DEPRESIÓN Y VIOLENCIA LABORAL

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DEPRESIÓN
Y
VIOLENCIA
LABORAL
DESDE
LA
PERSPECTIVA
SOCIOLÓGICA
*Pilar Montesó-Curto
Universidad Rovira i virgili.
*Pilar Montesó Curto. Universidad Rovira i Virgili. Campus Terres de l’Ebre.
C/Alacant, 6. 43500. Tortosa. Tarragona.
[email protected]. Tel: 657397745
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DEPRESIÓN
Y
VIOLENCIA
LABORAL
DESDE
LA
PERSPECTIVA
SOCIOLÓGICA
Justificación: El moobing o acoso laboral no puede desligarse de la violencia. El objetivo del
estudio es conocer cómo identifican las personas con depresión el moobing que han padecido,
cuáles son sus vivencias y representaciones al respecto. Diseño: Estudio cualitativo desde una
perspectiva de análisis sociológico. Metodología: Se realiza un total de 66 entrevistas en
profundidad a personas diagnosticadas de depresión por el Sistema Sanitario en Atención
Primaria: 52 entrevistas a mujeres y a 14 hombres. Se pedía a las personas que identificaran
las causa de depresión Resultados: Un 51,3% (37) de las mujeres que sufren depresión y han
participado en el mercado laboral han identificado haber padecido violencia laboral o
moobing. Los hombres lo han padecido en un 42,8% (6). El sufrimiento es tan elevado que les
ha llevado a la depresión en un número elevado de ocasiones. Conclusión: El moobing o
violencia laboral es una de las principales causas identificadas de depresión tanto para
hombres como para mujeres. El sufrimiento es tan elevado que les ha llevado a la depresión
en un número elevado de ocasiones.
Palabras clave: Violencia laboral, depresión, género, salud laboral
Justification: The moobing or bullying can not be separated from violence. The aim of the
study is to identify how people with depression who have had the moobing, whatyou’re your
experiences and representations on the matter. Design: A qualitative study from the
perspective of sociological analysis. Methodology: We performed a total of 66 interviews to
people diagnosed with depression by the Health System in Primary Care: 52 interviews with
women and 14 men. Were asked to identify the people who cause depression Results: 51.3%
(37) of women who suffer depression and have participated in the labor market have been
identified to have suffered workplace violence or moobing. Men have suffered in 42.8% (6).
The suffering is so high that has led to depression in a large number of occasions. Conclusion:
The moobing or workplace violence is a major cause of depression identified for both men
and women. The suffering is so high that has led to depression in a large number of occasions.
Keywords: Workplace violence, depression, gender, occupational health.
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Introducción
Un 12% de trabajadores en activo son víctima de moobing según Piñuel de la Universidad
de Alcalá, llegando al 14,41%; según Leymann (1991) en el Informe Cisneros II sobre violencia
laboral, de Piñuel (2002) lo ha padecido un 14,41%. En cualquier caso, las cifras varían de un
estudio a otro.
La violencia en el trabajo se asocia con mayor riesgo de problemas de salud mental y con la
compra de antidepresivos y ansiolíticos (Madsen et al., 2011). Pero muchas veces es difícil
identificarla, varios estudios señalan el alto riesgo de mal diagnóstico de trastorno delirante y
trastorno paranoide de la personalidad en las víctimas de moobing o acoso laboral (Martínez y
Medeiros, 2010).
Según la ONG europea Salud Mental Europa (MHE, 2010) entre el 40 y el 90% de las
mujeres encuestadas han sufrido algún tipo de violencia u hostigamiento a lo largo de sus vidas
laborales que no se ha manifestado. Por tanto la violencia y el acoso son entendidos en general
como “fenómenos ocultos”.
