CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACION CIVIL Magistrado Ponente Pedro Octavio Munar Cadena Bogotá, D. C., quince (15) de agosto de dos mil seis (2006). Aprobado en Sala de decisión de 9 de mayo de 2006 Ref.: Expediente No.05001 3103 009 1999 00090 01 Decide la Corte el recurso de casación que la demandante BEATRIZ HELENA MEJIA GALLEGO interpuso contra la sentencia proferida el 2 de abril de 2003, por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, dentro del proceso ordinario que la recurrente promovió GENERALES S.A., contra CHUBB GENERALI DE COLOMBIA COLOMBIA SEGUROS COMPAÑÍA DE SEGUROS S.A. y ASEGURADORA DE VIDA COLSEGUROS S.A. ANTECEDENTES 1. En demanda presentada el 5 de febrero de 1999, cuyo conocimiento asumió el Juzgado 9 Civil del Circuito de Medellín, la actora pidió que se declarara que la suma de dinero que las demandadas le entregaron el 7 de junio de 1997, esto es $148.710.000.oo (sic), no es un pago válido, dado que se efectúo extemporáneamente, en ejercicio abusivo de su posición dominante y aprovechándose de su estado de indefensión material; en consecuencia, reclamó que se dijera que las aseguradoras le adeudan: a) $148.716.000.oo (sic) por concepto de la indemnización a que tendría derecho como única beneficiaria de las pólizas colectivas de vida grupo No.1013 y de accidentes personales No.3816 en que figuraba como asegurado Ramón Albeiro Hernández Rivera; b) los intereses moratorios generados por ese monto de dinero, desde el 3 de diciembre de 1993 hasta cuando se produzca su pago, previa compensación del valor entregado por las demandadas, debiéndose tener en cuenta que éstas a la fecha del desembolso quedaron debiendo $168.495.228.oo, por intereses moratorios, cantidad que deberá actualizarse a la tasa máxima moratoria liquidada desde el 7 de junio de 1997. En posterior reforma de la demanda reclamó, subsidiariamente, que se declarara que la suma de dinero que las demandadas le entregaron el 7 de junio de 1997 corresponde a la que debieron haberle cancelado el 2 de diciembre de 1993 y, en consecuencia, se les condene a reajustarla atendiendo los principios de reparación integral, equidad y los criterios técnicos actuariales para establecer su equivalente al día 7 de junio de 1997, debiendo indexar el valor que resulte. 2. Sustenta sus pretensiones en la situación fáctica que se sintetiza, así: 2.1 La actora contrajo matrimonio con Ramón Albeiro Hernández Rivera, quien desapareció mientras buceaba en las Islas del Rosario (Cartagena), el 18 de enero de 1993, fecha para la cual se desempeñaba como un alto ejecutivo de Corrugados del Darién S.A., entidad que tenía contratadas las pólizas colectivas de vida grupo No.13 y de accidentes personales No.3816, mediante las cuales amparaba a sus empleados por los riesgos de muerte y accidente. 2 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 2.2 Las referidas pólizas las otorgó Chubb de Colombia Compañía de Seguros S.A., en calidad de compañía lider, siendo coaseguradoras Aseguradora de Vida Colseguros S.A., Seguros La Andina S.A., ésta última la absorbió Generali Colombia Seguros Generales S.A. y como corredor de seguros actuó la sociedad Jorge Correa T. y Cia. Ltda.. 2.3 El señor Hernández Rivera en las mentadas pólizas declaró como beneficiaria del 100% del valor asegurado a su cónyuge, quien para la época del siniestro tenía derecho “a $99.144.000.oo de Vida Grupo y $49.572 de Accidentes Personales”. 2.4 esposo, La demandante, ante el desaparecimiento de su efectúo la reclamación de rigor a las mencionadas aseguradoras, por conducto de su corredor de seguros, lo cual originó un fluido cruce de correspondencia, en cuyo desarrollo Chubb de Colombia, en escrito de 30 de agosto 1993, manifestó su disposición de pagar la indemnización, “sin exigir el transcurso del lapso legal para la declaratoria de la presunción de muerte por desaparecimiento”, exigiendo sólo dos declaraciones extrajuicio alusivas a la desaparición, requerimiento al que la interesada dio cumplimiento el 2 de noviembre de 1993 y con el cual quedó debidamente sustentado el siniestro, sin que dentro del mes siguiente hubiera sido objetada dicha reclamación, por lo que al día siguiente surgió la obligación de indemnizarlo (arts.1080 y 1053 del C. de Cio.). 2.5 Chubb de Colombia Compañía de Seguros S.A., el 23 de febrero de 1994, exigió para el pago de la indemnización la iniciación del proceso de declaración de muerte por desaparecimiento, manifestación que no constituye una objeción a la reclamación sustentada el 2 de noviembre de 1993. 3 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 2.6 La actora promovió el aludido proceso ante el Juzgado Promiscuo de Familia de Apartadó, el cual profirió sentencia el 29 de enero de 1997, en la cual fijó como día presuntivo de la muerte de Ramón Albeiro Hernández Rivera el 17 de enero de 1995. 2.7 El citado fallo se allegó el 4 de febrero de 1997 a Chubb de Colombia, quien junto con las otras aseguradoras demandadas objetó el reclamo el día 3 del mes siguiente, con sustento en que para la fecha fijada como día presuntivo de la muerte no estaba vigente la póliza, pues su última vigencia fue de 30 de junio de 1992 al 30 de junio de 1993. 2.8 Después “de muchos ires y venires”, la sociedad Chubb de Colombia, en escrito fechado 7 de mayo de 1997, ofreció pagar el siniestro y el 20 de ese mes y año remitió al corredor de seguros un “recibo de indemnización” en que exigía que antes de proceder a dicho pago, la beneficiaria debía firmarlo y autenticarlo con reconocimiento de su contenido, documento en que se expresaba que aquella renunciaba a cualquier otra petición pecuniaria como intereses, lucro cesante u otra derivada del mentado reclamo. 