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Los BRICS en un SMI reformado. Posibilidad de internacionalizar el rmb
Alma Chapoy Bonifaz
A partir de los años 80 del siglo pasado, la desregulación del sistema financiero
internacional y la liberalización de la cuenta de capital provocaron una rápida expansión de los
flujos de capital internacional. Con ello, las finanzas mundiales dejaron cada vez más de
financiar la inversión real o el comercio internacional de bienes, prefiriendo negociar con activos
financieros, lo cual es mucho más lucrativo. Esto ha provocado una mayor desigualdad en la
distribución del ingreso, manifestada, entre otras cosas, en el fortalecimiento de quienes perciben
ganancias, frente a los asalariados [UNCTAD, 2012b].
Los flujos de capital han crecido al punto de dominar las transacciones internacionales en
los países avanzados, y de manera creciente, en los emergentes. De 1995 a 2010, las corrientes
de capital globales se triplicaron, llegando a 6.4 billones de dólares, lo que representa 14.5% del
PIB mundial; en los 15 años anteriores (1980-1995) esa proporción estuvo entre 2 y 6 porciento
[IMF, 2011c].
Grandes diferenciales en la tasa de interés entre los países avanzados y emergentes, la
laxa política monetaria adoptada principalmente por el Fed, el BCE, el Banco de Inglaterra y el
Banco de Japón, un mayor apetito global por el riesgo, el lento crecimiento de EUA, la relativa
desaceleración de la economía china, y los persistentes problemas de deuda en la eurozona,
hacen que las entradas de capital a los países emergentes, sean altas, volátiles, procíclicas y de
corto plazo. Esta es una de las causas de que los países acumulen reservas [IMF, 2011a].
Las fuertes entradas de capital provocan inestabilidad macroeconómica, apreciación de
los tipos de cambio y elevación en el precio de los activos. Esos movimientos de capital
benefician sobre todo a los poseedores de activos financieros y la mayoría de las pérdidas son
para los asalariados o para quienes realizan actividades productivas en la economía real. Flujos
de portafolio líquidos o de inversión extranjera en bienes raíces, no ayudan al crecimiento y a la
creación de empleo.
En la segunda década del siglo XXI, las consecuencias adversas al cesar esas entradas de
capital, podrían ser más severas que en 2008, porque hay mucho menos espacio para medidas
fiscales anticíclicas [UNCTAD, 2012b]. Según mediciones del FMI [IMF, 2012b], si todos los
flujos de portafolio que entraron a los países emergentes desde 2009, salieran en un trimestre, se
reduciría el crecimiento del PIB entre 2.5 y 3% en los principales países emergentes receptores
de esos flujos.
Grandes corrientes de capital arriban a los países emergentes, a consecuencia de la
expansión de la liquidez global creada por los países desarrollados para estimular su economía.
Esto hace ver la necesidad de llegar a un acuerdo internacional sobre la magnitud, velocidad y
temporalidad de las políticas de expansión cuantitativa dentro de un amplio marco de objetivos
para reducir los desequilibrios globales [UNCTAD, 2012a].
Teóricamente, reducir los riesgos derivados de la volatilidad de los flujos internacionales
de capital, es parte fundamental del programa de trabajo del G20 sobre el sistema monetario
internacional. En la Cumbre de ese grupo en noviembre de 2011, se pidió al FMI “hacer el
seguimiento … de las corrientes de capital transfronterizas y de sus canales de transmisión, así
como actualizar las medidas aplicadas por los países para manejar los flujos de capital”.
Los flujos brutos de capital a los países en desarrollo totalizaron 450 mmd en 2011, 9.6%
por abajo del nivel de 2010 (498 mmd) [World Bank, 2012]. De ahí la necesidad de que esos
países adopten instrumentos adecuados para manejar las corrientes de capital [Magalhaes y
Macedo, 2010]. El carácter procíclico de ellas, hace indispensable regular todos los flujos de
capital, no sólo los de corto plazo [Furceri, Guichard y Rusticelli, 2011].
