Temas | Medio Ambiente

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Desertificación en España: una
perspectiva crítica
Medio Ambiente - 27/06/2006 | Julia Martínez y Miguel Ángel Esteve
Fuente: EcoPortal
La desertificación es un proceso de degradación del suelo, agua, vegetación y
otros recursos que en España es debido, sobretodo, a la erosión hídrica, la cual
a su vez se debe en buena parte a la secular destrucción de la vegetación. El
único remedio definitivo es la reconstrucción de la cubierta vegetal protectora.
Erosión y desertificación son dos palabras mágicas porque conectan con
sentimientos colectivos profundos, tales como abandono, desolación y muerte,
y son un ejemplo de los problemas ambientales acerca de los cuales parece no
haber grandes disidencias, ni entre los ciudadanos ni entre las diferentes
instituciones públicas, los investigadores y las voces ambientalistas. Este
aparente consenso está favorecido por una serie de tópicos, es decir, de ideas
fácilmente aceptadas desde el principio por su poder explicativo, prácticamente
no cuestionadas y con grandes dosis de inercia frente a su posible reemplazo.
La siguiente reflexión se enfoca a partir del análisis del discurso más
generalizado en torno a la desertificación, cuyo planteamiento podría ser el
siguiente: “La desertificación es un proceso de degradación del suelo, agua,
vegetación y otros recursos que en España es debido, sobretodo, a la erosión
hídrica, la cual a su vez se debe en buena parte a la secular destrucción de la
vegetación. El único remedio definitivo es la reconstrucción de la cubierta
vegetal protectora”. Esta conexión de ideas ofrece una vía a su discusión
ordenada.
Desertificación, degradación del suelo y erosión
En 1991 el PNUMA definió la desertificación como “La degradación de la tierra
en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas debido a un impacto humano
negativo”. Este concepto resulta muy vago y amplio, ya que en principio debe
considerar cualquier tipo de degradación de la tierra incluyendo procesos tan
variados como la salinización, la calidad paisajística, la banalización de
ecosistemas, los impactos generados por las actividades extractivas, la
contaminación de suelos, etc. Sin embargo, al menos en España, en la práctica
usualmente sólo se asocia con unos pocos procesos concretos como la
salinización y sobre todo la erosión del suelo, sin que ello implique
necesariamente que tales procesos son los principales o más relevantes
procesos de degradación existentes en un territorio dado.
La utilización del término desertificación como expresión de los distintos
procesos de degradación posee, además, diversos efectos contraproducentes.
En primer lugar, se trata de una definición que no aporta nada nuevo ni es útil,
ya que puede referirse a procesos demasiado diferentes. Resulta al menos
confuso aludir con un mismo término a la diversidad de procesos y problemas
de degradación existentes en cada lugar. La utilidad del concepto de
desertificación ha sido cuestionada también en otros contextos territoriales (1,
2, 3, 4), por su amplia y vaga definición.
En segundo lugar, al asimilar desertificación con degradación, se fortalecen las
connotaciones negativas que injustificadamente recibe otro término próximo: el
de desierto, connotaciones negativas profundamente arraigadas en la opinión
pública y en buena parte del ámbito técnico. Así, las áreas desérticas y zonas
áridas, las cuales se definen en términos estrictamente climáticos, son
consideradas como zonas degradadas, por lo que son receptoras de todo tipo
de infraestructuras, polígonos industriales, vertidos y acumulaciones de
residuos sin que ello genere una preocupación especial. Estas zonas están
sufriendo por ello una alarmante pérdida de calidad paisajística y ambiental,
especialmente en los saladares y zonas esteparias.
