CIUDADANÍA, CONVIVENCIA MULTICULTURAL Y CRISIS. ANÁLISIS

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CIUDADANÍA, CONVIVENCIA MULTICULTURAL Y CRISIS. ANÁLISIS
COMPARATIVO DE DOS BARRIOS DE VALENCIA
Francisco Torres Pérez, Albert Moncusí Ferré y Fernando Osvaldo Esteban
Departament de Sociologia i Antropologia Social
Universidad de Valencia
En las últimas dos décadas, el creciente vecindario inmigrante ha protagonizado una de
las transformaciones centrales de Valencia. Su inserción urbana ha sido tranquila, con
una distribución residencial desigual y una creciente inclusión como ciudadanos locales;
es decir como vecinos, usuarios de espacios y de servicios públicos, y otros aspectos de
la vida local. La crisis actual, los recortes en servicios públicos y la extensión de la
precariedad, ponen a prueba esa inserción. Esta comunicación se centra en esos
impactos, partiendo del marco general de Valencia y comparando dos barrios receptores
de inmigrantes como Russafa (barrio céntrico popular) y Els Orriols (barrio periférico
obrero). Se analizan, desde una perspectiva cuantitativa y cualitativa, los cambios en la
distribución residencial en los últimos años, las dinámicas de convivencia, la situación
de los servicios públicos, las dinámicas e iniciativas de las asociaciones y la imagen del
“otro”.
Palabras clave:
Migraciones internacionales, ciudadanía, convivencia, crisis, Valencia.
1
Las migraciones modifican la ciudadanía y la identidad de las sociedades de recepción y las
ciudades son un escenario privilegiado de tales cambios. En enero de 2012, los 108.449
vecinos extranjeros de Valencia suponían el 13,6 % del vecindario. En las últimas dos
décadas, al igual que otras grandes ciudades españolas, Valencia se ha convertido en
una urbe multicultural y la mayoría de los nuevos vecinos y vecinas han engrosado los
sectores con una situación socioeconómica modesta, cuando no precaria. Aunque no sin
tensiones, menores, hemos conocido un proceso de inserción urbana tranquilo, con una
distribución residencial desigual y una creciente inclusión –no sin problemas y
deficiencias- de los inmigrantes como ciudadanos locales, es decir como vecinos,
usuarios de espacios y de servicios públicos y otros aspectos significativos de la vida
local.
En la actualidad, dada la política aplicada ante la crisis, los recortes en servicios
públicos y la extensión de la precariedad social, el proceso de inserción urbana de los y
las inmigrantes se desestabiliza y se pone a prueba, tanto a nivel de ciudadanía local
como de convivencia cotidiana.
Nuestro objetivo es acercarnos a esta situación en el marco de la ciudad de Valencia y
profundizar en ella mediante el análisis comparativo del proceso en dos barrios
receptores de inmigrantes que presentan fuertes contrates: Russafa, un barrio céntrico
popular, y Els Orriols, un barrio periférico obrero. Esta comunicación presenta algunos
resultados provisionales del Proyecto de Investigación UV-INV-PRECOMP12-80741,
“La convivencia multicultural en tiempos de crisis. Análisis comparativo de dos barrios
de Valencia”. Universidad de Valencia1.
Nuestro análisis se orienta por una serie de ideas básicas. Consideramos la inserción
urbana de los inmigrantes un proceso social complejo y multidimensional cuyo
conocimiento requiere de combinar técnicas cuantitativas y cualitativas y diferentes
niveles de análisis, el de la ciudad y el del barrio, que permita una comprensión
holística. El sentido y tendencias de la inserción urbana de los inmigrantes, más
inclusiva o más excluyente, depende de factores estructurales (ciclo económico,
mercado inmobiliario), institucionales (normativa de extranjería) y urbanos más
generales. Asimismo, la conformación concreta de estos factores depende de los
1
Desde octubre de 2012 se han realizado diez entrevistas por barrio y observación de espacios y
actos significativos. A nivel de ciudad, se ha trabajado con documentación diversa, un análisis
de la prensa local e información aportada por el Proyecto de Investigación “Metrópolis
glocalizadas: el caso de Valencia. Espectacularización y precarización urbana en las ciudades
medianas”, CSO2009-10715.
2
procesos de interrelación, acomodación y ajuste mutuo, en contextos “cara a cara” y en
los ámbitos de la vida cotidiana. La captación y aprehensión de estos procesos de
interrelación encuentra en barrios, parques y servicios públicos, un espacio social
privilegiado; igualmente, las estrategias de los actores sociales, organizaciones y
grupos, constituyen un factor muy significativo.
Se presenta, en primer lugar, el proceso de inserción en Valencia del vecindario
inmigrante, sus rasgos más generales y los impactos de la actual situación de crisis, en
buena medida comunes a convecinos de rentas más modestas. Se aborda, en segundo
lugar, la situación del barrio de Russafa en un proceso de cambio en el que aún
manteniendo su imagen multicultural se está convirtiendo en un barrio chic y de moda.
En claro contraste se presenta, en tercer lugar, la situación en Els Orriols que reafirma
su carácter multicultural al tiempo que obrero. Se cierra el texto con unas conclusiones,
necesariamente provisionales.
La inserción urbana en Valencia. 1990-2011
La consolidación de Valencia como ciudad multicultural se fragua en la primera década
del siglo XXI. En su inicio, los vecinos y vecinas inmigrantes de Valencia
representaban el 1,5 % del vecindario. En enero de 2012, suponían el 13,6 % (cuadro 1).
En Valencia, los vecinos y vecinas inmigrantes se han insertado en barrios populares
que podemos agrupar en tres tipos claramente definidos ya a finales de los años 90. Un
primer tipo, los barrios más modestos del centro histórico, como El Pilar, El Mercat y El
Carme; un segundo tipo, barrios populares semi-centrales como Russafa y, un tercer
tipo constituido por barrios obreros periféricos, de vivienda VPO de los años 60 y 70,
como Camí Fondo, cercano al puerto (Torres, 2007).