Durante décadas el FMI sostuvo que los gobiernos no intervinieran para mantener un tipo
de cambio estable; pero en una publicación reciente de ese organismo, se dice que los países
pueden y deben intervenir oficialmente en su mercado cambiario para dar estabilidad y contener
la inflación, ante cuantiosas movimientos de capital [Ostry, Ghosh y Chamon, 2012]. Aizenman
muestra sólida evidencia econométrica de que desde su crisis de 1997, la mayoría de los países
asiáticos, han podido evitar la sobrevaluación de sus tipos de cambio provocada por entradas de
capital a corto plazo, en virtud de sus grandes reservas internacionales y sus intervenciones
cambiarias.
La obligación de realizar intervenciones simétricas bajo la regla de “tipos de cambio
reales estables” y sostenibles para todos los países, contribuiría a dar estabilidad a la economía
mundial y reduciría en gran medida el alcance de los flujos de capital especulativo y por ende, la
necesidad de los países emergentes de mantener reservas internacionales para protegerse ante las
crisis [Panitchpakdi 2010].
Entre las recomendaciones surgidas en la reunión de ministros de finanzas de los BRICS
[2011], destaca que “los países avanzados adopten políticas financieras y macroeconómicas
responsables, eviten crear excesiva liquidez a nivel global y lleven a cabo reformas que impulsen
el crecimiento creador de empleo y reduzcan los desequilibrios”.
A raíz de la crisis financiera global, se han dado cambios geopolíticos y geoeconómicos
en el nivel mundial, en virtud de los cuales, el dominio y dinamismo de los países avanzados se
están transladando, en cierta medida, a los países emergentes, principalmente a los de la región
Asia-Pacífico, siendo China e India los actores más relevantes. Rodrik [2011] afirma que sin el
apoyo de estos “futuros superpoderes”, ninguna propuesta de reforma puede tener éxito. En 2010
los países emergentes crecieron 7.3%, esto es más del doble que los “países avanzados” (3%).
Sin embargo, hasta ahora, la gran mayoría de los países emergentes y en desarrollo no
participan en las decisiones, acuerdos y acciones de alcance mundial, pero sí sufren las
consecuencias de la crisis y de un sistema monetario y financiero internacional deficiente. La
falta de representatividad de los países emergentes en organismos como el FMI, ocurre a pesar
de que esas naciones han sido un importante factor de estabilidad durante la crisis; en cambio los
principales países avanzados tienen bajas perspectivas de crecimiento y se acentúan las dudas
sobre su solvencia [Carrasco, Molina y Orgaz, 2010].
Por la crisis y por el cambio en el equilibrio del poder mundial, los países emergentes
intensifican sus demandas de que se reforme el sistema mundial de reservas, entre otras cosas,
dando un mayor papel a los DEGs y estableciendo acuerdos monetarios regionales; con esto
último habría divisas alternativas de reserva, en vista de que los países cuya moneda desempeña
esa función, no han actuado con la disciplina necesaria para mantener la integridad del sistema
[Gilman, 2012].
En la Declaración Final de la Cumbre del G20 en noviembre de 2011, se acordó revisar la
composición de la cesta de valoración de los DEGs, pero ¡hasta 2015!. El papel limitado de las
monedas de los países emergentes, contrasta con la creciente importancia de éstos en el PIB
mundial, en el comercio internacional y en los flujos financieros globales. El G20 también se
comprometió a trabajar por “una adecuada transición” hacia un SMI que refleje la mayor
importancia que los países emergentes han adquirido en la economía mundial.
Desde mediados de los años 80, los vínculos económicos intrarregionales se han
fortalecido. En tal contexto, acuerdos monetarios regionales que incluyan fondos comunes de
reservas, servirían como mecanismos de protección financiera y modificarían el sistema global
de reservas, al disminuir la dependencia respecto al dólar. Con el tiempo, esos fondos podrían
evolucionar hasta llegar a regímenes cambiarios regionales y a monedas regionales. El desarrollo
financiero de los países emergentes aumentaría su capacidad de crear sus propios activos
“seguros”, en vez de depender básicamente de los bonos del Tesoro de EUA. Si se logra esto,
dejarían de acumularse reservas, promoviéndose el ajuste global y facilitando el cambio a un
sistema monetario internacional multipolar [Goyal et als, 2011].
