Enséñame a rezar Jesús, maestro y amigo. Me gusta charlar contigo, decirte mis cosas, contarte lo que me pasa, pedirte consejos o, simplemente, cantarte un rato. Enséñame a rezar, con ganas y entusiasmo, todos las mañanas, todas las noches. Que no me olvide de hablarte un momento cada día, para encontrarme contigo, pedirte por mi familia, darte gracias por la vida y decirte que te siento cerca mío, caminando a mi lado siempre. Acción Católica General Sector de Infancia www.accioncatolicageneral.es 26 DE FEBRERO I DOMINGO DE CUARESMA El Espíritu empujó a Jesús al desierto En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Esta idea del desierto merece la pena que le demos una vueltecilla. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. A continuación te proponemos tres preguntas para que pienses si necesitas un poco de desierto en tu vida. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: - Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia. Marcos 1, 1-15 Dice el texto que el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Dios quería que Jesús, su Hijo viviese la experiencia del desierto ¿Qué es para tí el desierto? Te voy a contar lo que es para mí el desierto. Yo me lo imagino pasando mucho calor, mucha sed, pasando necesidad de cosas que habitualmente tengo, y que no preocupo de si las voy a tener en el futuro, porque vivo con la seguridad de que siempre las voy a tener. Podemos pensar en las personas que viven día a día en un “desierto”. Pero no en un desierto de arena, camellos y palmeras, sino en las personas que viven solas, que pasan hambre, que no tienen trabajo para vivir, en las personas que viven en países en guerra o que sufren el maltrato de otras personas. Son personas que lo pasan mal. Su desierto está muy cerca de nuestra casa o de nuestro colegio. Pero también me imagino la cara positiva del desierto. La posibilidad de estar en silencio, de mirar al horizonte, de ver las dunas de arena, de encontrarme conmigo mismo, de estar tranquilo. Ese desierto muchas veces lo necesitamos y no lo tenemos. Vamos del cole a las extraescolares, a casa y vemos la tele, o navegamos por Internet o jugamos con alguna consola... pero nunca estamos en silencio. Llevamos una vida muy acelerada, pero no tenemos ni un momento para estar con nosotros mismos, o para hablar un rato con Jesús, nuestro gran amigo. Fijaros que Jesús estuvo 40 días de desierto, y después se puso a proclamar el Evangelio y a decir que el Reino de Dios se acerca. Jesús necesitaba el desierto para después anunciar a Dios, su Padre, y el Padre de todos. Unas preguntillas para pensar y comprometerse ... A lo largo de la semana, ¿tienes algún momento en el que puedes estar un ratito en silencio? Cuando rezas, ¿Cómo lo haces? ¿Buscas estar sin ruido, en silencio, tranquilo? ¿Necesitas tener un poco de “desierto en tu vida”? Piensa en un compromiso que tenga que ver con buscar un ratillo al día para pensar, para ordenar ideas, para buscar la tranquilidad, para hacer oración. Recuerda que Jesús es un gran amigo, y a los amigos hay que dedicarles tiempo y del bueno.