Desde el inicio, la inserción urbana en Valencia presenta una diversidad de espacios de
inmigración2. A partir de 2005, estos barrios receptores de inmigrantes han estabilizado
su vecindario extranjero, al tiempo que serán los barrios obreros y periféricos los que
más la aumenten en términos absolutos y proporcionales. Barrios como Els Orriols y
Torrefiel, en el norte, Natzaret y El Grau en los Poblats Marítims y Tres Forques y
Fontsanta en el oeste, han visto cambiar radicalmente sus calles con la presencia
2
Esta tipología es similar a la de otras ciudades españolas como Madrid (Lora-Tamayo 2003;
Observatorio Migraciones Madrid, 2007) y europeas como Paris (Guillon, 1995; Simon, 1998),
Milán y Turín (Arbací, 2008), aunque parcialmente diferente a la de Barcelona y Bilbao, muy
marcada –espacial y socialmente- por la centralidad de Ciutat Vella y San Francisco y Bilbao la
Vieja, respectivamente (Torres, 2011).
3
habitual de rumanos, ecuatorianos y bolivianos (mapa 1). Las razones son diversas: la
trama de vivienda barata de los barrios más céntricos ya estaba colmatada, sus precios
habían aumentado, al mismo tiempo que se reducía la oferta por el lento pero continuo
proceso de mejora urbana de las áreas centrales.
Cuadro 1. Número y proporción de vecinos extranjeros en Valencia y algunos barrios
significativos. 1996-2012
1996
Ext
2000
2004
2009
%
Ext
%
Ext
%
Ext.
6.821
0,9
11.251
1,5
71.746
9,1
123.348
15,1
108.449 13,6
1.4 El Pilar
88
2,3
119
3,2
546
14,2
735
18,1
714 16,6
1.5 El Mercat
40
1,4
109
3,7
494
15,0
570
16,9
565 16,2
367
1,5
548
2,4
3.972
15,6
4.525
18,0
3.870 15,7
3.2 La Roqueta
70
1,1
87
2,1
823
17,6
952
20,9
888 20,0
4.3 Calvari
72
1,3
102
2,0
679
13,0
1.353
25,2
1.153 22,7
5.1 Marxalenes
51
0,4
163
1,5
1.344
11,6
2.246
19,6
1.871 17,0
128
1,3
208
2,1
1.332
12,5
1.849
17,3
1.662 15,8
7.3 Tres Forques
43
0,5
70
0,8
820
9,1
2.116
22,3
1.935 21,3
7.4 Fontsanta
15
0,4
55
1,3
370
10,2
903
23,9
861 23,4
10.1 Montolivet
169
0,9
288
1,5
2.415
12,0
4.084
19,9
3.475 17,6
10.2 En Corts
132
1,2
210
2,0
1.469
12,5
2.818
22,2
2.397 19,5
11.5 Nazaret
24
0,4
48
0,8
469
7,5
1.651
23,5
1.323 20,3
12.4 Camí Fondo
63
1,7
101
2,6
668
14,9
926
19,6
835 18,1
15.1 Els Orriols
119
0,7
219
1,4
2.758
16,3
5.740
31,2
4.387 25,8
Valencia
2.1 Russafa
5.2 Morvedre
%
Ext
2012
%
Fuente: Oficina de Estadística. Ayuntamiento de Valencia.
En estos barrios, algunos entre los más pobres de la ciudad, a la población autóctona se
han sumado nuevos vecinos y vecinas inmigrantes que, al menos en la etapa de llegada
e instalación, padecían situaciones de dificultad económica e inseguridad social. Su
inserción en barrios que ya presentaban deficiencias de equipamientos, servicios
públicos y, en algunos casos, de accesibilidad, no ha hecho sino aumentar esos
problemas que, empero, estaban velados por el boom económico, el trabajo abundante
aunque precario y los oropeles de la Valencia global.
Desde primeros de los años 90, los barrios receptores de inmigrantes se han conformado
como barrios multiculturales, donde los vecinos de diversos orígenes comparten la
4
escalera del edificio, la plaza y los servicios, con concentraciones moderadas. Entre
estos barrios, cabe destacar aquellos de “centralidad inmigrante” (Toubon y Messamah,
1990) por la presencia de comercios étnicos, lugares de culto y espacios de sociabilidad
específicos, como Russafa desde mediados de los años 90 y Els Orriols más
recientemente.
El tipo de convivencia que se ha generado puede ser aprehendida en los espacios
públicos. Éstos son abiertos a todos, con diversidad de usos, pluralidad de actores y
cierto anonimato, lo que los convierte en espejo de la ciudad. En Valencia, la dinámica
urbana se caracteriza por el uso compartido de estos, en términos de “coexistencia”
(Giménez, 2005) o de “convivencia pacífica pero distante” (Torres, 2008). Las
relaciones se rigen por el anonimato, el derecho a la indiferencia y el control
institucional relativo (Joseph, 1993) sin tensiones pero sin interrelación significativa.
Este uso común se ha combinado con concentraciones de personas del mismo origen
que generan un microclima cultural acorde con necesidades de sociabilidad propias
(Delgado, 1998). Puede ser un uso puntual y despertar entre indiferencia y sorpresa, por
ejemplo cuando los sikh realizan una procesión alrededor de su templo en Els Orriols.
5
En otros casos, este uso es permanente, lo que resignifica el espacio con categorías
étnicas que requieren de una acomodación no exenta de dificultades. Son ejemplo las
ligas de fútbol “latinas” celebradas en los Jardines del Turia. Hoy el carácter latino de
ese tramo del parque está incorporado al paisaje urbano, aunque en un principio fueron
aceptadas con dificultad (Torres, 2008). Otro ejemplo lo constituyen las concentraciones
de magrebíes alrededor del oratorio y las tiendas halal en Russafa o del Centro Cultural
Islámico en Els Orriols. Estos espacios han suscitado mayor recelo que los latinos,
aunque Valencia no ha conocido la tensa controversia experimentada en otras ciudades
(Moreras, 2011). Otros usos del espacio los podemos caracterizar como cospomolitas
porque visibilizan referentes culturales de la alteridad, como sucede con la celebración
del Año Nuevo Chino o el Festival de las Naciones.
