de Juan (11), el último y
el más grande de los profetas de Israel (9),
paradójicamente pretende remarcar la superioridad
de la nueva alianza:
La nueva alianza de Dios con su pueblo es
representada por los “pequeños” con los que
actúa Jesús (11).
La antigua alianza es representada por Juan.
Con Jesús, el pobre entre los pobres (4-5), ha
llegado al mundo el Reino de Dios (Mt 12, 28).
Los “más pequeños” que acogen el Reino (11) se
convierten en testigos vivos del Reino que ya está
aquí (Mt 12, 28).
z “Quien ha de venir” (3) es una manera de designar
al Mesías, aquel que es esperado. Una designación
que indica que el Mesías nos es dado, que no lo
dominamos, no somos señores sino que él es el
Señor.
z Jesús se manifiesta con unas obras entre los
excluidos (4-5) y con la buena nueva a los “pobres” (5).
Y envía quienes son testigos a dar la noticia, “a
anunciar” (4), esta experiencia: “lo que estáis viendo y
oyendo” (4).
z El cumplimiento de las profecías que se dan en
este relato es sorprendente. Porque quien las
cumple
es
un pobre, Jesús. Un
pobre
misericordioso-solidario con los pobres. Y esto
sucede en un mundo en el que muchos esperaban
un Mesías guerrero que se impusiera por la fuerza.
Por esto hace falta la pregunta: “¿eres tú?” (3).
Y estos “más pequeños”, al acogiendo el Reino
acogen la misma vida de Dios: “feliz aquel quien
no me rechace” (6). Por esto son “más grandes” (11),
son “felices-dichosos” (Mt 5, 3-12).
z Con esta bienaventuranza: “dichoso el que no se
escandalice de mí” (6), podemos hacer una felicitación de Adviento, anticipándonos a la felicitación de
Navidad. ¡Felicidades a quienes se abran a la novedad! A la novedad de la opción por los pobres, por
los últimos, por los que no cuentan en la sociedad
que nos montamos como “señores”. ¡Felicidades a
quienes preparan la Navidad haciendo esta opción!
¡Felicidades a quienes preparan la Navidad abriéndose al Dios que viene con esta opción! ¡Felicidades
a quienes dejan que Él sea el Señor de sus vidas!
z Así, cuando llegue Jesús como Mesías no optará
por una justicia estricta que castigue a los malos, sino
zz
15 z z
ALGUIEN VIENE
Alguien viene,
nos dirige su palabra,
una palabra que comprendemos
porque es clara,
alumbra nuestras miserias,
cura viejas heridas
y deshace tantos insoportables esfuerzos y montajes.,
Sin llamarle,
sin haber pensado siquiera en él,
sin saber muy bien quién es,
sin tener ojos para verle...,
alguien viene,
pasa junto a nosotros,
se fija
y se sienta a nuestro lado
para estar con nosotros, los hombres.
Viene desde la cercanía de Dios
a encontrarse con nosotros
y a abrimos los ojos
para que conozcamos su rostro
y nunca más tengamos miedo.
Alguien viene,
y tiene tantas cosas
que cambiar dentro de nosotros
y en nuestro entorno...
No viene para que todo siga igual
ni para hacer silencio a nuestro lado;
viene porque es posible ser de otra manera,
tener vista y vida,
levantarse y caminar,
ser personas nuevas,
dejar la ceguera
y dar testimonio del Reino
acogiendo sus semillas.
Viene
y sólo nos pide lavamos,
creer en él
y cambiar de bando,
para tener lo que más anhelamos.
Fl.Ulibarri
VJA
que ofrecen un mismo producto, Dios, y desde determinados medios sociales se pretende afirmar que
todas las opciones son iguales y tienen el mismo valor, y que sólo depende de la subjetividad de cada
uno elegir una opción u otra.
Y en muchas personas surge la duda: ¿Cómo saber
qué fe elegir? ¿Cómo podemos estar seguros de que
vale la pena continuar con la fe que nos han transmitido? ¿Cómo saber que este Jesús, cuyo nacimiento
estamos preparando, es realmente quien dice ser?
JUZGAR: En el Evangelio hemos visto que Juan
VER: Continuamos queriendo aprovechar el tiempo
de Adviento para prepararnos para recibir al Señor.
Y en estos días, quien más quien menos acude a alguna tienda o centro comercial a hacer sus compras.
Por ejemplo, si vamos a comprar turrón de Jijona, en
las estanterías encontraremos varias marcas que
ofrecen un mismo producto, y sólo tenemos que
elegir el que más nos atrae, o el que mejor precio
tiene. Nuestra sociedad capitalista-atea consumista
nos pone delante una variada oferta de productos,
para que el consumidor elija el que mejor se acomode a sus gustos personales, a sus apetencias, incluso
el producto puede ser “ligth”. Ya no se busca tanto
lo genuino, lo original.
