PALABRAS 25 AÑOS DEL INSTITUTO DE GENÉTICA HUMANA ABRIL 14 DE 2.005 Respetados asistentes: Mi llegada al Instituto de Genética Humana se da por la unión de varios factores que actualmente caracterizan esta institución. Yo venia de ser estudiante de diez semestres de medicina y en muy pocas asignaturas había encontrado la apertura mental para realizar investigación sumada a la posibilidad que el estudiante pudiera desarrollar su formación de manera personalizada. Durante mi rotación especial de internado en el año de 1991, durante tres semanas, conocí por primera vez la Unidad de Genética que estaba situada en el laboratorio clínico del aquel entonces, Hospital Universitario de San Ignacio. Allí encontré en un espacio reducido, un grupo de personas que diariamente dedicaban su tiempo a investigar en diversos aspectos de la genética y la inmunología pero que se salían del esquema en el cual yo había sido formado durante los últimos cinco años. Aquí no había turnos pero si personas que trabajaban hasta el amanecer, no había consultas masivas de veinte minutos por paciente sino que se le dedicaba una hora o más a cada familia que se atendía, aquí el estudiante no era utilizado como herramienta de trabajo sino que era parte del proceso de investigación, aquí el jefe del departamento no era una figura fría y distante sino que se sentaba a tomar café con un interno que apenas conocía. ¡Este es el sitio que yo quiero para trabajar!, pense. A los pocos días de llegar fui invitado a una reunión de fin de año donde había que ir disfrazado con algo alusivo a la “Expedición Humana”. Yo sin mucho conocimiento sobre el tema y con la timidez propia de alguien que acaba de conocer a un grupo de personas que llevan años trabajando juntas, asistí a la reunión con más expectativas que esperanzas. Al llegar a la casa de la Dra. Clemencia Durán me encontré con el mismo grupo científico al cual yo pretendía emular pero con algunas diferencias sutiles: ¡El director, por ejemplo, estaba disfrazado de morral! Los PhD en genética molecular, citogenética e inmunogenética, palabras que yo a duras penas pronunciaba y entendía, tenían colgado al cuello un pequeño recipiente donde se servían exóticas bebidas que hasta la madrugada hicieron de esta reunión, una magnífica oportunidad para conocer con mayor profundidad a todos los miembros del grupo. Luego de esta extraña demostración de la capacidad científica de la Unidad de Genética lo único que me quedó por decir fue: ¡Este es el sitio que yo quiero para trabajar! Días antes de terminar el internado me presenté en la oficina del Dr. Bernal y le referí mi intención de continuar en la Unidad de Genética donde se estaba desarrollando el proyecto del Mapa Genético Colombiano. Para mi sorpresa, la respuesta fue: Vengase y haga el rural con Expedición Humana. Diez días después de mi grado como médico, el lunes 3 de febrero de 1992 me presenté ante el Dr. Bernal a tomar posesión de mi cargo como médico rural en una plaza que se solicitó al Ministerio de Salud y que por un milagro coordinado por el Padre Zea y su sobrina Laura se hizo realidad incluso con salario y todo. Mi primera tarea asignada ese lunes por el director de la Expedición Humana era muy simple: Tomó un papel del escritorio, me dictó el nombre de Gerardo Ardila, Antropólogo y me dijo que yo debía reunirme con él en un café situado a una cuadra de la plaza de Bolívar para ultimar los detalles de un viaje a la selva del departamento del Guaviare donde tomaríamos muestras de un grupo indígena llamado los NukakMakú. Para realizar esta tarea me hacía falta saber algunos detalles: Primero, como llegar al cafetín del centro, entender que hace un antropólogo, averiguar donde quedaba el Guaviare, saber quienes eran los Nukak-Makú, entrenarme en la técnica para tomar muestras de sangre, estar al tanto de cómo sobrevivir en la selva y tratar de comprender como el que yo consideraba un hombre de inteligencia superior, le daba semejante orden a un médico recién graduado que a duras penas sabía como llegar al hospital de La Samaritana en Bogotá. ¡Este es el sitio que yo quiero para trabajar! Afortunadamente para todos, las cosas salieron bien y se pudo desarrollar un viaje donde se evaluaron tres grupos indígenas diferentes y yo pude empezar a entender la grave pero interesante realidad de nuestro país anotando en mi diario de campo: “Luego de haber estado sentado al lado del jefe del frente 42 de las FARC en la voladora que nos llevó hasta Caño Jabón nos fuimos caminando dentro la selva donde nos encontramos con Jaime a quien encontramos pisando hoja de coca. Guerrilla y coca en un solo día. ¡Como para un noticiero!”. Académicamente mi formación en Genética se inició en las clases que recibíamos en noveno semestre y en cuyo programa figuraba el Dr. Bernal como uno de los docentes asignados. Cuando llegó el día de la clase alguien apareció para reemplazarlo, aduciendo que al Dr. Bernal se le había presentado un inconveniente que le hacía imposible asistir. Todavía hoy, sigo esperando aquella clase de genética. La formación que hemos recibido muchos de los aquí presentes por el Dr. Bernal ha sido basada en el ejemplo y la confianza. Hoy que celebramos los 25 años quisiera proponerlo como un modelo pedagógico. Si nuestro objetivo es cumplir con la Misión en aspectos concernientes a La crisis ética e instrumentalización del ser humano, el poco aprecio de los valores de la nacionalidad, la intolerancia y el desconocimiento de la pluralidad y la diversidad, la deficiencia y la lentitud en el desarrollo científico y tecnológicos pienso que la forma de enseñar debe ser un modelo pedagógico donde prevalezca la vivencia del quehacer diario del docente sobre la transmisión de conocimientos. Los valores y las actitudes se aprenden con el ejemplo y no solamente en los textos fríos o en los cursos de ética. Finalmente, el haber estado en el Instituto me ha brindado múltiples oportunidades que me han llevado a lo que soy hoy en día: He conocido el país entero en sus sitios más recónditos, he generado junto con otros docentes y directores anteriores del Instituto una especialización única en Colombia, he sido asesor de la Policía Nacional, me he sentado a cenar con la conferencia episcopal en pleno, he asesorado procesos licitatorios, he dictado charlas sobre Genética a personas tan disímiles como grupos de Senadores de la República hasta estudiantes de primaria en escuelas distritales, he compartido con residentes y estudiantes momentos académicos y lúdicos maravillosos, viví la pérdida de las personas más queridas, he viajado a congresos nacionales e internacionales, viví la tragedia de Bojayá junto con la Fiscalía, he conocido miles de familias con parientes malformados o afectados, vi hacer la primera PCR en ollas Imusa, he podido ayudar en el manejo de cientos de niños con limitaciones físicas o mentales, dirigí el Instituto, me han pagado por pensar, he conocido a personas de un extraordinario valor humano y los tengo muy cerca de mí como amigos, he escrito, leído, estudiado, sufrido y disfrutado toda la genética que puedan imaginarse. Solo me queda decir: ¡Este es el sitio en que me gustaría seguir trabajando muchos años más! Muchas gracias.