Corte Suprema de Justicia – Expediente No. T

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República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrada Ponente:
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
Bogotá, D. C., veintisiete (27) de junio de dos mil trece
(2013).
(Discutido y aprobado en Sala de 27 de junio de 2013).
Ref.: Exp. 11001-02-03-000-2013-01338-00
Decide la Corte la acción de tutela instaurada por
Mapfre Colombia Vida Seguros S. A. contra la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, integrada
por los Magistrados Piedad Cecilia Vélez Gaviria y Martín Agudelo
Ramírez, trámite al que fueron citados los Juzgados Adjunto al
Cuarto Civil del Circuito, Cuarto y Sexto Civil del Circuito, todos
de la misma ciudad y Luz Elena Martínez Botero.
ANTECEDENTES
1.
El
apoderado
de
la
solicitante
invoca
la
protección de los derechos fundamentales al debido proceso,
defensa y a la recta administración de justicia de su representada,
y pide que se deje sin efecto la sentencia proferida por la Sala
accionada el 6 de marzo de 2013, y, “en su lugar, al encontrarse
debidamente fundamentada la decisión de primera instancia y los
argumentos del salvamento de voto ante la clara nulidad relativa del contrato
de seguro por reticencia, confirmar tal decisión” (folio 109).
Aduce a folios 84 a 111, en síntesis, que Luz Elena
Martínez Botero, instauró demanda ordinaria contra Mapfre
Colombia Vida Seguros S. A., con el fin de obtener el pago de la
indemnización derivada de la póliza de seguro de vida número
220110003061 con certificado individual de 26 de mayo de 2003,
en la cual el tomador era la Federación Nacional de Comerciantes
-FENALCO, el asegurado el señor Ernesto Restrepo Mejía y la
beneficiaria la señora Martínez Botero, quien, ante el fallecimiento
de su esposo ocurrido el 12 de octubre de 2003, y antes de iniciar
la acción judicial, presentó reclamación formal que fue objetada
oportunamente por la aseguradora, con sustento en que se
configuraba una nulidad relativa del “contrato de seguros” por
reticencia del tomador y del “asegurado”, al no declarar
sinceramente el real estado del riesgo, generando así un vicio en
el consentimiento y faltando a la obligación de la buena fe, que
permea el referido negocio, y que consistió en que, al momento
precontractual de la declaración de asegurabilidad, este último no
informó con sinceridad su real estado de salud, consistente en
que se le había extraído el riñón derecho (nefrectomía) el día 7 de
septiembre de 2000, a raíz de un hipernefroma (cáncer de riñón),
enfermedad grave de la cual no estaba completamente
recuperado como pudo acreditarse debidamente en el proceso
tramitado en el Juzgado Sexto Civil del Circuito de Medellín a
través de prueba documental (historia clínica-declaración de
asegurabilidad) y mediante el dictamen pericial.
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Agrega que en juicio, la demandante alegó que la
“declaración de asegurabilidad” no era válida, porque “en su sentir,
era ilegible, estaba en letra pequeña, que era ambigua porque contenía
conceptos como “enfermedad grave”, que el señor Restrepo Mejía ya se
había recuperado de su cáncer al momento la celebración del contrato y que
su muerte no se había producido como consecuencia de la mencionada
enfermedad” (folio 85).
Complementa que en atención a una medida de
descongestión, correspondió conocer del proceso al Juzgado
Adjunto al Cuarto Civil del Circuito, Despacho que en sentencia de
9 de marzo de 2012, declaró probada la excepción de nulidad
relativa del contrato de seguro por reticencia en la “declaración”
de estado de riesgo asegurable, y negó en consecuencia las
pretensiones, decisión que apelada por la señora Martínez Botero
revocó el Tribunal accionado el 6 de marzo de 2013, ordenando a
la Aseguradora pagar el valor asegurado de $50.000.000, más los
intereses moratorios desde el 27 de noviembre de 2003, fallo del
que se apartó uno de los Magistrados que integran la Sala, quien
salvo su voto.