Y esa mentalidad consumista la vamos aplicando
también a otras dimensiones de la vida, incluso a la
fe: porque también nos encontramos con distintas
“ofertas” religiosas, a la carta, con distintas “marcas”
zz
Bautista tenía sus dudas acerca de Jesús: Juan sabía
que Jesús era el enviado de Dios, pero estaba viendo
que lo que Jesús hacía no coincidía con la idea que él
tenía acerca de lo que el Mesías de Dios debía hacer.
Por eso Juan envía a dos emisarios. “¿Eres tú el que
ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
Jesús responde Juan con citas del Antiguo Testamento que anuncian la realidad de la justicia, la superación de los males, el favor que alcanzan pobres y
desvalidos... y todo eso ha empezado a cumplirse
con la predicación de Jesús, aunque aún no del todo.
El proceso ha comenzado.
Por eso Jesús dice: “¡Dichoso el que no se escandalice de mí!”
ACTUAR: Este tercer domingo de Adviento nos
invita a pararnos y “ver” nuestra vida de creyentes,
echar una mirada atrás y recordar esas actuaciones
que el Señor ha ido llevando a cabo en nosotros, ver
esos pequeños signos que para nosotros han su16 z z
puesto quizá encontrar luz después de un período
de verlo todo negro, volver a tener ánimos cuando
no teníamos ganas de nada, quedar limpios cuando
nos creíamos manchados para siempre... momentos
que cada uno conocemos.
Y al “ver” esos momentos, al ser conscientes de
ellos, se despertará o avivará nuestra fe en el Señor, y
podremos tener la certeza de que realmente vale la
pena seguirle, porque sólo él nos ofrece la verdadera
liberación y salvación. Tendremos la certeza de que
él es realmente el Hijo de Dios.
Y este tercer domingo de Adviento también nos invita a la paciencia: quizá pensemos que aún queda
mucho por hacer, que hay problemas que aparentemente siguen igual... Pero desde la fe tenemos que
recordar que no hay que escandalizarse del Señor
zz
por su lentitud, que él respeta nuestros procesos y
que continúa obrando mientras nosotros tengamos
fe en él.
Hagámonos el propósito, durante esta semana, de
hacer ese repaso de nuestra vida, para revitalizar
nuestra fe en Jesús. Aprovechemos este repaso para
recordar las veces que con nuestras palabras, obras u
omisiones hemos dudado de él, y pidámosle perdón
en el sacramento de la Reconciliación. Y acojamos
con fe este anticipo de la salvación plena que es la
Eucaristía: es el mismo Jesús que en la humildad del
pan y el vino se nos entrega para fortalecer nuestra
fe y que con paciencia y esperanza nos preparemos
para acogerle y ser seguidores suyos día a día.
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IV Domingo de Adviento - A [19 de diciembre]
z Isaías 7, 10-14 z “Mirad: la virgen está encinta”
z Salmo 23 z “Va a entrar el Señor, él es el Rey de la Gloria”
z Romanos 1, 1-7 z “Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios”
z Mateo 1, 18-24 z “Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David”
z Ruego/rogamos por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, po-
der seguirlo mejor.
z Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
z
Leo/leemos el texto.
z
Después contemplo y subrayo.
18
El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba
desposada con José, y, antes de que vivieran juntos, se encontró encinta por virtud del Espíritu Santo.
19
José, su marido, que era un hombre justo y no quería denunciarla, decidió dejarla en secreto. 20 Estaba pensando en esto,
cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
«José, hijo de David, no tengas ningún reparo en recibir en tu
casa a María, tu mujer, pues el hijo que ha concebido viene del
Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás el nombre de
Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
22
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor
había dicho por medio del profeta: 23 La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emanuel, que significa «Dios con nosotros».
24
Cuando José despertó del sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió en su casa a su mujer.
Mt 1,18-24
z Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.
z Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio.
z Llamadas que el Padre me hace -nos hace- hoy a través de este Evangelio, y compromiso o compromisos que
me invita a tomar hoy a través de este Evangelio.
z Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Notas para situar este Evangelio
z Los llamados “relatos de la infancia” poseen unas
características particulares que lo diferencian del
resto del Evangelio. No son relatos históricos sino
testimonios sobre Jesús formados a la luz de la fe
pero que contienen múltiples recuerdos históricos.