2.9 afrontaba y La actora, dada la difícil situación económica que los antecedentes de la reclamación, no tuvo otra alternativa que suscribir “el recibo de indemnización”, pero sólo hasta el 6 de junio de 1997 las aseguradoras le entregaron $148.716.000.oo, cantidad que corresponde a la que debió haber recibido el 3 de diciembre de 1993. 2.10 La situación expuesta refleja que las aseguradoras abusaron de su posición dominante frente a la actora, pues dilataron por más de tres años el pago de la indemnización. 4 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 3. Admitida la demanda se notificó personalmente la respectiva decisión a las demandadas, quienes se opusieron a las pretensiones y adujeron como medios de defensa “la inexistencia de la obligación”, “la extinción de la obligación por pago como resultado de un contrato de transacción” y “la prescripción”. Formularon a su vez, demanda de reconvención, en la que pidieron se declarara que la señora Mejía Gallego está obligada a restituir lo pagado, en razón de que el respectivo desembolso se hizo no obstante que el siniestro se acreditó cuando ya había perdido vigencia la póliza de seguros. Subsidiariamente, reclamaron que se condenara a la reconvenida a prestar la caución de restitución por si “el asegurado reaparece”. Por su parte la demandada en reconvención propuso excepciones de mérito que denominó “falta de causa para pedir” y “abuso de la posición dominante”. 4. La primera instancia concluyó con sentencia de 2 de agosto de 2000, en la que el juzgador a quo resolvió: a) declarar no probadas las excepciones de mérito propuestas por las aseguradoras; b) desestimar la pretensión principal del libelo genitor; c) acoger la pretensión subsidiaria de la demanda inicial, en el sentido de que la cantidad de $148.716.000.oo “corresponde a la indemnización incompleta que debió cancelarse en diciembre 4 de 1993, por lo que se causaron intereses moratorios a la tasa que para esa fecha certifique la Superintendencia Bancaria” y, en consecuencia, ordenó su cancelación; d) Condenar a las demandadas al pago de los intereses por mora a la máxima tasa legal vigente sobre el excedente arrojado hasta la fecha en que realice dicho pago; e) negar la indexación reclamada y las pretensiones de la demanda de reconvención. El Tribunal revocó el referido fallo al desatar la apelación contra él interpuesta por la parte demandada y, en su lugar, declaró 5 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 probada la excepción de transacción que enerva las pretensiones del libelo principal; así mismo, confirmó lo resuelto respecto de la demanda de reconvención. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL El fallador ad quem, luego de destacar la concurrencia de los presupuestos procesales y la ausencia de vicios de actividad, precisó que para definir el litigio era imperioso establecer la validez, alcance y oponibilidad del contrato de transacción que según la parte demandada recogía el documento visible a folio 30 del cuaderno principal. Para desarrollar esa tarea, empezó por recordar la definición de transacción contenida en el artículo 2469 del Código Civil y puntualizó que para deducir la presencia de esa modalidad negocial se requería que los contratantes terminaran una controversia nacida, o evitasen un litigio por nacer, mediante el abandono recíproco de una parte de sus pretensiones, o la promesa que una de ellas hace a la otra de alguna cosa para obtener un derecho claro y preciso. Añadió que la transacción surte el efecto de cosa juzgada, pero puede demandarse su nulidad o rescisión con sustento en las causales consagradas en los artículos 2476 a 2478 del Código Civil, sin que excluya las hipótesis previstas en los artículos 1740 a 1756 Ibídem, a las que se aviene el evento regulado en el artículo 900 del Código de Comercio, aplicable en el ámbito mercantil y que cobija las controversias derivadas de los contratos aseguraticios. Advirtió, seguidamente, que como todo contrato legalmente celebrado es ley para los contratantes y no puede ser invalidado sino por causas legales, se imponía colegir que quien pretenda sustraerse del alcance del negocio transaccional del que ha sido parte le incumbirá probar los supuestos de hecho de la causal que 6 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 alegue (artículo 177 del C. de P. C.), principio que no es ajeno cuando quiera que ese propósito guarde relación con la invocación del ejercicio excesivo del derecho (artículo 830 del C. de Cio.), incluyendo la modalidad del abuso de su posición dominante. Apoyado en esas premisas infirió que el documento suscrito el 27 de mayo de 1997 recoge la manifestación de la voluntad de las partes orientada a solucionar (motu proprio y en definitiva) una específica controversia de tipo sustancial; además, que las partes se prodigaron mutuas concesiones; por tanto, se reúnen los elementos esenciales del contrato de transacción. En efecto, las partes finiquitaron sus divergencias jurídico-económicas relacionadas con las pólizas de vida grupo 1013 y de accidentes personales 3816, a través del reconocimiento monetario efectuado el 6 de junio de 1997; igualmente, la beneficiaria declaró a “paz y salvo” a las aseguradoras y “renunció a ‘cualquier otra petición pecuniaria como intereses, lucro cesante u otra derivada de ese reclamo’ ”, a su vez, las aseguradoras además de acceder al mentado desembolso dinerario, prescindieron de su derecho a exigir la caución de que trata el artículo 1145 Ibídem. Definida la existencia de la transacción procedió a examinar si las demandadas en esa relación contractual se aprovecharon de “su posición dominante” para imponer en forma arbitraria sus términos y, para ello, trajo a colación las reflexiones que sobre el tema hizo la Corte en sentencia de 19 de octubre de 1994 y puso de relieve que la ilicitud originada por el “ ‘abuso’ puede manifestarse de manera subjetiva -cuando existe en el agente la definida intención de agraviar un interés ajeno o no le asiste un fin serio y legítimo en su proceder- o bajo forma objetiva cuando la lesión proviene de exceso o anormalidad en el ejercicio de determinada facultad, vista la finalidad para la cual fue esta última incorporada y reconocida en el ordenamiento positivo ”. 