El peso de la deuda externa - Encuentro Nacional de Docentes

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Jubileo de los Docentes Universitarios
II Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos
Comisión 209 – La Deuda Externa
LA DEUDA EXTERNA Y LOS CATÓLICOS
Por Lic. Facundo Etchebehere1
El propósito es reflexionar sobre la deuda externa argentina, la preocupación
de las autoridades de la Iglesia y las diferentes opiniones técnicas de los mismos
católicos. Dialogar con humildad, con total honestidad intelectual, intentando integrar
el lenguaje técnico con el del evangelio, es decir la razón con la fe.
El tema central es la deuda lícita y voluntariamente adquirida. La otra es
objeto de la justicia penal. El tratamiento de la deuda externa argentina, mostró en
los medios de comunicación posiciones diferentes entre los integrantes de la
comunidad católica.
Creemos que la causa es la falta de información, debate y aporte de los
profesionales católicos de soluciones a la problemática económica para acercarnos
al cumplimiento de los valores de la Doctrina Social de la Iglesia. El plano técnico es
el que tiene una deuda pendiente con la integración del saber.
LA DEUDA EXTERNA Y LOS CATÓLICOS
1. Los Medios
“El perdón o la refinanciación generosa de la deuda externa del Tercer Mundo que
propicia el Papa genera un creciente debate de los medios católicos del país”
“Varios obispos tuvieron gestos y declaraciones en favor pero sus economistas
advierten sobre el riesgo” “ACDE, que reúne a empresarios, entre ellos algunos que
pertenecen a los principales grupos económicos del país, y a profesores de
universidades católicas, desplegó una ofensiva para pedir a la jerarquía eclesiástica
que no insista con esa posición” (Títulos de julio de 2000.)
2. La Doctrina Social
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La Doctrina Social de la Iglesia elabora las líneas directrices para solucionar o al
menos morigerar los problemas que aquejan a las sociedades temporales.
¿La Iglesia debe ocuparse de la deuda externa? Sí, así como debe ocuparse de
la deuda interna, la droga, la vida, la muerte, la pobreza, la corrupción, etc. “La
misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o
social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero es precisamente de esta
misión religiosa que derivan sus funciones. Su misión implica la defensa y la
promoción de la dignidad de los derechos fundamentales de la persona humana”2
1
Licenciado en Economía UCA. Profesor Asistente de Economía Argentina (Cs. Sociales y
Económicas) y Principios de Macroeconomía (Cs. Políticas). UCA. Documento de Trabajo grupal
realizado para su discusión a nivel académico.
2 Concilio Vaticano II.
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Los padres sinodales han manifestado su preocupación por la deuda externa que
afecta a muchas naciones. Buscaron llamar la atención de la opinión pública
sobre la compleja responsabilidad sobre la deuda, frecuentemente fruto de la
corrupción y de la mala administración.
En el espíritu de la reflexión sinodal, este reconocimiento no pretende concentrar
en un solo polo las responsabilidades de un fenómeno cuyo origen es
sumamente complejo, al igual que sus soluciones. En efecto, entre las múltiples
causas que han llevado a una deuda externa abrumadora deben señalarse no
solo los elevados intereses, fruto de políticas financieras especulativas, sino
también la irresponsabilidad de algunos gobernantes que, al contraer la deuda,
no reflexionaron suficientemente sobre las posibilidades reales de pago, con el
agravante de que sumas obtenidas mediante préstamos internacionales se han
destinado a veces al enriquecimiento de personas particulares, en lugar de ser
dedicadas a sostener los cambios necesarios para el desarrollo del país.
La gravedad de la situación es aun más comprensible si se tiene en cuenta que
el mero pago de los intereses es un peso sobre la economía de las naciones
pobres que quita a las autoridades la disponibilidad del dinero necesario para el
desarrollo social, la educación, la sanidad y la institución de un fondo para crear
trabajo.
La comunidad internacional debe crear las condiciones para la resolución de
problemas concretos como la pobreza y la deuda exterior de los países más
pobres. Las naciones comparten la necesidad de un mejor orden internacional,
pero para ello es necesario que haya una transferencia de créditos e
inversiones desde los países desarrollados.
