Francisco de Quevedo. Luis de Góngora. Lope de Vega

Anuncio
POESÍA DEL BARROCO (S. XVII)
Las epidemias, las guerras y las crisis económicas diezmaron la población española, que baja hasta los 8
millones (tal vez seis) de habitantes. El centro peninsular pierde su valor económico, que pasa a la periferia.
La introducción de nuevo cultivos (maíz, patata) no alivió la agricultura, de muy bajo rendimiento. El
comercio con América declinó. Se exportan materias primas, y se importan manufacturas.
Sin embargo, esta centuria es el segundo Siglo de Oro de nuestra cultura, que transcurre entre la muerte de
Cervantes (1616) y la de Calderón (1681).
Durante el siglo XVII triunfa en España el movimiento cultural denominado Barroco. Según muchos críticos,
este se produce como consecuencia de la Contrarreforma y del Concilio de Trento.
El barroco supone, en muchos aspectos, una vuelta a actitudes medievales. Lo natural y lo sobrenatural, que el
Renacimiento había separado, vuelven a confundirse. La inquisición vigila toda explicación de la Naturaleza o
del hombre que no tenga en cuenta la directa acción divina. Cesan, prácticamente, en España la investigación
científica y la filosofía racional que apuntaban con el Renacimiento, y se impide el pernicioso contacto con
Europa. La religiosidad es, muchas veces, suplantada por la superstición, y florecen los supuestos milagros.
Contrarreforma
Recibe el nombre de Contrarreforma o Reforma Católica al movimiento del catolicismo que se da en el
mismo siglo reformista −el XVI− con un doble objetivo: corregir las fallas que la Iglesia Católica adolecía y
que habían sido causa principal de la Reforma y hacer frente a ésta para detenerla en su avance o recuperar
países conquistados por ella.
Se manifiesta básicamente en tres aspectos: la reimplantación de los tribunales de la Inquisición, la creación
de la Compañía de Jesús como orden religiosa modelo y la reunión del Concilio Ecuménico de Trento.
El desengaño
A causa del clima de malestar el Barroco tiene en su centro la idea del desengaño. Tal sentimiento denuncia
una crisis del idealismo renacentista.
El renacimiento supuso una decidida confianza en el hombre, un entusiasmo ante la Naturaleza y unos
ilusionados anhelos de vivir. El mundo podía ser organizado armónica y racionalmente. A estos sentires
correspondía un claro idealismo.
Las raíces históricas del desengaño viene por que mostraba a los hombres la distancia cada vez mayor que
había entre los ideales y las realidades concretas; cada vez menos sitios para ilusiones. La crisis del idealismo
renacentista es, pues, el hundimiento de aquellas ilusiones, de aquellos anhelos de vivir. Por eso, hoy vemos
en el Barroco, y en su desengaño, un vitalismo frustrado.
La temática del desengaño
El desengaño barroco supone una radical desvalorización del mundo y de la vida humana.
• El mundo carece de valor. No es ya un cosmos (orden), sino un caos (desorden.
• La vida es contradicción y lucha. Lucha del hombre consigo mismo, presa de contradicciones, y lucha con
los demás hombres.
1
• La vida es breve, fugitiva. Todo cambia, todo huye. De ahí la obsesión por el Tiempo, que pasa
destruyéndolo todo (es frecuente el tema de las ruinas)
• La vida carece de consistencia. Tal inconsistencia se muestra en el divorcio entre apariencia y realidad
(tema capital del Barroco), nada es lo que parece.
• En fin, vivir es ir muriendo. La vida es un extraño vacío que la muerte ocupa.
La lengua literaria. El estilo Barroco
También el estilo literario responde al derrumbamiento del equilibrio renacentista. El Barroco, siguiendo los
pasos del Manierismo (Herrera), somete el estilo a una intensa elaboración.
• Rasgo esencial es el frenesí por exprimir las posibilidades del lenguaje, doblegándolo a las más
variadas intenciones: expresar la íntima desazón o dar salida a las chanzas más desenfadadas;
desenmascarar la realidad o, al contrario, alejarnos de ella por caminos de insólita belleza
• En unos y otros casos, el repertorio de audacias verbales es amplísimo y se logran efectos antes
insospechados: creaciones de palabras, juegos fonéticos, retorcimientos sintácticos, antítesis,
paradojas, metáforas insólitas...
• La impresión dominante es, unas veces, de profundidad; otras, de artificio o de oscuridad.
• En el fondo de estas tendencias estilísticas se percibirá a menudo el peculiar talante psicológico del
escritor barroco: podría afirmarse que los tiempos difíciles suelen producir formas retorcidas y
desasosegadas. Pero, además, es ley continuamente observable que, cuando los escritores gozan de
menor libertad para expresarse, se compensan tales limitaciones con un aumento de los artificios de
estilo y una tendencia a lo difícil y oscuro.
Conceptismo y culteranismo
Se manifiestan tanto en prosa como en verso: Góngora es el más eminente escritor culterano y Quevedo el
maestro de los conceptistas. Ambos se aborrecieron.
El culteranismo y el conceptismo rompen el equilibrio clásico entre forma y contenido. Pero lo hacen de
forma diferente.