7 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 Igualmente, acotó que la sola circunstancia de que uno de los extremos de determinada negociación con incidencia jurídica o económica se encuentre respecto del otro en una situación susceptible de ser asumida como “posición dominante”, no implica, per se, que de hecho vaya a hacer uso indebido de esa prerrogativa, pues aún en esa hipótesis se presume la buena fe en su comportamiento contractual, de ahí que quien alegue lo contrario le incumbe probar sus afirmaciones, “siguiendo la regla general que se impone cada vez que uno de los contratantes aduzca la verificación de un vicio en su consentimiento”. Al traer esas premisas al caso objeto de decisión, encontró que la actora no demostró que a la transacción no accedió en forma voluntaria y que le fue impuesta arbitrariamente por las aseguradoras aprovechándose de las afugias económicas que sufría para esa época. Respaldó esa deducción en que en el documento en cuestión se omitió toda mención de reserva alguna por su signante; así mismo, que del interrogatorio absuelto por la actora aflora que no tuvo trato directo con los funcionarios de las aseguradoras durante el período comprendido entre el aviso de ocurrencia del siniestro y su pago, pues éste se dio a través de la entidad corredora de seguros, sin que del testimonio del representante legal de ésta o de cualquier otra prueba se pudiera inferir que las demandadas tuvieron efectivo conocimiento de las dificultades económicas de la beneficiaria de la póliza. Agregó que sobre las posibles dificultades monetarias de la demandante apenas dieron cuenta los testigos León Jaime Correa Ochoa y Juan David Vélez Hoyos. El primero, sin exponer la ciencia de sus afirmaciones dijo que por la necesidad que tenía la actora de recibir el dinero para sostener su familia le aconsejó que “firmara el desistimiento total”, pues estaba seguro de que si consultaba un 8 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 abogado podía demandar dicha situación; mientras que Vélez Hoyos no relató circunstancias específicas que permitieran deducir una especial o extraordinaria urgencia de recursos; por el contrario refirió que Hernández Rivera gozaba de las garantías de un buen empleo, esto es un buen salario, casa suministrada por la compañía y carro. Concluyó, entonces, que si no era factible establecer que las aseguradoras conocían la crítica situación económica de la actora, menos era posible deducir que su propósito hubiere sido el de aprovecharse de esa circunstancia para sacar una ventaja indebida del aludido arreglo. Del mismo modo, dedujo que no se demostró la modalidad objetiva del “abuso de la posición dominante, porque no se acreditó la ruptura abrupta del equilibrio contractual o prestacional en la transacción, ni la arbitrariedad y el capricho atribuido al proceder de las demandadas, pues el hecho de que éstas no hubieran pagado el siniestro apenas tuvieron conocimiento de su ocurrencia (febrero de 1993) no obedeció necesariamente a su capricho, sino que encuentra justificación en las prescripciones del artículo 1145 del Código de Comercio; además, la sentencia de declaración de muerte presunta adquirió firmeza cuando se desató su consulta (15 de mayo de 1997), de ahí que carece de relevancia la objeción presentada por Chubb de Colombia cuando aún no se había decidido el aludido grado jurisdiccional (3 de marzo de 1997), dado que surtidas las negociaciones por medio del corredor de seguros, el siniestro se pagó unas pocas semanas después (17 de junio de 1997) como resultado de un último cruce de correspondencia. Asentó que el no haberse incluido intereses de plazo o mora, a partir de 3 de diciembre de 1993, en la transacción no es demostrativo del alegado “abuso”, por cuanto el citado artículo 1145 9 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 condiciona la reclamación por el siniestro a la acreditación de la sentencia de declaración de muerte presunta por desaparecimiento, la que dictada el 3 de marzo de 1997 cobró ejecutoria el 15 de mayo de ese año, amén que si una obligación no es exigible no genera intereses de mora y los de plazo no han sido previstos frente a la situación debatida. Adicionalmente, la reclamación de intereses no se planteó antes de la presentación de la demanda, por el contrario en los escritos del 5 de febrero de 1997 y 10 del mes siguiente reclamó únicamente el valor de la indemnización. Encontró que el comportamiento contractual de las demandadas respecto de la cancelación del siniestro se justifica, en razón a que si Chubb de Colombia hubiera efectuado el desembolso al haber tenido conocimiento de aquél, se habrían podido generar conflictos con sus coaseguradoras por ser prematuro dicho pago, conforme a lo dispuesto en el artículo 1145 en cita. Como colofón de las cuestiones analizadas expuso que no se demostró circunstancia alguna que redundara en la ineficacia del acuerdo transaccional, pues no se probó que el consentimiento de Beatriz Helena Mejía Gallego se obtuvo de manera forzada o dolosa, o que su contraparte hubiere abusado de su posición dominante, “o que concurrió alguna otra causal de anulación, de nulidad absoluta o de inoponibilidad del aludido negocio jurídico” . Por consiguiente, encontró probada la excepción perentoria de “extinción de las obligaciones por pago como resultado de un contrato de transacción”, y, por ende, la desestimación de las pretensiones del libelo principal. Y en cuanto a los pedimentos de la demanda de reconvención los desestimó, con sustento en que ante la validez y oponibilidad de la transacción surgía de bulto que no