Otro indicador del gran cambio que se ha dado son los servicios públicos. Como en
otras ciudades, los vecinos inmigrantes de Valencia y sus hijos se han incorporado
como usuarios habituales de colegios públicos, centros de salud y centros de servicios
sociales. Ello no supone ausencia de problemas. Estos han sido de planificación, falta de
adecuación e insuficiencia de recursos profesionales y materiales, máxime cuando esta
mayor demanda se ha concentrado en centros públicos de barrios populares. Tanto la
Generalitat Valenciana como el Ayuntamiento han actuado tarde, de forma reactiva e
insuficiente. Estos problemas han tenido repercusión ciudadana, desde comentarios
recelosos iníciales o dinámicas de huida de algunos colegios, aunque el proceso se fue
asentando con aspectos positivos en términos de compartir prestaciones, instituciones y
espacios de vecindad significativos, como la puerta de los colegios. Ese fue el proceso
también en los barrios de Russafa y Els Orriols (Torres, 2007; Moncusí, 2009)
En contraste con la inserción tranquila en los espacios y servicios públicos, la imagen
que transmitía la prensa ha sido menos positiva. Entre 2001-2011, las noticias sobre los
nuevos vecinos de Valencia se refieren fundamentalmente a concentración o incremento
de inmigrantes (19%), situaciones de vivienda precaria (14%), actividades delictivas
(6%), actividad de servicios de acogida o atención (6%)3.
Con sus sombras, en Valencia se ha dado una inserción tranquila y un rápido proceso de
arraigo de los vecinos inmigrantes favorecido por el boom económico, el trabajo
abundante y la conciencia ciudadana sobre los beneficios de la inmigración. En la
actualidad, algunas de estas condiciones han desaparecido. La crisis económica en
3 Se han trabajado 493 referencias, a través de la base de datos Factiva, en los diarios Las
Provincias, Levante, ABC, Expansión, El Mundo y El País.
6
Valencia, agudizada por el fracaso del modelo de ciudad neoliberal espectacular (Cucó,
2013), la podemos ejemplificar en el Agora de Calatrava inacabada, el edificio Veles e
Vents clausurado y, sobre todo, un Ayuntamiento en bancarrota, 1.046 millones de
deuda en septiembre de 20124, cuya estrategia es aumentar los precios de los servicios
municipales y reducir las frecuencias del transporte, la limpieza viaria, el
mantenimiento de parques o el cierre de equipamientos barriales. Los impactos de la
crisis están aumentando las desigualdades sociales y urbanas, incubadas por una política
municipal que ha priorizado los grandes proyectos y eventos, los nuevos barrios
acomodados y las grandes infraestructuras, mientras las necesidades de los barrios
quedaban relegadas (Torres y García, 2013).
De acuerdo con la clase y el barrio donde se habita, los impactos de la crisis entre los
vecinos inmigrantes son similares que el resto del vecindario aunque tenga efectos más
“desestabilizantes” para los primeros. Buena parte de los inmigrantes, aún con arraigo
social, continúan obligados a renovar sus permisos –vinculados no se olvide a la
acreditación de un empleo-, tenían una situación de partida socioeconómica más
precaria y menores recursos que los autóctonos.
Un primer indicador de estos impactos es la reducción de los vecinos inmigrantes.
Después de alcanzar su máximo histórico en 2009, el vecindario inmigrante se ha
reducido un 13,7% hasta 2012, destacando por el descenso de sus efectivos los
latinoamericanos, particularmente los ecuatorianos5. Este descenso se debe, según
nuestros entrevistados, a la crisis y se califica como retorno aunque, en realidad, se
alude a una diversidad de estrategias de movilidad. En unos casos, el traslado a otras
regiones españoles y/o el retorno al país de origen; en otros casos, se establece una
migración circular, más frecuente entre rumanos y marroquíes; también se da la
migración a otros países europeos.
Otro indicador lo constituye la situación de los servicios, particularmente en los
Colegios Públicos. Con la reducción del profesorado y de los recursos, han
desaparecido las actividades de atención a la diversidad y apoyo educativo a situaciones
específicas (Montero, 2013). Estos recortes han tenido o tienen un mayor impacto en
4
Boletín Banco de España. Tercer semestre 2012.
5
Mientras rumanos, búlgaros, marroquíes y chinos, entre otras nacionalidades, han mantenido
sus efectivos, entre 2009 y 2012 los vecinos bolivianos, colombianos y ecuatorianos se han
reducido en un 25,7, 28 y 35%, respectivamente.
7
una parte de los hijos de inmigrantes (por diferencias curriculares, incorporación tardía,
etc.). A nivel de sanidad, una formula provisional garantiza la atención a los vecinos
indocumentados que ya dispusieran de cartilla. Los recortes en sanidad y educación no
parecen incidir, en los barrios estudiados, en un cambio o deterioro en las relaciones
entre unos vecinos y otros.
La extensión de la pobreza en la ciudad afecta a familias autóctonas, algunas calificadas
de “clase media”, e inmigrantes. Respecto a éstas, en los Centros Municipales de
Servicios Sociales CMSS se constata “una involución de su situación”, mayor
precariedad social y el aumento de situaciones de indocumentación sobrevenida (lo que
les deja fuera de prestaciones como la Renta Garantizada de Ciudadanía). En diversos
CMSS se apunta el aumento de la competencia entre vecinos de distintos grupos, “viene
más gente normalizada que dice solo ayudáis a los gitanos y a los inmigrantes” (C6). En
el caso de Cáritas, conformada en la práctica como la última red asistencial, la prensa
local ha dado mucha relevancia al aumento de vecinos españoles aunque la mayoría de
atendidos continua siendo inmigrantes, destacando las mujeres, las situaciones de
residencia irregular y los “inmigrantes que ya habían conseguido la condición de
regulares, pero que ahora no tienen trabajo, no pueden renovar (…) gente que había
desaparecido, volado, necesita de nuevo nuestra ayuda”. En Cáritas, como en los
CMSS, “ante recursos escasos y repartiendo miseria… pues el pobre españolito que
acude a la Cáritas parroquial se siente invadido” (C8)6.