El relato de hoy no quiere darnos a conocer detalles
del nacimiento de Jesús cuanto adelantarnos su
cometido, el alcance salvífico de su misión... El
objetivo del evangelista es afirmar que Jesús es “el
Mesías” (18). Este objetivo ya se ve cuando Mateo
hace el árbol genealógico de Jesús (Mt 1, 1-17),
explícitamente dicho a los v.v. 1 y 17
zz
z Es típico de Mateo atestigua el cumplimiento del AT:
la promesa al rey Acaz se cumple... la genealogía
cumple... Anteriormente, Mateo ha presentado la
genealogía de Jesús: desde Abrahán hasta el último
descendiente de David, que es José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús el Cristo... Es la afirmación
sencilla y escandalosa: Dios ha querido hacerse
hombre (compartiendo la aventura de la vida). El
hombre Jesús, y miembro de un pueblo concreto Israel- es el Mesías, el Hijo de Dios; el hombre Jesús,
engendrado por obra de lo Espíritu Santo, es Dios
mismo presente en medio de nosotros.
18 z z
Notas para fijarnos en el Evangelio
z
El “acuerdo matrimonial” (19) se hacía
aproximadamente un año antes del casamiento y
tenía un valor legal muy parecido al del matrimonio,
aun cuando los novios no vivían juntos; solo al final
del año la novia dejaba la casa de sus padres y el
novio la llevaba a la suya (Mt 25, 1.13) como esposa, con
todos sus derechos. Para deshacer el acuerdo hacía
falta que el marido diera a la mujer un documento de
divorcio y así dejara de considerarla esposa suya.
Una muchacha, a los 12 años era mayor y le
obligaban los preceptos de la ley, los varones se
desposaban entre los 18-25 años. Para entender estos
preceptos es bueno leer del libro Sirácida sobre las
obligaciones del padre con respecto a las hijas (Eclo 42,
9-10 y ss)... Y ver que estas costumbres son hoy en
pueblos como el gitano, India, África nada extraños.
El segundo, “Emmanuel” (23), viene de la Escritura, de
la Palabra de Dios (Is 7, 14), el “Dios con nosotros” (se
repite varias veces: donde dos o más estéis reunidos
en mi nombre yo estaré con vosotros) (Mt 18, 20; Mt 28,
20). Pero todo el Evangelio -Palabras y Acciones de
Jesús- dan testimonio de esto: “Dios-es-connosotros”.
z Ni a José, ni a los contemporáneos de Jesús, ni a
nosotros nos es fácil aceptar que un hombre concreto sea el mismo Dios... hace falta un corazón pobre
para que Dios nos lo revele (Mt11, 25; 16, 17). José, con
corazón de pobre obediente a la fe.
QUE YO ME SIENTA BROTAR DE TI, SEÑOR
Como brota la luz de ti, Señor,
que yo me sienta brotar de ti, Señor.
z Vocación de José: El anuncio a José del nacimiento
de Jesús se parece a los antiguos relatos del
nacimiento de Isaac (Gn17, 19), Moisés (Ex 2), Sansón (Jue
13, 24), Samuel (1Sam 1, 18). Pero tiene un matiz, y es que
es un relato de vocación, que define el papel que
jugará José cuando venga Jesús al mundo. Lo mismo
que Lc 1, 26-38 narra la vocación de María.
Como manan de ti todas las aguas, Señor,
que yo me sienta brotar de ti, Señor.
Como se convierte tu mirada en semillas
de alimento y belleza sobre la tierra,
que yo me sienta brotar de ti, Señor.
z En la Biblia los “sueños” (20) aparecen como un
medio por el cual Dios se manifiesta (Gn 15, 12; Mt 2,
12.13.19.22; 27, 19). También es común a toda la Biblia
hablar del “ángel del Señor” (20) para expresar que
Dios mismo actúa o habla. Aquí es el mensajero de
Dios.
Como los océanos y la atmósfera
se hicieron vientre de tu vientre,
y “bullen las aguas con un bullir de vivientes
y vuelan los pájaros sobre la tierra”,
que yo me sienta brotar de ti, Señor.
Como nacen hombre y mujer modelados
por los dedos de tus manos,
que yo me sienta brotar de ti, Señor.
z José, al darse cuenta del embarazo de su prometida
decide repudiarla según la ley... José era un hombre
justo (fiel a los mandatos de Dios), el ángel le llama
hijo de David (titulo que se atribuye solo a Jesús), él
ni podrá elegir el nombre de Jesús... Pero al final
asume la perplejidad (¿noche oscura?) con la ayuda
de Dios (sueño), será el esposo de María, y por ese
camino de la paternidad legal le hará descendiente
del rey David (Mt1, 16; Lc 1, 32)
Que broten de mi mente pensamientos,
a tu imagen y semejanza, Señor.