procedía ordenar la restitución de lo pagado a la beneficiaria de la póliza y que como 10 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 ésta se comprometió en ese contrato a devolver a las aseguradoras “el valor total pagado” en caso de que su cónyuge reapareciera resultaba obvio que se le relevó de prestar la caución prevista en el artículo 1145 del C. de Comercio. LA DEMANDA DE CASACION Con sustento en la causal primera de casación se formulan cuatro cargos a la sentencia recurrida, trazados el primero por la vía indirecta y los restantes por la directa, los cuales por adolecer de deficiencias técnicas que le son comunes se resolverán conjuntamente. CARGO PRIMERO El recurrente, con fundamento en la causal primera de casación, acusa la sentencia de vulnerar, por vía indirecta, los artículos 2º , 822, 863, 831, 871, 897, 898, 899, 902, 1036 a 1162 del Código de Comercio; los artículos 1501, 1518, 1519, 1523, 1742, 1746, 2469, 2475 y 2476 del Código Civil; el artículo 2º de la Ley 50 de 1936; los artículos 187, 248, 249, 250 del Código de Procedimiento Civil, a causa de haber incurrido en error de hecho en la apreciación de las pruebas que desvirtúan el “supuesto” contrato de transacción y las que evidencian el abuso del derecho y la posición dominante de las demandadas. Señala el censor como indebidamente apreciadas la sentencia por medio de la cual se declaró la muerte presuntiva de Ramón Albeiro Hernández Rivera, el recibo de indemnización expedido el 27 de mayo de 1997 y los testimonios de León Jaime Correa Ochoa y Juan David Vélez Hoyos; igualmente, denuncia como preteridos los interrogatorios de parte absueltos por Jorge Gabriel Ospina Correa y 11 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 Pedro Ignacio Soto Gaviria; los documentos emitidos por las demandadas con relación a las comunicaciones enviadas desde 1993 por la beneficiaria y su corredor de seguros; los oficios Nos. SM 0219554, 000428, 00463, SM 000364 de fechas 30 de agosto de 1993, 7 de mayo de 1997, 20 de mayo de 1997 y 23 de febrero de 1994, respectivamente; la objeción formulada el 3 de marzo de 1997 por las compañías demandadas; las pólizas No.1013 y 3816; la demanda de reconvención que constituye un indicio de la verdadera intención de las aseguradoras y una prueba adicional del abuso del derecho y de la posición dominante de aquellas al pretender la devolución del valor pagado por tratarse de un “pago de lo no debido”. Aduce el censor que el sentenciador se equivocó al atribuirle al documento titulado “recibo de indemnización” (f.30 C-1) el carácter de “acuerdo transaccional”, pues, desde el punto de vista externo, se observa que fue elaborado por las aseguradoras sin la intervención de la beneficiaria y su texto no contiene la expresión “transacción”, ni la firma de los representantes legales de tales compañías; además, en lo fundamental, resulta patente que en él se exigen unas declaraciones unilaterales de la beneficiaria para efectuar el desembolso, de ahí las expresiones “declaro” y “me comprometo”, las cuales no reflejan un acuerdo, y menos de índole transaccional. Tratase, agrega, de un documento declarativo y no de un contrato de transacción, pues así se infiere de las expresiones “me comprometo a devolver”, “la suscrita como única beneficiaria”, “para constancia firma”, las cuales están en singular, amén que no hubo comunicación verbal entre las partes, ya que tal como lo admite el fallador “la relación” entre la beneficiaria y las aseguradoras se dio a través del corredor de seguros, sin que en la correspondencia cruzada entre éstos se refiriera la celebración de una transacción. 12 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 Advierte el recurrente que el juzgador infirió del documento en referencia que las partes se prodigaron mutuas concesiones, cuestión que en su criterio no es cierta, ya que en su texto no se manifestó expresamente que las compañías de seguros hubieren prescindido de su derecho a exigir la caución prevista en el artículo 1145 del Código de Comercio, además que no es un derecho de éstas sino una facultad. Tampoco está presente el elemento esencial más importante de la transacción, como es que el derecho sea dudoso o controvertible, pues pese a que el Tribunal estimó que lo era mientras la fecha del deceso del asegurado fuera el 17 de enero de 1995, lo cierto es que cualquiera que hubiere sido la fecha de la muerte de aquél, la obligación de pagar nunca debió ser objeto de controversia y, por ende de transacción, puesto que la sentencia en que se declaró la muerte por desaparecimiento es “declarativa y no constitutiva del hecho como tal”. Sostiene que el fallador desatinó al considerar que la transacción se produjo una vez adquirió firmeza la declaración de muerte presunta, esto es emitida la sentencia que desató la consulta (15 de mayo de 1997), por cuanto las aseguradoras decidieron pagar el siniestro antes de proferirse esa decisión, pues esta determinación data del día 6 del mes y año en cita y se oficializó al día siguiente, tal como aflora del documento expedido en esta última fecha que obra a folio 28 del cuaderno No.1 y cuya apreciación se omitió. Afirma que esto demuestra que, en virtud del principio in dubio pro asegurado o beneficiario, las aseguradoras podían ceder a pagar el siniestro sin sujetarse a las exigencias del citado artículo 1145. Asevera que el Tribunal desacertó al concluir que el recibo en cuestión recogía la positiva voluntad de las partes orientada a solucionar una específica controversia, dado que “no lo dice”, ni dicho documento difiere de los demás que las aseguradoras remitieron a la 13 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 beneficiaria y en los que no reparó que incluyeran “la positiva manifestación de la voluntad de las partes” , ni advirtió que en ellos la beneficiaria no explicitó reserva alguna, sino que se