20120115IIOrdinario

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II domingo del Tiempo Ordinario • AÑO / B • Jn 34-42
● Primera lectura ● I Sam 3, 3b-10.19 ● “Habla, Señor, que tu siervo ● Segunda lectura ● 1 Cor 6, 13c.-15a.17-20 ● “Vuestros cuerpos son
te escucha”.
miembros de Cristo”.
● Salmo responsorial ● Sal 32 ● “Aquí estoy, Señor, para hacer tu ● Evangelio ● Jn 1, 35-42 ● “Vieron dónde vivía y se quedaron con él”.
voluntad”.
Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de
sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: - «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y
siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver
que lo seguían, les pregunta: - «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: - «Rabí (que significa Maestro), ¿donde vives?»
Él les dijo: - «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se
quedaron con él aquel día; serían las cuatro
de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era
uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron
a Jesús; encuentra primero a su hermano
Simón y le dice: - «Hemos encontrado al
Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó
mirando y le dijo: - «Tú eres Simón, el hijo
de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Para situar el Evangelio
nen a ser como una prolongación de las "manifestaciones"
del tiempo de Navidad y Epifanía. Este año oímos el testimonio que Juan el Bautista da
de Jesús ante sus discípulos y
la vocación de los dos primeros apóstoles.
● Acabamos de salir de las
fiestas navideñas y entramos
en el Tiempo Ordinario, la vida
"normal" también en el ámbito
cristiano (hasta la Cuaresma).
El que sería el domingo primero coincide siempre con la solemnidad del Bautismo del Señor. Pero el Evangelio de este
domingo tiene continuidad con
los de las dos fiestas anteriores: es el tercero “cuadro” de
un “tríptico”: el primero cuadro era la fiesta de la
“Epifanía” –popularmente
“Reyes”–; el segundo, el
“Bautismo del Señor”.
● Estos tres “cuadros evangélicos” “pintan” a Jesús manifestándose (36). En este caso
como “el cordero de Dios” (36)
(Jn 1,29). De hecho, este texto
de hoy, con el fragmento anterior (Jn 1,19-34) es el paralelo
de Juan a los relatos del Bautismo que hacen los otros
evangelistas.
● Hoy todavía no iniciamos la
lectura de Marcos. Cada año
en este segundo domingo escuchamos el Evangelio de
Juan en unas páginas que vie-
● En el fragmento anterior (Jn
1,19-34) que forma unidad con
este (35-42) , Jesús aparece
viniendo hacia Juan Bautista,
aquel que representa al Israel
lleno de esperanzas (Jn 1,29).
Jesús es quien viene a dar
cumplimiento a las promesas
de Dios (Is 40,10). Viene a hacer
realidad que el dominio del pecado será “quitado” del mundo
(Jn 1,29) cómo había anunciado
el profeta Isaías (Is 40,2).
● En el Evangelio de Juan, el Bautista aparece
como testigo enviado por Dios: Dios envió un
hombre que se llamaba Juan. Vino como testigo a
dar testimonio de la luz, para que “por él todo el
mundo creyera” (Jn 1,6-7). Como testigo enviado
por Dios, lo encontramos, primeramente, como
un humilde instrumento para que “él se manifestara en Israel” (Jn 1,31). Ahora da testimonio (Jn
1,32.34) y lo muestra a todo el mundo que quiera
“mirar” (Jn 1,29.36).
● Los evangelios siempre quiere presentar la
identidad de Jesús. Jn, aquí lo hace hablando en
términos como “un hombre” (Jn 1,30), o “el cordero
de Dios” (Jn 1,29.36), o “rabí“ (38) y “Mesías” (41).
Destacar el interés especial a decir que Jesús es
“un hombre” (Jn 1,30). Antes, en este mismo capítulo primero (Jn 1,14), con la palabra “carne”, ha
destacado la condición humana de Jesús en su
vertiente de limitación. Más adelante Jn presenta
Jesús como “un hombre” (Jn 1,4,29; 5,12; 7,12.46;
9,11.12.16.24; 10,33; 18,17.29; 19,5.12). De todas estas,
destacar la proclamación de esta ‘verdad’ de la fe
cristiana que el evangelista pone en boca de Pilatos: “¡Aquí tenéis al hombre!” (Jn 19,5).
En síntesis: estamos ante un relato especial de vocación diferente al de los sinópticos:
descubrimiento progresivo de la persona y del
misterio de Jesús. Es un relato de vocacióntestimonio, porque lo que el texto nos ofrece es
el descubrimiento y desvelamiento que hacen los
discípulos de la persona de Jesús, que es el Mesías, aquel del que escribieron Moisés y los profetas, Rabí, el Hijo de Dios, el Rey de Israel. La
comprensión del misterio de Jesús no es cuestión de un golpe de vista, ni del análisis psicológico de una de sus frases. Su vida, muerte y enseñanzas deben ser consideradas globalmente.
Unas explican y dan sentido a las otras, y todas
ellas comienzan a iluminarse desde la pascua.