Erosión del suelo en España
La erosión se define generalmente como el arranque, transporte y
sedimentación de materiales, aunque en ámbitos no científicos se tiende a
asociar la erosión sólo con el arranque de materiales y no con los procesos de
sedimentación. En España la desertificación se ha asociado principalmente con
la erosión, especialmente con la erosión en el medio natural. Esta
identificación, todavía activa en muchos ámbitos, no puede seguir
sustentándose ni desde un punto de vista científico ni desde el punto de vista
de las implicaciones socio-económicas que suelen asociarse a los procesos de
desertificación. Un número creciente de trabajos de investigación muestran que
la mayoría de las tasas de erosión que se habían estimado en medios
naturales y semi-naturales en España, y todavía en uso, están
considerablemente sobrestimadas por diversas razones metodológicas:
1. En primer lugar, en España se ha utilizado de forma generalizada la
ecuación USLE, con algunas modificaciones, para estimar las tasas de erosión
a gran escala espacial. Esto es inadecuado porque dicha ecuación fue
diseñada para pequeñas parcelas agrícolas (con una longitud de decenas de
metros) y fuera de dicho contexto (pequeña escala, uso agrícola), da lugar a
importantes sobrestimas (5, 2). En una revisión sobre tasas de erosión en
Murcia, que habitualmente se considera un territorio especialmente vulnerable
frente a la erosión y la desertificación, y tras analizar 316 trabajos de
investigación (6), se ha evidenciado que la USLE y métodos similares dan lugar
a tasas de erosión entre 10 y 60 veces mayores que los obtenidos con
medidas.
Esto ha jugado un papel esencial en la justificación técnica de la pasada
política forestal española, que consideraba que el matorral, especialmente en
áreas como el Sureste Ibérico, sufría altas tasas de erosión que habían de
atajarse a través de correcciones hidrológicas y repoblaciones forestales. Las
tasas de erosión estimadas con la USLE y métodos similares constituyen
todavía la base de la cartografía temática y de los instrumentos técnicos
aplicados en España por las administraciones (como el Plan Forestal de la
Comunidad Valenciana y el Plan de Acción Nacional para Combatir la
Desertificación).
2. La USLE subestima el papel del matorral y de la vegetación con poca
cobertura, propia de las zonas áridas, en el control de los procesos de erosión.
Las mediciones en parcelas experimentales en Murcia sobre matorrales
abiertos y vegetación de zonas áridas arrojan tasas de erosión ente 0,1 y 1
toneladas por hectárea y año, con un máximo de 3 toneladas por hectárea y
año encontrado sobre margas (6, 7, 8).
3. Debido a los complejos factores de control y a los procesos de
sedimentación y redistribución de materiales, las tasas de erosión dependen
estrechamente de la escala espacial (9, 10, 11), de forma que disminuyen de
forma espectacular cuando se pasa de una escala de metros cuadrados a
kilómetros cuadrados o cuencas enteras.
4. Las tasas altas de erosión en medios no agrícolas en España se restringen a
zonas muy limitadas, como los badlands, generados por activos procesos
geomorfológicos (12) y que constituyen paisajes especiales con un alto valor
científico y ecológico y que mantienen hábitats de gran interés, todo lo cual se
ha empezado a reconocer con la declaración de algunos de ellos como espacio
protegido. Es el caso del Parque Natural Desierto de Tabernas (Almería),
propuesto como Parque Nacional, y del Paisaje Protegido Barrancos de Gebas
(Murcia).
En España los principales problemas de erosión del suelo se localizan en
zonas agrícolas marginales sobre materiales sueltos y altas pendientes, áreas
donde los subsidios de la PAC han promovido la expansión de olivos y
almendros. La otra fuente de problemas de erosión en sistemas agrarios deriva
de la proliferación de invernaderos en las sierras costeras y áreas de elevada
pendiente en Murcia y Almería. La construcción de estos invernaderos, que en
ocasiones ocupan extensiones muy grandes en las faldas de las sierras
costeras, requiere grandes movimientos de tierra, similares a veces a los
requeridos por las canteras. A pesar de ello cual, estos procesos no están
considerados en los planes nacionales de lucha contra la erosión, como el Plan
de Acción Nacional para Combatir la Desertificación y el Plan Nacional de
Acciones Prioritarias de Restauración Hidrológico-Forestal y Control de la
Erosión.
No obstante, y al menos en España, el proceso que realmente está causando
mayor pérdida irreparable de suelo fértil, como recurso natural no renovable, no
es la erosión sino la urbanización y ocupación de los valles fluviales de regadío
tradicional y otros suelos de alto valor agrícola con edificaciones, carreteras y
otras infraestructuras. Ya en 1992 el país europeo más afectado era España,
que era a la vez el país con menor proporción de suelos de alto valor agrícola y
el país en el que la pérdida anual por urbanización de este tipo de suelos de
alta calidad era mayor (13). En la actualidad asistimos a una grave aceleración
de este preocupante proceso, al calor de una especulación urbanística
generalizada. Constituye una paradoja la aparente preocupación en torno a la
erosión en áreas de baja calidad agrícola, como las zonas de margas, cuando
los suelos realmente fértiles de los valles agrícolas están desapareciendo
irreversiblemente bajo la urbanización y ocupación por distintas
infraestructuras, sin que ello suscite una especial preocupación.
