26. Mt 9,35-10,4 (27 nov 08) - Universidad Pontificia Comillas

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Lectura Orante del Evangelio de Mateo
Universidad Pontificia Comillas (Madrid)
Mat 9,35-10,4
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas de alrededor, enseñando en sus
sinagogas, proclamando el evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia.
Al ver las multitudes sintió compasión de ellas, pues se encontraban maltrechas y
abatidas como “ovejas sin pastor”. Entonces dice a sus discípulos: «¡La cosecha es
abundante pero los trabajadores son pocos! Rogad por tanto al dueño del campo que
envíe trabajadores para la siega»
Y llamando junto a él a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los
espíritus inmundos, expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los
nombres de los doce apóstoles son estos: el primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su
hermano; Santiago, el hijo de Zebedeo y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé; Tomás
y Mateo, el recaudador; Santiago, el hijo de Alfeo y Tadeo; Simón, el Cananeo y Judas,
el Iscariote, que después lo traicionó.
Cuando leas
Al comienzo de este pasaje nos encontramos con un versículo que nos sirve de
introducción al llamado segundo discurso de Mateo que está dedicado a los discípulos.
Nos ofrece un resumen de toda la actividad de Jesús y nos conecta con la que deberá ser
la actividad de los discípulos después del envío. Proclamar, enseñar y curar es lo que
ha realizado Jesús en los capítulos anteriores y será lo que deban realizar los discípulos
después del envío. Proclamar o anunciar el kerigma, es decir la Buena Nueva del Reino;
enseñar en la sinagoga, lo cual se hacía a partir de un pasaje de la Escritura, explicar el
Reino partiendo de la Palabra de Dios, anunciando su cumplimiento; por último curar,
signo de que el Reino está ya entre nosotros.
Inmediatamente nos encontramos con el sentimiento de compasión, de lastima
ante el pueblo sin pastor. De esta forma Mateo nos quiere manifestar que el ser
discípulo de Jesús conlleva una misión, una orientación clara, el servicio al Pueblo de
Dios. La comunidad para Mateo es una comunidad misionera.
La expresión, ovejas sin pastor, es bastante frecuente en el Antiguo Testamento
y está siempre referida al pueblo de Israel. Curar las dolencias, los males del pueblo es
la misión que Jesús da a los discípulos.
Mateo nos ofrece además al comienzo del discurso dedicado a los discípulos una
invitación a la oración. Ésta es el fundamento de la existencia misionera. Sin ella nada
podemos hacer.
Ante esta situación la multitud, maltrecha y abatida, acude en masa a Jesús, tal y
como hiciera en otro tiempo con Moisés durante el éxodo por el desierto. Y como nuevo
Moisés, también Jesús necesita de colaboradores. Ahora bien, Mateo, en ningún
momento habla de institución, si no de autorización por Jesús. Los discípulos participan
de la autoridad de Jesús.
Jesús llama a sus discípulos junto a Él; no para que se queden allí
tranquilamente, los llama para enviarlos a predicar y como signo de este envío les
otorga los mismos poderes que Él poseía: poder vencer a las mismas fuerzas del mal y
poder curar las enfermedades y dolencias. Ellos son los continuadores de la obra de
Jesús.
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Lectura Orante del Evangelio de Mateo
Universidad Pontificia Comillas (Madrid)
Pero, ¿quiénes son estos enviados? Son el nuevo Israel, los primeros testigos de
Jesús, aquellos que estuvieron con el Maestro desde el bautismo hasta su ascensión a los
cielos. Comienza por los nombres de los cuatro discípulos cuya vocación ha narrado.
Hombres sencillos y corrientes, entre los que se encuentran pescadores, publicanos,
incluso personas violentas como los celotes… Hombres con distinto origen, que a partir
de la llamada de Jesús deben recorrer un camino nuevo y en ningún momento fácil para
convertirse en discípulos y después en testigos de Jesús Resucitado.
Cuando medites
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Fija tu mirada en Jesús itinerante. Cae en la cuenta de que no se trata de una
itinerancia «sin ton ni son». El cristiano, el seguidor de Jesús, también es un
itinerante que lleva la Buena Nueva allá donde va, en su vida ordinaria. ¿Cómo
vives tú tu itinerancia?
Jesús siente compasión, se preocupa por el ser humano. Y tú, ¿eres compasivo,
misericordioso, cercano, abierto… con las personas que están a tu alrededor?
Ante la abundancia de la mies, la excesiva labor apostólica, lo primero que nos
pide Jesús es orar. ¿Cómo es mi vida de oración? ¿Es para mí lo más
importante? ¿Me alimento del Maestro? ¿Es una oración apostólica?
Jesús te llama a ser testigo de su Evangelio. Recuerda el momento de tu
llamada. ¿Cómo fue? ¿Cómo estás respondiendo a esa llamada?
La Palabra de Dios es viva y eficaz. Es actual, se cumple en el día a día de
cada cristiano. Jesús te da autoridad sobre los espíritus inmundos y la capacidad
de curar toda enfermedad y dolencia. ¿Cómo utilizas estos dones en favor de tus
hermanos?
Cuando ores
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Pide fuerzas al Maestro Divino para ser fiel y anunciar la Buena Nueva en la
itineraria de tu vida cotidiana.
Pide a Dios que te sentimientos de compasión, de lastima, de empatía hacia las
necesidades de las personas que te rodean.
¿Eres como oveja sin pastor? Acércate a Jesús y háblale al corazón, cuéntale tus
preocupaciones, pídele ayuda, dale gracias por todos esos momentos
maravillosos que a lo largo de tu jornada te regala, alábalo, adóralo en lo más
profundo de tu corazón. Guarda silencio y escucha su voz que en esta tarde se
dirige especialmente a ti.
Para orar juntos:
¡Oh, qué bellos son por los montes los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae la dicha, que anuncia la salvación y dice a Sión:
¡Tu Dios reina! ¡Escucha! Tus centinelas alzan la voz,
gritan de júbilo a la vez, porque ven cara a cara al Señor, que regresa a Sión.
Estallad a una en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén,
porque el Señor consuela a su pueblo y rescata a Jerusalén.
El Señor desnuda su brazo santo ante los ojos de todos los pueblos,
y todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.
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