Advierte que en la determinación de segunda instancia
se incurrió en vía de hecho por defectos sustanciales y
procedimentales, toda vez que, “se realizaron análisis más allá de la
claridad normativa, no aplicando las consecuencias jurídicas luego de
tenerse probado el supuesto de hecho de una norma (Art. 1058 C. Co),
ignorando abundante jurisprudencia al respecto y desechando pruebas
fundamentales, como la prueba pericial” (folio 88), vicios que se
concretan en la aplicación e interpretación incorrecta de los
artículos 29 y 83 de la Constitución Política; 1508, 1511, 1602 y
1624 inciso final del Código Civil; 304 del Código de
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Procedimiento Civil, y 871, 1058 y 1158 del Código de Comercio;
además, la sentencia atacada se profirió con insuficiente
sustentación o justificación, a la par que impone al asegurador
una carga que el artículo 1058 del estatuto de comercio no
establece puesto que el fallo indica que ésta “es una norma de
carácter sancionatorio y de interpretación restrictiva, no obstante, en el caso
concreto realiza una interpretación amplia y por fuera de las facultades
judiciales de interpretación de las normas” (folio 94); igualmente “sin
fundamento alguno, en la sentencia de segunda instancia se indica que la
declaración de asegurabilidad suscrita por el tomador Restrepo Mejía, no es
producto de un interrogatorio preciso y no obedece a una declaración
espontánea, ninguna prueba en el proceso le permite al Tribunal realizar
semejantes afirmaciones” (folio 94); asimismo, “critica fuertemente la
utilización de formatos pre impresos para la declaración de asegurabilidad,
sin embargo, ello es un procedimiento utilizado por todas las aseguradoras
del país” (folio 95); también, “confundió el Tribunal, la información
contractual relacionada con el contenido de la cobertura, con la obligación de
sinceridad que la ley le impone al tomador, a la obligación de información no
faltó la demandada, por ello la parte demandante al conocer perfectamente el
contenido y alcance de la póliza formuló la respectiva reclamación y la
posterior demanda” (folio 95); contrario a lo señalado por la
accionada, “no es necesario, en manera alguna, que exista un nexo de
causalidad entre la causa de la muerte y la razón de la reticencia, toda vez
que lo que se afecta es la formación misma del contrato, su validez, ante la
presencia de una nulidad relativa por vicio en el consentimiento” (folio 95);
del mismo modo, “sin ningún tipo de fundamento, el Tribunal indica que el
asegurado no firmó la declaración de asegurabilidad, le bastará al Juez
constitucional observar el folio 63 del cuaderno número 1, que está en la
solicitud de seguro para concluir que en este documento el señor Restrepo
no solo autorizó la deducción de las cuotas del seguro sino que suministró
sus datos personales, indicó cual era el tipo de seguro y además realizó la
declaración de asegurabilidad en la cual indicó, ‘declaro que me encuentro en
buen estado de salud, no padezco ni me ha sido diagnosticada ninguna enfermedad
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cardiovascular, cerebro vascular, pulmonar, hipertensión, cáncer o sida y en general
cualquier tipo de enfermedad preexistente grave a la fecha de la firma de esta
certificación’ Afirmar como lo afirman los falladores de segunda instancia que
la firma que el señor Restrepo impuso en ese documento solo era para
autorizar el cobro de las cuotas, es desconocer el documento; la solicitud de
seguro fue diligenciada por el tomador en ella colocó sus datos personales,
indicó quien sería la beneficiaria y además declaró como era su estado de
salud al final del documento, colocó dos (2) veces su firma en señal de
asentimiento del documento que estaba suscribiendo; por lo tanto es falso
que en ese documento solo autorizó la deducción de las cuota de la prima,
ese es solo uno de los contenidos del documento y como sí existió
declaración de asegurabilidad y no fue ceñida a la verdad existió la reticencia
que genera la nulidad relativa del contrato ” (folios 96 y 97); y porque, los
Magistrados, omitieron tener en cuenta la doctrina y jurisprudencia
que sobre la nulidad relativa del contrato de seguro ha establecido
la Corte Suprema de Justicia.
Manifiesta el apoderado que se acude a esta
protección, por no contar con otro mecanismo de defensa toda
vez que frente a la sentencia atacada no procede, por la cuantía,
el recurso extraordinario de casación.
2.
La Sala accionada guardó silencio.