Este escenario requiere revisar algunos mecanismos económicos, financieros y
sociales para superar rígidas situaciones de riqueza de unos y pobreza de otros.
La cooperación para el desarrollo de todo el hombre y de cada hombre es un
deber de todos para con todos y debe ser común a todo el mundo. El desarrollo
auténtico sólo se logrará si reconocemos su carácter moral, respetando los
derechos del hombre y de los pueblos.
3. La realidad económica y financiera
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Se considera que unos 160 países poseen un nivel de desarrollo medio y bajo,
entre los que se incluyen países pobres sumamente endeudados. La deuda de
estos 160 países asciende a más de 2 billones y medio de dólares, cifra
equivalente a 100 años de exportaciones argentinas. En el otro extremo de la
escala, unos 45 países están catalogados como de alto desarrollo humano3.
Las siete naciones más ricas del mundo (Estados Unidos, Francia, Alemania,
Gran Bretaña, Italia, Japón y Canadá) condonaron a los 36 estados más pobres
del planeta 40% de la deuda, lo que equivale a uno 70.000 millones de dólares.
La medida benefició a países de Latinoamérica, Asia y en su mayoría de África.
Entre las naciones latinoamericanas beneficiadas se encuentran Bolivia y
Nicaragua4, que verán reducido el monto adeudado a los países más ricos.
Según explicó el canciller alemán Schroeder, se trataba de dinero que no se
PNUD, Informe sobre el Desarrollo Humano. Naciones Unidas, 1999.
Colonia, Alemania, 18.06.99.
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podría cobrar, en gran parte créditos de larga data otorgados a países tan pobres
que evidentemente nunca tendrían el dinero suficiente para pagar.
Brasil, México y Argentina, que figuran entre los más endeudados del mundo, no
se vieron beneficiados con ninguna quita. ¿Por qué? La respuesta es que
existen más de 100 países en situaciones más desfavorables que las de estos
países. En el Índice sobre el Desarrollo Humano la Argentina ocupa el puesto 39
sobre un total de 200 países5. La Argentina sigue siendo uno de los mejores
países del sur en términos relativos, de modo que no se la considera un país
pobre sumamente endeudado.
Es cierto que el porcentaje de intereses de la deuda pública bruta nacional
(externa e interna, sin incluir a la de las provincias) creció sostenidamente hasta
alcanzar en la actualidad 20% del gasto público nacional. Pero un solo indicador
no es suficiente para cambiar la categorización y además no sería conveniente
para nuestro país. Además, es fundamental identificar los determinantes de la
deuda, el rol del crédito en el sistema económico y las alternativas consecuentes.
Si consideramos la deuda bruta y el pago de sus intereses respecto al total de
bienes y servicios producidos encontraremos países como Canadá, Estados
Unidos, España, Bélgica, Grecia, Italia, Holanda y otros más con altos
porcentajes. No podemos decir que son pobres. Estos países con mayor
desarrollo relativo que nosotros, utilizan el crédito como una alternativa positiva
para su crecimiento.
Son tomadores de crédito en condiciones mejores que otros países pobres,
porque su posibilidad de pago es mayor. Los países pobres – desde el punto de
vista económico – no logran esta categoría como consecuencia del crédito
recibido. Todo lo contrario, por ser pobres (estructuras productivas e instituciones
deficientes) tienen limitado el acceso al crédito voluntario y siempre con costos
mayores.
Es cierto, en cambio, que tenemos fuertes desigualdades internas. La Capital
Federal tiene 25.000 dólares per cápita de ingreso promedio anual, mientras que
en el norte del país se aproxima a los 2.500 dólares per cápita promedio anual.
En el interior mismo de esas provincias encontramos familias con más de 15.000
dólares per cápita y otras con 1.000 dólares per cápita ó menos de ingreso
promedio por año, que equivale a 3 dólares por día. Éste es un tema argentino.
Incluso en la discusión por la nueva ley de coparticipación federal de impuestos,
hay propuestas que incluyen que cada jurisdicción viva con lo que recauda. ¿Qué
pensamos? Este es un tema en el que también los docentes universitarios
católicos debemos emitir opinión responsable.
