LA PLANTA FATAL escena en un acto dramaturgia de Wenceslao Maldonado1 sobre una idea de Rubén García2 para la velada Bernal, febrero 1954 1 Podría decir que éste fue mi exordio teatral. Había trabajado como actor precoz en las obritas de mi maestra Titita, en la escuela “La colmenita”, allá por los años 1946 y 1947. En el Colegio “Santa Isabel” de San Isidro tuve, en 1948, al maestro Mariano que siempre anduvo metido en un grupo teatral de exalumnos; eso a mí me había llamado poderosamente la atención. Pero para esa época sanisidrense nunca tuve ocasión de subirme a un escenario más que para recibir la bandera. Cuando llegué al seminario menor de Bernal, el 27 de diciembre de 1953, me hicieron la fama de que escribía (ya tenía esa veleidad) y era hijo de un abogado importante. Así me presentó a mis compañeros en las “buenas noches” el P. Cabrini, director de la casa. De modo que el ofrecimiento de Rubén García, por entonces estudiante de teología, que se integraba al aspirantado en el verano con otros (Jorge Casanova y Alberto Faraoni, por ejemplo), me llenó de entusiasmo. Por supuesto, el texto que escribí no era exactamente éste. Eran dos hojitas de cuaderno mal arrancadas que desaparecieron más tarde, aunque yo las guardé celosamente por un tiempo. Estoy seguro, sí, de ser fiel al espíritu de desenfado y de broma de aquel momento. 2 Rubén, muchos años después, vivió conmigo en San Justo, ya como profesor de Historia de la Iglesia, y más tarde, entre 1988 y 1989, en la comunidad de profesores del ISET, en la Editorial Don Bosco. Lamentablemente murió joven en 1990. Él trajo las idea de “la planta fatal”, a partir del equívoco entre la planta botánica y la planta del pie. Se trataba de un sketch muy simple, que lo elaboramos más con Juan Picca, mi compañero de aventuras teatrales, él como Kanz y yo como Kenz. A él se le ocurrió poner los nombres de casi todos los superiores del momento, como un chiste, especialmente Kunz, que era el “consejero” o encargado de disciplina temible de aquella época. 1 PERSONAJES: KANZ y KENZ, dos enanos mellizos aburridos. Kanz es ingenuo y acepta todo lo que le dice su hermano. Kenz, perverso, quiere apoderarse de la “Nekropontia mortalis”, la planta fatal, capaz de envenenar a quien la aspire. Se trata de una planta carnívora muy venenosa, con olor a carne podrida, que crece en la zona montañosa, aledaña del castillo del tío de los mellizos, el vizconde Arghimorius3, hermano de la madre Karpania4; el entregador será el estúpido Kunz, voluble y ligero de cascos, hijo único del mismo vizconde, que cree divertirse con la revolución que pretende realizar su primo Kenz. Éste, en efecto, quiere llegar a ser nombrado por el emperador Guglielmus II Caprinus5 preceptor del infante Grussorius6, delfín débil y caprichoso; y para esto Kenz debería aniquilar a su rival, el príncipe Alemán7. La “Nekropontia mortalis”sería el instrumento. KUNZ8, primo de ambos, es el entregador. Se ríe hasta el momento de morir acogotado por Kenz, creyendo que es una broma. ESCENARIO9: Casa de campaña en donde viven, bastante pobremente, los mellizos Kanz y Kenz. 3 Arghimorius era el P. Argimiro Moure, encargado de 5º. año de latín, más tarde obispo de Comodoro Rivadavia. 4 El nombre Karpania tenía que ver con Antonio Carpano, al que recién acababan de mandarnos como trienista y encargado de 4º. año de latín; iba a ser nuestro maestro. 