Por su parte, la Juez Cuarta Civil del Circuito de
Medellín, además de hacer llegar las copias solicitadas en esta
instancia que se agregaron a folios 124 a 178, declaró que el
proceso al cual se refiere el amparo fue repartido para su trámite
inicialmente al Sexto de esa misma especialidad y ciudad,
Juzgado que al ser seleccionado como piloto de oralidad
mediante
Acuerdo
PSAA09-6263
emitido
por
la
Sala
Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, lo remitió a
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reparto correspondiéndole al Despacho a su cargo quien avocó su
conocimiento el 5 de noviembre de 2009; informó igualmente, que
el Juzgado Cuarto Adjunto, quien profirió la sentencia de primera
instancia el 9 de marzo de 2012, había dejado de funcionar a
partir de la creación de los de Descongestión según el Acuerdo
PSAA12-9529 de 21 de junio de 2012 (folios 122 y 123).
A su vez, el Sexto Civil del Circuito de Medellín, piloto
en la oralidad solicitó su desvinculación del trámite constitucional,
indicando que solo conoció del proceso que origina el amparo en
su etapa de instrucción y perdió la competencia sobre el mismo
desde el 26 de octubre de 2009, fecha en la que fue asignado a
otro Juzgado (folios 179 y 180).
CONSIDERACIONES
1.
Las copias del expediente que fueron aportadas
permiten observar a la Corte que:
a.
El señor Ernesto Restrepo Mejía tenía la calidad
de comerciante y estaba afiliado a la Federación Nacional de
Comerciantes - FENALCO, Entidad que, el 26 de mayo de 2003
tomó con Mapfre Colombia Vida Seguros S. A, el seguro de vida
de grupo número 220110003061, que se pactó entre el 1º de
marzo y el 1º de diciembre de ese año, dentro del cual aparecía
como asegurado el señor Restrepo Mejía y como beneficiaria su
cónyuge Luz Elena Martínez Botero, estableciéndose un valor
asegurado en caso de fallecimiento de $50’000.000.
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b.
Ante la muerte de Restrepo Mejía ocurrida el 12
de octubre de 2003 en la ciudad de Medellín en razón de un
infarto, la beneficiaria presentó reclamación formal ante la
Aseguradora, y ésta la objetó el 15 de marzo de 2004 aduciendo
la nulidad relativa del contrato de seguro por existir reticencia en
la declaración por parte del tomador y del “asegurado” puesto que
en ésta se informó no padecer ningún tipo de enfermedad
preexistente grave y en la historia clínica se encontró que se le
había practicado nefrectomía derecha por hipernefroma, tres años
atrás.
c.
La señora Martínez Botero, instauró demanda
ordinaria contra con el fin de obtener el pago de la indemnización
derivada de la póliza antes referida, y entre los hechos alegados
se dijo que si bien al señor Ernesto Restrepo Mejía se le realizó la
cirugía mencionada en precedencia, no existían razones idóneas
para objetar la “reclamación” y aducir la “nulidad”, porque la
denominada declaración de asegurabilidad: (i) era ilegible (letra
menuda poco clara), (ii) “aludía a conceptos equívocos como el de
enfermedad grave”, (iii) no estableció un espacio apropiado para que
el “asegurado” realizara observaciones sobre su situación médica,
y, (iv) para el 27 de febrero de 2003 el señor Restrepo Mejía no
padecía ninguna enfermedad grave, pues se había recuperado de
la patología que lo afectó (folios 124 a 133).
d.
El Juzgado Sexto Civil del Circuito de la
nombrada ciudad la admitió el 13 de septiembre de 2005 y
notificada la demandada contesto oponiéndose a través de las
excepciones que denominó “nulidad relativa” e “inexistencia de la
obligación a indemnizar”, (folios 134 a 143), y ante la conversión
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del Despacho en piloto de la oralidad, se dispuso el envío del
expediente, correspondiendo al Cuarto Civil del Circuito quien en
auto de 5 de noviembre de 2009 avocó su conocimiento y el 3 de
febrero de 2012 en cumplimiento de los Acuerdos emanados del
Consejo Superior de la Judicatura, dispuso su envío al Juzgado
Adjunto al mismo, quien en sentencia de 9 de marzo de ese año
declaró probada la primera de las defensas referidas y
consecuentemente, negó las pretensiones (folios 145 a 159), con
sustento en que, “el tomador no declaró el padecimiento del cáncer de
riñón, ni que no se había descartado aún la deficiencia renal total, sin ser
necesario decir que eran enfermedades graves o no, o que en el cuestionario
no estaban o la letra era de menor tamaño; poco o nada importa si es la
aseguradora la que realiza el cuestionario, puesto que ello no releva al
asegurado de su obligación de sincerarse sobre su verdadero estado de
salud, toda vez que ese es el riesgo que a la sazón se pretende asegurar. En
consecuencia, se denota ostensible la inexactitud en la declaración de las
circunstancias que habrían retraído al asegurador en la celebración del
contrato o lo habrían inducido a estipular condiciones más onerosas. Secuela
de lo cual, quedó viciado de nulidad relativa el contrato de seguro por
reticencia, desde su misma concepción” (folios 157 y 158).
