el sida : veinte años de eficacia comprobada

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VISIÓN TRADICIONAL VS SOCIEDAD MODERNA
Una Historia de Conservación de la Naturaleza…
FREDY PALACINO R.
Docente de Ciencias Naturales y Educación Ambiental. Institución Educativa Departamental
Diversificado. Cundinamarca, Colombia. [email protected]
Hace unos tantos años, al norte de la capital colombiana hizo su aparición una
entidad denominada AMMAP® (Asociación Mercantil de Municipios
Agropecuarios), la cual estaba constituida por varios municipios de la comarca.
El principal objetivo de dicha entidad era el de gestionar y posibilitar
proyectos de desarrollo sostenible para los campesinos de la región.
“Contamos con una excelente infraestructura y personal capacitado
para este trabajo, pues nuestros profesionales provienen de las mejores
universidades del país”. Promulgaban los carteles que distribuyeron por
doquier durante el tiempo de su conformación.
La mayoría de los pobladores se “emocionaron”, pues iban a obtener mayores
ingresos, haciendo algo por lo que según ellos nunca les habían pagado: “cultivar
su tierrita”
Hoy en día, para muchos aún existe la duda ¿por qué se acabó AMMAP®?
La historia es la siguiente:
En uno de aquellos municipios que hacía parte de AMMAP®, dos pequeñas
comunidades de campesinos habitaban las veredas Domakú y Sokalya, muy
semejantes en sus características físicas, a pesar de ubicarse una al norte y la
otra al sur en el municipio.
Dentro de estas comunidades se practicaba el “trueque”, algunos cultivaban
maíz, otros, papa, arveja y hortalizas; otros se dedicaban al cultivo de
duraznos y fresas, ó criaban cerdos, aves de corral, bovinos, ovinos, animales
de carga, peces y otros animales. La alimentación entonces no tenía mayores
inconvenientes, pues las cosechas producían en tiempos diferentes y eran
bastantes personas las que se dedicaban a cultivar y a criar poquito pero
variado, por lo cual cuando había exceso de algún alimento, que no fuese carne,
se guardaba en silos (construidos por ellos mismos) para usarlos
posteriormente, cuando no hubiese ó la cantidad fuese mínima.
Los “productos de la naturaleza” se cuidaban para sacar provecho de todos sus
beneficios; la gallina para los huevos y su carne (alimentación), las ovejas por
su lana (vestido) y su carne, los bovinos por su leche y carne, las plantas por
sus cualidades medicinales, la madera para la construcción y para evitar que la
tierra se “desboronara”. En ocasiones estos productos también se vendían a
algunos pobladores no pertenecientes a estas comunidades a precios muy
accesibles y cantidades mínimas.
El agua era tomada de pequeñas quebradas que la traían desde la cima de la
montaña hasta sus terrenos, donde utilizaban una pequeña parte para regarlos
y la otra para consumo humano y de animales domésticos. La educación era
totalmente gratuita, los estudiantes se transportaban en animales de carga, en
la noche veían a la luz de la vela ó de la lámpara de petróleo dejada por el
abuelo, cocinaban con carbón y leña, en fin, la vida era muchísimo más barata y
prácticamente todo se los ofrecía “Papá Lindo” desde los cielos, por medio de
la naturaleza.
Cuando apareció la mencionada empresa comenzó el malestar; la comunidad de
Domakú dejó a un lado el trueque y emprendió una producción agraria en masa
con la asesoría de AMMAP®, cultivaron papa en cantidades desbordantes,
incrementaron el número de reses bovinas (crearon una microempresa de
lácteos), las técnicas para la crianza de aves de corral fueron variadas, con lo
cual se consiguió incrementar el número de ellas. Derribaron hectáreas
completas de bosque, las cuales fueron destinadas para cultivar más papa,
arveja y maíz; ¡ahhh, y para abrir carreteras a través de las cuales sacar los
productos!, la otra parte de la madera se utilizó en la construcción de
establos, mientras que otro tanto fue vendida a aserraderos.
