SANTA FAUSTINA APOSTOL DE LA MISERICORDIA Pbro. Ángel Palomera Navarro Apostolado de la Divina Misericordia Concepción, Chile Santa María Faustina del Santísimo Sacramento Kowalska nació en la aldea de Glagowec, cerca de la ciudad textil de Lodz en el centro de Polonia un 25 de agosto de 1905, hija de Mariana y de Estanislao, tercera de 10 hermanos. Dos días después de su nacimiento fue bautizada como Helena. El papá trabajaba en carpintería y en el campo. Profundamente cristiano, cada día despertaba a su familia con cantos dedicados a la Virgen. Los domingos asistían a Misa y en un árbol frente a la puerta de la casa habían instalado una imagen de la Virgen. Helena a los 5 años contó a su mamá que había soñado con la Virgen: “Yo estuve caminando de la mano de la madre de Dios en un hermoso jardín” le confidenció. A los 9 años realizó su Primera Comunión y desde ese momento comenzó a confesarse todas las semanas. Era suave de carácter, obediente y rápida en ayudar a los demás. Cuidaba a sus hermanos, colaboraba con su mamá en los trabajos domésticos y con el papá cuidando las vacas y las faenas del campo. Recién a los 12 años pudo ingresar a la escuela alcanzando a estudiar un año y medio. A los 15 años de edad entró a trabajar como empleada doméstica en un pueblo cercano. A esa edad sintió el deseo de ingresar a la vida religiosa, pero sus papás la desalentaron por la pobreza familiar y Helena no pensó más en ello. A los 17 años viajó a Lodz para buscar un trabajo mejor remunerado para ayudar a los suyos. Allí trabajó con dos familias. ¿Cuánto tiempo tengo que esperarte? Asistiendo a un baile vio de pronto a Jesús cubierto de heridas, quien la miró con reproche y le dijo: “¿Cuánto tiempo tengo que esperarte?” (Diario 9). Dejó la pista de baile y se fue a la catedral y allí escuchó las palabras “Anda inmediatamente a Varsovia y allí entrarás a un convento”. (D. 10) Helena salió a la capital de Polonia con lo puesto. Al llegar a la estación se encontró sola y rezó a la Virgen “María dirígeme, guíame”. (D. 11). María la condujo a una casa segura y al día siguiente entró a la cercana Iglesia de San Jaime. Mientras participaba en la Misa escuchó que se le decía “Ve donde el sacerdote, cuéntale todo y él te dirá que debes hacer” (D.12). El sacerdote la envió a un hogar cristiano en donde trabajó como niñera de 4 niños. Nuevamente se hizo evidente el amor de Helena por los pequeños. Siguiendo los consejos de su patrona comenzó a visitar varios conventos en los que no fue aceptada hasta que un día tocó las puertas de la Comunidad de N.S. de la Misericordia. Allí la entrevistó la Superiora y dudando en recibirla le pidió que le preguntara a Jesús su opinión. Helena se dirigió a la Capilla e inmediatamente escuchó: “Te acepto, tú estás en mi corazón”. Ante ello dijo la Madre: “Si el Señor te aceptó, yo también te acepto” (D. 14). Antes de ingresar la comunidad, el 25 de junio de 1925 hizo un voto privado de castidad perpetua para entregarse a Dios con todos los deseos de su alma. En ese tiempo su canto favorito era “El Jesús escondido”, que decía: “Jesús escondido en el Santísimo Sacramento, a él debo adorar. Renuncio a todo por él. Vivo sólo por su amor”. El 2 de agosto de 1925, fiesta de N.S. de los Ángeles, ingresó al convento. Tiempo después escribió en su diario: “Me sentí inmensamente feliz, me parecía que entraba en el paraíso. Una sola oración brotaba de mi corazón, una oración de agradecimiento”. (D. 17) La Congregación a la que ingresa Helena tiene como propósito la imitación de Cristo en su misericordia hacia toda clase de miseria y como meta la atención y rehabilitación de niñas y jóvenes. Como característica principal posee una gran devoción a la Madre de la Misericordia y a la misericordia de Dios, que es la inspiración de su trabajo apostólico. ¿Jesús, quién te hirió tanto? A las tres semanas de estar con las hermanas quiso dejarlas para buscar una congregación de mayor oración. Esa noche fue a la capilla para que Dios le iluminara y al regresar a su dormitorio vio el rostro doloroso de Cristo. Entonces Helena le preguntó: “¿Jesús quien te hirió tanto?” Y el Señor le respondió: “Eres tú la que me causa este sufrimiento si abandonas esta casa. A este sitio te he llamado, no a otro, aquí te tengo reservada muchas bendiciones”. (D. 19) En esta época tuvo su primera visión mística. Vio el purgatorio y el dolor de las almas al no poder estar con Dios. Contempló también a la Virgen que visitaba a las almas del purgatorio, quienes la llamaban Estrella del Mar. Desde ese momento la joven postulante se sintió más comprometida en orar por ellas. (D. 20) La Congregación tenía el Noviciado cerca de Cracovia, en Lagiewniki, junto a un Instituto educacional para jóvenes, una huerta y jardín bajo la protección de San José. El 30 de abril de 1926 comenzaron los dos años de noviciado, recibió su velo blanco y su nombre religioso: María en honor a la Virgen y Faustina que significa feliz o bendecida. En la celebración sufrió un desmayo ya que Dios le dio a conocer sus futuros sufrimientos. Durante su noviciado fue asignada a la cocina. Debía escurrir el agua de grandes fondos de papas y sus escasas fuerzas se lo impedían. En su oración la Hna. Faustina se quejó ante el Señor de su debilidad. Jesús le dijo: “Yo te fortaleceré”. Esa tarde escurrió con facilidad el agua y al levantar la tapa vio en lugar de papas ramilletes de rosas. Al terminar el primer año de Noviciado comenzó a experimentar una dura prueba espiritual conocida como “noche obscura” que se prolongó por medio año. La angustia la envolvía. Miraba su interior y sólo veía gran miseria. No encontraba gozo en la oración. Comenzó a rezar a Santa Teresita del Niño Jesús quien la consoló en sueños y le recomendó que confiara en Jesús. A los pocos días acabó la purificación. El 30 de abril de 1928 terminó el noviciado e hizo la profesión de votos simples por un año. Nuevamente entró en un doloroso período de purificación que se prolongó por 6 meses. Estas pruebas están reservadas a ciertas personas llamadas a la santidad. En ese día pidió a Jesús entregarse enteramente a Él en un gran amor. Nuevamente por 6 meses sufrió en su alma pruebas de purificación interior. Al día siguiente fue enviada a Varsovia a trabajar como cocinera. Allí se enfermó. Estos sufrimientos en su salud y el pensamiento de ser una carga para sus hermanas hicieron que Jesús le dijera: “Muchas almas sacarán provecho de tus sufrimientos. Tus sufrimientos les dará a ellas luz y fortaleza para aceptar mi voluntad” (D. 67) Faustina amaba mucho a su patria. Jesús le pidió que orara por su nación. El Señor le dijo “Reza con todo tu corazón en unión de María. Y trata de hacer el Vía Crucis” (D. 32-33) Después de sus permanentes oraciones vio como Jesús trazaba el signo de la cruz sobre toda Polonia. Y le decía: “Gracias a ti bendigo a todo tu país”. El 21 de febrero de 1929 fue enviada a Vilnus y a los pocos meses a Varsovia, semanas después a otra casa y luego a otra ciudad. Estos cambios tan frecuentes eran muy duros para ella, pero nunca se resistía pues en estos traslados veía siempre la voluntad del Señor. A fines de 1929 Jesús le dijo a Santa Faustina que le concedía su amor y una castidad perfecta. Entonces Él se sacó su cinturón de oro y lo ciñó en la cintura de ella. Santa Faustina señaló que esa gracia la había recibido a través de la intercesión de María ya que había pedido insistentemente este favor a María. Como resultado de esto su devoción por la Madre de Dios se intensificó. (D. 40) Pinta una imagen mía En junio de 1930 fue enviada a una pequeña ciudad llamada Plock. Allí estaba a cargo de la panadería. El 22 de febrero de 1931 recibió la primera revelación de la misión que Dios le otorgaba: El ser la confidente, secretaria y mensajera de la Divina Misericordia para toda la humanidad. Faustina describe así este acontecimiento: “En la noche, cuando estaba en mi habitación vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido en el pecho. En los pliegues de su vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: el uno era rojo y, el otro blanco. Yo me quedé en silencio contemplando al Señor. Mi alma estaba llena de miedo pero también rebosante de felicidad. Después de un rato, Jesús me dijo: “Pinta una imagen Mía, según la visión que ves, con la Inscripción: ¡Jesús, yo confío en Ti! Yo deseo que esta Imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo prometo que al alma que honrare esta imagen, no perecerá. También le prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, pero especialmente a la hora de su muerte. Yo, el Señor la defenderé como a Mi propia Gloria”. Cuando le conté esto a mi confesor, recibí como respuesta la siguiente: “Eso se refiere a tu alma”. El me dijo: “Ciertamente, pinta la imagen de Dios en tu alma”. Cuando salí del confesionario, nuevamente oí palabras como estas “Mi imagen ya está en tu alma. Yo deseo que haya una Fiesta de la Misericordia. Yo deseo esta imagen, que tú pintarás con el pincel, que será solemnemente bendecida el Primer Domingo después de Pascua. Ese domingo será la Fiesta de la Misericordia. Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia Mía a las almas de los pecadores. Deja que el pecador no se sienta temeroso de acercarse a Mí. Las llamas de Mi Misericordia me devoran, quiero volcarlas sobre las almas de los hombres”. Jesús se quejó a mí, con estas palabras: “La desconfianza de las almas me hiere profundamente, y lo que me duele más, es la poca confianza de las almas escogidas. A pesar de las demostraciones de Mi infinito amor por ellas, ni mi muerte misma, basta para convencerlas. ¡Ay del alma que no hace buen uso de ella!” (D. 47-52) Al verse en el deber de realizar el encargo de la pintura muchas personas comenzaron a criticarla como visionaria, sintiéndose muy incomprendida y humillada; casi abandonada por Jesús, pero a los pocos días debió participar en un retiro y al confesarse encontró la paz y Jesús le pidió que hablara a los sacerdotes de su infinita misericordia. (D. 177) Eres el deleite de mi corazón El 1ero de diciembre de 1932 comenzó en Cracovia su última preparación para acceder a los votos perpetuos de obediencia, pobreza y castidad. En esta época su trabajo consistía en labores de planchado y de costura. En este momento de su vida Jesús le pidió que fuera una alma-víctima, es decir, ofrecerse permanente en sacrificio por los demás. Escribió en su diario: “El sufrir es una gracia grande, a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador, en el sufrimiento el amor se cristaliza, mientras más grande el sufrimiento más puro el amor”. (D. 57) Jesús aceptó su ofrecimiento. “Tú eres el deleite de mi corazón, de hoy en adelante, cada uno de tus actos, cualquier cosa que hagas, aun los más pequeños, serán un deleite para mis ojos” (D. 137) En el día de sus votos perpetuos Jesús le pidió que al meditar su pasión rogara su Misericordia en favor de los pecadores y le enseñó esta oración que alcanzaría la conversión de los alejados de Dios: “Oh Sangre y Agua que brotó del corazón de Jesús como una fuente de misericordia por nosotros, yo confío en Ti”. (D. 186-187) Ese día quiso hacer varios propósitos: 1. Sufrir sin quejarme, confortar a los demás y ahogar mis propios sufrimientos en el Sagrado Corazón de Jesús. 2. Pasaré todos mis momentos libres a los pies de Nuestro Señor, en el Santísimo. Alos pies de Jesús, yo buscaré luz, consuelo y fuerza. 3. Le mostraré a Dios mi gratitud por su misericordia hacia mí, sin olvidarme nunca todos los favores que ha derramado sobre mí, especialmente por la gracia de la vocación. 4. Me esconderé de las hermanas como una pequeña violeta en medio de lirios. Deseo florecer para mi Señor y Creador, olvidarme de mí misma, vaciarme totalmente de mí misma, por el bien de las almas inmortales -este es mi deleite. (D. 224) 5. Debo poner poca atención a lo que se refiere a quien está a favor mío o quien está en contra. No contaré a los demás las cosas que he tenido que soportar. Debo mantener paz y ecuanimidad durante las épocas de sufrimiento. En los momentos difíciles, debo refugiarme en las llagas de Jesús. Yo debo buscar consolación, descanso, luz y confirmación en las llagas de Jesús. (D. 226) 6. En medio de las pruebas, trataré de ver la mano amorosa de Dios. Ninguna cosa es tan cierta como el sufrimiento -fielmente se mantiene junto al alma-. ¡Oh Jesús, no permitiré que nadie me sobrepase en amar a Dios! (D. 227) Oh Jesús, yo deseo la salvación de las almas inmortales. Es en el sacrificio que mi corazón encuentra expresión libre, -en el sacrificio que nadie sospecha-. Yo arderé y seré consumida sin ser vista en las llamas santas del amor de Dios. La presencia de Dios ayudará mi sacrificio a ser perfecto y puro. (D. 235) Esa noche escuchó estas palabras de Jesús: “Hija mía, tu corazón es mi cielo”. (D. 238) Deseo que se celebre la fiesta de la Misericordia Después de sus votos perpetuos fue enviada como jardinera a Vilnus. En el viaje se detuvo en el Santuario Mariano de Czestochowa para rezar ante la Virgen de Jasna Gora. Allí María le dijo muchas cosas. Cuenta Faustina que “sentí que yo era su niña y ella era mi madre”. (D. 260) En ese pueblito conoció al Padre Miguel Sopocko, ya escogido por Dios, para ser su confesor y director espiritual. Faustina en dos ocasiones lo había visto en visiones. Desde el principio le reveló todas sus experiencias. Entonces el P. Miguel, sacerdote prudente y de gran preparación intelectual acudió a las superioras para realizar exámenes físicos y psicológicos que resultaron todos favorables. Consultó a otros sacerdotes ilustrados y finalmente se convención que la Hna. Faustina estaba enriquecida con numerosos regalos del Espíritu Santo. El fue quien le pidió que comenzara a escribirlo todo en un diario de vida espiritual. El 5 de agosto de 1933, en la Fiesta de N.S. de la Misericordia, recibió una gracia muy grande. Jesús le dijo que se complacía cuando meditaba su pasión y quien anhelara aprender la verdadera humildad debía contemplarla. (D. 267) María Faustina contó al P. Miguel la solicitud de Jesús de pintar una imagen que sería un medio de gracia para el mundo y el establecimiento en el calendario litúrgico de la Fiesta de la Misericordia de Dios el domingo siguiente al de Pascua de Resurrección. El 2 de enero de 1934 el sacerdote comisionó al artista Eugenio Kazimirowski la pintura de la imagen. Consultada por su Director Espiritual, Faustina rogó al Señor le explicara el significado de los rayos de la imagen. Esta fue la respuesta: "Los dos rayos de la Imagen representan la Sangre y el Agua que brotaron de la profundidad de mi Misericordia, cuando mi Corazón agonizante fue traspasado por la lanza en la cruz. El rayo pálido significa el Agua que purifica las almas; el rayo rojo, la Sangre que es la vida del alma. Estos rayos protegen a las almas de la ira de Mi padre. Feliz el que vive bajo su sombra, porque la mano de la justicia de Dios nunca lo alcanzará. Deseo que el primer domingo después de Pascua de Resurrección se celebre la Fiesta de la Misericordia. Pide a tu confesor (P. Miguel Sopocko) que en ese día, comunique al mundo entero Mi Gran Misericordia; que cualquiera que se acerque a la Fuente de Vida, obtendrá la completa remisión de los pecados y del castigo. La humanidad no obtendrá Paz, hasta que no venga con confianza a mi Divina Misericordia". ¡Oh, cómo me hiere la desconfianza de un alma! Reconocen que soy Santo y Justo, pero no creen que soy Misericordia y no confían en Mi Bondad. Hasta los diablos glorifican Mi justicia pero no creen en Mi Bondad. Mi corazón se regocijó con este título de Misericordia. Proclama que la Misericordia es el más grande atributo de Dios. Todas las obras de Mis manos están coronadas con Mi Misericordia" (D. 299). El 8 de abril de 1934 Faustina celebró por vez primera la Fiesta de la Divina Misericordia. Jesús le dijo “Hoy mis ojos descansan con satisfacción sobre esta casa”. Y ella escribió: “Creo que mi misión no se acabará con mi muerte, recién comenzará” (D. 281) Al ver terminada la imagen lloró de emoción: “¿Quién será capaz de pintarte como eres en verdad?”