e.
Apelado el fallo por la demandante, lo revocó el
Tribunal el 6 de marzo de 2013, condenando a la aseguradora a
pagar la suma de $50’000.000 como indemnización contenida en
la póliza No. No. 2201100030601, mas intereses de mora sobre
dicho capital, liquidados desde el 27 de noviembre de 2003, a la
tasa de una y media veces el bancario corriente certificado por la
Superintendencia Bancaria (hoy Superintendencia Financiera)
para cada uno de los períodos (folios 169 a 173).
Los fundamentos del ad quem en la determinación
atacada, son en esencia los siguientes:
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“(…) Como se advierte, en la solicitud diligenciada en formato
preimpreso de DELIMÁ MARSH (f. 1. y 63 c. ppal), la “declaración de
asegurabilidad” allí contenida - aparte de no ser producto de un interrogatorio
preciso formulado por el asegurador al candidato a tomador, ni calificar
tampoco como declaración espontánea de este-, aparece vertida en unos
caracteres casi imperceptibles, que en verdad no se compadecen, ni con el
que fue utilizado para el resto de la información pedida en el mismo
documento, ni con la trascendencia del contenido de tal declaración desde la
perspectiva de ambos contratantes, del futuro asegurador, porque le
permitiría conocer el estado del riesgo a efectos de consentir o no en el
otorgamiento de la cobertura pedida, de establecer las condiciones y
exclusiones, y de determinar el valor de la prima que cobraría como
contraprestación por la asunción del riesgo propuesto; y del aspirante a
tomador porque le permitiría conocer con precisión el alcance de la
cobertura.
Muy censurable entonces, desde la perspectiva del postulado
de buena fe, resulta para la sala esta actitud del profesional que con el
mecanismo poco ortodoxo de elaborar él mismo en formatos preimpresos la
declaración del estado de salud del candidato a tomador, lo hace en letra
menuda al extremo de no permitir al último una real información sobre las
coberturas del seguro que toma y por el cual paga la contraprestación
determinada por el asegurador. Tanto más reprochable tratándose, como en
este caso sucede, de pólizas colectivas. De modo que debió el asegurador
ser más preciso en la redacción del texto, o al menos, brindar al interesado la
orientación suficiente para que pudiera este darle una información más
detallada sobre los antecedentes de salud que a aquél interesaban,
orientación que no aparece probada (…)” (folios 170 y 171).
Sostuvo a continuación, “(…) Pero es que además en el
caso a examen, se echa de menos la suscripción de la “declaración de
asegurabilidad” por parte del candidato a tomador, pues basta observar el
documento citado para percatarse que el susodicho texto carece de firma del
pretendido declarante, quien solo aparece suscribiendo un acto posterior,
cual es la “autorización de cargo a la cuota mensual de afiliación” - de la
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correspondiente prima, se entiende- a su cuota mensual de afiliación a
FENALCO, toda vez que se trata de un seguro de vida grupo tomado por la
Federación Nacional de Comerciantes. De suerte que la supuesta
declaración de asegurabilidad no aparece signada por el candidato a
tomador, y siendo así, mal pudiera predicarse reticencia o inexactitud de su
parte. Por demás, la declaración de asegurabilidad no es requisito de la
esencia del contrato de seguro, solo que si el asegurador expide la póliza sin
haberla exigido, asume el riesgo independientemente de su estado (…)”
(folio 171).
2.
Para la Sala, si bien es cierto que el Juez goza
de independencia y autonomía tanto en la interpretación y
aplicación de la ley, como para evaluar el material probatorio, tal
facultad no es ilimitada, porque como lo ha dicho la jurisprudencia,
en tales eventos debe basarse en criterios objetivos y racionales,
de tal suerte que se desliga por completo de esa obligación
cuando expone una hermenéutica irrazonable, o cuando en forma
simple ignora la prueba, o sin razón atendible no da por probado
el hecho o la circunstancia de que de la misma aflora clara y
objetivamente.