Las ganancias de éstas y otras actividades fueron bastante considerables para
esta comunidad, que comenzó a comercializar papa y otros productos para
grandes empresas. La empresa de lácteos, con el queso, la cuajada y el yogurt,
también aportaban su granito de arena. Después de 3 ó 4 años, los campesinos
recuperaron hasta en un 300% su inversión, bastante bueno teniendo en
cuenta que muchos de ellos habían empeñado todo cuánto tenían para empezar
a cumplir los objetivos propuestos por agrónomos, veterinarios y demás
personajes de AMMAP®.
Con semejante ejemplo, muy seguramente muchas más comunidades se
animarían a participar de tan grandiosa oferta; así que AMMAP® envió a uno
de sus emisarios a conversar con don Rafael, un anciano de 74 años influyente
en la comunidad en general y por consiguiente en su más próxima: Sokalya.
El emisario le habló en “todos los idiomas posibles” y con calculadora en mano
le mostró una cifra con bastantes ceros, que su comunidad podría recibir para
el beneficio de todos; luego de cuatro horas de exposición, el emisario
preguntó: y entonces don Rafael, ¿cómo le parece?
“A yo no me parece… mire joven yo estoy viejo, no bobo, mi taita y la vida me
enseñaron que Dios le da a cada persona su trocito de tierra pa’ que viva en él,
sin dejarla “virgen”, pero sin acabar con ella, y si no ¿qué la vamos a dejar a
ese güambito que está ahí? (señalando a uno de sus nietos). Cuando vustedes
los dotores aparecen por aquí, dicen lo que va a pasar orita pronto, pero y
¿después?, ó me va decir que la tierra se va a agüantar de aquí a cuando mis
nietos tengan mi edad. La plata güelve egoístas a las personas, mi gente vive
bien como está, si yo acepto su propuesta, toda esa plata que vusté dice que
vamos a tener, se acaba con tierra y todo, mientras que así como estamos,
esta tierrita que ha dado de comer a mis agüelos, a mis taitas, a mi jamilia y a
la de mis hijos, podrá mantenerse muchos años más. Nosotros vivimos bien
contentos, la tierra nos da apenas lo que necesitamos para vivir, ¡eso es güeno!”
Hoy en día, los restos de don Rafael yacen en un sepulcro en el cementerio del
pueblo, pero sus hijos, nietos y bisnietos siguen cultivando aquellos terrenos,
pues al igual que su padre y abuelo se han dado cuenta que la naturaleza les
ofrece todo cuánto necesitan y que no es necesario sobre explotarla para
sacar un gajo de cebolla, dos papas y una lechuga para el almuerzo, acabar con
un bosque de diez hectáreas para sacar un trozo de leña para la estufa ó para
dejar el campo disponible para la siembra. Sin embargo, ya no es como antes,
prácticamente deben cultivar menos y dedicarse a otras actividades más
“lucrativas”, pues la vida es más costosa ahora y hay que sacar dinero de algún
lado, para vestido, educación, servicios, etc.
Muchos de los campesinos de Domakú se fueron del pueblo, lo perdieron todo
tratando de recuperarse. Después de la bonanza, la situación cambió.
AMMAP® introdujo tres variedades de papa en aquella región, una de ellas
llevaba consigo una plaga que prácticamente acababa con dos de las variedades
propias de la zona (aún en estado de desarrollo). Además, la variación del
tiempo produjo grandes manchas de hongos, que también contribuían a la
pérdida de cultivos. El uso de fertilizantes, insecticidas y fungicidas se
acrecentó considerablemente tratando de salvar los cultivos y así cumplir con
la demanda, pero lo que ocurrió fue que el terreno se “quemó”, los organismos
edáficos (del suelo) murieron en su mayoría por las altas concentraciones de
tóxicos en la tierra. Estos tóxicos, por escorrentía, también llegaron al agua
de algunas quebradas. Los inclementes veranos en aquella región durante tres
años consecutivos, la dejaron prácticamente “desértica” y ayudaron a secar en
parte algunos nacederos. En las faldas de las lomas existe erosión, pues
¡TODOS! los árboles fueron derribados. No hay donde criar animales de carga,
ovinos y mucho menos bovinos, por lo cual la microempresa de lácteos fracasó,
a los cerdos llegó un virus cuyo tratamiento era desconocido por los
veterinarios de la zona, los cerdos morían en los tres días siguientes a su
nacimiento. Las truchas fueron atacadas por un hongo que acabó con la tercera
parte de ellas, las demás desaparecieron durante un corto pero abundante
invierno, cuando se desbordaron tres de los lagos más grandes. En fin, la
comunidad duró cuatro años para recuperar y producir ganancias, luego la
bonanza duró tres años más y por último agonizó durante dos ó tres más.