. Luego oyó: “No está en lo hermoso del color ni en la habilidad de los pinceles, la grandeza de este cuadro está en mi gracia”. (D. 313) El P. Miguel llevó la imagen a la Iglesia de las Hermanas Bernardinas, en donde era Capellán y la colocó en un corredor de la Iglesia en junio de 1934. En ese verano se le apareció a Faustina la Virgen y le dijo: “Sufrirás por motivo de la imagen, pero no temas a nada”. Casi enseguida cayó enferma. Faustina escribió: “el sufrimiento es un compañero constante de mi vida” (D. 316) y “Cuando sufrimos tenemos la oportunidad de mostrar a Dios nuestro amor a Él” (D. 303). A pesar de ello anhelaba servir a Jesús con todas sus fuerzas: ser misionera, incluso mártir, vaciarse completamente por amor a Jesús y a los hombres. Escribió: “Un intenso amor puede cambiar pequeñas cosas en grandes y solamente es el amor el que presta valor a nuestras acciones”. (D. 303). Se ofreció a Dios mediante un acto de consagración para la conversión de los pecadores, especialmente por quienes han perdido la esperanza en la Misericordia divina. Estoy satisfecho con tu confianza El 12 de agosto de 1934 se sintió muy enferma y recibió la unción de los enfermos. Comenzó a ser atormentada por los demonios que la maldecían. Pero Faustina con gran paz rezó el Credo y se desvanecieron. Al día siguiente se sintió tan bien, que fue a misa a la Capilla. Jesús le dijo “Permanecerás aun en la tierra, estoy satisfecho con tu confianza” (D. 324) El 15 de agosto, Fiesta de la Asunción de la Virgen a los cielos, la Madre de Dios se le apareció muy hermosa y le dijo: “Hija mía, te pido oración y una vez más oración por el mundo. En todo tiempo y sitio, de día y de noche, ora en el espíritu. En el espíritu uno siempre puede mantenerse en oración”. (D. 325) El 26 de octubre de 1934, a las seis de la tarde mientras María Faustina y algunas niñas del Instituto dejaban el trabajo del jardín para ir a cenar vio a Jesús sobre la Capilla como la imagen que fue pintada, los rayos cubrían toda la casa y luego se expandían por la ciudad y el mundo entero. La visión duró cerca de cuatro minutos. Imelda, una de las niñas también observó los rayos. Un mes después esta experiencia quedó registrada por escrito con las firmas de las estudiantes y de varias religiosas. El 5 de noviembre Jesús volvió a pedirle a Faustina la celebración de la Fiesta de la Misericordia, la bendición ese día de la imagen y la Novena. (D. 341) Llegado el tiempo de Navidad tuvo visiones del Niño Jesús que siempre le pedía humildad y sencillez. También vio al Señor expuesto en la Custodia brotando de la Hostia los rayos rojos y blancos que llegaban a las manos de los sacerdotes y de allí a la gente para retomar a la Hostia consagrada. (D. 344). En el último día de 1934 pidió permiso para pasar la noche en la Capilla, así celebró el año nuevo en oración ante Jesús Sacramentado. En esa prolongada plegaria formuló una extensa letanía “Oh Santa Hostia” (D. 356). Escribió: “En la bendita eucaristía está nuestra única esperanza y confianza en medio de la oscuridad, fracaso y desesperación”. Al año siguiente la secretaria y apóstol de la Divina Misericordia recibió esta gran promesa: “En las almas que se han acogido a mi misericordia y para aquellas que me glorificarán y proclamarán mi gran misericordia a otras, yo acudiré con mi infinita misericordia a la hora de su muerte” (D. 379) Mamá, ahora te sentirás mejor Después de 13 años regresó a su casa a visitar a su familia. Su mamá estaba enferma. El 16 de febrero de 1935 la encontró grave y debía ser intervenida quirúrgicamente. Faustina se arrodilló en su cama y le dijo: “Mamá, ahora te sentirás mejor”. En ese momento la Sra. Kowalska se restableció. Al día siguiente todos fueron a misa incluso la mamá que el día anterior estaba a punto de morir. Todas las noches la familia se reunía para orar y hablar de Dios. Faustina admiraba mucho la sinceridad y el ardor de la oración de su papá. Los vecinos le pedían que besara a sus niños, muchos de ellos muy sucios, con enfermedades y purulentos. Ella para sobreponerse a sus sentimientos y ejercer la misericordia y la humildad los besaba doblemente. El viernes santo de 1935 Jesús le pidió que la imagen fuese venerada públicamente (D. 414). Faustina se lo comunicó al P. Miguel que le pareció algo imposible, pero el sacerdote fue invitado a predicar en una central e importante Iglesia de Vilnus y aprovechó para solicitar que la imagen se colocara frente a la plaza. El Arzobispo accedió y durante tres días -el triduo que estaba precisamente programado, desde el jueves hasta el día de la Fiesta de la Misericordia miles de peregrinos que visitaban la Iglesia lo pudieron ver. La propia Santa Faustina preparó coronas de flores para adornar el cuadro. (D. 421). Escribe: “Fue un gran gozo para mí que otros regresaran a la fuente de la felicidad, al corazón de la Divina Misericordia". (D. 42l). Esa noche vio espiritualmente como el cuadro recorría toda la ciudad, mientras pasaba se cubría de redes y mallas de maldad que el Señor cortaba y destruía formando una gran cruz. (D. 416) El viernes del triduo el P. Miguel predicó sobre la Misericordia, Faustina relata que la imagen se hizo viva y los rayos se incrustaron en los corazones de los oyentes, pero no en el mismo grado, a algunos más y a otros menos, (D. 417) según sus disposiciones interiores. El domingo 28, Fiesta de la Misericordia de ese año- 1935, Jesús le dijo: “Esta fiesta emergió de lo más profundo de mi misericordia. Toda alma que crea y confíe en mi misericordia, la obtendrá” (D. 420). Tu misión es rogar por misericordia El 9 de junio de 1935, Fiesta de Pentecostés, Jesús le pidió la creación de una congregación que proclamara la Misericordia Divina por el mundo entero (D. 437). El 31 de agosto, Fiesta de San Ignacio, Patrono de su Congregación, se le apareció y mostrándole un libro le dijo: “Esta regla puede ser adaptada a la nueva congregación”. (D. 448). Ante las dudas de Faustina, el 5 de agosto, Fiesta de N.S. de la Misericordia, contempló a la Virgen que le dijo: “Es de mucho agrado para mí que un alma lleve a cabo fielmente la voluntad de Dios. Sé valiente. No temas obstáculos aparentes, sólo fija tu mirada en la pasión de mi Hijo. Esta es la manera para salir victorioso”. (D. 449). Debiendo viajar a Cracovia para un retiro, aprovechó de preguntar al P. Andrasz por esta nueva Comunidad, quien le señaló que realmente podría ser bueno que un grupo de personas se dedicaran a la vida contemplativa. El 14 de noviembre vio una casa en ruinas y en diciembre Jesús le dijo: “En ese lugar estará la comunidad. Con gran deseo espero y ansío el tiempo en que haré mi residencia sacramental en ella. Bendeciré a sus vecinos de una manera especial. Te hago apóstol de mi misericordia. Tu misión es rogar por misericordia para el mundo entero. Ninguna alma será justificada hasta que se vuelva con confianza a mi misericordia y por esto que el primer domingo de Pascua se llevará a cabo la Fiesta de la Misericordia. En ese día los sacerdotes deberán hablar a todos acerca de mi gran misericordia. Deseo que mi imagen sea expuesta en la Iglesia. Por medio de ella concederé muchas gracias a las almas. Permite que todos tengan acceso a ella” (D. 570). A inicios de 1936 conversó con el Arzobispo de Vilnus sobre la nueva comunidad religiosa, quien recomendó esperar. La Coronilla de la Divina Misericordia El viernes 13 de septiembre de 1935 Jesús reveló a Faustina un poderoso medio para obtener la misericordia de Dios para el mundo: la corona de la Divina Misericordia. Jesús le dijo como rezarlo: “Esta oración sirve para aplacar la ira de Dios. La rezarás por nueve días en tu rosario ordinario de la siguiente manera: al principio rezarás un Padre Nuestro, una Ave María y un Credo. Después rezarás en las cuentas grandes: “Padre Eterno yo te ofrezco el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Tu Amadísimo Hijo y Señor Nuestro Jesucristo como propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero”. En las cuentas pequeñas: “Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”. Al final rezarás tres veces: “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”. (D. 474-476). En 1936 el P. Miguel por vez primera imprimió en Cracovia esta corona en el reverso de la estampa con la imagen de la Divina Misericordia que