Así pues, la competencia por ayudas sociales más necesarias ante la crisis pero más
reducidas por los recortes aparece como la más clara fuente de posibles tensiones
interétnicas. Tensiones que, al menos de momento, tienen una baja intensidad, un
carácter de desahogo, y no se reflejan en la vida cotidiana de los espacios públicos que
continúan caracterizados por un multiculturalismo tranquilo.
Russafa. ¿De barrio multicultural a barrio chic?
Barrio popular, semi-céntrico y de tradición artesanal, Russafa perdía población desde
los años 70 y una buena parte del pequeño comercio había cerrado. Sin embargo, desde
primeros de los años 90, el proceso de pérdida de población se detuvo y algunas de sus
características tradicionales, como la animada vida de calle y la intensa actividad
económica, revivieron aunque modificadas. A los vecinos de “toda la vida” se sumaron
6
Información derivada del análisis de un cuestionario a los CMSS de la ciudad, las Memorias
de Caritas entre 2005 y 2011 y de entrevistas a profesionales.
8
un número creciente de vecinos extranjeros y un flujo más modesto, pero relevante, de
jóvenes estudiantes y profesionales atraídos por la centralidad del barrio, su carácter
“auténtico” y multicultural. Al mismo tiempo, la presencia de los nuevos vecinos hacía
más evidentes algunos de los problemas del barrio: déficit de plazas escolares, falta de
zonas verdes con la excepción de la plaza M. Granero, ausencia de locales cívicos y un
tráfico caótico.
Desde estos años, la sociabilidad en Russafa presenta una doble cara, común y
específica. La primera, la co-presencia cotidiana de vecinos de diferentes orígenes que
comparten las fincas y las calles, el Mercado o la plaza M. Granero, es ampliamente
mayoritaria y se ha resuelto en términos de “convivencia pacífica pero distante” que, en
la medida que se consolida como cotidianeidad, no ha dejado de tener sus efectos. Es el
caso del Mercado donde los latinoamericanos se han incorporado como público habitual
y a quienes las vendedoras ofertan desde “yuca” a pescado para “ceviche”, lo que tiende
a ratificar su condición de vecino y facilitar su aceptación (Torres, 2007).
Al mismo tiempo, algunas calles de Russafa con sus comercios étnicos y la sociabilidad
específica generada, evocaban la imagen de Park del mosaico, pequeños mundos que se
tocan pero no se interrelacionan. En 2004 había en el barrio 191 negocios étnicos,
concentrados espacialmente y diferenciados por colectivos. Esto facilitó la
conformación de cuatro micro áreas de sociabilidad específica: magrebí, en las cuatro
calles donde se ubican el oratorio y las tiendas halal, senegalesa, china y latina. Más allá
de su orientación comercial, los negocios étnicos de Russafa constituían un espacio de
sociabilidad entre compatriotas, lugar de encuentro, de información y relaciones.
Junto a esta inserción tranquila, no faltaron las tensiones. En la inmensa mayoría de los
casos, hablamos de pequeñas tensiones vecinales sin particular incidencia. Mayor
relevancia tuvo entre 2001 y 2002 la negativa percepción de la sociabilidad masculina
de calle magrebí, máxime cuando se vinculaba con inseguridad. Más tarde, tanto por la
presencia policial como por las medidas adoptadas por la comunidad musulmana, la
pequeña delincuencia desapareció y la situación se normalizó (Torres, 2007). Durante
estos años la extrema derecha valenciana intento vincular los problemas del barrio y la
vivencia de abandono de algunos vecinos con la presencia de los inmigrantes. Russafa
fue el escenario de varias manifestaciones ultras en 1997, 2002, 2003 y 2006, con
escaso apoyo vecinal. Ello generó un amplio debate, diversas respuestas unitarias y una
dinámica de concertación entre diferentes asociaciones y organizaciones presentes en el
barrio, varias de ellas de inmigrantes. En esa dinámica no faltaron los desacuerdos pero
9
se consolidó unas ideas comunes sobre los problemas del barrio, centrado en los déficits
en equipamientos y servicios, y una red de relaciones y contactos entre los diferentes
grupos de vecinos.
A partir de 2005-2007, dos dinámicas están transformando Russafa. Por un lado, el
proceso de gentrificación de un sector del barrio que se está ampliando a todo él. Por
otro, la reducción relativa de su carácter inmigrante en parte como consecuencia de este
proceso, en parte debido a la crisis o otros factores.
La centralidad de Russafa, su arquitectura de Eixample popular, se ha visto revalorizada
por el Parque Central. Este proyecto supone el soterramiento de las vías del tren hasta la
Estación del Norte, colindante con el barrio, y la urbanización y ajardinamiento de la
superficie resultante: 681.036 m2. Dado su costo el proyecto está paralizado desde hace
años pero, recientemente, se ha aprobado iniciar el ajardinamiento de un sector, el más
cercano al barrio, que no implica soterrar las vías. En 2007, la alcaldesa Barbera
inauguró una oficina RIVA7 para la renovación urbana del barrio que promovió
estudios, avanzó proyectos (algunos muy contestados) y canalizó ayudas hasta su cierre
en 2012, por falta de fondos. El barrio ha mejorado en estos años: la reforma integral del
CP Balmes, la apertura de un Centro Juvenil, la reurbanización de calles y ampliación
de aceras, la rehabilitación de edificios y la mejora estructural (ascensores, fachadas) de
muchos otros. Todo ello ha atraído a vecinos más acomodados, en muchos casos parejas
jóvenes. A estos nuevos vecinos hay que añadir los profesionales y artistas que ahora
frecuentan o trabajan en Russafa. Ya en los 90 se instalaron algunos pintores en
antiguos y amplios bajos. Desde hace tres o cuatro años, han proliferado los estudios de
arquitectos, diseñadores y artistas de diverso tipo; muchos de ellos son espacios
compartidos y con una sala, más o menos amplía, de exposiciones y actividades. Al eje
de la calle Sevilla, donde se ubican bastantes de estos locales, se le conoce en el barrio
como el “Sohito” (por el Soho de Londres). En 2012, se celebró la segunda edición de
Russafart, una semana de actividades artísticas de todo tipo donde participaron 32
locales ubicados en el barrio. Otro factor de gentrificación lo constituye la apertura de
comercios fhasion, entre otros “vinotecas”. Junto a estos, han proliferado los locales de
tapas y copas. En una parte del barrio, calle Sevilla, estos locales han sustituido a los
7
El Programa RIVA se inició en el Centro Histórico, en 1992, para la reforma integral de éste.