Para proteger a los países ante la volatilidad financiera y de la relación de intercambio, la
integración financiera debe articularse en torno a una Red de Seguridad Financiera para el
Desarrollo, que incluya mecanismos de financiamiento anticíclicos para la balanza de pagos y
movilice recursos para financiar el desarrollo productivo [Bárcena, 2013].
La deuda soberana y corporativa de los países emergentes podría colocarse en fondos
comunes (pools) y titulizarse en un activo común; esto mitigaría algunas de las limitaciones del
desarrollo financiero y aumentaría la seguridad de los activos de esos países. Un avance en esa
dirección, sería que los bloques comerciales se convirtieran en bloques monetarios, con flotación
cambiaria entre ellos, lo cual reduciría la necesidad de acumular reservas. La cooperación
monetaria regional es lo que conviene a los países emergentes, y no, como proponen algunos,
aumentar el uso de sus monedas, para mejorar el perfil de riesgo de los portafolios de los
inversionistas internacionales o para aumentar su participación en los mercados de derivados en
divisas.
LOS BRICS
Entre los países emergentes destacan los llamados BRICS, que en 2011 representaban
cerca de 26% del PIB mundial, frente a 17% en 2000 [WEF, Competitiveness, 2012]. Su
población equivale a 40% de la población mundial; son responsables de 56% del crecimiento
mundial, frente a 9% del G7, y representan 17% de las exportaciones mundiales [Carrasco,
Molina y Orgaz, 2010].
Entre 2000 y 2010, las entradas totales de IED a ellos aumentaron tres veces, y las
salidas, 20 veces; la cima se alcanzó en 2008, cuando el grupo alcanzó 15% de las entradas
globales de IED y 8% de las salidas.
Algo muy positivo es que los bancos de desarrollo de algunos BRICS tienen gran
importancia en sus respectivos sistemas financieros nacionales. En 2010, los activos del Banco
de Desarrollo de Brasil, equivalían casi a 16% del PIB del país; los del Banco de Desarrollo de
China, a más de 13%. La cifra es mucho menor en otros países del grupo, revelando que existten
grandes diferencias entre ellos.
En general, los sistemas bancarios de los BRICS han soportado mejor la crisis que los
bancos de los países desarrollados, y tienen portafolios de activos de mejor calidad. Durante la
crisis, los bancos de desarrollo se involucraron en programas anticrisis, apoyando a sus
respectivas economías. Debido a la Gran Recesión, las grandes empresas y los gobiernos de los
BRICS no pudieron obtener fondos en los mercados globales de capital, pero sus bancos de
desarrollo, sí pudieron hacerlo y en condiciones favorables [Dmitriev, 2012].
Desde 2008, los BRIC plantearon revivir la idea de hacer del DEG un importante activo
de reserva e incluso estimular su uso por parte del sector privado; además, lo encuentran
adecuado para diversificar las reservas de manera ordenada y para mantener estable el valor de
éstas, reduciendo el riesgo que implicaría deshacerse rápidamente de activos en dólares. En
2011, insistieron en “modernizar” el SMI, haciéndolo menos dependiente del dólar; como tantos
otros países, los BRICS están preocupados de que los déficit comercial y fiscal de EUA
desemboquen en una gran depreciación del dólar. Cuestionan el “privilegio exorbitante”, político
y financiero de EUA, por ser el dólar la principal moneda de reserva internacional.
En su cumbre de Nueva Delhi (marzo de 2012), los presidentes de los bancos nacionales
de desarrollo de los BRICS firmaron un acuerdo marco para facilitar el comercio y las
inversiones en monedas locales, establecer líneas de crédito entre ellos y negociar en forma
bilateral la creación de mecanismos para realizar intercambios comerciales en sus propias
divisas. El uso de monedas locales, hará bajar los costos en divisas para los socios. Sin embargo,
la posibilidad de hacer liquidaciones en esas monedas se ve limitada por los inadecuados
sistemas regulatorios para los mercados en divisas de los BRICS, que promueven los pagos en
dólares o euros. Una mayor cooperación entre los bancos de desarrollo, la apertura de nuevas
líneas de crédito y el establecimiento de proyectos conjuntos de inversión bilaterales y
multilaterales, incrementará el uso de monedas nacionales en liquidaciones y préstamos.
[Dmitriev, 2012].