Que produzca mi corazón afectos,
a tu imagen y semejanza, Señor.
z Una cosa que queda bien afirmada en esta página
es la intervención directa de Dios en el nacimiento
de Jesús. Del mismo modo que en la creación del
mundo se decía que el Espíritu de Dios aleteaba
sobre las aguas (Gn 1, 2), ahora se dice que Maria
“había concebido un hijo por obra de lo Espíritu
Santo” (18 y 20). Se trata, pues, no de una biografía
sino de una confesión de fe sobre Jesús: Él es el
Mesías, el Hijo de Dios. Los dos nombres que recibe
Jesús también vienen de Dios. El primero, “Jesús”
(21), lo propone el ángel, el mensajero (el nombre
indica la misión: él salvará a su pueblo, su acción
abrirá a una nueva experiencia de salvación de Dios).
zz
Que surjan de mis entrañas sentimientos,
a tu imagen y semejanza, Señor.
Que nazca de mis ojos la estimación,
a tu imagen y semejanza, Señor.
Que vivamos de manera inteligente y libre,
a tu imagen y semejanza, Señor.
J.L. Otalora
19 z z
VJA
Mirando a José y a María, podemos decir que Dios
nace en una “comunidad” formada por personas
sencillas y trabajadoras, anónimas, que no entienden
algunas cosas, que tienen sus dudas... pero que están
abiertas a Dios, Dios juega un papel fundamental en
su vida.
Dios se prepara para entrar en la humildad de nuestra existencia para hacer de nosotros sus hijos e hijas,
y lo hace gracias a la acogida de María y José.
Dios no renuncia a ofrecer a sus criaturas, una y otra
vez, su salvación. Él es el “Dios-con-nosotros”, y por
eso quiere contar con nosotros, se hace pequeño para que lo acojamos sin miedo.
VER: El primer domingo de Adviento decíamos
que existen varias “navidades”, que en algunos casos
estaban sustituyendo a la verdadera Navidad, y en
otros casos ofrecían sólo una visión muy parcial. Y
una de esas “navidades” incompletas es la navidad
“familiar”.
Estos días la mayoría de las familias se reúnen, parece
que es una oportunidad de estrechar un poco los lazos familiares. Y cuando una persona, por distintos
motivos, reunirse con sus seres queridos, lo pasa
francamente mal, por mucho que se quiera pensar
que son unos días igual que otros.
Si pasamos a la dimensión de la fe, hoy en día es raro
encontrar familias en las que todos sus miembros
sean creyentes: lo más habitual es que uno o dos
miembros de la familia sean los que celebran su fe,
los que oran, los que se comprometen... y el resto
“pasa”. Y esto provoca que estas personas también
se sientan “solas”, aunque estén con los suyos, porque no tienen con quién compartir sus sentimientos
ni lo que para ellas significa celebrar la Navidad.
Por eso, en este cuarto y último domingo de Adviento, es importante y necesario reflexionar acerca de
un aspecto de nuestra fe que, teniendo en cuenta los
tiempos que vivimos y los que vendrán, hemos de
esforzarnos en cuidar: es la dimensión COMUNITARIA de la fe.
JUZGAR:
Hoy los protagonistas del Evangelio
son José y María, que vienen a ser esa “comunidad”
familiar en la que el Hijo de Dios nace. Dios les ha
llamado a ambos, a participar activamente en su plan
de salvación, y ellos han aceptado, María con total
disponibilidad, José con algunas dudas iniciales.
ACTUAR: Al Señor que viene no se le recibe en
solitario, sino en comunidad, porque él es el primero
que nos convoca, que nos reúne. Igual que se dirigió
a José y a María, hoy se dirige a nosotros.
La “canastilla” que hemos estado preparando era
comunitaria, porque unos a otros debíamos estimularnos y ayudarnos a llenarla, a llenarnos de esperanza, caridad y fe. Y hoy, a punto de celebrar la Navidad, la queremos llenar de “comunión”, de comúnunión entre nosotros.
Si queremos ser coherentes, hemos de ir potenciando todo lo que nos ayude a crecer en el sentido de
formar “comunidad parroquial”, de vernos no como
extraños, sino como compañeros de viaje.
De cara a los tiempos que vienen, en los que difícilmente vamos a encontrar en nuestros grupos familiares o de amigos personas que compartan nuestra
fe, los cristianos vamos a necesitar, y mucho, este
punto de referencia que será la Comunidad Parroquial, para poder vivir plenamente nuestra fe, celebrándola, profundizando en ella y llevándola después a la práctica, pero no en solitario, sino sabiéndonos acompañados unos por otros, y todos unidos
por el mismo Señor.
Y tendremos que aprender a conocernos y a respetarnos en nuestras diferencias; y tendremos que estar dispuestos a asumir alguna responsabilidad en la
Parroquia, si queremos que siga adelante.
Pidámoslo al Señor que nos dé fuerza para ir construyendo comunidades parroquiales vivas; él nos invita a acogerle, como a María y a José, para escuchar
su voz, para recibir su presencia real en la Eucaristía,
para ir renovando nuestro mundo viviendo como
verdaderos discípulos suyos.
María y José son el exponente de la “comunidad creyente” que acoge al Dios que viene a nosotros.
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