Más tarde, derivó en un conjunto de ayudas para reforma de viviendas. La oficina RIVA no ha
supuesto la existencia de un plan integral para Russafa.
10
comercios étnicos antes existentes; en otras calles, se da una particular osmosis entre el
bar popular, el restaurante halal, el estudio sala de exposiciones y la “vinoteca”.
Este proceso se valora como positivo ya que revitaliza el barrio y lo ha “puesto de
moda”. Al mismo tiempo, parte de nuestros informantes, destacan su incidencia en el
encarecimiento de los alquileres (en realidad, no han bajado), el ruido y la lejanía que
perciben en estos nuevos vecinos y usuarios respecto “a las cosas del barrio… ellos van
a la suya… no están en el CP Puerto Rico” (R4).
El “barrio”, los que se auto reconocen como tal, continúa viviendo alrededor del
Mercado, el parque M. Granero y el CP Balmes, el único del Russafa. Estos espacios
cotidianos continúan compartidos entre los vecinos de distintos orígenes y el ambiente
tranquilo, acogedor y multicultural, es la nota dominante. Sin embargo, entre 2009 y
2012, Russafa ha perdido el 16,9% de su vecindario inmigrante “por la crisis y porque
aquí los precios se han puesto muy caros” (R6). Quizás donde más se note es la “zona
mora”. Los antes habituales grupos de hombres magrebíes han desaparecido y sólo los
viernes por la tarde, con ocasión de la plegaria, la zona recobra su animación. Para un
miembro de la Comunidad musulmana “hay quien se ha ido… y, sobre todo, antes había
dos o tres hombres que ayudaban en cada tienda, iban, venían… ahora muchas (tiendas)
han cerrado” (R6).
La disminución de comercios étnicos en el barrio se observa simplemente paseando por
sus calles. Los 191 comercios étnicos existentes en 2004 se han reducido, en la
actualidad, a unos 60 incluyendo a aquellos locales que tienen una apertura irregular. En
los últimos cuatro años han cerrado una parte muy importante de los comercios chinos,
en particular los mayoristas de textil barato y marroquinería, de los comercios
marroquíes, los bazares al por mayor y las teterías más modestas, y la mayoría de los
bares y tiendas modestas latinas. En los tramos anteriormente más animados de las
calles Sueca y Cuba ahora se suceden locales cerrados con carteles que anuncia su venta
o alquiler. En otras calles, más cercanas al “Sohito”, los comercios étnicos han sido
substituidos por estudios profesionales, tiendas con estilo o bares de copas.
Las causas de este proceso son diversas. Con la reurbanización de las calles y la
ampliación de las aceras, las operaciones de carga y descarga frente a los comercios
mayoristas originaron embotellamientos, protestas y multas; al mismo tiempo, los
11
gestores locales “animaron” a los comerciantes a trasladarse a las afueras 8. Otros
comercios étnicos han cerrado por las dificultades económicas y “porque su clientela
está muy tocada… lo está pasando muy mal” (R2). En otros casos, el cierre de
comercios se vincula al cambio de Russafa como barrio de centralidad inmigrante.
Además de la crisis, muchas carnicerías halal han cerrado porque una parte importante
de sus clientes “ya tienen carnicería (halal) en su pueblo (área metropolitana) y, claro,
es más cómodo comprar en tu pueblo” (R6).
Muchos de los rasgos que caracterizan a Russafa como barrio inmigrante se mantienen.
Las tiendas halal, restaurantes y bazares más importantes continúan. La “comunidad
musulmana”, nucleada alrededor del oratorio y la asociación Averroes, está bien
asentada en el barrio. Desde el estallido de la crisis, la comunidad ha vuelto a ofrecer
durante el mes de Ramadán comida gratis o a un precio muy módico a los fieles, como
ya lo hiciera entre 2001 y 2003. Al norte del barrio, se mantiene una zona de
sociabilidad senegalesa, alrededor de las tiendas al por mayor y la sede de la Asociación
de Senegaleses en Valencia. El resto de sociabilidades específicas muy visibles en el
barrio hasta 2005, como la latina alrededor del Mercado y la china en Calle Cuba y
Sueca, se han diluido. Hay vecinos de estos orígenes, comercios y servicios muy
específicos, pero sin conformar espacios propios de sociabilidad. En opinión de una
vecina marroquí, “ahora el barrio está como más español” (R6). Sin embargo, al menos
de momento, la heterogeneidad del vecindario es lo que caracteriza a los espacios más
significativos de la vida local. Incluso, está imagen multicultural se destaca por los
gestores públicos, junto a la artística y comercial, como características de Russafa
(Arazo, 2011).
El alumnado del colegio Balmes continúa siendo un fiel reflejo de esa multiculturalidad.
Uno de los miembros del AMPA, vecino, explicaba que si bien la crisis no ha
“cambiado la buena convivencia en el barrio y en el colegio”, si lo notan en que acuden
niños sin libros o el gran descenso en las actividades que implican una pequeña
aportación económica, a “las gratuitas se apuntan todos … críos magrebíes, latinos,
chinos… lo que hay en el barrio” (R5). Los niños sin libros es un indicador de las
dificultades económicas de muchas familias del barrio, una buena parte de ellas
inmigrantes. Las estrategias para hacerle frente son diversas, coinciden todos nuestros
8
Los mayoristas chinos y magrebíes se han trasladado al polígono industrial de Manises,
colindante con el aeropuerto.
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interlocutores: la reducción de gastos a los imprescindibles, el recurso al apoyo familiar,
de sus redes de connacionales y/o comunitarias, pero también el recurso a Cáritas S.
Valero que gestiona un banco de alimentos y a Servicios Sociales. En el CMSS Ciutat
Vella, del que depende Russafa, constatan una mayor demanda de todos los grupos de
vecinos, sin incidir particularmente en los inmigrantes.