Para González V (2004) en el ambiente sanitario hay riesgo elevado al ser un entorno muy
competitivo, con estructuras piramidales muy marcadas, casi feudales, y donde con cierta
facilidad pueden promocionarse los «mediocres obedientes» que reúnen perfiles afines a los del
acosador y que pueden aflorar en situaciones en las que puedan ver peligrar su posición u
autoridad (González, 2004). Para éste el origen del moobing se encuentra en perfiles narcisistas,
psicopáticos y paranoides del acosador junto con sistemas organizativos pobres -burocratizados,
rígidos- que facilita la situación de acoso psicológico en el trabajo. Si bien las actuales prácticas
de gestión y organización se construyen a través del lenguaje científico y moral de la psicología,
para Bourdieu siguen siendo herramientas de poder, más agradables que los métodos coercitivos
pero destinadas a enmascarar la realidad. Aun teniendo el trabajador el control total de su
trabajo, en última instancia su lugar en la organización está determinada por los detentadores
del poder (Dick y Nadin, 2011).
Las intenciones de rotación entre una amplia muestra de enfermeras británicas se ha atribuido
al acoso en el trabajo (Deery et al., 2011). Asimismo encontramos también el deseo de
abandonar la profesión y la baja participación en la toma de decisiones (Fornés et al., 2011).
Para Rosa Mª Rodríguez Magda (1994) al hablar de violencia, sin duda tenemos que
hablar de poder. En general el poder puede ejercerse de dos maneras o bien como represor o
como normativo. En el primer caso prohíbe, niega, mata, anula. Para el poder represor el
mundo lo es de referentes, de valores evidentes, de dogmas autoritarios que se imponen por
las armas, del derecho sobre la vida y la muerte de los sometidos. Sin embargo, quedarnos en
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esta comprensión del poder, pretender aplicarla a una sociedad democrática, permisiva y
banal, sería como ya se ha ido viendo, condenarse a no comprender nada sobre las relaciones
de poder o a pensar que éste ya no actúa en dichas sociedades. «Existe pues un poder
normativo, que no nos prohíbe sino que incita a actuar, a producir, a hablar, generando una
red finísima de dominación, un entramado de poder/saber que penetra los cuerpos, las voces,
las mentes y las vidas».
La violencia simbólica, se instituye mediante la adhesión que el dominado no puede dejar de
conceder al dominador. La fuerza simbólica, es una forma de poder que se ejerce directamente
sobre los cuerpos, y como por arte de magia, al margen de cualquier coacción física actúa en lo
más profundo de los cuerpos. Los actos de conocimiento y reconocimiento de la frontera álgica
entre los dominantes y los dominados y en virtud de los cuales, los dominados contribuyen a su
dominación al aceptar los límites impuestos, adoptan a veces la forma de emociones corporales vergüenza, humillación, timidez, ansiedad, culpabilidad- o de pasiones y sentimientos –amor,
admiración, respeto- emociones mucho más dolorosas por el hecho que se traducen en
manifestaciones visibles como el enrojecimiento, la cólera, o la rabia impotente, todas formas de
sometimiento (Bourdieu, 2000).
El estudio de Torns (2000) se refiere al acoso en el medio laboral como indicador patriarcal.
No lo conforman episodios laborales aislados, sino que es fruto de un imaginario y unas
prácticas más o menos bien vistas según los entornos y que facilitan y legitiman ciertas
exigencias de los varones sobre el trabajo o el cuerpo de las mujeres. Este mismo estudio
recuerda que la “jerarquía laboral no es la principal razón de la existencia del acoso sexual,
sino el instrumento a través del cual se expresa el poder patriarcal”1. Es decir, la violencia
opera de manera natural y no es identificada pues la misma estructura social lo permite pues
hace muchos años que se ha desarrollado de esta manera. Según la hipótesis de Begoña Pernas
es que sólo la sexualidad masculina heterosexual se mueve con naturalidad y se expresa
espontáneamente en el trabajo. Cualquier otro comportamiento puede sufrir sanciones cuando
aparece y desprestigia profesionalmente al que lo intenta.