limitó a cumplirlos de buena fe; por consiguiente, el sentenciador erró al no apreciar otros documentos que también recogían “la positiva voluntad de las partes y que fueron anteriores al denominado recibo de indemnización”. Alega que en dicho recibo se consignó que “ ‘los pagos anteriores constituyen la totalidad de las obligaciones a cargo de las aseguradoras, por concepto de las pólizas citadas y en relación con la muerte por desaparecimiento de mi esposo Ramón Albeiro Hernández según sentencia dictada el 29 de enero de 1997 por el juzgado promiscuo de Familia de Apartadó que señaló como día presuntivo de la muerte el día 17 de enero de 1995 (negrillas fuera de texto)’ ", tenor literal del que se infiere que la motivación que indujo a su celebración “parte de un error y tiene por objeto un derecho que no existe”; por consiguiente, si se aceptase que dicho documento contiene una transacción, ésta sería nula por vicios en el consentimiento y objeto ilícito, ya que las aseguradoras, quienes lo elaboraron, hicieron creer a la actora que su derecho era “dudoso”, actuación dolosa impuesta “para poder hacer el desembolso”. De igual modo, expone que si el Tribunal hubiere confrontado el mentado recibo con las pruebas preteridas habría concluido que aquel no contiene un acuerdo transaccional. En efecto, del documento No.000428 fechado 7 de mayo de 1997 aflora que las aseguradoras tuvieron la intención de pagar desde antes del 6 de ese mes y año y en su texto “no aparece el concepto de transacción”; igualmente, mediante el escrito No.00463 de 20 de mayo de 1997 se remitió “el recibo de indemnización” con instrucciones precisas para su diligenciamiento, sin que en aparte alguno aparezca la intención de celebrar un contrato de transacción. Además, los representantes 14 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 legales de las aseguradoras en los interrogatorios de parte expresaron que el recibo en discusión es “un requisito exigido ‘usualmente’ por todas las aseguradoras como prueba de haber entregado una suma de dinero, casi siempre correspondiente el pago completo de la suma asegurada o la indemnización derivada siniestro”; añadió, que el representante legal de Colseguros S.A., Dr. Pedro Ignacio Soto Gaviria, en el interrogatorio de parte expresó que “cuando se paga el valor de una indemnización o de un seguro, la persona firma el documento mediante el cual declara recibido el dinero a entera satisfacción y declara a paz y salvo a las compañías por cualquier concepto” y, que por su parte, Jorge Gabriel Ospina Correa, representante legal de Chubb de Colombia, reconoció que “el recibo de indemnización” fue elaborado por las aseguradoras y en respaldo de tal afirmación trasuntó apartes de la declaración que aquel absolvió y que en obsequio a la brevedad no se reproducen. Con relación a las conclusiones del sentenciador respecto al abuso del derecho y a la posición dominante denunció que aquel valoró indebidamente los testimonios de León Jaime Correa Ochoa y Juan David Vélez, pues dedujo de ellos que la actora gozaba de una situación económica privilegiada, sin percatarse que al fallecer su esposo terminó el contrato de trabajo de éste con Corrugados del Darién y, por ende, aquella dejó de beneficiarse de las garantías de un buen empleo y sufrió afugias económicas, conclusión a la que habría arribado si hubiere examinado la constancia expedida por la aludida empresa (f.69, C-3). Le enrostra al fallador haber omitido apreciar el interrogatorio absuelto por Jorge Gabriel Ospina Correa, representante legal de Chubb de Colombia, dado que no vio que éste en la respuesta a la pregunta No.20 expresó: “…´la compañía no dio por terminada unilateralmente la póliza, sino que se dijo que el programa de seguros no se 15 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 renovaba, cosa que la compañía legalmente está en condición de hacer, es decir, a la compañía no se le puede obligar a renovar una póliza si esta a bien considera que no puede hacerlo´ ”, es decir “reconoció que las aseguradoras revocaron unilateralmente las pólizas de seguro, circunstancia que viola una norma imperativa (art.1159 del C. de Co.)”, lo que pone de relieve que las compañías de seguros demandadas abusaron de su derecho al dar por revocado, sin poder hacerlo, una póliza de seguros de vida, cuestión que refleja su mala fe. El Tribunal también dejó de estimar los documentos emitidos por las aseguradoras en respuesta a la correspondencia enviada por la beneficiaria y su corredor de seguros, que dan cuenta del comportamiento incoherente de aquellas, puesto que en diferentes oportunidades cambiaron de criterio respecto al pago del siniestro, luego es patente que se desvirtúo la presunción de buena fe que las amparaba. Para soportar esta acusación transcribió lo expuesto por la doctrina sobre la teoría del acto propio, pero no precisó su autoría. Resalta seguidamente el censor la evidencia y la trascendencia de los yerros denunciados, pues, a su juicio, “saltan a la vista” y condujeron a que no se examinara la situación debatida en el ámbito del contrato de seguros y se inaplicaran los artículos 1036 a 1162 del Código de Comercio, específicamente el artículo 1159 Ibídem que imperativamente prohíbe la revocatoria de los contratos de seguros de vida, por lo que conforme a lo dispuesto en el artículo 899 ejusdem afecta de nulidad absoluta el contrato, la que el juzgador debe declarar de oficio, así como también puede producir una nulidad parcial. Insiste en que como consecuencia de los aludidos errores se violó el artículo 2469 del Código Civil, por cuanto se tuvo como objeto de transacción un derecho “que no era dudoso” y “en el que no 16 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 podía haber reciprocidad en los sacrificios o concesiones, elemento que por ser esencial de la transacción implica que ante su ausencia esa relación contractual no exista. Por tanto, se inaplicaron las normas que regulan tales elementos (arts.897, 898, 2 y 822 del C. de Cio y 1501 del C.C.) y los efectos que se generan si faltasen, situación que en el caso concreto conllevaría a que “la supuesta transacción no existiera (art.898 del C. de Cio.) o no produjera efecto alguno (art.1501 del C.C.)”