El centenario de Claude Lévi-Strauss

Anuncio
MINISTÈRE DES AFFAIRES ÉTRANGÈRES ET EUROPEENNES
N° 50 – diciembre 2008
El centenario de Claude Lévi-Strauss
Claude Lévi-Strauss, el último grande el
pensamiento francés, fundador de la antropología
estructural, el “astronauta de las constelaciones
lunares” cuya obra de alcance universal ha
transformado el pensamiento occidental, celebró
su 100 cumpleaños el 28 de noviembre. La
Academia francesa también celebra así su primer
miembro centenario, ya que desde su creación
ninguno de ellos había alcanzado esta edad.
“Odio los viajes y los exploradores, y aquí estoy, dispuesto a contar mis expediciones,
pero, ¡cuánto tiempo me ha costado decidirme!”. Así comienza Tristes Trópicos, “su
autobiografía intelectual”, publicada en 1955 y que le valió una fama inmediata, un libro tan
magníficamente bien escrito que el jurado de los premios Goncourt publicó ese mismo año un
comunicado disculpándose por no poder premiarlo, al ser un ensayo y no una novela.
Más que un premio, es un honor muy literario que ha marcado para “el mayor antropólogo del
mundo” el año del centenario: su entrada en la prestigiosa biblioteca de la Pléiade con siete obras
elegidas por él y acompañadas de numerosas notas inéditas. La filósofa Catherine Clément, que fue su
alumno y quien le dedicó un volumen de la colección ¿Qué sé? Le ha definido como “el mayor
intelectual vivo, que ha cortado los lazos entre la etnología y el colonialismo”.
Entre la avalancha de homenajes que ha suscitado su cumpleaños, entre ellos del presidente de
la República francesa, quien le hizo una visita “para rendirle un caluroso homenaje y comunicarle el
reconocimiento de toda la nación”, el más emotivo fue el del museo de Artes Primarias (Quai Branly)
dedicado a las artes y civilizaciones de África, Asia, Oceanía y las Américas, levantado para ser un
puente entre culturas. Claude Lévi-Strauss apoyó desde el principio la creación de este museo, querido
por el presidente Jacques Chirac. El antropólogo visitó el museo en su inauguración, con 97 años de
edad, el 21 de junio de 2006. El teatro del centro le ha sido dedicado y ha sido nombrado conservador
de honor del museo. El día de sus cien años se le dedicó una “jornada especial”, marcada por la lectura
de algunos de sus mejores textos por personalidades del mundo de las artes, de la ciencia y de las
letras, ante una avalancha de visitantes apasionados, en medio de objetos que él mismo ha
coleccionado y que hoy forman parte de las colecciones del museo. También se presentaron ediciones
originales de sus obras, fotos realizadas por él y documentales sobre sus viajes. También se descubrió
una placa en su honor a la entrada de “su” teatro.
DIRECTION DE LA COMMUNICATION ET DE L’INFORMATION
SOUS DIRECTION DE LA COMMUNICATION
MINISTÈRE DES AFFAIRES ÉTRANGÈRES ET EUROPEENNES
Sobre la placa, grabada en mármol, figura esta cita del antropólogo: “La única fatalidad, la única tara
que puede afligir a un grupo humano e impedirle realizar plenamente su naturaleza es estar solo”.
Claude Lévi-Strauss ha aceptado ceder su nombre para un precio nacional dotado con 1000.000
euros, que distinguirá cada año “al mejor investigador en ciencias humanas y sociales en activo en
Francia”
Nacido en 1908 en Bruselas de padres judíos de Alsacia, Claude Lévi-Strauss obtuvo en 1931
la licenciatura de Filosofía. Medio siglo después, aún se preguntaba “cómo la había aprobado. ¡Es un
misterio!”, decía. En las páginas célebres de Tristes Trópicos, Lévi-Strauss relata cómo una vez que
empezó a interesarse por la etnología, recibió “un domingo de otoño de 1934 a las 9 de la mañana”
una llamada de teléfono del director de la Escuela normal superior proponiéndole un puesto en la
Universidad de Sao Paulo para enseñar Sociología. Así empezó lo que el llama “la experiencia más
importante de su vida”: el descubrimiento de Brasil, un país donde es adulado y hacia el que dice
sentirse “en una profunda deuda”. En Brasil vivió de 1935 a 1939, organizando y dirigiendo varias
misiones etnográficas en Mato Grosso y en Amazonia, en busca de tribus indicas de la Amazonia,
llamadas “primitivas” de las que ha magníficamente bien descrito su vida, costumbres y creencias. De
sus viajes brasileños trajo a Europa parte de su colección, hoy expuesta en el museo de París, a
menudo objetos modestos de la vida diaria, pero también magníficas máscaras y objetos míticos
comprados más adelante en Estados Unidos. Para Strauss, la costa oeste de EE UU es otro “lugar
mágico” para el descubrimiento de estas “artes primarias”.