el artista pintó en Vilnus, lugar de las apariciones. En el mismo año Faustina fue destinada al pueblito de Walendow, en donde debía trabajar en el campo todo el día hasta el anochecer. Su salud comenzó nuevamente a deteriorarse. Allí escribió: “Yo sé que el grano de trigo debe ser molido para hacerse alimento. De la misma manera debo ser destruida para ser útil a la Iglesia y a las almas aunque externamente nadie note mi sacrificio” (D. 641) Fluirán abundantes gracias divinas Ese año vivió intensamente la Semana Santa, sufriendo los dolores de la pasión en su cuerpo. En septiembre fue examinada de los pulmones. En la Clínica de Pradnik padecía fuertes dolores que no le permitían moverse, ni siquiera podía tragar su saliva. Faustina no pedía ayuda más bien se entregaba a la voluntad de Dios. En estas penosas circunstancias recibió el principal mensaje en relación a la Fiesta de la Divina Misericordia: “Hija mía, habla al mundo entero acerca de Mi infinita misericordia. Yo deseo que la Fiesta de la Misericordia sea el refugio de todas las almas, y especialmente de los pobres pecadores. Las entrañas más profundas de mi misericordia más tierna se abren en ese día. Derramaré un caudaloso océano de gracias sobre aquellas almas que acudan a la fuente de mi misericordia. El que recibiere en ese día, los Sacramentos de la Confesión y la Santa Comunión obtendrá el completo perdón de sus pecados y del castigo. En ese día se abrirán todas las divinas compuertas por las cuales fluyen las gracias divinas. Que nadie tenga miedo de venir a Mí, aunque sus pecados sean de color escarlata. Mi misericordia es tan grande que ninguna mente, sea ésta de hombre o de ángel, podrá sondearlo a través de la eternidad. Todo lo existente ha salido de las mismas profundidades de Mi tierna misericordia. Toda alma de acuerdo con su relación Conmigo, contemplará Mi amor y misericordia a través de la eternidad. La Fiesta de la Misericordia salió de mis ternuras más profundas. Es mi deseo que sea celebrada solemnemente el primer domingo después de Pascua. El hombre no tendrá paz hasta que no vuelva a la Fuente de Mi Misericordia” (D. 699). En octubre de 1936 Santa Faustina oraba “por un poquito de salud” para participar en un retiro de 8 días. En este retiro espiritual tuvo la visión del infierno y del terrible sufrimiento que padecen quienes están eternamente privados de Dios. Esta experiencia mística la llevó a orar con más insistencia por la conversión de los pecadores. También tuvo visiones sobre el purgatorio y el cielo. Ejercita la Misericordia con el prójimo En este retiro se le indicó, además, lo que constituye la verdadera devoción a la misericordia de Dios. “Hija mía, le dijo el Señor, si es que Yo reclamo a la gente, a través tuyo la devoción de Mi Misericordia, debes ser tú la primera en distinguirte en esta confianza en Mi misericordia. Yo exijo de ti actos de misericordia, que deben realizarse por amor a Mí. Tú debes mostrar misericordia a tus prójimos siempre y en todas partes. No debes acobardarte ante esto o tratar de excusarte o de dispensarte de ello. Te estoy dando tres medios de ejercitar misericordia con tu prójimo: el primero por obra, el segundo de palabra y el tercero por la oración. En estos tres grados está contenida la totalidad de la misericordia y es una prueba de tu amor por Mí. Por estos medios una alma glorifica y da tributo a Mi Misericordia”. “Si bien el Primer Domingo de Pascua es la Fiesta de la Misericordia, también deben haber otros actos de misericordia, y yo pido la adoración a Mi Misericordia en la Celebración Solemne de esta festividad y a la veneración de mi imagen. Por medio de esta imagen, yo concederé muchas gracias a las almas. Todo esto como un recordatorio de la urgencia de Mi misericordia, porque aún la fe más fuerte, sin obras no tienen valor”. (D. 742) Un agudo dolor en manos, pies y costado Al finalizar los días de retiro espiritual se le añadió otra fuente de sufrimiento: los estigmas de la pasión. Anotó: “Fue así como yo experimenté estos sufrimiento por primera vez: Después de los votos perpetuos (30 de abril de 1928). Un día durante la oración, vi una gran luz y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies y en mi costado y sentí las espinas de la corona de espinas. Experimenté estos sufrimientos durante la Santa Misa del Viernes, pero esto fue sólo por un momento”. “En el curso de la enfermedad (la tuberculosis), un viernes durante la Santa Misa, sentí los mismos sufrimientos y esto se ha repetido todos los viernes y algunas veces cuando me encuentro con alguna alma que no está en estado de gracia. Aunque esto no es muy frecuente, y los sufrimientos duran poco, estos siguen siendo dolorosos y yo no los soportaría sin una gracia especial de Dios. No hay ningún signo externo de estos sufrimientos. ¿Qué vendrá después? Yo no sé. ¡Qué todo esto sea por el bien de las almas!” (D. 759). Internada en la clínica y con el diagnóstico de tuberculosis le entregaron una pequeña habitación particular para evitar el contagio. Apenas se levantaba para ir a la Capilla a Misa. Un día observó una persona agonizando. De pronto escuchó una voz: “Recita la corona que te enseñé”. Se arrodilló ante la enferma y rezó fervorosamente la coronilla. La mujer murió pacíficamente. En el diario Faustina escribió de parte del Señor: “A la hora de su muerte, Yo defiendo cada alma que diga esta corona, como a mi propia gloria; o cuando otras recen por un moribundo, la indulgencia es la misma. Cuando se reza esta corona a la cabecera de la cama de un moribundo, se aplaca la ira de Dios, y la misericordia insondable envuelve el alma y las mismas profundidades de mi tierna misericordia se remueven por la dolorosa pasión de Mi Hijo”. (D. 808-811) En sus anotaciones Faustina subrayó la siguiente frase queriendo así destacar la gran promesa de Jesús en tomo a la Corona de la Misericordia: “La Promesa del Señor: Las almas que rezan esta corona serán abrazadas con Mi misericordia durante su vida y especialmente en la hora de su muerte. (D. 754) Durante su estadía hospitalaria a Faustina le fue dada la gracia de conocer la necesidad de la oración en favor de los moribundos y de la eficacia de la Corona de la Misericordia. Hija querida, accedo a tu petición En el hospital su gran consuelo era la Misa y la comunión. Escribió en la víspera de la Navidad de 1936: “únicamente en la eternidad sabremos el gran misterio de la Santa Comunión. ¡Oh preciosos momentos de mi vida!” (D. 840). También la alegraba la compañía de la Virgen, para la fiesta navideña la trasladaron al convento; mientras viajaba a través de la ciudad, la Hermana Faustina meditaba en medio del ajetreo de la gente: “Virgen pura tú estás viajando hoy y yo también. Virgen totalmente inmersa en Dios, yo te ofrezco mi vida espiritual, arregla todo para que sea agradable a tu Hijo”. (D. 844). El 27 de diciembre regresó a la clínica y continuó ofreciendo su oración reparadora por las culpas de los pecadores junto a sus sufrimientos. Jesús le pedía: “Yo exijo de ti un ofrecimiento perfecto y completo, un ofrecimiento de la voluntad. Ningún otro sacrificio puede compararse a éste”. (D. 923) En su enfermedad se mantenía laboriosa, tejiendo. En una ocasión mientras tejía solicitó a Dios: "Santísima Trinidad, por favor concédeme la gracia de la conversión de tantas almas como número de puntos yo haga hoy día con los palillos”. El Señor le respondió: “Hija mía, tú pides mucho”; a lo que ella replicó: “Jesús, tú sabes que para ti es más fácil conceder mucho en vez que poquito”. Jesús le dijo entonces: “Mi hija querida, -accedo a tu petición” (D. 96). Otro día estando en el sanatorio, desde su ventana no alcanzaba a ver un campo sembrado de trigo. Ella que era de origen campesino experimentaba el deseo de ver los dorados trigales. Al día siguiente sobre el velador encontró un manojo de espigas; así Faustina comprendió cuán delicado es el amor providencial del Padre de los cielos. Seguía en su enfermedad experimentando los dolores de la Pasión. Escribe: “Anoche tuve un intenso dolor que pensé que era el fin. Los doctores no podían diagnosticar cual era la enfermedad. Sentí como si mis