Como en la última década, una rica y heterogénea trama asociativa es otra característica
de Russafa. Una es la trama festiva alrededor de la fallas con gran arraigo. Otra es la de
varías ONG y asociaciones cívicas que tienen su sede en el barrio. Otra, relacionada con
la anterior, estaría compuesta por las asociaciones de inmigrantes. Otra más, agruparía a
la Asociación de Vecinos, la de Comerciantes y el AMPA Balmes, a las que hay que
añadir la recientemente constituida Asociación de Hosteleros del barrio. Otra trama
agrupa a las redes artísticas articuladas alrededor de Russafart. Junto al calificativo de
“barrio de moda” otro muy utilizado es el de “barrio dinámico”. Junto a la pluralidad de
actores, en los últimos años se han dado múltiples iniciativas. Unas han sido artísticas,
como Russafart, otras más comerciales, Russafa-gay y Russafa-kids, y otras vecinales,
como Russafa conviu, la larga campaña en reivindicación del CP Puerto Rico o la
institucionalización del carnaval multicultural. Esta pluralidad de iniciativas, actores y
dinámicas, se dan en paralelo. En paralelo entre los diversos grupos del vecindario y, en
general, entre estos y los nuevos usuarios del barrio.
Sin embargo, en estos años también se ha dado una dinámica barrial compartida de la
mano de las campañas impulsadas por la Plataforma por Russafa en la mejora del
parque M. Granero, entre 2007 y 2008, y la construcción del CP Puerto Rico, entre 2008
y 2011. Estos dos temas, ya conseguidos, constituían reivindicaciones históricas del
barrio y lo han agrupado en la defensa de sus comunes intereses como vecinos. En las
recogidas de firmas, los dos referéndum realizados, las peticiones al consistorio y
actividades lúdica-reivindicativas, han participado muchos vecinos, de todos los
orígenes, las diversas asociaciones y, en el referéndums, los comercios de todo tipo.
En el caso de Russafa, sin menospreciar los impactos de la crisis, los cambios más
relevantes cabe atribuirlos al proceso de gentrificación.
Els Orriols: reafirmando carácter proletario y multicultural
Els Orriols es un antiguo municipio incorporado a Valencia a finales del siglo XIX. De
aquel origen quedan unas pocas casas y alquerías y una antigua ermita. Pero esa
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realidad es tal vez la menos conocida del barrio. "Orriols", como lo llaman sus vecinos,
tiene un marcado carácter obrero. En los años 60 se instalaron en él inmigrantes de
Andalucía y Castilla La Mancha para trabajar en la ciudad. Se alojaron en viviendas
construidas por el arquitecto Barona, con un máximo de 70m2, en bloques sin ascensor.
El antiguo pueblo se convirtió en un periférico barrio proletario de Valencia. Las
características de los edificios de Orriols reflejan este carácter: un 60,12% fueron
construidos entre 1961 y 1970, el 20,26% tiene menos de 60 m2 y el 42% entre 61 y
80m2 y muchos están bastante deteriorados. Al tiempo que se levantaron esos edificios
se forjó una imagen de Barona que ha dejado su impronta. Una muestra gráfica es la
siguiente cita de una de nuestras entrevistas:
En realidad Barona es Orriols… A la gente no le gusta llamarlo Barona porque Barona era… lo
peor que había en Valencia. Siempre decían “no vayas a Barona”… Mi madre no me dejaba
cruzar Primado Reig porque Barona era lo peor que había… En la época de la heroína y todo
esto, aquí hizo estragos, en los años setenta (Or1)
En los albores del siglo XXI, la llegada de población extranjera empezó a teñir el perfil
proletario de Orriols. Hasta 2003, el barrio había sufrido un paulatino descenso de
habitantes que se invirtió entonces gracias al rapidísimo incremento de la población
extranjera (cuadro 1). Eran sobre todo ecuatorianos que se instalaban en la zona de
Barona. En 2005 abría en Orriols el Centro Cultural Islámico (CCI), lo que despertó
recelo entre algunos vecinos. Para responder a estas inquietudes se creó la Plataforma de
Orriols, compuesta por la Asociación de Vecinos, ONG del barrio y algunas del vecino
barrio de Torrefiel, colegios públicos, asociaciones de mujeres y el propio CCI. Por
entonces, el barrio había empezado a ser visto como "de inmigrantes". Sin duda
contribuyó a ello el incremento en el número de extranjeros que residían en él, que lo
colocó a la cabeza de la ciudad en presencia de nacionales no españoles con un máximo
alcanzado en 2009 del 31,2%. Sin embargo, también jugaron un papel la propia
instalación del CCI, la presencia de la ONG Valencia Acoge, la apertura de comercios
étnicos y la presencia de personas extranjeras en espacios públicos. Para acabar de
definir ese perfil multicultural, la prensa amplificó algunos fenómenos aislados de
violencia contribuyendo a dar carta de realidad al prejuicio del pandillismo
latinoamericano. Titulares como “La explosión latina del barrio de Orriols” (El País
18/12/05), “Conflicto social en Orriols: “Para que se crezcan ellos, nos crecemos
nosotros” (Levante, 28/03/2008) o la inclusión del barrio en el reportaje “Los guetos en
España” (El Pais, 18/12/2005) mostraban cómo había cuajado esa imagen. Desde 2006,
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la Plataforma de Orriols organiza una jornada anual para tratar de fomentar una
convivencia potencialmente dificultada por el cóctel de condiciones sociales e
incomunicación interétnica y prejuicios étnicos.
