II domingo del Tiempo Ordinario • AÑO / B • Jn 34-42 ● Primera lectura ● I Sam 3, 3b-10.19 ● “Habla, Señor, que tu siervo ● Segunda lectura ● 1 Cor 6, 13c.-15a.17-20 ● “Vuestros cuerpos son te escucha”. miembros de Cristo”. ● Salmo responsorial ● Sal 32 ● “Aquí estoy, Señor, para hacer tu ● Evangelio ● Jn 1, 35-42 ● “Vieron dónde vivía y se quedaron con él”. voluntad”. Juan 1, 35-42 En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: - «Éste es el Cordero de Dios.» Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: - «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: - «Rabí (que significa Maestro), ¿donde vives?» Él les dijo: - «Venid y lo veréis.» Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: - «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).» Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: - «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).» Para situar el Evangelio nen a ser como una prolongación de las "manifestaciones" del tiempo de Navidad y Epifanía. Este año oímos el testimonio que Juan el Bautista da de Jesús ante sus discípulos y la vocación de los dos primeros apóstoles. ● Acabamos de salir de las fiestas navideñas y entramos en el Tiempo Ordinario, la vida "normal" también en el ámbito cristiano (hasta la Cuaresma). El que sería el domingo primero coincide siempre con la solemnidad del Bautismo del Señor. Pero el Evangelio de este domingo tiene continuidad con los de las dos fiestas anteriores: es el tercero “cuadro” de un “tríptico”: el primero cuadro era la fiesta de la “Epifanía” –popularmente “Reyes”–; el segundo, el “Bautismo del Señor”. ● Estos tres “cuadros evangélicos” “pintan” a Jesús manifestándose (36). En este caso como “el cordero de Dios” (36) (Jn 1,29). De hecho, este texto de hoy, con el fragmento anterior (Jn 1,19-34) es el paralelo de Juan a los relatos del Bautismo que hacen los otros evangelistas. ● Hoy todavía no iniciamos la lectura de Marcos. Cada año en este segundo domingo escuchamos el Evangelio de Juan en unas páginas que vie- ● En el fragmento anterior (Jn 1,19-34) que forma unidad con este (35-42) , Jesús aparece viniendo hacia Juan Bautista, aquel que representa al Israel lleno de esperanzas (Jn 1,29). Jesús es quien viene a dar cumplimiento a las promesas de Dios (Is 40,10). Viene a hacer realidad que el dominio del pecado será “quitado” del mundo (Jn 1,29) cómo había anunciado el profeta Isaías (Is 40,2). ● En el Evangelio de Juan, el Bautista aparece como testigo enviado por Dios: Dios envió un hombre que se llamaba Juan. Vino como testigo a dar testimonio de la luz, para que “por él todo el mundo creyera” (Jn 1,6-7). Como testigo enviado por Dios, lo encontramos, primeramente, como un humilde instrumento para que “él se manifestara en Israel” (Jn 1,31). Ahora da testimonio (Jn 1,32.34) y lo muestra a todo el mundo que quiera “mirar” (Jn 1,29.36). ● Los evangelios siempre quiere presentar la identidad de Jesús. Jn, aquí lo hace hablando en términos como “un hombre” (Jn 1,30), o “el cordero de Dios” (Jn 1,29.36), o “rabí“ (38) y “Mesías” (41). Destacar el interés especial a decir que Jesús es “un hombre” (Jn 1,30). Antes, en este mismo capítulo primero (Jn 1,14), con la palabra “carne”, ha destacado la condición humana de Jesús en su vertiente de limitación. Más adelante Jn presenta Jesús como “un hombre” (Jn 1,4,29; 5,12; 7,12.46; 9,11.12.16.24; 10,33; 18,17.29; 19,5.12). De todas estas, destacar la proclamación de esta ‘verdad’ de la fe cristiana que el evangelista pone en boca de Pilatos: “¡Aquí tenéis al hombre!” (Jn 19,5). En síntesis: estamos ante un relato especial de vocación diferente al de los sinópticos: descubrimiento progresivo de la persona y del misterio de Jesús. Es un relato de vocacióntestimonio, porque lo que el texto nos ofrece es el descubrimiento y desvelamiento que hacen los discípulos de la persona de Jesús, que es el Mesías, aquel del que escribieron Moisés y los profetas, Rabí, el Hijo de Dios, el Rey de Israel. La comprensión del misterio de Jesús no es cuestión de un golpe de vista, ni del análisis psicológico de una de sus frases. Su vida, muerte y enseñanzas deben ser consideradas globalmente. Unas explican y dan sentido a las otras, y todas ellas comienzan a iluminarse desde la pascua. Por eso debe afirmarse sin rodeos la inverosimilitud de estos títulos cristológicos en labios de los discípulos en este momento. Y el evangelista traslada a este momento lo que los discípulos