entrañas se hubiesen hecho pedazos. Todo esto por los pecadores. Permite, Señor, que tu Misericordia descienda sobre ellos”. (D. 999). El 5 de marzo de 1937 anotó en su Diario: “Hoy experimenté la Pasión del Señor Jesús en mi propio cuerpo por un largo rato. Los dolores son grandes; pero todo esto es por el bien de las almas inmortales” (D. 1010) Sobre el sufrimiento Faustina deja esta reflexión: “Si la persona que sufre supiera cómo es amada por Dios, moriría de alegría y llena de felicidad. Algún día conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no seremos capaces de sufrir. El momento presente es nuestro”. (D. 963) Jesús también le comunicó que el corazón del apóstol de la Misericordia, consiste en revestirse del atributo divino de la Misericordia. De allí la preocupación de la hermana por salvar a los pecadores, ayudar a los moribundos, llevar alivio a las almas del purgatorio, orar por los sacerdotes y ejercer las obras de misericordia tanto espirituales como corporales. Ayudaba mucho a los sacerdotes con su oración y sacrificios. Jesús le dijo: “Mi hostia amada, ora por los sacerdotes, especialmente en este tiempo de cosecha” (D. 980) Quiero conceder una indulgencia plenaria En la Semana Santa de 1937 Jesús le mostró proféticamente la celebración jubilosa de la Fiesta de la Misericordia presidida por el Santo Padre en Roma. En la ocasión le solicitó rezar una Novena que se debía comenzar el viernes santo. Ese día Faustina sintió el dolor de las cinco llagas en su cuerpo, sufrimiento que se mantuvo hasta las tres de la tarde. En el Sanatorio la dieron de alta y pudo regresar a la casa de Lagiewnike para celebrar Pascua de Resurrección y al domingo siguiente la Fiesta de la Misericordia. Jesús le dijo durante la oración ese día: “Las almas que trabajen en aumentar la gloria de mi misericordia yo las protegeré por toda su vida como una madre tierna protege a sus hijos y en la hora de la muerte no seré juez para ellos, sino el salvador misericordioso” (D. 1047) Y el 30 de abril, durante la renovación de sus votos, la presencia de Dios la rodeó y escuchó estas palabras: “Quiero conceder una indulgencia plenaria a los que se confiesen y reciban la Santa Comunión en la Fiesta de mi Misericordia. (D. 1109). No te desanimes por las dificultades Faustina atribuía un gran poder a la oración a la Divina Misericordia que Jesús le había enseñado. Dejó constancia en su Diario que debido a una sequía y al intenso calor las plantas estaban sedientas de agua, entonces sintió compasión y rezó la oración pidiendo la gracia de la lluvia. Por la tarde el cielo se cubrió de nubes y cayó abundante lluvia. Y agregó “El Señor me indicó que cualquier cosa puede ser obtenida por medio de esta oración”. (D. 1128) ORACION A JESUS DE LA DIVINA MISERICORDIA Jesús misericordioso, tu bondad es infinita y los tesoros de tu gracia son inagotables. Me abandono a tu misericordia que supera todas tus obras, me consagro enteramente a Ti para vivir bajo los rayos de tu amor que brotaron de tu corazón traspasado en la cruz. Quiero dar a conocer tu amor misericordioso por medio de las obras de misericordia corporales y espirituales. Más tú me protegerás, pues todo lo temo de mi debilidad y todo lo espero de tu piedad. Que la humanidad comprenda tu infinita Misericordia, a fin de que poniendo su confianza en ella, pueda alabarte por toda la eternidad. Amén. Durante la Misa del Sagrado Corazón recibió un mensaje importante: “Apóstol de mi Misericordia, proclama a todo el mundo mi insondable misericordia. No te desanimes por las dificultades”. (D. 1142) También le pidió que todos han de realizar una obra de misericordia al menos diariamente, con la palabra misericordiosa al perdonar y consolar, o bien con la oración o finalmente con las obras de misericordia. (D. 1158). Faustina compuso una hermosa oración para servir mejor al prójimo: “Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo, o transfórmalo en tu mismo corazón, para que pueda conocer las necesidades de otros corazones, especialmente de aquellos que están tristes y sufren” ( D. 514) Jesús, protege a sus sacerdotes En el verano de 1937 fue destinada a otra comunidad en las montañas, en el pueblito de Rabka. Allí su salud se deterioró, los dolores del pecho eran tan fuertes que ni siquiera podía mover sus manos. San José vino en su ayuda. Le dijo que deseaba que tuviese una constante devoción por él, le prometió su especial protección y su asistencia en la difusión de la obra de la Divina Misericordia. (D. 1203) Para la fiesta de la Asunción de la Virgen a los cielos regresó a Cracovia porque se estaba sintiendo peor. Ese día se le concedió la gracia de experimentar el júbilo de la Virgen en su Asunción quien le dijo: “No se puede complacer a Dios sin obedecer Su voluntad” (D. 1244) Por esos días la visitó el P. Miguel Sopocko. Fue la ocasión para revelar su percepción del misterio del sacerdocio con la siguiente anotación: “El Señor Jesús protege con grandeza a sus representantes en la tierra. ¡Cuán íntimamente está Él unido a ellos! Él me ordena dar prioridad a la opinión de ellos sobre la de Él. He llegado a conocer cuán grande es esa intimidad que existe entre Jesús y el sacerdote. Jesús defiende lo que el sacerdote dice, y a menudo accede a sus deseos, y algunas veces hace que Su propia relación con un alma dependa del consejo del sacerdote. Oh Jesús, por una gracia especial, he llegado a conocer muy claramente hasta qué punto Tú has compartido Tu poder y misterio con ellos, aún más que con los ángeles. Yo me regocijo en esto, porque todo es para mi bien”. (D. 1240) Total abandono a Dios El primer viernes de septiembre de 1937 Faustina, durante la comunión, recibió la inspiración de hacer lo que ella llamó “acto de total abandono a la voluntad de Dios”: “Jesús Hostia, a quien he recibido en este mismo momento dentro de mi corazón, con esta unión Contigo, yo me ofrezco enteramente al Padre Celestial como hostia de sacrificio, abandonándome total y completamente a la más misericordiosa y santa voluntad de mi Dios. De hoy en adelante, Tu voluntad, Señor, es mi alimento. Tú posees todo mi ser, haz conmigo lo que te plazca. Lo que Tu mano Paternal me de, yo lo aceptaré, con sumisión, paz y alegría. Nada temo, no importa en qué dirección me guíes; ayudada por tu gracia yo llevaré a cabo todo lo que demandes de mí. Yo no temo ninguna de tus inspiraciones, ni ansío ver dónde me llevarán. Guíame, Oh Dios, a lo largo de cualquier camino que desees; yo he puesto toda mi confianza en Tu voluntad, que para mí, es el mismo amor y misericordia. Bendito seas Si me mandas permanecer en este convento, yo permaneceré. Si me mandas emprender la obra, lo haré. Si me dejas en la incertidumbre acerca de la obra hasta que muera, bendito seas. Si me das la muerte, -cuando humanamente hablando- mi vida parezca particularmente necesaria, bendito seas. Si me llevas en mi juventud, bendito seas. Si me dejas vivir hasta la ancianidad, bendito seas. Si me dieras salud y fortaleza, bendito seas. Si me confinas al lecho del dolor por toda mi vida, bendito seas. Si me dieras fracasos y desilusiones en la vida, bendito seas. Si permitieras que mis más puras intenciones sean condenadas, bendito seas. Si dieras luz a mi mente, bendito seas. Si me abandonaras en la oscuridad y toda clase de tormentos, bendito seas. De este momento en adelante, yo vivo en la más profunda paz, porque el Señor Mismo me lleva en la palma de su mano. El Señor de insondable misericordia, sabe que yo lo deseo a Él solamente entre todas las cosas, siempre y en todas partes”. (D. 1264) Oración para hacer la voluntad del Señor “Oh Jesús, extendido sobre la cruz, yo te imploro, dame la gracia de cumplir fielmente la Santísima Voluntad de tu Padre, en todas las cosas, siempre y en todo lugar. Y cuando esta voluntad de Dios me parezca muy dura y difícil de cumplir, es entonces que yo Te suplico, Jesús, que el poder y fortaleza fluyan sobre mí de tus llagas y que mis labios sigan repitiendo, “Que se haga Tu voluntad, Oh Señor”. Oh Salvador del mundo, Amante de la salvación del hombre, que en tan terrible tormento y dolor Te olvidas de Tí mismo para pensar