4. El enfoque tecno-económico
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Cuando se habla de “deuda” es necesario referirse al proceso que esto implica
en el sistema económico vigente. La abstención de consumo presente con el
propósito de generar mayor consumo futuro ocasiona ahorro financiero. Un
ejemplo concreto: las normas obligan a no consumir todo el ingreso, pues una
parte debe ahorrarse y depositarse en el sistema previsional público o privado
(Estado, AFJP o Fondos Institucionales). El sistema de previsión lo que intenta
es que el ahorro en la edad activa permita solventar el consumo en la edad
PNUD, Informe sobre el Desarrollo Humano. Naciones Unidas, 1999.
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pasiva. Esta transferencia es onerosa. Se pretende que del uso productivo y la
renta generada por las unidades productivas, una parte compense en el futuro mi
sacrificio presente.
Este ahorro-dinero o poder de compra se transfiere onerosamente a otros sujetos
públicos y privados, para que puedan desarrollar sus emprendimientos, y a otros
destinos. La transferencia no onerosa no se incluye en la categoría de crédito.
Pero es la que más debiéramos conocer los católicos: donaciones, solidaridad,
caridad, ayuda, etc.
Ahora bien, ¿es esta transferencia (crédito) algo negativo? La respuesta es no.
“La función del crédito en una sociedad simple resulta notablemente igualitaria.
Permite al hombre enérgico y sin dinero participar en la economía, más o menos
a la par del que tiene capital propio. Y cuanto más accidentales sean las
condiciones en que se otorga el crédito y más pobres los que lo reciben, más
igualitario es el crédito”6 En este sentido, notemos que ha sido un instrumento de
las revoluciones, incluso la francesa.
Sin duda, esta transferencia igualitaria favorece las oportunidades de la persona.
Observemos, por ejemplo, lo que sucede cuando se otorga, en nuestras
Universidades, un crédito de honor a los alumnos.
El crédito –considerado en la actualidad un activo por sus características– hace
de puente entre transferencias de propiedad. El que recibe el ahorro7 puede
acceder a la adquisición de otros bienes a los que no podría acceder con capital
propio. Pero, deben existir condiciones responsables y actitudes honestas tanto
del tomador como de la contraparte. En este mismo momento, los sujetos
públicos y privados estamos demandando y ofreciendo crédito, pero es esto lo
que origina las deudas. ¿Qué hacer entonces? Algunos son tomadores de
crédito, otros no.
La institución del crédito está más impulsada en los países desarrollados, de lo
que podemos deducir que es causa de su crecimiento8. No equivocarse, la
mayor proporción de los créditos está concentrada en los países de mayor
desarrollo relativo.
El préstamo no resuelve los problemas estructurales de los países pero
disminuye los costos sociales que resultan de tener que ajustar la economía sólo
en las variables internas. Cuando no existe financiamiento, cae la producción, el
empleo, los ingresos, etc.9
6
Galbraith, John Kenneth, El Dinero (Money). 1975.
Cuando hablamos de “ahorro” suponemos que es fruto del trabajo y de actividades lícitas (habría
que agregar “actividades lícitas honestas”, aunque no siempre coinciden).
8 Ello se explica de la siguiente manera. La abstención de consumo presente en favor de un mayor
consumo futuro genera ahorro, que se transfiere y se transforma en crédito (por lo tanto, vemos que
el crédito es la contrapartida del ahorro). Este crédito, como financiamiento para la inversión,
incrementa la capacidad productiva en los países desarrollados y genera crecimiento. A los países
pobres, en cambio, les falta crédito porque no pueden ahorrar, y en consecuencia carecen de
capacidad de pago; necesitan transferencias o donaciones, según el modelo capitalista.
9 Observemos por ejemplo lo que sucede ante un desequilibrio en el sector externo. Para hacer el
ajuste estructural, habría que ajustar hacia abajo el nivel de actividad, de empleo y de ingresos. El
costo social sería altísimo. Si se dispone de ahorro externo (crédito), se puede realizar el ajuste en un
período adecuado, evitando los altos costos que implicaría hacerlo sin financiamiento.
Si esto le ocurriera a una familia, tendría que cambiar todas sus pertenencias. El costo que debería
afrontar ante la ausencia de crédito sería mayor, casi violento; en lugar de vender su casa debería
rematarla. En cambio, si se le otorgara crédito para transformar su economía en una más chica, el
costo disminuiría.
