Homilía en la fiesta de Santa Ana y San Joaquín

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Homilía en la fiesta de Santa Ana y San Joaquín
26 de julio 2011
Ciudad de Tudela
Por Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela
1.- En las fiestas lo más genuino y auténtico es la celebración de la
viva experiencia de Jesucristo, de la Virgen o de algún santo. No hay una
verdadera fiesta sin hacer alusión a aquellos que han dado lo mejor de si
por la humanidad y de modo especial de nuestro Señor Jesucristo que se ha
entregado por toda la humanidad para salvarla del pecado. Si Tudela se
enorgullece de algo es de festejar a la madre de la Virgen María que es
Santa Ana. Su nombre procede del hebreo Hannah (Gracia). Y ciertamente
que es una GRACIA para Tudela que Santa Ana “La Madre de la Mejor”,
como la llama Lope de Vega en el título de una comedia, siga mostrando su
amor a todos. Pero no podemos olvidar a San Joaquín, el esposo de Santa
Ana y padre de María, su nombre significa “preparación del Señor, trabajo y
constancia”. Los dos son venerados con mucho afecto por los fieles
tudelanos y esto es un buen signo de nobleza y de apoyo para sobrellevar
los avatares de la vida con gallardía y agradecimiento.
Según nos narra la tradición y la leyenda – dice el P. Martí Ballesteren Nazaret vivía un matrimonio rico y piadoso. No tenían hijos. Cuando con
ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a ofrecer un sacrificio en el
templo, fue arrojado de él por un tal Rubén, porque los varones sin
descendencia eran indignos de ser admitidos. Joaquín entonces, transido de
dolor, no regresó a su casa, sino que se dirigió a la montaña para
manifestar su sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al
tanto de la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a
Dios para que la levantara la maldición de la esterilidad, prometiendo
dedicar el hijo a su servicio. Sus plegarias fueron escuchadas; un ángel se
presentó ante Ana y le dijo: “Ana, el Señor ha visto tus lágrimas;
concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el
mundo”. El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su
esposa. Ana dio a luz una hija, a la que pusieron el nombre de Miriam
(María). En el seno estéril de Ana germinó la plenitud de la gracia. En sus
entrañas se realizó el sublime misterio de la Concepción Inmaculada de
María “prodigio de prodigios y abismo de milagros” dijo San Juan
Damasceno. “Santa tierra estéril, que al cabo produjo, toda la abundancia,
que sustenta el mundo”, según lo expresó Miguel de Cervantes en la obra
literaria de ‘La Gitanilla’.
El culto a Santa Ana se puede decir que se inicia en el siglo IV y es
en Oriente. Ya el emperador Justiniano I hizo que se le dedicara un templo.
El 25 de julio se celebra en Oriente su fiesta y que podría ser la memoria de
la dedicación de la primera iglesia en Constantinopla o el aniversario de las
llegadas de las supuestas reliquias a esta ciudad (año 710). En la Iglesia
Latina no se veneró a Santa Ana hasta el siglo XIII. Fue introducida en
Inglaterra por el Papa Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a partir de
entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia Latina
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universal en 1584. En Tudela adquirió una devoción muy fuerte y esta
raigambre permanece en nuestros días.
2.- Su fama, como hemos escuchado en la primera lectura de hoy,
se ha ido transmitiendo de generación en generación puesto que “El Señor
creó grandes glorias, y mostró su grandeza desde los siglos… y como
personas virtuosas, sus méritos no se han olvidado. En su linaje se
transmite una preciosa herencia, sus descendientes. Su estirpe permanece
fiel a la alianza, y sus hijos gracias a ellos. Su descendencia dura por
siempre y su gloria no será borrada” (Si 44, 10-14). Buen programa de vida
que nos ha de servir para aprender que lo efímero pasa pero la santidad
que es permanente y eterna nunca se marchita pues su fuente está en el
Amor de Dios y su fin en el regazo de Dios para siempre. Todos estamos
llamados y convocados a ser santos y esto es lo único que realiza y da
plenitud al género humano, lo demás se acaba.
El recuerdo que hoy tenemos por Santa Ana y San Joaquín no es
pura memoria sino expresión fehaciente de su santidad que nadie podrá
borrar de la historia por mucho que pasen los siglos. Sólo quien es santo, es
decir “perfecto en la caridad”, puede ser gloria para Dios y gloria para la
humanidad. Nunca fenecerá la santidad ni en el tiempo, ni en la eternidad,
puesto que la santidad está entroncada y enraizada en el amor de Dios que
es permanente y eterno.
