IN MEMORIAM (D. Rafael Martínez Domínguez. MÉDICO) …que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. Miguel Hernández Recuerdo esas palabras del gran poeta alicantino, escritas cuando se murió su amigo del alma, porque a “Don Rafael” también podemos dirigirnos diciéndole…”compañero del alma”. Aunque se haya muerto “de viejo”, seguramente gastado y cansado su corazón de latir más de 100 años, D. Rafael Martínez Domínguez fue para generaciones incontables de médicos, un excelente compañero y un amigo entrañable. Lo fue para nosotros, los alumnos de mi curso en la Facultad de Medicina de Sevilla, allá por los finales de los años cincuenta. Hacía meses que yo no lo veía ni hablaba con D. Rafael, con quien tuve algunos encuentros por motivo de mi cargo en el Colegio de Médicos. Me refiero a estos años últimos, porque en los años en que desempeñó la plaza de Profesor Adjunto de Terapéutica Física, asignatura unida en una misma cátedra con la Farmacología, bajo la dirección de aquél hombre inolvidable que fue D. Gabriel Sánchez de la Cuesta, si tuve ocasión de tratarlo casi todos los días, al desempeñar mi labor como alumno interno –muchos años- en aquella cátedra de la vieja Facultad de Medicina de Sevilla, donde tuve amigos y compañeros muy queridos, como Ángel Perea, Pepe Domínguez, Luis Ordoñez, Lucas Bermudo,Manosalbas, Justo de Lis… En aquella época, compartió tareas docentes, con otros grandes amigos suyos, Felipe Martínez, Rodrigo Tallón, Juan Madrazo, Evaristo del Castillo… “D.Rafael” era hombre de palabra fácil, de gesto amable, de sonrisa continua, irónico ya que era inteligente y siempre inmerso y comprometido con la Medicina sevillana. Solterón impenitente, lo recordamos todavía desempeñando sus funciones como Secretario General del Colegio de Médicos. Hace unos años, su Colegio de Médicos tuvo el gran honor de nombrarlo “Médico Ilustre”. Con su andar pausado, tranquilo, siempre vestido de oscuro y zapatos negros. Quizás, no puedo asegurarlo, lo vi fumar en aquellos años suyos en la facultad de Medicina. Don Rafael fue elegido y nombrado Académico de número de la Real Academia de Medicina de Sevilla y en los tiempos en que fue Presidente de la Academia D. Gabriel Sánchez de la Cuesta, tuvo a bien confiarle la Secretaría de la institución, nombrándolo “Secretario Perpetuo de Honor” y como tal ha muerto, desempeñando sus funciones académicas hasta los últimos tiempos, mientras su condición física lo permitió. Ahora que hablamos de la Academia, de su querida Academia, a la que tantas horas de su vida dedicó, recuerdo su magnífica y cariñosa intervención, en la sesión necrológica que dedicó la Academia en la muerte de D. Gabriel Sánchez de la Cuesta. D. Rafael lo describió en su faceta de Maestro, maestro en la clínica, en el laboratorio, en la cátedra y aún por encima de todo esto, lo recordó como maestro en los consejos de la vida, de la lucha diaria. Además de sus méritos profesionales, que ya poco importan, cuando tuve el placer de tratarlo con más asiduidad, pude confirmar que era “un hombre bueno” en el sentido machadiano de la palabra. Y lo pude comprobar en su actuación personal conmigo, en una ocasión muy difícil, al inicio de mi vida profesional, donde su consejo y ayuda me sirvió enormemente a resolverla de manera satisfactoria, y gracias a ello pude sobrevivir a las injusticias y corrupción de aquellos tiempos, que también eran frecuentes, lo mismo que sucede ahora. Aquél gesto suyo, es suficiente motivo para que yo haya aceptado escribir estas líneas en su memoria, en cuanto me lo ha solicitado el Presidente del Colegio de Médicos. Pero además significa un honor inmenso, aunque mis palabras sean torpes y no sepa reflejar todo lo que ha significado “D. Rafael” para los médicos sevillanos. Siento en el alma que se haya marchado, sin haber visto satisfecha una antigua reclamación, que lo tenía disgustado- con razón- en estos años últimos, porque la Institución requerida no cumplía lo debido. Al final, D. Rafael, ha sucedido lo que Vd. se temía. Hicimos lo que pudimos, pero el tiempo ha ido más deprisa y no le ha concedido ver resuelto favorablemente su asunto. Pero esas cosas ya no tienen trascendencia, ahora su dimensión es otra. En aquellos años en que convivimos con más frecuencia, en la Facultad de Medicina, nunca le recogí un mal gesto, ni una palabra desagradable, ni un momento de desánimo, ni de usurpación de nuestra labor, que practicaban algunos de su mismo nivel. Puede pensar quien quiera y no me importa que las palabras que le escribo, son las alabanzas que siempre se dedican a los difuntos y que nunca se recogen los defectos, pero es que estos –si existieron- son el aderezo vital e irrenunciable que moldean al hombre como hombre. Que otros los descubran, porque para nosotros, sus amigos y compañeros de siempre, solo nos llega hasta el alma su recuerdo de hombre de bien, de médico honesto y de amigo fiel. Descanse en paz. Juan José Fernández García Vocal de la Junta Directiva Real e Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Sevilla