5 El emperador Gugliemus II Caprinus era ni más ni menos que el director del aspirantado, el P. Guillermo Cabrini, en su último año de mandato, siempre muy divertido y sociable. 6 El delfín Grussorius era el P. Roberto Grosso, catequista del establecimiento quien, casi como una premonición de nuestra broma, lo sucedió al P. Cabrini en el cargo de director en 1955, melancólico y sin carisma, la cara opuesta de su antecesor. 7 El príncipe Alemán era el P. Miguel Ángel Alemán, encargado de 3º. de latín, quien sucedió al P. Kunz en su cargo de consejero de disciplina, y más tarde fue Obispo de Río Gallegos. 8 Kunz era, como dije, el P. Santiago Kunz, consejero de disciplina, temible desde donde se lo mirara, ya que tenía un porte seco, severo, aunque siempre muy amable. El chiste iba dirigido sobre todo a él, porque Kenz termina ahorcando a Kunz, que era casi lo que hubieran querido hacer todos los aspirantes. Por esta broma, me mandó llamar y con su fría amabilidad me aclaró que estaba muy mal lo que habíamos hecho, porque era una falta de respeto a los “superiores”, y yo, aspirante nuevo, lo tenía que saber de entrada para ponerme a tono con las modalidades del aspirantado. Por supuesto que no pude contestarle ni una palabra. Claro, era nuevo y todavía no conocía bien cómo eran las costumbres. Qué le habrá dicho a los otros nunca lo supe. El que hizo de Kunz no me acuerdo si fue Rabetino o Héctor Piaggio. Rabetino se dedicaba también a escribir diálogos y unos meses más tarde me hizo leer una obrita sobre el poeta desterrado de la república de Platón, que me provocó una enorme sorpresa y que le hubiera querido plagiar. Héctor, algunos años después, se recibió de profesor de literatura. 9 Aunque habíamos pedido con cierta insistencia hacer nuestro sketch en el escenario del teatrito adjunto a la iglesia parroquial de aquel entonces (esa iglesia se convirtió después en teatro propiamente dicho cuando pasó la parroquia al santuario de Ntra. Sra. de la Guardia, construido por el P. Luis Pedemonte), tuvimos que contentarnos con el patio, al pie del monumento de Domingo Savio; era costumbre de entonces hacer las veladas allí, con los bancos del comedor que se subían después de la cena y se ponían en círculo. Por eso, Héctor Piaggio, siempre muy ocurrente, en un concurso definió la velada como “carcajada redonda”. 2 ESCENA I10 KENZ: (terminando de redactar una carta, con una enorme pluma en un pergamino grande) “... y es por eso, querido tío, que no me queda más que avisarte, aunque sé que semejante noticia será un dolor inconsolable para tu corazón de padre. Pero es así, como te digo... Tu hijo, tu hijo único, tu hijo tan amado, tu hijo Kunz, está por cometer la traición más siniestra para con su padre, su padre único, su padre tan amado, nada menos que... el vizconde Arghimorius..., mi tío, mi tío único, mi tío tan amado, por la memoria de mi madre Karpania, tu hermana, tu hermana única... uh, no, no, mejor, tu hermana santa, tu hermana santísima, que está en la gloria, yo, yo, sobrino único..., no, no, somos dos, con el ingenuote de mi mellicito Kanz, es decir, ... yo, tu sobrino leal, tu sobrino fiel, tu sobrino..., tu sobrino..., bueno..., tu sobrino Kenz, lo juro. He dicho. Punto”. Ah, cómo cuesta escribir una carta. Pero, ánimo, ánimo. Ésta es la carta de las cartas. Jajaja. La carta de la victoria. Sí, eso, señores