Nosotros también hoy queremos imitar a Santa Ana y a San
Joaquín confiando totalmente en la ayuda de Dios para crecer en la santidad
y ésta no se consigue por la capacidad o por la pura voluntad sino porque
Dios mismo, con su Amor, la crea, la purifica y la ennoblece en nuestras
vidas. La santidad no reside en el corazón soberbio sino en el corazón
humilde. Tal vez es lo que más se nos pide en estos momentos de la
historia: la humildad, la confianza en Dios y una gran disponibilidad.
Cuando el ser humano desplaza a Dios y lo margina pierde su propia
dignidad. El ser humano, en muchos momentos, con osadía orgullosa y
prepotente quiere usurpar el puesto de Dios. Estamos pasando unos
momentos históricos donde la cultura se enfrenta radicalmente a la fe y a la
esperanza. “En efecto, tanto la fe como la esperanza, en la época moderna,
han sufrido una especia de ‘desplazamiento’, pues han sido relegadas al
plano privado y ultramundano, mientras que en la vida concreta y pública
se ha consolidado la confianza en el progreso científico y económico”
(Benedicto XVI, Spe Salvi, 17).
Todos sabemos que este progreso es ambiguo: abre posibilidades
de bien junto a perspectivas negativas. El desarrollo técnico -sigue diciendo
el Papa- y las mejoras de las estructuras sociales son importantes y
ciertamente necesarios, pero no bastan para garantizar el bienestar moral
de la sociedad. Se necesita un progreso espiritual y moral para que la
dignidad humana se enorgullezca de si misma. La gran revolución que hoy
se está pidiendo, con muchos matices, es la recuperación de valores y
virtudes que se han perdido. De ahí que la próxima Jornada Mundial de la
Juventud que se celebrará en Madrid, con la asistencia de miles y miles de
jóvenes de todo el mundo, no tiene otro objetivo sino el de mostrar que un
mundo desilusionado y desesperanzado necesita ser liberado de las
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opresiones y esclavitudes hedonistas y materialistas. ¿Quién puede
salvarlo? Sólo Dios, que es Amor y que ha revelado su rostro de Padre
omnipotente y misericordioso en Jesucristo. Nuestra sólida esperanza es,
por lo tanto, Cristo que ha dado la vida para salvarnos y para indicarnos un
nuevo modo de vivir y comportarnos. Las virtudes humanas y espirituales
sólo tienen una raíz dónde pueden sustentarse: Jesucristo como Camino,
Verdad y Vida.
3.- Santa Ana, es la patrona de Tudela y a mucha honra. Ella nos
muestra a su hija María y en brazos de tal hija está Jesucristo. Hermosa
imagen dónde hemos de mirarnos, apoyarnos y cobijarnos, queridos
tudelanos. A ella recurrimos y rogamos pero también acudimos, de modo
especial, a Jesucristo para que nos haga gustar lo mismo que decía a sus
discípulos: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
hallaréis descanso en vuestra vida” (Mt 11, 28-29). Deseo que en todas las
familias tengáis una gran devoción a vuestra patrona pero no olvidéis que
una devoción auténtica se realiza, con fidelidad, en la experiencia cristiana
cotidiana que da vida y esplendor. Queridos tudelanos no os dejéis robar la
fe que vuestros mayores os han dejado como la mejor herencia: amad a
Dios sobre todas las cosas, vivid la fraternidad y construid una sociedad
justa y pacífica. Defended la cultura de la vida y de la solidaridad; de esta
forma contentaréis a Santa Ana, a San Joaquín, a su hija María y a su nieto
Jesucristo.
Además, Santa Ana, es la patrona de las mujeres embarazadas
(por ellas ruego y a los pies de Santa Ana pongo para que llegue a la luz el
fruto de sus entrañas y que nadie destruya la vida de este don tan grande
como es un hijo). También es patrona de las amas de casa y trabajadoras
en general; es la patrona de los mineros de piedras preciosas puesto que a
Jesucristo se le compara con el oro y a María con la plata. Santa Ana lleva
en su seno a los dos. Y no olvidemos a los mayores o ancianos de los que
son también patronos Santa Ana y San Joaquín. ¡Os necesitamos, queridos
mayores, por vuestra experiencia y entrega! ¡Os necesitamos porque no
sólo habéis dado lo mejor de vosotros mismos sino que, con vuestros largos
años, sois punto de referencia, como maestros, de todos los que estamos a
vuestro alrededor! ¡Sois expertos de la vida y por ello os agradecemos todo
lo que nos habéis dado y entregado por nosotros!
Deseo que las fiestas de Santa Ana sean, para todos los tudelanos y
visitantes, unos momentos de alegría, de fraternidad y de mayor hondura
de fe. Que Santa Ana cuide de todos como cuidó de María para que
sepamos corresponder a la vocación que hemos sido llamados por
Jesucristo. Amén.
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