Domakú pasó de ser tradicional y tener de donde obtener lo necesario, sin
acabarlo, a ser una sociedad moderna, mercantilista, que se gastó la mayoría
de sus recursos en menos de 10 años. Desde los recursos consuntivos (aquellos
recursos que no se compran ni se venden y que por lo tanto no se incluyen en el
Producto Nacional Bruto de los países. Por ejemplo, la madera que se usa como
combustible y los productos que se obtienen de la caza. Primack, 1998), hasta
los ahorros económicos de cada uno, pues tratando de salir de la fase agónica,
emplearon todo su dinero en drogas tanto veterinarias como agrícolas, para
tratar de salvar sus cultivos y lotes de ganado.
AMMAP® fracasó por esto y por pagar costosas multas a entidades fiscales y
ambientales… que todavía están investigando…
La sociedad tradicional de Sokalya, liderada en ese entonces por don Rafael,
comprendió que los “atributos” del ambiente les ofrecían todo cuánto
requerían para sobrevivir, no había necesidad de sobre explotarlo, pues vivían
contentos con lo que la naturaleza les quería dar de buena manera.
Esto se debe a que el valor de la biodiversidad en las sociedades tradicionales
está basado en el respeto por cada una de las criaturas hechas por Dios, si se
hiere a alguna de ellas, se incurre en faltas que serán castigadas mas adelante
por él mismo. De la misma manera, cada una de las especies vivientes debe
tener ya su descendencia a la hora de morir, la gallina debió haber incubado
sus huevos y haber criado su descendencia antes de pasar a la olla. Lo anterior
no quiere decir que estas sociedades no utilicen especies como alimento ó
protección porque van a ser castigados ¡noooo!, lo que sucede es que saben
cuando y cuales recursos utilizar para tal motivo.
Por el contrario, la comunidad de Domakú se dejó influenciar por los
postulados de una sociedad moderna y mercantilista que ayudó a “erradicar” en
diez años y prácticamente una sola generación, todo aquello que hubiese
servido para muchísimos años y por ende para bastantes generaciones.
Esto se dio, porque desafortunadamente para las sociedades modernas, la
naturaleza se ve como una posibilidad lucrativa, posibilidad de venta, por lo
cual, las especies que se mantienen, están inmersas en un sistema de obtención
de beneficios a nivel industrial, medicinal, ornamental, tecnológico... que por
supuesto tienen una finalidad por encima de ayudar a la humanidad: la
desmesurada y muy equivocada obtención de dinero.
Ojalá las sociedades actuales entiendan la importancia y la necesidad de
mantener los recursos naturales, no solamente por las actuales generaciones,
sino también por aquellas que vengan próximamente. Ojalá existan más
personas como don Rafael, así como ambientalistas y activistas (muchos de los
cuales han dejado sus nombres y mensajes en la mente de las personas) que
ayuden a prevenir la degradación de los ambientes naturales que nos fueron
entregados en un maravilloso y excitante estado y que hemos degradado y
desgastado para cumplir con nefastos y excesivos fines económicos y políticos.
Ojalá que la educación pueda contrarrestar efectivamente los advenimientos
de la gran mole económica que ha estado carcomiendo lo natural del
comportamiento humano, hasta convertirlo en un depredador que se
autodestruye. Ojalá algún día, la especie humana desee y actúe como parte del
ambiente natural en el cual interactúa. Ojalá…
Nota: los nombres utilizados para designar a entidades, sitios y personas de esta historia,
son ficticios. Sin embargo, estos sucesos representan una historia muy común en los
ambientes naturales de este y otros países.
Primack, R. B. 1998. Essentials of Conservation Biology (Fundamentos de Biología de la
Conservación). Sinauer Associates, Inc. Sunderland, Massachusetts.
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