Del contenido de la enunciación anterior se deduce la
procedencia de la protección extraordinaria demandada en este
caso, por cuanto del repaso de la sentencia aquí cuestionada se
establece, que ciertamente la Corporación acusada incurrió en un
proceder opuesto al ordenamiento, puesto que la interpretación
que hizo en la decisión acusada al negar los efectos de la
conducta del tomador y asegurado, lesiona el principio de buena
fe que es una de las piezas esenciales del contrato de seguro, en
tanto que esta modalidad negocial supone que el interesado
declare sinceramente cuál es el nivel de riesgo que asumirá la
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entidad aseguradora, como quiera que esa manifestación
estructura la base del consentimiento y contribuye a establecer el
valor de la póliza, de donde se desprende de modo general, que
basta con establecer que hubo falta de sinceridad del tomador
para que emerja la sanción de nulidad relativa del negocio
jurídico.
Así las cosas, en este “contrato” la exigencia de buena
fe aumenta en grado máximo, pues como ha dicho la Corte, la
protección de las partes que concurren al mismo, requiere el
máximo de transparencia posible,
“(…) en efecto, en lo tocante al contrato de seguro el concepto de
buena fe adquiere mayor severidad porque, a diferencia de muchos
otros contratos en que la astucia o habilidad de las partes pueden
llevarlas a obtener ciertas ventajas amparadas por la ley, en el contrato
de seguro esta noción ostenta especial importancia, porque tanto en su
formación como en su ejecución él se supedita a una serie de
informaciones de las partes, que muchas veces no implican verificación
previa. Generalmente estas manifestaciones en lo que respecta al
tomador o asegurado las hace al solicitar el seguro, las que exige la ley
deben hacerse con pulcritud, que sean verídicas y que no haya callado
ni ocultado circunstancias que de conocerlas el asegurador, no habria
consentido en el contrato, o habría consentido en él bajo otras
condiciones.
Las exigencias legales sobre la obligación de declarar sinceramente
todas las circunstancias necesarias para apreciar exactamente el
riesgo que se va a cubrir, además de ser requisito del objeto,
constituyen la motivación para contratar. De allí que el estatuto de
Comercio contenga en los dos primeros incisos del artículo 1058
severos parámetros de conducta al tomador del seguro, a quien le
ordena que declare "sinceramente los hechos o circunstancias que
determinan el estado de riesgo según el cuestionario que le sea
propuesto por el asegurador", y le señala las consecuencias que le
conlleva si procede con reticencia o inexactitud.
Se trata como ya se anotó, de exigencias legales para la contratación,
tendientes a que el consentimiento del asegurador se halle libre de
todo vicio, especialmente del error, para que pueda conocer en toda su
extensión el riesgo que va a asumir, exigencias que deben cumplirse
cualquiera que sean las circunstancias en que se produzcan tales
declaraciones, esto es, que bien se hagan a iniciativa del particular o
de la compañía aseguradora; ora sea precedidas o no de efectos,
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situaciones o contrataciones anteriores. Es decir, de una u otra
manera, lo primordial, lo importante es que las declaraciones que el
tomador del seguro haga, sean sinceras, exactas y sin reticencias (…)”
(Sentencia de Casación de 18 de octubre de 1995, exp. No.
4640-1).
La cabal estimación de los riesgos que habrá de cubrir
el contrato de seguro, la decisión del asegurador de celebrarlo y
aún
la
de
liquidar
la
prima
correspondiente,
obedece
prioritariamente, en palabras de la Corte, a las atestaciones que al
respecto asiente el tomador, quien, en tal virtud,
“(…) ha de decir todo lo que sabe, de modo que la lealtad, exactitud y
esmero de éste en el cumplimiento de ese deber resultan
indispensables para el anotado fin, a la vez que la trasgresión de las
señaladas reglas de conducta aparejan consecuencias de diverso
orden, entre ellas la de afectarlo de nulidad relativa, como ya fuera
demostrado (…)” (Sentencia de Casación Civil de 30 de
noviembre de 2000, Exp. No. 5743).