Los BRICS podrían crear un referente alternativo que se usara junto con el dólar y el
euro. Sería una moneda intangible integrada por cantidades establecidas de las monedas de los
cinco países; sería sólo unidad de cuenta en las transacciones entre ellos, pero los protegería ante
turbulencias monetarias. Una vez aceptada como unidad de cuenta, podrían emitirse bonos en
ella, como ocurre en la ASEAN [Gilman, 2012]. Una mayor cooperación en la toma de
decisiones económicas entre los BRICS y los restantes países emergentes y en desarrollo,
permitiría desafiar la toma unipolar de decisiones en el mundo, participar activamente en temas
monetarios internacionales y hacer oir su voz para reorientar la economía mundial hacia el
desarrollo.
En su Cumbre de Nueva Delhi, encomendaron a sus ministros de finanzas examinar la
posibilidad y viabilidad de establecer un banco de desarrollo que movilizara recursos destinados
a infraestructura y proyectos de desarrollo sostenible en los BRICS y otros países emergentes y
en desarrollo. Su capital inicial sería de 50 mmd (10 mmd por socio). La cantidad es exigua pues
equivale a mucho menos de 1% del PIB de China, pero ese banco aumentaría la cooperación y
sería una alternativa de financiamiento para los países en desarrollo.
Desde junio de 2012, los ministros de finanzas y banqueros centrales de los BRICS
exploran la posibilidad de crear una red de seguridad financiera mediante
un Acuerdo
Contingente de Reservas (ACR) que ayudaría a los países del bloque a enfrentar presiones de
liquidez a corto plazo, a proporcionar apoyo mutuo y a fortalecer la estabilidad financiera.
También fortalecería la red de seguridad financiera global y complementaría los acuerdos
internacionales existentes. Ese acuerdo contaría inicialmente con 100 mmd.
Para proteger a los países ante la volatilidad financiera y de la relación de intercambio, la
integración financiera debe articularse en torno a una Red de Seguridad Financiera para el
Desarrollo, que incluya mecanismos de financiamiento anticíclicos para la balanza de pagos y
movilice recursos para financiar el desarrollo productivo [Bárcena, 2013].
La actual arquitectura de gobernanza global está regulada por instituciones como el BM y
el FMI concebidas en circunstancias muy diferentes a las actuales y que además, siempre han
seguido los dictados de los grandes países. Para reconfigurar la economía global, se necesitan
nuevos modelos y enfoques hacia un desarrollo más equitativo y hacia un crecimiento global
inclusivo. Por ello los BRICS [2013] insisten en reformar las instituciones financieras
internacionales para hacerlas más representativas, de tal manera que reflejen el creciente peso de
los países emergentes. En la Cumbre de Nueva Delhi, también se alentó a las empresas de
propiedad estatal a explorar formas de cooperación entre ellas.
En la cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo sostenible (Río+20, junio de
2012), China y Brasil firmaron un acuerdo conforme al cual China puede pedir hasta 60
mmreales al banco central brasileño, y Brasil, hasta 190 mmrmb al Banco Popular de China, para
garantizar la fluidez en las liquidaciones de las operaciones de comercio si faltara liquidez a
nivel internacional [Rosales y Kuwayama, 2012]. Esto es un avance hacia la creación de un
bloque financiero entre los países emergentes que quieran depender menos de los países
avanzados y del dólar. Fuera de los BRICS, China ha firmado acuerdos similares con al menos
quince países. Aunque el monto de esos acuerdos es pequeño, familiariza a los bancos centrales
de otros países con instrumentos denominados en rmb.
Curiosamente Prasad y Ye [2012] afirman que a pesar del monto de las reservas
monetarias internacionales de China, del innegable ascenso del rmb en las finanzas y en el
comercio globales y de la dimensión de su economía lo fundamental para alcanzar el estatus de
moneda de reserva, es que los países emisores controlen la inflación y mantengan la
sostenibilidad de su deuda pública, para que el valor de la moneda no se erosione. Pero
precisamente los principales emisores de monedas de reserva (EUA, la eurozona, Japón y Reino
Unido), tienen grandes y crecientes deudas públicas.
