Formación del Estado liberal español

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Tema 2: La formación del Estado Liberal
Revolución Liberal y Guerra Carlista (1833 − 1843)
Carlistas e Isabelinos
Tras la muerte de Fernando VII, se produce la Primera Guerra Carlista que se prolonga entre 1833 y 1839.
Una Segunda Guerra Carlista, llamada también Guerra de los Matiners, se produjo, especialmente en
Cataluña, durante los años 1846 − 1849.
Los carlistas, tuvieron únicamente el soporte de un sector reducido de la nobleza y de la jerarquía eclesiástica.
Por el contrario, fue un movimiento reaccionario y popular en el País Vasco y en Navarra, así como en
algunas comarcas del interior de Aragón, Cataluña y el País Valenciano. Los payeses se adhirieron a la causa
absolutista. El país Vasco y Navarra, tenían que mantener los fueros, o constituciones propias, que el
liberalismo amenazaba con disolver desde el principio de la igualdad ante la ley.
Pero el carlismo no consiguió consolidar durante la guerra ningún ejército regular. La estrategia del ejército
carlista se basó en la guerra de guerrillas. Con el Convenio de Vergara (1839) se acabó la guerra en el frente
vasco−navarro, a cambio de mantener los fueros y de la inclusión de las tropas carlitas al ejército estatal.
La reina reinante, Maria Cristina, reunió alrededor de los intereses dinásticos de su hija Isabel II un gran
número de absolutistas, que habían sido fieles a hasta el último momento a Fernando VII, y de liberales,
muchos de los cuales pudieron volver del exilio. Los isabelinos tenían el soporte de la mayor parte de la
nobleza, de la jerarquía de la iglesia y de la burguesía de las ciudades. Dispusieron también del aparejo estatal
− ejército, justicia... −, que les dio un soporte incondicional. Tenían la ayuda interesada de las potencias
absolutistas, especialmente de Inglaterra y Francia, donde se había producido una revolución liberal el año
1830. Esperaban que un cambio profundo abriría el mercado español a sus productos.
La Revolución Liberal
El Estatuto Real de 1834 proclamó que la soberanía provenía de la Corona y creó unas cortes con una
representación limitada −sufragio censatario− y con poderes escasos. En julio de 1835, estalla en Barcelona
una violenta revuelta popular , y en muchas ciudades se formaron juntas revolucionarias que exigían cambios.
En agosto de 1836 los liberales progresistas llegan al poder e inician reformas importantes. El personaje clave
es Juan Álvarez Mendizábal. Bajo su impulso se decretó la desamortización de la Iglesia. Fue aprobada una
nueva constitución (1837) que proclamaba la soberanía nacional, la separación del Estado y la Iglesia, el
sufragio censatario y la creación de dos cámaras legislativas: el Congreso y el Senado. Estos cambios
consolidaron el régimen liberal, que favoreció la aparición de una nueva clase de propietarios.
El general Baldomero Espartero, que sustituyó a la reina Cristina (1841 − 1843), llegó al poder con el
prestigio de haber derrotado a los carlistas y haber acabado con la guerra. La firma de un tratado librecambista
con Inglaterra provocó una amplia revuelta en Barcelona, ya que afectaba la industria catalana. Espartero
inició un periodo de fuerte represión, lo que provocó su desprestigio y su dimisión. En 1843, cuando tenía 13
años, se declaró a Isabel II mayor de edad.
La Consolidación del Estado Liberal (1843 − 1856)
La Década Moderada (1843 − 1854)
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Los liberales moderados, encabezados por el general Ramón María Narváez, tomaron el poder con el soporte
de la reina.
El gobierno moderado recibió el soporte de la nueva clase propietaria. La burguesía revolucionaria del periodo
anterior, que había exigido reformas inmediatas, una vez instalada en el poder, se volvió conservadora y
temerosa ante cualquier agitación social. El Estado se consolidó, y durante el gobierno moderado tomó un tipo
más conservador. En el 1845 se aprueba una nueva constitución. Proclamaba la soberanía compartida, que
requería la Corona y las Cortes. Estas, como en 1837, se dividían en dos cámaras: Congreso y Senado. Se
reduce el derecho a voto prácticamente a los grandes propietarios. La reina podía nombrar un número
ilimitado de senadores de designación real. La obra del gobierno moderado se muestra eficaz en dos campos:
las relaciones con la Iglesia y el orden público.