solamente en la salvación de las almas; Oh compasivo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí misma para que pueda vivir totalmente para las almas, ayudándote en la obra de salvación, de acuerdo a la santísima voluntad de Tu Padre”. (D. 1265) Me han llegado las bendiciones de los pobres Por su precaria salud fue transferida del trabajo de jardinería a la labor de portera. En esta nueva obligación que aceptó con prontitud debió sufrir humillaciones, peligros y contratiempos que soportó en silencio, sin quejarse. Trataba a los pobres que llegaban a la puerta con especial cariño. Un día un joven mendigo vino a la portería y pidió algo de comer. María Faustina fue a la cocina y le entregó una taza de sopa y pan. Cuando el pobre terminó de comer el joven se reveló como Jesús, quien dijo: “Hija mía, me han llegado las bendiciones de los pobres que alejándose de tu puerta, me dan las gracias. Me has complacido y quise bajar del cielo para saborear los frutos de tu misericordia” (D. 1313) El 16 de septiembre de 1937 Faustina anotó una sorprendente revelación. Ese día fue presa de violentos dolores que ninguna medicina calmaba. Por momentos el dolor le hacía perder la conciencia. Jesús le manifestó que así la unía a su agonía en el Huerto en reparación por las almas asesinadas en los vientres maternos por el aborto. Los médicos se mostraban incapaces de entender el fenómeno. (D. 1276) Conquistando la santidad La vida de Sor Faustina continuaba silenciosa y escondida. Sobre el silencio escribe: “Según mi opinión y experiencia el silencio deberá estar en el primer lugar. Dios no se da a una alma parlanchina que como un zángano en la colmena zumba mucho, pero no produce miel”. (D. 119) Destinaba gran tiempo a la oración ya que como ella decía “a través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla” y añadía “toda gracia fluye por medio de la oración” (D. 146). A través de la plegaria llevaba a la humanidad entera, especialmente a los pecadores, a Jesús para sumergirlos en el océano de su misericordia. Continuaba sufriendo por amor ya “que todo lo que se hace por amor no es pequeño” (D. 1310) Cuando por la noche regresaba a acostarse se sentía “como un soldado regresando del campo de batalla” (D. 1310), así de maltratada por los síntomas de la enfermedad que sufría con espíritu de fe. Anotó: “Si los ángeles pudieran envidiar, nos envidiarían dos cosas: Comunión y el sufrimiento” (D. 1804). la Santa Buscaba la santidad con ardor, de modo especial a través de la confesión: “Deseo decir tres palabras al que desea decididamente tender hacia la santidad y obtener frutos, es decir, provechos de la confesión: Total sinceridad y apertura, humildad y obediencia”. (D. 113) Jesús la preparaba de esta manera para que Faustina le entregara todo, incluso su miseria: “Hija, dame tu miseria, porque es de tu exclusiva propiedad”. (D. 1318). “A pesar de mis defectos quiero seguir luchando como un alma santa” (D. 1333). Hora de la gran misericordia El 10 de octubre de 1937 el Señor la instruyó sobre la hora de la Gran Misericordia: “A las tres de la tarde en punto, implora mi misericordia especialmente por los pecadores y, aunque sea por un breve momento sumérgete en mi pasión, particularmente en mi abandono al momento de la agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para el mundo. En esta hora no rehusaré nada al alma que me pida algo en virtud de mi pasión”. (D. 1320) Faustina escribió una breve oración que puede servir para este propósito: “Jesús, tu expiraste; pero la fuente de vida brotó para las almas y el océano de misericordia se abrió para todo el mundo. Oh fuente de vida, insondable misericordia divina, envuelve a todo el mundo y derrámate sobre nosotros” (D. 1319) Jesús posteriormente insistió en este mensaje invitando a rezar el Vía Crucis: “Yo te recuerdo mi Hija querida, que tantas veces oigas al reloj dar las tres de la tarde, te sumerjas completamente en Mi Misericordia, adorándole y glorificándole; invoca su omnipotencia para todo el mundo y particularmente por los pobres pecadores, porque en ese momento, la misericordia se derramó abiertamente sobre cada alma. A esta hora tú puedes obtenerlo todo para ti misma y para otros, por la súplica; esa fue la hora de gracia para todo el mundo. La misericordia triunfó sobre la justicia”. “Hija mía, trata de hacer el Vía Crucis lo mejor posible a esta hora, siempre y cuando tus obligaciones lo permitan y si no tienes la posibilidad de hacer el Vía Crucis, entonces al menos entra en la capilla, sumérgete en oración en donde quiera que te encuentres, aunque sea sólo por un instante. Yo reclamo veneración para Mi Misericordia en toda criatura, pero por sobre todo: de ti, ya que es a ti a quien he dado el entendimiento más profundo de este misterio”. (D. 1572) Abran sus puertas Jesús le reiteró: “Di a las almas que no pongan obstáculos entre sus corazones y Mi Misericordia, que tanto anhela obrar en ellos. Mi Misericordia obra en todos esos corazones que le abren sus puertas. Tanto los pecadores como los justos necesitan de Mi Misericordia. La conversión como la perseverancia es una gracia de Mi Misericordia. Dejen a las almas que buscan la perfección, que adoren Mi Misericordia, particularmente porque la abundancia de las gracias que yo les concedo brotan de Mi Misericordia. Yo deseo que estas almas se distingan por su ilimitada confianza en Mi Misericordia. Yo mismo me ocupo de la santificación de estas almas. Yo les proveeré de todo lo que ellas necesitan para alcanzar la santidad. Las gracias de Mi Misericordia se derraman por medio de un solo vaso y ése es la confianza. Mientras más confía una alma más recibirá. Las almas que confían ciegamente son un gran consuelo para mí, porque derramo todos los tesoros de mis gracias sobre ellas. Yo me regocijo si piden mucho porque es mi deseo dar mucho, muchísimo. Por otro lado, me entristezco cuando las almas piden poco, ellos reprimen sus corazones”. (D. 1577-1578) Habla de mi gran misericordia Llegó el tiempo de adviento y con este las fiestas de la Inmaculada Concepción y de la Navidad. En esos días Jesús, a quien Faustina lo gustaba llamar “tesoro de mi corazón”, “único objeto de mi amor”, “entera delicia de mi alma” (D. 1385), “mi maestro”. (D. 1404), le dijo: “Diles a los pecadores que no teman acercarse a mí, háblales de mi gran Misericordia. La pérdida de cada alma me hunde en la tristeza. Tú siempre me consuelas cuando rezas por los pecadores. La oración que más me complace es la que se hace por la conversión de los pecadores. Sabrás hija, que esta oración es siempre escuchada y confortada” (D. 1396-1397). Frente a ello el demonio intentaba confundirla: “No pienses más en esta obra. Dios no es tan misericordioso como tú dices que es. No reces por los pecadores porque igualmente serán condenados”. En ese momento Faustina reaccionó y le dijo “Yo sé quien eres, el padre de la mentira” e hizo la señal de la cruz, alejándose el maligno. (D. 1405-1406) Jesús la tranquilizó durante la misa celebrada por el P. Miguel. Vio al niño Jesús que con sus dedos tocaba la frente del sacerdote, mientras decía: “Su pensamiento está estrechamente unido al mío, así es que quédate en paz en lo que se refiere a mi obra. Yo no lo dejaré cometer un error. Y tu no debes hacer nada sin su permiso”. (D. 1408-1409) En la escuela de María Con la llegada de la fiesta de la Purísima se preparó con una novena rezando cada día 1000 avemarías en su honor. En el transcurso de la Eucaristía vio a la Madre Bendita quien bellísima y sonriente le dijo: “Mi hija, por orden de Dios yo seré en forma especial tu Madre, pero yo deseo que también tú seas de un modo especial mi hija”. Y agregó: “Deseo que practiques las tres virtudes que más complacen al Señor. La primera: humildad, humildad y humildad; la segunda pureza y la tercera amor a Dios. Como hija mía que eres debes irradiar en forma especial estas virtudes”. (D. 1414-1418) Faustina agradecía estas instrucciones escribiendo: “Todo el día continué en acción de gracias. Oh Señor, mi alma es la más mala de todas y aún así te inclinas hacia ella con mucha bondad. Claramente veo tu grandeza y mi pequeñez”. Al