míos, veamos, dejen paso al preceptor del príncipe Grussorius, al sapientísimo Kenz. Jajaja. Eso, señores, eso mismo. Kenz ha vencido nada menos que al Príncipe Alemán. Lo ha aniquilado. Uh, no. Qué acabo de decir. Lo pensé, claro, claro. Sí, lo pensé. Y lo voy a hacer. Jajaja11. La planta fatal será la Nekropontia Mortalis, la venenosísima planta carnívora que tanto cuida mi pobre tío Arghimorius. Oh, sí, sí, me parece casi sentir el chirriar del carruaje de mi primo Kunz, el portador de esta deliciosa perversidad, de este monstruo de la naturaleza, ¡la planta fatal! En fin. Pierdo tiempo. Antes de que llegue Kunz. Sí, rápido esta carta debe volar casi a las manos de su padre, para que conozca la traición de su hijito, el voluble Kunz. ESCENA II 10 Debo confesar que, aunque escribí como pude este texto, el arreglo sobre todo con Juan Picca fue en el momento, y la escena salió divertida, más que nada, porque cada vez que decíamos un nombre alusivo remarcándolo, el público se reía casi con grosería y nos aplaudió sonoramente más de una vez. Era una manera que los aspirantes tenían de desquitarse de los “superiores”. Esto, sin duda, debe haber puesto en alerta al P. Kunz que, si no me equivoco, ni siquiera había estado; pero algún otro superior le debe haber ido con el chimento. Yo, novato, repetía los nombres con ingenuidad, animado sobre todo por la respuesta del público. 11 Creo que por mi forma de reírme con malignidad, confieso que no sé exactamente qué forma, me dieron muchas veces papeles de perverso. El P. Juan Morano, en especial, que era el genio teatral de entonces y del que tanto aprendí en actuación, me convocó muchas veces. Lo secundaba Carlos Forno, por ese entonces peluquero teatral del San Martín. 3 KENZ: (llamando) ¡Kanz! ¡Eh, Kanz! ¡Hermano Kanz!12 Pero dónde se habrá metido este imbécil... KANZ: (desde adentro) ¿Pero qué pasa? ¿No puedo ir al baño tranquilo? KENZ: Hermano, ¿estás en el baño de nuevo? Es increíble, este muchacho, Kanz, se pasa más de la mitad del día en el baño. Eh, Kanz, no me digas que sigue tu dolor de estómago... ¿Qué comiste? KANZ: Las mismas porquerías que has estado comiendo vos, esos guisos de cucaracha que nos hace el viejo Fíbrico13. Siento como si me anduvieran caminando por las tripas... KENZ: Y ya estoy percibiendo que las muy sinvergüenzas te están saliendo de las tripas, y caminando, caminando, van a llegar hasta aquí y nos van a llenar la casa de un olor insoportable. Hermano Kanz, por favor, es urgente, tengo una carta para el tío Arghimorius... KANZ: (Siempre desde adentro.) Si es tan urgente, que la lleve Fíbrico. O no te das cuenta que me duele el estómago. Cómo tengo que decirte... KENZ: Uau, afff, ya no tenés que decirme nada. Mirá si no me voy a dar cuenta... Es un dolor nauseabundo... Uafff... Te debe doler mucho el estómago.... Uau, ajjjj (Suena el rodaje de una carroza que se detiene a la puerta.) ESCENA III KUNZ: (llamando a la puerta, desde afuera) Primo Kenz, primo Kenz... ¿Hay alguien? Primo Kenz..., no hay tiempo que perder... Primo Kenz..., la planta... 12 Con Juan Picca, mi mellizo, hice muchas cosas en los años de formación, sobre todo en teatro y periodismo escolar. Fue el caso de nuestra revistita “Sembrando”, que nos obligó a cerrar el nuevo inspector de La Plata, don Felipe Salvetti, en 1958 con el maravilloso argumento de la Biblioteca de Alejandría: “todo lo que ponen allí o está en las Memorias Biográficas de Don Bosco o no; si está en las Memorias, no es necesario repetirlo, y si no está, no vale nada...”