• Culteranismo o Gongorismo: Altera aquel equilibrio haciendo que la expresión se desarrolle a
expensas del contenido. Este suele ser mínimo, pero se expone con un estilo suntuoso, abundante en
metáforas, latinismos, voces sonoras, retorcimientos gramaticales (hipérbatos) y alardes de saber
mitológico. El resultado, en los aciertos, es de gran belleza formal.
• El conceptismo, al contrario, hace que el contenido sea muy denso, complicado, y que la forma resulte
condensada. Procura que las palabras signifiquen dos o más cosas a la vez. El resultado suele admirar
por su ingenio. Preocupa sobretodo el contenido, y el ideal es decir mucho en pocas palabras. De ahí,
los dobles sentidos, las paradojas... La ornamentación es mínima: el léxico llano, pero sometido a
asociaciones inesperadas ; en sintaxis, se prefiere la frase cortada, con tendencia al laconismo. En
suma, densidad expresiva.
Luis de Góngora
(1561 en Córdoba−1627) es, como sabemos, el adalid del culteranismo.
El carácter desabrido de Góngora, su incisividad satírica y la arrogancia con que se comportó como artista, le
2
originaron abundantes enemistades. La más resonantes fue la de Quevedo, tan agresivo como él, que
profesaba un estética diferente (el coneptismo).
En la poesía de Góngora se advierten dos épocas:
• Anterior a 1610 (la de príncipe de la luz), sus rasgos culteranos son mucho menores. Esta primera época fue
siempre fue elogiada por la crítica
• Posteior a 1610 (príncipe de las tinieblas) A partir de esta época se acentúa grandemente su hermetismo. La
crítica rechazó como abominable esta época, que fue rescatada al celebrarse el tercer centenario de Góngora
(1927) por los jóvenes poetas de la generación del 27.
A parte de dos comedias poco relevantes, la obra de Góngora es exclusivamente lírica. Escribe poesía
religiosa y sobre todo profana, y emplea las estrofas de aquel momento, en versos cortos o largos: romances,
romancillos, redondillas, sonetos, tercetos, silvas, octavas, etc.
Su inspiración se orienta hacia dos polos opuestos: humorístico o burlesco, por un lado, y de refinada
idealización, por otro. Ambas direcciones se entremezclan en obras fundamentales como la Fábula de Píramo
y Tisbe. Sus obras maestras son además los poemas Soledades y Fábula de Polifemo y Galatea, en que nuestra
lengua alcanza un punto máximo de esplendor formal.
Lope de Vega
Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid. Aunque su dedicación principal fue el teatro, cultivó todos los
géneros de su tiempo, con la única excepción importante de novela picaresca. Y así escribió obras líricas,
épicas y dramáticas.
La lírica de Lope es muy rica y variada. Aparece:
• Intercalada en obras dramáticas o novelescas; y
• constituyen libros, como las Rimas, Rimas Sacras y Rimas Humanas y divinas del licenciado Tomé
de Burguillos.
Su inspiración es, por tanto, religiosa (y alcanza entonces cimas de espiritualidad dignas de los místicos del
siglo anterior) y profana.
Los temas, en ambas vertientes, proceden de una fuerte motivación autobiográfica . Sus versos, a veces, eran
crónicas poco disimuladas de sus amoríos.
Maestro en todos los metros, son admirables sus romances (Hortelano era Belardo), sus sonetos (Suelta mi
manso, mayoral extraño) y sus poemillas de inspiración popular.
Obras épicas
En Italia, dos grandes poetas épicos renacentistas, Arioste y Tasso, habían escrito dos grandes poemas,
admirados en toda Europa. Imitándolos, Lope escribe La hermosura de Angélica y La Jerusalén conquistada
en endecasílabos.
Importante poemas épicos son también: La Dragontea, El Isidro, La Gatomaquia.
Francisco de Quevedo
Francisco de Quevedo y Villegas, nació en Madrid (1580).
3
La imagen que suele tenerse de Quevedo es la de un escritor chocarrero y procaz. Pero, aunque es cierto que
escribió cosas de ese jaez, se le hace notoria injusticia al no reconocer que, además, es uno de los más grandes
escritores españoles, como lírico, escritor político y severo moralista.
Como en Góngora, se da en él una disociación chocante entre el sarcasmo (desengañado, amargo) y la
hondura (superior a la de Góngora) poética y de pensamiento.
Obras
Compuso
• Abundantes poesías, serias o burlescas, que aparecieron póstumas en el libro Parnaso español (1648)
• Una novela picaresca: Vida del Buscón
• Sueños (en prosa, satírico−burlesco): Las zahúrdas de Plutón, El mundo por dentro, etc.
• Una fantasía satírico−moral La hora de todos y Fortunata con seso
• Obras ascéticas: La cuna y la sepultura
• Obras políticas: Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás; y el Marco Bruto
Como sabemos, Quevedo es ápice del conceptismo barroco. Este estilo procede a una gran condensación del
pensamiento, y elabora conceptos (es decir, correspondencias y aproximaciones entre objetos muy diferentes)
con un lenguaje aparentemente llano
El pesimismo acerca del hombre, la desconfianza hacia él, un cierto rencor contra la vida, característicos del
siglo barroco, son comunes a Góngora, Quevedo, Calderón y Gracián, junto con una tendencia a la misoginia
o aborrecimiento del amor y de la mujer. Lope de Vega poco se pareció a ellos.
4
Descargar