llegar Navidad los malestares de la enfermedad no la abandonaban, pasaba las noches retorciéndose de dolor y llorando. Todo lo ofrecía por los pecadores. Una religiosa que la visitó en su habitación le dijo: “Hermana, qué horrible, huelo un cadáver aquí”, a lo que Faustina respondió: “no se asuste hermana, ese olor viene de mí”. Jesús le consolaba. En la misa del Gallo contempló el Nacimiento envuelto en luz. Durante todo el tiempo navideño, a pesar de su debilidad, su alegría fue inmensa. El 1ero de enero de 1938 escribió: “Muchas gracias anticipadas Señor por todo lo que en tu bondad me enviarás”. Algunos meses más tarde volaría al cielo al encuentro definitivo con la misericordia divina. Ese día solo pudo recibir la comunión. Jesús permanentemente le enseñaba la importancia de comulgar en estado de gracia para no ofenderlo: “Hija mía, escribe que me duele mucho cuando reciben el sacramento del amor sólo por costumbre. Yo no encuentro ni fe ni amor en sus corazones. Sería mejor si no me recibieran”. (D. 1288) Mi madre, la Iglesia Faustina amaba a la Iglesia. Escribió: “Mi madre, la Iglesia de Dios, tú eres en verdad una Madre que entiende a sus hijos” (D. 1469-147l). Quería ser útil a la Iglesia. “Mi unión a la Iglesia es más que grande. La santidad o la caída de cada alma individual tiene repercusión sobre toda la Iglesia”. A fines de enero Jesús le entregó a su secretaria algunos mensajes importantes: “Hija mía, escribe estas palabras: Todas esas almas que glorifican Mi misericordia y difundan este culto, alentando a otros a confiar en Mi Misericordia, no experimentarán terror en la hora de la muerte. Mi Misericordia les resguardará en la batalla final”. “Hija mía, anima a las almas a decir la corona que te di. Me llena de alegría conceder todo lo que se me pide con esta corona. Cuando los empedernidos pecadores la recen, Yo llenaré sus corazones de paz, y en la hora de su muerte serán felices. Escribe esto para beneficio de las almas angustiadas, cuando una alma ve y se da cuenta de la gravedad de sus pecados, cuando todo el abismo de la miseria en la cual estaba sumergido, es revelado ante sus ojos, no se desesperen, pero con confianza vengan a los brazos de Mi misericordia como un niño va a los brazos de su adorada madre. Esas almas tienen el derecho prioritario de Mi Corazón Compasivo, tienen prioridad a Mi Misericordia. Diles que ninguna alma que ha invocado Mi Misericordia ha sido decepcionada o avergonzada. Me deleito particularmente en las almas que ponen su confianza en Mi Bondad. Escribe: cuando se dice la Corona en presencia del moribundo, Yo me interpongo entre mi Padre y la persona moribunda, no como Juez, sino como Salvador compasivo”. (1540-1541) Yo te sostengo El 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, Faustina fue envuelta por un huracán de tentaciones contra la fe y se sintió sumergida en una tormenta de tribulaciones. Pasó todo el día y la noche en agonía espiritual. Al término de la prueba Jesús la instruyó con los siguientes criterios: “Primero, no combatas por ti sola la tentación, pero revélala a tu confesor inmediatamente, y la tentación perderá su fuerza. Segundo, durante la prueba no pierdas la paz, Vive en Mi presencia, pide ayuda a Mi Madre y a los Santos. Tercero, ten la certeza que yo te cuido y te sostengo. Cuarto, no temas en la lucha del alma, ni a cualquier tentación, porque Yo te sostengo, si te animas a luchar, sabrás que la victoria está siempre a tu lado. Quinto, si luchas valientemente tú me darás gran gloria y tú acumularás méritos para ti. La tentación te permite demostrar tu fidelidad por Mí. Y ahora te diré algo muy importante para ti: ten una sinceridad ilimitada con tu director espiritual. Quiero que sepas que es una gracia grande de Mi parte cuando doy un director espiritual para el alma. Muchas almas me piden esto, pero no a todos les concedo esta gracia. Desde el momento que Yo te di este director espiritual, Yo le doté a él con una nueva luz para que pueda conocer y comprender fácilmente tu alma...” (D. 1560-1561) El sello de la obediencia En febrero, Faustina después de coger la lapicera e invocar al Espíritu Santo dijo: “Jesús, bendice esta pluma para que todo lo que tú me ordenas escribir sea para gloria de Dios”. Entonces escuchó: “Sí, Yo la bendigo, porque estos escritos tienen el sello de la obediencia a tus superiores y al confesor, y tan solo por este hecho, ya están dando gloria, y muchas almas serán beneficiadas por esto. Hija mía, te mando que dediques todo tu tiempo libre a escribir acerca de Mi Bondad y Misericordia. Es tu oficio y tu tarea de por vida, continuar haciendo conocer a las almas la gran Misericordia que tengo por ellas y también para exhortar a confiar en el Abismo de mi Misericordia”. (D. 1567) En medio de sus dolores acompañando a Jesús en el Calvario, las hermanas de Comunidad comenzaron a reconocer la unión que ella solía conservar con Dios, la visitaban en su dormitorio de enferma, pedían sus consejos y oraban por ella. Jesús, a través de Faustina ayudaba a las otras religiosas a llegar a la perfección. El Señor lo desea mucho. “Las almas escogidas son en mis manos luces que yo distribuyo en la oscuridad del mundo. Y cuanto más perfecta es el alma, mayor es la fuerza y el alcance de su luz”. (D. 1601) Faustina solía decir “¡Oh almas, cómo las amo!” y por ello aceptaba todos los padecimientos que Jesús le pedía: “Yo necesito de tus sufrimientos para rescatar almas”. (D. 1612-1613). Avanzaba así en la escuela del sufrimiento. Algunas veces ni siquiera podía descansar su cabeza en la almohada por el dolor de la corona de espinas que experimentaba por días enteros. Su fortaleza era Jesús Sacramentado, la comunión la hacía capaz de acompañar a Cristo en la Cruz. Su salud empeoró y debió regresar a la clínica “para tratar de mejorarla en algo, si es que eso era posible”, dictaminó el médico. Comenzaba su última Semana Santa. El viernes santo Jesús le dijo: “Habla a los pecadores de mi Misericordia” (D. 1666) y el Domingo de Resurrección la llenó de alegría al decirle: “Corazón de mi corazón que estés llena de alegría”. Como holocausto por los pecadores El 21 de abril viajó hasta el Sanatorio. Allí celebró la Fiesta de la Misericordia. Ese día escribió en su Diario: “Hoy día, nuevamente me ofrezco al Señor como holocausto por los pecadores, Mi Jesús, si el fin de mi vida se está acercando, te ruego humildemente, que aceptes mi muerte en unión contigo como un holocausto que te ofrezco a Ti en este día, mientras todavía tengo uso de mis facultades y de la voluntad consciente. Esta gracia te pido con tres propósitos: Primeramente, que el trabajo de Tu Misericordia se difunda por todo el mundo y que la Fiesta de la Divina Misericordia sea solemnemente promulgada y celebrada. Segundo, que los pecadores, especialmente los moribundos, tengan acceso a Tu Misericordia y que experimenten los efectos insondables de esta misericordia. Tercero, que todo el trabajo de Tu Misericordia, se realice de acuerdo con tus deseos, a través de la persona que está encargada de este trabajo. Acepta Oh Jesús misericordioso, éste mi sacrificio indigno que te ofrezco a Ti ahora delante del cielo y de la tierra. Que tu Sagrado Corazón, lleno de misericordia, complete lo que falta en mi ofrecimiento que te hago a Ti, Padre, por la conversión de los pecadores. Yo tengo sed de almas, Oh Cristo”. (D. 1680) Cuando te tengo a ti, lo tengo todo La noche del 1ero de mayo, Jesús le preguntó: “Hija mía, ¿necesitas algo? y ella enamorada respondió: “Oh, mi amor, cuando te tengo a Ti, lo tengo todo”. (D. 1683) En la solemnidad de la Ascensión de Nuestro Señor a los cielos contempló a Jesús levantar sus manos y bendecirla y a la Virgen María que le dijo: “La verdadera grandeza está en amar a Dios y en reverenciar humildemente su presencia, olvidándose completamente de sí”. (D. 171l). Algunos días después Jesús le expresó: “Escribe: Yo soy tres veces Santo y detesto hasta el pecado más pequeño. No puedo amar una alma que esté manchada de pecado; pero cuando se arrepiente no existe límite para mi generosidad, mi misericordia lo abraza y justifica. Mi corazón se regocija cuando