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Cuando se habla de financiamiento se debe distinguir entre fondos que no
generan endeudamiento, como las transferencias unilaterales y las inversiones
directas, y aquellos que sí generan endeudamiento, como la financiación pública
o privada. Por ejemplo, hoy es Japón quien asiste con mayores donaciones de
ayuda a Vietnam.
¿Quiénes son los demandantes de crédito externo? Sector público y privado
¿Para qué? En el caso del primero para financiar el déficit de las cuentas
públicas. Este se origina por insuficiente recaudación o exceso de gastos o
incluso para financiar corrupción. En nuestro caso el nivel de evasión, según la
información disponible oscila entre 30 y 40% de la recaudación. Si además
sumamos la transferencia de ahorro interno hacia el exterior de los argentinos,
las cifras son sorprendentes. Según algunos cálculos privados, si se declararan
las propiedades inmobiliarias de argentinos en el resto del mundo, se duplicaría
el impuesto inmobiliario. Es decir, que una de las causas del déficit efectivo de
nuestro país son la evasión y las transferencias al exterior. Luego el crecimiento
de la tasa de interés, pero que está ligado al servicio y no al origen. Los
argentinos con capacidad contributiva no tenemos una actitud de realizar
mayores transferencias voluntarias (créditos) o compulsivas (impuestos) al
Estado. En el segundo, para reconvertir su capital o para desarrollar sus planes
de inversión en condiciones más favorables que el endeudamiento interno.
¿Quiénes son los oferentes de créditos? Sujetos públicos y privados. Entre los
primeros se encuentran: los gobiernos, que utilizan recursos de sus
contribuyentes; los organismos internacionales de crédito, constituidos por
países que realizan aportes o los toman en el mercado; los fondos institucionales
que administran el ahorro de todos los que trabajan y aportan para su futuro; y
los bancos.
Hasta la crisis de la deuda del ’82, los acreedores principales de los países en
desarrollo eran los bancos. Hoy, en cambio, los acreedores son integrantes del
mercado en el cual participan activamente los fondos institucionales. Ejemplo:
por ley, desde 1994 las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones
en la Argentina han captado ahorro por más de 16 mil millones de dólares.
¿Quiénes tienen ese dinero? El gobierno, en un 50%, luego los bancos, las
empresas en sus capitales, títulos de otros Estados, etc. ¿Qué pasaría si no se
honrara esta deuda aquí en la Argentina o en cualquier país? Hay diversas
respuestas.
Debemos señalar que la estructura del sistema financiero ha cambiado. El
financiamiento macroeconómico de la economía es diferente del de la última
crisis de la deuda. El sistema financiero es hoy impersonal; cualquiera de
nosotros que haga aportes ignora dónde están invertidos y qué pasará con ellos
en el futuro. Este mecanismo se basa en la confianza, atributo esencial del
dinero.
Es fundamental conocer la diferencia con la estructura de endeudamiento de la
década anterior. Una de ellas es el incremento del porcentaje de instrumentos de
deuda que son bonos o letras que cotizan en mercados secundarios respecto a
otros instrumentos clásicos, como eran las deudas con bancos. Existen pocas
posibilidades de abrir negociaciones con representantes de los acreedores. En la
actualidad los bonos se aproximan a 70% de la deuda total. En 1989 su
participación sólo alcanzaba a 8,7%.
5
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Los preceptos clásicos de la hacienda pública decían que la deuda pública es
una carga que corrompe totalmente. En cambio la hacienda pública moderna
utiliza la política fiscal como instrumento para la política económica. El déficit
implica pedir prestado para pagar.
5. Conclusión
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Como católicos, la Ética Social rige nuestro accionar. Somos los primeros
obligados a cumplirla. Las autoridades de la Iglesia deben preocuparse por todos
los problemas que atañen a la perfección humana y cristiana de todos los
hombres, conforme a su destino eterno. Por ello hacen un llamado permanente a
la caridad y la solidaridad de todos nosotros y de todos los pueblos: la
solidaridad no es un llamado impersonal, sino que apela a cada uno de nosotros,
los católicos, para que reconsideremos nuestras acciones económicas.