En 1851(hasta el 1931) se firma un concordato con la Santa Sede, que resolvía un pleito iniciado por la
desamortización de Mendizábal. La iglesia recuperó los bienes no vendidos y se mantuvieron los eclesiásticos.
Se declaraba la religión católica como la única oficial en España, y privilegios importantes, especialmente en
materia de enseñanza.
Disuelve las milicias nacionales, y crea el primer cuerpo de policía, la Guardia Civil (1844).
El bienio Progresista (1854 − 1856)
En el 1854 los progresistas y la Unión Liberal −grupo separado de los moderados y liderado por el general
Leopoldo O'Donnell− lideraron el descontento popular frente a los moderados, llegaron al poder mediante un
pronunciamiento. Espartero vuelve al frente del poder.
Los progresistas inician la reforma de la constitución. Pero mantuvieron el acuerdo y la Guardia Civil. Este
gobierno duró sólo dos años. Durante ese periodo, se decretó la desamortización de los bienes comunales
(mayo de 1855), que completaba la desamortización de los bienes eclesiásticos emprendido por Mendizábal.
Se aprobó la ley general de ferrocarriles de junio de 1855.
El gobierno progresista se caracterizaba por una extensión de las libertades. Se permitían legalmente los
sindicatos. La primera huelga en Barcelona, en 1855, atemorizó a la burguesía cada vez más conservadora,
que exigía orden, y que veía en los progresistas una actitud demasiado mala. Así, Isabel II le retiró el poder a
Espartero, y encargó el gobierno a Leopoldo O'Donnell.
La Reforma Agraria Liberal
El nuevo marco de propiedad en el campo
Los liberales progresistas pudieron aplicar, en el periodo 1836 − 1841, el programa en las Cortes de Cádiz.
Bajo el impulso del ministro Mendizábal, el gobierno progresista pone en práctica las siguientes medidas:
− Abolición de los privilegios de las Mesta. El fin de los privilegios de esta asociación ganadera, abre nuevos
espacios al cultivo. La producción de lana cae en picado, y desde 1841 España tuvo que importar.
− Supresión de las señorías jurisdiccionales. Los nobles pasan a ser propietarios, y los campesinos simples
arrendatarios.
− Desvinculación de los mayorazgos. Los patrimonios nobiliarios fueron liberados de las trabas que impedían
el derecho de venderlos.
− Desamortización de los bienes eclesiásticos. Las propiedades de la iglesia fueron declarados bienes
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nacionales.
Las desamortizaciones: teoría y práctica
La desamortización de los bienes eclesiásticos era vista como una mediad necesaria para abolir el Antiguo
Régimen y los privilegios estamentales. De esta manera se podían comprar y vender una serie de tierras que
hasta entonces resultaban inalienables. Había que reducir el problema de la infrautilización de los latifundios,
y se esperaba que se introdujeran nuevas técnicas que mejoraran la producción. La venta de las tierras de la
iglesia tenía que garantizar una amplia clase de propietarios agrarios. Finalmente, la desamortización tenía que
ayudar a hacer desaparecer los déficits de la hacienda.
Estos objetivos se cumplieron a medias. Esta venta de grandes extensiones de tierra, favoreció el latifundismo
en el centro y en el sur de la península. La urgente necesidad de la Hacienda, impidió que se creara una clase
de pequeños propietarios. Se permitió el pago de propiedades con títulos de deuda pública.
Los compradores eran en general burgueses de las ciudades. Debido a la abundante mano de obra, se
produjeron innovaciones técnicas mínimas.
En definitiva, la desamortización y la reforma agraria dieron lugar a una clase de grandes propietarios
agrarios. Los jornaleros no vieron mejoradas sus condiciones de vida ni las expectativas de disponer de
campos en propiedad. Este factor, los acercó a la causa del carlismo.