En realidad, mientras mayor sea el peso de un país en los flujos comerciales globales, es
más probable que su moneda se use para facturar y liquidar operaciones comerciales. Además, en
el pasado reciente, China ha tenido una tasa de inflación relativamente estable, un moderado
nivel de deuda pública explícita y un pequeño déficit presupuestal gubernamental en
comparación con los emisores de monedas de reserva [Prasad y Ye, 2012].
El uso creciente del rmb fuera de China continental, demuestra que esa divisa inició ya su
internacionalización, entre otras cosas, porque “cuidadosamente” se han abierto grietas en los
controles al capital de ese país. Siendo así, las entradas brutas de capital aumentaron mucho en la
década pasada, reflejando el atractivo de China como destino para la inversión extranjera. Su
cuenta de capital se abre cada vez más en términos reales, pero sigue menos abierta que la de
países emisores de monedas de reserva. Un hecho importante fue el lanzamiento en abril de
2009, del Esquema (piloto) para la Liquidación del Comercio en rmb (RMB Trade Settlement
Scheme, RTSS), que permite a las empresas, en especial a las más grandes, canalizar sus fondos
entre China continental y Hong Kong, lo que ha promovido el uso transfronterizo del rmb.
[McCauley, 2011].
En 2004, se permitió a los residentes de Hong Kong, abrir allí cuentas de depósito en
rmb; a ello se suma la emisión de bonos en tal divisa. A mediados de 2010, se permitió a las
instituciones financieras de Hong Kong abrir cuentas denominadas en rmb. El volumen y el valor
de las transacciones de compensación interbancaria en esa moneda han crecido muchísimo,
llegando a más de 500 mmd en agosto de 2011.
Aunque apenas 0.1% de la deuda internacional se denomina en rmb, esa cifra crece con
rapidez, acorde con el propósito de internacionalizar tal divisa. China también está desarrollando
sus mercados accionarios. Tras las reformas de 2005, la capitalización del mercado creció 6
veces y el volumen de negociación más de diez.
El volumen de negociación en el mercado cambiario es un buen indicador del potencial
de una moneda como vehículo en el comercio transfronterizo de bienes y de activos financieros.
En 2010, el rmb representó menos de 1% del volumen de negociación en los mercados
cambiarios, pero eso subestima la realidad, pues como ya se dijo, China usa a Hong Kong, como
centro financiero para liquidar transacciones cambiarias, y en 2010, ese centro representó 5% del
volumen de negociación cambiaria global. Desde que inició la liquidación comercial en rmb,
subió a cerca de 8% del comercio total de China en bienes y servicios. El envío de fondos en rmb
para liquidaciones transfronterizas en Hong Kong, llegó a casi 25 mmd mensuales en 2011, más
del doble que el promedio de 2010. La emisión allí de bonos denominados en RMB (dim sum
bonds), se triplicó de 2007 a 2010 y llegó a casi 10 mmd en el segundo trimestre de 2011. Con
posterioridad esas emisiones bajaron, al deteriorarse el mercado global por la crisis de deuda en
la eurozona [Prasad y Ye, 2012].
A medida que crece el comercio con China, esa divisa empieza a aparecer en los
portafolios de divisas en un número creciente de bancos centrales, destacando los de Malasia,
Nigeria y Chile. Las tenencias de rmb no se contabilizan como reservas oficiales, por no ser
convertibles; a pesar de ello, los bancos centrales quieren rmb para protegerse de presiones sobre
la balanza de pagos. Es preciso insistir: la cuantía de esos movimientos es modesta pero indica
cambios que pueden hacer que el rmb desempeñe un importante papel en un futuro sistema
monetario internacional [Prasad y Ye, 2012].
Gary Smith, presidente de instituciones oficiales en BNP Paribas Investment Partners
estima que las tenencias actuales de rmb en los bancos centrales es cuando mucho de 0.5% (10.8
billones de dólares), pero calcula que en tres o cuatro años llegarán a 10% pues mientras China
crezca, cada vez se van a querer más rmb. De octubre a noviembre de 2012, los pagos
internacionales en esa moneda aumentaron 24%, pero representan tan sólo 0.56% del total global
(SWIFT).
A mediados de abril de 2012, China amplió de 0.5% a 1% la banda de flotación del
renminbi en relación al dólar, conforme a la idiosincrasia china de avanzar gradualmente hacia la
internacionalización del renminbi.
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