¿Somos lo que comemos? 2 º Trabajo mes de octubre de 2012 Davinia Casanova Botella La pirámide alimentaria, el A, B, C de nuestra alimentación nos indica la frecuencia con la que tenemos que ingerir determinados tipos de alimentos para mantener una dieta equilibrada. Imagen 1. Pirámide alimentaria. Los alimentos que contienen calcio nos ayudan a formar nuestros huesos, a que crezcan sanos y a que se fortalezcan. Los alimentos que contienen proteínas ayudan a formar los tejidos y órganos de nuestro cuerpo y los que contienen vitaminas actúan de catalizadores. Las proteínas son también las responsables del funcionamiento de nuestros músculos. Los hidratos de carbono aportan la energía al cuerpo para afrontar el día a día. Por tanto, somos lo que comemos y estar sano está en nuestras manos. Dicho esto, es bueno saber que los alimentos que consumimos y que por tanto obtenemos en supermercados para nuestra posterior ingesta, son fundamentales y que es necesario para nuestro organismo que estén en las mejores condiciones posibles. Durante la historia, el ser humano ha sido el agricultor y recolector, además de cazador o depredador de los productos que posteriormente ingería, pero con la modernización y las nuevas tecnologías todo esto también ha ido cambiando. Se han realizado científicamente una gran magnitud de cambios medioambientales que todavía a día de hoy son inalcanzables para el hombre y de los cuales se teme de cara a las generaciones futuras. Estos cambios a los que me refiero afectan directamente a los alimentos que ingerimos, por lo que si no sabemos lo que comemos, ¿cómo vamos a ser lo que comemos? He decidido enfocar este trabajo o gran parte de él a un tipo de alimentos, el cual yo todavía desconocía y como yo, creo que muchísima gente. Por la falta de información que muchísimas veces y como en otras muchas ocasiones en otros productos, se oculta al consumidor por asuntos meramente económicos o políticos. Estoy hablando de los alimentos transgénicos. Desde hace siglos y como he apuntado anteriormente, siempre hemos sido un país de agricultores. Los hombres sembraban y guardaban semillas, la agricultura florecía y a consecuencia de ello, nacieron las civilizaciones. Pero a día de hoy estos agricultores son menos de un 2% de la población. No es necesario decir por tanto, que la mayoría de nosotros ni siquiera sabemos como se cultiva la tierra. Bien, ¿Qué son entonces alimentos transgénicos? Son plantas, organismos, manipulados científicamente en laboratorios. Se les ha insertado material genético generalmente de otras especies por métodos que jamás podrían ocurrir en la naturaleza y se dice de ellos que prometen “serán más nutritivos” con lo cual aumentarán las cosechas y disminuirán el número de químicos. Por tanto, son la solución para el hambre en el mundo. Esto es lo que aseguran los científicos que han diseñado este tipo de alimentos y según ellos, deberíamos aceptar los riesgos que conllevan bajo la idea de que todas las tecnologías tienen riesgos y siempre hay quienes no comprenden la ciencia y se resisten a los nuevos cambios. Lo que se les escapa de las manos, y además es evidente y hay que recalcar es que el hambre en el mundo tiene causas sociales, no existe por falta de producción de alimentos. Se cultivan transgénicos a gran escala que van a parar a nuestros alimentos, medicinas, etc. Sin embargo, la realidad de los transgénicos es muy distinta; nos muestra que no cumplen con ninguna de estas promesas, ya que producen menos, usan más químicos y generan nuevos problemas medioambientales. Ponen en peligro nuestra propia salud. Además, crean más desempleo y marginación. Concentran la propiedad de la tierra y aumentan la dependencia económica y contaminan cultivos esenciales como el maíz. Motivos más que suficientes para rechazar estos productos. Tienen tantos efectos colaterales impredecibles que no podrían llamarse ni ingeniería, ni tecnología. Científicos independientes han encontrado resultados alarmantes como alergias en campesinos, debido a la inhalación de polen de maíz transgénico. Pero la verdadera caja de Pandora son los efectos impredecibles. Ni los que generan transgénicos, saben que efectos pueden tener en la salud humana. Muchos estudios confirman daños en órganos internos como los pulmones, hígado y riñones de ratas alimentadas con transgénicos, además de