La situación actual del barrio –marcada por la crisis- sigue la estela de su carácter
proletario y su componente multicultural. En un reportaje sobre desahucios, por
ejemplo, la presidenta de la asociación de vecinos decía que "es un barrio
evidentemente obrero, pues ahora es evidentemente pobre" (Levante, 28/11/12). En el
mismo artículo se indicaba que se trataba del barrio que más desalojos vivía cada
semana, según una secretaria judicial que añadía que ello había tenido como detonante
el impago por parte de "sudamericanos" que en algunos casos tenían alquiladas
habitaciones a terceros, pero que aún así no conseguían hacer frente a las deudas,
aunque los desalojos afectaban también a "vecinos de toda la vida". El panorama lo
completaban referencias al paro -el mismo artículo precisaba que Rascanya (distrito que
incluye Orriols) era el tercero en media de paro en 2011, con una tasa del 21% (la media
de la ciudad era del 18,8%)- y a problemas de convivencia sobre los que nosotros
hemos encontrado también referencias en nuestras entrevistas. Se estarían produciendo
tensiones y peleas cuyas explicaciones van en dos líneas: la falta de recursos e
intervención pública y la presencia de inmigrantes u otros grupos "en riesgo de
exclusión social", como por ejemplo gitanos, que se habrían instalado en el barrio en
búsqueda de vivienda barata o –como explicaba un artículo más reciente (Levante,
11/02/13) para ocupar viviendas vacías de Barona.
Desde Servicios Sociales se detecta un impacto acusado del desempleo y de dificultades
económicas y en especial en pagar la propia vivienda. En el caso de los inmigrantes
extranjeros, ello se traduce en un deseo de regresar al país de origen aún a riesgo de
mostrar un fracaso en el proyecto migratorio. Se han truncado trayectorias de ascenso
intergeneracional, diluido expectativas y producido trayectorias socioeconómicas
descendentes. Además, en nuestras entrevistas percibimos conciencia de formar parte de
un barrio con carencias en servicios e infraestructuras y donde se sufren con especial
intensidad los recortes en becas escolares o mantenimiento de infraestructuras urbanas.
La salud es el ámbito donde la carencia de servicios es más evidente. Después de años
de reivindicación por parte de los vecinos se ha construido un nuevo Centro de Salud
que debe sustituir al único en servicio, ubicado en el bajo de una finca con problemas de
aluminosis que han obligado a cerrarlo temporalmente al menos en dos ocasiones, desde
julio de 2007. Sin embargo, no hay dinero para abrir el nuevo Centro de Salud.
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Barona sigue siendo el símbolo del barrio obrero, aunque no es la única realidad que
define Orriols. El boom inmobiliario que experimentó Valencia desde mediados de los
noventa dejó huella en el barrio con viviendas modernas y de mayor tamaño, en algunos
casos torres de condominios con piscina y parque privado, ubicadas en una zona
administrativamente incluida en el barrio de Sant Llorenç pero conocida como “Nuevo
Orriols”. A juzgar por lo que hemos visto en nuestras entrevistas, parte de sus residentes
provienen de otras zonas de Orriols. Un cambio de residencia relacionado con buscar
mejor vivienda pero también con atribuir a la presencia de inmigrantes una merma de
calidad de vida. Cerca de esa zona abrió en 2010 un centro comercial al que acuden
visitantes de la zona metropolitana septentrional de Valencia. Dicho centro ha sido
autorizado a abrir los domingos en virtud de una normativa que permite que así sea en el
caso de zonas consideradas "de alta afluencia turística". Tal etiqueta parece curiosa, en
el contexto de Orriols. Además, la zona está ausente de la promoción turística de
Valencia (Santamarina y Moncusí, 2013).
Orriols sigue siendo el barrio con más población extranjera en la ciudad (25,8%). Son
sobre todo ecuatorianos, bolivianos, colombianos y rumanos que en su mayor parte
residen en Barona. Además, han abierto en el barrio un templo sikh y la Oficina de
Extranjería de Delegación del Gobierno que atraen a extranjeros de otras zonas de
Valencia, contribuyendo a visibilizar la diversidad cultural en el espacio público. Este
mosaico lo completan vecinos españoles (payos y algunos gitanos) en las fincas, calles,
supermercados y otros comercios, la piscina municipal, el pequeño centro de salud, los
centros educativos públicos y el parque del barrio.
Sin embargo, los datos de padrón muestran un descenso significativo en la presencia de
extranjeros. Entre 2009 y 2012, Orriols pierde un 23,6% de población de nacionalidad
extranjera y un 15,6% de la de origen extranjero, lo que muestra dos tendencias. En
primer lugar, concuerda con la impresión que nos transmiten nuestras entrevistas, en
relación con la salida del barrio por parte de muchos de sus habitantes, en especial
ecuatorianos. En segundo lugar, las cifras indican una importante proporción de
residentes naturalizados que prácticamente pueden haberse duplicado entre 2009 y 2012
(del 7,34% al 13,78%) y que podría responder a la vez a un perfil de residente más
asentado y a una respuesta estratégica de búsqueda de mayores oportunidades en
contexto de crisis.
En nuestras entrevistas en el barrio detectamos una vinculación de la presencia de
inmigrantes con aspectos negativos como falta de limpieza, inseguridad o masificación.
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Esta imagen negativa se ve reforzada por las imágenes difundidas por los medios de
comunicación antes comentadas. La esporádica presencia policial subraya la sensación
de inseguridad. Pero existe también el contacto interétnico a través de las trayectorias
cotidianas dentro del barrio y, también, en otros lugares de Valencia. Las instalaciones
deportivas e infantiles del parque de Orriols –ubicado significativamente en la frontera
entre Nuevo Orriols y Barona- son usadas indistintamente por parte de vecinos de
nacionalidades y los medios de transporte público, las calles y plazas son escenario de
encuentros habituales. La vida cotidiana se construye con un proceso constante en el
que se suceden momentos y contextos compartidos.
La relativa estigmatización de Barona, la situación de equipamientos y edificios y la
concentración en la zona de población extranjera no justificarían hablar de segregación
étnica. Los habitantes del barrio pueden compartir preocupaciones, al margen de su
origen étnico. Otra cosa es que éste potencie o incluso origine formas de discriminación
o exclusión. De ello son conscientes quienes integran las entidades del barrio,
articuladas para trabajar contra esas formas de discriminación e intentar generar vías
para enfrentarse a los problemas de empleo, vivienda, servicios públicos y exclusión
social de sus vecinos.