Por eso debe afirmarse sin rodeos la inverosimilitud de estos títulos cristológicos en labios de los
discípulos en este momento. Y el evangelista
traslada a este momento lo que los discípulos
descubrieron posteriormente; es un cambio de
perspectiva, no es un fraude.
Juan Bautista le presenta como “el cordero de
Dios”. Esta metáfora expresa que Jesús es el
siervo (la misma palabra en arameo significa
“siervo” y “cordero”) de Dios, sacrificado, siendo
inocente (el cordero es símbolo de inocencia),
por todos, y por su sacrificio ha quitado el pecado del mundo.
Notas para fijarnos en el Evangelio
● Como en todo “el tríptico” que contemplamos,
esta escena se centra en la identidad de Jesús.
Por boca del Bautista se le denomina como “el
cordero de Dios” (29.36). En esta expresión resuena lo que Isaías dice sobre el Siervo de Dios
(Is 53) que toma sobre sí las culpas de todos (Is
53,6) y que como “un cordero traído a matar, no
obre la boca” (Is 53,7). Y también resuena el
tema del cordero pascual (Ex 12,46, citado por
el mismo Juan en 19,36 y que aparece, también,
en 1Pe 1,19). Este título aparecerá en el libro
del Apocalipsis, será el nombre que se aplica a
Jesús nada menos que 19 veces. Es verdad
que otras veces Juan presenta a Jesús como el
Mesías, el que ha de venir.
● Pero este comienzo del Evangelio también
plantea algunos rasgos de la identidad del discípulo (del cristiano/a) y, concretamente, del
apóstol (el discípulo que es enviado a anunciar
el Evangelio):
9
en primero lugar, la actitud de Juan Bautista es la
del testigo: él no es el protagonista, no es “la luz” (Jn
1,6-7); él señala, indica a quien se debe “mirar” (36);
el testigo se desprende de sus propios discípulos
que, a partir de ahora, seguirán al único
“maestro” (38) y vivirán con Él –“se quedarán con
Él”– (39);
9
el discípulo de Jesús (el cristiano/a) es la persona
que “escucha” el anuncio-Palabra (37) y sigue a
“Jesús” (37); y continúa “buscando” en el diálogo con
Él (38) abriéndose al “Maestro” que le hace propuestas (38); y va con Él y vive (39). Esto hace que
conozca más el “maestro” y pueda hablar a los
otras, tal y como hace Andrés con su hermano (41);
9
el discípulo se convierte en apóstol: comunica a
los otros lo que ha descubierto de Jesús: que “es el
Mesías” (41). Lo comunica a los que encuentra en
su propio ambiente (40-41), y lo hace implicándolos
activamente, “trayéndolos donde esta Jesús” (42) –
del mismo modo que Jesús lo había hecho con
ellos: “venís y lo veréis” (39)– de forma que se puedan hacer discípulos de Él;
9
en definitiva, quien sigue Jesús de verdad recibe
una nueva identidad, representada aquí en el cambio de nombre –“Cefas” o “Piedra, Pedro” (42)–, manera bíblica de expresar que Dios da una misión.
Una nota sobre el seguimiento-vocación
En los Evangelios se dan tres tipos distintos de
seguimiento de Jesús.
* En el primer modelo Jesús lleva la iniciativa y
llama de forma soberana. Es el que describe
Marcos, como veremos el próximo domingo (Mc
1,16-20; 2.14).
* En el segundo, los discípulos se dirigen a
Jesús, que les impone unas condiciones, por
cierto bien radicales. Es el modelo de la llamada
Fuente Q 9,57-60 (= Mt 8,18-22; Lc 9,57-60).
* En el tercero, llegan a Jesús a través de intermediarios. Es el patrón propio de Juan, que
aparece en el evangelio que vamos a comentar
ahora. Los dos primeros seguidores, Andrés y
un innombrado, que algunos identifican con el
Discípulo Amado, vienen a Jesús a través del
Bautista. Pedro, por su parte, llega al Maestro
por medio de su hermano Andrés.
•
Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor
•
•
Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado
Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
•
Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.
•
¿Me siento identificado con algunos de los discípulos-apóstoles?
•
Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el
Evangelio ¿veo?
•
Y tomo conciencia de personas (discípulos) que me dan testimonio de Jesús.
•
Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
•
Muchas veces, Señor, a la hora décima
-sobremesa en sosiego-,
recuerdo que a esa hora, a Juan y a Andrés
les saliste al encuentro.
Ansiosos caminaron tras de Ti…
“¿Qué buscáis…?” Les miraste. Hubo silencio.
El cielo de las cuatro de la tarde
halló en las aguas del Jordán su espejo,
y el río se hizo más azul de pronto,
¡el río se hizo cielo!
“Rabí –hablaron los dos-, ¿en dónde moras”
“Venid y lo veréis”. “Fueron y vieron…”
“Señor, ¿en dónde vives?”
“Ven y verás”. Y yo te siento y siento
que estás… ¡en todas partes!,
¡y que es tan fácil ser tu compañero…!