problemas del propio desarrollo del cuerpo en estos animales tratados en centros científicos. Vamos a empezar explicando de forma un poco resumida como aparecieron los transgénicos en nuestra civilización, como ha repercutido en agricultores y cómo es posible a pesar de sus contraindicaciones que se estén utilizando en la vida diaria de hoy en día: En el S.XIX, había gran variedad de hortalizas, frutas, legumbres, etc. en todo el mundo, posteriormente, en el S.XX, la agricultura experimentó un cambio radical, la fabricación de bombas de nitrógeno durante la primera Guerra Mundial llevó al desarrollo de fertilizantes químicos nitrogenados. El gas nervioso desarrollado durante la segunda Guerra Mundial, se modificó ligeramente para hacer insecticidas. Estos cultivos crearon un vacío ecológico que los insectos y las enfermedades se dedicaron a explotar. Esa uniformidad ha creado alguna de las mayores catástrofes agrarias de al humanidad. A día de hoy, la variedad de hortalizas, frutas, legumbres,… es infinitamente menor a la de hace años. Uno de los aspectos más polémicos de la revolución verde es la patente (derecho exclusivo) de las semillas. Hasta ahora era imposible patentar “la vida” por motivos éticos. No se puede patentar parte de la naturaleza. Pero esto cambió hace pocos años, en 1978 hubo un doctor que creó un microbio que se alimentaba de petróleo y lo llevó a la oficina de patentes para intentar patentarlo. Tras reiteradas negativas pero a pesar de su insistencia, el Tribunal Supremo les dio la concesión de patentar ese microbio transgénico. Esto significó dar a las empresas el poder de poseer, de dominar,… una especie de la tierra. Tras esta revolucionaria aparición sobre las patentes de la naturaleza, las empresas se pusieron manos a la obra a patentar prácticamente de todo. A su vez y por su parte, un señor “Monsanto” comenzó a comprar empresas de semillas. Las compró prácticamente todas. Introdujo además un Round up (insecticida) que se convirtió en uno de los más populares de la historia. ¿Por qué hizo esto? Por que quién controla las semillas, controla la comida. La revolución verde se convirtió en la revolución de los genes. Monsanto modificó genéticamente sus semillas para hacerlas resistentes al Round up. Normalmente, el Round up mata todo lo verde, pero si la planta es resistente a este producto, no muere al ser rociada. Se calcula que en su poder dispone de once mil patentes. La uniformidad genética conduce a una mayor vulnerabilidad ante los insectos y las enfermedades. Los agricultores se vieron atrapados en un círculo vicioso de insecticidas; cuanto más rociaban, más tenían que rociar. El aumento del uso de los fertilizantes, pesticidas y herbicidas elevó los costes, contaminó el agua y creó riesgos para la salud. Los agricultores, que compraban nuevas semillas o insecticidas de Round up para sus cosechas, o por el contrario, estas habían sido importadas por el viento, por los pájaros, las abejas, los animales, o de la manera que fuera, no importaba, estaban violando una patente, y por tanto podían ser demandados. Podían incluso entrar en sus tierras sin su consentimiento o lo que es peor, destrozarles la vida dado que el esfuerzo mantenido durante generaciones por estos agricultores para mantener sus campos, cosechas, semillas, etc. ahora se veía indefenso ante esta contaminación transgénica. Esta patente, da derecho por tanto a prohibir que otro haga, use, guarde o distribuya tu invento. Cuando Monsanto patenta una semilla, significa que si guardas semillas en tu propia tierra en incumplimiento de tu deber ecológico, estás cometiendo un robo, un robo de “su propiedad intelectual”. El intercambio de semillas se penaliza hoy como un robo. Si un agricultor te da semillas para tu huerto, está cometiendo un delito. Aún peor, cuando vienen semillas transgénicas éstas plantas polinizan, contaminan, se cruzan con otras plantas,… según la Legislación Ambiental si yo contamino, yo pago los daños, pero si contamino con transgénicos no tengo que pagar, al contrario, poseo el cultivo que he contaminado. Esto es lo que les ha ocurrido a muchos granjeros enjuiciados. Han convertido en crimen la actividad más bella del ser humano: trabajar la tierra y guardar las semillas. Esto es totalitario. No deja espacio para la libertad de las especies, de los pequeños granjeros, para que cada