Igualmente en fallo de casación de 2 de agosto de
2001, expediente número 6146, la Sala, insistió:
“(…) la declaración de asegurabilidad debe contener una información
fidedigna, amén de veraz y oportuna, como quiera que en función suya,
preponderantemente, el asegurador expresará su voluntad de
establecer una relación contractual con el sujeto que, en la etapa
precedente: la precontractual, fungió en calidad de candidato a tomador
del seguro -llamado en algunos círculos asegurando, por su
potencialidad-. Ello explica el empleo de la expresiva y diciente
locución: "sinceramente", inmersa en el primer inciso del artículo 1058
del Código de Comercio, relativa al deber –o carga- de declarar, que
sirve para ilustrar el justiciero deseo que le asiste al legislador,
consistente en que el asegurando, con responsabilidad y solvencia,
asuma tan revelador compromiso, base fundamental del asentimiento
del asegurador, quien ha depositado su confianza en su cocontratante.
Todo ello justifica, en demasía, no sólo la consagración positiva en el
derecho nacional del referido deber informativo (o carga, stricto sensu),
como se indicó de penetrante valía, sino también la adopción de un
severo régimen sancionatorio, para el evento de que el futuro tomador
lo pretermita, en muestra de inequívoco resquebrajamiento del axial
principio de la buena fe, piedra angular de los negocios de confianza,
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como lo es el seguro, por antonomasia, sin perjuicio de eventuales
investigaciones o inspecciones que, motu proprio, efectúe la entidad
aseguradora -facultativamente-, para mejor proveer, si así lo estima
aconsejable (art. 1.048 C. de Co), ya que, en rigor, no está obligada a
realizarlas. No en balde, son un arquetípico plus -y no un prius-.
(…)
3. Aplicado el discurso que antecede al contrato de seguro,
concretamente a su fase precontractual (buena fe in contrahendo),
salta a simple vista su conexión y pertinencia, puesto que la carga
(onere u obliegenheit) de declarar el estado del riesgo, radicada en
cabeza del candidato a tomador, no se agota por completo al momento
de responder el cuestionario formulado por el asegurador, como prima
facie pudiera parecer de una inconexa y avara lectura del primer inciso
del artículo 1.058 del C. de Co, habida consideración que la plausible -y
terminante- exigencia de ‘declarar sinceramente los hechos o
circunstancias que determinan el estado del riesgo’, en sí misma
considerada, posee un espectro más amplio y, por contera, es titular de
una proyección sustancialmente mayor, como tal llamada a trascender
el diligenciamiento del cuestionario en comento, que servirá como
aquilatada brújula para orientar la tipología de sus respuestas, pero en
manera alguna para entender que, una vez obtenidas, cesa -o fenecedicha exigencia.
Tan cierto será lo afirmado, que la declaración de asegurabilidad puede
hacerse en Colombia -al contrario de otras naciones- sin ‘...sujeción a un
cuestionario determinado’ (inciso segundo, art. 1.058, C. de Co.), lo que
demuestra que éste no se erige en frontera infranqueable, a la vez que
insustituible. Tan sólo es un útil instrumento que, al arbitrio del
asegurador, puede o no emplearse, sin que por ello se pueda pretextar
que, en este supuesto, el tomador no esté igualmente obligado a
"...declarar sinceramente los hechos o circunstancias que determinan el
estado del riesgo", ya que es un deber general -lato sensu- (…)”.
Posteriormente, en sentencia de casación de 1º de
junio de 2007, expediente número 66001-3103-004-2004-0017901, - citada entre muchos otros en fallo de 1º de septiembre de
2010, exp. 05001-3103-001-2003-00400-01 -, al analizar el
artículo 1058 del Código de Comercio, la Corte dijo que del
referido texto legal se puede deducir lo siguiente:
“(…) 4.1. Que la obligación del tomador de pronunciarse sinceramente
frente al cuestionario que le formula el asegurador con el fin de
establecer el estado del riesgo, no tiene por fuente misma dicho
contrato sino que opera en la fase previa a su celebración ya que su
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objetivo es el de garantizar la expresión inmaculada de la voluntad del
primero de consentir en dicho vínculo, de abstenerse de hacerlo, o de
contraerlo pero bajo condiciones más onerosas.