. Plantea que de las pruebas en conjunto, incluyendo el libelo genitor, su contestación, las excepciones propuestas y la demanda de reconvención, se “deduce que en opinión de las aseguradoras, al momento de la supuesta transacción no existía el derecho en cabeza de la demandante, lo que la afecta de nulidad absoluta, por falta de causa” a la luz de lo dispuesto en el artículo 2475 del Código Civil en concordancia con el artículo 1509 Ibídem, disposiciones que inaplicó el fallador, a causa de haber incurrido en error de hecho en la apreciación de tales probanzas. CARGO SEGUNDO Con apoyo en la causal primera de casación se acusa el fallo impugnado de violar, por vía directa, los artículos 897, 898, 1036 a 1162 del Código de Comercio; los artículos 1501, 2469 a 2487 del Código Civil, por cuanto desconoció la existencia de un contrato de seguro. En el desarrollo del cargo expone, en síntesis, que el sentenciador no abordó el estudio del contrato de seguro, es decir, no se preocupó por resolver el problema planteado en la demanda, que requería determinar si para junio de 1997 estaban o no vigentes las 17 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 pólizas de vida grupo 1013 y de accidentes personales 3816, como tampoco si el valor entregado en esa fecha correspondía al “pago completo y válido” de la indemnización, atendiendo a los elementos esenciales del aludido contrato, la pérdida del poder adquisitivo de la moneda y la alta especialidad de las aseguradoras. Sostiene que para resolver dicho planteamiento era indispensable analizar los elementos esenciales del contrato de seguro, específicamente en lo atinente al interés, al riesgo asegurable y el estado de riesgo; el significado de la suma segurada en los seguros de vida y su naturaleza progresiva (1138 del C. de Cio.), ya que atendiendo sus fines y su carácter comercial resulta obvio que “la suma asegurada” tuviera que reajustarse anualmente, de un lado, porque así lo consagra la póliza en la medida que los salarios fueran reajustados y, de otro, en obedecimiento a criterios de justicia y equidad (art.16 Ley 446 de 1998 y art.230 de la C. P.), amén de la pérdida del poder adquisitivo de la moneda para esa época y los altos rendimientos que dicho dinero generó a la aseguradora, dado su carácter de entidad financiera. Aduce que el fallador ninguna reflexión hizo sobre “el significado la actividad aseguradora dentro del sistema económico”, ni su importancia desde el punto de vista de la mutualidad y la solidaridad, ni aludió al carácter profesional y especializado de las aseguradoras, ni hizo alusión a la buena fe, entre otros temas que refirió; añadió que el sentenciador para delimitar la controversia debió “haber elaborado en su fallo, un planteamiento sobre el contrato de seguro, similar al que realizó sobre la transacción”, pues sólo examinando los elementos esenciales de ambas relaciones contractuales habría definido si existía contrato de seguro y si procedía o no dar cabida a la transacción, pero como omitió dicha labor violó directamente la ley, por inaplicación de los artículos 897, 898, 1036 a 18 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 1162 del Código de Comercio y 1501 del Código Civil y por aplicación indebida los artículos 2476 a 2487 Ibídem. CARGO TERCERO Con sustento en la causal primera de casación se acusa la sentencia de ser violatoria, por vía directa, de los artículos 1159, 1036 a 1162, 899, 902 y 822 del Código de Comercio; los artículos 1518, 1519, 1523, 1742 y 1746 del Código Civil y el artículo 2º de la Ley 50 de 1936. El censor le reprocha ahora al fallador que al abstenerse de analizar el contrato de seguro se abstuvo de aplicar el artículo 1159 del Código de Comercio, imponiéndose como conclusión frente a esa negativa que “las aseguradoras no podían revocar unilateralmente la póliza de seguros 1013 y 3816 por prohibirlo una norma imperativa, por lo tanto, la violación de este precepto afecta de nulidad absoluta esa decisión, unilateral de las aseguradoras realizada en junio 30 de 1993, por lo que, para junio de 1997, el contrato de seguro estaba vigente y generaba la obligación de pagar una suma de dinero, suma de dinero que por obvias razones debe ser reajustada, no sólo en atención a principios de justicia y equidad, sino también en razón de la naturaleza jurídica del contrato de seguro de vida y los fines que persigue, así como por la naturaleza comercial de la relación aseguraticia y de la alta capacidad de las aseguradoras, que como entidades financieras que son, estaban en capacidad de lograr un rendimiento significativo de dicho dinero..”. Para sustentar su alegación refiere que el artículo 1159 en cita, prohíbe expresamente la revocatoria unilateral de los contratos de seguro de vida; a su vez, el artículo 899 del C. de Comercio sanciona con nulidad absoluta todo acto o contrato que contraríe una norma imperativa y el 902 Ibídem prescribe la nulidad parcial de un acto 19 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 jurídico cuando el vicio no afecte todo el negocio jurídico, precepto que en su criterio es aplicable al caso en cuestión, ya que la nulidad de la decisión de revocar unilateralmente el contrato de seguro tan solo puede predicarse de ese acto, más no del contrato de seguro que venía ejecutándose. Insiste en que la controversia debió abordarse “bajo las consecuencias de un contrato de seguro”, pues la referida nulidad es de carácter absoluto y, por ende, debió declararse de oficio al tenor de las prescripciones