TRUE LOVE Si realmente creíamos que el siglo XX había sido

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TRUE LOVE
Si realmente creíamos que el siglo XX había sido cruento y terrible, las
cosas se pondrían aun peores durante el XXI: primero vinieron las guerras
energéticas, luego las guerras del agua, después las guerras de China y
finalmente las guerras biológicas.
Yo nací justo antes de que empezara la última guerra. Mi padre solía decir
que antiguamente en las guerras se oían explosiones, yo no oí ninguna;
solía decir que la gente moría desangrada, no vi ni una sola gota de sangre
provocada por la guerra; decía que todo se paralizaba durante la guerra, y
tampoco lo vi.
Sólo veíamos durante días el pasar de los aviones algunos nuestros y otros
enemigos. Al finalizar las guerras de China, la OMEB (Organización
Mundial de Estudios Bélicos) ordenó a todos los países declarados
belicistas que debían suprimir todo tipo de uso de armas que provocaran
abrasión o quemaduras. Según decían, los países perdedores tardaban
demasiado en levantar sus economías con tantos lisiados que no
contribuían en nada al desarrollo del estado.
Parece ser, según contaban los mayores cuando yo era un niño, que todo
cambió un día que muchos países se negaron a participar en la primera
gran guerra energética. Esta decisión fue respetada, pero también
castigada pues, estas grandes economías no recibirían ningún recurso
hasta que decidieran participar en las guerras, así se creo la OMEB, todos
los países que pertenecían a ella estaban casi permanentemente en guerra
y sustentan sus economías en éstas.
Bueno, decía antes que sólo veíamos aviones nuestros y enemigos ir y
venir. A veces echaban gases, otras polvos y otras no podíamos notar
nada. Poco a poco la gente moría o se adaptaba. Pero yo, igual que todos
los niños con aviones o sin ellos iba a la escuela todos los días; mis padres
acudían a la planta química del barrio y la vida continuaba.
Se decía que en los países que no pertenecían a la OMEB la gente se
moría de hambre y de sed, ciertamente esta era nuestra forma de vida, y
después de todo no estaba tan mal.
Mucho se especulaba sobre si realmente merecía continuar con una
sociedad que estaba permanentemente en guerra. Algunos incluso se
atrevían a decir que debíamos esterilizar a nuestros hijos. La OMEB
enterraba rápidamente estas opiniones; sin gente, quién lucharía o
fabricaría armas biológicas y como se sustentarían nuestras economías,
sería el caos.
La industria química no sólo estaba en los armamentos, sino también en la
comida, y como ya casi no teníamos agua, era un lujo lavarse con ella, así
que también usábamos químicos. La industria química estaba en todo y en
todos los niveles de la sociedad.
Pero todo esto iba a cambiar. Un país, aun no se sabe cual, decidió
desobedecer a la OMEB y crear un arma que inhibiera el apetito sexual
propio del ser humano y sobre todo del macho de la especie. De tal forma
que nos fuimos extinguiendo poco a poco.
Pronto nuestro estilo de vida no se pudo sustentar y la OMEB se disolvió,
rompiéndose también los muros con las tierras no belicistas, que por
supuesto su gente también estaba infectada.
A partir de este punto no se pudo hacer demasiado, a pesar de saber que
nos teníamos que reproducir, ya no estaba en nuestra naturaleza. Pronto
las ciudades se convirtieron en aldeas.
La extinción era inminente cuando empezaron a aparecer un grupo de
mujeres:
eran
las
meat eater.
Mujeres
adaptadas
a
las
nuevas
circunstancias, más altas, más robustas, más fuertes y más agresivas. Eran
capaces de aniquilar a cualquiera que quisiera competir por los escasos
recursos que quedaban. Cuando aparecían cerca de una aldea la gente se
escondía en sus casas y dejaban que se llevaran todo. Practicaban la
trashumancia, iban de un lado a otro sin agotar todos los recursos y
asegurando la preservación de su nueva raza.
Fue en la cuarta o quinta visita que nos hicieron cuando lo notamos,
algunos varones jóvenes habían desaparecido, toda la aldea pensó lo
mismo, se los habían llevado para comérselos, no les era suficiente con
arrasar nuestras cosechas y robar nuestro grano, sino que ahora también
desaparecía nuestra gente.
Semanas después un comerciante de un pueblo cercano se acercó para
intercambiar productos y nos comentó que años anteriores en su región se
habían llevado varones, pero esta temporada habían tenido suerte. La mala
suerte la tuvimos nosotros.
La siguiente visita que nos hicieron las meat eater duro varios días,
arrasaron con el granero comunal y las cosechas, luego entraron en mi
casa y me arrastraron a una jaula con ruedas, allí perdí el conocimiento...
Lo siguiente que recuerdo es despertar con un grillete en el cuello, estaba
limpio y desnudo, dentro de una tienda grande, tumbado encima de unas
pieles y el grillete atado a una cadena sujeta a un armazón de metal
circular, dentro del círculo habíamos como 10 hombres en la misma
situación.
A los pocos minutos vino una meat eater y sin mediar palabra empezó a
acariciarme el rostro, me beso y me sujeto fuertemente el pene, se lo
introdujo dentro de su gran vagina y empezó a hacer el amor conmigo.
Ciertamente era salvaje: me golpeaba, asfixiaba y escupía. Cuando hubo
terminado yo estaba exhausto, muy magullado y arañado; sin embargo ella
pasó al siguiente de la rueda, esta vez empezó a chuparle el miembro
hasta que terminó. Seguidamente se vistió y salió de la tienda.
Mi compañero estaba muy cansado pero aun despierto, y me explicó que
por alguna razón estas hembras necesitaban ingerir mucha cantidad de
semen vía oral y vaginal, y que nosotros éramos como su granja lechera,
además comentó que había varias tiendas preparadas para este propósito.
Simplemente animales, y así lo fui comprobando según pasaban los días,
ya que cuando salía una hembra entraba otra, te despertaba y se llenaba de
proteínas.
Para todos los varones que estábamos allí, esto resultaba ser una actividad
frustrante pues, estábamos infectados con el virus de la apatía sexual, sin
embargo ellas parecían haberse adaptado perfectamente.
Más de una vez entraron en la tienda mujeres embarazadas pero con igual
o mayor apetito sexual que sus compañeras. Por lo poco que sé, cuando
nacía un macho, lo cuidaban junto a ellas hasta que cumplía los 6 años,
que era cuando entraba en una tienda para niñas que necesitaban practicar
para cuando su cuerpo les pidiera otro tipo de alimento; hasta que cumplía
los 13 años, edad en que pasaba a las tiendas de las mujeres adultas.
Si nacía una hembra, todo era muy distinto: la entrenaban en las artes de
la guerra y el saqueo, y una vez cumplía los 6 años le enseñaban a jugar
con los niños, quienes en un futuro le proveerían de un necesario sustento
alimenticio.
Es curioso que la naturaleza siga su curso y cómo finalmente los seres
humanos no nos extinguimos.
Para mí es otra historia pues, ya estoy viejo y cansado; cualquier día una
hembra me despacha un golpe letal e imagino que mi cuerpo desaparecerá
en la porqueriza... será un final ansiado.
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