Para reconocer el Moobing o Violencia laboral, primero se ha de identificar ya que muchas
veces queda solapada –efecto iceberg-. Por ello definiremos el concepto de violencia:
Para Susan George, en los estudios de violencia de José María Tortosa (1994) la violencia
será “todo aquello que impida que la gente satisfaga sus necesidades fundamentales:
alimentación, vivienda, vestido, pero también su dignidad”.
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Pernas, citado por Raquel Osborne 2001.
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En esta misma línea se sitúan los planteamientos de Joan Galtung, para quien la violencia
consiste en “amenazas evitables contra la satisfacción de necesidades humanas básicas,
disminuyendo el nivel real de satisfacción de las necesidades debajo de lo que sería
potencialmente posible” (Galtung, 1990). En otras palabras “la violencia está presente cuando
los seres humanos se ven influidos de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y
mentales están por debajo de sus realizaciones potenciales, de modo que cuando lo potencial es
mejor que lo efectivo, y ello es evitable, existe violencia”. Galtung parte de un concepto de
necesidades bastante amplio, además de las necesidades básicas de subsistencia se refiere a las
necesidades de bienestar, identidad y libertad.
Galtung distingue tres formas de violencia: directa, estructural y cultural (Figura 1).
Figura 1. Violencia
Fuente: Galtung J. Cultural Violence. Journal of peace research 1990.
Metodología
Se realizan 66 entrevistas en profundidad a personas diagnosticadas de depresión, según
criterios diagnósticos DSMIV, CIE 10 a 52 mujeres y 14 hombres en una Área Básica de
Salud en el sur de Cataluña. Se analizan las causas y consecuencias de la depresión identificadas
y se relacionan con la violencia laboral.
En el estudio se analizaron las causas identificadas para la depresión como hechos, tal como lo
realizó Durkheim (Durkheim, 1998). Para éste cada individuo tiene su historia, aunque las bases
de la organización física y moral sean comunes. Al abordar fenómenos sociales lo que resulta
sorprendente, por el contrario, es “la asombrosa regularidad con que estos se reproducen en las
mismas circunstancias” (Durkheim, 1998), hecho que hemos observado al realizar las
entrevistas pues las causas de depresión identificadas eran comunes entre los individuos.
Es natural que tratemos de buscar cuál es la causa de un fenómeno antes reintentar
determinar los efectos que tal fenómeno produce. Llegamos pues a la siguiente regla: la causa
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determinante de un “hecho social” debe ser buscada en los hechos sociales precedentes, y no en
los estados de conciencia individual (Ibídem: 153).
Resultados y discusión
En la muestra estudiada de pacientes con depresión nos encontramos que: un 51,3% (37)
de las mujeres y un 42,8% (6) de los hombres que han sufrido depresión han padecido
moobing o violencia laboral.
Identificación y descripción de la Violencia Laboral
Se puede degradar a la persona poniéndola en los peores puestos de trabajo para
favorecer a otro o haciéndole trabajar incluso en condiciones infrahumanas:
- Mujer 26 años: Violencia laboral. “Trabajaba de limpieza en una institución todos los días
que llovía me hacía salir a limpiar a la calle. Denuncié a mi jefe. Ahora ya no lo es y ha
seguido amenazándome y haciendo la vida imposible. El mal trago me lo pasé al principio, hay
mucha gente así. Yo soy muy sensible y me pongo mucho las cosas en la cabeza”.
- Mujer 59 años: “En el trabajo me humillaban, me decían que no servía para nada, que era
una impotente, que todo el trabajo lo hacía mal, que no me lo quitaba de las manos, no me
dejaban ir al médico. Cosas que hacía yo se lo atribuían a otra y comentaban que lo hacía
perfecto”.
Dos informantes han estado más de un año acudiendo al trabajo pero sin trabajar pues no
les daban trabajo alguno, ya que querían cerrar la empresa. Se llega a la convicción de que para
las “empresas” sólo somos números y el día que no interesas te mandan a la calle o te hacen la
vida imposible para que abandones.