descubrieron posteriormente; es un cambio de perspectiva, no es un fraude. Juan Bautista le presenta como “el cordero de Dios”. Esta metáfora expresa que Jesús es el siervo (la misma palabra en arameo significa “siervo” y “cordero”) de Dios, sacrificado, siendo inocente (el cordero es símbolo de inocencia), por todos, y por su sacrificio ha quitado el pecado del mundo. Notas para fijarnos en el Evangelio ● Como en todo “el tríptico” que contemplamos, esta escena se centra en la identidad de Jesús. Por boca del Bautista se le denomina como “el cordero de Dios” (29.36). En esta expresión resuena lo que Isaías dice sobre el Siervo de Dios (Is 53) que toma sobre sí las culpas de todos (Is 53,6) y que como “un cordero traído a matar, no obre la boca” (Is 53,7). Y también resuena el tema del cordero pascual (Ex 12,46, citado por el mismo Juan en 19,36 y que aparece, también, en 1Pe 1,19). Este título aparecerá en el libro del Apocalipsis, será el nombre que se aplica a Jesús nada menos que 19 veces. Es verdad que otras veces Juan presenta a Jesús como el Mesías, el que ha de venir. ● Pero este comienzo del Evangelio también plantea algunos rasgos de la identidad del discípulo (del cristiano/a) y, concretamente, del apóstol (el discípulo que es enviado a anunciar el Evangelio): 9 en primero lugar, la actitud de Juan Bautista es la del testigo: él no es el protagonista, no es “la luz” (Jn 1,6-7); él señala, indica a quien se debe “mirar” (36); el testigo se desprende de sus propios discípulos que, a partir de ahora, seguirán al único “maestro” (38) y vivirán con Él –“se quedarán con Él”– (39); 9 el discípulo de Jesús (el cristiano/a) es la persona que “escucha” el anuncio-Palabra (37) y sigue a “Jesús” (37); y continúa “buscando” en el diálogo con Él (38) abriéndose al “Maestro” que le hace propuestas (38); y va con Él y vive (39). Esto hace que conozca más el “maestro” y pueda hablar a los otras, tal y como hace Andrés con su hermano (41); 9 el discípulo se convierte en apóstol: comunica a los otros lo que ha descubierto de Jesús: que “es el Mesías” (41). Lo comunica a los que encuentra en su propio ambiente (40-41), y lo hace implicándolos activamente, “trayéndolos donde esta Jesús” (42) – del mismo modo que Jesús lo había hecho con ellos: “venís y lo veréis” (39)– de forma que se puedan hacer discípulos de Él; 9 en definitiva, quien sigue Jesús de verdad recibe una nueva identidad, representada aquí en el cambio de nombre –“Cefas” o “Piedra, Pedro” (42)–, manera bíblica de expresar que Dios da una misión. Una nota sobre el seguimiento-vocación En los Evangelios se dan tres tipos distintos de seguimiento de Jesús. * En el primer modelo Jesús lleva la iniciativa y llama de forma soberana. Es el que describe Marcos, como veremos el próximo domingo (Mc 1,16-20; 2.14). * En el segundo, los discípulos se dirigen a Jesús, que les impone unas condiciones, por cierto bien radicales. Es el modelo de la llamada Fuente Q 9,57-60 (= Mt 8,18-22; Lc 9,57-60). * En el tercero, llegan a Jesús a través de intermediarios. Es el patrón propio de Juan, que aparece en el evangelio que vamos a comentar ahora. Los dos primeros seguidores, Andrés y un innombrado, que algunos identifican con el Discípulo Amado, vienen a Jesús a través del Bautista. Pedro, por su parte, llega al Maestro por medio de su hermano Andrés. • Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor • • Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado Leo el texto. Después contemplo y subrayo. • Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo. • ¿Me siento identificado con algunos de los discípulos-apóstoles? • Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo? • Y tomo conciencia de personas (discípulos) que me dan testimonio de Jesús. • Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso. Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... • Muchas veces, Señor, a la hora décima -sobremesa en sosiego-, recuerdo que a esa hora, a Juan y a Andrés les saliste al encuentro. Ansiosos caminaron tras de Ti… “¿Qué buscáis…?” Les miraste. Hubo silencio. El cielo de las cuatro de la tarde halló en las aguas del Jordán su espejo, y el río se hizo más azul de pronto, ¡el río se hizo cielo! “Rabí –hablaron los dos-, ¿en dónde moras” “Venid y lo veréis”. “Fueron y vieron…” “Señor, ¿en dónde vives?” “Ven y verás”. Y yo te siento y siento que estás… ¡en todas partes!, ¡y que es tan fácil ser tu compañero…! Al sol de la hora décima, lo mismo que a Juan y a Andrés -es Juan quien da la fe de ello-, lo mismo, cada vez que yo te busque, Señor, ¡sal a mi encuentro!. (Rafael Duyos) r po” e u c l a o t l u “C VER L as personas somos seres corporales: cuerpo, mente y espíritu. Nuestro cuerpo nos permite expresarnos, relacionarnos con el resto de la creación y con las otras personas; con nuestro cuerpo podemos expresar sentimientos, deseos, afectos... Por todo ello debemos valorar y cuidar nuestro cuerpo. Pero desde hace unos años se ha desarrollado lo que coloquialmente se llama “culto al cuerpo”: se exalta el egocentrismo, hay verdadera obsesión por mantener a toda costa un aspecto juvenil mediante productos cosméticos; lo único que importa es el aspecto físico y por ello proliferan las operaciones de cirugía estética aun arriesgando la propia salud... La persona queda reducida a su aspecto externo, y ése es el criterio para valorarla positiva o negativamente, en detrimento de sus cualidades intelectuales y espirituales. JUZGAR P ero la persona es más que su cuerpo. Y aun siendo éste importante, su importancia no le viene por su aspecto exterior, sino por lo que san Pablo a dicho en la 2ª lectura: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. Durante la Navidad hemos celebrado que la Palabra se hizo carne, que el Verbo eterno de Dios se encarnó, tomó un cuerpo como el nuestro. Y el domingo pasado, celebrando la fiesta del Bautismo del Señor, veíamos que nosotros, unidos a Cristo por nuestro Bautismo, también hemos recibido su mismo Espíritu. Nuestro cuerpo, también nos facilita el encuentro y el diálogo con Dios, por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Y por esto nuestro cuerpo, cualquier cuerpo humano, merece ser objeto de “culto”, merece ser valorado, respetado y cuidado. Pero nuestro “culto al cuerpo” no se puede centrar en nosotros, disfrutando egocéntricamente, sino que tiene un objetivo: ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo! Y el modo de glorificar a Dios con nuestro cuerpo es ofrecernos para continuar la misión evangelizadora que Él inició en su Hijo Jesús, una misión a la que Dios nos llama y nos invita, como hemos escuchado en la 1ª lectura y el Evangelio. En la 1ª lectura Dios llama a Samuel por su nombre, y éste responde con presteza: Aquí estoy; vengo porque me has llamado. Se pone personalmente, con todo su ser, a disposición de Dios. En el Evangelio, en cambio, Jesús simplemente pasaba, y es Juan el Bautista el que se lo señala a dos discípulos: Éste es el Cordero de Dios. Pero aunque no les ha llamado por su nombre, también ellos responden con todo su ser: siguieron a Jesús... y se quedaron con él aquel día. Tanto Samuel como los dos discípulos de Juan responden personalmente a la llamada con su cuerpo, mente y espíritu, y así pueden relacionarse con Dios personalmente, de tú a tú, en un diálogo hecho de preguntas y escucha: Habla, Señor, que tu siervo te escucha... ¿Qué buscáis?... ¿dónde vives? Fueron, vieron... Y con todo su ser, cuerpo, mente y espíritu, glorifican a Dios siendo testigos suyos: Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse. Y Andrés... encuentra a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías...” Y lo llevó a Jesús. ACTUAR S omos una unidad: cuerpo, mente y espíritu: ¿cómo cuido mi cuerpo? ¿Caigo en el “culto al cuerpo” mal entendido? ¿Valoro a los demás primordialmente por su aspecto físico? ¿Soy consciente de que soy templo del Espíritu Santo? ¿Me siento llamado personalmente por el Señor? ¿Cómo le respondo? Tras la celebración de la Navidad, el Señor hoy también nos llama, como a Samuel, como a los dos discípulos de Juan, como escucharemos la próxima semana que llamó a otros discípulos... y espera que le respondamos con todo nuestro ser: cuerpo, mente y espíritu. Él quiere contar con nosotros para que continuemos el plan de salvación de Dios, y para ello hace de nuestros cuerpos templos del Espíritu Santo. Glorifiquémosle dando verdadero “culto al cuerpo” por esa presencia del Espíritu que nos permite comunicarnos con Dios. Empecemos por escucharle, por pasar tiempo con Él, y después respondámosle con todo nuestro ser, seamos “cuerpos suyos” haciendo nuestra esta conocida oración: Cristo, no tienes manos: tienes sólo nuestras manos para realizar hoy tu tarea. Cristo, no tienes pies: tienes sólo nuestros pies para guiar a los hombres en su camino. Cristo, no tienes labios: tienes sólo nuestros labios para anunciar la Buena Nueva a los hombres de hoy.