4.2. No importan, por tanto, los motivos que hayan movido al adquirente
para comportarse sin fidelidad a la verdad, incurriendo con ello en
grave deslealtad que a su vez propicia el desequilibrio económico en
relación con la prestación que se pretende de la aseguradora, cuando
se le ha inquirido para que dé informaciones objetivas y de suficiente
entidad que le permitan a ésta medir el verdadero estado del riesgo;
sea cual haya sido la razón de su proceder, con intención o con culpa;
lo cierto es que la consecuencia de su actuar afecta la formación del
contrato de seguro, por lo que la ley impone la posibilidad de invalidarlo
desde su misma raíz.
4.3. Es palmario que el legislador quiso arropar la falta de sinceridad
del contratante y su obrar contrario a la buena fe, bajo la sanción de la
nulidad relativa, con lo cual, en ejercicio de una actividad que le es
propia y para la cual se halla facultado, construyó un régimen particular
que inclusive alcanza a superar en sus efectos el ordenamiento común
de los vicios del consentimiento, frente al que, tal como fue instituido en
el citado artículo 1058, no puede el intérprete hacer distingos,
observándose que el vicio se genera independientemente de que el
siniestro finalmente no se produzca como consecuencia de los hechos
significativos, negados u ocultados por quien tomó el seguro (…)..
3.
En estas condiciones, es este uno de aquellos
eventos que justifica la intromisión del Juez constitucional, muy a
pesar de la independencia y autonomía que se le reconocen al
funcionario de conocimiento, por ser incontrovertible que el
Tribunal no podía concluir razonablemente como lo hizo en tanto
que el tema debió tener un análisis distinto, y al estar acreditada
la vía de hecho, es claro que la Corporación accionada vulneró a
la Aseguradora reclamante el derecho fundamental al debido
proceso y, por ende, emerge próspera la pretensión tutelar, como
efectivamente se dispondrá.
En consecuencia, se dejará sin valor y efecto la
sentencia de 6 de marzo de 2013, así como las actuaciones que
de esta se desprendan, ordenando a la Sala accionada, que en el
término de diez (10) días, contados a partir del momento en que
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reciba el expediente del Juez de conocimiento, adopte las
medidas necesarias para desatar nuevamente el recurso de
apelación interpuesto por la parte demandada frente al fallo
proferido por el Juzgado Adjunto al Cuarto Civil del Circuito de
Medellín el 9 de marzo de 2012, en el juicio ordinario adelantado
por la señora Luz Elena Martínez Botero contra Mapfre Colombia
Vida Seguros S. A., todo ello de conformidad con los
planteamientos atrás señalados.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE:
Primero: CONCEDER la protección constitucional del
derecho del debido proceso deprecado por Mapfre Colombia Vida
Seguros S. A., contra la Sala Civil del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Medellín, integrada por los Magistrados Piedad
Cecilia Vélez Gaviria y Martín Agudelo Ramírez.
Segundo: Dejar sin efecto la sentencia de 6 de marzo
de 2013, así como las actuaciones que de esta se desprendan.
Tercero:
Ordenar a la Sala accionada, que en el
término de diez (10) días, contados a partir del momento en que
reciba el expediente del Juzgado Cuarto Civil del Circuito de
Medellín,
adopte
las
medidas
pertinentes
para
desatar
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nuevamente el recurso de apelación interpuesto por la parte
demandada frente al fallo proferido en primera instancia el 9 de
marzo de 2012, en el juicio ordinario adelantado por la señora Luz
Elena Martínez Botero contra Mapfre Colombia Vida Seguros S.
A., todo ello de conformidad con los planteamientos atrás
señalados.
Por Secretaría, envíesele copia de ésta decisión.
Cuarto: Ordenar, para el cumplimiento del fallo, al
Juzgado nombrado que dentro del término de las 48 horas
siguientes a la notificación de esta providencia, proceda a remitir
el expediente a que se refiere la queja constitucional al Tribunal
accionado.
Quinto:
Notifíquese
lo
así
decidido,
mediante
comunicación telegráfica, a todos los interesados y de no ser
impugnado, remítase oportunamente el expediente a la Corte
Constitucional para efectos de la eventual revisión.
MARGARITA CABELLO BLANCO
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
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FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ
ARIEL SALAZAR RAMÍREZ
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
JESÚS VALL DE RUTÉN RUIZ
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