- Hombre 65 años: Violencia psicológica en el trabajo. Frente a la renovación industrial de una
empresa familiar. “Querían ir eliminando plantilla poco a poco. Nos sentíamos aislados, nos
marginaban. Yo tenía antigüedad en la empresa y cobraba más. Cortaban el trabajo. Llevaban
el trabajo fuera a empresas que subcontrataban. Estuvimos 2 o 3 años de brazos cruzados”.
Valores: “Soy una persona que cualquier cosa me afecta. Los problemas me obsesionan. Me lo
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trago todo antes de enfadarme. Creo que vale la pena chillar y ya está. Yo siempre he sido el
último, primero los demás”.
Aparece el exagerado control por los supervisores, la sensación de que la vigilancia es
exclusiva para el acosado “solo me vigilaba a mí”, se sienten humillados cuando son personas
brillantes con un elevado sentido del deber, capaces de hacer múltiples tareas y sacarlas todas
adelante, cosa que pone más en guardia todavía a las personas acosadoras.
A algunas, les deniegan los permisos incluso para ir al médico, y lo que más molesta es que
han de dar explicaciones continuamente cuando salen del trabajo de las pruebas o médicos a los
que van a ir a consultar, llegando a invadir el derecho a su intimidad. El control llega hasta tal
extremo que es vivido como una “verdadera pesadilla”, quizás es una manera de evadirlo y es
como pensar que no les está sucediendo a ellos.
Cuando la persona de la que son víctimas tiene un elevado poder, puede llevar a anular a la
persona durante mucho tiempo. Una informante estuvo completamente anulada durante 10 años,
ahora el agresor ya no ocupaba el puesto directivo anterior y se sentía liberada, enseguida le
ofrecieron realizar un curso de formación pues tenía una titulación universitaria que el anterior
jefe nunca se lo reconoció.
A veces a la violencia laboral consecuencia del abuso de poder en algunos casos se le
asocia además el dominio de la mujer sexualmente, pero no de una manera explícita que podría
ser fácilmente condenable, sino de manera solapada y más subliminal, cosa que según las
informantes todavía les resulta más doloroso, puesto que tienen la convicción de que si hicieran
publico el acoso sexual que están padeciendo se las podría acusar de estar mentalmente
enfermas.
- Mujer 71 años: Acoso sexual. “Me decía cosas y yo nunca le he faltado al respeto a mi
marido. Sucedió 3 meses antes de jubilarme. Me da mucha vergüenza explicarlo. Trabajé toda
mi vida y siempre me había respetado. He llorado muchísimo”.
En otros casos, el abuso de poder de un superior intentando buscar un favor sexual, se
realiza de forma directa y es la mujer quien se siente avergonzada y triste, sobretodo si son
mujeres mayores que casi se encuentran en la edad de la jubilación y nunca se habían podido
imaginar que a su edad les pudiera ocurrir una cosa como esa. No entienden que “se les insinúen
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a esas edades” cuando ya no tienen ni juventud ni belleza, son mujeres con unos altos valores
morales y educadas en el respeto a la autoridad, mujeres que nunca faltaron a su marido,
siempre las habían respetado y se lo pasan realmente mal llorando cuando no les ve nadie.
Describen situaciones que habían observado en algunas de sus compañeras, más jóvenes, pero
creían que nunca les sucedería a ellas.
Causas atribuidas a la violencia laboral
Una de las causas expresadas tanto por hombres como mujeres ha sido el
sentirse
utilizadas porque sus jefes las usan para lograr sus objetivos y cuando ya tienen el poder y ya
no las necesitan, las tratan mal o las ignoran. La violencia laboral llega incluso a traspasar la
presencia física del agresor. Cuando un encargado se jubila y abandona su puesto puede seguir
culpabilizando y agrediendo a la víctima extendiendo “rumores” falsos por medio de otras
personas para hacerle daño.