Esta transferencia y sus remuneraciones no tienen nada que ver con la usura
que se condena en el Evangelio. Cuando se produce una transferencia de poder
de compra hay una renuncia a percibir ingresos (activos remunerados) o a
incrementar el bienestar. Quien la recibe la aplica a la generación del sistema
productor de bienes.
El crédito –transferencia onerosa– no es una institución perversa.
“Prestar sin esperar nada a cambio”10. Lo podemos hacer y nuestro Evangelio así
lo propone. El católico que realiza un depósito en un banco permite al banco que
preste esa suma a otra persona (el prójimo), quien a su vez debe pagar intereses
al banco por el crédito recibido. En definitiva, son estos intereses quienes pagan
los que el banco otorga a la primera persona. ¿Cómo resolvemos esta situación?
Debemos ser prudentes en los juicios. El tema moral para el católico, debería
residir en no aprovecharse de la necesidad ajena.
En el caso preciso de la deuda externa, la actitud solidaria consiste en
reconsiderar las condiciones de financiamiento y transferir a los países
más pobres recursos que no generen endeudamiento. La Iglesia debe inducir
esta postura e intentar que se concrete, porque es posible en el actual contexto.
La decisión dependerá de aquellos que tienen la capacidad para hacerlo, es
decir, los países más ricos, cuyo sacrificio será menor comparado con el
bienestar que provocarán. Además, las deudas principales de los países pobres
son préstamos de organismos internacionales; la cruda realidad del capitalismo
es que en el escenario interno o internacional el mercado especulativo no presta
a los pobres.
Lo que no es conveniente, desde el perfil económico, es proponer que no se
paguen las deudas. Esto provocaría la desaparición del crédito y afectaría a la
propiedad, el empleo y los ingresos.
El problema no radica sólo en la deuda externa. Los mismos argumentos
debieran usarse para la deuda interna, que lleva a tantas empresas a
desaparecer. En nuestro país tenemos habitantes con ingresos per cápita 20 ó
30 veces superiores a los de otros, brecha que podemos encontrar hasta en los
miembros de una familia. Aquí también debe regir la solidaridad. Las
transferencias entre los argentinos, parte de la política fiscal y del esquema de
coparticipación, es un tema central a debatir.
Lucas 6:34.
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6. Los profesionales y docentes católicos
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La integración del saber consiste en vincular, para un tema concreto como la
deuda externa, la Ética Social Católica y la solución técnica.
La primera, mediante los principios de convivencia adecuados para la realización
de la perfección humana y cristiana, conforme a su destino eterno, debe
impulsarnos a transmitir los principios católicos y hacerlos carne en un mundo
secularizado.
La segunda debe lograr instrumentos adecuados para hacer realidad esta misión
en el plano de los hechos. Caso contrario, la integración del saber seguirá siendo
materia pendiente.
Nos cuesta llevar a cabo esta tarea, o directamente no la intentamos. Al
respecto, creo necesario que seamos más rigurosos en los análisis y tengamos
en cuenta la multivocidad de los conceptos, pues somos responsables directos
de la confusión que podemos ocasionar.
El plano de la Doctrina Social y el plano instrumental-técnico deben converger.
Debiera prevenirse el divorcio de declaraciones, que en lugar de integrar
esfuerzos los dispersa. Evitemos las confusiones.
“Con este propósito, parece urgente que vuelva a ser considerada la concepción
misma del bienestar, de modo que no se vea dominada por una estrecha
perspectiva utilitaria, que deja completamente al margen valores como el de la
solidaridad y el altruismo”11 12
11
Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2000. 1 de enero de 2000.
ejemplos: en la Doctrina Social hablamos de precio justo, pero en la economía se habla de
precio de equilibrio; en la Doctrina Social hablamos del trabajo como causa eficiente, como el derecho
fundamental de todo hombre que le permita vivir con su familia, pero la concepción objetiva de la
economía y del derecho lo asocia a la productividad marginal; en la Doctrina Social hablamos de
justicia distributiva, pero en las normas prima la justicia conmutativa; en la Doctrina Social nos
referimos a la familia como la célula básica de la sociedad, la institución necesaria y natural, pero en
la economía se la reduce a la unidad de consumo, y en las nuevas teorías a unidad de producción.
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