Mitos en torno a la vegetación y acción humana en zonas áridas
Asociar zonas áridas con la secular destrucción de la cubierta vegetal se basa
en ideas simplistas y frecuentemente erróneas. En zonas áridas como el
Sureste Ibérico, el equilibrio dinámico clima-vegetación impide la existencia de
un estrato arbóreo. De hecho, buena parte de las comunidades vegetales de
estas zonas, aunque de bajo porte, presentan un grado de conservación y de
madurez mucho mayor que el encontrado en otras zonas con mayores
precipitaciones y estratos arbóreos. Y es que la aguda escasez de recursos
hídricos ha mantenido estas zonas, hasta época reciente, muy alejada de los
procesos productivos y de una intensa intervención y explotación humana.
Tales ideas simplistas refuerzan la creencia errónea -y profundamente negativa
para la conservación de la biodiversidad de las zonas áridas- de que la acción
secular del hombre ha deforestado el territorio carente de bosque y que en este
territorio la erosión actúa sin control. Esta imagen simplista y falsa ha
contribuido a una escasa valoración en los círculos técnicos de la vegetación
de zonas áridas (14), lo que viene creando dificultades para una conservación
efectiva de estos ecosistemas. Estos tópicos han justificado una nefasta
política forestal, que ha constituido un claro factor de degradación de la
biodiversidad de las zonas áridas, al suponer la eliminación o una grave
afección a comunidades de gran valor ecológico y naturalístico, cuya
excepcional importancia se ha puesto de manifiesto con el inventario de
hábitats de interés comunitario y prioritario para la Unión Europea y con las
propuestas de LIC para la red Natura-2000 (15, 16). Pese a ello, las
actuaciones hidrológico-forestales todavía se incluyen en la Estrategia Forestal
Nacional como un instrumento importante para combatir la desertificación.
Desertificación en España: un problema de gestión insostenible del agua
El crecimiento descontrolado del regadío en el Sureste Ibérico, al que
recientemente se ha unido la proliferación urbanística, está generando una
intensiva explotación de los acuíferos sin precedentes. El regadío en la cuenca
del Segura consumía ya en 1995 el 225% de los recursos renovables (17), lo
que supone la mayor presión sobre los sistemas naturales de todos los países
mediterráneos europeos (18). Este consumo muy por encima de los recursos
disponibles se sustenta en una generalizada sobreexplotación de los acuíferos.
La sobreexplotación de toda la cuenca entre 1983 y 1995 ha crecido a un ritmo
exponencial, con una tasa de crecimiento del 15,3 % anual, lo que implica que
el volumen de sobreexplotación de los acuíferos se duplicó cada 4,5 años. Las
consecuencias ambientales y sociales de esta sobreexplotación incluyen el
descenso de los niveles piezométricos, la progresiva salinización de muchos
acuíferos, la desaparición de numerosas fuentes y manantiales, la degradación
de diversos humedales, incluidas surgencias dentro del propio río, el
agotamiento de las aguas de reserva y la degradación del paisaje y pérdida del
valor escénico de manantiales y humedales. En áreas costeras de la cuenca
como Mazarrón y Águilas, la sobreexplotación de acuíferos ha ocasionado la
pérdida del 85% de los caudales de manantiales existentes en 1916.
Este proceso de agotamiento de acuíferos, destrucción de humedales y gestión
insostenible del agua es el proceso que en España más se ajusta al síndrome
de desertificación, en tanto que pérdida irreversible de la productividad natural
de los sistemas, y al que deberían hacer frente los planes nacionales de lucha
contra la desertificación.
Referencias
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8. MARTÍNEZ-MENA, M.; CASTILLO, V.; ALBALADEJO, J. 2001. Hydrological
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18. INSTITUTE FOR PROSPECTIVE TECHNOLOGICAL STUDIES 1997.
Towards a sustainable/strategic management of water resources: evaluation of
present policies and orientations for the future. European Commission. General
Directorate XVI. Institute For Prospective Technological Studies. Joint Research
Centre. Technnical Report. Brussels.
Julia Martínez y Miguel Ángel Esteve son docentes de la Universidad de Murcia
y miembros de Ecologistas en Acción Murcia
Fecha Original:26/06/2006
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