del artículo 1742 del Código Civil aplicable a la aludida convención por remisión del artículo 822 del Código de Comercio. Afirma que si el fallador no hubiera inaplicado esas normas, la revocación unilateral de las pólizas efectuada por las aseguradoras carecería de eficacia, por estar viciada de nulidad absoluta, por lo que para la fecha en que se entregó a la beneficiaria la suma de $148.716.0000.oo (junio de 1997), bajo el supuesto de un derecho dudoso, el seguro estaba vigente y generaba una obligación cierta. Concluye, entonces, que la obligación de las aseguradoras y el derecho de la beneficiaria “nunca pudo estar sometido a duda” y, por consiguiente, mal puede predicarse que hubo una transacción, pues es de su esencia que “el derecho sea dudoso”. Agrega, que la inaplicación de los preceptos antes referidos condujeron al ad quem a desconocer la obligación de pagar el valor asegurado “derivado de una relación asegurativa cierta”, a la vez que aceptó tácitamente la inexistencia del contrato de seguro, por lo que puso en entredicho la existencia de una obligación contractual claramente determinada para justificar la celebración de una transacción. 20 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 CARGO CUARTO El recurrente en el ámbito de la causal primera de casación denuncia la violación directa, por falta de aplicación, de los artículos 871, 863 del Código de Comercio; los artículos 1603 del Código Civil; el artículo 8º de la Ley 153 de 1887; los artículos 13, 78, 83, 250, 333, 335 y 150 ordinal 19, 189 ordinal 24 de la Constitución Política; el artículo 44 de la Ley 45 de 1990; los artículos 46 literal a), 98, 325 literales c), e), h) del Decreto 663 de 1993, sustituido por el artículo 1º del Decreto 2359 de 1993, el “artículo 326 literal 3º numeral c)”, disposiciones que hacen referencia a los principios generales del derecho y, en especial al de la buena fe, los cuales desconoció el fallo censurado en lo atiente a “la buena fe precontractual y postcontractual, así como en lo referente a la buena fe subjetiva y objetiva”. Para desenvolver la acusación aduce que el juzgador se valió de la buena fe para hacer prevalecer una supuesta transacción, pero desconoció dicho principio para interpretar un contrato real, vigente y válido de seguros, del que emanó el derecho cierto e indiscutible de la beneficiaria de recibir el valor asegurado, pero en el que estuvo ausente “la buena fe post contractual”. Así mismo, le atribuye al sentenciador haber desconocido los antecedentes que indujeron a la beneficiaria a la celebración de la “supuesta” transacción, de ahí que vulneró el artículo 863 del C. de Comercio, pues no examinó la buena fe precontractual; igualmente, no analizó este principio frente a la ejecución del contrato, ya que no reparó en la actuación desplegada por las aseguradoras con posterioridad a la ocurrencia del siniestro, esto es dejó de aplicar los artículos 871 Ibídem y 1603 del Código Civil. 21 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 CONSIDERACIONES 1. El sentenciador, luego de advertir que la “posición dominante” como modalidad del abuso del derecho tiene cabida en la invalidación de los negocios jurídicos, encontró que las partes transaron sus diferencias respecto a la reclamación del pago del siniestro de las pólizas de vida grupo 1013 y de accidentes personales 3816; empero, como del libelo genitor dedujo que las pretensiones de la actora estaban soportadas en el hecho de que las compañías demandadas se aprovecharon “de su ‘posición dominante’ para imponer los términos del acuerdo transaccional, en forma arbitraria” centró su atención en ese punto y concluyó que dicho abuso no estaba estructurado, en su manifestación subjetiva ni objetiva, por las razones que expuso. 2. Resulta patente, entonces, que el juzgador, en los términos que interpretó la demanda principal, negó las pretensiones subsidiarias porque estimó que la parte actora, a quien incumbía la carga de la prueba, no demostró el abuso del derecho por los motivos que esbozó. Esa fue en verdad la razón fundamental por la cual los pedimentos de la demandante no salieron airosos, pues lo cierto es que aunque no hubiere calificado como transacción el cuestionado “recibo de indemnización”, es decir, así lo hubiera tenido como un acuerdo extintivo de la obligación distinto, v.gr., como un pago, de todas maneras habría arribado a la misma decisión, habida cuenta que persistirán las elucidaciones probatorias expuestas en torno a la ausencia de prueba del abuso de la posición dominante. Puestas así las cosas, las reflexiones asentadas por el juzgador en torno a dicha materia, esto es, al abuso de la posición dominante, cobran particular trascendencia, al punto que el recurso solamente podría rendir frutos si el recurrente lograba enervar tales 22 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 raciocinios; por supuesto, que así el impugnante consiguiera demostrar que el fallador se equivocó al calificar “el recibo de indemnización” como una transacción, íterase, la sentencia se mantendría incólume si no se refutan y derruyen los argumentos esgrimidos por aquél para tener por no demostrado el ejercicio abusivo de su posición. 