Hoy la principal línea de trabajo de la Plataforma de Orriols consiste en organizar una
jornada para fomentar la convivencia entre vecinos en la que se expresa un sentido de
comunidad y de pertenencia vecinal. La jornada, que en su edición de 2012 se
transformó en una semana intercultural, constituye un pretexto para fomentar la
interrelación e incorporar personas a un proyecto colectivo de mejora de las condiciones
de vida en el barrio, enraizado en la condición compartida de vecinos. Sin embargo, el
protagonismo lo desarrolla hoy el movimiento del 15M. La Asamblea 15M de Orriols,
constituida por vecinos del barrio, ha encontrado el apoyo de muchas entidades. Su
papel ha sido crucial en las iniciativas contra los desahucios que han incidido, sobre
todo, en Barona. Además, han formado una plataforma de personas desempleadas que
tratan de buscar una salida conjunta a su situación reuniéndose periódicamente en un
local cedido por el Centro Cultural Islámico. La cesión de este espacio representa un
intento, por parte del colectivo musulmán, de resaltar su apertura al barrio y a los
problemas sociales de sus vecinos. Al mismo tiempo, contrarresta la imagen de ese
colectivo, no siempre positiva, y, con ello, contribuye a potenciar la cohesión social. La
Asamblea 15M se reúne periódicamente en espacios públicos abiertos, cuando lo
permite el clima. Recientemente lo han hecho frente al nuevo y todavía cerrado Centro
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de Salud, como evidencia de su posición en la defensa de los servicios públicos. No
menos significativo es que su lugar de reunión en los meses más fríos sea el local de la
ONG Valencia Acoge, dirigida a inmigrantes. En este barrio obrero, la dimensión étnica
y cultural se cruza de forma particular con lo social y lo económico,
A modo de conclusiones provisionales
La crisis desestabiliza y pone a prueba el proceso de inserción de los inmigrantes. Uno
de los escenarios que suscita mayor inquietud es el urbano. En Europa, los “problemas
de la integración” han tenido y tienen una indudable dimensión urbana (Body-Gendrot
y De Rudder, 1998; Van Kempen y Özüekren, 1998). En España, el difunto PECI
2011-2014 subrayaba la preocupación que suscitan los escenarios urbanos que conjugan
precariedad social, déficits de equipamientos y nutrida presencia de vecinos
inmigrantes. Esta comunicación ha señalado algunos rasgos y, creemos enseñanzas, de
la situación de la inserción urbana en Valencia después de cinco años de crisis.
A nivel de ciudad, la inserción urbana mantiene sus rasgos centrales aunque se hayan
dado cambios (particularmente respecto a sus condiciones materiales). Un primer
impacto de la crisis, similar a otras grandes ciudades españolas, es la reducción del
vecindario inmigrante en un 13,7% entre 2009 y 2012, particularmente latinoamericano.
También se ha modificado el mapa de la Valencia inmigrante. A diferencia del pasado
reciente, son los barrios periféricos y obreros los que presentan una mayor proporción
de vecinos extranjeros; como hemos visto esta tendencia era anterior a la crisis, pero
ésta parece haberla exacerbado. Se trata además de los barrios que fueron relegados
durante el boom de la Valencia global y que acumulan más déficits. Si los espacios
públicos son el espejo de una ciudad, la imagen que nos transmiten es la continuidad de
la convivencia pacífica pero distante que ha adoptado y consolidado una diversidad de
formas, la copresencia en los espacios públicos comunes, la resignificación de otros
como espacios etnificados y los usos cosmopolitas en otros, tanto a nivel de ciudad
como a nivel de barrios. La situación de los servicios públicos es más ambigua. Por un
lado, los inmigrantes y sus familias son usuarios habituales de los colegios públicos, los
centros de salud y de servicios sociales. Por otro lado, dichos centros afrontan ahora su
inserción con muchas más dificultades, dados los recortes y la extensión de la pobreza
en los barrios más modestos, con mayor presencia de inmigrantes. Tanto en los Centros
Municipales de Servicios Sociales como en las Cáritas de la ciudad se constata el
aumento de competencia entre vecinos de distintos orígenes por las ayudas de
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emergencia, comedor escolar, alimentación u otras, y su expresión en términos de
resignificación negativa del inmigrante, el “otro”. En un apresurado resumen, la
competencia por ayudas sociales es la más clara fuente de posibles conflictos y
tensiones etnificadas. Un resultado coherente, por otro lado, con los de otros estudios a
nivel estatal (Cea y Vallés, 2011).
A nivel de barrio hemos presentado dos situaciones diferentes. Uno, Russafa, un barrio
céntrico popular en proceso de mejora urbana y gentrificación paulatina, que se
autocaracteriza como barrio dinámico, artístico y multicultural, con una parte del
vecindario inmigrante muy asentada. Otro, Els Orriols, barrio obrero periférico con
mayor incidencia de paro y precariedad socioeconómica, con una inmigración más
reciente y una vivencia del otro más vinculada a aspectos negativos o en todo caso
ajenos. En uno y otro barrio, la construcción social de la imagen del “otro”, el
inmigrante, se realiza en un marco barrial relativamente distinto lo que, en nuestra
opinión, no deja de tener efectos.
A pesar de sus diferencias, los procesos de Russafa y Els Orriols nos muestran diversas
enseñanzas comunes, entre las que ahora enfatizaremos el papel de la trama asociativa y
de redes de sociabilidad barrial. Cuando en el pasado se han dado problemas serios
atribuidos al otro, reales o imaginarios, y que podían haber generado tensiones
interétnicas ha sido la trama asociativa vecinal, escolar y de ONG, la que afrontado la
situación, ha hecho de amortiguador, ha procurado extender vías de comunicación y
acomodación y, en los dos casos, se ha subrayado la común categoría de vecino. Más
allá de los actos puntuales y de las formas organizativas adoptadas, el logro radica en
generar más cohesión o menos indiferencia vecinal. Algo muy necesario hoy en día.
En lo que hace a la ciudadanía local, ésta se ha degradado tanto para los vecinos
autóctonos como para los inmigrantes, aunque dada su situación jurídica y social, estos
últimos hayan padecido un mayor retroceso. Si bien la convivencia no parece haberse
resentido, la degradación de los servicios y la competencia por ayudas sociales aparece
como la fuente más clara de posibles tensiones, si bien éstas se modulan según el marco
barrial concreto.
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