- Mujer 45 años: “He sufrido abuso de poder. Me siento utilizada. Me utilizaron para
afianzarse en el cargo. Estoy sentenciada de por vida, degradada. Lo hubiera podido denunciar
pero no me he visto nunca con coraje. Aguantaba, aguantaba hasta que no pude más y terminé
con una crisis de ansiedad. Siempre había callado, pero llegó un momento que dije que no
podía más y me fui”.
- Hombre 42 años: “Hay gente que sin querer hace daño a los demás y por conveniencia los
empresarios los suben muy arriba“. “He visto mujeres que lo han pasado muy mal“.
Valores: “Era muy introvertido, todo me lo callaba. Perfeccionista, me afectaban mucho las
cosas. Mi mujer tiene más carácter que yo”.
A veces este proceso de rechazo aparece como consecuencia de una baja laboral, como en el
caso de este informante:
- Hombre 37 años: Violencia laboral. “Después de 1 mes de reposo por una hernia discal llegué
al trabajo y todo cambió. Me siento decepcionado, pensaba que me trataban como a una
persona pero sólo soy un número. He dado siempre mucho por la empresa y no se han portado
bien conmigo. Me sentía culpable, tenía “miedo” de la empresa”.
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Algunos dicen haber recibido llamadas telefónicas con insultos. Se les dice tanto que no valen
nada que llegan a creérselo, su nivel de autoestima llega a niveles muy bajos, lo que facilita el
proceso depresivo. El proceso de degradación es paulatino y continuo, muchos informantes
dicen aguantar hasta que llegan a una situación identificada por ellos como el límite posible de
traspasar, este límite puede ser desde la “amenaza con un cuchillo en la barriga “hasta “un
golpe en la cara con un morado enorme”.
- Mujer 42 años: “Mis dos jefes se unieron para hacerme la vida imposible pues querían que
saliéramos para que entraran compañeras de otra empresa pues nos enfrentábamos a una
privatización. Como yo resistía la tomaron conmigo”. “Aguanté y me fui después con la cabeza
bien alta pero a partir de entonces sigo con tratamiento”.
“No le caía bien a una encargada, con la jefa superior me llevaba bien. Me controlaba, a las
demás no. Cuando no me encontraba bien me decía que todo era cuento. Más no podía
trabajar, yo soy muy trabajadora. Hacía de todo e intentaban machacarme”. La violencia hace
que entres en una espiral que es difícil despegarte de ella, explican las mujeres una vez pasado
el acontecimiento.
En los casos estudiados, el tema de la denuncia por mobing se ha dado exclusivamente en los
casos donde la violencia era consecuencia de una “política de empresa”. En algunos casos ha
habido denuncia y la empresa ha intentado pactar con el empleado poniéndose en contacto con
él antes de que se celebrara el juicio. Aún en estos casos, donde existe un reconocimiento del
delito y una compensación económica, la reparación del daño psicológico tardará mucho
tiempo.
Se siguen sintiendo impotentes y permanece un fuerte sentimiento de culpa de no
haberlo podido evitar; no se explican el porqué cuando se sentían agredidos no reaccionaban, y
piensan que cualquier otra persona no
lo hubiera permitido. Por ello, siguen sintiéndose
menospreciados y mal consigo mismo.
En algunos casos no es tanto la violencia ejercida de manera directa por los jefes sino más bien
un proceso de marginación de la persona en su entorno de trabajo, simplemente por observar en
él rasgos o características de personalidad diferentes (Ferré 2005). La victima describe un
profundo sentimiento de soledad y de aislamiento de los compañeros, se observa la fuerza de
la violencia ejercida por el grupo:
- Hombre 59 años: “Tuve violencia psicológica en el trabajo. Mis compañeros me marginaron,
me quedé solo. Lloraba, me lo pasé muy mal. Me atribuían pérdidas de objetos que mi
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encargado escondía adrede y al día siguiente aparecía en un lugar que yo no había dejado. Me
fui del trabajo y me puse a trabajar como autónomo”.