uno tenga su propia cultura alimenticia, porque lo de ellos no es comida, es “no-comida”. No le dan a nuestros cuerpos aquello que necesitan, algo tan básico como es la alimentación, si no un bombardeo de toxinas. La guerra contra la tierra y la naturaleza eventualmente regresa como una guerra contra nuestro cuerpo. Esto nos afecta directamente a los consumidores. Los alimentos que no garantizan nuestra salud, no son atractivos para el consumo. Es lo que sucede con estos alimentos, que no están etiquetados, con lo cual no podemos identificarlos para decidir si comprarlos o no. No nos dan esta opción. Una buena razón para no etiquetarlos es que no se puede seguir el rastro de los afectados sobre la salud de los productos transgénicos. Si consumes estos productos y no lo sabes, cuando sufras alguna patología, reacción tóxica, alergia, etc. será imposible saber que la ha causado la ingeniería genética porque no viene en la etiqueta. Si por el contrario, estos alimentos estuvieran etiquetados, al sufrir alguno de estos problemas y asistir al médico, éste podría suponer que es por alguno de estos alimentos, a su vez esto se anotaría y produciría un seguimiento. Se crearía una base de datos sobre los efectos en la salud y por supuesto cuando esa base de datos exista, podremos exigir responsabilidades a las empresas, mientras que por el contrario, a día de hoy, no podemos hacer nada. Las elecciones que hacemos en los supermercados determinan el futuro de la comida. Alimentarnos es una de las cosas más íntimas que hacemos, y si no podemos elegir en eso, la situación es preocupante. Ha habido una revolución en la ingeniería genética, pero también ha habido una contrarrevolución. La gente está volviendo a comprar productos frescos, cultivados por agricultores locales. El número de agricultores ha aumentado en los últimos años. El consumidor es el que decide pero este no puede actuar a menos que no este informado. Si la comida transgénica no se etiqueta, ¿cómo van a ejercer sus derechos los consumidores? A pesar de esto y aunque los medios de comunicación y las empresas no quieran, por sus intereses informarnos como ciudadanos, para que podamos elegir a la hora de consumir alimentos, Greenpeace, ofrece en su página web, información acerca de estos productos. Nos dice cómo poder evitar transgénicos con unas guías roja y verde de alimentos. La Guía Verde incluye aquellos productos cuyos fabricantes han garantizado a este organismo que no utilizan transgénicos, ni sus derivados en sus integrantes o aditivos, mientras que la Guía Roja, incluye aquellos productos para los cuales Greenpeace no puede garantizar que no contengan transgénicos, ya sea porque: - son productos cuyos fabricantes no garantizan a Greenpeace ausencia de transgénicos o sus derivados en sus ingredientes o aditivos. - son productos para los cuales los análisis de Greenpeace ha detectado transgénicos. - son productos en cuya etiqueta figura claramente que contiene transgénicos o derivados. Comentario personal: Me parece absolutamente aberrante, la idea o el simple hecho de pensar que realmente la realidad es así de cruel. Que el hombre, al fin y al cabo, sea así. Que antepongamos nuestros intereses a la humanidad. No creo realmente en el testamento Maya, pero sí es verdad que opino, que el hombre se está autodestruyendo, que nos estamos autodestruyendo y además a un ritmo verdaderamente preocupante. Pensar en la idea de que existen, por desgracia, millones de personas en el mundo, muriéndose de hambre y que el problema no está en la producción, si no en el acceso a la comida, me parece inhumano. El hecho de pensar, que a una persona le han dejado patentar una parte de vida, con la que además está jugando en base a sus intereses, y está llevando a la ruina a millones de familias, me resulta no ético y directamente anticonstitucional. Además, como he expuesto en mi trabajo, el hecho de que no faciliten información sobre este tipo de alimentos, y nos nieguen por tanto, el derecho a la libre elección sobre algo tan básico como es la alimentación, sumándole además que son alimentos que pueden tener un riesgo enorme, ya no en nosotros a día de hoy, si no en nuestras próximas generaciones, me resulta monstruoso. En fin, creo que con estas líneas he expresado parte de mi disconformidad con este sistema y mi oposición al respecto. Es increíble.