Un estado centralizado: liberalismo y fueros
Liberalismo y centralismo
El Estado liberal significó un paso hacía delante en el proceso de centralización política iniciada por los
Borbones. Muchas competencias que tradicionalmente habían recaído en los municipios, entonces fueros
asumidas gradualmente por el Estado. La progresiva implantación de la escuela fue también una herramienta
de castellanización de los Países Catalanes, del País Vasco y de Galicia.
El gobierno militar incrementó el control del territorio a través de la consolidación de diversas instituciones.
La división provincial aprobada en 1833, con la figura del gobernador civil en cada provincia, facilitó la
extensión de las ordenes emanadas del Ministerio de Gobernación. Pero, a menudo, eran los capitanes
generales los que asumían directamente el poder.
Por otro lado, a partir de 1844, el despliegue de la Guardia Civil generó un cuerpo policial fiel a los sucesivos
gobiernos. La extensión de la telegrafía, a partir de 1860, permitió una coordinación rápida y eficiente de la
administración y la difusión inmediata de cualquier orden.
La construcción de la red ferroviaria facilitó el transporte de personas y de mercancías por todo el territorio
del Estado. El Código Penal de 1848 unificó el sistema legal y judicial. En 1858 se abolieron los divergentes
pesos y medidas tradicionales, y se impuso el sistema métrico decimal. En 1868 se creó una moneda única: la
peseta.
Todo este conjunto de cambios contribuyeron a crear un mercado común para todos los territorios del Estado.
El caso de Navarra y del País Vasco.
La centralización progresiva del Estado provocó resistencias diferentes en el País Vasco y en Navarra, por un
lado, y en Cataluña.
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Los territorios del País Vasco vieron como peligraba su sistema foral durante la Revolución liberal. El
liberalismo español consideraba que sus leyes tradicionales eran unos privilegios anacrónicos y contrarios al
principio de igualdad de todos los españoles delante la ley. Esta fue una de las causas del alineamiento de las
llamadas provincias exentas a favor del carlismo.
El final de la Primera Guerra Carlista solo fue posible cuando el general Baldomero Espartero se comprometió
a respetar los fueros (1939). Así mismo, el gobierno progresista suprimió el poder legislativo y judicial de las
instituciones vascas y las aduanas que separaban las provincias exentas del reino de Castilla.
A partir de 1870 los fueros vascos y navarros fueron nuevamente objeto de restricción. Los jóvenes fueron
obligados a hacer el servicio militar y se exigió por primera vez la contribución del País Vasco y de Navarra
en los impuestos del Estado (1877). El sistema fiscal, llamado concierto económico, era diferente y
beneficiario para estos territorios: las instituciones vascas negociaban la cuota que tenían que pagar.
De esta manera, la autonomía tradicional del País Vasco y de Navarra pudo sobrevivir al régimen liberal. El
carlismo continuó disfrutando de muchas simpatías entre la población hasta mediados del siglo XX.
La oposición popular: la aparición del republicanismo
Las bullangas
El carlismo no fue el único movimiento de oposición al régimen liberal. También los sectores populares de las
ciudades se manifestaron en diversas ocasiones en contra del nuevo sistema. Su ideología consideraba que el
sistema era muy moderado o que solo favorecía a los sectores acomodados −la burguesía.
Las bullangas −revueltas populares− podían ser consideradas las primeras expresiones del movimiento
republicano. Se caracterizaban por un carácter radical y violento. En la revolución de Barcelona en 1838, los
revolucionarios quemaron muchos conventos ya que acusaban a los eclesiásticos de colaborar con el carlismo.
La revolución de 1843 acabó con el bombardeo de la ciudad desde Montjuïc −obtuvo el nombre, basado en
una palabra de una jerga −jamar o jalar significaba comer −, de Jamancia ya que era la revuelta de los que
sufrían hambre.
El republicanismo: el Partido Democrático
La primera expresión organizada del republicanismo se produjo en 1841, cuando Abdó Terradas publicó unas
Hojas republicanas. Se fundó en Madrid el Partido Democrático, que a partir de 1868 se llamó Partido
Republicano Federal.