Personalidad: “No me avergüenzo de mi parte femenina, hago yoga y estoy en contacto con
yoghis de los EE.UU. Empecé con un yoghi de la India hace muchos años”.
Consecuencias de la violencia sobre de la salud
Además de la depresión las mujeres y hombres que padecen violencia laboral dicen sufrir
en su mente y su cuerpo En muchos casos, después de un periodo crónico de dificultades y
situaciones vividas para la persona con gran tensión aparecen diversas enfermedades, todas
ellas identificadas como consecuencia de la situación vivida:
Hombre 42 años: “En agosto de 2002 tuve la crisis de pánico como culminación de un largo
proceso de moobing”. Las “crisis de pánico” como síntoma de desgaste y de la impotencia
ente una situación insostenible, que lo describen como una verdadera pesadilla -como si fueran
a morirse-.
- Hombre 42 años: “Violencia laboral. Reorganización de empresa pues la fábrica no
funcionaba y sobrábamos. Recibía insultos, llamadas telefónicas. Me sentí acosado, desde
entonces ya no soy el mismo. No te lo llegas a creer”. Tuvo una crisis de pánico de estrés
postraumático. Denuncié y la empresa quiso pactar.
Otras veces los síntomas descritos son mucho múltiples y variados:
- Hombre 65 años: “Después de todo el tiempo que estuvieron acosándome, en diciembre me
apareció una alergia, posteriormente lumbalgia, diarreas…”
- Hombre 65 años: Después del periodo de “violencia laboral” me diagnosticaron diferentes
enfermedades. “Ahí salió todo”. Se le diagnosticó a los pocos meses diabetes tipo II,
dislipemia, hipertensión, él lo asocia a las dificultades vividas, y afirma sentirse presionado “a
tope”. Estuvieron 2-3 años en el lugar de trabajo “con los brazos cruzados”, poco a poco les
iban bajando el sueldo, se llevaban el trabajo a empresas subcontratadas que tenía menor coste.
Estos datos coinciden con el informe de la OMS. En el que se
destaca los siguientes
posibles efectos de la violencia sobre la salud física de las personas: Trastornos crónicos
(Síndrome de dolor crónico), Síndrome del Intestino Irritable, Trastornos gastrointestinales,
enfermedad somática, fibromialgia, cansancio crónico, asma …; conductas de riesgo para la
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salud -fumar, abuso de alcohol y drogas, conducta sexual de riesgo, inactividad física, ingesta
excesiva, etc.-; consecuencias sobre la salud reproductiva -embarazos no deseados, embarazos
precoces, trastornos ginecológicos, abortos espontáneos, complicaciones del embarazo,
enfermedad inflamatoria pélvica, enfermedades de transmisión sexual-.
Para la Mental Health Europe, MHE, existe relación entre el acoso y la salud mental
pudiendo producir ansiedad, depresión, agresividad, insomnio, melancolía y apatía, hábitos de
vida poco saludables como aumento de tabaco y alcohol, trastorno por estrés postraumático
(TPET) entre otros (MHE, 2010). Corsi que analiza la violencia en Galtung (1990) afirma que
«las personas objeto de violencia registran una marcada disminución de su rendimiento
intelectual que afecta a sus actividades laborales y educativas -absentismo, dificultades de
concentración, etc.-». Muchos de estos efectos persisten una vez se ha puesto fin a la reacción
violenta, y algunos acompañan a la víctima toda la vida (Corsi, 1990:291-305).
Para Montesó (2009) tanto la falta de autonomía como aquellos acontecimientos que no se
controlan pueden llevar a la depresión y ambos factores se quieren anular mediante la Violencia
o el Moobing (Figura 2) (Figura 3). El agresor-a intenta que la persona no desarrolle la
autonomía como que pierda el control de los acontecimientos hecho que llevará a la depresión
la mayoría de las veces.