4. Examinados los cargos formulados a la decisión impugnada se advierte que las únicas acusaciones que de algún modo apuntan a desquiciar las consideraciones atinentes al abuso de la posición dominante son las contenidas en la segunda parte del cargo primero, las cuales, valga destacarlo de una vez, resultan desenfocadas frente a la argumentación en que se apoyó el juzgador para tener por no estructurado dicho abuso, tanto en su modalidad objetiva como subjetiva, pues a decir verdad no guardan una estricta y adecuada consonancia con lo esencial de la motivación que pretenden derribar. Ciertamente, la queja atinente a la modalidad “subjetiva” de dicho principio, esto es aquella en la cual se denuncia la indebida apreciación de los testimonios de León Jaime Correa Ochoa y Juan David Vélez y la preterición de la certificación expedida por “Corrugados el Darién” sobre la terminación del contrato de trabajo del asegurado, resulta desenfocada en la medida que el Tribunal asentó que esa circunstancia no estaba estructurada, no porque la situación económica que afrontaba para esa época la beneficiaria del seguro no estuviere demostrada, sino, fundamentalmente, porque advirtió que las aseguradoras no tenían conocimiento de las afugias económicas que aquella padecía y, por tanto, no era factible inferir que aquellas tuvieran dentro de sus propósitos aprovecharse de esa circunstancia para obtener una ventaja indebida en el acuerdo transaccional. 23 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 La comentada conclusión la respaldó en que del interrogatorio absuelto por la demandante emergía que ésta no tuvo trato directo con las aseguradoras entre el período comprendido entre el aviso de ocurrencia el siniestro y su pago, pues el mismo se dio a través de la entidad corredora de seguros; igualmente, adujo que del testimonio de León Jaime Correa Ochoa, quien tuvo a su cargo la sociedad corredora de seguros, ni de ninguna otra prueba afloraba que la parte demandada hubiese tenido conocimiento de las dificultades económicas padecidas por la beneficiaria de la póliza. Las resaltadas elucidaciones ponen de manifiesto la impertinencia del reproche en estudio, dado que éste apunta a evidenciar que los elementos de convicción que el recurrente denuncia como indebidamente apreciados demuestran las afugias económicas que afrontó Beatriz Elena Mejía Gallego para esa época, sin percatarse que con independencia de cual fuere la posición económica de aquella, lo cierto es que el Tribunal no encontró demostrado que las aseguradoras tuvieran conocimiento de la situación en cuestión, razón por la que consideró que no era factible concluir que aquellas tuvieran dentro de sus propósitos aprovecharse de esa circunstancia para obtener una ventaja indebida con la transacción. De otra parte, en lo que atañe con la modalidad “objetiva” del abuso del derecho en discusión, el juzgador no lo encontró estructurado en atención a que la peticionaria no probó la ruptura del equilibrio contractual o prestacional, ni tampoco la arbitrariedad o capricho que le atribuye al proceder de las demandadas, habida cuenta que el pago del siniestro estaba condicionado a la demostración de la muerte presunta con la respectiva sentencia (art.1145 del C. de Cio), exigencia que no sólo explica que las demandadas hubiesen cubierto el siniestro luego de proferido el fallo que desató la consulta de la declaración de muerte presuntiva del asegurado Hernández Rivera, 24 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 sino, también, que en la transacción no se hubieren incluido intereses moratorios, ya que si una obligación no es exigible no los genera, amén que el ordenamiento no autoriza los intereses de plazo para tal evento. Además, que la cancelación del siniestro antes habría propiciado seguramente un conflicto de intereses entre Chubb de Colombia y sus coaseguradoras. Frente a ese haz argumentativo resultan por completo desligados los reproches que el censor formula en torno al punto en cuestión, ya que en ellos se alega que las compañías de seguro revocaron la póliza de seguros de vida en un franco desconocimiento de las prescripciones del artículo 1159 del Código de Comercio y que con respecto comportamiento a la reclamación incoherente, del aspectos siniestro que son adoptaron un ajenos los a razonamientos en que se edificó la decisión impugnada; por supuesto que los pedimentos de la demanda fueron desestimados por las razones ya anotadas, sin que en el punto hubiere tenido alguna connotación la supuesta revocación de la póliza, tanto más si se advierte que la indemnización fue pagada. Sobre este particular defecto de técnica, la Corte ha precisado que la crítica del recurrente debe guardar estricta y adecuada “consonancia con lo esencial de la motivación que se pretende descalificar, vale decir que se refiera directamente a las bases en verdad importantes y decisivas en la construcción jurídica sobre la cual se asienta la sentencia, habida cuenta que si blanco del ataque se hacen los supuestos que delinea a su menor conveniencia el recurrente y no los que objetivamente constituyen fundamento nuclear de las providencia, se configura un notorio defecto técnico por desenfoque que conduce al fracaso del cargo correspondiente” ( Sentencia de 26 de marzo de 1999, G.J. T. CCLVIII, pág.294.). 25 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 5. En estas condiciones, es palmario que las demás acusaciones son irrelevantes para quebrar el fallo recurrido, por cuanto en ellas se cuestiona que el denominado “recibo de indemnización” contenga una transacción, elucidación que como se dijo antes desde la perspectiva que fue interpretada la demanda, cuestión no atacada, no fue la determinante de que se hubiere negado las pretensiones subsidiarias a la demandante. Colígese, entonces, que los cargos no se abren paso. DECISIÓN En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia proferida el 2 de abril de 2003, por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, dentro del proceso ordinario promovido por BEATRIZ HELENA MEJÍA GALLEGO contra GENERALI COLOMBIA SEGUROS GENERALES S.A., CHUBB DE COLOMBIA COMPAÑÍA DE SEGUROS S.A. y ASEGURADORA DE VIDA COLSEGUROS S.A. Costas en el recurso extraordinario a cargo del impugnante. Tásense. NOTIFÍQUESE. JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR 26 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01 MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO CESAR JULIO VALENCIA COPETE EDGARDO VILLAMIL PORTILLA 27 P.O.M.C. Exp.1999 00090 01