regresan a Mí. Escribe que les estoy hablando cuando les remuerde la conciencia, a través de sus fracasos y sufrimientos, a través de la voz de la Iglesia”. (D. 1728) Una noche a fines de mayo Faustina despertó por los ruidos de una gran tormenta con viento y truenos. Empezó a rezar para que la tormenta no causara daño, cuando escuchó: “Recita la corona que te he enseñado y la tormenta cesará”. Antes de acabarla la tormenta terminó de golpe y escuchó: “Por medio de la corona de la Misericordia conseguirás todo, si lo que pides es compatible con mi voluntad” (D. 173l). Esta tormenta atmosférica sería quizás el preámbulo de otro gran huracán que arrasaría con Polonia un año después y de lo que María Faustina tenía conocimiento: la segunda guerra mundial. Por ello intensificaba su oración en favor de su patria. Yo soy la Misericordia En junio realizó su último retiro espiritual. llamarse el “Testamento de la Misericordia”. Allí Jesús le entregó lo que podría “Hija mía, sabrás que Mi corazón es la misericordia por excelencia. De este mar de misericordia, las gracias fluyen sobre el mundo entero. Ninguna alma que se haya acercado a Mí, se ha retirado sin consuelo. Toda miseria es enterrada en las profundidades de Mi misericordia, y toda gracia salvadora y santificadora fluye de esta fuente. Hija mía, Yo deseo que tu corazón sea morada de Mi misericordia. Yo deseo que esta misericordia fluya sobre todo el mundo a través de tu corazón. No permitas que ninguno que se acerque a ti se aleje sin esa confianza en Mi misericordia que Yo, tan ardientemente, deseo de las almas. Reza cuanto puedas por los moribundos. Por tus ruegos, consigue para ellos confianza en mi Misericordia, porque ellos tienen mucha necesidad de confiar y es lo que menos poseen. Ten la seguridad de que la gracia de salvación eterna para ciertas almas en su momento final, depende de tus oraciones. Tú conoces todo el abismo de Mi Misericordia, de modo que debes atraerlo hacia ti, para ti misma y especialmente para los pobres pecadores. Más pronto el cielo y la tierra podrían convertirse en nada que Mi misericordia deje de abrazar a un alma confiada”. (D. 1752-1779) Ese mismo mes Faustina tuvo la seguridad que moría, tenía fiebre y durante la noche escupió mucha sangre, pero cuando se sumergió en oración se recuperó. En su siguiente encuentro con el Señor le dijo: “Estás jugando conmigo Jesús; me muestras la puerta del cielo abierta, pero me dejas nuevamente en la tierra”. (D. 1787). El Señor me llevará hoy día En julio la Madre General, Sor Micaela, la visitó y en agosto, al saber que la condición de la enferma empeoraba le escribió una carta de despedida. Faustina la respondió agradeciendo todo el bien que había recibido en la comunidad y pedía perdón por sus faltas o mal ejemplo que pudo haber dado a las hermanas. La carta termina con la frase “la mayor miseria y la nada, Sor Faustina”. El 25 de agosto, cumpleaños de Faustina, se le administró la unción de los enfermos y se le preguntó si deseaba morir en la Comunidad de religiosas de la Casa San José de Cracovia y el 17 de septiembre fue trasladada. Mientras permaneció en el Hospital edificó a todos por su obediencia al personal sanitario, su gentileza y amor por el orden. El Director del Hospital, el Dr. Silberg que la visitaba con frecuencia, regresó gracias a ella, nuevamente a la fe perdida. Estaba convencido que era una Santa. En Lagiewniki fue recibida con cariño. El 26 de septiembre el P. Miguel Sopocko le hizo la última visita. A Sor Ana una religiosa anciana le dijo que la guerra que llegaría sobre Polonia sería larga y terrible, pero la comunidad no abandonaría esa casa. Durante el atroz conflicto bélico las hermanas fueron amenazadas tres veces con la expulsión. Cada vez que se producía el problema corrían a la tumba de Faustina. Así la comunidad pudo permanecer y ser refugio de muchos desamparados. Sus últimos días los vivió con gran paz y serenidad. Muchas religiosas que habían dudado de ella cedieron ante su ejemplo de santidad. El 5 de octubre susurró a Sor Felicia, la enfermera: “El Señor me llevará hoy día”. A las cuatro de la tarde el P. José Andrasz la confesó por última vez. Unas horas más tarde pidió una inyección para aliviar el agudo dolor, pero luego decidió rechazarla para cumplir la voluntad de Dios hasta el fin. A las nueve de la noche la comunidad se congregó en torno a su lecho para orar por la moribunda. A las 10:45 Faustina con los ojos elevados hacia el cielo, como en éxtasis, callada y dulcemente voló hacia la recompensa de su Señor. Inmediatamente el frágil cuerpo adquirió una belleza sobrenatural. “¡Cuán maravillado se sentirá tu corazón cuando me veas en toda mi gloria!”, le había dicho Jesús. (D. 1810-1811) La misa de funeral se realizó el 7 de octubre de 1938. Había fallecido a los 33 años como el Señor. Después de la Eucaristía las religiosas y las niñas la llevaron a descansar al pequeño cementerio de la comunidad en Cracovia - Lagiewniki. A la gloria de los altares La misión de Faustina comenzó después de su muerte como lo había dicho. Los fieles comenzaron a visitar la Capilla del Convento en donde estaba la imagen de la Divina Misericordia e iban a la tumba de Faustina. Para 1951 había ya en Polonia 130 centros de la Divina Misericordia. En 1965 por orden del Cardenal Karol Wojtyla, Arzobispo de Cracovia y futuro Juan Pablo II se inició el estudio de la vida y virtudes de Faustina y en 1968 se inauguró su proceso de beatificación en Roma. El 15 de abril de 1978 la Congregación para la Doctrina de la fe de El Vaticano aprobó el culto de la Divina Misericordia. Juan Pablo II en 1991 relacionó su Encíclica “Dives in misericordia” con Faustina, "sencilla religiosa que acercó a Polonia y al mundo entero el mensaje pascual de Cristo Misericordioso". El 18 de abril de 1993 fue beatificada y el 30 de abril del año 2000 en el Gran Jubileo, fue canonizada y se instituyó universalmente la Fiesta de la Misericordia divina en el segundo domingo de Pascua. El 29 de junio de 2002 el Pontífice concedió y enriqueció con diversas indulgencias plenarias y parciales el culto a la Divina Misericordia. Transmitir el fuego de la misericordia El 17 de agosto de 2002 Juan Pablo II bendijo solemnemente el Santuario internacional de la Divina Misericordia en Lagiewniki - Cracovia y consagró el mundo entero a la Misericordia Divina a fin de que el “mensaje del amor misericordioso de Dios proclamado por Santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza”, señaló el Santo Padre, agregando: “Es preciso transmitir al mundo este fuego de misericordia. En la Misericordia de Dios el mundo encontrará la paz y el hombre la felicidad”. Este mensaje se ha extendido hoy por muchas naciones. A Chile llegó gracias al ardor misionero del sacerdote polaco Bruno Rychlowski. En Concepción el 14 de julio de 1996 el Pbro. Ángel Palomera Navarro creó el Apostolado de la Divina Misericordia, Asociación privada de fieles, que recibió el Decreto de alabanza el 4 de marzo de 2003. De esta manera la Iglesia invita a los creyentes a confiar en la Misericordia de Cristo: “Todo lo que existe descansa en las entrañas de mi Misericordia. No se obtiene mi Misericordia más que con confianza. Cuánta más confianza se tiene más se consigue”. Confianza que lleva a ejercer con espíritu apostólico la Misericordia con el prójimo: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos encontrarán misericordia”. (Mt. 5, 7). En Santa Faustina descubrimos un atrayente modelo para transitar por el tercer milenio de acuerdo al mensaje evangélico de la misericordia. Sus sagradas reliquias se veneran en la Iglesia de Jesús de la Divina Misericordia, Ongolmo 1636, Concepción, Chile. ORACION PARA OBTENER GRACIAS POR MEDIO DE SANTA FAUSTINA Jesús, que hiciste de San Faustina una gran apóstol de Tu divina misericordia, concédeme por su intercesión, si ello fuese conforme a Tu voluntad, la gracia que te solicito. Mira el espíritu de entrega y sacrificio de la Hna. Faustina y recompensa sus virtudes atendiendo esta súplica que, a través de ella, te presento confiado en Ti. Amén. Padre Nuestro… Avemaría… Gloria… Santa Faustina – Ruega por nosotros.