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Figura 2. Falta de autonomía como causa de depresión
En el Trabajo y en el Hogar
El factor más importante que genera
depresión es
La Falta de Autonomía
Fuente: Montesó P. Salud mental y género: causas y consecuencias de
depresión en las mujeres, pp: 281. 2009.
Figura 3. Estrés como causa de depresión
Acontecimientos que no
controlan
Estrés
Depresión
Enfermedades
Crónicas
Fuente: Montesó P. Salud mental y género:causas y consecuencias de
depresión en las mujeres, pp: 281. 2009.
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“La autonomía” es fundamental para los seres humanos, Durkheim dio mucha importancia a la
autonomía personal del hombre moderno, considerándola como un rasgo central de la moral
contemporánea. Consideró esa autonomía como socialmente generada y correlativa al desarrollo
de la personalidad individual, de la diferenciación social y de la moral del individuo o “culto de
lo individual” (Lukes, 1984)
Conclusiones
La violencia laboral es un proceso progresivo de deterioro a la dignidad de la persona y que
genera profundos sentimientos de impotencia y soledad. Se vive como un problema que no tiene
solución, y posteriormente se agradece mucho las personas que “en ese momento” les apoyaron,
porque son muy pocas. Llega a acumularse un profundo odio interior hacia las personas que les
están controlando de esta manera: cuando hay un cambio político, esperan que cambien a sus
jefes, más bien, esperan
que los cambien a todos, pues culpabilizan a toda la escala
administrativa de lo que les pasa.
Muchas de estas personas se han desvivido por la empresa pero llega un momento en que ya
no interesan, bien porque están enfermas (IT) o por diferentes motivos. Hay un absentismo de
la víctima que está enferma con diferentes problemas físicos, a veces “porque no caen bien y
no saben cual es el motivo”, el caso es que dejan de interesar. Se reciben presiones directas o
indirectas para que abandonen el trabajo o se reincorporen de la situación de incapacidad en la
que estaban. A veces el agresor es una persona que ocupa un cargo superior, pero otras veces
puede venir de un compañero-a “que les hace la vida imposible”. La persona no dice nada,
incluso llega a asumir el trabajo del compañero, otras veces los insultos son evidentes y las
amenazas se realizan incluso por vía telefónica.
El trabajo en el sistema capitalista según Marx producía «alienación», la violencia en el
mundo laboral también es una forma de alienación que puede producir depresión ya que las
capacidades humanas quedan anuladas.
A las personas les gusta sentirse reconocidas, y no siempre es así. Las personas con cargos
de responsabilidad deberían tener una elevada formación en políticas de gestión empresarial y
de Recursos Humanos, pues es importante que las personas reciban un buen trato.
Muchas veces no es la persona directamente responsable de la agresión, sino que son
“políticas Verticales” frente a una reestructuración, deslocalización o cierre de la empresa.
Las empresas deberían utilizar unos métodos no tan agresivos y que afecten de manera tan
negativa a la salud de las personas cuando quieran hacer reajustes, cambios o deslocalizaciones
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ya que con estas políticas se consigue que las personas entren en un círculo que perjudica no
solo a su salud mental provocando fuertes depresiones y crisis de ansiedad, sino a su salud física
pues se producen enfermedades crónicas que arrastrarán a lo largo de sus vidas.
Es importante instaurar políticas de antiacoso ya que según (Deery et al., 2011) reducirán
la rotación y mejoraran la sensación de agotamiento en el trabajo. De esta manera también
disminuiremos el abandono en la profesión y aumentaremos la participación en la toma de
decisiones (Fornés et al., 2011).
La reducción de niveles de violencia relacionada con el trabajo puede ayudar a prevenir los
trastornos mentales en la población activa (Madsen et al., 2011).
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16
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