Volvió a Francia a principios de 1939 llamado a filas, y tuvo que abandonar la enseñanza tras
el armisticio de 1940 debido a las primeras leyes antijudías del Gobierno de Vichy. Convertido en
“carne de campo de concentración”, tuvo la suerte de entrar en el programa de la Fundación
Rockefeller para el salvamento de los sabios europeos amenazados por los nazis, e invitado a enseñar
en la New School for Social Reserach de Nueva York. En Tristes Trópicos, Strauss relata las duras
condiciones en las que viajó a EE UU en barco. En 1941 embarcó juntos a otros 218 refugiados, entre
ellos el papa del surrealismo, André Breton.
Se sumó a la Francia libre en 1942 y fue destinado a la misión científica francesa en Estados
Unidos. Vivió en Nueva York, donde enseñó la etnología, “un periodo de excitación intelectual
intenso”, en el que estuvo en contacto con grandes nombres de la antropología americana. Allí también
descubrió la lingüística “gracias a Roman Jakobson. Hacía estructuralismo sin saberlo. Jackobson me
ha reveló la existencia de un cuerpo de doctrina ya hecho”. En Nueva York también encontró material
para alimentar otro aspecto de su personalidad, largamente evocada en el libro Mirar, escuchar, leer
(1993), que trata el amor por el arte y la música. Hijo de pintor y bisnieto del compositor Isaac Strauss
(cuyo apellido no está emparentado con los célebres Johann o Richard Strauss), adora Wagner (de
quien ha estudiado su tetralogía del Ring), dice “idolatrar” Stravinsky, y ha revelado haber soñado
siempre con el jefe de orquesta, “¡a falta de compositor!”.
Entre los artistas del exilio, fue amigo de Max Ernst, André Breton, Marcel Duchamp y otros
surrealistas. Entre 1945 y 1947 fue consejero cultural en Nueva York en la embajada de Francia en
Estados Unidos.
Regresó a Francia en 1948, fue jefe de investigación en el CNRS y subdirector en el museo del
Hombre. Defendió su tesis en 1949 sobre Las estructuras elementares del parentesco (una de sus
obras más importantes, como lo sería en 1962 El pensamiento salvaje). En 1958 se publicó en la
DIRECTION DE LA COMMUNICATION ET DE L’INFORMATION
SOUS DIRECTION DE LA COMMUNICATION
MINISTÈRE DES AFFAIRES ÉTRANGÈRES ET EUROPEENNES
editorial Plon el primer volumen de la antropología estructural, rechazado antes de Gallimard porque
el discurso del autor “aún no estaba suficientemente madura”. El segundo volumen se publicó en 1973.
“La naturaleza de lo real aparece en el cuidado que pone en esconderse”. Claude Lévi-Strauss,
verdadero fundador del pensamiento estructural en el ámbito de la antropología, parte de este
postulado para elaborar un método de análisis dirigido a mostrar las estructuras escondidas de los
hechos humanos.
En 1959, Strauss fue nombrado titular de la cátedra de Antropología social en el Colegio de
Francia, un puesto que había rechazado dos años antes, donde se quedó hasta su jubilación en 1982,
tras haber fundado en 1960 el Laboratorio de antropología social y en 1961 la revista científica
francesa de antropología El Hombre. El Colegio de Francia estima que “ningún antropólogo ha
ejercido (hasta su enseñanza) tal proyección intelectual abarcando todas las disciplinas que se
interesan por el hombre y sus obras”. En 1973 fue el primer etnólogo elegido en la Academia de
Francia, en el sillón de Henry de Montherlant. La Academia le rindió homenaje el día antes de su
cumpleaños, “un inmenso evento y quizá ante todo una fiesta familiar”, según su secretaria, Hélène
Carrère.
Poco dado a expresarse en los medios, Strauss se ha guardado bien de la más mínima reflexión
sobre “sus cien años”. Sin embargo, en una de sus raras entrevistas al diario Le Monde con motivo del
año de Brasil en Francia, en 2005, dijo que “vivimos en un mundo al que yo ya no pertenezco. El que
yo conocí y el que yo amé tenía 1.500 millones de habitantes. El mundo actual tiene 6.000 millones de
humanos. Ya no es el mío”.
Claudine Canetti
DIRECTION DE LA COMMUNICATION ET DE L’INFORMATION
SOUS DIRECTION DE LA COMMUNICATION
Descargar