Al sol de la hora décima, lo mismo
que a Juan y a Andrés -es Juan
quien da la fe de ello-,
lo mismo, cada vez que yo te busque,
Señor, ¡sal a mi encuentro!. (Rafael Duyos)
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as personas somos seres corporales: cuerpo, mente y espíritu. Nuestro
cuerpo nos permite expresarnos, relacionarnos con el resto de la creación y
con las otras personas; con nuestro cuerpo podemos expresar sentimientos,
deseos, afectos... Por todo ello debemos valorar y cuidar nuestro cuerpo. Pero
desde hace unos años se ha desarrollado lo que coloquialmente se llama “culto
al cuerpo”: se exalta el egocentrismo, hay verdadera obsesión por mantener a
toda costa un aspecto juvenil mediante productos cosméticos; lo único que
importa es el aspecto físico y por ello proliferan las operaciones de cirugía
estética aun arriesgando la propia salud... La persona queda reducida a su
aspecto externo, y ése es el criterio para valorarla positiva o negativamente, en
detrimento de sus cualidades intelectuales y espirituales.
JUZGAR
P
ero la persona es más que su cuerpo. Y aun
siendo éste importante, su importancia no
le viene por su aspecto exterior, sino por lo que
san Pablo a dicho en la 2ª lectura: ¿No sabéis
que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis
recibido de Dios.
Durante la Navidad hemos celebrado que la
Palabra se hizo carne, que el Verbo eterno de
Dios se encarnó, tomó un cuerpo como el
nuestro. Y el domingo pasado, celebrando la
fiesta del Bautismo del Señor, veíamos que
nosotros, unidos a Cristo por nuestro Bautismo,
también hemos recibido su mismo Espíritu.
Nuestro cuerpo, también nos facilita el encuentro y el diálogo con Dios, por el Espíritu Santo
que habita en nosotros. Y por esto nuestro
cuerpo, cualquier cuerpo humano, merece ser
objeto de “culto”, merece ser valorado, respetado y cuidado.
Pero nuestro “culto al cuerpo” no se puede
centrar en nosotros, disfrutando egocéntricamente, sino que tiene un objetivo: ¡glorificad a
Dios con vuestro cuerpo! Y el modo de glorificar
a Dios con nuestro cuerpo es ofrecernos para
continuar la misión evangelizadora que Él inició
en su Hijo Jesús, una misión a la que Dios nos
llama y nos invita, como hemos escuchado en la
1ª lectura y el Evangelio.
En la 1ª lectura Dios llama a Samuel por su
nombre, y éste responde con presteza: Aquí
estoy; vengo porque me has llamado. Se pone
personalmente, con todo su ser, a disposición
de Dios.
En el Evangelio, en cambio, Jesús simplemente
pasaba, y es Juan el Bautista el que se lo señala
a dos discípulos: Éste es el Cordero de Dios.
Pero aunque no les ha llamado por su nombre,
también ellos responden con todo su ser: siguieron a Jesús... y se quedaron con él aquel
día.
Tanto Samuel como los dos discípulos de Juan
responden personalmente a la llamada con su
cuerpo, mente y espíritu, y así pueden relacionarse con Dios personalmente, de tú a tú, en
un diálogo hecho de preguntas y escucha:
Habla, Señor, que tu siervo te escucha... ¿Qué
buscáis?... ¿dónde vives? Fueron, vieron... Y
con todo su ser, cuerpo, mente y espíritu, glorifican a Dios siendo testigos suyos: Samuel
crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus
palabras dejó de cumplirse. Y Andrés... encuentra a su hermano Simón y le dice: “Hemos
encontrado al Mesías...” Y lo llevó a Jesús.
ACTUAR
S
omos una unidad: cuerpo, mente y espíritu:
¿cómo cuido mi cuerpo? ¿Caigo en el “culto
al cuerpo” mal entendido? ¿Valoro a los demás
primordialmente por su aspecto físico? ¿Soy
consciente de que soy templo del Espíritu Santo?
¿Me siento llamado personalmente por el Señor?
¿Cómo le respondo?
Tras la celebración de la Navidad, el Señor hoy
también nos llama, como a Samuel, como a los
dos discípulos de Juan, como escucharemos la
próxima semana que llamó a otros discípulos...
y espera que le respondamos con todo nuestro
ser: cuerpo, mente y espíritu. Él quiere contar
con nosotros para que continuemos el plan de
salvación de Dios, y para ello hace de nuestros
cuerpos templos del Espíritu Santo. Glorifiquémosle dando verdadero “culto al cuerpo” por
esa presencia del Espíritu que nos permite comunicarnos con Dios.
Empecemos por escucharle, por pasar tiempo
con Él, y después respondámosle con todo
nuestro ser, seamos “cuerpos suyos” haciendo
nuestra esta conocida oración: Cristo, no tienes
manos: tienes sólo nuestras manos para realizar hoy tu tarea. Cristo, no tienes pies: tienes sólo nuestros pies para guiar a los
hombres en su camino. Cristo, no tienes
labios: tienes sólo nuestros labios para
anunciar la Buena Nueva a los hombres de
hoy.
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