. Anteriormente hicimos “Fulgores”, de la que fuimos los fundadores, y que Juan imprimía todavía en polígrafo, entintándose hasta la coronilla. En teatro los dos preparamos el drama “Murió hace quince años” de José María Pemán, en 1955, yo en el papel del padre y Juan como el hijo; en 1956 la repetimos en el entonces Noviciado del Camino de Cintura. Cuando se abría el telón, en la primera escena, yo estaba con un cigarrillo encendido en la mano, como si fumara, lo que hizo pegar un brinco al Padre Maestro don Ambrosio Zappa. ¡Un novicio fumando públicamente! ¡Qué atrevimiento! Era una provocación divertida. Todo se aclaró enseguida cuando el Padre Maestro se convenció de que no había fumado... 13 Si mal no recuerdo, Juan Picca se corrigió después de nombrar a Fíbrico y dijo algo así como “quiero decir don Ángel”, en clarísima referencia al cocinero del aspirantado quien unos días atrás había hecho una comida explosiva (era una especie de puré de harina de arvejas, lleno de grumos intragables y que había producido una cagadera universal tanto entre los aspirantes como entre los “superiores” y “clérigos” (que eran los estudiantes de filosofía ya profesos salesianos). 4 KENZ: Puaj, ¡qué pestilencia! Hermanito Kanz, compórtate mejor que hay gente a la puerta... KANZ: (Siempre desde adentro.) Pero Kenz, ¿cómo tengo que decirte? M-e d-u-el-e e-l e-s-t-ó-m-á-g-o... KUNZ: Kanz, Kenz... abran, por favor... ¿No hay nadie? KENZ: Uauch, ajjj, este olor me marea, no soporto. ¡Kanz, por favor! KUNZ: ¡Eh, Kenz! KENZ: Sí, Kunz... KUNZ: ¡Abre! ¡La planta! ¡Es urgente! KENZ: ¡Ey, Kanz! ¡La carta! ¡Es urgente! KANZ: ¡No, Kenz! ¡Mi panza! ¡Es muy urgente! KENZ: Ajjj, nauseabundo..., insoportable... (Abre finalmente la puerta a Kunz.) Querido primo... disculpame esta situación... KUNZ: Parecería que en esta casa están todos sordos... (Riendo, entra con un canasto.) Bueno, al fin, queridos primos, los mellizos Kanz y Kenz completamente sordos... KENZ: Más que sordos te diría que con dolor de estómago. El viejo Fíbrico nos hace cada guiso. Te das cuenta que el olor... KUNZ: Pero, Kenz, el olor es de la planta. Aquí la traigo. ¡Cuidado! Hay que olerla de lejos. Es un perfume mortal... carne podrida..., carne muerta, cadáver, queridísimo Kenz. ¡Qué divertido! Es una planta carnívora, la planta fatal. ¡Cómo me divierte! KENZ: Sí, realmente un olor mortal... Me corro un poco... Ajjj, otro olor mortal. Me siento perseguido por dos olores mortales, de aquí y de allá... KUNZ: Primo, conviene que deje esto en algún lugar, a ver, aquí, sobre la mesa. Sí, ¡qué divertido! KENZ: ¡No! (reacciona pensando en la carta), sobre la mesa no. Mejor... KANZ: (desde adentro) Eh, Kenz, ¿qué pasa por allí? Enseguida estoy para llevarte la carta... 