El Partido Democrático tuvo que actuar en la clandestinidad hasta 1868 cuando se presentó a unas elecciones
durante el Bienio Progresista (1854−1856).
Los republicanos fundamentaban su doctrina política en tres elementos básicos:
• Se definían como demócratas y, por tanto, defendían el sufragio universal masculino. Además creían
que el sistema republicano era el único plenamente democrático.
• Se adhirieron a la doctrina federalista. El federalismo, tal como lo definió Francesc Pi i Margall,
partía de la libertad de los seres humanos, que libremente se federaban en municipios; estos, a su vez,
se federaban en Estados regionales. Los republicanos creían que el Estado se tenía que construir desde
abajo, a través de pactos entre entidades cada vez más amplias en que cada uno de los socios
mantenían intacta su libertad y el derecho de separarse.
• La doctrina republicana era el anticlericalismo ya que creían que la Iglesia estaba a favor de los
conservadores.
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Los republicanos se hicieron fuertes entre los sectores populares de las ciudades: artesanos, trabajadores y
obreros de la industria. También recibían apoyo de los profesionales liberales y de los intelectuales. Su
presencia fue muy significativa en Cataluña, País Valenciano y Andalucía.
Las reivindicaciones más importantes de los sectores populares republicanos eran la abolición de las quintas y
de los consumos. Las quintas eran el método de reclutamiento forzado por el ejército de uno de cada cinco
jóvenes en edad militar. Las familias acomodadas podían conseguir que sus hijos no fueran llamados a filas
mediante el pago de una cantidad determinada de dinero. Los consumos eran impuestos indirectos que
gravaban los artículos de uso popular, como los alimentos. Los republicanos creían, además, que el Estado se
tenía que hacer cargo de algunos servicios básicos, como la educación o la asistencia social.
Los ultimos años del reinado de Isabel II (1856−1868)
La alternancia de unionistas y moderados
Durante los últimos años del reinado de Isabel II, se fueron alternando el poder los unionistas (líder
O'Donnell) y los moderados (líder Narváez). Se caracterizaron por una represión de los movimiento
populares, una política internacional de intervencionismo, y por la sucesión de muchos de pronunciamientos
progresistas.
El fin del Bienio Liberal da lugar en 1856 a una revuelta popular en diversas localidades catalanas. Durante
estos años, Cataluña vivió un Estado de excepción permanente, y las autoridades militares se hicieron cargo
directamente del poder.
Durante los años de gobierno unionista, (1858−1863), el gobierno emprendió diversas acciones militares en el
exterior. El objetivo de O'Donnell, era hacerse un lugar de segunda fila entre las potencias europeas. Los
conflictos internacionales dieron un gran prestigio al general Juan Prim, que fue jefe de los progresistas.
La fallada de la bolsa y el fin del régimen
En el 1866 se produce una profunda crisis financiera. En el origen de la crisis estaba la escasa rentabilidad de
las líneas ferroviarias. La crisis ponía punto y final a un periodo que el novelista Narciso Oller había
calificado de la Fiebre del Oro
La crisis de la bolsa fue acompañada de dos años seguidos de malas cosechas (1866 y 1867). La industria
textil catalana sufrió los efectos de la guerra civil norteamericana (1861−1865). Las tropas del Norte cerraron
los puertos sudistas e impidieron la salida del algodón, materia prima de las fabricas textiles Europeas, lo que
produjo que muchas de ellas tuvieran que cerrar (el hambre del algodón).
El Partido Progresista y el Partido Democrático (republicano) firmaron el pacto de Ostende en 1866, en donde
se comprometían a insurreccionarse contra la monarquía de Isabel II y a convocar unas Cortes Constituyentes,
elegidas por sufragio universal masculino. En 1868 la Unión Liberal, dirigida por el general Francisco
Serrano, se adhirió al pacto.
Con fuertes ramificaciones dentro del ejército, lideraron el golpe de Estado de septiembre de 1868. Isabel II
huye hacia el exilio.
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