5 KENZ: Tranquilo, Kanz... KANZ: ¿Pero no estabas tan apurado con esa carta para el tío Arghimorius? KENZ: Acaba de llegar el primo Kunz. KANZ: ¡Estupendo! ¡Se la llevará él mismo entonces! KUNZ: (se ha ido acercando y lee la carta de reojo) Pero ¿qué dice esta carta aquí? ¡Una barbaridad! Kenz, me estás acusando de traición ante mi padre. ¡Canalla! (Se abalanza contra Kenz.) Ya me sospechaba que eras el más falso de los conspiradores. ¡La planta no será tuya! KENZ: ¡La planta será mía, imbécil! (Luchan) KUNZ: Claro que sí, la planta va a ser tuya y vas a ser el primero en probar su eficacia. Qué divertido... (Se ríe. Intenta agarrar el canasto, pero Kenz se le tira encima, logrando aferrarlo por el cuello). KENZ: ¡Vamos, primo! Seguite riendo, que esto es divertidísimo. Así, vamos, más risa, más, más, así, así (Lo estrangula. Kunz estira la pata. El canasto se vuelca y cae la planta al piso). Creo que ya se te terminaron las ganas de reír, imbécil. Ajjj, esto es insoportable. Me muero con este olor. ¡Fíbrico! ¡Fíbrico, por favor! ¡Fíbrico! ¡Necesito una mano! Ajjjj, Fíbrico, ¿dónde te metiste, Fíbrico? (Sale.) ESCENA V KANZ: (entra a escena mientras se va arreglando los pantalones.) Eh, pero qué tanto escándalo. Ya no se puede comer siquiera un rico guiso de cucarachas, uhmmm, pero este olor... no, no es el guiso. Este olor, uhmmm, tremendo, carne podrida. Ah, sí, allí, allí hay..., ¡hay un cadáver! ¡Kenz! ¡qué pasa, Kenz! Ah, pero éste es el cuerpo de nuestro primo Kunz. ¡Kenz! ¡Kenz! ¿Qué le pasa a Kunz? ¡Keeeenz! (Se acerca al cadáver.) ¡Pobrecito, Kunz! ¿Le habrá pasado algo? No, pero este olor no es de Kunz. ¡Kenz! Dónde se habrá metido este muchacho. No, no, yo no tengo la culpa, eh... Sí, ya siento, huelo, huelo, esta planta, esta planta es la culpable. ¿Y esta porquería tiene tanto olor? Uhmm, qué asco. A destruirla, a destruirla... (Comienza a pisotearla frenéticamente) así, asquerosa, haciéndonos creer que la culpa es nuestra, de este pobre primo que está muerto, mi alma; la culpa mía, el guiso, así, así, el dolor de estómago, las cucarachas, tan ricas, así, así, como si fuera nuestra culpa.(Resopla agotado por el esfuerzo.) Bueno, lo mejor es meter lo que queda de esta inmundicia en el canasto. A ver, envolvemos esta asquerosidad en el pergamino (utiliza la carta), así, y después así, y 6 saquemos esto de aquí, bien lejos..., que no se sienta el olor... (Cuando va a salir, entra Kenz, agitadísimo.) ESCENA V KENZ: ¿A dónde te estás yendo con ese canasto? Ayudame... Lo primero que hay que hacer es sacar este cuerpo de aquí. KANZ: Pero por favor, Kenz, el asunto no es el cuerpo. Ya me di cuenta, pobre fiambre de nuestro primo. El olor es de esta porquería que hay que tirar cuanto antes. KENZ: (sospechando) ¿De qué porquería me estás hablando? KANZ: De esa planta asquerosa con olor a carne podrida que estaba tirada al lado de la mesa. KENZ: ¿La planta fatal? ¡Animal! ¡Animal! (Lo zamarrea furioso.) KANZ: ¿La planta fatal? ¿De qué planta fatal me estás hablando? KENZ: ¡La planta fatal! ¡Imbécil! La “nekropontia mortalis”, pedazo de estúpido (Lo sigue zamarreando.) KANZ: ¡Basta! ¡basta! Me vas a terminar matando como al primo Kunz... KENZ: Es lo que te merecés, inservible, por haberme pisoteado a la nekropontia, la planta fatal, el arma de guerra más mortífera... KANZ: Basta, terminala de una vez... ¿qué te creés que soy? (Logra zafarse del hermano) El arma de guerra más mortífera, en todo caso, debe haber sido ésta (Se señala el propio pie), mi propia planta fatal. KENZ: ¡Idiota! ¡Imbécil! No podía tener un hermano más estúpido que mi propio mellizo. KANZ: Sí, sí, ¡ésta es la planta fatal! ¡Y te la voy a hacer probar! Tomá... (Lo ataca a patadas). ¡No hay más fatal que esta! Y bien fatal, para que aprendas..., tomá, tomá... KENZ: ¡Ay, estúpido! ¡Ay, ay! ¡imbécil! ¡Idiota! ¡Ay, ay! 7 FIN 8